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Cuadernos del Sur. Letras

versão impressa ISSN 1668-7426

Cuad.Sur, Let.  n.35-36 Bahía Blanca  2005

 

Maldiciendo a Malinche. La historia del español americano como disputa de un botín

Luciano Campetella

Universidad Nacional del Sur. E.mail: lcampetella@yahoo.com.ar

Resumen
Este trabajo se propone intervenir intelectual y políticamente (Grüner, 1998) en la forma en vigencia de explicar la conformación del español americano a partir de dos conceptos que le restituyen su ideologicidad social: Producto y Botín. Ambos inscriben el español de América en un escenario colonial de conflicto intercultural que implicó rápidamente el triunfo de una nueva lengua dominante en territorio americano y la desaparición progresiva y silenciosa de la enorme diversidad de las lenguas y de las sociedades nativas. El eje teórico que organiza mi trabajo es la periodización lingüístico-colonial que propone Calvet (2005); esbozo desde esta perspectiva el proceso de expansión del uso del español en los diferentes estratos de la sociedad colonial americana, primero en el nivel de la jerarquía social colonial y después en la relación de subordinación del campo respecto de la ciudad. El argumento central consiste en que los primeros ensayos del español americano (transcripciones al español de las lenguas indígenas mayoritarias, gramáticas y diccionarios para el proceso evangelizador, primeros textos historiográficos y literarios escritos por mestizos) son producto de un pequeño grupo social bilingüe, cuya constitución fue un efecto inmediato de la empresa colonial.

Palabras clave: Español americano; Empatía; Conflicto; Botín.

Abstract
This piece of work proposes to take part intellectually and politically (Grüner, 1998) in the applicable way of explaining the structure of American Spanish since two conceptions which give it its social ideology back: Product and Loot. Both of them enroll Spanish of America on an intercultural troubled colonial scene that implied fast a new prevailing language's success on American land and quiet but progressive extinction of huge variety of spoken languages by native societies. The theoretical axis which manages my work is colonial-linguistic periodicity, propounded by Calvet (2005). I outline, from this point of view, the spreading process of Spanish usage in American colonial society's different layers; first, based on colonial social rank's level and then on countryside's subordination, in relation to city. The central plot consists of the fact that first American Spanish trials (majority transcriptions from Indian languages to Spanish, grammar books and dictionaries for evangelist process, first historiographic and literary texts written by half-castes), are the product of a small bilingual social group whose constitution was a colonial undertaking's immediate effect.

Key words: American spanish; Struggle; Empathy; Loot.

Tú, hipócrita que te muestras humilde ante el extranjero pero te vuelves soberbio con tus hermanos de pueblo.
¡Oh, maldición de Malinche! ¡Enfermedad del presente!
¿Cuándo dejarás mi tierra? ¿Cuándo harás libre a mi gente?

Gabino Palomares, La maldición de Malinche.

El lenguaje, como cualquier otro "contrato", es el producto de una cierta relación de fuerzas más que de un consenso.

Eduardo Grüner, Una introducción alegórica a Jameson y Žižek, 1998.

La historia es una forma dentro de la cual peleamos nosotros y han peleado muchos otros antes.
Y no estamos solos cuando peleamos ahí. Porque el pasado no está muerto, no es inerte, no nos restringe: lleva los signos y las evidencias de fuentes creativas que pueden sostener el presente y prefigurar posibilidades.

Edward Thompson, The Politics of Theory

1. De lo que significa cepillar/esbozar1 la historia a contrapelo

En la Tesis VII de Sobre el concepto de Historia (1940), Walter Benjamin critica el método del historiador historicista: la empatía (Einfühlung) que establece con el vencedor. Según Benjamin, los vencedores de la historia "participan de ese cortejo triunfal en el que los amos de hoy marchan sobre los cuerpos de los vencidos de hoy" (Löwy, 2003: 81). El historiador positivista, al entrar en empatía con los vencedores, beneficia siempre a los que dominan. Este trabajo, que plantea una hipótesis explicativa para la conformación del español americano, constituye un rechazo a la historiografía historicista, tal como la entiende Benjamin2, en el campo específico de la lingüística. Las teorías actualmente en vigencia sobre la constitución del español de América (teoría andalucista, teoría de la koinización y estandarización), "vestidas" de comprobación documental y precisión estadística, no dejan de legitimar la historiografía positivista: el Archivo de Indias es la residencia de la "verdadera imagen histórica", que no es más que la verdad de los vencedores. Identificadas emocionalmente con los españoles de Andalucía, cuya lengua habría sentado las bases del español americano, y dejando un supuesto espacio en blanco oculto tras las denominadas influencias de americanismos en el léxico, estas teorías eligen, inevitablemente, el lado del conquistador. Pero el vencedor colonial, la potencia europea que llevó la religión, la civilización y la cultura a las Indias salvajes, no quedó recluido en un pasado lejano y perdido: siguiendo a Benjamin, constituye la herencia necesaria de los que dominan hoy, el acompañante que los justifica y que marcha junto a las elites financieras locales y multinacionales en su cortejo triunfal (Löwy, 2003: 94).

