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Cuadernos del Sur. Letras

versión impresa ISSN 1668-7426

Cuad.Sur, Let.  n.35-36 Bahía Blanca  2005

 

Una mirada desde el asombro. La crónica en la zona de frontera

Norma Edith Crotti

Universidad Nacional del Sur. E.mail: ncrotti@criba.edu.ar

Resumen
Las notas recopiladas por Héctor Tizón en Tierras de frontera (2000), las escritas para Panorama [1966-1967] por Rodolfo Walsh, y las publicadas como Aguafuertes Patagónicas de Roberto Arlt, que integran el volumen En el país del viento. Viaje a la Patagonia (1934) registran, siempre desde el asombro explícito, miradas sobre zonas de frontera.
La imagen del cronista que recorre la ciudad en busca de la nota ansiosamente esperada cede el lugar al agudo observador que, en las fronteras del noroeste, del noreste y del sur argentino, se adentra en el espacio, en la inconmensurabilidad del paisaje, en la relación de los habitantes con el ambiente, que experimenta como primitivo y misterioso, y recupera imágenes, prácticas, relatos de voces anónimas. Estas voces, constitutivas de identidades colectivas, testimonian la representación del mundo, la construcción del tejido social y la experiencia que se va tramando entre el ver y el decir como formas del saber. El cronista focaliza su mirada en la lengua para indagar la interpretación de la realidad y la identidad de los sujetos que se va conformando entre el saber y el saber hacer, pero no deja de escudriñar lo que las acciones dicen. Saberes, mitos y creencias, social e históricamente construidos, quedan al descubierto y desnudan conflictos y debates por su reivindicación en la crónica, un género de frontera.

Palabras clave: Crónica; Fronteras; Género.

Abstract
The articles compiled by H éctor Tizón in Tierras de frontera (2000), those written for Panorama [1966-1967] by Rodolfo Walsh and those published as Aguafuertes Patagónicas by Roberto Arlt that compose the book En el país del viento. Viaje a la Patagonia (1934) record impressions of border-lands, always in explicit astonishment.
The image of the chronicler that searches a city looking for the longed-for chronicle yields its place to the sharp observer who, in the border-lands of nord-west, nord-east and south of Argentina, penetrates the space, the incommensurability of inland scenery, the relation between the inhabitants and the environment, felt as primitive and mysterious, to recover images, practices and accounts of events from anonymous voices. These voices that constitute collective identities testify to the representation of the world, the construction of the social fabric and the experience interwoven between seeing and saying as ways of knowledge.
The chronicler focuses attention on language to investigate the interpretation of reality and the identity of subjects that is shaped between knowledge and know-how, but keeps on searching for what actions say. Socially and historically-built pieces of knowledge, myths and beliefs come to light and reveal conflicts and discussions for their recognition in the chronicle, a genre in the border-land.

Key words: Chronicle; Border-lands; Genre.

He pasado buena parte de mi vida tratando de aprender de los niños el arte de narrar. Ellos tienen la gracia de la mirada virgen, la síntesis magistral que les da el asombro y de este modo todo lo que ven y cuentan es nuevo, a pesar de ser tan viejo como el mundo.
Héctor Tizón 2000:57-58

El título encierra la ventaja de la ambigüedad. Podría pensarse en la crónica como representación de fronteras geográficas, o de zonas-límites en que lenguas diversas entran en contacto, o bien, del espacio en que se implican el cuerpo propio y el de los otros, entre la interioridad del yo y el horizonte de mundo en el que los hechos acontecen, o aun, de los márgenes entre literatura y periodismo en los que la crónica se constituye como entidad autónoma. O en todos los aspectos a la vez.

Las notas recopiladas por Héctor Tizón en Tierras de frontera (2000), las escritas para Panorama (1966-1967) por Rodolfo Walsh, y las publicadas como Aguafuertes Patagónicas de Roberto Arlt, que integran el volumen En el país del viento. Viaje a la Patagonia (1934) construyen miradas sobre zonas de frontera, siempre desde un asombro explícito.

