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Cuadernos del Sur. Letras

versión impresa ISSN 1668-7426

Cuad.Sur, Let.  n.35-36 Bahía Blanca  2005

 

La normatividad genérica en la construcción del Estado chileno: el Curso de Bellas Letras de Vicente Fidel López (1845)

Elvira Narvaja de Arnoux

Instituto de Lingüística, Universidad de Buenos Aires. E.mail: elvira@filo.uba.ar

Resumen
Vicente Fidel López publica el Curso de Bellas Letras, producto de su experiencia como profesor de retórica, en el Chile de mediados del siglo XIX, caracterizado por una creciente actividad económica, una reconocida estabilidad política y la progresiva puesta en marcha de las instituciones republicanas. A la voluntad de la clase dirigente chilena de regular los modos de ejercicio de la democracia, responde con un texto normativo que define los géneros y los lugares legítimos de la palabra pública. El artículo muestra la importancia que el autor, sensible a la racionalidad moderna, asigna a la determinación de parámetros explícitos en la delimitación y clasificación de géneros y subgéneros, y el propósito que lo orienta de considerar tanto las producciones orales como las escritas, aunque respecto de las primeras solo se detenga en las institucionales. Asimismo, expone cómo López caracteriza los tipos de elocuencia vinculando las opciones temáticas, estilísticas y composicionales con las prácticas sociales en que aquellos se inscriben. En ese desarrollo se destaca el tratamiento de la lección, como género propio de la educación superior que el texto relaciona con la elocuencia política.

Palabras clave: Retórica; Escritura; Ilustración; Glotopolítica; Género discursivo.

Abstract
Vicente Fidel López published Curso de Bellas Letras -a product of his experience as a professor of Rhetoric- in Chile, halfway through the XIX century, a period characterised by a booming economy and political stability, in which republican institutions were progressively being set in motion. In this context, V. F. López opposed the Chilean ruling class's will to regulate the exercise of democracy by writing a normative text which defines the legitimate genres and places to utter the public word. This article shows the importance that the author, who is sensitive to modern rationality, gives to the determination of explicit parameters for the definition and classification of genres and sub-genres as well as his purpose in considering both oral and written productions. Also, the article presents the way in which V.F. López characterises the different types of eloquence establishing relationships between thematic, stylistic and compositional choices and the social practices which frame the occurrence of each type. Finally, careful attention is drawn to the treatment of the lesson, considered as the typical genre of higher education, which the text relates to political eloquence.

Key words: Rhetoric; Writing; Illustration; Glotopolitics; Genre.

El Curso de Bellas Letras 1 , publicado en Chile, en 1845, se inscribe en la serie de las artes de escribir ilustradas2 que, desde el último tercio del siglo XVIII, abren la retórica a las exigencias de la expansión de la cultura escrita y de los géneros asociados con las nuevas prácticas sociales. En el caso de Vicente Fidel López, se acentúa el interés por aquellas actividades propias de las funciones de gobierno generadas por las democracias representativas. Convencido de la importancia de la opinión pública en las sociedades modernas señala: "la palabra i la pluma son los grandes poderes de la sociedad, los mas fuertes elementos de gobierno" 3, p. 10. Este aspecto es el que sostiene el confiado pedido de "patrocinio" gubernamental realizado por Vicente Fidel López al finalizar su obra y evaluarla: "creemos qe nuestra publicación será patrocinada por los gobiernos de sud-américa, i por los qe se interesan en el progreso de los estudios literarios; pues es notorio i sabido de todos qe no ai en nuestro continente un libro qe tenga el mismo objeto ni el mismo plan qe el qe aora publicamos". En este cierre declara el carácter innovador del tratado, relaciona Estado y lenguaje cobijados en el valor indiscutible del "progreso" y propone su escrito al amplio mercado sudamericano. Todo ello evidencia el convencimiento de que su obra es una respuesta a los procesos sociales en marcha, que en el campo lingüístico tienden a un ordenamiento estatal de las prácticas y al desarrollo de un mercado amplio, y al hacerlo adopta la perspectiva de la clase dirigente chilena, partidaria -como veremos- de una progresividad participativa graduada y controlada.

El interés que presenta, desde una mirada glotopolítica -es decir, en términos generales, desde aquella que estudia las acciones estatales y las de distintos colectivos sociales sobre las lenguas y los discursos, sus representaciones y estatutos respectivos- es que expone con particular nitidez cómo el Estado nacional que se construye debe estabilizar el espacio discursivo regulando los géneros y cómo, a la vez, el discurso sobre el lenguaje propone una representación de la sociedad. En ese sentido, el texto de López articula los géneros con prácticas sociales e instituciones abriéndose a la diversidad de lugares de discurso que un proyecto republicano instaura, incluso con las limitaciones de la sociedad chilena de su época4. Por otro lado, utiliza diversas fuentes europeas, a las que remite en amplias citas, glosas, referencias en cuerpo de texto o en notas, pero adecuándolas a las necesidades de la construcción del Estado nacional, que es en definitiva el que legitima la normatividad retórica5. Y, finalmente, busca construir, a partir de la escritura destinada a la enseñanza, el imaginario nacional, lo que se evidencia en distintos momentos del texto, en los que la dimensión emocional se vincula con el término patria, donde se vuelcan los afectos familiares al mismo tiempo que se perciben los ecos republicanos. En la cita siguiente, por ejemplo, que abre el reconocimiento de las clases de elocuencia, "asociación" e "iguales", términos relacionados con los procesos abiertos por las revoluciones democráticas, enmarcan la serie familiar que da a "iguales" el valor de "fraternos" articulando la nación política con la patria:

Después de Dios no ai objeto mas caro ni mas respetable para el ombre qe la Patria, esa asociación de seres intelijentes de la qe forman parte sus padres, sus ijos i sus iguales. La patria encierra todos sus intereses i se mezcla necesariamente a todos sus deseos; es, por consiguiente, un objeto lleno de vida qe lo preocupa, qe le inspira ideas, i qe es, en fin, capaz de conmoverlo fuertemente6 (p. 161).

