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Articulo
Cuadernos del Sur. Historia
versión impresa ISSN 1668-7604
Cuad. Sur, Hist. n.33 Bahía Blanca 2004
El Nazismo en escena: un estudio del Parteitag de 1934
Leandro A. Di Gresia
Universidad Nacional del Sur
e-mail: digresialeandro@hotmail.com
Resumen
Este artículo aborda el tema de los modos de intromisión del nazismo dentro del imaginario social de los alemanes. Puntualmente se delimita uno de los medios utilizados por el régimen presidido por Hitler para generar las representaciones y prácticas acordes a su esquema de poder: las congregaciones masivas. Específicamente se analiza el Sexto Congreso del Partido Nacional Socialista de los Obreros Alemanes de 1934, el cual se interpreta como un ritual político y se lo estudia desde una perspectiva funcional y hermenéutica, considerando los significados propios del mismo así como el valor de los símbolos y ambientes en los cuales se llevaba a cabo. El trabajo se ha realizado sobre evidencias cuya característica común es haber sido realizadas desde el poder o reflejar su pensamiento (como son el film El triunfo de la voluntad, y obras como Mi Lucha; Alemania, Año Olímpico, 1936).
El objetivo de esta indagación es reconocer que las ceremonias políticas fueron funcionales a un régimen de carácter totalitario, además de destacar la trascendencia de un estudio que se centre en las prácticas simbólicas consideradas no sólo como "reflejo" de los intercambios sociales sino como parte constitutiva de la práctica social, siendo en muchos casos co-formadora de ella.
Palabras clave: Nazismo; Rituales Políticos; Imaginario Social.
Abstract
The present article approaches the ways of intromission of Nazism in the German social i maging. Specifically, one of the means used by the regime presided by Hitler for generating the representations and practices with regard to his power scheme is outlined here, i.e. massive congregations. The Sixth Congress of the Socialist National Party of German Workers held in 1934 is analysed in detail. This Congress is understood as a political ritual and it is studied from a functional and hermeneutic perspective, considering its own meanings as well as the value of symbols and the environments in which it was held. The work is based on evidence with a common feature: it was either performed from power or it reflects the thinking thereof - such as the film Triumph of the Will, and works like My Struggle; Germany, Olympic Year 1936.
The purpose of this survey is to acknowledge that political ceremonies were functional to totalitarian regimes in addition to highlighting the importance of a study focused on symbolic practices considered not only as a "reflection" of social interchanges but also as a constitutive part of social practice, being in many instances a co-developer of such.
Key words: Nazism; Political Rituals; Social Imaging.
"El fascismo ve su salvación en que las masas lleguen a expresarse (pero que no por asomo hagan valer sus derechos) [...] En consecuencia desemboca en un esteticismo de la vida política."
(Walter Benjamin, 1973: 55)
Introducción
En el film El triunfo de la voluntad realizado por Leni Riefenstahl , en el libro de propaganda Alemania. Año olímpico, 1936, en videos documentales1, se observa una misma imagen: gigantescas concentraciones de personas uniformadas, dispuestas en cuadros perfectos, moviéndose como un único cuerpo dentro de ambientes monumentales, rodeados de símbolos y luces, donde un pequeño grupo se destaca por su ubicación, que a modo de espejo, se enfrenta visualmente a la mayoría.
Estas congregaciones fueron una constante del régimen presidido por Adolfo Hitler en Alemania entre 1933 y 1945. Walter Benjamin, contemporáneo a los sucesos, las definió como el esteticismo de la vida política que permitía la expresión de las masas sin modificar las condiciones sociales. ¿Fueron simplemente una cuestión de "estilo político" o tenían otra significatividad? ¿Eran sólo ostentación o actuaban con una lógica más profunda? ¿Fueron un instrumento empleado por el movimiento para difundir su dogma? ¿Se relacionaban con el tipo de sociedad que pretendía el nazismo o su disposición era sólo circunstancial? ¿Formaban parte de una acción más global y general del régimen?
Este trabajo desarrolla una explicación sobre estas prácticas desplegadas por el régimen alemán. La hipótesis que se formula es que las mismas operaron como representaciones rituales y tuvieron el carácter de liturgia, cumpliendo una función político-ideológica sustancial, orientada a la construcción, definición e imposición de un imaginario social y político. El objetivo es demostrar que las ceremonias políticas fueron funcionales a un régimen de aspiración totalista2 de una manera no accidental sino esencial, y que se constituyeron en uno de los elementos característicos de la vida durante el período nazi. Con ello se pretende destacar la trascendencia de un estudio que se centre en las prácticas simbólicas y a su vez resaltar que las mismas no sólo constituyen un "reflejo" de los intercambios sociales sino que son parte constitutiva de la práctica social, siendo en muchos casos co-formadoras de ella.
El análisis de los rituales del régimen nacionalsocialista ya ha sido realizado por George L. Mosse (1963 y 1994), Bronislaw Baczko (1991), Toby Clark (1997), Ferrán Gallego (2001) y sus conclusiones constituyen la base de este trabajo. El aporte de esta investigación radica en la consideración de un ritual en sí mismo, y su comprensión en el esquema de dominación nazi, ubicándolo dentro de las prácticas institucionalizadas por el régimen para alcanzar el control total de la sociedad.
El enfoque teórico con que se interpretan estos fenómenos parte de la concepción de la ceremonialización como uno de los mecanismos del capital estatal, específicamente el simbólico (Bourdieu, 1996), utilizado para alcanzar el imaginario social, penetrar en él, y fomentar determinadas nociones, percepciones y comportamientos (aquellos defendidos por el grupo que alcanzó el dominio del Estado). En este sentido es central la noción de imaginario social porque en él se concentran todas las aspiraciones, miedos y temores de una sociedad, se expresan y definen sus identidades y objetivos, se organiza su pasado, presente y futuro, se definen las jerarquías sociales y los principios de legitimidad del poder (Baczko, 1991; Ansart, 1993 a y b). Por ello, dominar el mismo es esencial a cualquier régimen político, y en esto reside la importancia de este concepto para este trabajo.
La adopción de esta perspectiva se debe a que, por un lado, posibilita reconocer la múltiple funcionalidad del ritual para las esferas del poder, comprenderlo como uno de los instrumentos privilegiados del capital simbólico mediante el cual se muestran en la sociedad, tratando de ganar el espacio público y fomentar hábitos y prácticas que les legitimen. Por otro lado, permite apreciar no sólo los discursos que circulan en la ceremonia, sino también las acciones, movimientos y símbolos como elementos en donde se expresan esas nociones. Además, porque posibilita valorar esta práctica como un modo de expresión que condensa un determinado imaginario y a la vez contribuye a formarlo; es decir, entenderlo dialécticamente como creador y como testimonio del mismo.
Junto a ello, este enfoque se complementa con una perspectiva semiótica de la ambientación utilizada en las ceremonias. La misma intenta dar cuenta de la doble significación de los ambientes y símbolos utilizados, y así comprenderlos no sólo como meros objetos escenográficos sino con un sentido profundo para aquellos capacitados para entenderlos.
Este trabajo está centrado puntualmente en la interpretación de la ceremonia efectuada con ocasión del Sexto Congreso del Partido Nacional Socialista de los Obreros Alemanes (NSDAP) de 1934. La selección del material fontanal ha obedecido al criterio de tomar evidencias que hayan sido realizadas desde el poder o reflejen su pensamiento. La fuente fílmica principal es El triunfo de la voluntad, a la cual se suma documentación édita como Mi Lucha de Adolfo Hitler (s/f), los testimonios de Hermann Rauschning en Hitler me dijo (1940), referencias de Joseph Goebbels en su Diario (1949), y la obra de propaganda nazi Alemania. Año olímpico, 1936.
A los fines expositivos, se ha esquematizado la investigación de la siguiente manera. Partiendo del ascenso de Hitler al poder, se exponen sus aspiraciones de lograr un dominio pleno del imaginario social con la intención de generar prácticas, comportamientos e ideas acordes a su voluntad. A partir de ello se especifica uno de los mecanismos de los que se valió para alcanzar este objetivo, como fue la creación de un calendario nazi con determinadas ceremonias y festividades que acompañaban cada fecha. A continuación se refieren las ideas de Hitler sobre la importancia de las congregaciones masivas. Posteriormente se brinda una interpretación detallada de la ritualidad observada en el Congreso del NSDAP de 1934. Por último, se realiza una breve descripción e interpretación de los símbolos y ambientes utilizados en tales manifestaciones.
La voluntad de poder
El 30 de enero de 1933, el mariscal von Hinderburg -presidente de la República Alemana- en un intento de controlar el ascenso del nazismo y la escalada de violencia política, designó como canciller a Adolfo Hitler, jefe del NSDAP3. Este acto significaba el ascenso al gobierno de un movimiento que en 1923 había intentado llegar al poder por la vía violenta4.