Con el propósito de estar nuevamente en especial comunicación con sus lectores del diario El Mundo, Arlt atraviesa el suelo patagónico desde Patagones a Bariloche para recorrer Neuquén, un territorio que "no parece chileno ni argentino, sino un país aparte ... que es frontera en el más amplio sentido de la palabra" (1997: 101)1 que bien podría llamarse "el país del viento... Viento que viene desde la cordillera y llega a través de cientos de leguas hasta el océano Atlántico imprimiéndole a la región, escasa de agua hacia el Este, un carácter árido y desolado. El desierto patagónico" (p. 66).

Walsh toma como objeto de investigación otra frontera territorial, la del noreste argentino y un "nosotros" que incluye al fotógrafo Pablo Alonso se pone en marcha y recorre a través de imposibles caminos, pastizales, lagunas, campos con palmeras, esteros, yerbatales y también la selva, lugares en los que las emisiones en guaraní de las radios paraguayas se pegan al oído de los pobladores que comparten sus dolores y ausencias y hacen oír sus historias fragmentadas "en todos los tonos, con vestigios de todos los idiomas" (1995: 211)2.

En cambio Tizón, que "ha nacido montañez [sic] y fronterizo" (2000: 167)3, desde Yala, se adentra en poblados, aldeas, en la Puna, en el páramo del noroeste argentino asolado por el viento y viaja aun hasta aquellos villorrios que, como Timón Cruz, "apretado en el rincón de la frontera, ... ostensiblemente no existe, está disimulado; cuando uno llega y quiere verlo no lo ve y sólo al cabo de un esfuerzo de la imaginación o del ensueño el caserío comienza a manifestarse, a apercibirse..." (p. 153).

Como "un escritor sólo puede escribir sobre lo que sabe y conoce" (p. 71)4, con "las armas y los dones de un narrador que son los mismos que los de un cazador: el ojo, el oído, el olfato y el corazón" (p. 57), tratando de apresar el acontecimiento que sorprende, Arlt y Walsh se internan en zonas límites del país, a mayor o menor distancia de Buenos Aires que ha crecido a expensas del interior cuyas verdades desconoce, y lo hacen como forasteros que buscan ver esa realidad "nueva", a veces incomprensible y sobre todo inédita, constituirla en experiencia, indagarla, interpretarla y mostrarla, evocándola en un conjunto de historias. A diferencia de ellos, Tizón que nació y eligió vivir5 en esa "región situada en el confín norte de la Argentina, pero en el sur remoto del mundo" (p. 25), conoce la tierra a la que está arraigado, ese adentro al que siempre ha regresado porque "afuera sólo se sobrevive" (p. 173) y escribe desde la necesidad interior, "tratando de registrar el fulgor de algo que se extingue, para bien o para mal" (p. 58).

La frontera define la selección de categorías orientadoras del ver y el decir: afuera y adentro articulan el saber del relato y el testimonio6 de los acontecimientos. No es posible asumir la voz del otro desde el exterior sin tener la vivencia del encuentro y de los hechos, pero tampoco es posible dar testimonio desde el interior si quienes los han vivido y los viven no tienen voz para contarlos. El cronista se ubica en el espacio de contacto en que se tensan el afuera y el adentro, con su acercamiento abre el camino y en el encuentro tiende el puente7.

Tanto Arlt como Walsh configuran un cronista enviado desde un afuera extraño y ajeno, para quien la experiencia de frontera crece en el contacto con una naturaleza deslumbrante, casi indescriptible por sus excesos, y con una humanidad que, en ese adentro, desde el que Buenos Aires es "un país distante y fronterizo" (Arlt, p. 99) está excluida y desintegrada de un país que expulsa a sus propios hijos.