En este artículo me centraré en el primero de los aspectos señalados, aunque me refiera también, en algunos casos, al tercero. En relación con ellos debemos recordar algunos datos contextuales que dan el marco que permite comprender su propuesta. López escribe el Curso, producto de su experiencia como profesor de retórica en el Instituto Nacional7, en el Chile de mediados de siglo, en el que se ponen en marcha las instituciones propias de un Estado que se afirma. En este proceso ya ha participado como historiador con la escritura del Manual de Istoria de Chile (1843), primer texto de este tipo destinado a la escuela primaria en el que expone el modelo de nación chilena. El decenio 1841-1851, que corresponde a la presidencia de Manuel Bulnes, general vencedor en la guerra contra la Confederación Peruano-boliviana (1837-1839), se caracteriza por una notable actividad educativa: la creación en 1843 de la Universidad de Chile, a cuyo frente estaba Andrés Bello, de la Escuela Normal de Preceptores en 1842, cuyo primer director fue Domingo Faustino Sarmiento, y, en 1849, de las escuelas de Bellas Artes, de Artes y Oficios y de Arquitectura y del Conservatorio de Música8. Se destacan además las actividades y publicaciones culturales: entre las primeras, la creación de la Sociedad Literaria; y entre las segundas, la publicación de La Revista de Valparaíso, El Museo de Ambas Américas, El Semanario de Santiago y La Revista Católica, en las que participa la intelectualidad de la época. Las décadas que van, en Chile, de 1831 a 1861 constituyen una etapa en la que a pesar de las divergencias dentro de la elite, que implicaron en algunos casos alzamientos armados, existen ciertos consensos generados por la prosperidad económica que hicieron posible una estabilidad política con presidentes que permanecían diez años en el poder. En relación con la economía, los historiadores destacan, entre otros, el desarrollo del Valle Central que permitió la exportación de trigo y harina acompañando los requerimientos originados en la "fiebre del oro" primero en California9 y luego en Australia; el posicionamiento de Valparaíso como el más importante puerto comercial del Pacífico sur al desplazar a El Callao después de la guerra; y el descubrimiento y explotación de yacimientos importantes de plata y cobre con la expansión minera en el Norte Chico. Este amplio despliegue económico llevó, además, a utilizar tecnología moderna en la explotación agrícola y minera, activar el transporte marítimo, desplegar una red comercial de envergadura, introducir tempranamente el ferrocarril y el telégrafo e implementar el sistema de correo. López participa en la confianza general en la acción estatal, derivada de esta situación favorable.

Letras, retórica y enseñanza

El Curso conserva de la tradición retórica la doble dimensión descriptiva y prescriptiva en la medida en que se propone ser un texto destinado a la enseñanza. Sin embargo, expone la resistencia romántica ante la norma, al destacar en distintos momentos la importancia de la libertad creadora y al asignarle un carácter secundario a la "enseñanza de la expresión":

Mi conviccion es de qe solamente aqel qe tiene ideas elevadas i bellas, tiene palabras profundas i ermosas; mi conviccion es de qe solamente aqel qe sabe pensar, sabe hablar i sabe escribir. Ahora bien, la retórica no enseña a pensar, la retórica no da conocimiento alguno de las cosas umanas o naturales, la retórica no enseña sino el modo de espresarse, es decir, la última parte, la parte mas superficial entre todas las qe deben constituir la educación seria, sistemada i filosófica qe oi debe recibir la juventud (p. XI).

A pesar de lo que señala, su autor realiza el esfuerzo de escribir un texto normativo, regulador del universo discursivo, que propone, como señalé, a los gobiernos sudamericanos. Esta paradoja se explica, en gran medida, por el hecho de que proyecta sobre el espacio del lenguaje otra convicción, la de un sector importante de la clase dirigente chilena, de que los cambios en la legislación y la estabilidad de los organismos de gobierno permitirán las transformaciones sociales necesarias y deseables10, que la nación se anuda con el Estado gracias a las instituciones, también de lenguaje. Esto explica las frecuentes acotaciones en el Curso sobre el desempeño ciudadano y la moral cívica asociadas al despliegue de los rasgos genéricos. Asimismo, pesa sobre su decisión la importancia gubernamental acordada a la ampliación regulada del sistema educativo, que se expresa en la creación de escuelas primarias y de la Escuela Normal, como forma de evitar el desorden: el ordenamiento de géneros es parte de este proyecto.

A lo largo de la obra declara, no obstante, la importancia de la historización de los géneros y de los manuales que a ellos se dedican ("cada época tiene y debe tener su retórica" (p. VIII), ya que aparecen nuevas necesidades expresivas) con lo que también atenúa la euforia ilustrada acerca de las normas y muestra su apertura a las perspectivas históricas acerca de la literatura, que dominan el campo intelectual europeo. En la conclusión, anuncia otro volumen donde pondrá en relación las letras con otras series y mostrará el peso de lo social en las producciones literarias y el carácter dinámico y transformador de estas:

Es necesario demostrar este movimiento del injenio, aciendo la historia de las producciones literarias; para qe se vea como es qe en cada pais i en cada época se tiene una idea diversa de las reglas abstractas qe sirven para dar belleza a los escritos; i como es qe la literatura es un todo lleno de vida, qe se nutre del espíritu de todos los pueblos realizando en su seno grandes i fecundas revoluciones. Así pues, aremos una rápida historia de la Literatura universal, i de los autores qe mas se an distinguido en ella; i después reflexionaremos sobre las relaciones qe este estudio tiene con nuestros sistemas de gobierno i con nuestra situacion social i científica (p. 305).

Aunque el tramo realizado en el Curso corresponda a lo normativo, el proyecto que anuncia muestra cómo López reconoce la etapa de transición en la enseñanza que irá de la retórica a la historia de la literatura11 y cómo es consciente de que el paso, ya dado en el campo intelectual, todavía no lo ha sido en el ámbito educativo.

Los desajustes de su relación con la tradición retórica y con las nuevas teorías literarias son índices de un fenómeno más general, el hecho de que las políticas lingüísticas en el campo educativo trabajan con series y requerimientos asociados con distintas temporalidades: las teorías lingüísticas o literarias, las concepciones pedagógicas, las ideologías políticas, las necesidades estatales, las tradiciones escolares, los cambios sociales y culturales. El emprendimiento glotopolítico de López muestra en sus vacilaciones la acción que estas distintas fuerzas ejercen sobre él. A ello se agrega, en su caso particular, la incidencia de la participación en las polémicas culturales del momento, particularmente la entablada, debido a su propia intervención periodística, sobre clasicismo y romanticismo en la que al exaltar "el germen de revolución que siempre llevan las novedades literarias"12, había experimentado la inestabilidad de los límites y estimulado el desplazamiento de la discusión del campo literario al político13.

A pesar de las fuerzas contradictorias que operan sobre su texto, lo importante -y, tal vez, lo que le permite evaluarlo como novedoso- reside, más que en su preocupación historicista, en el intento por establecer, en la clasificación y caracterización de géneros y subgéneros, parámetros claros y explícitos. Medios de comunicación, asuntos tratados, facultades y operaciones intelectuales dominantes, soportes materiales y relación con los destinatarios lo llevarán a delimitar aquellos y "a encontrar las condiciones fijas a qe cada género debe allarse sujeto o, en otros términos, las leyes de su composición" (p. 152). Asimismo, le permitirán definir distintos niveles genéricos o distintos efectos de genericidad14 presentes en las obras concretas y reconocer las escenografías15 a las que puede apelar el escritor (como, por ejemplo, lo hace al señalar que los textos de divulgación pueden adoptar la forma de un diálogo o de un cuento). Otro aspecto interesante de su propuesta es el constante esfuerzo por vincular los géneros con los espacios sociales de producción y de circulación. De esta manera, temas, secuencias dominantes y estilos van diseñando los modelos de discurso adecuados a cada situación y con ellos los modos de participación legítimos para la sociedad que se busca construir16.