Esta toma legal del poder fue acompañada de la implantación de una serie de prácticas que pretendieron evidenciar la ruptura con el pasado inmediato. Se buscaba borrar de la memoria de sus seguidores antiguas lealtades, y mostrar al NSDAP como el representante único de la nación alemana. Hitler aspiraba a realizar una revolución nacionalsocialista, una revolución de la raza, el espíritu, la mente y el sentimiento (Payne, 1995: 229-230). Para ello, debía enfrentar, alterar y ganar el imaginario social de los alemanes, y así alcanzar la aceptación y consenso que le permitiera sostenerse y legitimarse en el ejercicio de la autoridad5. Para lograrlo, el nazismo se valió, primero desde su campaña política y luego desde el ejercicio del poder estatal, de la manipulación de tópicos que expresaban los miedos, aspiraciones y esperanzas de diferentes miembros de la sociedad, y que tenían raigambre histórica concreta6. En este sentido, es ampliamente conocida la utilización que hizo la propaganda nazi de la idea de revisión del Tratado de Versalles (visto como la humillación de la nación), del temor de la clase media y la elite frente a la radicalización de la demanda obrera y el avance de los comunistas, la idea de expropiaciones agrarias para los campesinos, del fantasma de la desocupación y la crisis económica, y del rearme alemán, entre otros aspectos7. Estos tópicos eran temores y/o aspiraciones puntuales de diferentes sectores de la población, que el nazismo unificó en una proclama que trataba de englobar a todos bajo un programa sumamente flexible y pragmático.
De esta manera, el nacionalsocialismo fue activando en sus seguidores las representaciones más profundas de su imaginario individual y social, frente a las cuales Hitler y el NSDAP se alzaban como una alternativa. Así, y favorecido por ciertas tradiciones que existían en Alemania con respecto al líder, al volk, al nacionalismo (Payne, 1995: 70-80 y passim), el movimiento adquirió cierto consenso y legitimidad en algunos sectores, que vieron representadas en él sus aspiraciones.
Una vez en el poder, Hitler sostuvo y trató de implementar lo que había expresado en Mi Lucha (s/f: 189-192) respecto a que el Estado (racial) debía tener una unidad ideológica total. Hitler creía que toda sociedad debía manifestar completa unanimidad -es decir, pleno consenso- y en este sentido explicitó una clara aspiración totalista8. Este deseo se evidenció en prácticamente todos los ámbitos de la vida, y especialmente desde el punto de vista del imaginario. Por ello, haciendo mías las palabras de Bronislaw Baczko, se puede considerar al Tercer Reich como un Estado Totalitario a partir de:
... definir los sistemas totalitarios como aquellos en los que el Estado, gracias al monopolio de los medios de comunicación, ejerce una censura rigurosa sobre el conjunto de informaciones y combina a ésta con la contaminación y la manipulación de las informaciones admitidas para la circulación mediante la propaganda política e ideológica omnipresente. El objetivo buscado sería asegurar al Estado el dominio total sobre las mentalidades, y en especial sobre la imaginación social; dicho de otro modo, sería el de bloquear toda actividad espontánea o no controlada de ésta. Al combinar el monopolio del poderío y del sentido, de la violencia física y de la violencia simbólica, el Estado totalitario intenta suprimir todo imaginario social (incluso hasta su recuerdo), toda representación del pasado, del presente y del futuro colectivo que no atestigüe su legitimidad y su poderío, garantizando así su dominio sobre la vida social en su conjunt o ( Baczko, 1991: 32).
En este camino, Hitler se valió del capital estatal (Bourdieu, 1996:10) para imponer su nueva doxa9. Explotó al máximo las posibilidades del monopolio del capital cultural y específicamente el simbólico intentando penetrar mediante ellos al imaginario a fin de implantar su cosmovisión. Desde el dominio del Estado, trató de crear habitus10 e imponer estructuras estructurantes acordes a su esquema de poder, es decir, principios de visión y división, de percepción, de enclasamiento (según raza, sexo, edad, competencias), toda una serie de esquemas que no son sólo mentales, sino que son disposiciones del cuerpo, que dejan de ser conscientes, para ser automatizadas y que predisponen a determinada acción (Bourdieu, 1996: 22). Con este objetivo, va a llenar el mundo social de llamadas al orden (Bourdieu, 1996: 24) que van a actuar como mecanismos que condicionan acciones que significan la sumisión al orden establecido. Todo ello fue acompañado del uso indiscriminado y nada velado del capital de la violencia física, pero que por sí solo no explica el acatamiento y la difusión de sus dogmas (Kreibohm de Schiavone, 1996: 35-53).
Para lograr esta sumisión dóxica, Hitler se valió de todo el potencial estatal que concentró en sus manos11. Con él, puso en marcha el proceso de "uniformación" por el cual no sólo la administración, sino el ejército, la economía, la vida pública, la educación, prensa, radio, cine, y todas las manifestaciones culturales (literatura, pintura, teatro, música, escultura) pasaron a control de alguna organización nazi (Schoenberner, 1984: 6). La acción fue la misma: suprimir toda manifestación del imaginario que pudiera ir contra su esquema ideológico y fomentar prácticas que creasen los habitus acordes al nuevo imaginario de la revolución nacionalsocialista. Se buscaba negar e impedir el desarrollo de cualquier idea y pensamiento alternativo o distinto: todos debían pensar y creer en función de las ideas de Hitler.
Batalla simbólica: el calendario nazi
En esa acción de creación de habitus y estructuras estructurantes que predispusieran a los individuos a comportamientos determinados y solidificaran un nuevo imaginario social, el régimen se valió, entre otras cosas, de la imposición de un nuevo calendario festivo (vinculándose con una tradición que al menos se remonta a la Francia de 1789). Mediante esta invención, se intentó librar una batalla simbólica en el sentido de fijar un nuevo calendario cívico que desarticulara las representaciones tradicionales de los diferentes sectores de la sociedad alemana. Instaurando nuevas fechas con sus respectivas ceremonias, se obligaba a la población a participar en la vida pública, donde indirectamente internalizarían esos principios de visión y división, normas y creencias que el régimen quería difundir.
Este calendario estaba constituido por diferentes días festivos. El 30 de enero se festejaba la Toma del Poder con una marcha de portadores de antorchas por la Puerta de Brandeburgo, reviviendo la manifestación de 1933. En ella, Hitler se dirigía a la nación con un discurso pronunciado en el Reichstag o en el Palacio de los Deportes (Nolte, 1994: 356; Gallego, 2001: 248)12. En marzo, se realizaba la Conmemoración de los Héroes, en reemplazo del Día de Duelo Nacional, que era la denominación de esta fecha en la República de Weimar (Nolte, 1994: 356). El 20 de abril era el aniversario del Führer, que solía conmemorarse con un desfile y otras manifestaciones (Goebbels, 1949: 193).
El 1º de Mayo, Día del Trabajo Nacional, toda Alemania se vestía de verde y enarbolaba banderas. En Berlín, un millón y medio de obreros marchaban al campo de Tempelhof. En esta fiesta se observa patente la batalla simbólica por ganarse las masas obreras (que habían sido un sector hostil al nazismo y contra el cual éste desplegó buena parte de su propaganda durante la República). En ella se festejaba la reconciliación de los diversos factores de producción, se magnificaba el papel del obrero en la construcción de la nueva Alemania y se ensalzaba el trabajo como purificador, liberador y como la actividad central de la regeneración alemana (Nolte, 1994: 357; Gallego, 2001: 299)13.
El 21 de junio se daban una serie de discursos ante fogatas en los diferentes puntos del país por la llegada del verano. Septiembre era el mes dedicado al Congreso del Partido, ceremonia que era el punto culminante de todas las demás (vide infra). Anualmente fue repetido bajo una consigna en particular: en 1933 se desarrolló bajo el signo de la victoria, en 1934, fue el de la "unión del poderío", 1935, el de la "libertad", el de 1936 el del "honor de la libertad", en 1937, el del "trabajo", en 1938, el de la "Gran Alemania" y en 1939 debía ser el de la paz, pero fue paradójicamente anulado porque se necesitaban trenes para transportar soldados hacia el frente (Baczko, 1991: 110).
A comienzos de octubre se realizaba la Acción de Gracias en Bückeberg, cerca de Hameln. El 9 de noviembre se conmemoraba a los caídos del movimiento llevando, desde Feldherrnhalle a la Plaza Real en Münich, los 16 ataúdes que simbolizaban los muertos de 1923 (Nolte, 1994: 357; Gallego, 2001: 299). Finalmente en diciembre se celebraba la Navidad pero, según Ernst Nolte, se estaba pensando sustituirla por otra fiesta de carácter no cristiano, el "solsticio hiemal", cuando se iniciara la avanzada contra la iglesia (1994: 357).
