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Artigo
Revista Universitaria de Geografía
versão On-line ISSN 1852-4265
Rev. Univ. geogr. vol.15 no.1 Bahía Blanca 2006
Calidad de vida y escala urbana en la Argentina (2001)
Guillermo Ángel Velázquez
Docente-Investigador CONICET, CIG- UNICEN, guillevelaz@gmail.com
Resumen
En este trabajo intentamos brindar aportes para comprobar la posible vinculación entre escala urbana y calidad de vida en la Argentina de principios del milenio. Para ello nos referimos, en primer lugar, a los cambios que se verificaron en el sistema urbano argentino. En segundo término discutimos y presentamos un índice de calidad de vida para la argentina en el 2001 que es utilizado para establecer la correlación entre ambas dimensiones. En tercer término efectuamos la asociación entre jerarquía urbana y calidad de vida teniendo en consideración los respectivos contextos regionales. Por último hacemos un breve planteo acerca de los factores que puedan estar influyendo en esta asociación para poder especular sobre las posibles perspectivas.
Palabras clave: Jerarquía Urbana; Calidad de Vida; Contextos Regionales.
Abstract
In this work, contributions to check the possible link between urban scale and quality of life in Argentina at the beginning of XXI century are offered. In the first place, changes verified in the Argentinean urban system are referred to. Second, a quality of life index for Argentine at 2001 used to establish the correlation between both dimensions is presented and discussed. Third, the association between urban hierarchy and quality of life is made having under consideration the respective regional contexts. Lastly, a brief account of the factors that can be influencing on this association is made to be able to analyse the possible and future perspectives.
Key words: Urban Hierarchy; Quality of Life; Regional Contexts.
Sistema urbano argentino: cambios y continuidades
La República Argentina ha sido una de las que mostró un proceso de urbanización más incipiente y acelerado en el contexto Latinoamericano. Desde antes del surgimiento como Estado Nacional, la tendencia a la concentración de actividades en la región pampeana, planteó un proceso de desigualdad en la distribución de la población y de las actividades económicas.
Esta desigualdad llevó a un proceso secular de marcada primacía urbana entre la ciudad de Buenos Aires y el resto de las ciudades argentinas que, tras alcanzar un máximo relativo hacia mediados de los setenta, tiende a estabilizarse o disminuir.
Paralelamente existe un incremento de la participación relativa, de la cantidad y de la distribución regional de las Aglomeraciones de Tipo Intermedio (ATIs) en los tres últimos períodos intercensales (1970-2001). Históricamente esta categoría comprendía ciudades entre 50.000 y 1.000.000 de habitantes pero, aunque desde 1991 Córdoba y Rosario hayan superado ese límite, la mayoría de los autores sigue considerándolas intermedias.1
Por su parte, la dinámica de la población rural, mal denominada en términos genéricos, ya que esta comprende a la población rural agrupada (residente en localidades de menos de 2.000 habitantes) y a la población rural dispersa (la residente en campo abierto) es la siguiente: La población agrupada tiende a disminuir, mientras que la población dispersa se mantiene más constante, llegando incluso a verificarse procesos de migración de retorno o de revalorización de los espacios rurales.
La tabla I muestra el sostenido proceso de urbanización, impulsado a partir del modelo agro-exportador e incrementado durante la sustitución de importaciones.
Tabla I
Porcentaje de población urbana en la Argentina
Fuente: Censos Nacionales
Nota: En los censos se considera urbana a aquella población que reside en localidades de 2.000 o más habitantes.
A pesar de la disimilitud entre los períodos intercensales, resulta evidente que en los últimos lapsos el ritmo de urbanización ha ido mermando. Lindemboim, J y Kennedy, D, (2003) han señalado que la desaceleración del proceso de urbanización en la Argentina se verifica también en el contexto latinoamericano, especialmente durante la última década.
También se observa paralelamente una creciente hegemonía de la cultura urbana en el medio rural. La difusión selectiva del medio técnico-científico-informacional en el territorio ha dejado escasos resquicios para la permanencia de lo tradicionalmente rural. En este sentido, la provisión de servicios históricamente urbanos nos permite afirmar que cierta proporción del 10 por ciento de los argentinos que aún se contabilizan como rurales no es realmente tal. La contrapartida, sin embargo, es que gran proporción del 90% que sí se definen como urbanos carece de servicios urbanos básicos tales como agua corriente, electricidad, cloacas, gas natural, asfalto o transporte público.2
La tabla II muestra la evolución de la primacía urbana en la Argentina. Desde antes de la etapa agroexportadora y hasta la sustitución de importaciones la configuración espacial Argentina promovió el incremento de la primacía urbana de Buenos Aires. En contraposición, hacia fines de los setenta, el desmantelamiento de la trama productiva afectó en mayor medida a las grandes ciudades, neutralizando parcialmente este proceso secular.
Tabla II
Relación de primacía de Buenos Aires en el sistema urbano argentino
Fuente: Censos Nacionales y elaboración personal.