En su amplio recorrido por los géneros retoma muchos de los que los tratados anteriores consideraban pero establece otras jerarquías y los introduce en su exposición ateniéndose a la propia clasificación. Recordemos que lo epistolar, la predicación y la literatura habían ido ingresando progresivamente a los textos pedagógicos normativos agregándose a los géneros tradicionales de la elocuencia. Las artes de escribir ilustradas los integraban al interrogar los modos específicos de lo escrito. El Curso los contempla también aunque con algunas variaciones respecto de otros de la serie. En relación con la carta solo hace una referencia al género epistolar en el tratamiento de la novela y no se detiene en sus formas "públicas", como la periodística o la científica de amplio desarrollo en su época, tal vez por considerarlas simples escenografías de un artículo o una disertación, cuya importancia en relación con el género de base es secundaria. Tampoco se detiene en la carta personal, posiblemente porque, como lo supone para la conversación, en ella regirían más las normas de urbanidad que las retóricas. En cuanto a los "géneros didácticos" que habían integrado las artes de escribir ilustradas como una categoría amplia y heterogénea, definida por la función textual de "instruir", distingue más detenidamente y asignándoles un estatuto particular aquellos géneros donde predomina la función epistémica de la escritura y aquellos donde se evidencia la perspectiva crítica y reconoce en sus diferencias los textos de divulgación y los de enseñanza.

En el siguiente cuadro, que muestra las clases generales que establece, sólo he desplegado, como ilustración, la zona correspondiente a los discursos razonados. Es evidente la búsqueda de diferencias específicas, genéricamente relevantes, dentro de las categorías que va delimitando. Para hacerlo considera diversos criterios y, si bien logra recortar el campo, en algunos casos se manifiesta la tensión entre distintos parámetros clasificadores. Esto ocurre, por ejemplo, en los géneros que señalamos con asterisco (*) que son incluidos por López en el campo de los escritos políticos pero, en tanto informes de las instancias de gobierno, no resulta clara su relación con la "crítica", que es la clase más amplia.

En este artículo abordaré la sección que corresponde a la elocuencia y, particularmente, al género que desarrolla dentro de la elocuencia dogmática, la "lección", y su vínculo con lo político. Consideraremos, en primer lugar, el marco en el que se los inscribe.

Lo oral y lo escrito

Al explicitar el criterio que adopta en el primer deslinde aparece la preocupación "moderna" por la racionalidad, entendida como "dar razón" de los criterios adoptados y de que estos se apliquen sistemáticamente a los hechos considerados:

nuestra atencion debe fijarse en el modo mejor de hacer una clasificacion, en donde nada aya de arbitrario, de todas las obras literarias cuyas esterioridades vamos a estudiar. Sin este trabajo preparatorio no podríamos saber los límites de nuestra tarea ni la razon tampoco de las demarcaciones de asuntos qe iciéramos en ella (p. 145).

La primera separación que López realiza entre trabajos verbales (orales) y escritos pone en evidencia, desde el comienzo, la importancia asignada a los modos materiales de la comunicación. Se plantea como pregunta inicial "¿Cuáles son los medios de transmisión qe tiene el ombre para acer conocer i comprender sus especulaciones internas?" y la respuesta sienta las bases de la clasificación propuesta:

[…] todo lo qe el ombre qiere acer saber a los demás, lo presenta por medio de la Palabra o de la Escritura, i el resultado natural qe de aqí sale, es; qe todos los trabajos literarios pueden reducirse de un modo jeneral a trabajos verbales i a trabajos escritos (p. 147).

Asume, así, una perspectiva que lo distancia de sus antecedentes ilustrados más próximos, que o parten de la elocuencia tal como la desplegaba la tradición retórica o se centran en los textos escritos proponiendo una primera división entre prosa y verso17. Blair, por ejemplo, la fuente más directa de López, inicia el estudio de los géneros con los tipos de elocuencia, o sea, con lo escrito destinado a la oralización, y no propone un criterio de clasificación más global, aunque con posterioridad al desarrollo de aquellos opta por la división prosa/verso, que atiende a las formas textuales de presentación del significante escrito. Hermosilla, que también abreva masivamente en Blair, parte de este último deslinde aunque exponga algunas reservas:

Una división generalmente adoptada distribuye todas las producciones literarias en dos grandes clases, según que están escritas en prosa ó en verso. Esta clasificación no es rigurosamente exacta, pues la fábula y comedia, las cuales por cuanto se escriben ordinariamente en verso, suelen colocarse en la segunda, pudieran igualmente comprenderse en la primera, porque también se escriben alguna vez en prosa. Sin embargo, la seguiré, porque esta anomalía no merece que se haga nueva clasificación18 (p.290).

Por otra parte, merece destacarse que López cierra con el reconocimiento de aquellos dos grandes espacios de la producción verbal, la etapa de las artes de escribir en la que la búsqueda de una especificidad de la escritura se acompaña de los diversos modos de represión de la oralidad y su contrapartida, el retorno de aquello reprimido a través, particularmente, de las metáforas asociadas con juicios evaluativos19.

Al ampliar el campo de los discursos a "todo lo qe el ombre qiere acer saber a los demás" declara la necesidad de considerarlos en su diversidad. Sin embargo, si observamos la obra en su conjunto, esta muestra los tanteos respecto de los discursos que debe abordar una obra como la suya: la literatura en el sentido amplio de "bellas letras", la producción escrita, los discursos en general20. Es en la segunda parte, en la que se centra en los géneros, en la que se abre con mayor seguridad a la última opción que, posiblemente, se ha ido definiendo en el propio proceso de escritura.

Incluye, entonces, la conversación corriente -las situaciones "vulgares"- y los géneros vinculados con otras prácticas orales que las reconocidas por la tradición retórica y que se desplegaban en las formas de sociabilidad derivadas de las transformaciones operadas. Esos nuevos espacios de intercambios, como las sociedades literarias, las asambleas o la enseñanza superior exigían, en los sectores cuya participación en la vida pública se acentuaba, un dominio de las formas orales. Pero también este era requerido por los intercambios personales no públicos de la elite. En ese sentido, al establecer la diferencia entre hablar bien y ser elocuente muestra la valoración de ambas prácticas:

No es lo mismo ablar bien qe ser elocuente: ablar bien, es usar de bellas frases, de exactitud i de conveniencia en las formas del discurso; mientras qe ser elocuente, es ser rico i vigoroso en los pensamientos, interesante i ábil en la disposición de las materias. Lo primero sirve para salir con lucimiento en las ocasiones vulgares; lo segundo es para las grandes i solemnes exibiciones de la palabra, i no se les puede sacar de ellas sin desfigurarlo torpemente (p. 157).

