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Cuadernos del Sur. Letras

versión On-line ISSN 2362-2970

Cuad.Sur, Let.  n.32-33 Bahía Blanca  2003

 

La cuestión femenina y su construcción en la ficción del '80: Cané, Cambaceres y López.

Pamela Rudel

Universidad Nacional del Sur

Resumen
Gran parte de los discursos sociales, científicos y literarios de la generación del "80 convergen en un lugar común: la mujer es un ser débil. Tal concepción no es en absoluto privativa -ni original- de la época, aunque sí resulta recurrente durante la misma. Escritores, críticos, médicos y legisladores se valen de ella para construir sus argumentos y pergeñar sus ficciones.
En el caso de la ficción de Cané, Cambaceres y López, la mujer se convierte en causa y elemento central de sus obras. De este modo, en sus textos se evidencia la perturbación que lo femenino les provoca y que resulta en una ficción predominante masculina, desarrollada ante la disyuntiva de seducción y deseo de subordinación generada por la intrusión de lo femenino

Palabras claves: Generación del 80; Novela; Género.

Abstract
Most of the social, scientific and literary discourses of the 1880 generation, concur in a commonplace: woman is a weak being. This point of view is neither exclusive nor original. However, its recurrence throughout this period is, in fact, particular. Writers, critics and legislators make use of it in order to build up their arguments and produce their fictions.
Woman becomes a fostering and key subject in the fiction of Cané, Cambaceres and López. Their texts not only reveal the disturbance caused by her presence, but outline a male fiction generated by the conflict between seduction and control, that the irruption of the female subject provokes in each one of the authors.

Keywords: Generation 1880; Fiction; Genre.

En 1877 se vendieron 100.000 ejemplares de L'Assommoir de Emile Zola1 -que previamente a su edición como libro había sido publicada como folletín en 1876 en Le bien public y en La Repúblique des Lettres. Dado su éxito editorial en Francia, el 3 de agosto de 1879, La Nación publicó en primera plana el capítulo inicial de la novela. Sin embargo, al día siguiente de esta primera entrega, el diario interrumpió su publicación "por falta de espacio".

Pese a las críticas, prohibiciones y prejuicios, L'Assommoir fue muy leída en nuestro país -al igual que Naná al año siguiente. A raíz de este suceso, el 4 de abril de 1880 Martín García Mérou publicó, bajo el seudónimo de Juan Santos, un ensayo contra el naturalismo en La Nación -ensayo que luego fue incluido, con ciertas modificaciones, en Estudios Literarios de 1884.

A partir del ataque de García Mérou, los partidarios de la escuela zoliana salieron en su defensa. Entre ellos, el médico Luis B. Tamini (1814-1897) publicó en La Nación su trabajo "El Naturalismo" entre el 9 y el 14 de mayo de 1880. Allí, Tamini elabora su defensa del naturalismo a partir del contraste y confrontación con el romanticismo: "¡Muere el ideal! ¡un gusano levanta la cabeza!", "¡Viva la libertad! ¡Muera la mentira!" (Frugoni de Fritzsche, 1993: 195 y 209).

Este mismo discurso de opuestos enfrentados es el que aplica también a los personajes de ficción, a los tipos, en una frase bastante contundente y sintética de su postura: "Naná destrona a la Dama de las Camelias. He aquí el secreto" (Frugoni de Fritzsche, 1993: 210). A partir de este planteo -el cual evidencia un cambio de perspectiva y de concepción-, Tamini elabora el inicio de su entrega correspondiente al 12 de mayo de 1880, centrado principalmente en la relación entre la mujer y el naturalismo, más específicamente en cómo el naturalismo devela la verdadera naturaleza femenina.

"¿Cómo podrá creerse que en este siglo XIX, en el año 80, y a 6000 de distancia de aquella creación bíblica en la que por primera vez, según los teólogos, apareció una mujer voluptuosa, sea ésta aún el problema y la esfinge de los que estudian la naturaleza humana? Yo no pienso que merezca tal honor" (Frugoni de Fritzshe, 1993: 210). En esta frase inicial, el autor se declara asombrado ante el interés que esta figura suscita entre sus contemporáneos. En efecto, tal interés existe y es central para diferentes esferas: artística, científica, jurídica2. De algún modo, no se puede dejar de hablar de lo femenino. La mujer se vuelve pública.

La "debilidad femenina" como objeto de estudio.

Gran parte de los discursos sociales, científicos, jurídicos y literarios de la generación del '80 convergen en un lugar común: la mujer es un ser débil. Tal concepción genérica no es en absoluto privativa -ni original- de la época, aunque sí resulta recurrente durante la misma. Escritores, críticos, médicos y legisladores se valen de ella para construir sus argumentos y pergeñar sus ficciones.

El sujeto femenino se vuelve así una cuestión en sí misma, y como tal es observada desde las diferentes disciplinas, aunque desde una óptica preestablecida y con idénticos resultados: ya sea física, emocional o intelectual, la debilidad femenina sirve como excusa para promover la necesidad de controlar a quien la encarna, y resulta también funcional para todo tipo de discursos.