El diagnóstico de esta situación de primacía trajo consigo la implementación de una serie de medidas de desarrollo regional. Las más destacables son, durante la década del sesenta, la creación del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE), que se proponía contribuir a un desarrollo regional más equilibrado3 a partir del establecimiento de Regiones de Desarrollo, con sus respectivos Polos en el Noroeste (Salta), Nordeste (Corrientes-Resistencia), Centro (Córdoba), Cuyo (Mendoza), Pampeana (Rosario), Metropolitana (Buenos Aires), Comahue (Neuquén) y Patagonia (Comodoro Rivadavia).4
Durante la década del setenta surge la propuesta de regímenes de promoción industrial en provincias extra-pampeanas, pero su implementación se concreta una década más tarde en dos provincias del Noroeste (Catamarca y La Rioja), dos de Cuyo (San Juan y San Luis) y un régimen especial en un territorio nacional patagónico (Tierra del Fuego).
Durante las mismas décadas, pero más claramente a partir de los noventa, se ha producido un manejo discrecional y arbitrario de los fondos de Coparticipación Federal y de los Aportes del Tesoro Nacional en desmedro de la ciudad de Buenos Aires y de la Región Pampeana. También se establecieron sobresueldos diferenciales, especialmente en áreas de frontera o rurales.
No obstante todas estas medidas, con bajo sustento científico, implementación arbitraria, alto oportunismo político y muy alto costo fiscal, el sistema urbano argentino continúa evidenciando claras características de primacía.
Sin embargo, como han señalado Vapñarsky y Gorojovsky (1990), a pesar de la preponderancia de Buenos Aires, aumenta la participación relativa de población residente en las aglomeraciones de tamaño intermedio, fenómeno que se da acompañado por un incremento y dispersión espacial de este tipo de ciudades.
Examinando con mayor detalle la tabla III, podemos señalar que, dentro de la tercera categoría, disminuye la población rural aglomerada (núcleos de menos de 2.000 habitantes), y la de pueblos grandes (2.000 a 20.000), mientras que la población dispersa permanece más estable. Ello se debe al carácter históricamente despoblador de la actividad agropecuaria y a los efectos demográficos de la oferta de empleo urbano. Últimamente ejercen mayor influencia el efecto del transporte automotor, y la difusión selectiva del medio técnico-científico-informacional, particularmente la telefonía celular e INTERNET, que permiten diferenciar el lugar de trabajo del de residencia. En términos conceptuales, el término más correcto es mudanza, más que migración5.
Tabla III
Distribución de la población argentina según categoría de ciudades (En miles de habitantes y en porcentaje respecto del total).
Evolución del número de Aglomeraciones de Tamaño Intermedio (ATIs)
Fuente: Vapñarsky y Gorojovsky, 1990. Argentina, INDEC, 1994 y 2002 y elaboración personal.
En cambio, la población de ciudades pequeñas (20.000 a 50.000 habitantes) aumenta, con diferencias regionales, a pesar de los ascensos de categoría que experimentaron algunos de estos centros urbanos durante este lapso.
Considerando la segunda categoría, resulta evidente el constante aumento, que resulta especialmente rápido entre 1980 y 1991. Esto se explica tanto por el crecimiento de las propias ciudades medias como por las incorporaciones desde abajo (ciudades pequeñas que logran superar los 50.000 habitantes), sin abandonos por arriba.6 Dentro de este grupo crecieron más la ATIs mayores (>399.999 habitantes excepto Buenos Aires).
En virtud de la acelerada expansión de las ATIs entre 1980-1991 se establecieron hipótesis de crecimiento exageradas que no se comprobaron para el último período intercensal (1991-2001). Este último ciclo retoma la tendencia histórica del incremento de su participación relativa, mostrando que lo de los ochenta parece haber sido un fenómeno excepcional.
Por último, considerando la categoría I, hace ya bastante tiempo se ha señalado la progresiva disminución de la proporción relativa de población del Gran Buenos Aires a partir de mediados de los setenta.7
Resulta muy tentador asociar esta dinámica con:
1) Los efectos selectivos del modelo de exclusión profundizado, precisamente, desde mediados de los setenta (reestructuración productiva, concentración económica), pero también se la puede vincular con lo que se expresa a continuación:
2) Deseconomías de aglomeración, particularmente en lo que respecta a la provisión de servicios (agua, transporte público, eliminación de residuos, etc.), en el marco de la mercantilización agudizada tras su privatización.
3) Las cuestiones vinculadas con la calidad de vida (costo prohibitivo de vivienda, revalorización de lo natural, sensación de alienación e inseguridad, etc.).
Aunque el marco de crisis y reducción de oportunidades habría afectado en mayor medida a las grandes ciudades, las deseconomías de aglomeración junto con las inherentes a calidad de vida también parecieran actuar en detrimento del Gran Buenos Aires. El fenómeno más distintivo del último período intercensal fue el bajo crecimiento de la población, acompañado inclusive de saldos migratorios negativos en varias jurisdicciones. En este contexto la moderada expansión de la Región Metropolitana no desentonó demasiado respecto de los magros guarismos de la población de la Argentina en general.8
La última fila de la tabla III muestra que el sistema urbano de 1980 ya no era el de la etapa agroexportadora y que el de 2001 se aleja más aún: la proliferación y distribución espacial de las ciudades intermedias en la geografía argentina (tabla IV, figura 1), independientemente de los factores explicativos que pudiera tener, abre nuevas perspectivas para la configuración espacial.
