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Articulo
Cuadernos del Sur. Historia
versión impresa ISSN 1668-7604
Cuad. Sur, Hist. n.32 Bahía Blanca 2003
Construcción del poder y autoridades locales en medio de un experimento de control político: Entre Ríos a fines de la época colonial
Julio C. Djenderedjian*
Instituto Ravignani, Universidad de Buenos Aires
* e.mail: juliodjend@yahoo.com.ar
Resumen
A fines del siglo XVIII, los agentes de la renovada monarquía borbónica en el Río de la Plata decidieron crear, fundamentalmente por razones geopolíticas, una serie de pueblos y cargos públicos en el sur entrerriano. Pero en ese lugar de frontera ya existían algunos personajes notables, sobre quienes debieron construirse los nuevos edificios del poder. En este artículo examinamos las formas de ejercicio del mismo por parte de esos notables, y las bases sobre las que ese poder se sostenía: las de valor económico, como el acceso a la tierra o a determinados negocios; las de valor social, como el entramado de redes de relación que los ligaba entre sí y con el resto de los vecinos del lugar. Intentamos asimismo identificar cómo se construyó la identidad de intereses tejida en torno al manejo de los recursos, y qué papel jugó la oposición al accionar de algunos grandes estancieros que no residían localmente, hecho que ha sido destacado pero no necesariamente explicado por los historiadores tradicionales. El estudio se centra en el pueblo de Gualeguay, abarcando fundamentalmente el período 1782-1810.
Palabras claves: Cabildos; Poder; Redes.
Abstract
At the end of the XVIII century, the hispanic Borbonic monarchy decided to create, because of strategical objectives, some authorities and towns in the south of present-day argentine province of Entre Ríos. But at that place there were some outstanding persons, and upon them was constructed the new political structure. In this paper we will examine the way in which power was exercised by this elite, and its economic and social basis. We will try to reconstruct the vested interests around resources management, and the role of the opposition against some large landowners of no local residence patterns, a matter that had been highlighted but not necessarily explained by the traditional bibliography. The study is centered in the town of Gualeguay, and the period limits are 1782-1810.
Keywords: Cabildos; Power; Networks.
Cualquier viajero que remontara el Paraná hacia el último tercio del siglo XVIII podía sin dudas pensar que el sur entrerriano se hallaba bastante cercano al centro de la autoridad colonial, la ciudad de Buenos Aires. Eso no exorcizaba cierto íntimo, secreto temor: quien permaneciera un tiempo en esas vastas fronteras podía pronto advertir, y sin dudas experimentar, que las mismas eran un sitio en donde las formas de ejercicio de la autoridad eran distintas; un sitio en donde, al menos hasta cierto punto, el poder estatal que emanaba de la capital virreinal había imperceptiblemente claudicado. Los que desearan desarrollar actividades allí encontraban que éstas habrían de resultar difíciles, y quizá imposibles, si no lograban el apoyo de un selecto grupo de personajes de arraigo local, en cuyas manos estaban los resortes del manejo de los recursos, a la vez que las insignias más visibles de la autoridad. En alguna ocasión esos notables serían incluso capaces de mostrar hasta qué extremos llegaba la conciencia de esas prerrogativas: en el humilde Gualeguay de 1802, un grupo de cabildantes que apenas si sabían firmar no encontró inoportuno desafiar por tres veces la autoridad del virrey para defender a un gran hacendado que pretendía su reelección como alcalde; algo más consciente de lo que eso podía significar, al año siguiente otro alcalde informaba al virrey, como si se tratara de un púdico atenuante, que "en aquellos parajes ... la mayor parte de sus habitantes están escasos de los conocimientos de respeto y veneración que se deben a la alta dignidad de V.E."1.
Sería por lo menos engañoso admitir que esas ignorancias groseras sean capaces de explicar plenamente aquellas lealtades abnegadas: sin dudas, detrás de ambas se ocultaban definiciones acerca de lo que esa sociedad consideraba válido y las formas de concretarlo. No sólo porque, en ciertas ocasiones, resolver un conflicto puntual por medio de un acto legalmente prohibido puede ser considerado socialmente correcto, e incluso honroso, según sean los parámetros a los que los actores den mayor importancia (Weber, 1944: I, pp. 29-31). Tenemos además que las acciones de los individuos se encuadran dentro de un sistema socialmente construido de disposiciones estructuradas y estructurantes, adquirido mediante la práctica, y orientado hacia funciones prácticas, las que a su vez son un producto del sentido práctico, es decir, de una aptitud para moverse y actuar según la posición ocupada en el espacio social y según la lógica en la cual el individuo está comprometido (Bourdieu, 1991). El funcionamiento de las instituciones locales puede así ser considerado un breve pero significativo exponente de la dimensión cotidiana del ejercicio del poder: expresará también, seguramente, los condicionantes que estaban detrás de su simple ejercicio, los lazos personales entre sus miembros y los compromisos que resultaban de la acción particular (Moutokias, 1992: 889 y ss.).
Aquí nos planteamos reconstruir esa dimensión, al menos en parte; esto es importante además porque postulamos que, en una frontera en rápido crecimiento económico, el acceso a los recursos dependía fundamentalmente del manejo de lazos de relación social, que el interesado debía entablar con los responsables del poder local. Entonces, éstos adquieren una nueva dimensión, esencialmente por la posición que ocuparon dentro de una densa trama social, y por la manera en que lograron manejarla. Es menester asimismo recordar que el caso a analizar sería pronto escenario de las cruentas guerras civiles del litoral, donde los caudillos y las montoneras fatigarían, en ese siglo XIX que recién se iniciaba, sus primeras y sus últimas lanzas. El abordaje del campo del poder propio de ese pasado incierto fue, para los estudios disponibles, más bien una tarea de retrospección, funcional a los orgullos provinciales: se trataba, en el mejor de los casos, de recuperar las figuras abigarradas de Ramírez o de Artigas y la fe caudalosa de sus gauchos2. Nuestro aporte consistirá ante todo en reflexionar alrededor de las características y las estrategias de acción de los actores de algunos conflictos locales en esos tiempos previos a la figuración de los caudillos, en las cuales esperamos hallar ciertas claves de esas formas de ejercicio de la autoridad, o al menos de su evolución en un período crucial. Suponer que también lograremos descifrar las maneras en que esos caudillos lograron constituirse sería por demás utópico; pero quizá estos materiales puedan dar para ello algún indicio.
El teatro: el sur entrerriano a fines del siglo XVIII
El territorio que conforma la actual provincia de Entre Ríos había estado hasta 1750 en poder de los indígenas; ese año, las violentas campañas punitivas del gobernador Andonaegui posibilitaron el inicio de una ocupación criolla más estable, que sin embargo sólo alcanzaría alguna importancia bastante tiempo más tarde. Al menos hasta inicios de la década de 1770 las autoridades locales se limitaban a unos pocos y borrosos alcaldes de hermandad nombrados por el Cabildo de Santa Fe; quienes residían en ese medio desolado y salvaje no tenían más opción que resguardar sus vidas y bienes por sí mismos, ya que hubiera sido en vano esperar que se encargaran de ello los agentes del estado. Las grandes estancias continuaban siendo poco más que las viejas mercedes de tierra otorgadas a los conquistadores: antes un símbolo de prestigio que unidades de producción en regla3.
