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Cuadernos del Sur. Letras

versão impressa ISSN 1668-7426

Cuad.Sur, Let.  n.37 Bahía Blanca  2007

 

Hernán Cortés y la Malinche: unidos por una herida. Aproximaciones al análisis del discurso histórico e ideológico acerca de la identidad cultural mexicana en la década de 1950

Mayra Ibarra*

Universidad del Claustro de Sor Juana, Ciudad de México.
Universidad de Oviedo, España.
* E.mail: ibarra.mayra@gmail.com

Resumen
Un recorrido histórico por los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX permite analizar el contenido semántico de las figuras literarias de Hernán Cortés y la Malinche. El objetivo que persigue el artículo consiste en desentrañar de qué modo, dichas figuras, adquieren una carga ideológica, hasta convertirse en los progenitores de la identidad nacional mexicana durante la década de 1950. Los autores base de esta época son Octavio Paz y Carlos Fuentes, puesto que fueron ellos quienes encumbraron con su obra la ontología de la cultura mexicana. Se trata, entonces, de deconstruir e interpretar, mediante una comparación de textos, el aspecto ideológico que dio pie al complejo de inferioridad, al malinchismo y a la genealogía de "los hijos de la chingada" como aquellos rasgos distintivos del carácter de los mexicanos. Para lograrlo, se seleccionó un corpus que presentara la particularidad de representar distintos intereses según la posición étnica, social y política de los autores, así como que las obras elegidas hubiesen gozado de una fuerte difusión y lectura, no sólo en su contexto de producción, sino sobre todo en siglos posteriores. Se trabajó, entonces, a Bernal Díaz del Castillo, Antonio Solís, Francisco Xavier Clavijero, José Ignacio Ramírez y José Peón Contreras.

Palabras clave: Identidad; Historia; Símbolo.

Abstract
A journey into the History of the 16th Century through the 19th Century in Colonial Mexico that allows a semantic revision of two key literary figures, that of Hernán Cortés and Malinche. The aim of this paper is to determine how these figures became emblematic to the point of becoming the founding couple of the national identity in the fifties, an idea supported by Octavio Paz and Carlos Fuentes, since they both based their work in an ontology of the Mexican culture. The present work is about deconstructing this ontology and proposing new interpretations -through the comparison of texts- of the ideological aspects that led to the inferiority complex, the self-hatred complex known as malinchismo and the genealogy of the hijos de la chingada as those distinctive features of the Mexican character. In order to achieve this, a body of texts was selected, including many different approaches and points of view, which vary depending on the author's ethnicity and socio-political background. Another fact that was contemplated was the public's response to these texts, not only in their own time but historically. Among these authors are Bernal Díaz del Castillo, Antonio Solís, Francisco Xavier Clavijero, José Ignacio Ramírez and José Peón Contreras.

Key words: Identity; History; Symbol.

Recibido: 30/04/07
Aceptado para su publicación: 26/09/07

¿Cuál es el cruce de caminos entre el destino individual
y el destino histórico? ¿Qué le sucede a los hombres
y a las mujeres cuando sus vidas individuales se rebelan
como parte de una vida histórica, compartida?
¿Cómo afecta la historia al lenguaje? Pero también,
¿cómo afecta el lenguaje a la historia?

C. Fuentes, Geografía de la novela

La herida histórica de los países latinoamericanos merece un estudio detenido, debido a que la conquista de América implicó un giro de 180 grados en la composición de sus imaginarios sociales y culturales. El siglo XVI significó para América Latina, la entrada a la cultura occidental de un modo traumático. Varios autores latinoamericanos, sobre todo, escritores, han enfatizado este registro de la cultura de nuestros países de habla castellana. Para el caso de la cultura mexicana: Octavio Paz y Carlos Fuentes, son un ejemplo de este registro. Del primero, El laberinto de la soledad (1949); y del segundo, por mencionar tan sólo algunos ejemplos: el libro de cuentos Los días enmascarados (1954), La región más transparente (1958), La muerte de Artemio Cruz (1962), Cambio de piel (1967), Todos los gatos son pardos (1970), entre otras obras de factura más reciente como Los años con Laura Díaz (1999). El diálogo intelectual entre estas dos figuras de la literatura mexicana del siglo XX1 apunta una visión acerca de la identidad cultural -fincada en la tendencia filosófica que se desarrolló, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante la década de los años 50- basada en tres estereotipos básicos: el complejo de inferioridad, el "malinchismo" y la genealogía de "los hijos de la chingada". Dicho diálogo, puede leerse en el contexto del libro de E. Pupo-Walker: La vocación literaria del pensamiento histórico en América (1982), cómo los orígenes de las letras hispanoamericanas están en el regazo de la historiografía de Indias; y que el conocimiento que surgió del encuentro entre los dos mundos se fundamenta en una experiencia imaginativa de la realidad.