La posición adoptada en el Curso de Bellas Letras implica, así, un avance importante en el reconocimiento de formas no "solemnes", aunque no lo desarrolle luego, y un intento por abarcar la diversidad de prácticas sociales en las que pueden verse involucrados los integrantes de la clase dirigente, incluso el nuevo abanico de situaciones abierto por acción del Estado. Al respecto, son interesantes el marco y los ejemplos que propone para introducir el universo de los trabajos verbales:

Cuando una persona se pone a ablar, manifiesta en su modo, en su tono, en su manera de considerar las cosas i en el orden qe adopta para presentarlas, qe se está conformando a la situación qe en aqel momento tiene respecto de los demás. Cuando conversamos con un criado, por ejemplo, adoptamos mui diversa manera de espresarnos, diverso órden de ideas, qe aqel qe adoptamos cuando ablamos con un ministro; sin qe sea bastante para borrar esta diferencia la identidad de las cosas qe qizá decimos al uno con las qe decimos al otro (pp. 147-148).

Como vemos, López es sensible a la relación entre opciones lingüísticas y datos situacionales que sostiene la diferencia de registro. Criado y ministro, polos en el continuum previsto de interlocutores desde la posición social en la que se ubica, imponen temas, tonos, modos, desarrollos textuales propios. Sin embargo, ambos, en tanto inscriptos en interacciones personales, corresponden a los trabajos verbales vulgares. De allí que para establecer el criterio que le permita deslindarlos de los solemnes deberá abandonar la categoría social del interlocutor y desplazarse al modo de considerar a los interlocutores -como posible "masa de oyentes" o como "individuos particulares i aislados"- asociando "ilustradamente" la primera opción con lo público y la segunda con lo privado:

[…] el ombre qe abla, abla para los demás, considerándolos necesariamente, o bien bajo el aspecto de la publicidad; o bien bajo el aspecto de la domesticidad ; es decir, como masa de oyentes o como individuos particulares i aislados. […] La palabra qe se dirije a los demás, considerándolos en masa i qe por esto se llama pública , debe necesariamente llevar en su seno un asunto solemne, es decir, un asunto digno de ocupar la atención de la masa de personas a qien ella va dirijida (p. 148).

Los discursos solemnes son los destinados a actuar sobre la opinión pública estimulando la reflexión crítica de sujetos competentes en el asunto que se trata, de allí que para ser eficaces deben atenerse a ciertas pautas genéricas. La interacción individual, en cambio, que en general López restringe a la conversación cotidiana, da lugar a discursos que para él "poco tienen qe ver con la retórica ni con el arte". Esto lo lleva a desconocer toda posible clasificación e, incluso, toda posible enseñanza del "hablar bien" y a asociar las reglas retóricas solo con los discursos destinados a un posible público. En los conversacionales -tanto en el caso del criado como del ministro- hay que observar "estrictamente las leyes de la cultura, los accidentes qe en tono i en modales aya establecido la civilización; lo cual, como es fácil conocer pertenece enseñarlo a la urbanidad i no a la literatura" (p. 150). A pesar de esta restricción, que se explica en parte porque la clase dirigente chilena incluye solo en el juego político a los sectores tradicionales del campo, el comercio21 y la minería y a algunos integrantes de los sectores medios22, que o tenían ya un dominio del "hablar bien" o estaban en condiciones sociales de adquirirlo, López ha dado pasos importantes: ha ampliado el campo a todas las producciones verbales, aunque en la sección preliminar reflexione sobre la literatura en el sentido acotado de "bellas letras", y ha reconocido los intercambios corrientes, los "vulgares", dentro de su esquema clasificatorio. No olvidemos en relación con esto último que una clasificación más o menos exhaustiva de los géneros orales es bastante reciente23.

Géneros y espacios sociales de la escritura oralizada

El campo de la elocuencia

Respecto de la "enunciación pública" de las ideas a través de la palabra, ella supone una reunión de individuos que "tienen un objeto de interés general". Ahora bien, López no duda, desde el lugar social del que participa en la construcción del Estado nacional. de que el centro de todos los intereses generales es la Patria y, por lo tanto, hay que considerar cuáles son los hechos sociales que tienen que ver con ella. Al determinarlos dibuja el espacio del Estado nacional tal como lo vislumbra en el Chile de su época:

[…] son cuatro; a saber: Dios, la Asociación, la Lei i la Enseñanza o progreso gradual de todos estos ácia la posible perfección: de modo, pues, qe todos los asuntos sobre qe puede ablarse en público i qe, por esto, son solemnes; pueden reducirse a los siguientes: -Asuntos sagrados;-Asuntos políticos i militares:-Asuntos forenses: -Asuntos doctrinales (p. 149).

Es interesante resaltar, por un lado, dentro de la secuencia, el segmento "progreso gradual de todos ácia la posible perfección" que pone de manifiesto la orientación de la clase dirigente chilena del período, sobre todo de los sectores más conservadores, en el sentido de un cambio social gradual24 generado desde el Estado. Por otro lado, se presenta como indiscutible el carácter religioso de aquel, ya que se consideraba al catolicismo, la religión heredada, un elemento de cohesión social, consagrado, además, por la Constitución de 183325. Y, finalmente, se destaca cómo en ese proceso eran esenciales, además de atender a la política con la Iglesia, la acción sobre las instituciones jurídicas y políticas, que hicieran posible una república ordenada, y la intervención en el campo militar y educativo, que asegurara un aparato estatal capaz de articular modernamente represión e ideología.

De los tipos de asuntos que merecen un tratamiento público derivará las clases de trabajos verbales solemnes, que cubren el campo de la Elocuencia. Es decir, que el criterio que va a considerar en este caso es el temático en sentido amplio, vinculado con los espacios de producción y circulación de los textos. Tendremos, así, los discursos sagrados, los políticos, los forenses y los dogmáticos (propios de la actividad educativa).

Lo que da unidad a la "elocuencia", además de la relación de lo oral con lo escrito -en la medida en que todo texto proferido se basa en, por lo menos, un plan de exposición diseñado con anterioridad-, es que pone en escena como figura privilegiada al orador. Este es el sujeto cuyo discurso será convincente no solo por su dispositivo textual sino también por el juicio social, la "opinión pública", respecto de su persona (por el "ethos prediscursivo" al que se refiere Maingueneau26). De allí que siguiendo la tradición expuesta por Quintiliano27, acentúe los rasgos morales que aquel debe tener y que constituyen un aspecto esencial de su capacidad de persuadir:

[…] para alcanzar este alto grado de influencia en un tiempo en qe la conducta del ombre público, i aún la del ombre privado, es conocida i juzgada por todos o la mayor parte de los miembros de una sociedad, se reqiere dar garantías de moralidad i de virtud; porque aún los malos exijen la moralidad i la virtud de aqellos a qienes confían la guarda de sus intereses públicos o privados; i la palabra qe va desnuda de las simpatías i de la confianza de los oyentes es un mero ruido sin efecto alguno, un verdadero tiro sin bala (p.156).

