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Articulo
Cuadernos del Sur. Historia
versión impresa ISSN 1668-7604
Cuad. Sur, Hist. n.33 Bahía Blanca 2004
Intelectuales y políticos ¿roles en competencia? El inicio de una relación. La Casa Neuqueniana. Neuquén 1950-1956
Norma Beatriz García
Universidad Nacional del Comahue
e-mail: ngarcia@neunet.com.ar
Resumen
El pasaje de Territorio Nacional a Provincia en Neuquén entre 1950 y 1956 se convertirá en una coyuntura de transición a partir de la cual se desplegarán dispositivos institucionales y simbólicos tendientes a crear las bases de un nuevo sistema de valorización. Se actualizará la necesidad de posicionar a los sujetos a partir de algunos significados claves. Es decir, florecerá el afán de encontrar formulaciones institucionales e ideológicas sistemáticas llenas de autoridad, que den sentido y suministren imágenes persuasivas en el nuevo contexto. Se manifestará la necesidad de construir, resignificar o reactualizar una matriz identitaria junto con el montaje de una tradición claramente selectiva. Esto se convertirá, entonces, en condición de emergencia de la presencia de un grupo de actores, a los que denominaremos "intelectuales", y de instituciones como lo fue la Casa Neuqueniana.
Este trabajo es parte de otro mayor, cuya preocupación es poder conjeturar acerca del lugar de esos productores y administradores de bienes simbólicos en la constelación del poder social para lo cual se prevé armar el escenario de la vida intelectual y rescatar las diferentes modalidades que asumiría la relación entre ellos y el poder político.
Palabras clave: Provincialización; Neuquinidad; Intelectuales Ideólogos; Bienes Simbólicos; Casa Neuqueniana.
Abstract
The passage from National Territory to Province in Neuquén between 1950 and 1956 will become a transitional juncture from which institutional and symbolic devices tending to create the foundations of a new assessment system will unfold. The need to place individuals on the basis of some key meanings will become evident. In other words, the eagerness to find institutional and ideological formulations which are both systematic and authoritative and provide sense and persuasive images in the new context will flourish. The need to build, re-signify or re-update an identity matrix together with the setting of a clearly selective tradition will arise. This will become, then, an emergency condition of a group of actors, whom we will call "the intellectual", and of institutions such as "Casa Neuqueniana" (Neuquenian House) used to be.
This is part of a larger work aimed at speculating on the position of these producers and administrators of symbolic goods within the constellation of the social power. For that purpose, we intend to portray the scene of the intellectual life and highlight the diverse modalities that the relationship between them and the political power would assume.
Key words: Provincialization; "Neuquenidad" (the condition of being from Neuquén); Intellectual Ideologists; Symbolic Goods; Neuquenian House.
El pasaje de Territorio Nacional a Provincia en Neuquén entre 1950 y 1956 se convertirá en una coyuntura de transición a partir de la cual se desplegarán dispositivos institucionales y simbólicos tendientes a crear las bases de un nuevo sistema de valorización. Se actualizará, por lo tanto, la necesidad de posicionar a los sujetos a partir de algunos significados claves. Es decir, florecerá el afán de encontrar formulaciones institucionales e ideológicas sistemáticas llenas de autoridad, que den sentido y suministren imágenes persuasivas en el nuevo contexto.
La provincialización pondría en el centro de la escena política y cultural la preocupación acerca del clásico problema de la construcción del poder desde interrogantes nuevos, lo cual no estaría ajeno a la imprescindible necesidad de elaborar el sentimiento de un "nosotros" y a la posibilidad del cambio sin perder de vista ciertas continuidades. Dicho de otra manera, se manifestaría la necesidad de construir, resignificar o reactualizar una matriz identitaria junto con el montaje de una tradición claramente selectiva. De esta manera, la tramitación de la esfera de representaciones y significaciones tendiente a la gestación de sentidos colectivos y a la fundación de autoridad, nutriría la lucha simbólica por la producción de sentido común o, más precisamente, por el monopolio de la nominación legítima.
La transición se convertiría, entonces, en condición de emergencia de la presencia de un grupo de actores, a los que denominaremos "intelectuales". Por la variedad de definiciones creemos que conviene al menos delimitar la zona conceptual en la que nos enmarcaremos. Además de ser agentes de valores comunes, como círculo de pensadores, son los que asumen como tarea especial la de producir y administrar bienes simbólicos en el marco de una lucha por el monopolio de la producción cultural legítima, con arreglo a estrategias que dependen de la posición que ocupan.
Los intelectuales emergentes, más o menos institucionalizados, no asistirían solamente al ocaso de una etapa (la territoriana), sino que tendrían ante sí una nueva, la que ofrecería una inédita posibilidad de legitimidad de intervención, consistente en suministrar a la sociedad una interpretación de sí misma y del mundo. Los facultaría para asumir la tarea de producción y administración de bienes simbólicos, para la composición de contratos de compatibilidad entre sea entre los gobernantes y la sociedad civil, sea entre la política y la cultura, procurando generar compromisos más o menos temporales. Así, la mediación cultural respecto del orden social los ubicaría en un papel indisociable de la creación misma del Estado provincial y del diseño de una sociedad nueva. De tal manera, la historia de estos intelectuales presupone una particular relación entre la cultura y la política.
Por otra parte, los lazos políticos que se fueron fraguando en la lucha simbólica, sea en alianza, sea en oposición, les otorgarían a los intelectuales identidad y cierta capacidad de resonancia, de ampliación de sus representaciones o poder de influencia en determinados públicos. Por lo tanto, nuestra preocupación es conjeturar acerca del lugar de estos productores y administradores de bienes simbólicos en la constelación del poder social, armando el escenario de la vida intelectual -conjunto de instituciones y formas que actuaron como incubadoras principales de una identidad para los neuquinos-, rescatando las diferentes modalidades que asumiría la relación entre ellos y el poder político. Esto no supone tratar de sostener un modelo formal que establezca una reconstrucción descriptiva factual de las diferentes instituciones culturales ni la indicación del conjunto de ideas que desarrollaron, sino de lo que se trata es más bien de considerar que se está ante un "juego" complejo de estrategias y de tácticas1 y que lo que hay que comprender es el juego mismo y el modo en que los jugadores lo juegan. Es decir, comprender el proceso de manejo del poder en una lucha competitiva que tiene por desafío específico la capacidad de decir e intervenir legítimamente.