Esta imposición de días festivos constituyó una batalla por imponer un nuevo imaginario: el nazi. Se implementó a través de la supresión del viejo calendario y la ocupación de ese espacio simbólico con nuevas fechas y ritos cargados de otros contenidos que serían, necesariamente, los que la población debía acatar y aceptar. Al margen de los significados y contenidos propios de cada fecha y su ritual respectivo, el calendario nazi demuestra una clara voluntad por la invención de la tradición en el sentido expresado por Eric Hobsbawm (1991). El régimen de Hitler actuó conscientemente en la creación de tradiciones inventadas buscando vincularse con un pasado venerable. Esto se observa en cada uno de los rituales y particularmente en el de los caídos, del 9 de noviembre, donde se vinculaba al nazismo con el Putsch de 1923; lo mismo ocurre con la Conmemoración de los Héroes, con la cual el movimiento se enlazaba con la Primera Guerra Mundial. Todas estas tradiciones pasaron a ocupar un espacio concreto y real en la vida de los alemanes, lo cual favoreció la acción de intromisión "imaginaria" del nazismo.
Las congregaciones y la psicología de masas en la visión del nazismo
Todas estas fechas traían aparejada alguna ceremonia en la cual se daban cita enormes cantidades de personas. La trascendencia de las reuniones de carácter masivo, donde los participantes se mezclaran, perdieran su individualidad, se enajenaran y se sintieran miembros de una comunidad, participando de un espíritu de cuerpo del que se carecía al permanecer aislado, fue valorada por Hitler en Mein Kampf. Allí sostuvo:
La Asamblea popular es, desde luego, indispensable porque el individuo que [...] se siente huraño al principio, entregándose fácilmente al temor del aislamiento, encuentra allí el cuadro de una comunidad numerosa, lo cual tiene, para la mayoría de las gentes, influencia reconfortante y alentadora [...]
El sentimiento de comunidad que inspira la manifestación colectiva no sólo alecciona al individuo, sino que cohesiona y contribuye también a crear el espíritu de cuerpo. La voluntad, el ansia y también la energía de miles se acumula en cada uno. El hombre que, lleno de dudas y vacilaciones, entra en una tal asamblea, sale de ella íntimamente reconfortado; se convirtió en miembro de una comunida d ( Hitler, s/f: 199).
Esta valoración positiva estaba fundada en su experiencia al ver los mítines marxistas en donde miles de personas, identificadas por símbolos, daban una imagen de totalidad imponente. Es por ello que el Führer reconocía su utilidad para la captación psicológica del "hombre del pueblo" (Hitler, s/f: 204). Además porque creía que, en esas condiciones de masificación y despersonalización, el mensaje brindado podía llegar rápidamente e imprimirse de una manera durable (Hitler, s/f: 196-198). Esto se fundaba en la concepción profundamente irracional que tenía de la masa, porque, según afirmaba, ésta era más sentimental que racional (Hitler, s/f: 190). Hermann Rauschning refirió que Hitler sostenía que las masas, si bien tienen órganos de crítica, funcionan de una manera diferente a los del individuo, con un aparato intelectual y sensorial simple y primitivo, por lo que sólo podía manejarse si era fanatizada. En su obra testimonial, el mencionado autor recoge diálogos sostenidos con el Führer, en los que éste manifestaba lo siguiente:
...Fanaticé a la masa para hacer de ella el instrumento de mi política. La desperté. La obligué a elevarse por encima de sí misma, le di un sentido y una función. Se me ha reprochado el despertar en la masa los más bajos instintos. No hago tal. Si me presento ante ella con argumentos razonables, no me comprende; pero cuando despierto en ella sentimientos que le convienen, sigue inmediatamente la voz de orden que le doy. En una asamblea de masa, no queda sitio para el pensamiento. Y como he menester precisamente de crear tal ambiente, por cuanto él sólo me proporciona la certeza que mis discursos producirán el efecto máximo, hago intervenir en mis reuniones el mayor número posible de auditores de todo pelo y los constriño a fundirse en la masa, que lo quieran o no: intelectuales, burgueses a la par de los obreros. Agito al pueblo y lo trabajo hasta hacer de él una sola masa [...] Más rica es la mezcla de los ingredientes humanos campesinos, obreros, funcionarios, más el amalgama toma el carácter típico de una masa desindividualizada. [...] lo que decís al pueblo, cuando forma una masa, en cuanto se encuentra en un estado receptivo de devoción fanática, eso se imprime y queda cual sugestión hipnótica; es una impregnación indeleble que resiste cualquier argumentación razonable . ( Rauschning, 1940: 184-5).14
De esta manera, es bien claro que la utilización de las congregaciones masivas, en ambientes especialmente acondicionados, con un protocolo específico, estaban preconcebidas por los ideólogos del régimen. Hitler entendía que mediante este tipo de reuniones el individuo desaparecía para dar lugar a la masa, y allí se lo fanatizaba de manera tal como para crear las condiciones de receptividad que hacían posible la inculcación de un determinado mensaje. Es por ello que se le dio tanta trascendencia a estas reuniones dentro del régimen nazi, pues fueron consideradas como un medio para la asimilación de las ideas que se quería imponer.
Un caso concreto: el Parteitag de 1934. Interpretaciones funcionales y hermenéuticas
Vista la cantidad de ceremonias previstas por el nuevo calendario y la valoración positiva de las congregaciones realizada por Hitler, el paso siguiente es focalizar una manifestación en particular, para reconocer en ella posibles funciones y significados que encerraba.
La reunión central del movimiento nazi era el Congreso del Partido, el Parteitag. Realizado desde la fundación del NSDAP, una vez en el poder se convirtió en un acto de reafirmación ideológica, y se enmarcó en un complejo arquitectónico monumental construido en la ciudad de Nüremberg. Tenemos la oportunidad de conocer íntegramente un congreso gracias a la filmación de un documental por parte de Leni Riefenstahl, El triunfo de la voluntad. En él se ha registrado el desarrollo del Parteitag de 1934, siendo por lo tanto la fuente privilegiada para su estudio15.
George Mosse sostiene que estas acciones de realización dramática deben ser entendidas como la utilización de un "nuevo estilo político" nacido en Francia en el siglo XVIII, fundado en la idea de voluntad general. Para Alemania el autor defiende la continuidad del mismo desde las invasiones napoleónicas, siendo el nazismo su apogeo. Este estilo se fundaba en la creación de mitos, ritos, ceremonias y símbolos que sostuvieran una especie de religión laica, mediante la cual se transformara al pueblo en una fuerza coherente en términos del nazismo (1994: 97-115). Stanley Payne agrega que "su objetivo consistía en envolver a los participantes en una mística y una comunidad de ritos que apelaba a lo estético y a lo espiritual tanto como a lo meramente político" (1995: 21). Aceptando estas conclusiones como válidas, a continuación se realiza una puntualización de los significados y funcionalidades concretas de esta ceremonia de 1934.
Movilización, masificación y expresión
En primer lugar, este ritual debe entenderse como una demostración de la capacidad del régimen para movilizar enormes cantidades de personas desde los puntos más distantes del país. Para 1934, casi medio millón de personas se concentraron en Nüremberg (Mosse, 1963: 365), y específicamente el film se encarga de mostrar que la población fue arribando desde distintas regiones del Reich16. Esta convocatoria era una clara manifestación de poder17 por parte de Hitler, puesto que demostraba su capacidad para llevar adelante una movilización controlada de masas. En este sentido, esta acción iba destinada a sus oponentes, tanto internos como externos, a modo de advertencia.
Además, esta congregación masiva, en que se apelaba y conminaba a los seguidores a actuar de un modo determinado en esta escenificación del poder, deber ser comprendida como un modo de brindar un tipo de expresión política. George L. Mosse, sostiene que "fueron los mitos y cultos los que dieron al fascismo una base desde donde operar y lo pusieron en situación de representar una alternativa a la democracia parlamentaria" (1994: 100). Muchos creyeron que el régimen permitía una expresión más amplia que la de Weimar, porque estos mecanismos daban la oportunidad de manifestarse públicamente de una manera ordenada, donde cada uno tenía su lugar evitando la confusión. A posteriori, podemos observar que esto fue una ficción que se materializó en el régimen más atroz de la historia contemporánea, pero en su momento cristalizó la voluntad de que las masas creyeran que participaban en política de una forma reglada, dirigida.
Por otra parte, en este ritual es perceptible la concreción del deseo de Hitler de alcanzar la transformación de los individuos en la masa. A través de la ceremonia, las individualidades y el pueblo pasaban a ser esa fuerza coherente y orgánica que daba sustento al movimiento. Además, mediante ella, se pretendía mostrar que las personas alcanzaban una protección que individualmente no se poseía. Esta idea fue ampliamente explotada por la propaganda del movimiento nazi, mostrando su contraposición con la aparente situación de aislamiento y desamparo en que se encontraban los individuos bajo la República de Weimar.