A su vez, en esa imagen del cortejo triunfal, el filósofo alemán incluye también el botín, "lo que se define como bienes culturales" (Löwy, 2003: 81). El español americano, en tanto lengua moderna, es uno de esos bienes culturales. No sólo porque constituye la materialidad de los llamados "monumentos literarios" nacionales sino porque es un despojo, el producto inmediato de una victoria (diríamos ahora, también de una derrota). Desde esta perspectiva, la conformación del español de América puede entenderse como el producto3 de la confrontación entre un pequeño grupo social bilingüe, integrado por "aquellos que, territorialmente, están cerca del poder, o son sus representantes, y por aquellos que tratan con él (grandes comerciantes o personal doméstico)" (Calvet, 2005: 78), y la inmensa mayoría de la población indígena plurilingüe pero centralizada lingüísticamente4 en un escenario colonial (siglos XVI-XVIII). Pensar la lengua como producto implica ponerla a funcionar en un sistema de producción, distribución y consumo lingüístico que generó, junto a su reconocimiento social impuesto por los sistemas ideológicos triunfantes (religión, educación, cultura, etc.), la necesidad en los hablantes nativos de adquirir esa nueva lengua a costa de perder paulatinamente la propia. La relación económica e ideológica en la que se ve envuelto el producto lingüístico de una situación colonial lo describe y lo particulariza en todas las esferas sociales de su existencia. El objetivo será, por tanto, demostrar que la lengua, entendida no "como un sistema de categorías gramaticales abstractas, sino como un lenguaje saturado ideológicamente" (Bajtín, 1989: 88) es un espacio crucial en el que se desarrollan conflictos sociales, culturales y políticos más amplios que la incluyen y la trascienden. Volviendo a Benjamin, el español, la lengua de los vencedores del siglo XVI, pero también el inglés, la lengua de los amos de hoy, son, a la vez, documentos de cultura y documentos de barbarie.

Sin embargo, la condena a la conquista y colonización española no debe llevarnos a idealizar la situación americana previa. Las "grandes civilizaciones precolombinas" (y sus lenguas dominantes) ejercían una fuerte opresión sobre las sociedades indígenas minoritarias (y sus lenguas dominadas). Pero la intención de considerar el español americano como la síntesis lingüístico-ideológica de un escenario de conflicto intercultural me lleva a superar las contradicciones propias de cada una de las culturas enfrentadas en una nueva instancia circunstancialmente homogeneizadora que permita una oposición dialéctica productiva5.

2. De cómo obtúvose y "repartióse" el botín

Los triunfos del inglés, español o portugués en el Nuevo Mundo son un triunfo del poderío físico, del control económico y del poder ideológico. Ninguno de estos factores es en sí lingüístico, pero las lenguas que resultan estar asociadas con tales fuerzas y desarrollos poderosos pueden suponer una serie de ventajas a sus hablantes, mucho mayores que las de los que no hablan esas lenguas.

Joshua Fishman, 1982.

En Lingüística y colonialismo (2005), Louis-Jean Calvet distingue dos estadios sucesivos en el desarrollo del proceso colonial a nivel lingüístico. El primero es vertical, ya que la diferenciación lingüística se manifiesta fundamentalmente en términos de estamentos sociales, por cuanto el retroceso de la lengua dominada comienza en los espacios de poder, la nobleza local y los terratenientes criollos y, en menor medida, los empleados domésticos y algunos que viven del comercio. Así, la lengua dominante es empleada por quienes, en esa misma jurisdicción, están cerca del poder colonial o lo representan, y por quienes trabajan para él (domésticos, comerciantes; pero también escritores, poetas y otros). El segundo estadio es horizontal, en el sentido de que la diferenciación lingüística se establece no sólo según la jerarquía social, sino también según una escala geográfica: ciudad contra campo. La intención es analizar la expansión del español como lengua dominante en América tomando como eje la periodización lingüístico-colonial elaborada por Calvet.