A partir de entonces, sin embargo, tanto la mayor cercanía física como la presencia creciente de pobladores provenientes de la campaña de Buenos Aires fue agostando poco a poco los lazos con Santa Fe y afirmándolos con la capital. La creación del virreinato trajo aparejada una época de cambios: los conflictos fronterizos con los dominios de Portugal instalaron en la administración borbónica el convencimiento de que era necesario prestar más atención a los olvidados territorios de la banda norte del Río de la Plata. Dentro de ese renovado interés estratégico, en 1782 el activo virrey Vértiz encomendaba a Tomás de Rocamora la fundación de varias villas en lo que por entonces se comenzaba a conocer como Entre Ríos. La intención del comisionado (y quizá del Virrey) era repartir tierras para que pudieran instalarse familias campesinas, a cubierto de los intentos de acapararlas que por entonces, al calor del progreso económico traído por el comercio libre, supuestamente exhibían algunos grandes estancieros o comerciantes de Buenos Aires. Ese reparto de tierras nunca llegó a concretarse, pero quedó como fruto perdurable de esas fundaciones la reunión de una población dispersa, así como también algunos elementos institucionales: el Comandante General y los cabildos. éstos, formalmente, no diferían demasiado de los usuales en el resto de la América hispana: un cuerpo de administración municipal, en el que los miembros salientes elegían a los del año entrante, debiendo esta elección ser confirmada por el Virrey4. Un legado quizá más trascendente fue la vaga conciencia en la población de que podían esperar, de esas autoridades superiores o de cualquier otra, que los títulos de las tierras alguna vez llegaran. Este reclamo sordo, como veremos luego con mayor amplitud, formó parte importante de la definición del alcance de la autoridad y de las formas de ejercicio de la misma por parte de los notables locales. Por largo tiempo, fueron los cabildos quienes otorgaron tierras a sus vecinos, aun a título precario; y, luego de la disolución de éstos, el otorgamiento de permiso de poblarse en tierras (que no necesariamente eran fiscales) como "premio" por servicios a la "patria" se constituyó en un factor crucial en la relación entre notables y subordinados (Schmit, 2001).
Los años que van desde aquel momento fundador hasta los albores de la Revolución de Mayo fueron de rápido progreso económico. Es incierto valerse de las estadísticas disponibles, pero el aumento poblacional resulta incontestable: el partido de Gualeguay, que en 1782 sólo contaba con poco menos de cincuenta jefes de familia, en 1803 había casi sextuplicado esa cantidad5. Con pronto desemboque en la cercana ciudad de Buenos Aires, a través del extenso complejo fluvial de la Mesopotamia, la producción entrerriana ganaba los mercados del mundo con asidua facilidad. Las condiciones de frontera abierta (escasa ocupación humana, abundantes recursos naturales, ocupación precaria del espacio) le otorgaban ventajas comparativas invalorables con respecto a otras áreas del Plata. Sin embargo, las diferencias en el volumen de recursos manejados por las distintas explotaciones pecuarias eran al parecer bastante marcadas. Esto es, la generación de recursos en las explotaciones campesinas medianas y pequeñas es proporcionalmente menor que en regiones vecinas, y la presencia de grandes hacendados es más destacada6.
Gualeguay, 1783-1814: una radiografía política
Entonces, a partir de 1783 los cabildos estarán a cargo de la administración civil en las villas recién creadas, y el Comandante General de Entre Ríos será responsable ejecutivo de la organización militar, y jefe superior de las compañías de milicias, estando ambos (cabildo y Comandante) en comunicación directa con el Virrey7. Desde el inicio, esos nuevos cargos quedaron en manos de personajes de expectabilidad local, aunque no necesariamente de los mayores o más ricos estancieros o propietarios de ganado de cada zona8. Para conocer más en detalle cómo eran esos detentadores del poder, estudiaremos la composición de los cabildos de Gualeguay entre 1783 y 1814, a través de una serie de datos que, aunque con algunas lagunas, abarcan una porción importante de todos los nombramientos efectuados en el período9.
Gualeguay, que fue asiento del Comandante General hasta que éste se trasladó a Concepción, era a fines del siglo XVIII una aldea de algo más de 400 habitantes, con unos mil más en las campañas circundantes. Según el escueto padrón parroquial de 1803, en el ejido del pueblo residían 97 cabezas de familia, existiendo 190 en la campaña, y 211 en el cercano pueblo de Nogoyá, comprendido dentro de la jurisdicción eclesiástica de Gualeguay pero que, en términos políticos y militares, se encontraba fuera del mando del comandante de Entre Ríos, ya que dependía del Cabildo de Santa Fe. A pesar de ello, existían estrechos lazos económicos y sociales entre ambas localidades10. Con una muestra de 221 casos de parejas de padres de niños bautizados o contrayentes de matrimonio tomada de los registros parroquiales, hemos podido reconstruir los lugares de procedencia de los varones adultos en el período 1782-180811. De esa muestra surge que un 19% de los varones que fueron padres o esposos había nacido en Misiones, una cifra similar en el Paraguay, y un 14% en Buenos Aires. Esas tres procedencias son las más copiosas; les sigue el propio pueblo de Gualeguay (11%), y el resto de Entre Ríos, Corrientes y Europa con aproximadamente un 8% cada uno. Resulta importante retener estas cifras para el análisis que sigue.
Los cabildantes de Gualeguay, 1783-1814: ¿todo en partes o partes de un todo?
Dado que los libros de cabildo de Gualeguay desaparecieron en 1811, la lista de cabildantes ha sido reconstruida en parte por nosotros apelando a diversas fuentes12. Entre 1783 y 1814 resultaron elegibles 176 cargos capitulares, de los cuales poseemos datos de 9913. éstos fueron cubiertos por 44 varones (muchos de ellos resultando electos dos o más veces, a menudo en abierta contradicción con lo normado por las Leyes de Indias)14. De esas 44 personas, contamos con datos de edad, origen geográfico, sitio de residencia, oficio (entendido como actividad económica ejercida en forma predominante), capacidad de firmar y lugar relativo dentro de redes de relación de parentesco real o ficticio (compadrazgo), en algunas categorías sólo para una parte del total15. Comenzando por lo menos complicado, los datos de edad (tomados como la del sujeto al acceder por primera vez a un cargo de cabildante) nos muestran un promedio de 36 años. La cifra es levemente inferior al promedio general de edad de varones adultos que exhibe el padrón de 1824, elaborado sobre el pueblo de Gualeguay, y en el que consta la edad de cada uno de los habitantes al momento de efectuarse el mismo: en lo que respecta a los hombres de más de 21 años, el promedio es de 39.716. Sobre el total de 44 cabildantes, sabemos que al menos 35 de ellos podían firmar, mientras que cuatro debían valerse de otros para hacerlo. Puede resultar sorprendente que existan cabildantes iletrados, pero recordemos que nos hallamos en un pueblo de frontera cuyo carácter de villa fue instituido por razones estratégicas. Desde esa perspectiva, hasta podemos dudar que el porcentaje de sujetos con capacidad de firma sea homologable al de hábiles para la lectoescritura17. De cualquier manera, nos encontramos sin dudas ante un grupo con mayor participación en la cultura escrita que el resto: el hecho de firmar supone la existencia de responsabilidades, un cierto patrimonio que administrar o el esporádico contacto con el ejercicio de las leyes. La distribución del título de "don" también los favorece: mientras que en el padrón parroquial de 1803 el uso del mismo se restringe a menos del 2% del total de 1.348 varones registrados, comprobamos que lo porta casi el 40% de los varones que en algún momento de sus vidas ejerció cargo de cabildante18.