La historia de los dispositivos simbólicos acerca de un deber ser y de la realidad institucional nos remite a los conflictos reales cuyas representaciones están en juego y que permiten dilucidar los fundamentos de esos conflictos y las significaciones que los actores le dan. El objeto es llegar a comprender, en virtud de la complejidad y la contingencia, la racionalidad de la conducta de los actores en el campo intelectual, inserto en un campo mayor: el del poder2. Más que la naturaleza de las ideas y su marcha por sí misma, nos interesa su relación con las acciones y las vinculaciones con ciertos agentes e instituciones, pues imágenes y objetos cobran sentido si son situados en el marco de las prácticas en las cuales se los utiliza y si se atiende al estado de las relaciones de fuerza entre los protagonistas de la lucha. Esto, por un lado, nos permitirá dar cuenta de las condiciones sociales de producción, más allá de consideraciones vagas tales como "contexto" o "trasfondo social", y por otro lado, de un campo ideológico correspondiente a una determinada estructura del campo intelectual, comprendido en un tipo específico de espacio político que atribuye a la fracción intelectual y artística una posición determinada.
No todos los proyectos generados por los intelectuales pueden ser analizados como estrategias en un espacio que responde más a reglas culturales que a objetivos políticos. Sin embargo, ello no quita que muchos hayan nacido o se hayan recreado a partir de las imbricaciones con lo político. Son estos proyectos lo que nos interesa abordar, con la conciencia de que sólo ofrecen algunas piezas de un rompecabezas donde podría haber muchas otras piezas faltantes. Si bien es cierto que sin la novela, la poesía, el cine y otras manifestaciones artísticas no sólo es imposible el estudio de un sistema simbólico con proyecciones identitarias, sino su propia conformación, nuestro análisis se focalizará en el núcleo de intelectuales que por primera vez lograban instituirse como una elite de "genios tutelares", detentadores del sentido de la palabra tendiente a gestar una idea acerca de la neuquinidad. Atenderemos, sin perder de vista el campo de lucha y tensiones en el cual se hallaron, a aquel grupo que con sus prácticas, con las complejas redes que armaron y con las producciones que llevaron a cabo, se adjudicaron un papel que estuvo dirigido a recrear el presente en términos de un "destino" histórico, explicado sobre la base del pasado. Siguiendo a Jean François Sirinelli (1999:294), aunque es legítimo aislar a las elites culturales con fines de análisis, no existen como entidades autónomas, en posición de extraterritorialidad. Están, por el contrario, atadas a la sociedad que las rodea y son precisamente esos lazos, particularmente los políticos, los que les otorgan una identidad. Por lo tanto, nuestro análisis no apunta sólo a centrar la pregunta en el "qué somos" o "de dónde venimos", sino en responder quién o quiénes necesitaban identidad o la construcción de ella. Consideramos que ello nos permitirá recuperar el carácter eminentemente político que conlleva toda identificación.
Un principio, un inicio
"Es necesario, señor presidente, preparar cuanto antes a los territorios naciones para que estén en condiciones de regir sus propios destinos. Algunos lo están ya, y merecen su inmediata provincialización; a otros les falta solamente un paso3", estas palabras de Eva Perón, en una nota dirigida a la Cámara de Diputados de la Nación en junio de 1951, sintetizaban la voluntad política tendiente a provincializar los Territorios Nacionales, además de demostrar la imagen que desde el ámbito nacional se tenía de estos espacios. Esta percepción abría el juego a la emergencia real de un cambio.
Por otra parte, en los Territorios Nacionales, la actividad política, restringida al espacio urbano, y la existencia de escasa vinculación entre las comunas habían obstaculizado tanto el establecimiento de las estructuras partidarias a escala territorial como la formación de una identidad política amplia.
Ambas situaciones actuaron, para el caso de Neuquén, durante los primeros años de la década del '50, como condición de posibilidad, tanto para el despliegue de estrategias como para los debates en torno a las cuestiones de carácter esencialmente cultural y político. Dieron los fundamentos y se constituyeron en las razones del montaje de una estructura organizativa valorada tanto para el ejercicio de la influencia en la esfera de las decisiones nacionales (con el objeto de alcanzar la autonomía) como para emprender o encauzar la búsqueda de la construcción de la neuquinidad, advertida como el pilar de la unidad del cuerpo socio-político. Todo ello supondría a la vez la disposición de una lectura común del pasado y una proyección hacia el futuro, tratando de transformar las incertidumbres de la historia y del futuro en espacios legibles para una sociedad ideal. Había que desarrollar una especie de código y un conjunto de referentes que permitieran el paso de territorio a provincia de la manera menos conflictiva posible, tanto a nivel nacional como local. El contenido y la forma de la propuesta participaría y definiría, en la etapa provincial, la configuración de una cultura política4 cuya principal característica sería la de entender la política más como una misión, o una cruzada que no admite adversario en una provincia que se valora como privilegiada y única, que como una práctica que se caracterizaba, al mismo tiempo, por la lucha de un bien escaso como el poder y por la definición de qué hacer con él y quién lo debe hacer5.
En esta coyuntura de inicio de una transición, la necesidad de una unidad en el territorio neuquino y la presencia de Neuquén en el ámbito nacional para darle contenido al cambio, explicarían la creación de la Casa Neuqueniana en Capital Federal el 23 de junio de 1950 6. Se trataba de una asociación que se presentaba públicamente como "de carácter social, cultural y patriótica, excluyente de toda política y religión", bajo el lema: "Del Neuquén, por el Neuquén, para la Patria". La iniciativa estuvo a cargo del Dr. Gregorio Álvarez7 y Eduardo Talero8.
Con la Casa Neuqueniana, por primera vez, se formaba una institución organizadora y reguladora de prácticas culturales, la que contribuiría a colocar las ideas como canales por los cuales las acciones de un grupo se veían empujadas por la dinámica del interés9. También, por primera vez, se constituía una institución especializada con actores-productores de bienes simbólicos que transformarían a la cultura en una fuerza activa en la vida social en tanto aportaban a la construcción de una estructura de sentimiento ( Williams, 1980:150-158)10, necesaria para pasar a ser una comunidad socio-política. Es así como el estudio de la producción de cultura se nos transformaba en el estudio de los arreglos organizacionales que producen cultura.