Los símbolos culturales de Hernán Cortés y la Malinche son los signos lingüísticos con los que se plantea mi análisis del discurso ideológico y sus raíces en el discurso histórico. Ambas figuras, en tanto símbolos culturales, se han convertido en un amasijo de estigmas sociales que definen el carácter histórico de los mexicanos en los términos de una cultura con la peculiaridad de una psicología servil, que coloca a los individuos en una situación de inferioridad ante el otro. Dicha situación, supone la tendencia mexicana hacia lo extranjero. Este comportamiento denominado con el término "malinchismo" tiene su origen, según esta interpretación paciana de la cultura mexicana, en la preferencia de doña Marina por la empresa de conquista de Hernán Cortés, la cual en el siglo XIX fue considerada por la tendencia antihispanista como una traición. Finalmente, la traición de doña Marina "es la causa de que México se abra al exterior: los verdaderos hijos de la Malinche, que es la chingada en persona"2 -los mexicanos al ser unos "malinchistas", hijos de una madre traidora significada en la chingada, pueden entenderse como la genealogía de "los hijos de la chingada". En la novela La muerte de Artemio Cruz, el protagonista, de modo enfático, denuncia, poco antes de morir, que no existe escapatoria para los hijos de la chingada. Aclara que su destino es parir más hijos de esta estirpe. Con otras palabras, ser un "hijo de la chingada" significa ser el engendro de la traición, el abuso y la violación. De tal modo que esta herida histórica, infligida a los indígenas, es la causa del permanente fracaso de las clases marginadas ante la cultura hegemónica.

En el marco de este discurso ideológico, el binomio Paz-Fuentes formuló una versión mítica de la crisis histórica del México antiguo que justifica y avala el devenir de la historia mexicana posrevolucionaria tal consecuencia de la herida histórica de las guerras de conquista y colonización españolas. De esta manera, dicha herida explica y legitima el triunfo en 1921 de la revolución burguesa, encabezada por Venustiano Carranza, álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, de tal suerte que la revolución popular, acaudillada por Emiliano Zapata y Francisco Villa confirman el fracaso de los campesinos. En suma: la sociedad mexicana, al ser el fruto de una conquista y un proceso de colonización, está determinada históricamente para obstruir la dignidad cultural de las clases marginadas ante la cultura occidental.

El origen histórico de este discurso ideológico, acerca de la identidad nacional mexicana que Octavio Paz elabora, a partir de un análisis sobre la conciencia y la imaginería popular, debe ubicarse en las políticas culturales que emanaron del departamento de Instrucción Pública y Bellas Artes durante el secretariado de José Vasconcelos, bajo el mandato presidencial de álvaro Obregón3. Período en el que los artistas del muralismo mexicano llevaron acabo la política cultural de educar a las masas mediante el retrato de ciertos pasajes de la historia de la conquista donde podía contemplarse el origen mestizo de la sociedad mexicana. Al respecto comenta Octavio Paz que:

la extraña permanencia de Cortés y de la Malinche en la imaginación y en la sensibilidad de los mexicanos actuales revela que son algo más que figuras históricas, ya que se convirtieron en símbolos de un conflicto secreto, que aún no hemos resuelto. Al repudiar a la Malinche -Eva mexicana, según la representa José Clemente Orozco en su mural de la Escuela Nacional Preparatoria- el mexicano rompe sus ligas con el pasado, reniega de su origen y se adentra solo en la vida histórica4.

La explicación que elaboró Octavio Paz en torno a dicho mural, es la clave para comprender el discurso ideológico sobre el mito cultural del origen mestizo de la sociedad mexicana. Es fundamental tener presente este marco institucional para estudiar la relación histórica de doña Marina y Hernán Cortés en los discursos históricos del siglo XVI, XVII, XVIII y XIX.