Sobre la debilidad física, Ivonne Kniebiehler3 señala que para la medicina del siglo XIX, la mujer era considerada una "eterna enferma". Tal hipótesis era sustentada a través de la presentación de los diferentes ciclos de la vida femenina -pubertad, embarazo, parto y menopausia- como instancias traumáticas e incluso desestabilizadoras de su sistema nervioso. De ese modo, se postula la existencia de una suerte de predeterminación biológica -insuperable- que indefectiblemente condena a la naturaleza femenina a la debilidad. De acuerdo con Kniebiehler, si bien es cierto que las mujeres padecían variadas enfermedades -migrañas, tuberculosis, histeria- que aparentemente eran patrimonio exclusivo de su género, cabe señalar que, a menudo, éstas no respondían a la fatalidad de su naturaleza, sino a las condiciones de vida a las que se veían sometidas -en las familias más acomodadas, estaban confinadas al interior de viviendas sombrías, y eran privadas de ejercitarse al aire libre, debiendo dedicarle largas horas de su tiempo a los trabajos de aguja; en los ámbitos más modestos, desde pequeñas debían realizar las tareas domésticas, trabajos rurales o fabriles, para colaborar con la economía familiar.

Con respecto al estilo de vida al que estaban sujetas las mujeres de la ciudad, es evidente que existía cierta preocupación -o al menos el tema resultaba de interés para los médicos- que se manifestaba en la publicación de traducciones y producción de trabajos sobre higiene que recomendaban la actividad física. A modo de ejemplo, cabe citar uno de tantos textos que circulaban en la época:

La anemia y la nerviosidad son las dos enfermedades con que tienen que luchar las niñas. Las dos se producen por falta de ejercicio y demasiada ocupación de la inteligencia y de la fantasía. En los últimos decenios ha habido una tendencia predominante a estos males en toda la generación, particularmente en las mujeres que por naturaleza tienen inclinación a una vida sedentaria y poseen una fantasía muy desarrollada (Drachmann, 1880: 128)

Con respecto a la debilidad emocional de la mujer, los testimonios médicos concuerdan en que

"para el hombre se hizo el justo medio; para ella los extremos. Y todo esto es obra de un sistema nervioso delicadísimo que se irrita a la menor excitación y que es causa de que padezca de una fiebre lenta y perenne. Tomadle el pulso y veréis que late con más aceleraciones que el vuestro" (Frugoni de Fritzsche, 1993: 212-3).

Sin embargo, tal debilidad no solamente tenía efectos nocivos sobre su estado anímico-tal como refiere el testimonio anteriormente citado- sino que su influjo se extendía incluso hacia terrenos más recónditos como, por ejemplo, su sexualidad y sus mecanismos de represión:

"respecto al sexo, diremos que en la mujer hay mayor sensibilidad. Las impresiones son más vivas, las costumbres más suaves; y por consiguiente hay menos energía para resistir a las causas morales que sin cesar nos afectan. Así vemos muchos más desórdenes nerviosos en las mujeres, y sus afectos producen resultados más graves que en el hombre" (Wilde, J. A., 1885: 180-1)

Otros discursos dan cuenta de la debilidad intelectual y moral de la mujer, desde ámbitos tan diversos -aunque en absoluto disímiles- como el jurídico o el literario. "La inteligencia de la mujer no está organizada para resistir: las mujeres prefieren creer, la intensidad de sus facultades no es poderosa" (Filemón Posse en Piñero, 1984: 83). Desde la perspectiva -masculina- de quienes formulan tales discursos, esta falencia inherente a la naturaleza femenina se ve agravada, a su vez, por la influencia perniciosa de factores externos tales como el materialismo, la educación que recibe y el tipo de literatura que consume4. La hipótesis sobre la cual se desarrollan asume que los efectos negativos de las influencias externas se acentúan allí donde encuentran una menor resistencia moral o intelectual.

No deja de resultar paradójico que, por un lado, se afirme que la frágil moral femenina es de por sí proclive a sucumbir ante los encantos desmoralizadores de la sociedad mercantilizada de la época y que, pese a ello, la educación que se le brinda fomente tales inclinaciones en lugar de combatirlas5.

La mujer, con la viciosísima educación que recibe en la actualidad, no puede mantener con el hombre relación intelectual (...) Sus relaciones con el hombre tienden cada día a circunscribirse a las meramente materiales, con grave perjuicio de la economía de la familia y de la dirección y educación de los hijos. (...) Es necesario poner término a este sistema, que se ha hecho ya como de reglamento, y que tiende a hacer de la mujer un ser meramente agradable. Débense proscribir esas enseñanzas inútiles que muchas madres creen, sin embargo, indispensables, como el piano, el canto, el dibujo, etc., sobre todo el primero, que se ha hecho mueble indispensable de todo ajuar, y como condición sine qua non de toda buena educación femenina. Es necesario, ante todo, desterrar ese lujo que va invadiendo nuestra sociedad y que va haciéndose carne en las costumbres y en los hábitos de nuestras mujeres argentinas, relegando y corrompiendo los espíritus mejor intencionados, y extendiendo sus influencias perniciosas hasta la sagrada misión del hogar doméstico (Piñero, 1888: 17-8).