La creación de la Casa Neuqueniana se viviría como una "deuda moral" y como impostergable, porque "Neuquén hace tiempo que se siente con personalidad suficiente para aspirar a que se le reconozca el derecho de presentar, en la Metrópoli, al igual que los demás centros provincianos, su acercamiento, sus costumbres, el modo de sentir en su tierra, los aspectos de sus culturas, sus aspiraciones, el índice de su progreso y la gama de sus necesidades" (Boletín Neuquenia, 1950, p.1).
Sobre la base de estas premisas, en sus estatutos se definieron como propósitos, entre otros, los de fomentar y fortalecer la amistad y camaradería de los residentes "neuquenianos"11 entre sí y entre estos y los que viven en el Territorio Nacional del Neuquén; aspirar y propiciar la conmemoración de los "fastos patrióticos, el recuerdo de nuestros próceres indiscutidos y los hechos históricos acaecidos en Neuquén"; difundir el conocimiento del Neuquén en todos sus aspectos y actividades, en la Capital Federal y en el resto del país; establecer una oficina de informes y propaganda, a fin de reunir en ella libros, periódicos, estadísticas, noticias y todo lo que pudiera "facilitar el desarrollo cultural, social y económico del Neuquén"; realizar certámenes agrícolas, ganaderos, mineros e industriales para hacer conocer los "productos neuquenianos" y propiciar sus mejoras además de realizar reuniones sociales, conferencias culturales y artísticas. Por lo tanto, los principios rectores de la Casa Neuqueniana estarían centrados esencialmente en dos anhelos: por un lado, "prolongar en la Capital de la República las vinculaciones sociales iniciadas en el terruño nativo" y la "acción mancomunada de Gobierno y Pueblo para la consecución de beneficios de orden cultural, artístico, social y otros y tribuna en la que personas de reconocida capacidad y responsabilidad moral, expondrán en conferencias y en la prensa, asuntos o cuestiones de positivo interés territorial y sugerirán soluciones que correspondan" (Boletín Neuquenia, junio, 1951, p.6) . Fueron estos propósitos los que llevaron a que el gobierno del Territorio del Neuquén12, Don Pedro J. San Martín y el Jefe de la Región Militar, general Olano, apoyara la iniciativa adhiriendo a ella y colaborando económicamente. Podría decirse que 1952 constituiría un año de consagración al encomendar el gobierno de la provincia al presidente de la Casa Neuqueniana, la representación del Territorio en los actos organizados por la Universidad Nacional de Cuyo al Perito Moreno. Al delegar, al mismo tiempo, en la figura de Gregorio Álvarez la representación ante la Dirección General de Cultura de la serie de conferencias que con el título "Mensaje de Tierra Adentro" se llevarían a cabo en Capital Federal. Estos lazos políticos no sólo le permitirían contar con un capital simbólico reconocido, sino que también ayudarían a configurar su identidad y su poder de influencia. De modo que, si bien no se proponían consciente o deliberadamente intervenir en política, ello no quitaba que imprimieran su marca y contribuyeran a politizar los criterios culturales y a "culturalizar" los criterios políticos.
Los principios rectores de la Casa Neuqueniana, instituidos a partir de sus metas, les permitían a sus integrantes sentirse actores constructores de una interlocución en una sociedad en la que se abrían, al menos desde el horizonte de expectativas, nuevas posibilidades. En este contexto, su papel no se reduciría a ser facilitadores y mediadores del despliegue de una serie de respuestas aportadas a una sociedad, sino que también incluía el de ser portavoces o representantes de la neuquinidad para "demostrar que Neuquén también tiene intelectuales y tribunas para exponer ideas, que dejó de ser el desierto de los tiempos indígenas y que hoy es crisol de fructíferas realizaciones y semillero de sugerencias que están esperando ser recogidas"13.
Desde sus inicios, esta institución proyectó la formación de centros semejantes al de Capital Federal en las principales localidades de Neuquén14, a fin de hacer posible el programa de acción y configurar un tejido de relaciones recíprocas estables. Esos centros representaban filiales que debían conformarse con la "parte caracterizada de cada vecindario", dispuesta a "coadyuvar en la obra de acrecentar la cultura en la tierra amada" (Boletín Neuquenia, junio, 1951, p.6) , en "pro de nuestro Territorio injustamente desconocido en la mayor parte del país" (Boletín Neuquenia, septiembre, 1951, p.9) . Es decir, por un lado, reclamarían frente a la sociedad y a otros poderes seculares el papel público de guías, a condición de ser titulares del saber docto que les daba su condición de "parte caracterizada" y, por otro lado, anhelarían la articulación de grupos para la construcción de relaciones que garantizarían no sólo fortaleza en la lucha, sino una estructura del reparto del poder.
En el afán de servir de continente a las preocupaciones por la construcción de una unidad neuquina, las filiales ofrecerían las condiciones para "formar la hermandad espiritual de todos los núcleos de población neuqueniana que quieran acompañarnos en nuestro patriótico empeño de alzamiento del suelo nativo y nuestra lírica cruzada propulsora de acercamiento y compulsa de valores culturales de los hijos y vecinos del Neuquén". Detrás de este propósito se iría dibujando el dominio de un territorio de difusión, tanto como la territorialización de los interlocutores y las referencias, a partir de certezas exhibidas como no sometidas a los vaivenes políticos ni a los actores. De modo que, resultaría la condición de la constitución de un colectivo diferenciado dispuesto a adjudicarse las respuestas a las preguntas que las circunstancias trazaban. El efecto deseado sería uno: la integración de una comunidad de significación y comprensión, a partir de la búsqueda por encarnar la voz autorizada o legítima de los habitantes del Neuquén. La preocupación compartida permitiría crear opinión como también actuar para construir consenso. Debía abonarse el terreno de las representaciones colectivas, modelando el imaginario social en un momento de ruptura como lo era la transición de territorio a provincia.
Una intención como ésta exigiría el despliegue de una gama de estrategias que incluirían desde el uso de la prensa y las conferencias hasta las más informales pero efectivas formas de agasajos, exposiciones artísticas y homenajes.