A su vez, y englobando estos sentidos, la reunión también se vincula con una acción de claro corte totalista y totalitario. A través de la ceremonia, el Estado nazi intentó penetrar en los ámbitos privados, interfirió en la esfera privada determinando cuándo, cómo, dónde, por qué y para qué la población podía festejar, celebrar, conmemorar. Es decir, fue un instrumento más para el control total de la población, permitiendo que se digitara los momentos de ocio, de alegría, diluyendo los límites entre lo privado y lo público. Todo ello, y dada la extensión y magnitud de los actos, redundó no sólo en un control sobre la vida privada, sino también en la creación y organización de un tiempo colectivo, propio de las masas, pero ordenado desde el poder.
Integración y exclusión: la creación de la unidad. El líder y la comunidad
Esta movilización puede ser entendida a su vez con fines concretos para el partido y la nación alemana. En un sentido genérico, se sostiene que todas las ceremonias deben ser comprendidas como una acción destinada a crear "una unidad simbólica entre los participantes que se reconocen a sí mismos como miembros de una comunidad política dada" (Plotkin, 1993: 155). En el caso alemán, se afirmaba que los individuos que participaran dejarían de ser tales para convertirse en miembros de un cuerpo supraindividual, una gran comunidad, donde cada uno encontraría la fortaleza y razón de ser (Hitler, s/f: 199). En esta ceremonia, el NSDAP representaba el nuevo ser nacional, y todas las personas que intervenían, se integraban al nuevo orden. En el discurso de clausura del Congreso, Hitler lo expresaba de la siguiente manera:
El partido será la eterna elite política de la nación alemana. Será constante en su enseñanza, férreo en su organización y flexible y adaptable en sus tácticas, pero en su imagen será como un monasterio. Nuestro objetivo es que todos los alemanes decentes sean nacionalsocialistas pero que sólo los mejores pertenezcan al partido [...] Solo cuando nosotros, los miembros del partido, simbolicemos a través de la unidad la idea más sublime de la vida y la esencia del nacionalsocialismo, podrá el partido convertirse en el férreo pilar eterno del pueblo y del Reich alemán (Hitler, extraído de El triunfo de la voluntad ).
De esta forma, esta ceremonia estaría inventado y escenificando la integración a una colectividad, y a la vez pregonando una identidad. Este fue uno de los objetivos que impulsó el nazismo: el de recrear la volksgemeinschaft, la comunidad nacional orgánica, una comunidad étnica y moral integrada por miembros de una misma raza, donde desaparecerían las divisiones de clases y estaría sostenida por un equilibrio natural (Payne, 1995: 241). La propaganda nazi sostenía que:
...esta comunidad se había perdido, desgarrada y rota en la lucha de clases y la guerra civil, y Adolfo Hitler comprendió que había que resucitar ese credo de la comunidad antes de que pudiera remediarse la necesidad material. Un pueblo donde el interés individual prevalecía sobre el interés general tenía que perecer [... Hitler] hizo ver que el interés particular tiene que subordinarse al interés general y que la comunidad de todos es preferible a la lucha de clases y de corporaciones. [...] Y de esa manera surgieron esos cuadros que hoy conoce todo el mundo en los cuales millones de hombres fundidos espontáneamente en una unidad rinden homenaje a un hombr e (Alemania. Año Olímpico, 1936: s/p).
Se puede decir que para el nazismo, la idea de comunidad era sustancial, y veía en el partido el ejemplo a desarrollar para toda la nación alemana. Esta reunión del Parteitag era imagen de la sociedad que se quería fundar, era la esencia. Esta idea de comunidad orgánica es claramente percibible en diferentes instancias. Por un lado, en que en el partido se distinguen componentes diversos, donde cada uno se integra en ese todo mayor. Así, el Servicio de Trabajo, la Juventud Hitlerista, las SS, las SA, los miembros de la elite dirigente, y el mismo líder, aparecen como partes que se fusionan en ese cuerpo de una manera supuestamente "orgánica" y "natural". Pero por otro lado, porque no se distinguen diferencias de tipo socioeconómico. Sólo está el líder y la masa, y ésta última homogénea, uniformada, simulando un solo cuerpo y una sola voz. Y esa cohesión es lo que se buscaba transmitir una y otra vez. Así, los nacionalsocialistas sostenían que:
... donde la fe de Alemania en su Führer se manifiesta con más fuerza es en las grandes Asambleas del pueblo en Númberg (sic), cuando la voluntad unánime del Reich adquiere en sus hombres expresión jamás vista por el mundo. Aquí en las Asambleas del Partido en Númberg (sic) está verdaderamente representada toda Alemania para que le rinda cuenta de la labor realizada durante el año transcurrido y saber la norma para el venider o (Alemania. Año Olímpico, 1936: s/p).
Por esto mismo, la ceremonia actúa como un elemento de inclusión-exclusión de los miembros de la comunidad. En el documental observamos que los que participaban de la congregación eran todos hombres jóvenes, racialmente acordes a los dogmas nazi, que constituían ese "nosotros" que intentó definir Hitler y para el cual cobraba sentido todo este despliegue ceremonial. Un colectivo que era ampliado a todos aquellos que lo observaban como espectadores pasivos. Mosse sostiene que "everyone was supposed to be a participant in such mass displays, the spectator, too, had to feel that he was part of a mighty movement. Thus, the number of active participants about equalled the number of those who watched; this meant organizing the movements of huge masses of people" (1963: 365). Esta afirmación es fácilmente corroborable en el documental, ya que vemos las miles de personas que, no integrando el NSDAP, se agolparon en las calles para recibir al Führer o para observar los desfiles.
Como contrapartida de esta acción delimitadora de la identidad "... los rituales cumplen una función de exclusión, privando de legitimidad como contendientes políticos a quienes no participan de los mismos" (Plotkin, 1993: 155). En la misma ceremonia se define la alteridad, el distinto, el enemigo interno y externo, no sólo por lo que se dice en los discursos, sino por su ausencia visual y real. El comunista, el judío, y todos aquellos grupos humanos repudiados y perseguidos por el nazismo estaban ausentes de esta congregación. Bajo la homogeneidad de los uniformes, no quedaba lugar para "el otro", un otro que era excluido desde los universos simbólicos que la ceremonia representaba: "A los de afuera les parecerán extraños y misteriosos esos lazos que unen a cientos de miles de personas posibilitando que soporten la miseria y el sufrimiento" (Hitler, extraído de El triunfo...).
En síntesis, mediante la ceremonia se marcaba el propio ser, una identidad, y como contrapartida, la otredad. Muy especialmente en este congreso se pretendió mostrar una imagen de pleno consenso y la existencia de una comunidad orgánica, mucho más cuando sabemos que, pese a las aspiraciones totalistas, el nazismo fracasó en la concreción de la pretendida unidad espiritual y material18. Justamente ante este fracaso es que cobra mayor importancia el ceremonial, puesto que por él se brindaba una imagen unitaria tanto a los alemanes como a los extranjeros, y esto contribuyó a sostener esta ficción, creando las representaciones de que en Alemania existía tal comunidad, que era un hecho. En el caso concreto de este Parteitag, esta acción de integración en pos de evitar fisuras en la comunidad tuvo especial interés debido a las circunstancias históricas que habían tenido lugar meses atrás. El 30 de junio de 1934 escuadras de las SS habían asesinado a miembros de la SA con el fin de reafirmar el control completo de Hitler sobre el movimiento y evitar la radicalización de la "revolución nacionalsocialista" que pretendía el descabezamiento del ejército profesional y la ocupación de todos los cargos por parte de las SA (Payne, 1995: 226; Gallego, 2001: 283-284). Este hecho fue conocido como la "Noche de los Cuchillos Largos", y si bien fue una manifestación de fuerza y poder por parte de Hitler, pudo haber significado un quiebre en la unidad del movimiento. Por ello, en el discurso del Parteitag de septiembre de 1934, Hitler dedicó una parte a saldar estas heridas y evitar la disgregación, peligro que según lo expresado por Brian Winston era plausible (1997: 27). Hitler dijo:
Hombres de las SA y SS, hace pocos meses una sombra negra se cernía sobre nuestro movimiento. La SA tuvo tan poco que ver como cualquier otra institución del Partido. En la creación de esa sombra negra hubo quienes creyeron sin duda que la primer ruptura aparecería dentro del Partido. ¡Pero está firme como este bloque de piedra ! Y ya nada en Alemania podrá quebrarlo [...] Estamos firmemente unidos por nuestra Alemania. Y debemos seguir manteniendo unida esta Alemania ... ( Hitler, extraído de El triunfo...).