No son pocas las voces que entonces condenan los nuevos modos, promoviendo una "guerra al lujo" y una vuelta a la austeridad y al modelo de vida tradicional, en pro del bien común:

Si muchas madres en vez de llevar a sus hijas a los bailes, paseos y teatros, si en vez de consentir que pasen una gran parte del día sentadas en las salas de sus casas con novelas en las manos, les enseñasen la verdadera vida del hogar, se ahorrarían para el porvenir muchos pesares y prestarían al país importante servicio ... La familia que se considere austera debe comenzar una guerra al lujo y no enseñar a la niña de cuatro ó cinco años a ser una coqueta (Coni en Piñero, 1888: 19).

Sin embargo, esta suerte de cruzada moral apunta no tanto a crear las condiciones necesarias para promover una mejor situación social de la mujer, como a atacar al modelo burgués imperante, y a las amenazas que éste conlleva: movilidad social y económica, fomento de la inmigración, y la ruptura de un orden social y político basado en una oligarquía patricia. En todos los casos -tómese como ejemplo a José Manuel de Estrada, Santiago Calzadilla, Miguel Cané, Lucio V. López o el propio Eugenio Cambaceres-, el lamento por la decadencia moral generalizada no deja de ser, fundamentalmente, un quejido de impotencia ante la disolución del antiguo orden6.

¿Quieren placeres fáciles, cómodos o peligrosos? Nuestra sociedad múltiple, confusa, ofrece campo vasto e inagotable. Pero honor y respeto a los restos puros de nuestro grupo patrio; cada día, los argentinos disminuimos. Salvemos nuestro predominio legítimo, no sólo desenvolviendo y nutriendo nuestro espíritu cuanto es posible, sino colocando a nuestras mujeres, por la veneración, a una altura a que no llegan las bajas aspiraciones de la turba. Entre ellas encontraremos nuestras compañeras, entre ellas las encontrarán nuestros hijos. Cerremos el círculo y velemos por él (Cané, 1993: 174)

Del "ser inestético" a la mujer como conflicto generador de ficciones.

En su trabajo en defensa del naturalismo, Tamini a menudo parafrasea y cita a Schopenhauer7, para sustentar sus argumentos en relación a la mujer: "la mujer es un ser de cabellos largos e ideas cortas" (Frugoni de Fritzsche, 1993: 211), "incapaz de comprender la poesía, la música, y todas las demás artes de adorno", "la mujer es el ser inestético" (Frugoni de Fritzsche, 1993: 212).

Lo novedoso de los discursos predominantes con respecto a la mujer hacia el '80, no es su objeto sino la intensidad y reiteración -por cierto un tanto obsesiva- con las que el mismo es abordado por los hombres de la época. Ya no se trata de una actitud que pretende divinizar ni enaltecer a la mujer como paradigma de fragilidad con fines estéticos. Por el contrario, se apunta a desmitificar su figura, volviéndola soporte apto para un amplio marco de formulaciones. De este modo, las posibilidades de representación se amplían -dentro y fuera del terreno de la ficción- y emergen nuevas figuras que trascienden los tradicionales papeles de novia, fiel esposa y madre. Es así como la ficción no hace sino convertirse en un particular continuum con la sociedad que la produce, por la cual desfilan las distorsionadas versiones de aquellos roles oficiales. Advenedizas, adúlteras, infanticidas, madres solteras, prostitutas e inconformistas, rebasan así el marco de los rumores de los salones de baile, las crónicas policiales y los relatos de viaje, ya sin el velo estético -y protector- con el cual el romanticismo supo, a su tiempo, ampararlas: "El naturalismo mira a la mujer sin encandilamiento" (Frugoni de Fritzsche, 1993: 213). La paradoja que, sin embargo, se plantea en algunos autores del '80 consiste en que, pese a que "la mujer es un ser débil en todas las clases sociales" (López, 1967: 167), y de su incapacidad estética, no es tal la representación que se verifica en sus textos.

Al respecto, parte de la ficción del '80 puede leerse como la segmentación de un mismo discurso, la fragmentación de una sola historia. Miguel Cané, Eugenio Cambaceres, Lucio V. López ... Es posible percibir en sus obras de ficción -conversacionales y autorreferenciales, de acuerdo al criterio generalizado de la crítica8 - una estructura dialógica mayor a la que cada texto en particular alberga. Basta tomar uno de ellos como punto de partida, para que se genere una trama de asociaciones en torno a la figura y representación de la mujer.