El siglo XVI: la heroicidad*

P. Ricoeur, al igual que R. Barthes, conserva la idea de que en la escritura se preserva el pensamiento humano; y eso es lo que me interesa reconstruir. Con otras palabras, el perfil de mi acercamiento al análisis del discurso histórico, a partir de ciertos signos lingüísticos de la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, pretende rescatar el origen de la herida histórica de la cultura mexicana, con la finalidad de deconstruir el contenido mítico-simbólico del carácter nacional de "lo mexicano". Para ello, se consideró oportuno señalar la diferencia entre estas dos posturas teóricas, representadas en P. Ricoeur y R. Barthes, ya que ambos son el soporte teórico para la metodología de análisis y comparación de textos que se utilizó. Para el primero, a diferencia del segundo, el lenguaje no está ahí para ser tomado, sino que el hombre deposita en las palabras toda su experiencia del mundo5. En la comprensión de este sentido, el escritor retrata en el texto la voz humana -entendiendo por voz todos los pensamientos, emociones y experiencias que el hombre articula para enfrentar el orden, tanto del mundo interno como del externo. El estereotipo del "complejo de inferioridad" está simbolizado en la relación de Hernán Cortés y la Malinche, debido a que los españoles fueron concebidos, ante la mirada indígena, como teules. Según el relato de los acontecimientos que ofrece Bernal Díaz del Castillo, la relación inicial entre españoles e indígenas, no está sustentada en códigos de comunicación, tanto lingüísticos como no lingüísticos, que aludan al trato entre superiores con inferiores. Es decir, Bernal Díaz del Castillo no escribe para referirse a la relación entre ellos -los españoles- y los indígenas en los términos de superiores e inferiores, así como tampoco ofrece un discurso dicotómico que los enfrente y separe. Más bien, el arrostramiento y conflicto es entre peninsulares y antiguos conquistadores, lo cual, aludiendo a E. Florescano, confirma la expulsión del indígena como protagonista del discurso de la historia y de la vida política de la sociedad colonial. El término híbrido teules6 sin embargo, presupone esta superioridad del hombre blanco sobre el indígena.

La Historia verdadera... por las características que presenta, en tanto documento con valor histórico y literario, permite observar en el transcurso del relato de los hechos que fraguaron la conquista de Tenochtitlan y la posterior fundación de la Nueva España, la experiencia directa de los participantes en cuanto actores de la historia que, según lo expuesto en El laberinto de la soledad, constituyen el trauma que dio origen al carácter de los mexicanos modernos. El tono fidedigno y objetivo de la Historia verdadera... radica en que Bernal da cuenta de los hechos intentando fidelidad a sus recuerdos, lo que no implica que no se haya "documentado" con las crónicas a las cuales acusa de falsear la verdad, tales como la de Francisco López de Gómara7, Pablo Jovio y el doctor Illescas. Sin embargo, cabe considerar que, aunque la trama histórica sea la vivencia de los hechos del narrador, la cierta tendenciosidad de la voz narrativa no anula la capacidad de Bernal para mostrar lo sucedido con la objetividad que le permiten sus recuerdos. A pesar de la perspectiva subjetiva de Bernal para relatar lo que constituye su memoria, no existe en la Historia verdadera.... una interpretación de los hechos. En definitiva, en el texto se lee la vivencia de Bernal como actor de la historia y no la interpretación de los acontecimientos para explicar algo ajeno a los sucesos. En el contexto del siglo XVI, los españoles no se refieren a los indígenas como seres inferiores ni existe esta consideración.

La heroicidad que resalta Bernal para referirse a las hazañas realizadas por el contingente español, en cuanto a la conquista de otro pueblo, al que en ningún momento califica con el término vencido, derrotado, fracasado o violado, es el argumento y la justificación que le permite expresar un sentimiento de crítica y queja hacia la situación colonial de los primeros y más antiguos conquistadores8 Con otras palabras, Bernal como representante de éstos, y narrando mucho tiempo después de la conquista9, se siente traicionado e injustamente tratado por España. Desde este punto de vista, el despliegue de la heroicidad tiene como fin demostrar a la Corona Española el valor de la saga y por lo mismo, poner la historia al servicio de la demanda de riqueza y reconocimiento, no sólo a sus méritos, sino también a los méritos de todos aquellos que, en un segundo plano, protagonizaron la conquista de Tenochtitlan. De acuerdo con R. Iglesia, de hacer pública la voz de los verdaderos conquistadores, quienes derramaron su sangre en pos de los ideales de un imperio naciente que, en aras de la conversión al catolicismo, buscaba afincar una expansión política y económica que pudiera develar al mundo occidental el poder de la Corona Española sobre el Nuevo Mundo. Visto así, es comprensible que a Bernal le pareciera, según explica M. León-Portilla, "...en extremo injusto [...] que mucho mayores beneficios y prebendas se otorgaban a otros recién venidos de España, funcionarios reales o simplemente emparentados con figuras prominentes de la administración real"10. Con esto, se puede esclarecer la raíz de la disputa, antes de las demandas criollas, entre peninsulares y aquellos españoles afincados en Indias; disputa que, en el caso de México, devino hacia 1810 en la lucha por la Independencia, encabezada por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, así como por José María Morelos y Pavón.