En las notas de Tizón, en cambio, el cronista "es un ejemplar de frontera" (p. 17), transita la región, su región, no con una mirada de folclorista que recupera las tradiciones populares sino con la mirada -como señala Aníbal Ford- "desde una galería"8, siempre en la transición entre el adentro y el afuera, contrastando en una continua dialéctica lo esencial del mundo y de la vida con que nativos analfabetos, "mudamente locuaces" (p. 32), llenaron sus vacíos de conocimiento en la infancia y los saberes enciclopédicos y prestigiosos apuntalados por sus lecturas. Narra desde el arraigo, su percepción enraíza en un lugar específico, en una tradición y en una posición laboral, pero eso no le impide tener conciencia de estar percibiendo y así trascender de lo particular a lo universal (apercibirse), "lanzar una mirada distante 'desde el exterior', sobre la propia condición finita" (Virno, 2000:70, las comillas corresponden al original)9.

Plantearse el conflicto entre la educación inicial y la educación institucional deja al descubierto otro, entre la lengua de su entorno "la de los hombres de aquella América interior, profunda, mestiza y no acabada de casar: el habla de los servidores de mi casa, de mis vecinos aborígenes y, sobre todo, de mis niñeras" (p. 27) y aquella, incontaminada, la de los libros, la de los escritores clásicos. Superadora del conflicto, la opción por "el castellano de América, espurio, híbrido y rico, pero sólo enriquecido bajo condición del respeto por sus cánones esenciales" (p. 33) le permitió encontrar la identidad de su escritura en una armonía que integra y no excluye, y comprender que es imposible ser cronista del propio pueblo en una lengua universal.

En las Aguafuertes Patagónicas, el cronista describe minuciosamente los escenarios naturales del sur sin despojarse de su mirada urbana, sin abandonar el léxico y expresiones propios de lo que entiende como el idioma de los argentinos. Con formas familiares que evocan su perspectiva de realidad en las Aguafuertes Porteñas, se refiere a la contemplación como una "práctica de 'dolce far niente', de fiaca graduada y vagancia dosificada" (Arlt, p. 47) y al paisaje entre San Antonio e Ingeniero Giacobacci como "un inaguantable latero, que siempre dice la misma cosa" (p. 57). Sin embargo, el afuera, desconocido tanto para él como para sus lectores, busca nuevas formas de representación en el lenguaje "bajo un mirar de formas geométricas, generalmente mecánicas, que... condiciona un sistema de adjetivación, en el que sobresalen imágenes provenientes de la tecnología y la metalurgia" -sostiene Sylvia Saítta 10.

El viajero instalado en el tren de trocha ancha, con su vestimenta "mitad inglesa y mitad linyera" (p. 55), sintiéndose casi un turista, intenta hacer accesible a su lector habitual ese referente nuevo remitiendo hechos que parecen inverosímiles a textos literarios conocidos como una manera de hacerlos creíbles, estableciendo comparaciones con saberes adquiridos y construyendo una tipología de personajes del desierto patagónico y de la zona cordillerana, marginales o extranjeros, que desafían el imperio del viento helado, las borrascas de arena, el silencio, el abandono y la soledad. Los relatos de sus creencias, sus saberes, sus astucias y su hacer se intercalan entre las descripciones que dan cuenta del espacio recorrido y las narraciones que entretejen experiencias personales frente a situaciones vividas. Sin embargo, una misma voz unifica todos los relatos, no se construye al otro desde su propio discurso como en las Aguafuertes Porteñas, tal vez, porque las Aguafuertes Patagónicas no pueden evidenciar el conocimiento del adentro que da el habitar la tierra. El cronista sólo la visita, es un porteño "mirado casi como un forastero que viene de otro país" (p.102).

En las "grandes notas" que -según Daniel Link (Walsh, p. 143)- "constituyen, junto con Operación Masacre, el momento más alto de su producción periodística", Walsh configura un cronista que indaga la relación casi primitiva y misteriosa entre la naturaleza y los hombres, en las creencias, los saberes de la vida práctica y las mitologías, recuperando sus voces.