Primer estadio: la estructura lingüística de la sociedad colonial americana

La conquista y colonización de América por España supuso la profundización y la transformación cualitativa de la organización social y geográfica del plurilingüismo preexistente en las sociedades nativas. Durante el período colonial americano quedó constituida una jerarquía social conflictiva que operó como productora de lo que hoy entendemos por español de América. El propósito de este apartado será formular sintéticamente una descripción de esa jerarquía desde un punto de vista lingüístico, para explicar sociológicamente la conformación del español americano como Producto Lingüístico-Ideológico de una situación general de conflicto6.

Los procesos históricos de conquista y colonización implican, en primer lugar, la exclusión de los grupos dominantes locales de los espacios de poder y su sustitución por grupos de administradores nacidos en la metrópoli. De esta manera, se opera el primer cambio sustancial en la organización lingüística social americana: el español reemplaza, en su estatus social de lengua dominante, la lengua indígena hegemónica7. En la cúspide de la nueva pirámide social que se encuentra en proceso de formación se ubicarán, entonces, los españoles nacidos en la metrópoli, que tendrán como función principal la administración política de las colonias.

José G. Moreno de Alba (1991) establece dos actores sociales que fueron decisivos en el proceso que él denomina, siguiendo a Ángel Rosenblat, hispanización de América: el indio intérprete y el español indianizado, que fueron los primeros hablantes bilingües cuya función era el adoctrinamiento religioso (en la fe cristiana) de la población indígena. Podríamos incluir a los indios intérpretes dentro de "la clase de colaboradores locales que, por necesidad e interés, van a utilizar la lengua del invasor" (Calvet, 2005: 77). Respecto de los misioneros españoles que primero instruyen a los indígenas en su propia lengua y después en español a través de la fundación de colegios, reconocemos aquí la relación transitiva que Calvet visualiza entre la empresa colonial y las lenguas, que es paralela al proceso de exclusión de los grupos y lengua dominantes del que hablábamos antes y que "opera mediante decretos, decisiones políticas, planificación escolar" (2005: 83). Más abajo, este autor agrega: "La escuela halla de un modo absolutamente natural su lugar en el campo de exclusión lingüística; y el proyecto es de comunicación dirigida: orientada hacia la metrópoli, y en la lengua de esta última. Por supuesto, para una minoría (...); los demás no tenían voz" (Calvet, 2005: 90).

La labor misionera de evangelización indígena en las lenguas nativas implicó el conocimiento profundo de las "nuevas" lenguas, que se cristalizó en la realización de gramáticas y diccionarios al punto de que: "En suma, hacia el fin del reinado de Felipe II, la mayor parte de las grandes lenguas indígenas americanas tenían una trascripción al alfabeto latino, gramáticas y diccionarios" (Baudot, 1992: 121).

La adaptación fonológica y grafemática de las lenguas indígenas al español implicó una síntesis de estas lenguas con la estructura gramatical de la lengua dominante, dando origen a una variedad escrita que no fue estrictamente indígena ni tampoco española. Esta síntesis lingüístico-cultural puede considerarse uno de los primeros ensayos de lo que después se va a constituir como español americano. El proceso de subordinación de la lengua dominada a las condiciones de la lengua dominante fue identificado por el Inca Garcilaso, un escritor mestizo que analizaremos después.

Tzvetan Todorov (2003) establece como personaje esencial en lo que denomina la "conquista de la información" a una mujer: Malinche. La Maliche fue la intérprete de Hernán Cortés, el conquistador de México. Su lengua materna es el náhuatl, la lengua de los aztecas; pero ha sido vendida como esclava entre los mayas, y también conoce su lengua. Poco después aprende el español, lo que la vuelve aún más útil. La figura de Malinche reúne en sí misma la condición de indio intérprete y esclavo indígena, que la lleva inevitablemente a tomar posición en el conflicto entre indígenas y españoles. Dice Todorov (2003: 108): "Podemos imaginar que siente cierto rencor frente a su pueblo de origen, o frente a algunos de sus representantes; sea como fuere, elige resueltamente el lado de los conquistadores. En efecto, no se conforma con traducir; es evidente que también adopta los valores de los españoles, y contribuye con todas sus fuerzas a la realización de sus objetivos".

La Malinche representa un caso de hablante indígena plurilingüe que, siendo perfectamente consciente de que aprender la lengua del Otro también es aprender sus valores y su cultura, se define por el lado del conquistador.8 Esta postura, sin duda, implicó que su grupo étnico de procedencia la tildara de traidora, la excluyera de su cultura. Podemos vislumbrar esta exclusión en el hecho, registrado por el cronista Bernal Díaz, de que los aztecas le den a Cortés el apodo de Malinche9. La Malinche, a través de una especie de conversión cultural, ya es española. Pero la conversión opera, no como una homogeneización sino como una síntesis cultural y lingüística individual orientada hacia la lengua española en su nueva versión americana; de ahí que Todorov se refiera a ella, en un momento de su libro, como "una de las primeras mexicanas en el sentido actual de la palabra" (2003: 226). Malinche puede ser considerada una de las primeras hablantes de español americano y es su lengua "mestiza" y multicultural la que se generalizará en la población indígena, mestiza y criolla, mientras las lenguas indígenas americanas son condenadas a una agonía lenta y silenciosa.