López habla en nombre de un Estado que asume la responsabilidad de la formación del orador y ubica a este en la posición de un "servidor de su país" a quien solo una conducta irreprochable le permitirá, si tiene condiciones para la palabra pública, tener el apoyo de la opinión y constituirse en "representante de los serios i grandes intereses de su patria". A los jóvenes, cuya formación le han confiado, les señala:

Servirse de las fuerzas qe la patria nos a dado fortificando nuestros talentos naturales con los beneficios liberales de una educación qe le cuesta injentes sumas cada año, para dañarla es […] infame ingratitud, qe debemos mirar con orror desde nuestra más temprana edad.
[…] el joven qe aspire a hacer de su palabra un elemento de poder i de acción social […] debe llevar una conducta intachable en su moralidad; i qe por lo mismo, pueda ser altiva i dominante cuando la ocasión lo exija. Si a este grado de influencia con qe la moral dota a un ombre, reune talentos, conocimientos serios i bien nutridos, i una adquirida destreza en el manejo de la palabra, puede con certeza contar con alcanzar un distinguido puesto entre los oradores de su país".

Esta insistente preocupación por moralizar y, sobre todo, desarrollar una moral ciudadana que permita la ampliación progresiva de la participación política, marca los emprendimientos educativos del período y se muestra de diversas maneras en los textos pedagógicos. Incluso cuando López define la novela, en los asuntos de "imaginación", aparece la idea ilustrada de que uno de los fines de la literatura es propagar la virtud: "es la idealización de un suceso doméstico, narrado con tono sencillo i vulgar, para interesar la imajinacion, promover afectos morales, i fortalecer los buenos principios de nuestra conducta privada", p. 207.

Las grandes clases de "elocuencia" que las artes de escribir consideraban usando como criterio el "campo" y el orador que le correspondía son las tradicionales de la retórica clásica a las que se agrega la predicación. López las retoma como política, forense y sagrada, destina un espacio en el tratamiento a los géneros demostrativos que los hombres públicos deben conocer para un mejor desempeño social en los campos citados y agrega -lo que es novedoso en este tipo de tratados- los discursos propios de la enseñanza superior. Analiza, entonces, la "lección", el discurso del profesor, lo que denomina en términos generales "elocuencia dogmática". En esta preocupación por la enseñanza en los niveles altos de la educación se inscribe en la tradición de los ideólogos, que ponen en marcha la enseñanza superior moderna en Francia, cuya influencia en el Río de la Plata en la etapa rivadaviana él conocía.

La "lección"

López parte, en el estudio de la lección, de señalar las transformaciones pedagógicas devenidas como resultado de la ampliación del sistema educativo que llevan al profesor a dirigirse a un número importante de alumnos "como a un auditorio público" y la caracteriza como "aqel discurso qe un profesor ace en público, i de una manera solemne a sus alumnos, con el objeto de esplicarles el sistema de ideas jenerales i particulares de qe se compone precisamente la ciencia qe estudian" (p.177). Define los rasgos de este reciente género. En primer lugar, debe ser dogmático, entendiendo por esto que la exposición siga "un método estricto, que su desarrollo lójico sea claro i sencillo i qe demuestre con evidencia el parentezco de succesión qe debe unir indispensablemente las ideas entre sí" (p. 175). En segundo lugar, el estilo debe ser "grave, elevado, afable, nervioso, templado i elegante"28. Y finalmente debe dar tanto una impresión de improvisación discursiva como de detenida preparación del tema:

Lo esencial en el discurso del profesor es qe aga sentir qe improvisa su lenguaje pero qe no improvisa las ideas ni el método enqe las espone: por el contrario debe ser claro para todos qe estas ideas i qe este método son frutos de una larga , seria i concienzuda meditación (p. 176).

Así como en la explicitación de lo dogmático interviene la perspectiva ilustrada con su preocupación por la claridad expositiva y el método, sobre la improvisación proyecta su mirada romántica:

La improvisación es la palabra umana sin costas i sin riveras, no tiene mas lei qe su fuerza, mas medida qe su poder; sus desaogos mismos contribuyen a darle nuevas riqezas, ella ajita a los ombres para persuadirlos i convencerlos, sabe dominarlos i, al mismo tiempo despierta en ellos una májica exitación; los ojos, las palpitaciones, las actitudes, la afluencia de los qe oyen, acen circular por las venas del qe abla un vigor soberbio, un divino entusiasmo (p.176).

El género "lección" resuelve la tensión entre clasicismo y romanticismo y aparece dotado de atributos que lo destacan dentro de los tipos de elocuencia: una composición atenta al desarrollo sistemático del tema, un estilo que debe alcanzar los niveles más altos del registro formal sin dejar de lado la necesaria sencillez para ser comprendido por el auditorio y una oralización que, siguiendo estrictamente un plan metódico, debe dar también la impresión de dominio y soltura en el manejo de los temas (de improvisación).

La importancia que tiene su desarrollo para un Estado moderno y el papel del profesor como sostén del orden republicano se muestran en la cercanía que establece con el discurso político: "Las cátedras son oi una especie de tribunas políticas, donde se discuten científicamente con admirables talentos y erudición todas las doctrinas sociales qe luchan en los mas adelantados pueblos de nuestra época" (p.177). Y, al mismo tiempo, afirma que el discurso político debe ser, también él,"dogmático", lo que impone en este ámbito la participación de hombres cultivados:

La elocuencia no puede ser en nuestros días el órgano de las pasiones vulgares, sino el órgano de los progresos filosóficos de la civilización i de los adelantos industriales que la ciencia i la actividad mercantil derraman liberalmente sobre los pueblos. La elocuencia política no debe ser oi ajitadora sino dogmática" (p. 166).

La elocuencia política

En relación con los rasgos que detalla de la elocuencia política de su tiempo expone su representación de la sociedad y de la vida política. El ideal de una democracia representativa entre pares, con una participación restringida de "las multitudes" domina todo el apartado:

[…] el orador moderno dirije la palabra a una reunión compuesta de los ombres mas notables del país, por su ilustración, por su abilidad i por sus conocimientos en la práctica de los negocios públicos; a una reunión donde estos ombres son todo i el pueblo nada, a una reunión soberana, en fin qe decide e impone la lei a todos en nombre de lo qe ai de mas racional i de mas adelantado en las teorías i descubrimientos científicos, sin cuidarse de lo qe diga o no diga la multitud, qe no tiene poder alguno legal con qe resistirle (p.166).

La definición que da de la elocuencia política muestra los espacios sociales que privilegia, que son aquellos surgidos de las revoluciones democráticas: "es aqella qe anima los discursos qe recaen sobre los negocios políticos de un país, bien sea qe se pronuncien en asambleas constitucionales o en las reuniones eventuales qe se llaman clubs, meetings, lojias, &, &, &" (p. 167). Si bien va a hacer una referencia a la exaltación propia de los discursos revolucionarios, las que le interesan son las prácticas del ejercicio normal de las instituciones democráticas.