Los orígenes geográficos nos ayudan también a definir a estos notables. En el siguiente cuadro se detallan los mismos para los cabildantes de los cuales poseemos datos:
Cuadro I. Gualeguay. Orígenes geográficos de cabildantes, 1782-1814
Si recordamos los datos de inmigración de varones transcriptos más arriba, veremos que la desproporción en favor de los europeos y porteños resulta elocuente. Es de destacar que en esta época decir europeos equivale casi a decir españoles peninsulares, ya que dentro de esa categoría sólo consta un portugués. Predominan las provincias del norte: Vizcaya, Santander, Galicia... Y, si recordamos también lo dicho acerca del valor estratégico de esa frontera y del papel asignado a su estructura institucional, no podrá sorprendernos demasiado que entre los grados superiores de las compañías de milicias encontremos recurrentemente a cabildantes. Las dos únicas listas de milicias de Gualeguay de las que tenemos noticia se encuentran encabezadas por un total de quince personas; en ambas quienes las encabezan son mayoritariamente cabildantes, y no en una sino en varias oportunidades19. Entonces, parece claro que las funciones militares podían añadirse a las civiles, y que los puestos clave circulaban entre un conjunto bastante reducido de personas, más allá de algunos esporádicos conflictos entre el alcalde o algún regidor y el comandante20. Esta circunstancia mostrará consecuencias complejas cuando analicemos el funcionamiento de ese grupo y el espectro de intereses comunes y lazos de relación social que los unía.
En lo que hace a la actividad económica predominante en cada uno de los casos individuales de estos cabildantes, hemos optado por distribuir los datos en tres categorías, según fuera la fuente principal de su riqueza: tierra, comercio o mixta de ambas21. Como ha sido reportado para otros ámbitos, los productores están más presentes que los comerciantes: sobre los 32 casos para los cuales poseemos datos de actividad económica predominante, 21 (o un 66%) tienen su base en la tierra (estancieros/hacendados), mientras que el resto se reparte entre mixtos (en general estancieros/pulperos de cierto peso, 7 casos) y comercio (pulperos, 4 casos)22. Como confirmando esto, tenemos que, sobre el total de 36 cabildantes con datos de lugar de residencia, 20 viven en los parajes rurales del partido; 3 en Nogoyá y 13 en el pueblo de Gualeguay, encontrándose en este último grupo casi todos los pulperos y los estancieros/pulperos, categorías en las que predominan los peninsulares. No es de extrañar entonces la frecuencia con que algunos de esos cabildantes solicitan permiso a sus colegas y al Virrey para "pasar a la reparacion de sus haciendas que van en decadencia por su contraccion al desempeño de su ministerio, y no tener sujeto aquien encomendar su cuidado"23.
En esta frontera ganadera en expansión, entonces, pareciera que surge casi un anticipo del ascendente papel político de los sectores productivos que se verificará en el siglo XIX. Si bien una simplificación como esa es algo engañosa, en las páginas que siguen trataremos de indagar en los caracteres y en las consecuencias de que ello haya sido así.
Entre parientes y compadres: los cabildantes y sus redes de relación social
De un tiempo a esta parte, y gracias a diversos trabajos, podemos decir que sabemos bastante acerca de la existencia y funcionamiento de redes de relación social en el Río de la Plata, en especial en sus áreas rurales24. Estas redes se sustentaban, afirmaban y encontraban expresión concreta mediante instituciones sociales como el matrimonio y el compadrazgo. En el litoral, el compadrazgo tenía una importancia cardinal como vínculo de relación social, mayor aún quizá que en el resto del Río de la Plata25. Es frecuente ver, en los libros parroquiales de Gualeguay, la existencia de bautizantes "de socorro": dentro de un total de 1.563 actos de padrinazgo registrados entre 1781 y 1813, existen 739 en los que además al niño o niña se le impuso un padrino "de socorro"; éste, nunca o casi nunca, fue la misma persona que concurriría luego a la iglesia.
Si bien resulta evidente que algunos de esos padrinos, tanto "de socorro", como "de pila" cumplen casi un acto administrativo (ya que de otro modo no se explicaría que existan casos como don Carlos Rodríguez, con 105 apadrinados, o don Pedro Josef Duarte, con 91), la mayor parte de ellos parece haber sido elegido activamente por los padres con el fin de vincularse con un notable local26. Dado el total de 835 padrinos que actuaron en Gualeguay entre 1782 y 1813, tenemos un promedio de 2,75 actos de padrinazgo por cada uno, que van desde 1 hasta alrededor de un centenar. Si tomamos únicamente a los 44 cabildantes de nuestra muestra, encontramos que los mismos han sido padrinos en poco menos de 14 oportunidades en promedio cada uno, lo cual los define como personajes muy demandados para esos actos. Nada mejor que un ejemplo para captar la riqueza y complejidad de esos vínculos. Tomemos una familia tradicional, aunque no necesariamente la más notable, por ejemplo los Méndez. Sus fundadores, Francisco Méndez y Francisco Xavier Méndez, originarios de Corrientes, se encontraban en Gualeguay desde al menos una década antes de la llegada de Rocamora. Francisco, alcalde de hermandad en 1782, había sido, durante muchos años, juez comisionado del partido, y su prestigio era grande, entre otras cosas por haber defendido en alguna ocasión los derechos de los vecinos sobre tierras de pastoreo comunes, contra las pretensiones del gran hacendado Dn. Agustín Wright27. Murió en 1785, pero su hermano Francisco Xavier, que aún vivía en 1803, echó también raíces: casado con María Francisca Reynoso, era en esa última fecha un estanciero de cierta importancia, próximo a los cincuenta, que residía junto con su esposa y nada menos que doce hijos en el paraje de La Cuchilla, a unas pocas leguas del pueblo, entre las grandes haciendas de Juan Carlos Wright y Juan Castares28. Regidor en tres ocasiones, Francisco Xavier estaba emparentado por su mujer con Juan de Dios Reynoso y Martín Reynoso, estancieros y cabildantes en tres oportunidades cada uno; una de sus hijas estaba casada con un hijo de Juan Perez, estanciero y también cabildante en varias oportunidades, gozando además de excelentes dotes para imponerse en las intrigas locales29. Francisco Xavier fue, entre 1793 y 1813, padrino al menos veinte veces, siéndolo "de socorro" en 17 de esas ocasiones; lo cual lo ligaba con buena parte de las familias del pueblo30. Tanto los Méndez como los Reynoso estaban emparentados con los Correa, familia que si bien nunca accedió a cargos capitulares o de oficial de milicias, tenía vínculos con quienes sí lo fueron, así como con otros notables del partido31. La complejidad de los lazos que unían a los cabildantes de Gualeguay, en su mayoría de origen peninsular, con familias locales a través de mujeres nacidas allí, es un fenómeno que hemos destacado en otro trabajo; y parece un calco de la situación similar que experimentaba un sector social sin embargo bastante distinto: los burócratas virreinales de Buenos Aires, cuyas relaciones matrimoniales no dejaban de estar a menudo en abierta contradicción con las leyes. Evidentemente, se trata de "estrategias" con una base común, que buscaban afianzar al recién llegado con las familias ya establecidas, para alcanzar así vínculos útiles en el lugar de arribo (Djenderedjian, 2003b:387 y ss.; Socolow, 1987:193).