En el marco de la Historia verdadera... por un lado, la pugna por la legitimidad entre peninsulares y antiguos conquistadores, puede entenderse como el germen de la exaltación de la heroicidad del conquistador a modo de medio para alcanzar otros fines. Dicha pugna, pertenece a la clase social dominante por lo que resulta ajena a la problemática del indígena. El antiguo conquistador, representado en Bernal, no pretende exaltar su heroicidad para humillar al indígena y mostrarlo como sujeto histórico vencido, sino para legitimar con sus hazañas heroicas el derecho que le está siendo usurpado por el peninsular. De hecho Bernal reconoce constantemente la importancia del protagonismo indígena para la empresa de la conquista.

Por otro, la pugna de Bernal por el reconocimiento al colectivo español que participó en la conquista, junto con Hernán Cortés, es el otro cimiento que soporta el discurso de la heroicidad. Con otras palabras, Bernal se sabía protagonista de un evento crucial para la historia de Occidente y no sólo eso, era conciente de que en el Nuevo Mundo le estaba tocando vivir la conformación de una realidad distinta al orden anterior, por lo que se puede apreciar a un Bernal bien informado de todo lo que sucedía a finales del siglo XVI, tanto a nivel cultural como intelectual, y ya no se diga político y económico. La importancia y el valor de su testimonio, radica en que el discurso de la heroicidad muestra, de acuerdo con J. A. Barbón Rodríguez a "...un ciudadano que sin contar con los medios de difusión de que hoy se dispone, estaba bien informado de lo que sucedía en su patria nativa y en la de adopción"11. Por eso mismo, que López de Gómara publicara la Hispania Victrix en 1552, tres años antes de que Bernal, decidiera empezar a escribir su Historia verdadera... (pero no su probanza); y luego, que en 1553 se reeditara de nuevo la obra en Zaragoza, significó un fuerte aliciente para que él siguiera escribiendo, puesto que la crónica de López de Gómara, ante sus ojos, es una clara muestra de cierto plutarquismo, como bien señala F. Esteve Barba al comentar que dicha crónica "...comienza con el nacimiento del héroe para terminar con su muerte"12. No resulta extraordinario, como puede comprobarse, que a Bernal le indignara verse excluido o sentirse ignorado en la escritura de la historia en la cual participó.

El discurso heroico de la Historia verdadera... es la acción de Bernal hilvanando los recuerdos de su vida, con el objetivo de incluir a los que lucharon al lado de Hernán Cortés y que López de Gómara sencillamente, siguiendo la preceptiva de la época, no considera como protagonistas. Vistos así, los recuerdos de Bernal hacen audibles y visibles las hazañas heroicas de esos protagonistas que López de Gómara sintetiza en la acción de un solo héroe. Bernal, al escribir su versión de los hechos acaecidos despliega, respetando las jerarquías, los atributos del héroe en las diversas figuras que componen la empresa de la conquista de Tenochtitlan. Por último, Bernal logra conjugar en un estilo la forma histórica idealizada al resaltar épicamente la acción bélica y aventurera de los españoles, no sólo de Hernán Cortés con un relato que evidencia también un sin número de sentimientos, entre ellos la pasión española y el llanto mexicatl. S. Méndez Reyes dice que Bernal "...nos cuenta todos sus recuerdos, dándonos en su Historia esa riqueza de vida auténtica que nos lleva a asistir con él a la marcha de ese puñado de hombres que conquista el señorío más importante de Mesoamérica"13.

A modo de conclusión, en el discurso de la historia de la conquista de Tenochtitlan, relatado por Bernal en la Historia verdadera..., no existe una propuesta dicotómica, sino una exaltación de la heroicidad española que responde primero: a la pugna entre antiguos conquistadores y peninsulares por la legitimidad en el gobierno de las tierras conquistadas; y segundo: a la pugna por reivindicar al colectivo español ante la síntesis heroica en un solo hombre: Hernán Cortés. La variable en el discurso histórico del siglo XVI, representado en Bernal, alude a problemáticas ajenas a la situación del indígena, aunque éste haya sido desterrado, tanto del protagonismo de la historia como de la vida política, no está siendo calificada en los términos de cultura inferior, vencida, derrotada, fracasada o violada. Puede comprobarse que estas características atribuidas son interpretaciones posteriores que pretenden incluir al discurso de la historia el protagonismo indígena, pero colocándolo en una situación de inferioridad, de víctima de los acontecimientos. Y, con dichos términos, se valora el ser histórico del mexicano moderno representado simbólicamente en la progenitura de Hernán Cortés y la Malinche.