Tenemos aquí a un pequeño grupo social bilingüe (indios intérpretes, misioneros españoles e indígenas poderosos) en cuyo interior, parafraseando a André Martinet en el prólogo de Languages in Contact, de Uriel Weinreich (1968), se manifiesta "un campo de batalla de hábitos y tipos lingüísticos en conflicto". Creo, sin embargo, que la manifestación del conflicto (también lingüístico) no debe encerrarse dentro del individuo: los conflictos nunca son individuales y sólo pueden ser explicados a nivel social. La tarea siguiente será, por tanto, continuar con la configuración de este pequeño grupo social bilingüe al cual sea posible enfrentar dialécticamente la inmensa población indígena plurilingüe pero centralizada en unas pocas lenguas mayoritarias, para constituir la arena de lucha en la que se formará el español americano10.

Otro grupo de hablantes que podemos unir a este pequeño grupo social cercano al poder lo constituye el personal doméstico que los colonizadores reclutan en el territorio. Pierre Chaunu (1997) indica que este personal estaba constituido por grupos que conformaron un nuevo estamento social: se trata de mestizos, mulatos, zambos y negros, mayordomos domésticos de otro grupo social nuevo producto de la empresa colonial: los criollos. Los criollos tenían el español como lengua materna y constituían grupos de grandes terratenientes y, también, una élite intelectual. Debemos aquí diferenciar dos grandes grupos de personal doméstico colonial: el primero lo constituirían los indígenas que van a aprender la nueva lengua dominante y los negros esclavos que también lo harán y el segundo los diferentes grupos mestizos que ya serán educados en un ambiente bilingüe y hasta monolingüe español. Una razón social que contribuyó a que éstos últimos adoptaran rápidamente como propia la lengua dominante es su aspiración a formar parte del estamento criollo, deseo que se visualiza en su inflexibilidad en la explotación del indio, es decir, de la masa trabajadora. Los mestizos proyectaban la superioridad de la élite criolla sobre ellos en la opresión que ejercían en la población indígena.

Por último, haremos una referencia más extensa a los artistas y literatos que asumirán como materia prima artística y literaria la lengua del invasor. Dice Calvet (2005: 77 y 79): "Por último, en situaciones en que artes y letras viven del poder, esa expresión también adopta la lengua dominante. (...) Escriben para los nobles y en la lengua por la que estos últimos están dispuestos a pagar."

Las primeras obras historiográficas y literarias hispanoamericanas consistían en narraciones épicas que loaban la conquista y en descripciones etnográficas del mundo indígena que asomaban una perspectiva antropológica de interés genuino por la diversidad de la cultura dominada. Se trataba de obras escritas (en muchos casos) por mestizos, en español y para españoles o criollos. Dice Baudot (1992: 324): "A título de ejemplo, algunas obras son bastante representativas de lo que América producía en sus ciudades y universidades para un público de peninsulares y criollos con nostalgia de Europa".

La conformación de una literatura y una cultura americana hispanizada contribuyó a afianzar ideológicamente el sistema colonial11. Muchos escritores (españoles y mestizos), aún perseguidos por la censura de las autoridades españolas y a pesar del escaso nivel de alfabetización12 que favorecía la circulación elitista de los textos, cumplieron un rol importante en la legitimación del régimen colonial, creando y generalizando en la población indígena una falsa creencia en la superioridad cultural del invasor (que poseía una cultura letrada), razón primordial para adquirir la lengua dominante aún a costa de resignar la propia.

Baudot (1992) desarrolla dos ejemplos de escritores mestizos que se propusieron fundir la cultura hispánica con la americana, por lo que se ubican al comienzo de la literatura hispanoamericana: Fernando Alvarado Tezozómoc y Garcilaso de la Vega, llamado el Inca. Tezozómoc, mestizo mexicano que descendía de la más alta nobleza mexicana, escribió crónicas en náhuatl entre 1598 y 1609 y fue intérprete durante mucho tiempo. Luego escribió en español. Dice Baudot (1992: 326): "Recuérdese sobre todo de Tezozómoc que, pensando en náhuatl, escribió su primera crónica en español, integrando así la lengua del imperio a la historia indígena americana e integrándose a la vez él mismo a la cultura dominante." La vinculación entre el proyecto historiográfico y cultural de este mestizo "culto" y los intereses ideológicos de la cultura dominante hispánica en territorio americano queda explícita.