Podríamos seguir, pero no sería sino abrumar al lector con demasiados datos. Más interesante será que veamos cómo funcionaban esos lazos de parentesco y compadrazgo a la hora de elegir cabildantes, y más aún en un momento de conflicto. En otro trabajo, centrado en aspectos del poblamiento, hemos verificado que en Gualeguay ocurría un fenómeno que ha sido también constatado en otros rincones rioplatenses: la existencia de personas con vínculos de parentesco residiendo en unidades domésticas ubicadas físicamente cercanas (Djenderedjian, 2003b:388). En los parajes rurales de Gualeguay, en el 46% de las unidades censales uno o más miembros posee el mismo apellido que otro u otros en una unidad censal distinta, pero ubicada siempre dentro del mismo paraje. Estos vínculos probables aumentarían sin dudas mucho más si conociéramos ajustadamente el carácter de los vínculos existentes y otros que no figuran en la documentación analizada. Aquí esto nos interesa porque verificamos también la recurrencia de una práctica singular en la elección de cargos de cabildo: sobre 34 casos de personas que ejercieron el cargo de cabildante y figuran en el padrón parroquial de 1803, encontramos que 18 de ellos residen en la unidad doméstica inmediatamente vecina a la de otro cabildante. Demás está decir que los lazos que unen entre sí a los miembros de esas unidades domésticas vecinas son por lo menos densos y trascienden con plenitud lo estrictamente familiar: el cabildante y gran hacendado Juan Castares es testigo en la boda de un hijo de su vecino (y también cabildante) Juan Pérez y padrino de otro; a su vez, en 1791, Pérez actúa como perito tasador de las tierras que Castares denuncia ante la Corona, a efectos de proceder luego a su compra32. Las avenencias entre ambos fueron al parecer más allá de lo aceptable: en 1802, el Cabildo, cuyo alcalde es Castares, decide efectuar algunas corridas de ganado con el fin de colectar animales orejanos o sin marcas, que luego vendería a vil precio a otro estanciero, para donar el monto recaudado a beneficio de la construcción de la iglesia local; esta medida, que perjudicó fuertemente a varios estancieros del área, fue llevada a cabo por Pérez33. En 1797, los diezmos de la región, que habían sido comprados también a vil precio en un remate amañado por un testaferro de Castares y otros hacendados, son luego recogidos por Pérez, quien por entonces oficiaba como su capataz34. Se comprende que estas tareas sólo podía haberlas efectuado un hombre de confianza; y no es raro que se intentara ubicarlo en puestos de poder.
Por supuesto que esos lazos no son los únicos. Castares fue padrino de niños o testigo de casamiento en al menos 11 oportunidades entre 1795 y 1813, y muchas de ellas lo relacionaron con otros cabildantes. Pero pareciera ser que la vinculación por parentesco o compadrazgo entre los propios cabildantes y con otros personajes notables era abrumadora: por caso, y continuando con Juan Pérez para evitar confusiones en el lector, digamos que éste estaba ligado en forma directa con al menos otros ocho cabildantes35. Su caso es cualquier cosa menos extraordinario; prácticamente todos los demás cabildantes contaban con lazos familiares entre sí y con otros personajes notables. Esto, que refuerza la imagen de discrecionalidad en las formas de elección, se aumenta cuando recurrimos a algunos testimonios puntuales: en medio de una fuerte disputa por la cual un personaje de Gualeguaychú, Miguel González Bayo, vio cuestionados sus derechos a ejercer cargos públicos, el ex alcalde Agustín de León criticaba a su sucesor, don Josef Nadal, quien se había empeñado en obtener la alcaldía sólo con el fin de perjudicar a Bayo, "pidiendo el voto a los regidores que acabaron". Y completaba: "El tiene mucho ynflujo con todo el Cabildo autual pr. qe. todos son consanguineos suyos y siempre se balen de el pr. yntereses..."36.
El peso de la autoridad: los notables locales y los mecanismos de control político
Ahora bien, ¿para qué molestarse tanto por controlar el cabildo? ¿Puede ser importante, en ese contexto de frontera y parquedad, una institución que a menudo no tenía nada que discutir en sus sesiones y a cuyos miembros a veces se les faltaba el respeto en juegos de ceremonias barrocas que debieron parecer cuando menos exagerados para un pobre pueblo de algunos pocos cientos de habitantes?37. El tema es complejo, pero sin dudas abarca una dimensión mucho mayor de lo que sugiere esa imagen de inoperancia y prescindencia que ha transmitido la bibliografía tradicional38.
En principio, podemos decir que, lejos de ser inocuos, los cabildos entrerrianos tuvieron un papel importante en un tema fundamental: el control sobre la tierra39. En varias ocasiones autorizaron a "poblarse" y disfrutar tierras a sus vecinos; si bien la titularidad de las mismas era precaria, dado que nunca la autoridad virreinal confirmó sus resoluciones, el otorgamiento a título transitorio apoyaba derechos de posesión previa, o los establecía40. Como se comprende, para obtener una autorización del cabildo para "poblarse" en determinadas tierras eran necesarios ciertos requisitos, que iban más allá de la condición de vecino que estipulaban las leyes: los mismos debían incluir seguramente una trayectoria personal "decente"; pero, sobre todo, buenos lazos con los personajes notables, quienes, a cambio de una cierta "lealtad" o de otras contraprestaciones, podían "promover" la solicitud del interesado; y aun ayudarlo económicamente, cosa que se presiente al analizar algún caso en particular41. Resulta evidente que el agraciado con un lote de tierra habría de estar desde ese momento obligado hacia quienes habían hecho posible su otorgamiento; lo cual no debía sino reforzar los lazos de lealtad que había previamente anudado en su relación con ellos42.
Por supuesto que no sólo por cuestiones de tierras era necesario o conveniente tener amigos en el cabildo. En 1804, Dn. Domingo Silva, comerciante de Gualeguaychú, pedía al Virrey que se le nombrase un "juez imparcial" para entender en las demandas que iniciaría por cobro de cantidad de pesos que le debían varios hacendados de allí, "amerito de que estando algunos de ellos emparentados con el Alce. y rejidores actuales sele demoraban los pagos con perjuicio no solo suyo sino tambien de sus Acrehedores en esa Capital"43. También podía resultar económicamente muy conveniente contar con lazos en los cabildos: Juan Esteban Díaz obtiene en 1795 la concesión del abasto de carne al pueblo de Gualeguaychú; entre las estipulaciones de la contrata (y sin dudas como la cláusula más importante) figura la prohibición de venta de carne a los viajeros por parte de vecinos o residentes, quienes la deberán comprar al contratista. Sabemos, por las cuentas de una estancia situada en la costa del Paraná, que este rubro era altamente lucrativo44. No es extraño entonces que quien obtuvo la contrata haya sido un personaje principal, con amplios vínculos anudados con las autoridades y los poderosos locales45.