Otro punto importante a destacar es que, a la par que el ritual favorecía la creación simbólica de la comunidad, se fortalecía la imagen y el mito del líder19. Esto era de vital importancia porque el NSDAP y el Estado Nazi estaban fundamentados en el fuhrerprinzip. La centralidad de Hitler como líder supremo está manifiesta en todas las escenas del documental. Como jefe del movimiento, Hitler arriba a la ciudad, saluda a los participantes y espectadores, es aclamado una y otra vez con el ¡Heil Hitler!, es quien realiza la ceremonia de los mártires y la consagración de las banderas. Toda la liturgia afirma la sensación de que el líder aparece revestido de un velo místico, cuasi mesiánica. Tal vez la situación más lograda sea en la ambientación del discurso final, donde la sala queda dividida por la oscuridad -el lugar de las masas- y la luminosidad -el ámbito del Führer. Además, las prácticas propias de este ritual transmiten el carácter casi místico que se pretendía dar al liderazgo de Hitler: la imagen más extática tal vez sea cuando éste, tocando la bandera nazi, saluda a algunos miembros de su "feligresía".
De esta manera, mediante la ceremonia, se operaba la fusión y comunión entre estos dos elementos ya detallados: la comunidad y el líder. En un sentido genérico, se puede sostener que a través de todo encuentro ceremonial se materializa un vínculo carismático y se legitiman las bases del consenso y del régimen político instaurado (Plotkin, 1993: 155). Era la reafirmación de la aceptación colectiva del poder establecido y de quienes lo encarnaban. Ferrán Gallego, sostiene que este ritual "se trata de una fase de alta densidad que no puede sostenerse permanentemente, pero que, mientras dura, concreta la existencia real de la comunidad en un ambiente repleto de símbolos que obliga a la participación y recompensa con la sensación vertiginosa de ser una parte fundamental de un mismo cuerpo místico, una célula esencial y anónima en el fluido orgánico de la nación" (2001: 296). El pueblo pasaba a ser uno con su líder. Esta simbiosis casi religiosa queda expresada en la disposición de las diferentes escenas del Congreso donde los seguidores se enfrentan a modo de espejo al líder, y éste se dirige a ellos. Además, en las frases está explícitamente manifiesta esta idea de unión con el führer:
... Un pueblo, un Führer. Un país, una Alemania ...
... Usted es Alemania. Cuando Usted actúa, la nación toda lo hace. Cuando Usted juzga, todo el pueblo juzga. [...] Por su liderazgo Alemania logrará su objetivo, ser una patria. Fue garantía de victoria, y será garantía de paz ...
... El partido es Hitler. Pero Hitler es Alemania, así como Alemania es Hitler.. . (Hitler, extraído de El Triunfo...)
Por ello, el propio Hitler definirá este congreso como una gran reunión personal y espiritual: "...Los millones de Alemanes fuera de nuestras filas podrán juzgar que es sólo un espectáculo imponente de poderío político. Significa muchísimo más para millones de combatientes. Una gran reunión personal y espiritual..." (Hitler, extraído de El triunfo...).
Construcción social: jerarquización y moralización
Otro aspecto a tener en cuenta, es que esta ceremonia estaría plasmando una especial jerarquización de la sociedad. Si bien el nazismo sostenía la existencia de una comunidad igualitaria, al mismo tiempo mantenía fuertes jerarquías internas. En el ritual, esas diferencias eran claramente visibles entre las masas y los líderes del movimiento, y a su vez de éstos respecto al führer.
En este sentido, el ritual actuaba teatralizando roles, porque esta diferenciación, en estos contextos, se internalizaba como una división social natural y acorde al nuevo orden. Al designar la jerarquía, definía el lugar de cada uno en el todo social, con lo cual, no sólo ordenaba, sino que otorgaba una identidad individual a cada participante. Por todo ello, esta acción puede ser leída en términos de formación de estructuras estructurantes. Mediante la identificación de determinados sectores con el trabajo (Servicio de Trabajo), la defensa (SA y SS), la conducción (líder), cada uno reconocía su rol en la comunidad orgánica y asumía ese principio de visión y división, de enclasamiento, que estaban encubiertos en el ritual. Además, el pueblo en general también podía identificar su rol: admirar, aplaudir y vivar a Hitler y su poderío, más no participar activamente en la ceremonia.
A su vez, junto a estos principios de división, se operaba la transmisión de ciertos valores, convirtiéndose el ritual en difusor de la moral que se deseaba impere en la sociedad. Esto puede observarse en las prácticas concretas y en los discursos, donde se registra la primacía de determinados valores por encima de otros. La juventud es continuamente resaltada, representada en los miles de jóvenes que se agolpan en las filas del movimiento, en los que se deposita la esperanza del futuro de Alemania20. El orden y la sumisión también están claramente escenificados en las disposiciones geométricas en que se mueve la población. Esta exaltación de estos valores era a la vez reforzada por las palabras del Führer:
Mi Juventud alemana, [...] Quienes están aquí hoy en este estadio son muestra representativa de los jóvenes de toda Alemania. Queremos que ustedes los muchachos alemanes y las muchachas absorban lo que algún día esperamos para Alemania. Queremos ser un pueblo unido, y ustedes, su juventud, será ese pueblo. Ya no queremos que haya castas y clases. Y ustedes deberían incorporar también esa idea. Queremos ser un pueblo unido y para eso Ustedes deben educarse. Queremos que este pueblo sea obediente por lo que Ustedes deben ejercer la obediencia. Este pueblo debe ser pacífico y a la vez tener coraje, por lo que deben ser pacíficos y a la vez tener coraje. No queremos que este pueblo sea blando, algún día necesitaremos ser fuertes y duros. [...] Y cuando ya no estemos aquí Ustedes deben llevar la bandera que alguna vez levantamos de la nada. Sus manos deben cargar esa bandera. Se que no puede ser de otra manera porque Ustedes son la sangre de nuestra sangre. En vuestras mentes está el mismo espíritu que en nosotros. No pueden estar sino unidos a nosotros. Y cuando las columnas de nuestro movimiento marchen victoriosas a través de Alemania se que allí estarán Ustedes (Hitler, extraído de El triunfo...).
En este fragmento aparece no sólo la importancia dada a la juventud sino también diversos valores que en ella se esperaba crear -unión, coraje, obediencia- que son también los mostrados por el ritual en sí mismo. Junto a ello, también se observa la masculinidad como tópico del movimiento, puesto que en las filas no aparecen mujeres. Además, entre los valores destacados por el nazismo se encontraba también la idealización del trabajo, representado en los miles de hombres jóvenes vestidos como soldados pero armados con la pala, reivindicado por Hitler cuando se dirige a los miembros del Servicio de Trabajo:
Miembros de mi Servicio de Trabajo, por primera vez desfilan ante mí y por lo tanto ante el pueblo alemán. Representan una gran idea. Sabemos que para millones de nuestros camaradas el trabajo ya no será un factor de división. Será en cambio una fuerza que nos una a todos. En particular ya nadie que viva en Alemania pensará que el trabajo manual es inferior a otras formas de trabaj o ( Hitler, extraído de El triunfo ... ).
En fin, se puede decir que las prácticas concretas del ritual actuaron como difusoras de la idea social y moral del nazismo. Mediante la asistencia a cada acto, el cumplimiento de roles específicos y el impacto visual, se buscaba crear los habitus y visiones que el régimen deseaba imponer. La práctica reiterada y repetida de estas acciones redundaría en la formación del nuevo imaginario en el que se destacaban estos valores.
La ideología escenificada
Habiendo observado las ideas que encierra el ceremonial, considero que también puede ser interpretado como una objetivación de lo que sería la ideología nazi, su materialización en algo concreto y externo a los individuos.
Como ya se expresó, esta ceremonia era la escenificación de dos ideas básicas del nazismo: la volksgemeinschaft y el fuhrerprinzip. Y justamente por ello, se constituyó en la concreción de la utopía nazi (Baczko, 1991: 109), en la expresión visual y experiencial de lo que podía y debía ser la futura sociedad nacionalsocialista. Una sociedad ordenada, racialmente pura y esencialmente masculina, guiada por un líder, con especial preferencia en la juventud, y que hacía cuerpo la frase "ein Volk, ein Reich, ein Führer". Comunidad que en apariencia sería igualitaria, pero a la vez fuertemente estratificada, puesto que las diferencias sustanciales entre la elite y la masa estaban dadas por su cercanía al líder. En este sentido, esta escenificación expresaba el "querer ser" de la comunidad postulado por el nazismo. Pero además, materializaba el ideal del partido único defendido e implantado por Hitler. El ritual negaba la existencia de cualquier otro movimiento, puesto que el NSDAP actuaba como el representante único de toda la nación.