La ideología del Inca Garcilaso, por su complejidad, merece un desarrollo mayor. Mestizo peruano, también de ascendencia noble indígena, Garcilaso de la Vega recibe los elogios de Cerrón-Palomino (1993) por su conocimiento metalingüístico del quechua y por su alto grado de conciencia lingüística, que lo lleva a plantear con suma claridad la relación lengua-identidad: "(...) [el Inca] continúa recordándoles a sus 'compatriotas y paysanos' que para poder interpretar la sociedad y la cultura andinas hay que abordarlas en y a través de las lenguas que las sustentan y expresan" (Cerrón-Palomino, 1993: 105).

El Inca Garcilaso cuestionó firmemente el maltrato de la lengua quechua que llevaban a cabo los historiadores españoles en sus crónicas, que desconocían y despreciaban esta lengua indígena y databan sin precisión su fonética y su léxico al referirse a conceptos del mundo de los nativos. A su vez, el Inca demostró preocupación por el hecho de que el mismo fenómeno estuviera generalizándose entre sus propios paisanos, quienes comenzaban a adoptar una nueva norma de pronunciación simplificada de los lexemas provenientes de su propia lengua. Esta norma correspondía al español andino en formación.

La crítica a los historiadores españoles por el maltrato de la lengua se amparaba en la certeza de que el conocimiento de la misma era la única garantía de aproximación a la verdad histórica: "para Garcilaso el problema de la "verdad", de la "autenticidad", en la historia prehispánica y en el perfil espiritual del indígena, era equivalente y podía cotejarse con el problema de la 'propiedad lingüística', del recto conocimiento de la lengua, y del intransferible sentido idiomático que de ella poseían los nativos" (Escobar, 1965, cit. en Cerrón-Palomino, 1993: 76).

Sin embargo, la síntesis cultural de raigambre humanista13 que pretendió Garcilaso de la Vega distaba mucho de la verdad histórica. Este mestizo "culto" proponía una visión armoniosa de la historia americana en la que el imperio incaico prehispánico se comparaba al Imperio Romano antiguo, a través de su gesta unificadora del mundo conocido antes de la predicación del cristianismo. En este nivel de reflexión, la edad incaica era una etapa previa a la implantación de la ley hispánica, que representaba una superación de la obra anterior. De esta manera, el Inca reconciliaba los dos mundos que se habían enfrentado violentamente en la conquista e idealizaba la historia americana de acuerdo a los presupuestos humanistas que había aprendido en su estadía en la Europa renacentista. Dice Baudot:

Es evidente que al proponer esa visión armoniosa de la historia americana Garcilaso dejaba de lado los horrores cotidianos del imperio, los indios harapientos que morían por millares en la mita de Potosí, o los que penaban mil muertes en el socavón de Huancavelica, o los otros que la viruela, la tifoidea y el hambre segaban por centenares de miles en los campos. Pero Garcilaso había escogido deliberadamente volver la espalda a la sórdida realidad colonial y buscar refugio en lo que no era más que una bella utopía (1992: 328).

Con su teoría de la "Edad de Oro" prehispánica y el fundamento humanista de una síntesis cultural armónica que igualaba a indios y españoles, el Inca Garcilaso contribuyó a legitimar, por medio de la palabra letrada, no sólo la conquista española sino también la imposición del quechua como lengua oficial del imperio inca sobre las otras lenguas indígenas minoritarias en la época previa a la colonización hispánica.

Segundo estadio: Ciudad contra campo

Con el triunfo de la empresa colonial, el proceso de profundización de la organización plurilingüe social americana del que tratamos de dar cuenta en el apartado anterior va a adoptar una tendencia contraria: en lugar de continuar diversificándose en sucesivos plurilingüismos, se orientará hacia el monolingüismo de la lengua dominante. De esta manera, los estamentos superiores indígenas que habían adquirido la lengua dominante (bilingüismo) tienden a abandonar la lengua dominada (pasaje a un nuevo monolingüismo); mientras que los grupos inferiores de las ciudades (por ejemplo, los negros que eran esclavos domésticos de los criollos), que hablaban otra lengua dominada (monolingüismo) tienden a adquirir la lengua dominante (bilingüismo) y el pueblo campesino (la masa indígena trabajadora) permanece aún monolingüe.14 Baudot (1992: 11) corrobora esta situación ya desde el siglo XVI: "En los tiempos de Felipe II los campos de América eran todavía prehispánicos, aun cuando las ciudades ya eran casi exclusivamente hispánicas."