Las instituciones representativas imponen las características de la elocuencia política. Por un lado, el orador debe tender a convencer a sus iguales acerca de que su propuesta es "la mas racional, la mas progresista o la mas acomodada a los intereses positivos de la nación" (p. 167). Esto implica "sencillez de formas", claridad y "moderación racional". En relación con el estilo, López destaca la necesidad de alcanzar "cierta perfección esterior" por medio de "la buena combinación de los períodos y del arte de no servirse sino de metáforas o figuras serias i directas" (p. 170).

Por otro lado, no debe dejar de lado el componente pasional:

La patria, la libertad, la justicia, la lei, son objetos idolatrados de los pueblos i dignos de despertar las mas calurosas simpatías en el corazón del orador, dignos de enardecer su fantasía i de ser tratados con un lenguaje lleno de movimiento i de brillo (p. 167).

Es, además, una palabra polémica ya que representa posiciones políticas contrapuestas, asociadas con los partidos: "la palabra está en un estado perpetuo de ataqe i de defensa, en una verdadera lucha" (p. 168). Asimismo, versa sobre un asunto en particular: el orador "no debe olvidar jamas qe el fin de todos sus discursos, el resultado de todas sus teorías, a de ser siempre un echo, una lei o una medida positiva destinada a obrar directamente sobre el bienestar de sus conciudadanos", p. 168. Por ello, el que profiere un discurso político debe tener una formación histórica importante y "conocer a fondo los echos políticos del mundo qe pueden apoyar o contradecir sus principios".

La elocuencia sagrada y la forense

López pasa rápidamente sobre la elocuencia sagrada, de la cual no da reglas, debido a su amplitud y "porque no tenemos competencia en la materia", aunque señale el interés del tema y la necesidad de abordarlo con especialistas. Tal vez exprese con esto la aceptación de la religión como un elemento ineludible de cohesión social, desde la perspectiva de la clase dirigente chilena, al mismo tiempo que la voluntad de secularización de sus miembros más liberales.

Como lo que privilegia son los ámbitos de ejercicio del poder estatal se detiene, además de la política y dogmática, en la elocuencia forense, "aqella que anima los discursos qe tienen por objeto esplicar, aplicar o interpretar la lei, dado el caso particular en qe esta lei debe rejir" (p. 171). Se centra en la figura del abogado y en los discursos que este debe producir ante un auditorio privilegiado, "el tribunal compuesto de jueces respetables […]: estos jueces no solo deben ser para él los sacerdotes de la justicia, sino, mui principalmente, viejos i ábiles servidores de su patria" (p. 173). La elevación a templo laico del espacio donde se ejerce la justicia y donde el abogado debe desempeñarse revela la importancia otorgada a las prácticas jurídicas y a los estudios en ese campo en un momento en que se discutía la legislación vigente, en muchos casos colonial, y se estaban operando las transformaciones que llevarían a instaurar un nuevo cuerpo de leyes29. Por otra parte, como un sector de los nuevos funcionarios republicanos surgirían del campo del derecho, la formación del abogado era también la del futuro cuerpo estatal. De allí que López resalte las necesarias condiciones morales del orador jurídico cuya función es "defender la vida, el patrimonio i el onor de las familias". Este velar por los intereses de las familias impone sus rasgos a la elocuencia forense: "es necesario qe sea seria, como lo son siempre estos intereses, positiva como el resultado qe se propone alcanzar; noble i elvada, en fin como el estilo de la lei qe dá la regla sobre ellos", p. 173. Al sintetizar los aspectos estilísticos discursivos y de la actuación, destaca todos los modos de control del cuerpo y las emociones a los que asocia las normas de conducta de los sectores "decentes" de la sociedad chilena, en las que debe reinar la moderación y el buen gusto:

1° Exactitud i sencillez en la exposición de los echos; evidencia, fuerza i legalidad en el uso de los medios; naturalidad i nobleza en el estilo; moderación i compostura en los ademanes i movimientos; i, en fin, cultura i decencia en el desaogo de las pasiones (p. 173).

Por otra parte, en 2, señala cómo en su composición se debe atender a una orientación argumentativa clara que tienda a obtener el resultado que se propone considerando solo los destinatarios y la causa:

2° La elocuencia judiciaria debe proponerse en todas sus partes, en todos los medios qe ponga en acción, en los echos, en los adornos, en los movimientos i en todo lo demas, conseguir el fin de la demanda: todo el arte qe ella emplée debe proponerse este solo objeto; i así es qe el orador no a de aparecer jamas como ocupado de sí mismo, sino siempre, i en todo, de su causa i de sus jueces, p. 173-174).

La enseñanza de los discursos públicos orales está, entonces, destinada a formar a sujetos que puedan desempeñarse, fundamentalmente, en el ámbito político, jurídico y en la enseñanza superior. Son, por cierto, aquellos letrados que cumplirán tareas de gobierno y harán viable un Estado republicano ordenado como el que se desea implementar. Esos futuros funcionarios, entre los que también incluye a los sacerdotes, deberán enfrentar, además, otras situaciones de discurso propias del cargo. Para ello agrega el tratamiento de otros trabajos verbales, correspondientes al espacio discursivo del homenaje, que la retórica incluía en los demostrativos.

Los géneros demostrativos

Selecciona el panejírico, el elojio i la oración fúnebre. Se detiene en esta última ("es la única qe tiene entre nosotros una verdadera realidad"), a la que define, considerando el locutor, el ámbito, el objeto y el tono, como "el discurso preparado de antemano qe un sacerdote pronuncia en alguna iglesia para enzalsar las virtudes, los talentos o los servicios qe izo a su patria un ombre qe acaba de morir" (p. 177). Asigna importancia a la "actio" señalando que al proferirla se debe recitar como si se improvisara (ya que "su lectura echa sobre el mismo manuscrito qe recita el sacerdote sería qizá insoportable i aría bostezar a todo el auditorio"). Se refiere, también, a los rasgos de estilo: este debe ser "florido i exaltado", se debe apreciar "una elaboración prolija i una abundancia de ornato". Y, finalmente, prefiere a la biografía ornada el despliegue hagiográfico: para que no sea "una pesada biografía claveteada con los ordinarios adornos de la elocuencia vulgar" se debe recurrir a "los dogmas de la relijión cristiana, sus misterios, sus prodijios i milagros" y generar, así, el efecto de una "sagrada veneración".