En "La Argentina ya no toma mate", los enviados de Panorama investigan las causas del resquebrajamiento del imperio de la yerba mate y reconstruyen una larga historia que va desde las crónicas más antiguas que registran la riqueza conseguida por encomenderos y jesuitas, a la guerra silenciosa iniciada tres siglos y medio atrás por los "mamelucos paulistas", a la alianza entre exportadores brasileños e importadores argentinos que produce la primera crisis, falsamente llamada de superproducción, para concluir, después de diferentes medidas que alternativamente fomentaron y desalentaron el cultivo, en el hecho de que Misiones se debatiera en 1965 en una crisis auténtica de superproducción que llevó al doctor Illia a acordar la prohibición de cosechar, solicitada por los productores misioneros.

Este largo relato en el que fechas y cifras articulan un discurso casi neutro en el que, sin embargo, se vislumbra un dejo de ironía, enmarca un diálogo con colonos que, con vestigios de pronunciación de las lenguas de sus países de origen y particularidades morfológicas y sintácticas que los distancian de la lengua oficial, explicitan el agobio de unos y la rebeldía, la mordacidad o la profecía de otros. También los tareferos, que son siempre criollos, misioneros, paraguayos, peones golondrinas sin tierra

se quitan la palabra en su apuro por transmitir esa angustia a alguna parte, a algún mundo desconocido, antes que llegue el patrón, el capataz, el camión que ya viene por la picada cargando los raídos.
Pero todavía hay tiempo para que las caras cobren nombre (p. 213).

-agrega el cronista- y un nuevo aluvión de reclamos, esta vez identificados, aprovechan su encuentro con el poder de la escritura, en la que delegan11 la denuncia.

La historia construida a partir de textos y documentos que parecen no dejar espacios sin cubrir, en lengua escrita, homogénea -a la que Tizón calificaría de universal- entra en tensión con los relatos orales fragmentarios y alternativos que exhiben la heterogeneidad de las lenguas particulares, las fronteras entre lenguas y los efectos de contacto, de quienes sobreviven en condiciones adversas, al margen de la historia oficial. La mirada del cronista, desde afuera, intenta recuperar el adentro y posibilitar "una escritura que quizás sólo tenga como cometido dar testimonio de una ausencia" (Forster, 2003:62).

Afuera y adentro organizan el espacio y también el tiempo, datación y localización como fenómenos paralelos12. Antes y ahora aparecen fuertemente diferenciados en las crónicas de Walsh y Tizón El pasaje de uno a otro está inevitablemente marcado por la pérdida, es la evidencia de la derrota. Desde el ahora de la desocupación, la pobreza, el hambre y la segregación en que se cumple el "oscuro destino de frontera" (Tizón, p. 90), ambos cronistas rememoran el fulgor de un antes el del tiempo de trabajo, holgura, integración, plantaciones de yerba mate, tabaco, tung, en el noreste, y de empresas mineras, en el noroeste. El recuerdo no está unido al sentimiento de nostalgia por el pasado fundacional13 sino a una nueva indagación que permita, desde el relampaguear del antes hacer más significativo el presente en que "estamos aislados, divididos y frustrados porque hemos sido incapaces de heredar sin beneficio de inventario" (ibid, p. 174) y hacer posible el proyecto de un nuevo camino a recorrer14.

La frontera es, también, la zona donde se ha perdido la alegría, es el confín donde el sufrimiento se silencia y el silencio se corporiza, donde la risa está ausente, donde es necesario retener a un juez como Justo Jones, en las proximidades de Bariloche, porque además de hacer justicia sabe hacer chistes y chascarrillos para distraer a sus apesadumbrados clientes, donde la mención del trencito que une Corrientes y Mburucuyá, el de trocha angosta que nunca llega a horario es "acaso el único tema que infaliblemente hace sonreír a cualquier correntino" (Walsh, p. 186).