Apenas quedó constituida la Casa Neuqueniana, fue invitada a asistir a la Confederación de Centros de Provincias y Territorios para trabajar en "beneficio de las provincias y territorios en su doble aspecto de estructuración moral y elevación cultural" (Boletín Neuquenia, marzo, 1951, p. 2) . Tal hecho significaba el reconocimiento de la asociación como representante social y cultural de los "neuquenianos". Fueron designados para asistir a tal ocasión el Dr. Gregorio Álvarez, el Coronel Augusto G. Rodríguez y el Sr. Julián César Chaneton, todos ellos, integrantes de la Comisión Directiva.
A este tipo de eventos se le sumaría la realización de exposiciones de arte pictórico con motivos alusivos a Neuquén, con el objeto de contribuir a "difundir las impresiones del Neuquén en el ambiente artístico de nuestra gran capital"( Boletín Neuquenia, septiembre 1951, p. 2).
También se crearía una sección para estudiar el idioma, el acervo y las costumbres de los antiguos habitantes del Neuquén, los "araucanos". El objetivo principal era participar en el aprendizaje y la enseñanza de términos para que se supiera lo que significaban los nombres de lugares y accidentes topográficos que constituían la toponimia del territorio. Con ello se proyectaba la preparación de un diccionario "lo más completo y exacto posible".
Otros actos públicos de la Casa Neuqueniana fueron las conferencias que se enmarcaban en lo que dieron en llamar "Ciclo cultural". Las primeras coincidieron con el festejo, en Capital Federal, de los aniversarios de localidades del Neuquén. Una de ellas, se llevó a cabo en la Casa de Mendoza, que había cedido su local para la celebración de la fiesta con la que se conmemoraba la fundación de Chos Malal15, primera población y capital. Durante dicha celebración, el presidente de la Casa Neuqueniana, Dr. Gregorio Álvarez, dio una disertación sobre los antecedentes de la fundación de la antigua capital del Neuquén y de su fundador, el Coronel Manuel José de Olascoaga. Participaron integrantes de centros de otras provincias y algunas autoridades nacionales. Otra conferencia fue la llevada a cabo en el salón de actos de la Biblioteca del Consejo de Mujeres de la Capital Federal, con motivo de la celebración del 46º aniversario de la fundación de la ciudad de Neuquén, de la cual participaron no menos de quinientas personas. En el Salón Peuser, el Coronel Augusto G. Rodríguez16 desarrollaría la conferencia "Imágenes del Neuquén a través de mis recuerdos". Las conferencias servían para instituir un relato histórico y una imagen del paisaje del Neuquén a través del recitado de poesías que se llevaba a cabo en la misma ocasión.
El contenido de las conferencias armaría un abanico de tópicos expuestos como fuentes de la esencia neuquina, del conjunto de atributos "dados" o preexistentes de la neuquinidad. Su papel estaba, como ya se señaló, dirigido a recrear el presente en términos de un "destino" histórico que debía explicarse sobre la base de un pasado histórico y una condición natural. Pasado, presente y futuro se fusionaban en un mismo horizonte como presuponiendo ontológicamente la misma referencia: la neuquinidad. El planteo capital se alejaba de la posibilidad de pensar la neuquinidad como una construcción nunca acabada, como una cualidad contingente y posicional en una trama social de determinaciones.
Las conferencias se instituían en el lugar de la palabra y de la representación simbólica, y en la puesta en escena de un mensaje, en el que se decidía hablar en nombre de lo neuquino, fortaleciendo las pretensiones de poder totalizante. Al mismo tiempo, las conferencias se convertían en el momento de construcción y renovación del contrato de confianza y de credibilidad entre el productor de bienes simbólicos y su público. Por ende, representaba un hecho esencialmente plebiscitario del acto de legitimación o consagración.
Las conferencias de la Casa Neuqueniana y su correspondiente boletín, del cual daremos cuenta más adelante, contribuirían a la formación de vínculos sociales y serían activadores de la circulación de un determinado mensaje, cuyo sentido residía en la ponderación y la categorización de los sucesos que componían la narración. Por lo tanto, colaboraban con la institucionalización de registros simbólicos y con la construcción de sociabilidades culturales.
A poco de conformarse la Casa Neuqueniana se comenzó a editar su boletín: Neuquenia, espacio de difusión por excelencia de sus propuestas y actividades, cuyo principal propósito admitido sería el de "alisar asperezas y robustecer sentimientos de comprensión y fraternidad, parodiando a la naturaleza de nuestra tierra neuqueniana" ( Boletín Neuquenia, diciembre, 1952, p.1).
El nombre del boletín aludía a la tierra de los neuquenianos, que según los editores "simboliza el misterio de aquel nombre y el destino esplendoroso de una región privilegiada de la patria", con lo cual se compartiría la idea de creer estar en "una predestinación venturosa, pero sólo posible de cumplirse por la acción impulsora y noblemente inspirada de la inteligencia y del trabajo" (Boletín Neuquenia, marzo, 1951, p. 1) . Este posicionamiento no hacía más que transferir el sentimiento de identidad del grupo a un espacio que se percibía como privilegiado y, por ello, predestinado a un futuro venturoso. El territorio y sus elementos se reclamaban como soporte de la identidad, como reivindicación de la unidad, como receptáculo del pasado en el presente. De modo que se sometía la expresión humana de la territorialidad al sentimiento de deseo de control y cumplimiento de un destino único.
El boletín signaba uno de los tantos actos de oficialización de la Casa Neuqueniana y de sus integrantes. Oficializaba lo que podía y pretendía ser hecho público por quienes, en la lucha por el poder simbólico, pretendían ubicarse "como eco de la voz que viene del Neuquén a Buenos Aires" (Boletín Neuquenia, marzo, 1951, p. 1) . La oficialización se convertía en una estrategia de control del sentido y del significado de un pasado, de un presente y, incluso, de un futuro. Aseguraba una versión por encima de las variaciones individuales y de las fluctuaciones temporales. El acto de oficialización podía entenderse, parafraseando a Pierre Bourdieu (1996:88), como un efecto de homologación, es decir, de reaseguro de que se decía (o se pensaba) la misma cosa cuando se decían las mismas palabras. Así, se transformaba un esquema práctico en un código lingüístico de tipo jurídico. En este acto, los lectores eran llamados a ser, simultáneamente, testigos y actores de consagración, lo que constituía a la vez un acto de licitación y confirmación.