Tabla IV
Distribución regional de las ciudades intermedias (ATIs)
Fuente: Vapñarsky y Gorojovsky, 1990 y Argentina. INDEC, 1994 y 2002.
Figura 1
Ciudades Intermedias. Argentina 2001
Tabla V
Ciudades intermedias argentinas (1947-2001)
El sistema urbano argentino en 1947 reflejaba la configuración espacial propia de la etapa agro-exportadora, con predomino absoluto de la región pampeana y participación minoritaria de las economías regionales tradicionales (NOA y Cuyo) y del NEA. Más de la mitad de las ciudades intermedias se localizaba en la región pampeana y ninguna en la Patagonia a pesar de los casi 70 años transcurridos desde campaña militar contra los indígenas. La mitad de las provincias carecía de ciudades de este tipo.
El sistema urbano en 2001 muestra una situación bastante diferente, ya que las 63 ATIs se encuentran mucho más distribuidas entre las diferentes regiones argentinas. Si bien el área pampeana sigue concentrando la mitad de las ciudades intermedias y grandes, por primera vez todas las provincias argentinas cuentan con ciudades intermedias.9
Para relacionar estos cambios y continuidades en la dinámica del proceso de urbanización con las actuales condiciones de vida de la población argentina definimos, a continuación, los instrumentos con los que intentamos caracterizarlas a través de un índice-resumen.
Sobre el concepto de calidad de vida
Intentar estudiar la calidad de vida de una sociedad en crisis como la de la Argentina en el 2001 nos lleva rápidamente a asociarla con sus opuestos: pobreza, exclusión, impunidad de los sectores de privilegio, etc. Sin embargo, aunque los conceptos de pobreza y calidad de vida se refieren a fenómenos muy relacionados, tienen diferencias entre sí.
La pobreza es una medida de carencia que incluye a quienes no llegan a alcanzar un umbral mínimo establecido. Estos umbrales pueden reflejar situaciones coyunturales (Línea de Pobreza-LP) o estructurales (índice de Población con Necesidades Básicas Insatisfechas-NBI).
La Calidad de Vida, en cambio, es una medida de logro respecto de un nivel establecido como "óptimo" teniendo en cuenta dimensiones socioeconómicas y ambientales dependientes de la escala de valores prevaleciente en la sociedad y que varían en función de las expectativas de progreso histórico.
Es decir que, mientras la pobreza se mide con respecto a un piso, la calidad de vida se mide con respecto a un techo. En tanto el piso de la pobreza es relativamente fijo, dado que apunta a la satisfacción de necesidades básicas, el techo de la calidad de vida es más variable (y ascendente), ya que la escala de valores y, sobre todo, las expectativas cambian. Tampoco debemos confundir Calidad de Vida con Nivel de Vida, ya que esta última expresión se refiere habitualmente al nivel de consumo, es decir la adquisición de bienes y servicios -en muchos casos suntuarios-, e incremento de consumo no implica necesariamente mejor calidad de vida.
Resulta importante insistir con el criterio de las expectativas para la definición de niveles de calidad de vida, ya que no siempre -o más bien casi nunca, en la Argentina actual- el mero transcurso del tiempo implica mejoras objetivas; más bien muestra mayor grado de contradicción entre lo que se espera (o anhela) y lo que se logra (o lo que el sistema permite lograr), incrementando las contradicciones sociales.
Además del problema de logros y expectativas está el problema de la subjetividad y la objetividad. Nosotros consideramos que la dimensión subjetiva debe ser comparada, pero no asimilada con la objetiva, es decir no deben incluirse elementos subjetivos en un índice de calidad de vida.
Es decir que, los desfases entre medición y percepción de calidad de vida pueden reflejar situaciones de similitud y de contradicción. A su vez, estas últimas pueden ser resultado de mala captación por parte de los instrumentos de medición o de la elaboración subjetiva (imaginario colectivo) de grupos sociales que, ante una dura realidad, construyen mecanismos de defensa que les permiten evadirse, aunque sea en parte, de esa adversidad.
Pueden distinguirse además las dimensiones pública y privada de la calidad de vida.
En general, la primera está referida a aspectos macro, vinculados con cuestiones ambientales y de accesibilidad, mientras que la segunda depende de indicadores micro, asociados con el nivel de ingresos, la composición del grupo familiar o el nivel de instrucción.
Para un análisis con escala detallada (por ejemplo una ciudad, según segmentos censales) es posible considerar el peso de ambas dimensiones (pública y privada) para la determinación de niveles de calidad de vida por sectores y grupos sociales. Así, en una ciudad, los sectores de bajos ingresos en general estarán perjudicados privadamente porque sus medios no les permiten tener una vivienda confortable, alcanzar cierto nivel de instrucción o alimentarse adecuadamente pero, adicionalmente, los sectores de bajos ingresos localizados en la periferia urbana resultan perjudicados públicamente porque su accesibilidad a ciertos bienes o servicios es menor que la de aquellos que residen en el centro de la ciudad. Como se sabe, la oportunidad de uso de bienes y servicios resulta inversa a su accesibilidad.