El salón de baile de Pot Pourri, por ejemplo, se revela como el lugar por excelencia para iniciar cualquier derrotero en torno a las posibles relaciones entre hombres y mujeres. A modo de cicerone, Cambaceres ofrece un paneo sobre los más destacados actores de la comedia amorosa porteña -el cual tan sólo dista del cotorreo de la cazuela de Lucio V. López, o de los comentarios de salón de Cané, en el escenario-. El "hijo de la familia rica" y su "preciosa esposa", el "aventurero", el "rico" y la "guaranga", el amigo de la familia, la "impura" y el "ángel caído". Los personajes se suceden al ritmo de una lengua -pluma- ponzoñosa que los copia para narrarlos, en un gesto muy extendido entre los escritores de su generación. El autor anticipa y expone así la materia prima de la que se ha de valer para generar su obra. Posteriormente, en Música Sentimentaly Sin Rumbo, el espectro se completa con las figuras de las cocottes y de la manceba respectivamente.

En este sentido, Cambaceres es un escritor inaugural y culminante a la vez, en cuanto propone la totalidad del espectro de personajes, relaciones, temas y recursos sobre los cuales el resto de los autores moldearán luego sus ficciones. Después de su primera novela -Pot Pourri- nada nuevo parece asomarse a la escena literaria del '80. A modo de un juego de espejos, todo tiende a reiterarse, ampliarse o distorsionarse, aunque manteniendo una cierta fidelidad hacia el diseño original. En La Gran Aldea, por ejemplo, resuena aún el murmullo de los salones de baile de Pot Pourri al punto que ciertos personajes parecen trasladarse cómodamente del universo de un autor al otro, en un transcurrir que, por cierto, no concluye en López. En tanto la música que anima a los personajes sea la misma ("-¿Qué música? -le pregunté. / -¡Inocente!, la libra esterlina; una partitura que no admite rivalidades de escuela" [López, 1967: 89]), los arquetipos están condenados a reiterarse. Cambaceres los presenta en su primera novela para desarrollarlos posteriormente9. López y Cané vuelven luego a convocarlos.

Verdadera musa, la mujer en todos estos autores se confirma como factor de perturbación del orden establecido, elemento de riesgo para el equilibrio masculino, y como conflicto generador de sus ficciones10.

En los capítulos de la frustrada novela de Cané, por ejemplo, la irrupción de lo femenino y sus representaciones (señoritas de sociedad y cocottes) promueve las personales reflexiones del protagonista -con las cuales Cané construye su ficción- y, a la vez, perturba su moral patricia al punto de inhibirlo en sus propósitos. Al igual que el personaje de "En el fondo del río", Carlos Narbal -quien, ante la inusitada y sugerente presencia de una cocotte en su camarote de viaje, se cohibe y clausura así una posible vía de desarrollo de la novela-, Cané se da por vencido en el momento mismo en que se introduce en un terreno al cual no domina. Allí donde Cambaceres se desenvuelve con la gracia y ductilidad propias del dandy, Cané fracasa. La frivolidad y encanto de los personajes femeninos que en Cambaceres asumen los roles de adúlteras y coquetas, de prostitutas y jóvenes deshonradas -figuras centrales y promotoras de sus novelas-, no cuadran con la gravedad con que Cané pretende someterlas para postular un modelo de ficción abiertamente contrario al de Cambaceres. Más cómodo con el universo masculino de Juvenilia - el cual es apenas perturbado por "la proximidad de una criatura idealmente bella" en un palco del Colón-, Cané desiste de su proyecto literario y opta por el silencio, sordo a las risas y murmuraciones femeninas que se dejan oír incluso en sus propios textos: "la poco orientada artista declaró al día siguiente que aquello con el aspecto de un hombre, y méme pas mal, no era tal" (Cané, 1993: 149). Frente a la inhibición que el tratamiento de lo femenino provoca en Cané, y a la productividad narrativa que despierta en Cambaceres, López se inclina por el último y desarrolla su ficción a partir del dinamismo que le imprimen los personajes femeninos a cada etapa de la historia que se narra en La Gran Aldea11.

Elemento generador de conflictos y ficciones, seducciones y rechazos, la literatura masculina narra a la mujer como sujeto a controlar, aunque sin dejar de evidenciar el desgarramiento entre la atracción y el deseo de normalización que la irrupción de lo femenino despierta en ella.

El desgarramiento que se manifiesta en la literatura masculina, no es otro que la dualidad que Francine Masiello postula, a nivel general, como característica de los miembros de la Generación de 1880. Por un lado, en el plano de la ciencia y de la tecnología, establecen un sistema de supervisión y control del sujeto femenino fundamentado en la higiene, la salud pública, el sanitarismo y la criminología. Por el otro, en el plano de la literatura, se valen de su figura y de la atracción que de ella emana como vía de expresión de "las múltiples contradicciones de la modernidad y de la experiencia artística" (Masiello, 1997: 161).

En la proyectada novela de Cané, por ejemplo, tal desgarramiento se profundiza al punto que provoca su frustración. Su intento de conjugar en la ficción las tensiones que se generan entre los esquemas de relaciones tradicionales y la modernidad, resulta anacrónico y fracasa.

En cambio, el planteo literario de Cambaceres en Música Sentimental, por ejemplo, resulta novedoso. Allí, el autor introduce sin escrúpulos la figura de la prostituta, la cual deja ya de ser mención oblicua o excusa para proclamar su redención romántica12. Sin embargo, en Pot Pourri su cinismo no es suficiente para hacer por completo a un lado los prejuicios burgueses en lo referente al adulterio. Sus coqueteos con la transgresión y el escándalo -actitud que le merece el calificativo de "moralista equívoco" (Panesi, 2000: 278)-, en definitiva se resuelven en un discurso tradicional y moralista.