Los otros géneros demostrativos merecen una atención menor. El panejírico es la oración fúnebre civil "de un ciudadano a quien la patria o la humanidad deben eminentes servicios" cuya muerte puede no ser reciente. Es escrito y leído ante un auditorio "poco numeroso i mui escojido". Debe apelar a "los prestijios del civismo" y cuenta con "esa idea sublime de la patria qe tiene un poder tan májico sobre los sentimientos i las concepciones del ombre". Otro género, "algo frío e inchado", es el elojio a un miembro de las academias o asociaciones de sabios que fallece. Es una forma de panegírico pero le "falta frescura, movimiento i espontaneidad". Por su parte, los discursos "qe entre nosotros se pronuncian en las solemnidades literarias, tales como reparticiones de premios, apertura de cuerpos científicos &,&" son considerados ejemplares de un género menor, poblado de lugares comunes. Habitualmente es un discurso "frio i vulgar" porque tiene que abundar en "ideas sancionadas i sumamente sabidas". Con esta mirada juvenil a las instituciones literarias cierra su recorrido por los discursos destinados a la producción oral que pueden enfrentar los estudiantes cuando participen como oradores en los actos públicos.

En el tratamiento de la elocuencia, López ha abordado, entonces, algunos tipos deteniéndose clásicamente en la escena englobante30 pero ha avanzado también sobre la escena genérica, particularmente cuando ha considerado la discursividad asociada con las nuevas prácticas sociales. En ese sentido, debemos destacar su caracterización de la lección, género pedagógico de la educación superior cuya relación con la política enfatiza. En todos los casos, se ha preocupado por definir la situación -y, con ella, los interlocutores- y por articularla con los rasgos temáticos, estilísticos y composicionales -en términos de Bajtín (1982)- propios de cada género. Si bien la adjetivación empleada, sobre todo en referencia al estilo, tiene claramente las marcas de época, es notable su esfuerzo pedagógico por abarcar los distintos aspectos y atender, en algunos casos, más allá del texto, la actuación.

Observaciones finales

En los estudios referidos a los géneros discursivos es habitual apelar - y lo hemos hecho también- a la clásica exposición de Bajtín. No es casual que este representante de una de las últimas grandes revoluciones democráticas, sea el que exponga más acabadamente la reflexión sobre los géneros en la vida social sentando las bases teóricas de la consideración de su diversidad. Pero debemos reconocer que en Vicente Fidel López, exponente de la revolución democrática hispanoamericana que retoma la tradición de las artes de escribir ilustradas, existe, muchas décadas antes, esa misma voluntad, aunque por las limitaciones del proceso que vive aborde sobre todo los géneros "secundarios".

El Curso plantea la necesidad de atender tanto las producciones orales como las escritas en la formación de los letrados, cuyas funciones dentro del aparato estatal serán variadas, y establece las pautas a las que se deben atener al mismo tiempo que señala las características de los espacios de ejercicio de la palabra pública. Así, a la necesidad de la clase dirigente chilena de diseñar un nuevo sistema de normas, una nueva legalidad, López responde regulando el espacio discursivo desde un texto inscripto tranquilizadoramente en una sólida tradición occidental, a pesar de que tenga como joven intelectual romántico sus reservas respecto de ella.

En síntesis, la construcción del Estado nacional exige la delimitación de los modos discursivos legítimos de participación social y López colabora decididamente en ese ordenamiento con un texto propuesto para el sistema educativo, herramienta privilegiada en la gradualidad de la democracia implementada por el conservador proyecto chileno.