Para el índice que proponemos, en el cual la escala de análisis es más global (la totalidad de los departamentos de las provincias de la Argentina) debemos privilegiar el peso del componente privado, dado que este resulta más factible de ser captado con la información disponible.10
Elementos para la elaboración de un índice de calidad de vida para la Argentina en el 2001
Las fuentes para la medición de las diferencias de calidad de vida de la población argentina con cierto nivel de desagregación espacial no son numerosas. Las más importantes de ellas son el Censo Nacional realizado en noviembre de 2001 y las Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud y Acción Social de la Nación, ya que ambas cubren en su totalidad el territorio nacional, aunque con una disponibilidad de información inversa a la escala de análisis.
Esto significa que varias de las variables disponibles para el país en su totalidad no lo están a escala provincial (24 unidades de segundo orden) y, a su vez, muchas más tampoco lo están para el nivel departamental (511 unidades de tercer orden) o para niveles más detallados como los de fracción o radio censal. Esta suerte de paradoja de la información geográfica implica que la información más interesante esté disponible solamente para escalas poco interesantes y, a medida que el nivel de análisis espacial se incrementa, la disponibilidad de información se evapora. Esto hace que en un análisis como el presente debamos buscar un compromiso entre escala de análisis, disponibilidad de información y recursos disponibles.
La intersección de los tres elementos nos ha llevado a elegir la escala departamental, entendiendo que constituye un paso adelante con respecto al análisis provincial, pero que todavía resulta claramente insuficiente como para captar diversas realidades sociales-regionales.
Existe un problema adicional para la medición de los diferenciales de calidad de vida de la población: la utilización de unidades territoriales artificiales como los departamentos, los cuales suelen no reflejar necesariamente la realidad social-territorial. A este fenómeno, típico de la Geografía y de los Sistemas de Información Geográfica se lo conoce como el Problema de la unidad espacial modificable (PUEM). Es decir que la división del territorio y los agrupamientos resultantes no son neutros. Esto significa que sería posible encubrir desigualdades, pero no se las podría crear.
En síntesis, la formulación de un índice para la medición de la calidad de vida de la población es una cuestión que no está resuelta, ya que depende de numerosos factores como: procesos históricos, escala de valores de la sociedad, expectativas, vivencias individuales y colectivas, dimensiones privada (ingresos, nivel de instrucción) y pública (accesibilidad, cuestiones ambientales), escala de análisis y su ajuste con la información disponible o geo-referenciación.
Para nuestro análisis hemos considerado dimensiones socioeconómicas (educación, salud y vivienda) y físico-ambientales (riesgo de inundación, sismicidad y vulcanismo, frecuencia de tornados y erosión de suelos). Estas dimensiones se han aproximado a partir de la selección de variables con diferentes ponderaciones en el índice propuesto en función de su valor explicativo y su nivel de confiabilidad.
A partir de información censal, de otras fuentes estadísticas y de trabajos previos de investigación, hemos creado un Sistema de Información Geográfica que abarca los 511 departamentos de la República Argentina en el 2001, y cuyo propósito central es la determinación de niveles de diferenciación de la calidad de vida de la población.
Dimensiones para el estudio de la calidad de vida
La definición ajustada de un índice de calidad de vida objetivo no es una tarea sencilla ni universalmente válida. Basándonos en nuestras propias experiencias y en trabajos previos de investigación ampliamente discutidos en ámbitos específicos, principalmente en el marco de la Red Latinoamericana de Investigadores en Calidad de Vida Urbana,11 hemos utilizado, por un lado, las dimensiones socioeconómicas de educación, salud, vivienda y, por el otro, las condiciones ambientales y de atracción del paisaje para estimar niveles de calidad de vida de la población argentina.
A continuación mencionaremos los indicadores seleccionados para cada una de estas dimensiones.12
Dimensión Educación:
- % de población de 15 años o más que ya no asiste y con nivel de instrucción alcanzado menor a primario completo (elaborada a partir del cuadro 7.8 del Censo Nacional 2001).
- % de población de 15 años o más que ya no asiste y con nivel de instrucción alcanzado universitario completo (elaborada a partir del cuadro 7.8 del Censo Nacional 2001).
Dimensión Salud:
- Tasa de mortalidad infantil según lugar de residencia de la madre para los años 2000, 2001 y 2002. (Ministerio de Salud. Dirección de Estadística). Al igual que para los noventa estos son los años más cercanos disponibles al Censo Nacional 2001 en el nivel departamental. También se toma la media de los tres años para disminuir las oscilaciones aleatorias propias de esta tasa.13
- % de población sin cobertura por obra social, plan de salud privado o mutual (elaborada a partir del cuadro 6.3 del Censo Nacional 2001).
Dimensión Vivienda y equipamiento:
- % de población que reside en hogares que tienen inodoro sin descarga de agua o carecen de inodoro. (Elaborada a partir del cuadro 4.6 del Censo Nacional 2001).
- % de población en hogares hacinados, considerando como tales a aquellos que superan las 2 personas por cuarto. (Elaborada a partir del cuadro 4.8 del Censo Nacional 2001).