Como venimos viendo, las relaciones lingüísticas se incluyen en relaciones de fuerza y expresan, de una manera ideológica específica, un determinado modelo de organización económica y social: " (...) que el campo esté subordinado a la ciudad es en principio un hecho económico y social; pero las relaciones lingüísticas redoblan, intensifican esas relaciones sociales" (Calvet, 2005: 97).

Finalmente, Calvet expone, en un último apartado, las posibilidades y dificultades de resistencia a la expansión definitiva de una lengua dominante, con la consiguiente desaparición (casi absoluta) de la lengua dominada. En primer lugar, analiza la reclusión forzada de las lenguas vernáculas en el ámbito sagrado (uso religioso), mientras que todas las demás funciones sociales de las mismas son absorbidas por la lengua dominante. Además de que esta forma de resistencia -más que resistencia, supervivencia- es ambigua y limitada, podemos afirmar que en el caso de las lenguas indígenas americanas no fue un factor relevante, ya que los españoles neutralizaron la identificación lengua-religión en la población indígena a través de la evangelización, primero, en lengua nativa. Otro freno para la posibilidad de resistencia a la lengua dominante lo constituye, según Calvet (2005: 101), "el plurilingüismo local, ante todo un plurilingüismo objetivo, pero también suscitado por el colonizador." La fragmentación lingüística impide el desarrollo de una conciencia étnica común, que funcione como punta de lanza para una resistencia a la opresión colonial. Este fenómeno, sin duda verificable en el caso americano, permite explicar, en última instancia, el triunfo del español como lengua dominante en América.

3. De cómo podría disputarse el botín: Benjamin conversa con Bajtín

A lo largo de este trabajo traté de dar cuenta de la producción, distribución y consumo del español americano, entendido como Producto Lingüístico-Ideológico de un escenario colonial de conflicto. La rápida expansión de una nueva lengua dominante en América fue posible gracias a la generalización progresiva de una condición bilingüe que ya encerraba en sí misma la lengua en cuestión y que implicó la desaparición casi absoluta de la enorme diversidad de las lenguas y de las sociedades nativas. Sin embargo, este bilingüismo que tendía hacia un monolingüismo de orientación hispánica fue el producto ideológico-verbal de un grupo social que estaba ubicado en la frontera entre dos culturas enfrentadas y que no tardó en definirse por el lado del conquistador. Pensar el español americano como un producto (y como un botín) constituye menos una hipótesis científica meramente explicativa que la condición necesaria para construir una historia lingüística latinoamericana que restituya las voces de los vencidos de los que habla Benjamin en sus Tesis de 1940. Estas voces no están recluidas en un nivel de análisis de la lengua sino que atraviesan todo el español americano, entendido ahora como un producto histórico que da cuenta de su ideologicidad no sólo por las relaciones sociales en las que se inscribió -y de las cuales es, precisamente, producto- sino también por aquello que no es, por su negatividad: la sola presencia del español de América como lengua dominante da cuenta de una ausencia. "Algo" había en su lugar, sin lo cual no es posible explicar la sustitución.

Bajtín sostenía, mucho antes de que se constituyera el campo de la sociolingüística, que cada enunciado concreto del sujeto del habla representa el punto de aplicación tanto de las fuerzas de unificación y centralización lingüística como de las fuerzas descentralizadoras y estratificadoras de la lengua (1989: 90). El enunciado bilingüe, la palabra del traidor que supo legitimar ideológicamente la empresa colonial destructora de culturas y de lenguas (algunas de ellas las propias), está atravesado por estas dos fuerzas en tensión. La conformación del español americano fue el resultado de dos tendencias contradictorias que, por un lado, tendieron a la diversificación mediante la profundización del plurilingüismo prehispánico y, por otro, a la unificación lingüística, con el triunfo de una nueva lengua dominante en América. Esto demuestra que no existen (ni existieron) palabras y formas "neutrales" en el español americano. Para Bajtín, "las formas de los signos (...) están condicionadas por la organización social de los participantes involucrados" (1992, cit. en Grüner, 1998: 42). Dice en otro texto el propio Bajtín:

En esencia, para la conciencia individual, el lenguaje como realidad social-ideológica viva (...) se halla en la frontera entre lo propio y lo ajeno. La palabra del lenguaje es una palabra semi-ajena. Se convierte en 'propia' cuando el hablante la puebla con su intención, con su acento, cuando se apodera de ella y la inicia en su aspiración semántica y expresiva. Hasta el momento de su apropiación, la palabra no se halla en un lenguaje neutral e impersonal (¡el hablante no la toma de un diccionario!) sino en los labios ajenos, en los contextos ajenos, al servicio de unas intenciones ajenas: de ahí que necesite tomarla y apropiarse de ella (1989: 110 y 111).