Desde sus inicios, el boletín se ubicó a sí mismo como un periódico que no pretendía desarrollar una información "vulgar", sino que anhelaba ser una tribuna literaria, de enseñanza, de "expresión de sanas inquietudes" y de presentación de asuntos relacionados con el Neuquén", con el "propósito de presentar al Neuquén tal cual es y lo que esperamos de él (...) para que acrecentado en su acervo, pueda presentarse eficazmente en el concierto de los demás pueblos que labran la grandeza y el porvenir de la Patria" (Boletín Neuquenia, junio, 1951, p. 2) . Este lenguaje político, no marcado partidariamente, intentaba legitimarse a través del ejercicio de marcas tales como la retórica de la imparcialidad y los efectos de equilibrio al apoyarse en un ethos17 de la convivencia como prevención de la polémica. En este sentido, Neuquenia no sería una publicación al servicio directo de una propuesta política concreta o un candidato, sino una visión de la sociedad, de la construcción de una individualidad en un colectivo. La publicación no se presentaba como un puesto de combate (lo era, ya que impulsaba un lugar de reconocimiento para Neuquén en el contexto nacional contra aquellos que lo negaban), sino que aspiraba a situar su mirada por encima de las diferencias, mirada en la que se combinaba lo explicativo con lo normativo-prescriptivo, como garantía de un apoliticismo supremo.
Esta publicación periódica18, distribuida gratuitamente a los asociados (aproximadamente 300) y a distintas instituciones del gobierno nacional y territorial, constituía, por un lado, junto con la conformación de las filiales de la Casa Neuqueniana, la base de operaciones de los reordenamientos de la época y, por otro lado, aportaría a la constitución de foros. De este modo, la configuración se gestaría al mismo tiempo que los grupos intelectuales se reconfiguraban como productores de bienes simbólicos.
La construcción de una propuesta
En Neuquenia los temas se orientaron principalmente a construir una versión de la historia que sirviera para vertebrar una tradición, en la que la conciencia sea personal, sea colectiva, contara más que la voluntad. Esto comprometería a quienes tenían la responsabilidad de la publicación, a abarcar temas con un cierto matiz de deber cívico y de servicio. Los tópicos, así, se centraron en el reconocimiento hacia los primeros pobladores que llegaron al Neuquén después de la conquista. Se publicaron sus biografías en forma sintética, haciendo resaltar cada personalidad en aquello que se considerara fundamental como ejemplo para las generaciones jóvenes, con el objeto de configurar un panteón de la memoria. Se establecía como propósito central del proyecto que la galería de biografías fuera "un acto de justicia y ejemplo para las generaciones jóvenes que en la actualidad no tienen que sufrir (...) las asperezas de una lucha sin tregua contra la naturaleza y los hombres; que vivieron superándose en energía y valor de titanes, sin medios económicos, lejos de los beneficios de la civilización, sin otras miras que la de construir el bienestar de sus hijos y poblar Neuquén, que ya afloraba promisor en las desoladas regiones de Patria" (Boletín Neuquenia, marzo, 1951, p.5). El proceso selectivo de armado de un pasado propio significaría, entonces, un acto reparador y de reconocimiento de todos aquellos hombres acreedores a la condición de iniciadores de la grandeza neuquina. El acento estaría puesto en rescatar aquello que se entroncaba con un origen libre de luchas humanas, pero colmado de valores a reproducir. El temor a una posible disgregación social aparecía como razón de la nueva actitud hacia el pasado.
También las publicaciones contribuyeron al conocimiento de una historia, cronologando algunos hechos considerados notables que habrían dejado sus huellas. En este sentido, la construcción de puentes, caminos, establecimientos agrícolas, instituciones, entre otros hechos, aparecían como sucesos fundamentales para el "inmenso desarrollo que tendría en el futuro este pedazo privilegiado de tierra argentina".
Por otra parte, se estimuló, a través de Neuquenia, el estudio de la toponimia del Neuquén para que se conociera y se corrigiera el significado, admitido por ellos, como "erróneo", de los accidentes geográficos y nombres de lugares y pueblos. El boletín propendía al estímulo de la producción literaria con el "fin de presentar a los lectores la modalidad del sentir, del matiz vernacular, de la belleza poética que pueden inspirar los motivos de su naturaleza privilegiada" (Boletín Neuquenia, diciembre, 1951, p.1)
Si partimos del presupuesto de que no hay identidad por fuera de la representación, nos vemos necesariamente forzados a profundizar en aquellos significantes claves que desde las conferencias y las publicaciones de la Casa Neuqueniana, pretendieron articular lo que permanecía con lo que cambiaba. Es decir, si consideramos que la identidad tiene que ver con la narrativización del sí mismo, sea individual, sea colectiva (dimensión narrativa y simbólica de la identidad), no podemos dejar de lado el proceso de construcción de las representaciones tendientes a desplegar cadenas o arcos de solidaridades tanto hacia el interior del territorio neuquino como entre éste, las demás provincias y el Estado Nacional.
En palabras de Backzo (1991:28), designar una identidad es marcar un "territorio" y sus fronteras, definir las relaciones con los otros y formar imágenes de amigos y enemigos. Del mismo modo, significa conservar y modelar los recuerdos del pasado, así como proyectar hacia el futuro los temores y esperanzas. De alguna manera, los integrantes de la Casa Neuqueniana hicieron su aporte en este sentido, por medio de la sugerente selección y articulación de componentes paisajísticos e indigenistas19.
Los poemas, los cuentos, los relatos del pasado y las evocaciones alrededor de las biografías de los "pioneers" contenían un fuerte componente territorial. Imágenes, metáforas, expresiones y alusiones referidas al elemento "territorio del Neuquén" estaban presentes como condición de la identidad, como parte de una conciencia de pertenecer a un lugar. El territorio era reclamado como soporte de esa identidad, pero ese territorio no era presentado sólo en términos de un espacio político-administrativo con límites, sino ligado a lo que podríamos denominar "sentimiento de territorialidad": la evocación de imágenes y significados propios de un lugar junto con el deseo de preservación y control. Por lo tanto, el sentimiento de territorialidad encerraría la intención de ejercer una forma de comportamiento, una estrategia con tendencia a afectar, influir o controlar, preservar y direccionar los elementos de un lugar.