Problemas ambientales y atracción del paisaje:
- Proporción de población residente en áreas con problemas de inundabilidad.
- Proporción de población residente en áreas con diferentes coeficientes y escalas de sismicidad.
- Proporción de población residente en áreas afectadas por tornados.
- Proporción de población residente en áreas con deterioros de suelos.
- Proporción de viviendas de veraneo y de fin de semana.
Transformando los valores de las tasas en números índices y aplicando una ponderación relativa para cada dimensión (salud 35%, vivienda 30%, medio ambiente 20% y educación 15%) podemos establecer un índice de calidad de vida.14
Según el índice propuesto, la calidad de vida de los argentinos varía entre un máximo de 8,84/10 y un mínimo de 2,74/10, según podemos observar en la figura 2.
Figura 2
Índice de calidad de Vida. Argentina c. 2001
La figura 2 muestra que las condiciones de vida de la población argentina difieren significativamente entre los diversos contextos regionales. Resultan evidentes las diferencias entre las regiones del NEA y NOA, históricamente las áreas más postergadas del país, respecto de la región pampeana y Gran Buenos Aires, situándose las regiones cuyana y patagónica en un nivel intermedio. En todos los casos, sin embargo, se advierten fuertes diferencias internas.
El ICV del NEA es de 5,38 y ninguno de los departamentos de la región mejoró su situación relativa con respecto a la década pasada.
El NOA sigue constituyendo en su conjunto una región con bajo índice de calidad de vida (6,23) pero más fragmentada que hace una década.
La región de Cuyo alcanza un índice global de 7,04 pero continúa diferenciándose. Entre las provincias más ganadoras se encuentra Mendoza, en la cual 4 departamentos (Lavalle, Maipú, Junín y Malargüe) avanzaron una posición y ninguno retrocedió.
El ICV regional en la región pampeana alcanza 7,19 puntos, aunque gran parte de sus territorios pierden posiciones con respecto a los noventa, particularmente en numerosos departamentos de la provincia de Buenos Aires situados en la cuenca del Salado (General Lavalle resigna dos posiciones, caso único en el país) y en los bordes provinciales. También sufre retrocesos el corredor central-sur entrerriano.
Los mayores ascensos se verifican en La Pampa (cinco departamentos ganan una posición).
A principios del nuevo milenio el ICV del Gran Buenos Aires alcanza a 6,92 pero la situación se muestra más fragmentada. Por un lado retroceden posiciones la mayoría de los partidos situados hacia el sur y oeste del conurbano, incluso algunos de los situados en el primer anillo como Avellaneda, Lanús y Lomas de Zamora. Si nos alejamos un poco más en esa misma dirección el retroceso es más fuerte aún. En toda la Región Metropolitana no hay partidos que mejoren su situación con respecto a los noventa.
Finalmente, el ICV de la Patagonia alcanza a 7,54. A pesar de ser la región que experimentó mayor cantidad de ascensos (16 departamentos) la imagen de contradicción y fragmentación muestra la coexistencia de geografías luminosas y opacas al contraponer la situación de la meseta minifundista con los corredores costero y cordillerano.
Todas las heterogeneidades socio-territoriales de la figura 2 pueden vincularse con una serie de factores tales como: Etapas de desarrollo histórico, inserción en el contexto nacional e internacional, estructura y dinámica demográfica, estructura y dinámica económica, peculiaridades de la estructura social, características regionales y del hábitat, entre otros. Precisamente, en el punto siguiente, intentaremos establecer el vínculo entre calidad de vida y la escala urbana para la Argentina hacia el 2001.
Relación entre Calidad de Vida y escala urbana en la Argentina
La existencia de cierta relación entre escala urbana y calidad de vida ha sido ampliamente discutida en el marco de la Red Latinoamericana de Investigadores en Calidad de Vida Urbana (Velázquez, G; García, M.C, 1999, Camargo Mora, G, 1996, Velázquez, 2001). Los estudios sostienen que la aglomeración de población tiene inicialmente efectos positivos al establecer un umbral de mercado que hace posible la aparición de nuevos paquetes de funciones urbanas, posibilitando la viabilidad y reducción de costos, la provisión de servicios e infraestructura, etcétera. Pero más allá de cierto punto el incremento de población no agrega nuevas funciones, ya que la relación entre tamaño y funciones urbanas no es lineal, sino una curva logística15, y comienza a generar problemas típicos de las deseconomías (incremento de los valores inmobiliarios, costos prohibitivos para el suministro de bienes esenciales como el agua potable, o el costo y tiempo de transporte) y externalidades negativas (violencia urbana, problemas ambientales). Es por eso que las ciudades intermedias constituyen un escenario más favorable para incrementar la calidad de vida de sus residentes.
En este contexto el estudio de la dinámica de las ciudades intermedias ha cobrado especial interés últimamente, no sólo por su mayor crecimiento relativo en la Argentina y en varios países de la región en los últimos períodos intercensales, sino por su mayor sustentabilidad y la posibilidad de brindar mayor calidad de vida a su población.