Abundan los problemas por la acción discrecional o arbitraria de los alcaldes; algunos de ellos nos hacen pensar que la complicidad podía ser recíproca: en 1785, el gran hacendado de Gualeguaychú (pero que no residía allí sino en Buenos Aires), Juan Carlos Wright, nombra un comisionado, Evaristo Muñoz, para que vigile sus rebaños, afectados por los robos; en una batida por el campo, Muñoz encuentra al "meztisso Pedro Carriel con dos Peones" faenando ilegalmente ganado de Wright. Muñoz estaba junto al alcalde de Gualeguaychú, Juan Esteban Díaz; delante de él y testigos, Carriel le dijo "qe. mejor era callar, porque delo contrario se havian de ver quemados muchos". Insólitamente, en vez de poner preso a Carriel, el alcalde encarceló y multó a Muñoz. Esta actitud no resulta sin embargo tan insólita si consideramos que Carriel, a quien se había otorgado un terreno en las cercanías de Wright, era también vecino de Díaz y sargento mayor de un cuerpo de policía rural, creado por éste en 1785, encargado de hacer respetar la autoridad del cabildo, luego de que Díaz tuviera un serio conflicto con el gran hacendado Esteban García de Zúñiga, en el curso del cual éste arrestó a los capitulares46. Como vemos, una lealtad que tenía antecedentes, recompensada con la defensa ante una situación complicada.
Ese intercambio de favores, protección y lealtades asumía formas aún más concretas y variadas: desde el crédito monetario para la ayuda en el levantamiento de una cosecha hasta el empleo, por parte de los estancieros más importantes, de los vecinos en las tareas estacionales o como capataces47. Todo ello resultaba un componente esencial para el funcionamiento de esa economía de frontera: en esas tierras ávidas de hombres, cuyos salarios superaban en mucho a los de la vecina Buenos Aires y a menudo triplicaban los de las áreas rurales de Corrientes, el acceso a la mano de obra era sin dudas un factor crucial. Dado que los varones adultos se encontraban obligados a servir como milicianos, no era inusual que el comandante de milicias (que, como hemos visto, a menudo también podía ser cabildante y, casi con seguridad, estanciero del área) pudiera jactarse de ejercer sobre ellos un cierto control que obtenía su contrapartida en bienes y servicios, más que en salario u otras maneras formalizadas de remuneración. Si bien aún es prematuro afirmarlo con total certeza, existen algunos casos que nos interesa destacar, ya que nos muestran claramente lo que podía significar el contar con buenos amigos entre los poderosos locales. En 1803, Francisco Basadre, un mediano comerciante que repartía su vida entre los montes entrerrianos y la ciudad de Buenos Aires, escribía desde Gualeguay sus infortunios al virrey, relatándole que había ido
a estos montes ... a establecer faenas de carbón y leña para el abasto de esa ciudad, y habiéndolo puesto por obra, concurrieron muchas gentes, o peonadas de estos destinos a conchabarse ..., a quienes he suplido muchos pesos para sus urgencias, por súplicas que me hicieron...; mas como sea propio de estas gentes el pedir adelantado a los que se hallan necesitados de su trabajo, al tiempo de levantar los hornos, se me fueron todos, sin reparar que me estaban debiendo...
por lo cual solicitaba se impartieran órdenes a las autoridades de Gualeguay para que "apremiaran" a los peones a fin de trabajar o devolver los adelantos48. Esas "estrechas" órdenes de la máxima autoridad de la colonia no sirvieron de mucho: unos meses más tarde, Basadre le escribía nuevamente, diciendo que al presentarse a las justicias de Gualeguay, "hallé los ánimos muy quebrantados, tal vez por no tener confianza del auxilio [de los milicianos], por ser de los propios [deudores] de quienes deben valerse...". A pesar de que nuevamente el virrey expidió estrechas órdenes, todavía en diciembre de 1805 Basadre continuaba enviándole cartas; y por supuesto, nada indica que alguna vez haya logrado que sus peones volvieran49.
Basadre no había hecho las cosas bien: lograr la cooperación de las autoridades locales era más importante que escribirle apasionadas cartas al Virrey, y también bastante más complicado; para ello debió haber entrado antes en las redes de relación (políticas, sociales, financieras y hasta familiares) que unían estrechamente a aquellas autoridades con algunos otros patrones, que tenían más suerte a la hora de necesitar una acción eficaz. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en don Josef Pertuso de Batalla, comerciante cuyo campo de acción abarcaba Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, y que en 1785 decidió emprender un corte de maderas en Gualeguay. Una vez establecida la faena y contratados los peones y un capataz, éste, aprovechando un viaje de Batalla a Santa Fe, insistió a siete peones para que dejaran de trabajar y abandonaran el obraje; cuando Batalla volvió, notó la falta de los peones, e inmediatamente "se querelló al comandante, y éste les mandó volver a su conchabo, lo que hicieron todos", luego de haber pasado por las delicias de la cárcel local, y ante alternativas seguramente menos agradables que trabajar en un obraje maderero50. Sólo hay un factor que pueda explicar un resultado tan distinto en ambos casos: el manejo de redes de relación social adecuadas51.
A modo de reflexión final: un cambio duradero, o al menos más firme que otros
Como hemos visto, los vínculos entre los notables de cada localidad eran parte estructural de la vida social y económica, así como función intrínseca del ejercicio del poder. En circunstancias en que el mercado proveía sólo una parte de los bienes y servicios, el acceso al resto debía necesariamente efectuarse a través de redes de relación montadas sobre vínculos primarios, y el control de los puestos públicos, en ese proceso, se convertía en factor clave en tanto reforzaba con la sanción legal y con mecanismos concretos las acciones y estategias de los actores. Si algún interesado no lograba hacer funcionar en su provecho esas redes de relación o si el nivel de disputas entre los notables locales alcanzaba determinados niveles podía apelarse a una instancia superior; pero ello no disminuía la importancia de la red local. En ese contexto, si el perfil de los cabildantes de Gualeguay y las formas en que ejercieron el poder no difieren demasiado de otros casos estudiados en la América hispana, allí el control de la tierra fue, por razones históricas, un factor fundamental que condicionó la acción política. Si bien la zona, una frontera ganadera de poblamiento reciente, ofreció posibilidades de instalación hasta tiempos tardíos, es probable que las áreas de mejor calidad o de mayor cercanía a los centros poblados, o a los cursos de agua principales, hayan sido objeto de disputas ya desde los inicios. De esa manera, la irrupción del estado colonial a través del proceso fundacional proveyó de instrumentos concretos a una serie de personajes cuyo arraigo local se vio fortalecido por esta circunstancia. Un conjunto de notables fue así construyendo consenso, a través de la distribución de bienes como el acceso a la tierra y al crédito, y permitiendo, en cuanto no los afectaran demasiado, ciertas prácticas de apropiación ilegal. Esos hombres de inmigración reciente, pioneros en busca de oportunidades, se aliarían con las familias ya asentadas para fundar linajes que, gracias a un evidente liderazgo económico ligado en forma estrecha a su actuación política, les permitiría retener el poder (los Urquiza son el caso más paradigmático) a lo largo de casi todo el siglo XIX. En esa afortunada evolución, las guerras que comenzarían en 1810 demolerían las instancias de poder externas, dejando sólo a las instituciones locales o, mejor aún, a sus miembros y a sus familias, como únicos referentes de poder, fortificándose en el contexto de guerra la autoridad del comandante militar. En esa frontera abierta hacía apenas medio siglo, en pueblos apenas más ancianos que ellos mismos, los caudillos de los años de guerra civil de la década de 1810 podrán blasonar de antigua prosapia porque fueron sus padres o abuelos quienes se instalaron allí para fundarla; más comprometedor, pero también más justiciero, hubiera sido que admitieran cuánto debían esos antepasados tan cercanos (y, por supuesto, ellos mismos) a una forma de ejercer el poder que, sin dudas, será una de las claves de su permanencia y del funcionamiento de esta sociedad cuando cundan los momentos críticos.