Notas

1 López, Vicente Fidel, Curso de Bellas Letras, Santiago, Imprenta del Siglo, 1845.
2 Analicé esta serie en Arnoux, Elvira (2001) y (2006).
3 En la escritura, López sigue la ortografía reformada, aprobada por la Universidad de Chile a partir de la propuesta de Sarmiento y considerando los escritos anteriores de Bello.
4 Entre otras, que la Constitución de 1833 estableció como señala Armando de Ramón (2001) "el sufragio censitario, es decir, sólo votaban los mayores de veinticinco años si eran solteros o de veintiuno si estaban casados y debían ser dueños de un bien inmueble, de un capital o de un empleo equivalente", p. 71.
5 A la legitimación de las normas por su función estatal, tal como lo plantea López, me referí en Arnoux, (2001).
6 En esta, como en las otras citas, los resaltes me pertenecen.
7 Simon Collier y William Sater (1998) señalan que en la década de 1840, el Instituto era el único lugar en Chile donde se podía cursar una "educación superior secular", p. 100.
8 Diego Barros Arana (1913) señala admirativamente en relación con esa etapa: "[…] se acometen reformas trascendentes en la instrucción pública en todos sus grados, así como en la vida artística e industrial, i en las diversas ramas de la administración […]; pero es mayor aun la transformación operada en las ideas, el progreso de estas, que comienzan a independizarse del imperio tradicional de las preocupaciones que nos había legado la colonia. Ese decenio en que por primera vez se ensayó en Chile un réjimen de libertad en medio de un orden imperturbable…"
9 Simon Collier y William Sater (1998) consignan, por ejemplo, que "las exportaciones de trigo y harina a California aumentaron de 6000 quintales métricos en 1848 a una cantidad máxima de cerca de 500.000 en 1850", p. 81.
10 Bernardo Subercaseaux (1997) se refiere en distintos momentos, a la influencia de la filosofía utilitarista de Bentham, particularmente a través de la enseñanza de Bello, y señala: "este espíritu legalista creciente cargará también consigo la idea de que la reforma legal y política debe preceder a la reforma económica y social; la ilusión de que basta transformar las leyes, y sobre todo la Constitución, para que la realidad también se transforme", p. 21. Un dato interesante que consigna en relación, en este caso, con los comportamientos de los jóvenes que participaban en la Sociedad literaria es el siguiente (proveniente de la lectura de las actas): "[…] la seriedad y la normatividad estricta de las sesiones. Está expresamente prohibido fumar, ningún socio puede salir a la calle durante la reunión; hay -por reglamento- un fiscal que debe controlar la asistencia y sentarse siempre -también por reglamento- al lado izquierdo del Director. Las Actas nos llevan a pensar, más que en jóvenes románticos, en déspotas ilustrados", p. 50.
11 Al respecto es interesante lo que señala Gérard Genette (1976): "El destino de la retórica nos ofrece un ejemplo característico de la relativa autonomía respecto del saber, que funda la historicidad de la enseñanza. En la conciencia literaria general, el espíritu de la retórica tradicional murió a comienzos del siglo XIX, con el surgimiento del romanticismo y el advenimiento, conjunto, de una concepción histórica de la literatura; pero solo un siglo más tarde (en 1902) la enseñanza secundaria acusará recibo de esta revolución al desbautizar la clase de Retórica", p. 24.
12 Revista de Valparaíso, 4, mayo 1842, en: Figueroa (2004), p. 316.
13 Ana María Stuven V. (2000) analiza detenidamente la polémica (ver: cap.VI "Literatura y libertad: El romanticismo").
14 El sintagma pertenece a Jean-Michel Adam y Ute Heidmann (2004), quienes señalan: "La etiqueta género y los nombres de géneros […] tienen tendencia a reducir un enunciado a una categoría de textos. La genericidad es, en cambio, la puesta en relación de un texto con categorías genéricas abiertas. Esta puesta en relación se basa en la producción y/o el reconocimiento de efectos de genericidad, inseparables del efecto de textualidad".
15 Término utilizado por Dominique Maingueneau (2004) para referirse a uno de los niveles de la genericidad. Este autor señala que la "escena de enunciación integra de hecho tres escenas : la escena englobante que corresponde al tipo de discurso (literario, religioso, filosófico y periodístico); la escena genérica que es la del contrato asociado a un género, a una institución discursiva (editorial, sermón, guía turística) y la escenografía que no es impuesta por el género sino que es construida por el mismo texto: un sermón puede ser enunciado a través de una escenografía profesoral o profética". Los tres niveles aparecen en la clasificación de López.
16 En el mismo sentido afirma Ana Figueroa (2004): "lo que intentó el Movimiento del 42 no solo fue el inventar una narrativa nacional identitaria, sino también modelos culturales de comportamiento que sirvieran para organizar la ciudadanía", p. 51.
17 Un caso interesante es el de Condillac (Condillac Étienne B. de, L'Art d'Écrire, Cours d'Études pour l'instruction du Prince de Parme, París, del'Imprimerie de Ch. Houel, 1798) que, preocupado por el proceso intelectual que orienta la producción discursiva, décadas antes, había desplegado una tripartición que consideraba tres actitudes de locución -razonar, narrar o describir- en el marco dominante de la producción escrita: "En general, hay tres géneros de obras; el didáctico, la narración, las descripciones: pues razonamos, narramos o describimos. En el didáctico se plantean cuestiones y se las discute: en la narración se exponen hechos verdaderos o imaginados, lo que comprende la historia, la novela y el poema: en las descripciones se pinta lo que se quiere o lo que se siente; es lo que pertenece más particularmente al orador y al poeta" (pp. 351-352).
18 Gómez Hermosilla, José, Arte de Hablar en prosa y verso, novena edición, París, Librería de Garnier Hermanos, 1842.
19 Ver Arnoux (2001).
20 En ese sentido es significativo lo que afirma Bernardo Subercaseaux (1997) al referirse a la generación que se nucleaba en la Sociedad Literaria fundada en 1842, a imagen de la Asociación de Mayo: "para los jóvenes de 1842, la literatura no es solo la expresión imaginaria, sino toda expresión escrita, y aún más, toda actividad intelectual que tenga un fin edificante, que difunda el ideario liberal y que tienda a transformar los residuos de la mentalidad de la Colonia en una nueva conciencia nacional. La literatura es para ellos, entonces, parte de la actividad política y ésta parte de la actividad literaria", p. 50.
21 Ana María Stuven V. (2000) señala: "La clase dirigente era la clase de los propietarios; en un comienzo, sobre todo de terratenientes, cuyas fortunas provenían del comercio. Entre los comerciantes se concentraba la mayoría de los extranjeros residentes, siempre bien acogidos e incorporados", p. 62.
22 Luis Vitale (1992) dice en relación con el desarrollo de los estratos medios: "Las crecientes necesidades de las ciudades, del comercio interior, de la educación y de la administración pública fueron los factores fundamentales que determinaron un crecimiento de las capas medias. La burocracia funcionaria engrosó sus filas como consecuencia de las medidas de reforzamiento del aparato estatal. Bajo la administración de Montt, especialmente, aumentó el número de maestros a raiz del impulso dado a la educación pública. De la Universidad de Chile y de las escuelas técnicas y normales, surgió un sector importante de profesionales que contribuyeron a los planes de desarrollo de la burguesía criolla", p. 185.
23 Al respecto, Catherine Kerbrat- Orecchioni y Véronique Traverso (2004) señalan retomando a J. Bres ("Textualité narrative orale, genres du discours et temps verbal", en J-M Barberis, ed., Le français parlé. Variétés et discours, Université Paul Valéry-Montpellier III, 1999): "Sabemos que la problemática de los géneros se ha elaborado en la perspectiva de lo escrito y más precisamente del discurso literario, y permanece incluso hoy a pesar de las proclamaciones de Bajtín 'subutilizada en el dominio de lo oral'".
24 Iván Jaksic (2003) al referirse a la filosofía política del gobierno de Manuel Bulnes, señala: "El país debía liberalizarse, pero gradualmente. La libertad de prensa y de asamblea debía respetarse, pero dentro de ciertos límites. Debían crearse establecimientos educacionales para promover los ideales republicanos, pero también para inculcar el respeto por el orden y el gobierno".
25 Sol Serrano (1998) señala, además, que en su artículo quinto la Constitución de 1833 establecía la prohibición del culto público de cualquier otra religión que no fuera la del Estado.
26 Ver: Dominique Maingueneau (2002).
27 Quintiliano se detiene en la última parte de su tratado (M. Fabio Quintiliano, Instituciones oratorias, traducción del latín de Ignacio Rodríguez y Pedro Sandier, Buenos Aires, Joaquín Gil editor, 1944) en la formación moral del orador. Al respecto Antonio López Eire (1996) señala: "la retórica de verdad es para Quintiliano la retórica moral, la virtud hecha ciencia", p. 47. Y cita a Quintiliano: "sea, por consiguiente, el orador que estamos formando también para nosotros el que define Marco Catón varón honrado experto en elocuencia, pero sobre todo lo que colocó en primer lugar y según la naturaliza es preferible y más importante, a saber: absolutamente honrado".
28 Si bien ya ha descripto y ejemplificado algunos tipos de estilos en el capítulo 3° del Libro Primero, en general utiliza los términos en un sentido corriente y adecuándolos al género que trata. Veamos, por ejemplo, lo que señala en el capitulo específico sobre los estilos acerca del "templado" y el "elegante" ya que el primero puede adaptarse a la "lección" mientras que el segundo no corresponde ni a la situación ni a la caracterización que propone de dicho género: estilo templado, "cuando un escritor, o un orador, toma una cuenta reflexiva i madura de las ideas qe lo dominan i procede con orden i con conciencia en su desarrollo, sin hacer atropellar las unas por las otras, sin osurecerse en unas partes i brillar en otras, sin deducir otras consecuencias qe las qe lejítimamente hayan sido preparadas" (p. 106); o estilo elegante: que tiene "particular esmero en no usar sino de términos finos i de frases cultas, en no emitir sino ideas inofensivas, alagueñas, lisonjeras i calculadas como para captarse la buena voluntad i la correspondencia de las personas con quienes ella está en relación […] No es propio ni oportuno revestir con este estilo pensamientos fuertes ni atrevidos, ideas apasionadas, donde tenga qe revelarse con franqeza el alma del escritor" (p. 122). En relación con la "lección", debe entenderse "elegante" como propio de un registro sostenido.
29 Iván Jaksic (2003). alude a esto al referirse a "El debate en torno al derecho".
30 Ver nota 15.

Bibliografía
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recibido: 14/03/06
aceptado para su publicación: 17/05/06