López opera de manera similar señalando el nuevo tipo de relaciones que resulta de la ecuación matrimonio y dinero. La Gran Aldea se propone así como un texto ejemplar, prescriptivo -al mejor estilo de la literatura didáctica. Su visión sobre los matrimonios concertados por interés no deja de ser crítica, aunque la solución que postula -una suerte de justicia poética por la cual la mala madre y esposa es castigada- no llega a quebrar con los condicionamientos sociales de su época.

Cambaceres y López, a diferencia de Cané, logran entonces que su ficción salga ilesa de las tensiones que en ella operan aunque, como se ha mencionado, no sin exhibir las huellas de tal conflicto.

Sin duda, a estos escritores les resulta difícil no hablar casi exclusivamente de las mujeres, sustraerse a la tentación de recurrir a ellas como fuente productiva de sus ficciones, especialmente en un período donde la cuestión de lo femenino linda con la obsesión. Ello no significa que en ese momento se produzca una suerte de redescubrimiento de la mujer como objeto de representación aunque, tal vez, sí pueda afirmarse que el descubrimiento de la mujer como problema obliga a repensar los roles genéricos en una estructura social que, por entonces, atraviesa transformaciones radicales. Sinónimo de maternidad, su potencialidad reproductiva -en tanto garantiza la continuidad del sistema familiar y social- es elevada al carácter de cuestión de Estado, y objeto de estudio y representación por parte de la ciencia y del arte.

Ella se convierte en causa y elemento central de la ficción, aunque sin confirmarse como su indudable protagonista. Conforme con los postulados de la época sobre la incapacidad de la mujer de actuar por propia cuenta13, la ficción del '80 la representa, habla de y por ella y, llegado el momento en que la mujer decide narrarse a sí misma por propia iniciativa -"¿qué me importa el mundo? Yo he sido su víctima. Yo quiero vengarme de él. Pero necesito de usted. Al fin, ¿qué he sido hasta ahora como mujer?" (López, 1967: 119)-, la deja librada a su debilidad y la obliga a ampararse tras una figura o voz masculina.

Una literatura femenina.

El diálogo que se establece entre la ficción de Cané, Cambaceres y López, se construye así a partir de y a través de la mujer, produciéndose una apropiación de la totalidad de sus caracterizaciones posibles, para convertirla en productividad literaria -más allá de que ésta se concrete o no, como en el caso de Cané. Sin embargo, para lograr ser representada, la heterogeneidad femenina debe someterse a un modelo que intenta uniformarla, acorde al orden establecido -y necesario- para el proceso de consolidación nacional que se desarrolla hacia el '80. Si bien esta ficción masculina en principio se muestra atraída por la amplitud de representaciones que el sujeto femenino ofrece, en su elaboración finalmente privilegia tan sólo su función reproductiva -Cané aboga por la dignificación de la mujer para asegurar una descendencia honorable e inmaculada; los vacilantes planteos transgresores de Cambaceres se resuelven a favor de la protección de los valores tradicionales; y la literatura ejemplar de López advierte sobre los peligros que depara una unión conyugal enviciada. Más allá de que a menudo las mujeres de las ficciones del '80 decidan "declarar cerrado el punto de sus tareas matrimoniales y decretarse sus horas de vacaciones y de asueto" (Cambaceres, P.P., 1956: 87), de que reivindiquen su derecho a escoger su modo de vida, o que hagan valer su superioridad económica o social, ninguna de ellas prospera en sus propósitos y todas son oportunamente sancionadas y condenadas: "¿Me firmas el pagaré, me entregas el dinero, sí o no? / (...) - ¡Una y mil veces no! ... soy la dueña yo, me parece ... / - ¿La dueña, dices? de tu plata, pero no de tu culo ¡de ese soy dueño yo!" (Cambaceres, E.L.S., 1887: 290)14.

Sin embargo, pese a las intenciones que en definitiva animan a estos autores en cuanto a la utilización de la figura femenina, en ellos se trasluce la perturbación que ésta les provoca y que resulta en una ficción predominantemente masculina desgarrada ante la disyuntiva de seducción y deseo de subordinación generada por la intrusión de lo femenino. En el intento de evidenciar la necesidad de controlarla -en virtud de lo que representa o de lo que se pretende que represente- sólo consiguen producir personajes femeninos fuertes y hegemónicos que opacan a los protagonistas masculinos, quienes terminan convirtiéndose en sus interlocutores. Ellas trascienden así los límites de acción impuestos y se apropian del centro de la escena, favorecidas por una escritura que recurrentemente apela a su presencia, y que se vale de la implementación de recursos identificados tradicionalmente con la mujer -el chisme, la difamación-, como estrategia de escritura y divulgación de los discursos imperantes. De este modo, la voz del "inflexible enunciador de la ley" -y promotor del orden masculino- se transforma entonces en la de "un chismoso que ocupa el mismo lugar femenino cuyo peligro quiere conjurar" (Panesi, 2000: 284).