Este "sentimiento de territorialidad", más que la alusión al "territorio", habilitaría a construir sentido y significado alrededor del término "neuqueniano", el cual, recordemos, no aludía exclusivamente a los nativos del Neuquén, sino a los residentes y no residentes que estuvieran interesados en su progreso. Por lo tanto, Neuquén evocaba algo único, independientemente de sus fronteras políticas, que reclamaba unidad y mancomunión de esfuerzos.
Dicho sentimiento se montaría a partir del trazado de un paisaje lleno de lugares que encarnaban experiencias y aspiraciones. Esos lugares se convertían en centros de significado y de identificación. En este sentido, la cordillera, el volcán, el río Limay, el pehuén, entre otros, eran signos de identidad cargados de simbología. El paisaje natural adquiría, de este modo, el carácter de paisaje simbólico.
La montaña y el volcán se vinculaban con la estética de lo grandioso, lo sublime, pero también con lo inseguro e incontrolable. Probablemente, encerrando la intención de combinar admiración con cautela.
La valoración simbólica y estética de la montaña se enlazaría con nuevas miradas y nuevas prácticas culturales y sociales, algunas de ellas ligadas al termalismo y al higienismo. La montaña aparecería rodeada de un carácter mítico, regenerativo y casi iniciático, en tanto símbolo de pureza y de virginidad. Se convertía, entonces, en reducto de los valores morales que debían imprimirse en la identidad del neuqueniano y de su carácter. Era el símbolo por excelencia del potencial de una sociedad que aspiraba a su autonomía.
Estos significados se enlazaban con los otorgados a la araucaria o pehuén, que en su condición de árbol milenario sintetizaba un pasado sin principio, que englobaba y conciliaba a todas las culturas anteriores y posteriores a la llegada del hombre blanco después de la conquista. La araucaria constituiría la síntesis del pasado, del presente y del futuro. Además, su condición de especie resistente que rebrota de cepa o de raíces y que ha sobrevivido a los cataclismos geológicos que afectaron a los Andes en el período terciario, sintetizaba el "espíritu" de resistencia y lucha del neuqueniano.
El río, en su aspecto caudaloso y torrentoso, agregaría a lo anterior la expresión de lo impetuoso y de la fuerza.
La significación otorgada al paisaje y sus elementos expresaban el desarrollo de una concepción romántica, en tanto quedaban colocados como la expresión del alma o espíritu de un pueblo, como si el alma de los neuquenianos brotara a través del paisaje y sus elementos.
En cada ocasión, ese paisaje sería mirado a través de sus asociaciones con el pasado y con las aspiraciones respecto de un presente y de un futuro. Se convertían en la condición de una conciencia compartida, o pretendidamente compartida20 y de la relación entre cultura, política y territorio.
Del araucano, se rescataría su condición de "raza bravía", su "estirpe brava", su coraje y "altivez", cualidades proyectadas a los neuquenianos. Ello no quitaba que, aunque considerado "indio hermano", su evocación quedara reducida a la de ser sólo un símbolo del pasado neuquino. Desde el presente, convenía mantenerlo intacto en ese pasado y alejarlo de la participación con la "civilización". Ello impulsaría, posteriormente, la conformación de museos etnográficos y arqueológicos y la ley de reservas indígenas, lo que se reivindicaría como instancias de protección especial y de orgullo local.
En lo esencial, el planteo central de los integrantes de la Casa Neuqueniana a través de Neuquenia y del ciclo de conferencias consistía en proporcionar argumentos para establecer que no era en el juego político donde se encontraba la clave de la transformación y la continuidad de la sociedad, sino en la voluntad de conservar una herencia que representaba la "esencia" de la identidad neuquina o bien, "al espíritu" de los neuquenianos. No pretendemos afirmar que se trataba de una lectura incorrecta -que lo haya sido o no es irrelevante para nuestro análisis- lo que importa es el gesto de producción de un origen, situado como prueba de una concepción esencialista de la neuquinidad.
De este modo, lo inconcluso e incierto del momento político determinaría imperativos ideológicos necesarios para una fluidez identitaria que funcionara como signo distintivo y de distinción, pero también de unidad y acción, lo cual trascendería lo coyuntural. Si la forma básica de legitimación del futuro estado provincial iba a estar fundada en la soberanía popular, ello requeriría una unidad de toma de decisiones, un cuerpo de agentes considerados autónomos e iguales, una conciencia compartida de compromiso y confianza mutuos; es decir, una identidad colectiva fuerte. En este sentido, la Casa Neuqueniana habría contribuido significativamente a ello mediante la configuración del binomio "neuquenia-neuquenianos", una singular combinación de la imagen que podríamos resumir como la de un "suelo privilegiado (la tierra prometida) asimilador de todos aquellos que compartieran la voluntad y el compromiso de continuar con su destino".
Estos intelectuales lograrían un eco político importante durante los primeros años de la provincialización, debido al reconocimiento acumulado en forma de capital simbólico de notoriedad y respetabilidad durante los primeros años de la década del '50. Del seno del tejido dependiente del Estado y de algunos sectores sociales "destacados", emergerían los principios de legitimidad que le confirieron autoridad o poder reconocido para imponer el conocimiento legítimo del sentido del mundo social, su significado actual y la dirección en la que debía ir la nueva provincia. Ello les permitió, una vez transformado Neuquén en provincia, volverse en agentes centrales en el proceso de institucionalización cultural estatal, ocupando cargos de relevancia, particularmente en momentos de cierta conflictividad. Esta situación podría pensarse como la oficialización del contrato de delegación por parte de los gobernantes, al reconocerles el derecho a decir: el derecho a la palabra o al poder de la palabra. Desde los espacios ocupados, se convertirían en los guardianes de una visión unitaria y global del proceso histórico, frente a quienes eran presentados como detractores21.