El tiempo de transporte es un ejemplo típico de la existencia de una escala urbana teóricamente óptima:
- La población rural dispersa o de pequeños pueblos aparentemente debe recorrer menores distancias para resolver sus cuestiones cotidianas. Sin embargo, cuando debe hacer frente a necesidades más específicas (educación, salud, gestiones, etc.) se ve en la necesidad de desplazarse hacia una ciudad mayor (intermedia) con frecuencia diaria, semanal o mensual, según sea el caso.
- El otro extremo, la población que reside en grandes ciudades, tiene -al menos en teoría- todo tipo de servicios. Sin embargo, el tiempo y costo de traslado suele ser muy alto, especialmente para la gran mayoría que reside en la periferia urbana. A la habitual jornada laboral deben sumarse dos o más horas diarias de traslado, restarse del salario el costo de viajes rutinarios y sumarse el costo material y afectivo de tener que alimentarse habitualmente fuera de su hogar.
- En el justo medio se sitúan las ATIs, cuyos moradores pueden satisfacer la gran mayoría de sus necesidades en la misma ciudad, con escaso costo y tiempo de traslado.
Para explorar la relación entre calidad de vida y escala urbana hemos establecido una tipología de los departamentos de acuerdo con la jerarquía urbana de su ciudad más importante o del aglomerado del cual forma parte16. Para efectuar esta tipificación hemos utilizando la información censal (Tabla VI del Censo 2001).
Las categorías establecidas fueron propuestas en el clásico trabajo de Vapñarsky y Gorojovsky (1990):
Tabla VI
Categorías urbanas en la Argentina (2001)
Fuente: Elaboración personal sobre la base de Censo 2001
La figura 3 muestra la clasificación de los departamentos argentinos según su jerarquía urbana.
Figura 3
Categorías Urbanas. Argentina, 2001
Se observa que los 35 departamentos que cuentan con grandes ciudades (Buenos Aires, Rosario y Córdoba) se localizan exclusivamente en la región pampeana17.
En el escalón siguiente de la jerarquía urbana se sitúan 29 departamentos en los que se localizan las ATIS mayores. Esta categoría tiene mayor distribución regional. Las históricas cabeceras de Cuyo y del NOA: Mendoza y Tucumán,18 ya habían alcanzado este nivel en 1991 y para el 2001 también la logran, en las mismas regiones, San Juan y Salta. En 2001 otras ciudades adquieren la categoría de ATIS mayores: Corrientes-Resistencia en el NEA, Neuquén en la Patagonia y Santa Fe-Paraná en la Región Pampeana.
La categoría subsiguiente incluye a los 54 departamentos con ATIS medias (50.000-399.999 hab.). Esta escala se constituye en un elemento dinamizador del sistema urbano argentino en los últimos decenios y su distribución se muestra mucho más extendida a lo largo de las diferentes regiones.
Los departamentos con ciudades pequeñas (85) y con pueblos grandes (254) son mucho más numerosos. La ausencia de algunas funciones urbanas, particularmente en relación con la educación y la salud sumadas a la estrechez del mercado laboral, la falta de perspectivas, la imposición de la cultura urbana por parte de los medios de difusión -entre otros factores- se traducen, en general, en un dinamismo mucho menor, especialmente para el caso de los pueblos.
Finalmente, hay 54 departamentos de la Argentina que no cuentan con ninguna localidad que supere el umbral urbano de los 2.000 habitantes. Son característicos de espacios regionales donde se practican actividades tradicionales como ganadería extensiva y otras actividades de subsistencia.
Nuestra hipótesis previa es que la calidad de vida varía en relación con la jerarquía urbana en forma proporcional al tamaño de la población. Pero esto resulta válido hasta cierto punto en el que se producen problemas de deseconomías de aglomeración. Es decir, que existiría una escala urbana óptima, más allá de la cual el incremento de la población no supone un crecimiento proporcional de los servicios y oportunidades disponibles, apareciendo asimismo una serie de problemas (contaminación, inseguridad urbana, costo y tiempo de transporte, etc).
Para determinar la relación entre la escala urbana y sus respectivos niveles de calidad de vida hemos efectuado un reagrupamiento de los departamentos en función de su jerarquía urbana. Los índices de calidad de vida han sido ponderados por la población de base de cada departamento con el objeto de establecer adecuadamente el valor del índice en cada categoría.
Tabla VII
Relación entre categoría urbana y calidad de vida (2001)
Nivel de discriminación (sigma/media) = 11,35%
Referencias: ICV: índice de calidad de vida; TMI: Tasa de mortalidad infantil 2000-2002; %pobSobsoc: % de población sin obra social; %pobSretrete: % de población sin retrete; %Pob Hacin: % de población en hogares hacinados (más de 2 personas/cuarto); %pobEd<1ria: % población con nivel de instrucción alcanzado menor a primario; %pobEdUniv: % de población con nivel de instrucción alcanzado universitario completo; ICAmb índice de calidad ambiental (García, M; en Velázquez, 2001).