Para Tizón, la frontera es el adentro, el aquí doloroso que todo lo ha perdido, la tierra paramera de miseria y aislamiento en la que, sin embargo, un número reducido de pobladores fortalecidos en su obstinación resisten frente a la adversidad y, desde sus creencias ancestrales, abrigan la esperanza de un tiempo mejor. Escribiendo desde ese lugar -no obstante habitable-, haciendo uso de la memoria15 para que el olvido no se constituya en una segunda derrota, y también de la ironía16, se siente un narrador furtivo, un francotirador que, planteándose la necesidad de revisar lo que fuimos o lo que dejamos de ser, hace perder la certeza a quienes sostienen tenerla17.

Para Arlt y Walsh, la frontera es el afuera que espera ser dicho en el encuentro entre el propio cuerpo y los cuerpos ajenos, en el "ser-afectado[s] por el acontecimiento del que se da testimonio por narración" (Ricoeur, 2000:93). Uno y otro se adentran en ella de distinto modo pero advierten problemáticas similares y denuncian el mismo desconocimiento y la misma negligencia de las autoridades que -como señala Tizón- tienen la concepción de "país archipiélago" (p.79).

La frontera, linde territorial en el discurso de la geografía, línea históricamente de conflicto y lucha por la delimitación de los territorios, custodiada desde el poder político por fuerzas especializadas, se resignifica en las crónicas que la tematizan como palabra mágica, como pasaje, como tránsito entre culturas diferentes pero también como espacio desguarnecido, adverso y olvidado. Un camino más que una barrera.

En el juego de referencia a la zona de frontera y de autorreferencia, en tanto género que se mueve en los márgenes, entre la ficción y la factualidad, como punto de inflexión entre el periodismo y la literatura18, la crónica -particularmente la de viajeros, la mejor forma de literatura-19 es la óptica desde la que Arlt, Walsh y Tizón ven, abarcan, seleccionan, recortan y organizan el material20 que el desplazamiento por el espacio les hace tangible. Desde la diversidad lingüística, buscan hacer abarcable la inconmensurabilidad del paisaje y la relación de los habitantes con el ambiente, explicitan la experiencia que se va tramando en las formas del saber, recuperan imágenes, prácticas, prescripciones, reivindican voces anónimas y gestos constitutivos de identidades colectivas, dan testimonio de su representación del mundo y de la construcción del tejido social.

La crónica, orientada temáticamente hacia la vida por un lado, participa de ella, por el otro, mediante el proceso de su realización efectiva al ser leída y responder, en tanto nota periodística, a las expectativas de los lectores que, tal vez desde la impaciencia, reclaman día a día algo nuevo.21

Desde los recursos y modos de ver y concebir la realidad accesibles a la crónica, la mirada del cronista, como visión primigenia, penetrante y escudriñadora de los espacios y las acciones de la gente que los puebla, envuelta en un asombro que por momentos se transforma en estupor o perplejidad frente a los acontecimientos, sin distinguir entre grandes y pequeños, plantea a la escritura el desafío de construir y construirse como representación de zonas de frontera.