Notas
1 Manuel Gómez de Celis al Virrey Joaquín del Pino, Buenos Aires 13-4-1803. En Archivo General de la Nación, Buenos Aires (en adelante AGN), IX-3-6-1, Correspondencias de Entre Ríos, legajo 3, expediente caratulado "Elección de capitulares de Gualeguay, 1803", sin foliar.
2 Esas aproximaciones no resultan convincentes; algunas incluso alarman, como los turbios fundamentos de la existencia de una "raza" entrerriana, que habría sido terreno fértil para el caudillismo. Una crítica a algunos de esos supuestos en Macchi, 1954:54-5. Explicaciones más corrientes buscaron los orígenes del caudillismo en la vida pastoril de las estancias; estas imágenes, en lo que respecta a Buenos Aires, han sido desmontadas hace un tiempo (Goldman y Salvatore, 1998).
3 "Aquello mas sirve para un marquesado por modo de grandesa, que para sacar utilidad", decía el administrador de una gran estancia entrerriana. Manuel Carballo a Juana Maziel, estancia de Gualeguaychú, 27-3-1765. En Archivo General de la Provincia de Santa Fe (en adelante AGPSF), Colección Diez de Andino, 19, fs. 64-65.
4 Al respecto ver Lynch, 1962: 190 y ss.
5 Martínez, 1881: 166 y s. El padrón de 1803 ha sido publicado en Pérez Colman, 1936/7: II, 364-392.
6 Ver Djenderedjian, 2003a.
7 En 1784 se crean tres comandancias de Milicias, subordinadas a la Comandancia General. Sobre estos temas ver Pérez Colman, 1936/7: I, 304 y ss.
8 En Concepción residía Joseph de Urquiza, el mayor estanciero local y que además fue comandante general. En cambio, en Gualeguay y Gualeguaychú, los más grandes estancieros usualmente moraban en Buenos Aires y nunca participaron en las instituciones locales (Juan Carlos Wright, Esteban García de Zúñiga, Juan Ygnacio de Elía).
9 Algunos sondeos permiten inferir que las características del grupo de notables de los otros pueblos del sur entrerriano colonial (Gualeguaychú y Concepción) eran similares a las de Gualeguay, al menos en los aspectos que nos interesan aquí. La correspondencia y documentos de esos otros cabildos nos ayudará a completar la imagen que construiremos.
10 Una parte influyente de los notables de Gualeguay, incluyendo a miembros del Cabildo, provenía de Nogoyá o tenía residencia allí. Sobre las jurisdicciones de la época y el censo parroquial de Gualeguay de 1803, Pérez Colman, 1936/7: II, 364-392 y 407 ss.
11 Para detalles sobre la conformación de la base de datos ver Djenderedjian, 2003b
12 Nuestra lista, elaborada sobre legajos de correspondencia, diversos pleitos judiciales y referencias dispersas en obrsa publicadas, completa y corrige en algún aspecto la de Pérez Colman, 1936/7: II, 133 y ss.
13 En 1783 se nombra el primer Cabildo entrerriano, justamente en Gualeguay; de 1814 es el último dato de composición de los mismos con que contamos, si bien sólo dejarían de existir formalmente en la década siguiente (Martínez, 1900: II, 100-115). Si bien los cargos elegibles con datos son 99, en realidad hay 107 nombramientos; ocurre que en 8 oportunidades hubo cargos cuya elección fue impugnada y los puestos debieron volver a cubrirse.
14 Se trata de Alcalde y tres regidores hasta 1789; se comienza a elegir Regidor Cuarto en 1790, y Síndico en 1792. Es posible que estos mismos hombres de quienes contamos con datos hayan ocupado sillas capitulares en otras ocasiones más, con lo cual nuestra muestra se volvería aún más representativa. Las leyes de Indias, nro. 13, tit. 9., libro 4o. y la 9a., tit. 3o., libro 5 prohibían reelecciones de alcaldes sin que mediara un intervalo de dos años entre una y otra.
15 Conocemos las edades de 18 cabildantes, los orígenes geográficos de 33 y el lugar de residencia de 36 (en los pueblos de Gualeguay y Nogoyá o en los parajes circundantes). En cuanto a lo que hemos denominado, para simplificar, "oficio", encontramos que sobre 32 casos no poseemos dudas acerca de cuál era la actividad económica ejercida en forma predominante por el sujeto; otros 4 casos son dudosos (no han sido tomados en el análisis), mientras que de los demás nada nos ha llegado al respecto. Sabemos que pueden firmar 35 cabildantes, mientras que 4 no lo hacen, y sobre el resto no tenemos referencias. Estos datos han sido extraídos de muy diversas fuentes, que sería imposible detallar aquí, pero que incluyen bibliografía, declaratorias judiciales, correspondencia oficial o privada, peticiones de tierras, libros de cuentas, libros parroquiales, padrones y censos, sucesiones y testamentos, etc. Ver Djenderedjian, 2003b.
16 El padrón de 1824 en Archivo Histórico y Administrativo de Entre Ríos (en adelante AHAER), Paraná, Gobierno, VII, carpeta 1, leg. 3.
17 Todavía a fines del siglo XIX un estanciero de la provincia de Buenos Aires, cuya fina y elaborada firma era el asombro del pueblo, podía declarar "yo no sé escribir, pero sé pintar la firma como naides". Transcripto en Bioy, 1997: 17. Subrayado nuestro.
18 Tema arduo como pocos este de la simbología asociada al "don". Pareciera que el criterio restrictivo tendía a aplicarse en la construcción de documentos de carácter oficial, como el citado censo de 1803; en una fuente de uso privado (el cuaderno de cuentas de un pulpero) vemos claramente que se titula "don" o "doña" a muchos personajes que en el censo no lo son. El cuaderno en AGN IX-12-6-5.
19 Los cabildantes no tienen nunca grado inferior a sargento, es decir mando de tropa y los encargados de su reclutamiento. Listas de milicias fechadas en 9-9-1790 y 21-1-1807, ambas en Pérez Colman, 1936/7: II, 499, 529-530. Sobre las funciones de los sargentos ver José de Galvez al Virrey de Buenos Ayres, El Pardo 15-3-1781, en AGN IX-32-6-4, Criminales, leg. 49, exp. 1, fs. 52 y s.
20 Recordemos que existían fueros separados para los militares, por lo que la interpenetración de funciones se complica.
21 Se trata lógicamente de simplificaciones, obtenidas de una multitud de fuentes, tanto cualitativas como cuantitativas, que nos sería imposible detallar aquí. Para mayores especificaciones ver Djenderedjian, 2003b.