Junto a esto, la ceremonia manifiesta esa fusión de pasado-presente-futuro implícita en todas las ideologías. Claramente vemos que en el ritual se alude a esos tres tiempos. El pasado, representado en la veneración de los mártires del movimiento (los del Putsch de 1923, que a su vez eran motivo de otra ceremonia) y de los héroes de la Gran Guerra21. El presente, representado en la misma convocatoria al ritual, en la potencia actual, en el renacer económico y armamentista que se vivía, en las jerarquías nazi que actuaban como los elegidos de esa generación. Y el futuro, imaginado en las juventudes hitleristas, pero también en la visión total de la conmemoración, y expresado en el contexto en que se enmarca, en las construcciones monumentales que simbolizaban la eternidad del movimiento.
En fin, a través de la ceremonia, el nazismo encontró un medio adecuado de expresión de su "ideología antiideológica, [...que se manifestó] más estética que teóricamente por medio de un nuevo estilo político, y por mitos, ritos y símbolos como una religión laica" -según la definición de Gentile de uno de los elementos orientativos del fascismo (cit. por Payne, 1995: 32).
La política convertida en religión
Otra idea que puede servir para entender el papel que cumplieron estas ceremonias y rituales dentro del nazismo es enfocarlas desde el tipo de movimiento que pretendía Hitler. Si atendemos a lo ya expuesto más lo dicho por autores como Payne (1995: 246), podemos establecer que Hitler se proponía que la ideología aria cumpliera una función religiosa. El historiador antes mencionado sostiene que hay indicios para pensar que Hitler pensaba erradicar el cristianismo de Europa Central después de cumplir su etapa expansiva, por constituir esto parte de la revolución racial nórdica. La intención del Führer era convertir su movimiento en una suerte de culto religioso de carácter laico y político. La aspiración de alcanzar un movimiento que pasara más por la pasión que por la razón, ya estaba prevista en Mi Lucha (vide supra), por ello se descartó la elaboración de un programa preciso, con coherencia interna, y sólo se sostuvieron algunas generalidades (vgr. los "veinticinco puntos"). En este sentido, se pretendía que la actitud frente al mismo fuese más la de una religión que la de un partido político. No en vano Hitler decía que "la imagen [del partido] será como un monasterio" (extraído de El triunfo...).
En la medida que aspiraba a conformarse en una especie de culto, el nazismo debía contar con una serie de ritos, realizados en fechas fijas y con características específicas. Como ya vimos, la liturgia en sí postulaba una adoración por el líder, una creencia firme en su dogma, que no podía ser cuestionada ni refutada. La ceremonia del Parteitag era el ritual por excelencia de este movimiento, en tanto en él se integraban feligreses y guía. Albert Speer, el arquitecto principal de Hitler, escribió que "cuando el ritual estaba formalmente establecido -de hecho casi canonizado- era cuando yo me daba cuenta de que el espectáculo había que tomarlo literalmente. Siempre he creído en todos aquellos desfiles, procesiones y ceremonias de iniciación como parte de una virtuosa recreación propagandística. Ahora veo claramente que para Hitler era como fundar una Iglesia" (cit. por Clark, 1997: 52).
Este accionar convirtió al nazismo en lo que Claude Riviere ha denominado religión política, que se caracteriza porque existe un poder político que ejerce su autoridad no sólo en la esfera política sino sobre toda la vida social, y a la vez, define todo un sistema de normas y valores; además, los elementos religiosos se encuadran en una sacralización de lo político (cit. por Plotkin, 1994: 136-137). Si observamos el accionar del nazismo vemos que actuó como tal puesto que ejerció autoridad y control sobre todos los aspectos de la vida, a la vez que operó una sacralización de lo político, lo cual fue asumido como algo místico. En este sentido Hitler se preguntaba "... cómo podría algo como esto crecer de la nada si no estuviera basado en un gran mandamiento. No es una autoridad terrenal lo que nos da el mandamiento, sino Dios quién creó nuestro pueblo... " (extraído de El triunfo...).
Esta idea de convertir el movimiento en una religión, estaba ya anticipada en Mi Lucha, cuando estimaba la importancia de la religión para una sociedad y la posibilidad de sustituirla:
Para el político, la apreciación del valor de una religión debe regirse menos por las deficiencias quizás menos innatas en ella, que por la bondad cualitativa de un substituto doctrinal visiblemente mejor. Pero mientras no se haya encontrado un tal substituto, sólo los locos o los criminales podrían atreverse a demoler lo existent e ( Hitler, s/f: 122).
Los símbolos, los ambientes: creación de realidades cargadas de sentidos.
Con lo dicho hasta aquí, se ha podido observar que el desarrollo de esta "política teatral" fue acompañado de la construcción de símbolos, espacios y ámbitos especiales que completaban el sentido de tales prácticas.
La arquitectura, junto a los emblemas propios del régimen, pueden ser abordados desde una perspectiva semiótica22: ser leídos como signos en general23 o específicamente símbolos. Entendiendo por estos últimos a los objetos que se les asigna un valor y cuya evocación remite a una estructura de representación que orienta la acción de los individuos que le atribuyen una significación valorizada.
La arquitectura siempre ha actuado como un sistema semiótico, es decir, como una condensación de una serie de contenidos simbólicos24. El deseo de Hitler de que el movimiento y el renacer de Alemania fuese por la eternidad, trajo aparejado la concreción de una serie de edificios monumentales que significaron por sí mismos la encarnación de estas ideas. Chueca Goitía sostiene que la faz de la arquitectura alemana cambió de la noche a la mañana con el advenimiento de Hitler, y que pocas veces un dictador se ha sentido tan necesitado de mantener su gesto y su ideología con un potente aparato arquitectónico (1989: 43).
Estas estructuras arquitectónicas eran operativas para la movilización masiva porque permitían los despliegues de miles de personas. Si observamos el complejo de Nüremberg vemos la monumentalidad de esos edificios25, pero la misma no sólo era funcional sino que también era simbólica. Por un lado, manifestaba en sí misma los deseos de grandeza y dominio total por parte del movimiento, pero por otro, pretendía impactar a los asistentes y mostrar la pequeñez del hombre sólo frente a los símbolos del nuevo estado. Además, en ellos nuevamente la utopía del nazismo se objetivó, en este caso, se plasmó en piedra26. La eternidad, la grandiosidad que se esperaba para el Tercer Reich fueron algunos de los temas que se trató de mostrar en los edificios. Y a su vez, también estos complejos arquitectónicos actuaron vinculándose a un pasado por ellos venerado: el helénico, en tanto Hitler lo asociaba a la presencia de la raza aria27.
Según Toby Clark, estos "enormes espacios arquitectónicos estaban construidos a propósito, derivando su diseño de una combinación de estadios deportivos y escenarios de los musicales de Hollywood. Las concentraciones tomaron también prestadas las tempranas innovaciones teatrales del período de Weimar, y en concreto el ideal de Gesamtkunstwerk, la obra de arte total, en que se fundían drama, coreografía, música y arquitectura en una experiencia global" (1997: 49-51).
Albert Speer, el arquitecto que trató de materializar los deseos de Hitler, no solo ideó estos edificios especialmente pensados para las concentraciones masivas, sino que también construyó la Nueva Cancillería, la Casa de Arte Alemán, la Casa de la Educación Alemana de Bayreuth, el Campo de Deportes, la Casa del Deporte, el Teatro al Aire Libre y los monumentos del partido en la Königliche Platz de Münich. El significado que se les quiso dar fue que todas estas construcciones y monumentos fuesen la expresión de un nuevo hombre que "...crea también un nuevo arte, como él, de serena gravedad y de notable equilibrio. Odia la pompa y la hipérbole y muestra en su forma sencilla, recta y fuerte la franqueza sin rodeos y la belleza de la Nueva Alemania" (Alemania. Año Olímpico, 1936: s/p). Por ello adquirían enorme importancia en las concentraciones masivas, en las que, no sólo la liturgia expresaba la volksgemeinschaft, sino también los edificios y espacios en que se desarrollaban.
Además, todos estos ambientes estaban recubiertos de una serie de símbolos que transmitían determinadas ideas e imágenes, y que en virtud del contexto actuaban como llamadas al orden que predisponían a determinada acción. En este sentido, debemos reconocer que todo régimen se ha rodeado de emblemas que actúan como representaciones del poder (Baczko, 1991: 8). El nazismo no fue la excepción, y su utilización fue exacerbada al extremo. Hitler, en Mi Lucha, reconoció explícitamente la importancia de los símbolos para identificar a las personas y revelar la pertenencia a un grupo distinguiéndolo de los otros (s/f: 204-205). Además, era consciente de que en un símbolo se expresaban muchas ideas y por eso pretendía la realización de uno que fuese la síntesis de las aspiraciones del movimiento:
La cuestión de nuestra bandera [...] nos preocupó [...] muy intensamente. [...] Por mi parte me pronuncié por la conservación de los antiguos colores, no sólo porque, como soldado, son para mí lo más sagrado de la vida, sino también por su efecto estético, ya que mejor que cualquier otra combinación armonizan con mi propio modo de sentir. Yo mismo [...] logré precisar una forma definitiva; sobre un fondo rojo, un disco blanco y en el centro de éste, la cruz gamada de negro. [...]