Notas

1 Como todas las citas de las aguafuertes de Arlt que realizo pertenecen a esta edición, en adelante sólo registraré la página.
2 Los fragmentos de la obra periodística de Walsh que consigno se indicarán solamente con el número de página.
3 La paginación de las citas que refieren a las notas recopiladas por Tizón corresponden a esta edición.
4 En una de las reflexiones sobre la naturaleza del arte de escribir en provincia realizada en "Un destello, un fogonazo, un escrito en el muro" (p. 49), Tizón anticipa esa propuesta. El texto mencionado, publicado como "La narración del Interior: rebelión, sumisión, mistificación", integró el volumen La escritura argentina, editado en 1992, por la Universidad Nacional del Litoral.
5 Paul Ricoeur (2000:64) refiere a "Los lugares habitados... , por excelencia memorables. La memoria declarativa se complace en evocarlos y contarlos, pues el recuerdo está muy unido a ellos", y también a los lugares recorridos que "sucesivamente sirven de reminders a los episodios que se desarrollaron en ellos. Son ellos los que, después, nos parecen hospitalarios o inhospitalarios, en una palabra, habitables" (la cursiva corresponde al original). En La cámara lúcida (1980), Roland Barthes señala que le impresionan las fotografías de paisajes en los que la habitabilidad aparece como un deber ser; el paisaje unido al deseo de vivir allí (Cfr. 1997: 82-84).
6 "La isla de los resucitados" de Rodolfo Walsh (1998: 158-179) se introduce de este modo: "Dos enviados de Panorama -Rodolfo Walsh y Pablo Alonso- pasaron una semana con los leprosos de la Isla del Cerrito, en la selva chaqueña, donde los monos aúllan como el viento y las víboras miran de cerca una larga hazaña. No era el paraíso, pero tampoco era la Isla del Diablo. Era una historia humana y una aventura humana.
Desde estas páginas, los últimos parias del siglo XX asumen un rostro y reivindican una voz"(la cursiva es mía).
7 Cfr. Giorgio Agamben (2000:34-35). Cita un fragmento del texto en el que Shoshana Felman (Universidad de Yale) refiriéndose al filme de Claude Lanzmann, Shoá, afirma: "Me parece que la postura imposible y la tensión testimonial de todo el filme consisten precisamente en no estar ni simplemente adentro ni simplemente afuera; sino paradójicamente, dentro y fuera a la vez" (la cursiva corresponde al original).
8 Cfr. Ford, Aníbal, en "Tizón, el asombrado, y su perro López" (Tizón, 2000:11) refiriéndose a la escritura de El gallo blanco, señala "Es la mirada desde una galería. En la frontera entre la infancia, las habitaciones, los recuerdos brumosos y pertinaces y el trabajo, la política, la gente, las mañosas instituciones. Pero ninguna de las dos cosas".
9 'Un acicate fundamental de toda suerte de acto de trascendencia es la plenitud del momento autorreferencial... una plenitud tal parece conseguida cuando la relación con el propio contexto es tan específica, estable y monótona que puede ser devuelta siempre y por entero a la autorreflexión, resuelta en una identidad duradera. El arraigo, esto es, una forma de pertenencia unívoca a un ámbito particular, constituye el trasfondo concreto de la armónica unidad de percepción y apercepción. Sin embargo, esta unidad, confiriendo dignidad especial a la autorreflexión, es a su vez la fuente del acto de trascendencia, de la mirada "desde afuera"...' (Virno, 2003:70-71, la cursiva y las comillas corresponden al original).
10Cfr. Saítta, Sylvia. "Prólogo", en Roberto Arlt (1997: 15).
11En el juego en el que la ficción recupera las voces que testimonian y los hechos se ficcionalizan, la crónica asume en su heteroglosia "el hablar por delegación". En esta expresión puede leerse, aunque en un contexto distante de los hundidos en el campo de Auschwitz que "Semanas y meses antes de extinguirse habían perdido el poder de observar, de recordar, de apreciar y de expresarse", la referencia a "Nosostros hablamos por ellos, por delegación" con la que Giorgio Agamben (2000:34) citando a Primo Levi refiere al testimonio de los sobrevivientes. El narrador-cronista se transforma en testigo en el marco de la ficción.
12 Paul Ricoeur (2000:63) señala que "Datación y localización constituyen ... fenómenos solidarios que muestran el vínculo inseparable entre la problemática del tiempo y la del espacio".
13 Sino que se trata "de permitir finalmente que se nos torne accesible el pasado, fuera de toda lógica de la derivación lineal..." (Vattimo; 1992:27)
14 Cfr. las referencias al pasado y al presente con las "Tesis de Filosofía de la Historia" de Walter Baenjamin (1973:177-191).
15 "El viaje laberíntico por las cavernas de la memoria apenas si nos sirve para sospechar de nuestras actuales certezas, nos permite escapar de la autocomplacencia de época y nos ayuda a recordar qué frágil es el hombre y cuánto más frágiles son sus sueños y sus actos..." (Forster, 2003:67-68).
16 "La ironía permite contemplar la secuencia de procesos que han conducido a esos resultados, también el papel que hemos jugado. Es así vacuna contra la repetición que una simple vuelta a los orígenes -pretendida por tantos fundamentalistas tan poco irónicos- traería consigo" (Bozal, 1999:98).
17 Cfr. Héctor Tizón, p. 47 . También: "Los poetas, si lo son de verdad, conmueven y recuerdan, malogran las propuestas, el discurso de los que están seguros. Ellos son los aguafiestas y los heraldos del memento mori, el contraademán y el contradiscurso, la cadena perpetua de la especie, el examen de conciencia y los remordimientos, el mañana que será esencialmente distinto del ayer, la crítica y la subversión, la victoria de los agonistas, que lleva en sí, como carga subconsciente, la visión de los vencidos por la muerte, el nacimiento, el vuelo y la caída" (p. 35, la cursiva pertenece al original).
18 Respecto de la crónica como amenaza a la claridad de esas fronteras, cfr. Susana Rotker (1992).
19 Cfr. "Tierras de frontera", en el libro homónimo (Tizón, p. 78).
20 "Cada género es capaz de abarcar tan sólo determinados aspectos de la realidad. Cada género posee determinados principios de selección, determinadas formas de visión y concepción de la realidad, determinados grados en la capacidad de abarcarla y en la profundidad de penetración en ella" Mijail Bajtin (Pavel Medvedev), 1994:210.
21El diario El Mundo y Panorama parecieron en su momento entenderlo así. Refiriéndose al periódico, Walter Benjamin (1987: 121) señala que "Su contenido es un 'material' que rehúsa toda forma de organización no impuesta por la impaciencia del lector. Y esta impaciencia no es únicamente la del político que espera una información o la del especulador que espera un guiño, sino que tras ella arde la del excluido que cree tener derecho a hablar en nombre de sus propios intereses".