22 Esta diversificación de intereses y mayor ligazón a la tierra ha sido también reportada por ejemplo en Salta. Ver Marchionni, 1999:177.
23 Domingo Regueral al Virrey, Gualeguaychú 14 de abril de 1796, en AGN IX-3-5-7, Correspondencias de Entre Ríos, legajo 2. Otro indicio de la relativamente escasa participación política de los comerciantes es que sólo un 58% de los pulperos que paga composición logra ser electo cabildante, a pesar de la lógica facilidad que para el ejercicio de esas tareas les daba su ámbito de negocios pueblerino y, en buena parte de los casos, su residencia allí, además de su mayor grado de lectoescritura. Cantidad de pulperos en los libros de composición de pulperías de Gualeguay, en AGPSF, Contaduría, t. 12, leg. 21, fs. 402 r. y ss.; 561 r. y ss.; AGN XIII-9-5-2 Leg. 16, libro 4 y libro 16.
24 por ejemplo Mateo, 2001; Moutoukias, 1992.
25 Ambrosetti destacó, hacia 1880, la "gran afición" que por él tenían los pobladores de la región misionera, nombrando padrinos "de socorro" para sortear las prescripciones de la Iglesia, y considerando que aunque se excusaran de serlo no perdían sus derechos, los cuales abarcaban a sus esposas o esposos, si tenían. A ellos se agregaban luego los padrinos in facie ecclesiae, con las mismas prerrogativas. "El compadrazgo, entre aquella gente... es uno de los vínculos más sagrados que pueden unir a dos personas" (Ambrosetti, 1917: 81). Desde el Concilio de Trento la Iglesia sólo permitía dos padrinos en las ceremonias de bautismo, considerándose infracción grave el tolerar más; los mismos debían ser unus et una, es decir un hombre y una mujer, no necesariamente esposos, pero sí personas de distinto sexo (Donoso, 1844:158).
26 De Duarte se dice, en un bautismo privado formalizado ante la iglesia el 17 de diciembre de 1803, que puso el agua de socorro "con licencia qe. pa. este fin y caso tiene del cura", lo cual hace suponer que quizá se recurría a él cuando los padres no conseguían otros padrinos. No eligieron del todo mal, porque Duarte fue también, en dos oportunidades, cabildante, y se trataba sin dudas de un personaje notable en la localidad.
27 AHAER, Gobierno VIII, Carpeta 1, Legajo 14, fs. 87 r. y ss.
28 Pérez Colman, 1936/7:II, 364 y ss. Francisco Xavier Méndez es designado "hacendado racional" (es decir de importancia) en un pedimento efectuado por el Cabildo sobre "qe. se declare el no. de Ganados que debe tener cada Hacendado para reputarse por tal", 1807, en AGN IX-36-7-5, Tribunales, leg. 96, expte. 4. Castares poseía más de 70.000 cabezas de ganado en su estancia en 1809; ver Valeriano Barreda al Virrey, Buenos Aires, mayo 1809, en AGN IX-12-9-4, Solicitudes Civiles, leg. 1 letras A-B, fs. 208 r. y v.
29 En agosto de 1801, Pérez acusa a su archienemigo Patricio Cámara de haber sido electo alcalde a pesar de ser portugués, en razón de la guerra que se llevaba a cabo entonces; en diciembre, Cámara remite preso a Pérez "por su obstinacion en no cumplir con la Yglesia"; un tiempo más tarde encontramos que Cámara se ha ido, Pérez ha sido nombrado alcalde y, en 1803, se le despachaba titulo de mayordomo colector y administrador de las limosnas y temporalidades del patrono de la villa, por mano del obispo Lué. Perez al Virrey, Gualeguay 18-8-1801; el Alcalde al Virrey, Gualeguay 6-12-1801, ambas en AGN IX-3-5-7, Correspondencias de Entre Ríos, legajo 3; Cuaderno de visitas del Obispo Lue, 21-4-1805, en "Quaderno de la Sta. y Gral. Visita del Ilmo. Sor. Dn. Benito Lue y Riega...", reproducido en Stofferl, 1992:216.
30 Un análisis más detallado del caso de los Méndez en Djenderedjian, 2003b.
31 Por ejemplo, la esposa de Juan de Dios Reynoso era Ana María Correa; según el censo de 1803, en la unidad familiar vecina a la de ambos se encontraba Bernabé Correa, casado con Bartola Mendez. Asimismo, Magdalena Correa; Francisco Nolasco Correa; Francisco Xavier Correa y Maria Thomasa Correa tienen como padrinos en al menos una ocasión a (o son a su vez padrinos de hijos de) hombres que en algún momento llegaron a ocupar puestos en el Cabildo.
32 Castares murió soltero, y no tuvo hijos para los cuales solicitar padrinos. Sobre la actuación de Pérez como tasador, ver Perez Colman, 1936/7: III, p. 209
33 Los datos en el pleito que se llevó a cabo por esas recogidas de ganado, AGN IX-30-7-4, Interior, leg. 55, expte. 6. "Pablo Jose de Ezeyza contra el Cabildo de Gualeguay, por corridas de ganado".
34 AGN IX-40-7-3, Tribunales, leg. C 16 exp. 19; sobre la presencia de un testaferro en los remates de diezmos entrerrianos entre 1794 y 1803 en AGN IX-13-5-7, exp. 2, Diezmos, remates, dictamen del 25-1-1804.
35 Por parentesco, con Matías Pérez, Juan y Martín Reynoso, Francisco Xavier Méndez; por compadrazgo con Juan de la Cruz Moreno, Juan Castares, José Roberto Acosta Cardozo, Domingo García. Es de destacar que se trata de los vínculos más directos que hemos detectado (hermanos, cuñados, yernos; compadrazgo con los cabildantes individuales al menos una vez), por lo que éstos aumentarían indudablemente si nos dedicáramos a las colateralidades.
36 Agustín de León al Virrey, Gualeguaychú 5-6-1803. En AGN IX-3-6-1, Correspondencias de Entre Ríos, legajo 3, sin foliar.
37 En 1791, el cabildo de Concepción del Uruguay se quejaba al Virrey que el cura lo había "despojado... dela regalia de recivir [lo] en la Puerta de la Yga. con el agua venditta", y se alarmaba de que, luego de que fuera repuesto en ese "goce" por un cura interino, existiera la posibilidad de que el anterior, poco respetuoso de sus derechos, volviera al pueblo, para lo cual instruía "con documentos" (¿!) a la máxima autoridad de la colonia. El Cabildo al Virrey, Concepción del Uruguay, 3 de agosto de 1791. En AGN IX 3-5-6, Correspondencias de Entre Ríos, legajo 2, sin foliar. Sobre este tema ver Urquiza, 1993: L, 1, 55 y ss.
38 "Los Cabildos fueron, en la vida real de la colonia, simples dependencias burocráticas, sin funciones políticas, sin autoridad propia, compuestos de pulperos enriquecidos ... que se reunían de tarde en tarde, para tratar asuntos triviales. Fue el movimiento revolucionario [el] que les dio funciones fugaces e irregulares..." Ayarragaray, 1904:109.
39 Esta importancia se evidencia en el libro de cabildo de Gualeguaychú, en donde se conservan varios pedidos de otorgamiento de tierras.