La ficción masculina de Cané, Cambaceres y López se manifiesta así irreversiblemente atravesada por lo femenino. Lo mismo le sucede con tantos otros sujetos sociales -inmigrantes, advenedizos y rastaquouères- quienes de modo oblicuo consiguen trasponer el debilitado contorno de un círculo que continua e inevitablemente se desdibuja. Conciente de los cambios y reacomodamientos que se producen en su entorno, la literatura se propone funcionar como conjuro efectivo contra tales amenazas, a la vez que ella misma -sin quererlo o no- se vuelve portavoz de quienes en principio pretendió subordinar y silenciar.

Notas

1 Ver T. Frugoni de Fritzsche, (1993).
2 Un breve recorrido a través del Anuario Bibliográfico de la República Argentina, dirigido por Alberto Navarro Viola, confirma la reiteración del tema de lo femenino -de modo directo o indirecto- en diferentes tipos de publicaciones. Al respecto, es notable la gran cantidad de tesis doctorales -médicas y jurídicas- que se verifican durante el período 1880-1883. A modo de ejemplo, cabe citar: La violación de la fe conyugal en la legislación penal, por Emilio Frers, Buenos Aires, Imprenta de Pablo E. Coni, 1879 (1880: 57); Esterilidad en la mujer, por Francisco Sarmiento, Buenos Aires, Imprenta del Porvenir, 1879 (1880: 140); Breve estudio sobre la incapacidad civil de la mujer casada, por ángel V. Ocampo, Buenos Aires, Imprenta de Pablo E. Coni, 1880 (1881: 53); Las cartas misivas ante el Derecho Civil, Comercial y Penal, por Martín Fragueiro, Buenos Aires, Imprenta de El Mercurio, 1880 (1881: 60); Patología de la menstruación, por Escolástico Imas, Buenos Aires, Imprenta Ostwald, 1880 (1881: 233); El matrimonio por Ramón Arigós Rodríguez, Buenos Aires, Tipografía de M. Biedma, 1881 (1882: 83-4); Causas de nulidad del matrimonio, por Francisco Roberts, Buenos Aires, Imprenta de Pablo E. Coni, 1881 (1882: 84); Relaciones de la menstruación con el sistema nervioso por Adolfo Martínez, Buenos Aires, Imprenta de "El Tribuno", 1881 (1882: 313); El poder marital por Luis M. Drago. -On ne lonè guère les femmes, mais on prouve chaque jour qu'on les estime- Tocqueville, Buenos Aires, Imprenta de "El Diario", 1882 (1883: 62); Estudio sobre las prescripciones del Código Civil referidas a las relaciones de familia por Castor Figueras, Buenos Aires, Imprenta Europea, 1882 (1883: 63); La mujer ante la ley civil, la política y el matrimonio por Santiago V. Guzmán. Contestación a los señores Luis A. Mohr y Julio Llanos fundadores de la revista El Derecho de la Mujer, Tomo primero Derecho civil-Derecho político, Buenos Aires, Imprenta de Pablo E. Coni, 1882 (1883: 287). En cuanto a las obras literarias que se registran en el Anuario Bibliográfico, no son pocas aquellas en las que se trata el papel de la mujer en relación al matrimonio y al adulterio. Entre ellas: Estela por Jorge Alberto, Buenos Aires, 1880 (1881: 294-5); Ley social de Martín García Mérou, Buenos Aires, Félix Lajouane editor, 1885 (1886: 241-2); Los celos y la electricidad por C., Buenos Aires, Impresión, Litografía y Encuadernación de J. Peuser, 1886 (1887: 211-2); El amigo del marido de Jules Mary. Traducción de Osvaldo Magnasco, Buenos Aires, Imprenta de Sud-América, 1886 (1887: 213); Palomas y gavilanes, por el Dr. Ceferino de La Calle, ilustrado por M. Arellano, grabados de Ortega, Buenos Aires, Félix Lajouane editor, 1886 (1887: 217-8).
Los títulos se suceden y se prolongan más allá del período analizado,1880-1890. Hacia fines del siglo XIX, la recurrencia del tema de lo femenino como tema discursivo, se concreta en un texto de Ernesto Quesada -La cuestión femenina (1898)- que, junto a otro de sus libros -La cuestión obrera (1907)- y La cuestión del divorcio de Carlos Olivera (1901), conforman una posible trilogía en la cual se evidencian algunos de los temas principales de la problemática vigente en la época.
3 Cfr. con I. Kniebiehler, (1993: 329-30).
4 Sobre este cruce entre educación, moral y literatura, cabe citar un fragmento del capítulo que Carlos Olivera (1901: 62) dedica a las jóvenes: "La lectura de las novelas más fútiles, la ignorancia de la vida en que se os mantiene, el deslumbramiento de las primeras impresiones de la vanidad, la defectuosa educación que recibís, vuestra exaltada sensibilidad en la juventud, todo se reúne para impediros que elijais, en realidad vuestro marido".
Sobre esta relación, es interesante ver cómo se pretende incluso verificar su resultado a través de ejemplos masculinos. En la biografía que Sarmiento le dedica a Dalmacio Vélez Sársfield, el autor resalta que aquél "murió sin haber leído una sola novela en toda su vida" (Rodríguez Molas, 1984: 78). A su vez, Eduardo Wilde -en su defensa del matrimonio como institución generadora de "hábitos de orden, de economía, de previsión y de moralidad"-, complejiza la relación inicial agregándole las variables del matrimonio y del ocio, afirmando que "son los célibes, según lo hace observar un profesor de medicina legal, los autores de los libros indecentes, corruptores de los instintos genésicos, verdaderos venenos morales cuyos efectos son desastrosos y son las horas de ocio, fuera de la acción de la familia, el tiempo en que se engendra esos monstruos de la imaginación destinados a destruir para siempre los sentimientos de pudor" (Wilde, 1885: 393).
5 En Pot Pourri, por ejemplo, entre tantos otros comentarios de salón, el protagonista deja traslucir una crítica a la educación de las mujeres argentinas -basada en el modelo hispánico-, contraponiéndola a la de las norteamericanas. Encantadora, chispeante y graciosa, señala que la gran mayoría de las mujeres argentinas resulta "hueca, superficial e ignorante, merced a la tierna y ejemplar solicitud de nuestros padres de familia" (Cambaceres, 1956: 27).