En el verano de 1920 lucimos por primera vez nuestra bandera. Correspondía admirablemente a la índole de nuestro naciente movimiento: jóvenes y nuevos eran ambos.
¡Y es realmente un símbolo! No sólo porque mediante esos colores, ardientemente amados por nosotros y que tantas glorias conquistaron para el pueblo alemán, testimoniamos nuestro respeto al pasado, sino porque eran también la mejor encarnación de los propósitos del movimiento. Como socialistas nacionales, vemos en nuestra bandera nuestro programa. En el rojo, el ideal social del movimiento; en el blanco, la idea nacionalista; y en la swástica, la misión de luchar por la victoria del hombre ario y al mismo tiempo, por el triunfo de la idea del trabajo productivo, idea que es y será siempre antisemit a ( Hitler, s/f: 205-206).
Claramente se observa en este fragmento ese contenido biplánico del símbolo: por un lado está el objeto material, la bandera, sus colores; por el otro, el significado que se le quiere otorgar, sólo captable en su totalidad para aquellos que poseen ese código. La importancia de estos símbolos era tal que en el Parteitag, se dedica una ceremonia a la entrega y proclamación de los mismos (ese acto ya referido en que el Führer, tocando las banderas, saludaba uno a uno a sus portadores).
Es importante decir que los símbolos no sólo fueron visuales, sino también auditivos. Estos últimos, muy bien captados por Leni Riefensthal, no solamente eran las aclamaciones ("Heil Hitler", "ein Volk, ein Reich, ein Führer"), sino también himnos y cánticos. Estos actuaban también definiendo al grupo y expresando significados concretos de una manera fácil de repetir. Por ejemplo, al finalizar el Congreso se entonó: "Los escuadrones están bien altos, las SA marchando con paso firme y decidido, los camaradas muertos en el frente rojo y en los reaccionarios, marchan con nosotros en espíritu por todas las filas" (extraído de El triunfo...).28
De esta manera, dentro del campo político de la República de Weimar, el nazismo insertó estos símbolos que le otorgaban identidad, y que le diferenciaba de otros movimientos. Una vez en el poder, los implantó en toda Alemania, haciendo de los símbolos del partido, los emblemas de la nación y la patria. Así, los individuos que se enfrentaban a ellos, que los veían, que los llevaban, inmediatamente se representaban la "realidad" a la que remitía y se sometían a su poder. Es decir, por un lado, el símbolo actuaba como una materialización concreta de una ideología y remitía a una existencia real (en este caso, el movimiento nazi), pero por el otro, demandaba gestos y respuestas de parte de los que lo reconocían como tales y se sometían a él.
En definitiva, todos estos emblemas no funcionaron sólo como meros adornos sino que, como lugares privilegiados del campo simbólico, fortalecieron la dominación efectiva sobre la población a través de la conjugación de relaciones de sentido y de poder (Baczko, 1991: 16). Ante ellos, la gente respondía de una manera acorde a la voluntad del partido. El símbolo era una llamada al orden en el sentido de imponer determinada manera de actuar y comportarse.
A modo de conclusión
Habiendo recorrido este camino, considero que la hipótesis inicial ha sido corroborada: las ceremonias políticas en general, pero específicamente la del Parteitag de 1934, fueron funcionales al régimen instaurado en Alemania entre 1933-1945. Mediante estas prácticas, el nazismo pretendió que la población internalizase su nueva doxa, formando habitus y estructuras estructurantes que llegasen al imaginario social y desde él, le dieran legitimidad y poder, y garantizaran el control sobre la vida social, cultural y política.
Particularmente en el Congreso del Partido se ha podido observar cómo esta ceremonia posibilitó una movilización masiva de la población, su transmutación en masa, brindando a su vez un modo particular de expresión política y creando un sentimiento de identidad y pertenencia entre los participantes. Además, por medio de ella, se lograba la escenificación y objetivación de la ideología nazi, permitiendo plasmar la imagen de una comunidad homogénea que, guiada por un líder, tenía un mandato supraterreno. Por otra parte, mediante estas prácticas, se buscaba fomentar determinados valores y jerarquías sociales que, gracias a la repetición sistemática, serían internalizados por las personas que compartían ese universo simbólico. Todo esto fue reforzado por la presencia de símbolos a través de los cuales se resumía, sintetizaba y condensaba significados profundos.
En definitiva, toda esta liturgia convirtió al nazismo en una religión política. La misma fue concebida desde un poder que deseó materializar un dominio total sobre la población.
De esta manera se ha abordado un aspecto trascendente del fenómeno del nazismo, que permite avanzar en la comprensión del por qué un régimen autoritario, violento, profundamente racista, xenófobo y criminal, logró amplio acatamiento y convocatoria en la población. Hecho que no se explica solamente por la coerción física ejercida por el estado y fuerzas paraestatales. No obstante, y para tener una visión más acabada del fenómeno, este estudio debería continuarse y ampliarse con futuras investigaciones. Estas comprenderían el recorrido de nuevas fuentes que permitiesen arribar a una visión más global de estas prácticas simbólicas. Por una parte, se debería describir, interpretar y comparar el resto de las ceremonias nazi, y observarlas no sólo en los centros de poder, sino en diferentes ciudades, especialmente en aquellas en que no participaba la cúpula del NSDAP. El objetivo sería registrar si en ellas se manifestaban las mismas ideas que se definen en este trabajo, para así corroborar o modificar la hipótesis propuesta. A su vez, debería completarse indagando respecto a las vivencias de los partícipes en estas ceremonias, con la intención de conocer qué sentían, qué significados otorgaban a las ceremonias, si era algo espontáneo, internalizado plenamente o no, y así contrastar si lo que se esperaba desde el poder aconteció realmente en las personas del pueblo.
Notas
1 Zorro Negro. La verdadera historia de Adolf Hitler, 1962.
2 Distinción totalista y totalitario vide infra, cita 9.
3 Para el contexto histórico véase Noakes, 1983; Payne, 1995; Berstein, 1996; Ferrán Gallego, 2000 y 2001; entre otros.
4 El NSDAP era un partido de extrema derecha, fundado a comienzos de 1920, y organizado sobre la base del führerprinzip -principio de liderazgo- con lo cual toda la autoridad residía en su jefe, Hitler. Contaba con milicias propias, y con una serie de organizaciones subsidiarias. Exigía la supresión del Tratado de Versalles como ignominioso para Alemania. Propugnaba un "socialismo nacional" y bogaba por la unión de todos los alemanes considerados como una raza superior. Era un movimiento profundamente xenófobo y antisemita, que denunciaba a los judíos y a los comunistas como enemigos de la patria. Aspiraba a constituirse en un partido multiclasista, representante único de toda Alemania.
5 Esto es así en tanto "a través de estos imaginarios sociales, una colectividad designa su identidad elaborando una representación de sí misma; marca la distribución de los papeles y las posiciones sociales; expresa e impone ciertas creencias comunes, fijando especialmente modelos formadores como el del ‘jefe' [...] El imaginario social es una de las fuerzas reguladoras de la vida colectiva [...] y en especial del ejercicio del poder [...]. En el corazón mismo del imaginario social [...] se encuentra el problema del poder legítimo [...] de las representaciones fundadoras de la legitimidad." (Baczko, 1991: 28).
6 Para explicar el ascenso del nazismo, los autores consultados destacan las condiciones objetivas que los diferentes sectores de la población vivieron entre el fin de la Primera Guerra Mundial y 1933, haciendo hincapié en la crisis económica, desocupación, fragilidad política, tendencia a la radicalización política (en particular Payne, 1995: 216-227).
7 Payne (1995) refiere en múltiples oportunidades los temas principales del nazismo: la salvación económica, el nacionalismo y el anticomunismo (p.218). Promesas de protección contra el marxismo, de reacción contra el sistema americano de alto capitalismo (p.219). Este autor sostiene que "dos aspectos de la estrategia nazi la hacían especialmente eficaz. Por una parte, su propaganda apelaba en sus propios términos a cada uno de los principales sectores de la sociedad, prometiendo soluciones a sus problemas económicos. Por la otra, los nazis se proclamaban como el único movimiento verdaderamente pangermánico, por encima de los partidos, las clases y las facciones, y por esto afirmaban que Hitler era el único verdadero líder nacional con un programa para la sociedad entera, capaz de salvar del desastre a la patria" (p.218).