Bibliografía
1. Arlt, Roberto (1997) En el país del viento. Viaje a la Patagonia (1934), Buenos Aires, Ediciones Simurg.
2. Tizón, Héctor (2000), Tierras de frontera, Buenos Aires, Alfaguara.
3. Walsh, Rodolfo (1998), El violento oficio de escribir. Obra periodística (1953-1977), Buenos Aires, Planeta (1ª. edición 1995).
4. Agamben Giorgio (2000), "El testigo" en: Lo que queda de Auschwitz, Valencia, Pre-textos.
5. Bajtín, Mijail (1994), "Los elementos de la construcción artística", en: El método formal en los estudios literarios, Madrid, Alianza.
6. Barthes, Roland (1997), La cámara lúcida, Barcelona, Paidós (1ª. edición en francés 1980).
7. Benjamin, Walter (1973), "Tesis de Filosofía de la Historia" en: Discursos Interrumpidos I, Madrid, Taurus.
8. Benjamin, Walter (1987), "El autor como productor", en: Tentativas sobre Brecht. Iluminaciones 3, Madrid, Taurus.
9. Bozal, Valeriano (1999), "Necesidad de la ironía: buscando la distancia", en: Necesidad de la ironía, Madrid, Visor.
10. Forster, Ricardo (2003), "Los usos de la memoria", en: Crítica y sospecha. Los claroscuros de la cultura moderna. Buenos Aires, Paidós.
11. Ricoeur, Paul (2000), La memoria, la historia, el olvido, Buenos Aires, F.C.E.
12. Rotker, Susana (1992), La invención de la crónica, Buenos Aires, Ediciones Letra Buena.
13. Vattimo, Gianni (1992), "Posmodernidad y fin de la historia", en: Ética de la interpretación, Buenos Aires, Paidós.
14. Virno, Paolo (2003), "Ambivalencia del desencanto: oportunismo, cinismo y miedo", en: Virtuosismo y revolución. La acción política en la era del desencanto, Madrid, Traficantes de sueños.

recibido: 14/09/06
aceptado para su publicación: 28/09/06