El español de América, como sistema de signos que se organizan en el discurso, está fuertemente condicionado por los modos en que distintos grupos sociales intentan acentuar sus "palabras" de manera que expresen su experiencia y sus aspiraciones sociales. Los signos del español americano no solo delimitan una arena de lucha que existió en el pasado sino que están atravesados por las luchas sociales del presente. Una historia lingüística latinoamericana que elija no beneficiar a los que hoy dominan, que son los herederos necesarios de los vencedores de ayer (dice Benjamin), debe partir del rechazo a cualquier clase de empatía con el colonizador.

Notas

1 Dos sentidos posibles de la forma verbal francesa brosser, que utiliza Benjamin en un manuscrito de sus Tesis.
2 Benjamin asocia la figura del historiador historicista a Fustel de Coulanges, historiador francés positivista y reaccionario del siglo XIX que recomendaba, para revivir una época, olvidar todo lo sucedido a continuación. La tesis VII apunta directamente contra esta concepción de la historia y contra el historiador que se identifica afectivamente con el vencedor.
3 A partir de Voloshinov (1976) construyo la noción de Producto Lingüístico-Ideológico, considerando dos aspectos constitutivos del mismo: un aspecto material y un aspecto semiótico. El primero se refiere a que el Producto Lingüístico-Ideológico constituye una parte de la realidad social, como cualquier instrumento de producción o producto para consumo. Bourdieu (1985) plantea que el intercambio lingüístico es también un intercambio económico que se lleva a cabo en una relación simbólica de fuerzas entre un productor, provisto de un cierto capital lingüístico, y un consumidor (o un mercado), apto para procurar un cierto beneficio material o simbólico. Para Bourdieu, esta relación de fuerzas, reproducida por la educación, la religión y la cultura oficiales, constituye el factor determinante de la dinámica del campo lingüístico y, por eso mismo, de los cambios de la lengua. El motor de la transformación de una situación lingüística plurilingüe es, desde esta perspectiva, el aumento progresivo del valor de intercambio de una lengua, es decir, la creciente utilidad pragmática que mueve a las personas a aprenderla o utilizarla para alcanzar otros fines. El aspecto semiótico se refiere a que el Producto Lingüístico-Ideológico es un signo que refleja y refracta otra realidad exterior a él. Según Voloshinov, el producto lingüístico (la palabra como signo social) es una isla que surge del mar sin límites del lenguaje y sus dimensiones y formas están determinadas por una situación concreta de comunicación verbal. El intercambio verbal como proceso semiótico está siempre acompañado por actos sociales de carácter no verbal, como la realización de un trabajo o una ceremonia religiosa. De esta manera, los aspectos material y semiótico del Producto Lingüístico-Ideológico constituyen un todo indisociable que nos permite analizar el fenómeno lingüístico en toda su complejidad y dinamismo. Este será el concepto vertebrante del presente trabajo.
4 En este trabajo, tomaremos como objeto de estudio el Producto Lingüístico-Ideológico (el español de América) como factor inscripto en y constituyente del plurilingüismo social y geográfico americano en la época colonial. Esto no implica que la situación lingüística prehispánica sea homogénea. Dice Georges Baudot (1992: 116): "Recordemos que las lenguas indígenas vernáculas ya de por sí representaban un abanico absolutamente impresionante: no había menos de ciento cincuenta familias y agrupamientos lingüísticos posibles, con un total de lenguas que oscilaba entre cuatrocientas y dos mil según las clasificaciones científicas modernas". Sin embargo, la imposición gradual del español como lengua dominante en América disolvía toda diferenciación cualitativa entre las lenguas nativas, nivelándolas (Cerrón-Palomino, 1993: 77).
5 En el caso de la "cultura española", la historiografía historicista entró en empatía con el dialecto castellano en su proceso de estandarización anterior a la conquista, sumándose al cortejo triunfal de los vencedores que pretendieron ocultar la imposición del castellano sobre los otros dialectos de España a través de la formación de una conciencia nacional artificial que ofreciera una respuesta a la presencia árabe en la península (la Reconquista). Este trabajo elige el lado de los vencidos americanos, pero en homenaje a los vencidos en territorio español, tomo la noción de conflicto lingüístico de la escuela catalana, desarrollada en la nota siguiente.