8 Friedrich y Brzezinski dicen que el totalismo es la "pasión por la unanimidad", un deseo de control total sobre la vida diaria de los ciudadanos, sus actividades, pensamientos y actitudes. Esta aspiración fue compartida por muchos movimientos históricos, pero en el siglo XX se puede hablar de totalitarismo o dictadura totalitaria debido a los medios de control sobre la población (1981: 237-248).
9 "La doxa es un punto de vista particular, el punto de vista de los dominantes, que se presenta y se impone como punto de vista universal; el punto de vista de los que dominan dominando al Estado..." (Bourdieu, 1996: 26).
10 Bourdieu entiende que habitus "designa la inculcación en hombres y mujeres de un conjunto de disposiciones duraderas que genera prácticas particulares. [...] Tiende a generar en los agentes sociales las aspiraciones y acciones que son compatibles con los requisitos objetivos de sus circunstancias sociales" (Eagleton, 1997: 200-201). Un recorrido por las variantes en la noción de habitus véase en Gutierrez (1994: 44-55).
11 El proceso de concentración del poder en manos de Hitler fue sumamente rápido a través de una serie de leyes y decretos que en los hechos dejaron sin efecto la constitución de la República de Weimar: el incendio del Reichstag el 27 de febrero de 1933, fue utilizado como justificación de un decreto que suspendía algunas libertades civiles y marcó el comienzo del Estado policíaco de los nazis. El 24 de marzo fue aprobada la "Ley de plenos poderes" que facultaba a Hitler a dictar leyes por su cuenta, incluso contrarias a la Constitución. Las leyes del 31 de marzo y 7 de abril autorizaron al gobierno a nombrar gobernadores especiales del Reich en las administraciones provinciales con poderes para promulgar leyes sin la aprobación de los parlamentos locales. El 14 de Julio se declaró al NSDAP único partido político del país. El 1º de diciembre de 1933 la "Ley de defensa de la unidad del partido y del Estado" sometía al poder del NSDAP la totalidad de las actividades políticas, económicas, sociales y culturales. Finalmente, luego de la muerte de Hinderburg, el 2 de Agosto de 1934, se aprobó la decisión de acumular en Hitler los cargos de presidente y canciller en la figura de Führer (Johann y Junker, 1970: 162-165 y Payne, 1995: 222-225).
12 Joseph Goebbels refiere la ceremonia para 1942: "El palacio de los Deportes estaba, como de costumbre, lleno hasta rebosar y los asistentes exteriorizaron el más fervoroso entusiasmo. Me recordó los viejos tiempos de nuestra lucha por el poder. El mitin se celebró en forma semejante a los de 1930, 1931 y 1932" (1949: 70)
13 Esta revalorización del trabajo es casi omnipresente en las ceremonias nazis. Vide infra.
14 Goebbels coincidía con esta valoración de la masa. Según él, "...las gentes son mucho más primitivas que lo que solemos imaginarnos. La propaganda debe ser [...] fundamentalmente primitiva e insistente. A largo plazo únicamente consigue influir a la opinión pública quien es capaz de reducir los problemas a sus más sencillos términos y tiene el valor preciso para repetir una y otra vez esta fórmula simplista, pese a todas las objeciones de los intelectuales..." (1949: 65).
15 Aclaro que tomo el documental en cuanto registro de los diferentes sucesos que acontecieron en esa semana. No obstante, no ignoro que el mismo fue filmado con una clara finalidad de propaganda, y que como toda fuente, no es "reflejo" directo de los sucesos sino a través de mediaciones que nos alejan de ellos (la cámara, la visión de Riefenstahl, la censura del régimen, etc.). Por lo tanto, la lectura que realizo no es ingenua, sino que asumo la complejidad de la fuente, pero no creo que altere el enfoque aquí propuesto, puesto que la propaganda en sí misma fue otro de los mecanismos utilizados para alterar el imaginario social. Sobre el carácter propagandístico del film, comparto las apreciaciones de Brian Winston (1997: 24-28).
16 Se mencionan entre otros a Friesenland, Bavaria, Kaisersthul, Pomerania, Kongsberg, Silesia, Selva Negra, Dresden, Danubio, Rhin, Saha.
17 Utilizado en uno de los sentidos más amplios: "...poder designa la capacidad o posibilidad de obrar, de producir efectos [...]. Entendido en sentido específicamente social [...] el poder se precisa y convierte de genérica capacidad de obrar en capacidad del hombre para determinar la conducta del hombre: poder del hombre sobre el hombre. [...] Es poder social la capacidad de [...] un gobierno de impartir órdenes a los ciudadanos" (Bobbio, 1998: 1190).
18 Payne afirma que el nazismo no logró conformar una sociedad verdaderamente orgánica (1995: 242). Además, Schoenberner (1984) demuestra cómo, aún dentro del propio Reich, pese a la violencia física y simbólica, existió cierto disenso.
19 El liderazgo de Hitler está ampliamente desarrollado en la bibliografía consultada. Véase entre otros: Kershaw, 1985: 23-36; Payne, 1995: 24 y passim; Gallego, 2001: 290-294.
20 Esta exaltación de la juventud fue muy fuerte en toda la propaganda nazi. En Alemania. Año olímpico, 1936, se decía que "[...] toda la labor de reconstrucción sería inútil si no pensásemos al hacerla en las futuras generaciones [...] Así se ha marcado, pues, el camino que debe recorrer el joven alemán. Una vez recibidos los fundamentos ideológicos del nacionalsocialismo en el Jungvolk y en la Hitler-Jugend (juventud hitleriana), sirve a la nación con la azada en el Servicio de Trabajo y con las armas en el Ejército. Luego, entra en la SA, o en la actividad política del partido. Los jefes políticos del futuro necesitan una preparación especialísima que reciben en tres "burgos" [...] Allí se prepara a los jefes del porvenir, corporal, espiritual y científicamente, y aquí se forma su carácter" (s/p).
21 Hitler realizó esta vinculación con el pasado de la guerra en diferentes momentos del Congreso. Passim El triunfo.... La misma tiene claramente el carácter de invención de la tradición (Hobsbawm, 1991: 3) en el sentido que aparece construida y recreada desde ese presente, vinculándose con hitos de importancia sentimental para Alemania.
22 Aceptando los aportes de la semiología para el estudio de los sistemas extralingüísticos. Dejo aclarado que asumo como conocimiento no problemático la distinción entre semiología/semiótica.
23 "En el sentido corriente se designa como signo a un hecho perceptible (A), sonoro, visual, táctil, etc., que permite reconocer otro hecho que no es directamente perceptible (B). El signo es por lo tanto la marca de una ausencia solo inteligible para un grupo determinado en una determinada comunidad (los poseedores del código de interpretación)." (Rosa, 1991: 94).
24 Iuri Lotman sostiene que "... la arquitectura se compone no sólo de arquitectura: las construcciones estrictamente arquitectónicas se hallan en correlación con la semiótica de la serie extraarquitectónica -ritual, de la vida cotidiana, religiosa, mitológica-, con toda la suma de simbolismo cultural..." (2000: 105).
25 La sala de los Congresos era de doscientos metros de ancho y trescientos de largo, con cuatro pisos de galería, para albergar cincuenta mil asistentes. El campo de Marte de mil metros de ancho y seiscientos de largo, con tribunas para ciento sesenta mil personas. El espacio de Luitpold, pensado para la consagración de banderas y la oración para los caídos también era gigantesco; la Grosse Strasse, la gran calle, era de dos kilómetros de largo y veinticuatro metros de ancho, enmarcada por esculturas y tribunas (Gallego, 2001: 297).
26 Lotman sostiene que "...la arquitectura está ligada tanto a la utopía como a la historia. [..] el elemento de la utopía siempre es inherente a la arquitectura, puesto que el mundo creado por las manos del hombre siempre modeliza su idea de universo ideal" (2000: 108).
27 En Alemania. Año Olímpico, 1936, se expresa respecto al Teatro al Aire Libre que en él "...se recoge la sublime tradición de la Antigüedad, y nos recuerda los soberbios anfiteatros de la antigua Hélade" (s/p).
28 Otros cánticos que expresaban la identidad del grupo eran, por ejemplo, el del Servicio de Trabajo: "Somos hombres de origen campesino, fieles a nuestra patria y a nuestra tierra. Desmontamos bosques, labramos la tierra, plantamos semillas, construimos casas sobre tierra firme. Con fuego forjamos el viejo lazo, el lazo entre el hombre y la tierra" (Extraído de El triunfo...). Véase en Nolte (1994: 354-355) breve análisis de las canciones nazis y las tradiciones en que se fundaban.
Referencias
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35. Zorro Negro. La verdadera historia de Adolf Hitler, film documental escrito por Louis Clyyde Stoumen, narrado por Marlene Dietrich, 1962.
recibido: 28/06/04
aceptado para su publicación: 17/11/04