Ciertamente, la Casa Neuqueniana permitió la institucionalización de un círculo de pensadores, productores y administradores de bienes simbólicos en un momento político particular. S i bien podemos afirmar con cierta certeza, debido a trabajos anteriores22, que el sistema ideológico y los núcleos que desplegaron no eran novedosos, lo singular resultó ser la posibilidad de la sistematización y articulación que lograron, a partir de la conformación de una institución con prácticas particulares y a partir de la configuración de complejos vínculos desde la disposición de redes (constructoras de poder y consagración) que permitiría no sólo dar autoridad a sus integrantes, sino hacer creíble23 y convincente el mensaje. El efecto de estas estrategias los convertiría en , tomando las palabras de Norberto Bobbio (1998:62-64), "intelectuales ideólogos", debido al papel que decidieron asumir y estuvieron llamados a desarrollar. Dedicados a crear o promover el consenso, proporcionaron - a través de la construcción de la memoria oficial, de valores y de ideales - principios-guía desde los cuales construyeron una ética de la convicción24, que los ubicaría en la condición de "consejeros del príncipe".
Notas
1 Adoptamos los planteos de Michel de Certeau, para quien la "estrategia" es el cálculo de relaciones de fuerzas que se vuelve posible a partir del momento en que un sujeto de voluntad y de poder es susceptible de aislarse de un "ambiente". La estrategia postula un lugar capaz de circunscribirse como un lugar propio y luego, servir de base a un manejo de sus relaciones con una exterioridad distinta. Las estrategias son, pues, acciones que, gracias al principio de un lugar de poder (la propiedad de un lugar propio), elaboran lugares teóricos (sistemas y discursos totalizadores) capaces de articular un conjunto de lugares físicos donde se reparte las fuerzas. En cambio, para el mismo autor, la "táctica" es un cálculo que no puede contar con un lugar propio, se insinúa fragmentariamente, no dispone de una base donde capitalizar sus ventajas, preparar sus expansiones y asegurar una independencia en relación con las circunstancias. Aprovecha las "ocasiones" y depende de ellas. Por otra parte, estrategia y táctica representan dos lógicas de acción y formas de practicar el lenguaje. Para ampliar en torno a estos dos conceptos, consultar al autor citado (Certeau 1996, cap. III:35-52).
2 Consideramos que son oportunos en relación con nuestros propósitos, los aportes de la Sociología de la Cultura, en particular los de Pierre Bourdieu, puesto que su noción de "campo" en general y de "campo intelectual" en particular, nos permite pensar las condiciones sociales que obran en el universo de la producción cultural, sin ignorar lo que ésta tiene de específico. Además, constituyen un modo de enfocar y analizar las obras y los agentes más allá de referencias vagas tales como "contexto" o "trasfondo social". Nos exige hacerlo desde un modelo que remite a un sistema de relaciones desplegadas a partir de la lucha por la definición de la cultura legítima. Lucha que enfrenta a quienes se hallan situados en diferentes rangos dados por el reconocimiento o "capital simbólico" de que disponen los agentes que compiten entre sí.
3 El resaltado nos pertenece.
4 La cultura política permite definir una forma de identidad. Según Serge Berstein, se constituye a partir de un conjunto de componentes diversos que "desembocan en una visión del mundo compartida, en la cual entran en simbiosis un subsuelo filosófico o doctrinal, la mayoría de las veces expresado en forma de una vulgata accesible a muchos, una lectura común y normativa del pasado histórico que connota, positiva o negativamente, los grandes períodos del pasado, una visión institucional que traduce en el plano de las organizaciones políticas de los datos filosóficos o históricos anteriores, una concepción de la sociedad ideal tal y como la ven los poseedores de esta cultura y, para expresar el todo, un discurso codificado en el cual el vocabulario empleado, las palabras claves, las fórmulas repetitivas contienen significado, mientras que ritos y símbolos desempeñan en el nivel del gesto y de la representación visual el mismo papel significante" (Serge Berstein, 1999:391)
5 Una hipótesis que sostenemos al respecto es que ello podría haberse convertido en la base de un estilo de hacer política, el movimientismo, que al concebir la autoridad política como encarnación legítima de una totalidad (en nuestro caso, se trataría de "Neuquén", la neuquinidad como planteo totalizante homogeneizador) habría contribuido a desarrollar democracias que no construyen ciudadanía política en sentido amplio.
6 La primera comisión directiva, elegida por voto secreto (sólo podían votar los socios activos), estuvo constituida de la siguiente manera: presidente: Dr. Gregorio Álvarez, vicepresidente 1º: Coronel Augusto G. Rodríguez, vicepresidente 2º: Víctor Ezio Zani, secretario: Julio Cháneton, prosecretaria: Nélida F. S. de Álvarez y vocales titulares: Eduardo Talero, Alejandro Palma, Dr. Leonardo Chiappe, Serranita San Martín y el Tte. Coronel D. Raúl Gómez Fuentealba.
7 Gregorio Álvarez, médico del Hospital de Niños y reconocido especialista de pies, nació en Chos Malal, pero desde muy pequeño residiría en Capital Federal.
8 Eduardo Talero era hijo de quien llevara su mismo nombre, Eduardo Talero. Su padre era literato, poeta, escritor, secretario de la Gobernación en la fundación de Neuquén y Jefe de la Policía. Eduardo Talero Núñez padre nació en Bogotá, Colombia, de donde debió exiliarse por no compartir las ideas de su tío, el presidente, general Rafael Núñez, quien ordenó fusilarlo. Su largo camino de exilio lo trajo a esta provincia donde estuvo a cargo del traslado de la capital desde Chos Malal a Neuquén. Aquí se estableció en "La Zagala". En la casa, conocida ahora como "Torre Talero", recibió visitas ilustres como el profesor y escritor tucumano Ricardo Rojas y el escritor nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento.
9 Si bien los intereses constituyen el motor de la acción, las ideas definen las metas a las que se busca llegar y los medios para hacerlo.
10 Esta expresión pertenece a R. Williams (1980). Con ella se evoca un conjunto común de percepciones y valores compartidos por una generación.
11 La adopción del término "neuqueniano" y no "neuquino" responde, según el Acta Fundacional, a la intención de englobar con él no sólo a los nativos, sino también a los residentes, ex residentes de Neuquén y a los que se vinculan por intereses o simpatías.
12 El Estatuto de la Casa Neuqueniana establecía que el presidente de la Nación, el gobernador del Neuquén y los "neuquenianos ilustres que merezcan serlo" serían socios honorarios. Esto marcaba el interés por determinados interlocutores, pero también la necesidad de configurar un juego de fuerzas sociales y tramas de sociabilidad y aprobación.