6 La escuela catalana incorporó al campo teórico de la sociolingüística la noción de conflicto lingüístico cuestionando profundamente el concepto de diglosia como coexistencia armoniosa entre dos variedades lingüísticas. Hay conflicto lingüístico cuando dos lenguas claramente diferenciadas se enfrentan, una como políticamente dominante (empleo oficial, empleo público) y la otra como políticamente dominada (empleo doméstico e íntimo). Según Lluís Aracil (1982, cit. en Calvet, 1997: 18), el conflicto lingüístico puede desembocar en dos situaciones: o bien la lengua dominada desaparece en provecho de la dominante (sustitución), o bien recupera sus funciones y derechos (normalización). Aracil elaboró estas categorías a principios de los años setenta para dar cuenta de la situación político-lingüística de Cataluña durante el franquismo, pero la normalización lingüística empezó a verse como el resultado posible de la acción militante.
7 Siguiendo a Baudot (1992), el náhuatl (antigua lengua de la hegemonía oficial de los mexicas) en México y el quechua (que había sido en la época prehispánica la lengua oficial y obligatoria de los incas) en el Perú serían ejemplos de lenguas indígenas dominantes en la etapa previa a la conquista. Esto también se evidencia en el nombre asignado por los cronistas a dichas lenguas: lenguas generales.
8 La lengua, como medio fundamental del proceso de socialización, constituye la vía de acceso principal a las relaciones sociales o de grupo, de manera que se convierte en un símbolo de la relación de pertenencia de un individuo a una comunidad determinada y de no pertenencia a otras comunidades diferentes. La lengua es, por ende, un marcador identitario fundamental (Blanco, 2005).
9 A su vez, la Malinche es llamada por los indios Malintzin y por los españoles doña María, "sin que sepamos cuál de esos nombres es deformación del otro" (Todorov, 2003: 108). La existencia de dos nombres para designar a la misma persona indica, en este caso, la significación diferencial que tenía la intérprete en las dos culturas enfrentadas.
10 Para Voloshinov (1976: 36 y 37), una misma comunidad de signos está atravesada por la intersección de intereses sociales orientados en distinto sentido. De esta manera, el signo se convierte en la arena de la lucha de clases. Gracias a esta intersección de acentos un signo mantiene su vitalidad y dinamismo así como su capacidad de mayor desarrollo.
11 De las distintas definiciones que analiza Terry Eagleton en Ideología. Una introducción (1997: 52-54), me sirven para mi estudio las siguientes: en primer lugar, la ideología como las "ideas y creencias (tanto verdaderas como falsas) que simbolizan las condiciones y experiencias de vida de un grupo o clase concreto, socialmente significativo"; en segundo lugar, la ideología como "promoción y legitimación de los intereses de un poder social dominante" y, por último, la ideología como "las ideas y creencias que contribuyen a legitimar los intereses de un grupo o clase dominante, específicamente mediante distorsión y disimulo". Estas definiciones se cruzan y se plasman en determinadas prácticas discursivas y políticas, al punto de que es difícil delimitar con precisión la injerencia de cada una de ellas.
12 El concepto tradicional de alfabetización no nos sirve aquí. Las distintas sociedades indígenas tenían diferentes sistemas escriturarios, por lo que aquí me refiero estrictamente al escaso conocimiento de la lengua española por parte de la gran mayoría de la población nativa. Este escaso conocimiento se vio favorecido, a su vez, por la evangelización misionera en lengua indígena y por la falta de una política lingüística definida en los territorios ultramarinos del Imperio español: "(...) había que decidir entre conservar toda la impresionante variedad de lenguas indígenas, o antes bien, favorecer a dos o tres grandes lenguas 'generales' que misioneros, funcionarios y colonizadores aprenderían de alguna manera, o por fin imponer el castellano en todas partes y tratar por lo tanto de reducir y por último de anular poco a poco las lenguas americanas. Aparentemente la Corona española nunca quiso elegir abiertamente" (Baudot, 1992: 121).
13 Garcilaso dejó el Perú a los veinte años y vivió hasta su muerte en el sur de España, donde fue imbuido por las ideas del Renacimiento y perteneció a la escuela de filosofía neoplatónica de León Hebreo. En Comentarios reales de los Incas (1609), rescribió la historia de los incas en el molde de las ideas humanistas del Renacimiento europeo. Según Baudot (1992: 327), la fusión de los dos mundos "que fundaban el imperio de América" en su conciencia fue el punto de partida de su escritura.
14 Los negros esclavos, hablantes de lenguas senegalo-guineanas o mandé, aprendieron el español y lo remodelaron fonéticamente a su manera creando una variante con sonoridades africanas "que no carecía de sabor." (Baudot, 1992: 118) Este fenómeno está documentado desde fines del siglo XVI.

Bibliografía
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15. Voloshinov, Valentín N. [1929], El signo ideológico y la filosofía del lenguaje, Buenos Aires, Nueva Visión, 1976.

recibido: 14/09/06
aceptado para su publicación: 03/10/06