6 Oscar Terán ha trabajado el tema del lamento y de la tensión entre mercado y virtud en la esfera intelectual argentina de fines del siglo XIX y principios del XX, focalizando su análisis en la figura de Miguel Cané como emblema de la oligarquía patricia:
Si ya Eduardo Wilde había anunciado, de acuerdo con Sarmiento, que se "avecinaba la 'era cartaginesa' ", Miguel Cané construirá esta categoría recorriendo dos estrategias de razonamiento luego convertidas en un lugar común: recuperación de la vieja oposición entre valores económicos y espirituales, y divorcio entre esos mismos valores económicos y las virtudes patrióticas. De tal modo se abre una línea argumentativa que iba a promover la construcción de una "patria" vaciada sobre dichas virtudes (Terán, 2000: 53).
Por lo tanto, la cruzada moral que se pone en funcionamiento con centro en la mujer, es consecuencia de una lectura -y apropiación- del cuerpo femenino como encarnación del cuerpo de la patria.
7 En el trabajo de Tamini, es posible rastrear la influencia -declarada- de las ideas que Schopenhauer desarrolla en El amor, las mujeres y la muerte. La atribución a las mujeres de la astucia y la falsía como contrapartida de la natural fortaleza masculina, su miopía intelectual, su capricho por lo material, y su caracterización por la negativa - las mujeres vistas como "niños grandes, una especie de intermedio entre el niño y el hombre" (Schopenhauer, 1964: 59)-, resultan lugares comunes en ambos autores.
8 Sobre el carácter fragmentario, conversacional, autorreferencial y autobiográfico de la literatura del período estudiado, cabe mencionar los siguientes trabajos: Campanella, Hebe, "La atmósfera literaria" en Biagini, H. E. (comp..) El movimiento positivista argentino, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1985; Jitrik, Noé, "El nacimiento de la Argentina moderna" en El 80 y su mundo, Buenos Aires, Jorge álvarez, 1968; Ludmer, Josefina, "De la transgresión al delito" en El cuerpo del delito. Un manual, Buenos Aires, Perfil, 1999; Molloy, Sylvia, "Una escuela de vida: Juvenilia de Miguel Cané" en Acto de presencia. La escritura autobiográfica en Hispanoamérica, México, El colegio de México y FCE, 1996.
9 El solterón cínico en Pot Pourri y Música Sentimental; el marido engañado -Juan de Pot Pourri, el Conde de Música Sentimental, Gorrini de Sin Rumbo-; la esposa infiel -María de Pot Pourri, la condesa de Música Sentimental, la Amorini de Sin Rumbo-; las cocottes de Música Sentimental y Sin Rumbo; el amigo de la familia -Pepe de Pot Pourri-; el hijo de familia rica -Pablo de Música Sentimental y Andrés de Sin Rumbo- ; el aventurero -Genaro de En la Sangre.
10 Sobre la utilización de lo femenino como "campo de experimentación para las estrategias de representación" (Masiello, 1997: 161) y, en consecuencia, como elemento productor de ficciones, cabe destacar los siguientes trabajos críticos: Ludmer, Josefina, "Mujeres que matan" en El cuerpo del delito.Un manual, Buenos Aires, Perfil, 1999; Moreno, María, "Dora Bovary. (El imaginario sexual en la generación del 80)" en Ludmer, Josefina (comp.), Las culturas de fin de siglo en América Latina, Rosario, Beatriz Viterbo, 1994.
11 A grandes rasgos, podría afirmarse que la primera parte del relato se construye en torno a la figura de la tía Medea, y a la segunda le corresponde Blanca. Cada una de ellas le imprime un estilo y un ambiente propio, a la vez que condiciona el desarrollo de la acción.
12 ¿Por qué no tener el coraje de lo que una hace, por qué no decir pura y simplemente la verdad? (...) Somos lo que somos, porque el terciopelo y la seda cuestan menos que el percal; porque es más barato vivir en un hotel que en las bohardillas; porque para pagar tres sueldos en la imperial de un ómnibus, tiene una que comer lo que otros tiran, quemándose las pestañas sin perjuicio de quedarse ciega o tísica, mientras que, para arrastrar coche y caballos, basta abrir la boca y decir sí, y, últimamente, porque para eso hemos nacido y esa es nuestra inclinación. Voilá! Si no les gusta, sigan de largo; c'est à prende ou à laiser (Cambaceres, M.S., 1956: 104).
El propio autor es claro en cuanto a su postura literaria sobre el tema, al confrontar la visión de dos cocottes -Blanca y Loulou- sobre la prostitución.
13 A modo de ejemplo, cabe citar nuevamente a Schopenhauer: "Es evidente que, por naturaleza, la mujer está destinada a obedecer, y prueba de ello es que la que está colocada en ese estado de independencia absoluta, contrario a su naturaleza, se enreda enseguida, no importa con qué hombre, por quien se deja dirigir y dominar, porque necesita un amo. Si es joven, toma un amante; si es vieja, un confesor" (Schopenhauer, 1964: 74).
14 De las tres ediciones analizadas de la novela En la sangre, para esta cita final tomo la de 1887, ya que es la única en que el texto no ha sido censurado. No obstante, en la reseña y crítica de la novela que se registra en el Anuario Bibliográfico de 1888, se condena el "dudoso gusto artístico" con que Cambaceres desarrolla determinadas escenas: Genaro, ante la nueva negativa de su mujer, "la arranca del lecho, la injuria torpemente, la azota, agregando a la brutal acción un cínico dicharacho; -termina la novela con esta desagradable escena, contada por el autor con un naturalísimo zolaico de una crudeza de expresiones de bastante mal gusto" (1888: 273). Esta crítica al "abuso inmoderado de expresiones vulgares", que data de 1888, de algún modo perdura en el tiempo, al punto que tanto en la edición de Castellví de 1956 -con observaciones y notas de E. M. S. Danero-, como en la de Eudeba de 1967 -presentada por David Viñas-, se ha eliminado la palabra "culo" del texto.