13 Memoria Anual de la Comisión Directiva de la Casa Neuqueniana de 1951.
14 Al cumplirse el 64º aniversario de la fundación de Chos Malal (1951), fue invitada la Casa Neuqueniana por la Comisión de Fiestas Patrias. En tal ocasión, Gregorio Álvarez, el presidente de dicha Casa, impulsó la formación de filiales en las localidades situadas en el trayecto, entre ellas fueron: Zapala (presidente: Alberto Zingoni; secretario: Juan Nordenström y tesorero: Elías Sapag), Cutral Có (presidente: Estalisnao Francisco Flores; secretario: Andrés Álvarez y tesorero: Felipe Sapag), Neuquén (presidente: Dr. Emilio Zingoni; vicepresidente 1º: Ismael Nordenström, vicepresidente 2º: Ángel Edelman, secretario: Ileana Lascaray y tesorero: Antonio Alcaraz y protesorero: Otto Max Neumann), Chos Malal (presidente: Hortensia A. Della Cha; secretario: María Edith Pessino de Del Campo y tesorero: Jesús Ribón). En 1952, se crean dos filiales más en el interior del Neuquén, la de San Martín de los Andes (presidente: Osvaldo Rezzani; vicepresidente: Dámaso Peña, secretario: Ramón Palma y tesorero: José Héctor Alegre) y la de Junín de los Andes (presidente: Ernesto Comelli, vicepresidente: Fidel Mendaña, secretario: Belisario Rodríguez y tesorero: Julián Aburí). La distribución de las filiales permitiría el despliegue de una red en todos los puntos del territorio. Por otra parte, cabe destacar que muchos de los que integrarían esas filiales, en la etapa provincial se destacarían por ocupar cargos políticos.
15 La conferencia se realizó el 4 de agosto de 1950.
16 El Coronel Augusto Rodríguez fue Jefe del Estado Mayor de la Sexta División del Ejército en la capital del territorio neuquino. Además se destacó en los círculos castrenses como escritor de libros tales como "Apuntes de Historia de Guerra", "Sarmiento Militar", ésta última premiada con una medalla de oro en el concurso de Literatura Militar correspondiente al año 1950.
17 Nos referimos al ethos como la imagen que el emisor crea de sí mismo.
18 La periodicidad dependía de los recursos que lograba a partir de los aportes de los socios, principalmente de las filiales del Neuquén. Inicialmente, estuvo pensada una edición por mes, luego, fue cada dos meses. Se editó desde 1950 hasta 1956.
19 Este mismo grupo, en la etapa de Neuquén como provincia y actuando desde la Junta de Estudios Históricos, sin abandonar estos dos tópicos, lo complementarán con el Ejército y la Iglesia, básicamente, a partir de la década del '60.
20 Un dato interesante para aclarar es que, en 1958, cuando por la ley 19 se adopta el escudo provincial, entre sus elementos figura el pehuén, el volcán y el río.
21 Para el período escogido, estamos pensando en el obispo Jaime de Nevares y un sector de la Universidad, que inician un proceso de resignificación en torno al papel de la iglesia, el indígena y el ejército en la historia del Neuquén. Las limitaciones impuestas por el espacio, nos impiden dar cuenta de ello. Esto será tema de un próximo trabajo en el que el eje se centrará en las luchas y reacomodamientos entre grupos institucionalizados y no institucionalizados dentro del campo intelectual.
22 Ver: Leticia Prislei, 2001.
23 Tomamos la noción de Michel Certeau (1996:194), para quien la creencia no es el objeto del creer (un dogma, un programa, etc.), sino la participación de sujetos en una proposición, el acto de enunciarla al tenerla por cierta. Dicho de otra manera, la creencia es una "modalidad" de la afirmación y no su contenido.
24 Entendemos la "ética de la convicción" como la de ser fiel a determinados principios, independientemente del esfuerzo o sacrificio que ello exija. Su capacidad persuasiva se funda en la referencia a ciertos valores.
Referencias bibliográficas
1. Baczko, Bronislaw, Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas, Buenos Aires, Nueva Visión, 1991.
2. Berstein, Serge, "La cultura política" en Sirinelli, Jean François, Para una Historia Cultural, México, Taurus, 1999.
3. Bobbio, Norberto, La duda y la elección. Intelectuales y poder en la sociedad contemporánea, Barcelona, Paidós, 1998, pp. 62-64.
4. Boletín Neuquenia, Nuestro Mensaje, diciembre, 1950, p.1.
5. Boletín Neuquenia, Por qué este boletín se llama 'Neuquenia' , marzo, 1951, p.1.
6. Boletín Neuquenia, Pionners del Neuquen, marzo, 1951, p.5.
7. Boletín Neuquenia, Reanudando la tarea, marzo, 1951, p.1.
8. Boletín Neuquenia, Casa Neuqueniana en la Confederación de Centros de Provincias y Territorios, marzo, 1951, p.2.
9. Boletín Neuquenia, Nuestros principios rectores, junio, 1951, p.6.
10. Boletín Neuquenia, Asamblea Anual Complementaria, junio, 1951, p.3.
11. Boletín Neuquenia, Memoria del presidente de la primera Comisión Directiva 1950-1951, junio, 1951, p.2.
12. Boletín Neuquenia, Casa Neuqueniana en el Neuquen, septiembre, 1951, p.9.
13. Boletín Neuquenia, Exposición artística en preparación, septiembre, 1951, p.2.
14. Boletín Neuquenia, Neuquenia cumple su primer aniversario, diciembre, 1951, p.1.
15. Boletín Neuquenia, Neuquenia cumple su segundo aniversario, diciembre, 1952, p.1.
16. Bourdieu, Pierre, "La codificación", en Cosas Dichas, Barcelona, Gedisa, 1996.
17. Certeau, Michel. La invención de lo cotidiano. Artes de hacer, México, Universidad Iberoamericana, 1996, p. 194.
18. Prislei, Leticia (dir.), Pasiones sureñas. Prensa, cultura y política en la frontera norpatagónica (1884-1946), Buenos Aires, Prometeo Libros/Entrepasados, 2001.
19. Sirinelli, Jean François, Para una Historia Cultural, México, Taurus, 1999.
20. Williams, Raymond, Marxismo y Literatura, Barcelona, Península, 1980.
recibido: 14/05/04
aceptado para su publicación: 9/08/04