Fuente: Elaboración personal
Es evidente que la escala urbana ejerce un fuerte poder de discriminación en los niveles de calidad de vida (coeficiente de discriminación 11,35%). El índice alcanza su máximo valor en los departamentos que cuentan con ATIS grandes (400.000-999.999 hab). En segundo término se ubican los departamentos con ATIS medias y en un tercer escalón las grandes ciudades. Si bien esto resulta coherente con nuestra hipótesis previa que establece la existencia de una escala humana óptima, ya que por encima y por debajo de ella operan diferentes factores negativos, pensábamos que este óptimo estaría situado en las ATIS intermedias (50.000-399.999 hab).19
Probablemente esto obedezca al comportamiento y a la ponderación de los componentes de un índice compuesto como el que utilizamos en este trabajo. En el caso de la escala urbana vemos comportamientos diferenciados.
Considerando la dimensión salud observamos que la tasa de mortalidad infantil (TMI) presenta pequeñas diferencias en relación con la escala urbana, solo se observa un aumento importante en los pueblos pequeños y la población rural.20 Esta diferencia se vincula con las desigualdades que establece el sistema socio-sanitario -disponibilidad de personal, establecimientos y equipamiento- y también con las inequidades en los respectivos niveles de instrucción.21
La carencia de cobertura social resulta menor en las ciudades grandes y medias, aumentando en forma considerable en las localidades pequeñas, pueblos y, muy especialmente en la población rural. Esta variable muestra claramente el deterioro de las condiciones sociales y laborales sufrido por la población argentina, resultando mayor aún el grado de informalidad y de diversas modalidades de explotación presente en los contextos tradicionalmente rurales y pueblerinos.
Atendiendo a la dimensión vivienda la carencia de retrete incide fuertemente en favor de las ATIS y ciudades grandes, aumentando la ausencia de este elemento a medida que se desciende en la escala urbana, particularmente al pasar de las categorías 4 a 5 y, especialmente, en la categoría 6 (población rural), donde más del 60% de la población carece de este elemento. Huelga decir que el retrete constituye un elemento de confort indispensable, pero requiere ciertas características mínimas (disponibilidad de agua, división en ambientes, solidez en la construcción, etc.) que no se encuentran disponibles en muchos hogares argentinos.
La proporción de población hacinada resulta mayor en la población rural, de pueblos y de ciudades pequeñas que en las urbes grandes y medias. Esto se relaciona, por un lado, con las desigualdades de fecundidad rural-urbanas. Por el otro, a pesar de las diferencias en los respectivos mercados inmobiliarios, el mayor poder adquisitivo y los patrones de consumo propios de la población urbana llevan a las familias citadinas a intentar incrementar la cantidad de habitaciones (no necesariamente su tamaño) para intentar escapar al hacinamiento. Probablemente si en la definición de hacinamiento tuviéramos la posibilidad de incluir los espacios verdes disponibles en la vivienda y su entorno o el tamaño de los ambientes, esta situación cambiaría.
La dimensión educativa es la que se muestra más variable en relación con la escala urbana. Por un lado el déficit educativo (población con nivel de instrucción alcanzado menor a primario) posee relación directa con la escala urbana, favoreciendo a las ciudades grandes y medias. A pesar de la teórica obligatoriedad de este nivel de instrucción las dificultosas condiciones de accesibilidad, la necesidad de una precoz incorporación a la PEA, el escaso patrimonio cultural familiar -entre otros factores- explican la alta proporción de población con déficit educativo en los contextos rurales y pueblerinos.
La población universitaria tiene una relación más estrecha aún con la escala urbana. Los universitarios representan una proporción extremadamente baja en los contextos rurales y de pueblos pequeños. Por un lado, su estructura social no brinda mayores oportunidades de incrementar el nivel de instrucción a la mayoría de su población y, por el otro, en estos ámbitos se carece de ofertas educativas de este nivel.
Las ciudades grandes y medias, por el contrario, suelen contar con sedes universitarias -aunque con oferta y calidad diversa, según su escala- permitiendo la posibilidad de aspirar a este nivel a una proporción mayor de su población; todo ello, claro está, dentro de los límites que impone la estructura social.
El índice ambiental, en cambio, actúa claramente en favor de las poblaciones rurales y de las ciudades intermedias y acusa un deterioro bastante significativo en las grandes ciudades.
Esto implica que, si la dimensión ambiental tuviera mayor ponderación en nuestro índice de calidad de vida, las ciudades medias incrementarían su puntaje (quizás alcanzando el primer escalón) y las ciudades grandes se verían penalizadas.
Reflexión final
Como señalamos, las ciudades intermedias pueden contar con los efectos positivos que se generan a partir de un piso de mercado sin sufrir los problemas típicos de las deseconomías y externalidades negativas, tanto socio-económicas como ambientales, que se generan más allá de cierto techo de sustentabilidad urbana.
Si bien la organización social, económica y política es la base del bienestar de la población, no se puede ignorar la importancia de la escala urbana y de la localización espacial. Coincidimos con Vapñarsky y Gorojovsky (1990) en que ante este proceso de proliferación y mayor distribución de ATIs podría plantearse un escenario optimista, con mejores condiciones de vida para mayor proporción de argentinos. Es decir que si el contexto fuera más propicio, este nuevo escenario podría contribuir a mejorar la calidad de vida.