Referencias bibliográficas
1. Anuario Bibliográfico de la República Argentina, dirigido por Alberto Navarro Viola, Buenos Aires, Imprenta de El Mercurio, 1880.
2. Anuario Bibliográfico de la República Argentina, dirigido por Alberto Navarro Viola, Buenos Aires, Imprenta de M. Biedma, 1881-88.
3. Cambaceres, Eugenio, En la sangre, Buenos Aires, Imprenta de Sud América, 1887.
4. Cambaceres, Eugenio, Obras Completas. Observaciones y notas por E. M. Danero, Santa Fe, Castellví, 1956.
5. Cané, Miguel, Juvenilia y otras páginas argentinas, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1993.
6. Drachmann, A. G., Gimnasia higiénica para niñas en la escuela y en casa de familia. Traducción de C. A. Schonhayder, Buenos Aires, Librería Europea de L. Jacobsen y Ca., 1879, citado en: Anuario Bibliográfico de la República Argentina (1880).
7. Frugoni de Fritzsche, Teresita, Introducción a Eugenio Cambaceres, En la sangre, Buenos Aires, Plus Ultra, 1993.
8. Kniebiehler, Ivonne, "Cuerpos y corazones", en: Duby, G. y Perrot, M., Historia de las mujeres. El siglo XIX, Madrid, Taurus, 1993, Tomo IV.
9. López, Lucio V., La Gran Aldea, Buenos Aires, CEAL, 1967.
10. Masiello, Francine, Entre civilización y barbarie. Mujeres, Nación y cultura literaria en la Argentina moderna, Rosario, Beatriz Viterbo, 1997.
11. Olivera, Carlos, La cuestión del divorcio, Buenos Aires, Librería Brédahl, 1901.
12. Panesi, Jorge, "Cambaceres, un narrador chismoso" en Críticas, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2000.
13. Piñero, Osvaldo M., Condición jurídica de la mujer, Buenos Aires, Pablo E. Coni e Hijos, 1888.
14. Rodríguez Molas, Ricardo, Divorcio y familia tradicional, Buenos Aires, CEAL, 1984.
15. Schopenhauer, El Amor, las Mujeres y la Muerte, Buenos Aires, Malinca, 1964.
16. Terán, Oscar, Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910). Derivas de la "cultura científica", Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000.
17. Wilde, Eduardo, Curso de Higiene Pública, Buenos Aires, Casavalle, 1885.
18. Wilde, José Antonio, Compendio de higiene pública y privada al alcance de todos. Adoptada por superior decreto como Texto para las Escuelas Públicas de la provincia, Buenos Aires, Stiller y Laas, 1885.

recibido: 30 de mayo de 2003
aceptado para su publicación: 26 de julio 2003