40 Sobre la obligación de recabar el parecer del Cabildo para el reparto de tierras ver Cárcano, 1917:6 y ss. Pérez Colman ha destacado la existencia de "un movimiento de oposición" en los pueblos contra los "especuladores" porteños que conseguían por su dinero o influencias grandes extensiones de tierras entrerrianas. Se deduce de este esquema el valor de las autoridades locales, en tanto nadie sino éstas hubieran podido constituir al menos parte de ese "movimiento". Ver Pérez Colman, 1936/7:II, 204 y ss. De cualquier forma, el papel de los cabildo entrerrianos como otorgantes de tierras ha pasado absolutamente desapercibido hasta tiempos cercanos, en especial por la falta de fuentes.
41 Por ejemplo el de Don Manuel Torivio de Leon, porteño de padre gaditano que se casa con María Lorenza Chirif, cuyo padre Eduardo, inglés, poseía desde antes de 1782 una calera y estancia en Gualeguay. Leon trabaja en la propiedad de su suegro, y éste le adelanta dinero; recibe en 1789 un sitio para estancia de hasta 1.000 animales de parte del Cabildo de Gualeguaychú, y en 1796, ya plenamente integrado a la vida social, económica y política local, logra ser electo regidor. Estaba vinculado además por lazos de compadrazgo con algunos notables y cabildantes, en especial a través de su esposa. Su grupo de pertenencia aparenta ser bastante compacto, como se ve en algunos conflictos. Fuentes: El Cabildo al Virrey, Gualeguaychú, 15 de diciembre de 1795, AGN IX-3-5-7; Sucesión de Eduardo Chirif en AGN, Sucesiones 5343; el otorgamiento de tierras y el padrón de Gualeguaychú de 1787 se encuentran asimismo en el libro de Cabildo citado. Sobre Juan Bautista Gómez, AGN IX 41-3-4 Tribunales, leg. G. 18, expte. 8, testimonios recogidos en 10 de Enero de 1798 y días posteriores. Sobre Peñalba, AHAER, Gobierno VIII, Carpeta 1, Legajo 1, Tierras realengas, 1778-1810, fs. 12 r. y v.
42 Estas lealtades podían ser muy fuertes. En 1795, el alcalde saliente de Concepción del Uruguay, Tomás Pajés, se negó a entregar la vara al electo, Tomas Antonio Lavín, porque éste "hera Pariente de Dn. Manl. Barquin, y qe. este tenia Pleitto Pendientte con algunos vecinos de estta Jurisdicion qe. estan Poblados en sus Terrenos...". Certificacion de Ygnacio de Sagastume, Concepción del Uruguay, 18 de marzo de 1795,en AGN IX-3-5-7, Correspondencias de Entre Ríos, leg. 2, sin foliar.
43 Hironimo Carencia al Virrey, Gualeguaychu 22 de mayo de 1804. En AGN IX 3-6-1, Correspondencias de Entre Ríos, legajo 3, sin foliar.
44 Ver las cuentas, inventarios y papeles de la estancia de los hermanos Troncoso, 1793-1800, en Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, Santa Fe, Expedientes Civiles, tomo 48, año 1800, expte. nro. 649, Testamentaria de Dn. Felix Troncoso; ibidem, t. 49, nro. 660, fs. 373 y ss. La venta de carne a los viajeros da cuenta del 40% de los ingresos por ventas, y es una parte muy sustancial de la rentabilidad.
45 Diaz, de quien seguidamente daremos otros datos interesantes, era un personaje muy notable del pueblo: en 1787 aparece censado en el primer lugar del padrón. Los cabildantes que firman la concesión del abasto de carne a favor de Díaz son Pablo Gutiérrez, Domingo Regueral, Eusebio Galiano y José Borrajo. Como pequeña muestra del poder de las relaciones personales, digamos que José Borrajo era Lindero y circunvecino de las tierras denunciadas por Diaz en la Costa del Gualeyan en 1806, y que una hija de Pablo Gutierrez, Anastacia de la Cruz, tuvo como padrino a Diaz en mayo de 1787. Ver AHAER, Gobierno VIII, Carpeta 1, Legajo 1, Tierras realengas, 1778-1810, fs. 12 r. y v.; libros de bautismo de blancos de Gualeguaychú, I, partida del 2 de mayo de 1787. Pudieron existir otros vínculos, pero no los hemos buscado por creer que basta con lo que se indica.
46 Díaz fue alcalde entre 1783 y 1786, y luego nuevamente en 1789 y 1790. El pleito entre García de Zúñiga y el cabildo en AGN IX 35-1-5, Tribunales, leg. 9, expte. 28, "Expediente sobre haber Dn. Estevan Justo García arrestado a los Capitulares de Gualeguaychú, é inducido á los vecinos á la desobediencia..."; los datos sobre Carriel en Arce, "Aspectos...", p. 212; también en Pérez Colman, 1936/7: II, 191 y ss.; el pleito de Wright contra Díaz por el tema de Muñoz en AGN IX-31-5-1. Justicia, leg. 20, expte. 56. Díaz residía en Gualeguaychú al menos desde 1765; en 1778 denunció un terreno realengo, cuyo expediente se encuentra en AHAER, Gobierno VIII, Carpeta 1, Legajo 1. Esta tolerancia y complicidad entre autoridades locales y sus subordinados parece haber sido mucho más que una práctica esporádica.
47 Un ejemplo de pedidos de crédito por parte de productores rurales a un notable en Jose Antonio Hernandez y Quiroga a Cipriano de Urquiza, s/l, pero alrededores de Concepción del Uruguay, 26-12-1819, AGN, VII-1463, Archivo Urquiza, t. I, fs. 168 r. y v. En 1798 se afirma sobre el hacendado don Juan Carlos Wright que "es hombre qe. faborese a quantos se balen de el, y pr. lo mismo todos lo estiman..."; otro testigo afirmaba que "el Dn. Juan Carlos, baja muy poco a esta Villa, pero que a oydo que socorre jeneroso a cuantos se balen del ..." Testimonios de Pedro Pablo Garcia y del capitan Dn. Nicolas Gomez, Gualeguaychu 25-8-1798, en Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 5.1.3.5, cuerpo 2, Esteban Justo García de Zúñiga contra Juan Carlos Wright por alimentos, fs. 223, 229 r.
48 Basadre al Virrey. Sin fecha, pero decreto del Virrey en Buenos Aires, 18 de febrero de 1804. En AGN IX-23-6-6, Tribunales Administrativos, Expedientes, leg. 18 exp. 588
49 Basadre al Virrey, providenciado en Buenos Aires, 3 de diciembre de 1805. En ibíd.
50 Declaración de Lorenzo Coronel, desertor del regimiento de Dragones, Buenos Aires, 20 de noviembre de 1785. En AGN, IX-3-5-6, Correspondencias de Entre Ríos, legajo 1, sin foliar.
51 Ese parece haber estado también en la trastienda de otros fracasos; ver los intentos de colonización inglesa de la década de 1820 y los problemas que afrontó la acción de Mansilla y Sola respecto del problema fundiario (Beaumont, 1957:190 y ss.; Chianelli, 1977:83 y ss).
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recibido: 24/05/03
aceptado para su publicación: 18/09/03