Sin embargo, el incremento de las ATIs en un marco de políticas de ajuste y mayor regresividad social no puede bastar para traer consigo mejoras en el bienestar de la población. Por el contrario, los residentes en este tipo de ciudades han ido perdiendo algunas de sus ventajas tradicionales, surgiendo en ellas nuevos fenómenos como: la privatización de espacios públicos, la coexistencia de villas miseria y countries privados, la utilización de recursos públicos para los sectores de privilegio o el incremento de la inseguridad urbana, que antes eran fenómenos típicos de grandes ciudades y ahora proliferan también en escalas urbanas intermedias.
En síntesis, por debajo de cierta escala urbana, la falta de determinadas condiciones, bienes, servicios y expectativas que solo pueden alcanzarse y satisfacerse con determinado cuantum de población22 afectan las condiciones de vida de la población. Por encima de esta escala, los factores ambientales y otros no considerados en nuestro índice como la sustentabilidad, las deseconomías de aglomeración, los prohibitivos costos de vivienda y esparcimiento o la creciente sensación de inseguridad, parecen disminuir las posibilidades de disfrutar de buenas condiciones de vida. Incluso los segmentos solventes de las grandes ciudades, a pesar del confort o el nivel de vida que ostentan cotidianamente, no dejan de padecer deficiencias en otros planos.
Notas
1 Desde el punto de vista del sistema urbano en su conjunto coincidimos con esta apreciación. Sin embargo, como hemos visto, en términos de calidad de vida, ni Córdoba ni Rosario pueden seguir considerándose ciudades intermedias.
2 Considerando sólo los hogares urbanos, en el 2001, 11,8% del total carece de agua de red, 2,1% carece de electricidad, 40,1% no cuenta con desagües cloacales, 28,5% no cuenta con gas natural, 21,7% carece de pavimento y 16,1% no cuenta con transporte público (Garnica, 2005).
3 Existe una fuerte diferencia conceptual entre "desequilibrio" y "desigualdad". El primero se refiere a situaciones coyunturales que la "mano invisible" del mercado tiende a corregir, en tanto que el segundo hace referencia a procesos estructurales, es decir, que no resultan fácilmente modificables.
4 En el artículo 29 del estatuto del CONADE se establecen estas cabeceras regionales. (Argentina, Ministerio del Interior, 2002).
5 Este planteo ya fue acertadamente adelantado, antes de la difusión tan acelerada de estas tecnologías, por Vapñarsky y Gorojovsky (1990).
6 Si bien Rosario o Córdoba ya habían superado el millón de personas en 1991, para la mayoría de los autores siguen siendo ATIs.
7 Este es otro de los hallazgos del trabajo de Vapñarsky y Gorojovsky (1990).
8 La tasa de crecimiento de la población argentina entre 1991 y 2001 fue la más baja de la historia, 1% anual.
9 En 1991 Tierra del Fuego no contaba todavía con ninguna ciudad de 50.000 habitantes.
10 Para mayores detalles sobre el concepto de calidad de vida ver Velázquez (2001).
11 Esta red incluye a investigadores de América Latina y Europa y se gestó a partir de la iniciativa de Dídima Olave (Universidad del Bío-Bio-Chile).
12 Para mayores detalles sobre los indicadores utilizados ver Velázquez (2001).
13 También se hizo la prueba con el quinquenio 1999-2003, pero se comprobó que tendía a ocultar las reales diferencias en algunos departamentos. Por otra parte, en los departamentos con escasa población, la aleatoriedad permanecía.
14 Para mayores detalles sobre la construcción del índice de calidad de vida ver Velázquez (2001).
15 Servicios altamente calificados de salud como una bomba de Cobalto o de cultura como un auditorio para conciertos sinfónicos necesitan un umbral de cientos de miles de habitantes, no de millones.
16 Así, por ejemplo, el partido de Tres Arroyos (57.244 hab en 2001) fue incluido en la categoría 4 porque su principal ciudad no alcanzaba los 50.000 hab, mientras que General Rodríguez (64.014 hab. en 2001) fue incluido en la categoría 1 porque formaba parte de la tercera corona de la Región Metropolitana de Buenos Aires.
17 Aunque coincidamos con Vapñarsky en que Córdoba y Rosario, habiendo superado ambas el millón de habitantes, están muy lejos de Buenos Aires, hemos optado -no sin dudar- por incluir a ambas ciudades en esta primera categoría ya que, en lo que a calidad de vida respecta, la segunda y tercera ciudad argentinas también están muy lejos de las otras ATIS.
18 Estos fueron precisamente los únicos centros del interior que lograron una inserción decorosa durante la decisiva etapa de la argentina agro-exportadora.
19 En 1991 las ciudades grandes se ubicaban en el segundo escalón de calidad de vida y las ATIS medias en el tercero.
20 En 1991 la situación era más paramétrica aún, quizás por mayor subregistro de TMI en áreas rurales, por las contradicciones de las áreas urbanas (que afectan al promedio) o por una combinación de ambas.
21 La TMI resulta particularmente afectada por el nivel de instrucción de la madre.
22 Con la lógica de "mercado" imperante aún para el llamado "gasto social".
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Fecha de recepción: 17 de mayo de 2006.
Fecha de aceptación: 5 de diciembre de 2006.