El siglo XVII: tres variables distintas

En el siglo XVII, en la Historia de la conquista de México, escrita por Antonio de Solís14, Hernán Cortés vuelve a aparecer como único héroe. Se puede decir que la crónica oficial a diferencia de la crónica de Bernal, ve en la figura de Hernán Cortés la razón de ser de la empresa de la conquista; lo cual induce a pensar que el fundador, por excelencia, de la clase dominante en el nuevo orden colonial no es otro que el héroe exaltado por los cronistas oficiales. El discurso de la historia va concatenando los elementos precisos para que la figura histórica se convierta en el sujeto emblemático de un relato cultural que habrá de operar, en términos ideológicos, como la fuente de la que emana la legitimidad y, a partir de la cual se define ontológicamente la cultura mexicana.

El matiz que adquiere el término teules en el contexto de la Historia de la Conquista de México de Antonio de Solís transforma sustancialmente la concepción que del español tenía la mentalidad indígena. Esta primera aproximación al discurso de la historia, que ofrece Antonio de Solís, permite, siguiendo a E. O'Gorman, dilucidar la perspectiva y el sentido que tiene para éste la labor del historiador y por lo mismo, comprender de qué modo la Historia de la Conquista de México está respondiendo a las demandas de una época muy concreta. Según comenta E. O'Gorman, la crítica a la obra de Antonio de Solís, sobre todo, a partir del siglo XIX, se ha caracterizado por la idea de que, en ésta, existe una abundancia "...en méritos literarios en proporción inversa a los historiográficos o para decirlo sin ambages, que como libro de historia su valor es nulo"15. La obra de Antonio de Solís debe entenderse en la época que le tocó vivir, ya que ahí se encuentran las razones por las que matiza su discurso de la historia de la conquista. Comenta E. O'Gorman que la vida de Antonio de Solís "...transcurrió, pues, durante un período de la historia de España que, de inmediato, evoca en nuestro espíritu la imagen de grandeza, pero a la vez de miseria que reflejan los reinados de los últimos monarcas de la casa de Austria"16. La riqueza y esplendor de la cultura española, durante este tiempo, se vio también signada por los desastrados reinados de Felipe IV (1621-1665), de la reina madre gobernadora (1665-1677) y del hechizado don Carlos (1677-1700). Parece que el siglo XVII español estuvo marcado por los contrastes y esto influyó de manera definitoria en Antonio de Solís, lo cual repercutiría en su forma de historiar. E. O'Gorman explica que "...Solís opuso el relato de una hazaña nacional de dimensión heroica que, como ejemplo de virtud y fortaleza cristianas, sirviera de emulación y patentizara la verdad del destino providencial de España"17. El devenir de los acontecimientos del siglo XVII, así como las fuertes críticas que se hacían a la política, economía y cultura españolas justifican la necesidad de una historia que se regodeé en el pasado glorioso y afortunado de la monarquía18. Dice E. O'Gorman que "la objetividad en el saber histórico no es, ni puede ser la que persiguen las ciencias naturales; no es la adecuación de la idea del pasado a una supuesta realidad siempre idéntica a sí misma, sino a la realidad circunstancial de un momento dado. Un libro de historia es «objetivo» en la medida en que ofrece una imagen de lo pretérito de acuerdo con las exigencias del presente"19. Según el planteamiento de E. O'Gorman, la objetividad del discurso de la historia, que ofrece Antonio de Solís, no radica en la relación con los hechos mismos de la conquista, sino en la perspectiva que ofrece de ellos para responder a las demandas de una época. En ese sentido, no interesa la visión que Antonio de Solís ofrece sobre la conquista, sino la imagen heroica de la empresa de conquista española para contrarrestar las críticas negativas hacia la misma. De nueva cuenta, se observa que al discurso de la historia no le interesa la situación del indígena, salvo en la medida en la que éste puede acrecentar el valor heroico de la acción española, principalmente la del héroe central: Hernán Cortés; sin embargo, la relación entre españoles e indígenas no aparece aún con el discurso dicotómico de vencedores y vencidos, sino que se va modificando de acuerdo con el avance de la empresa.

Antes de pormenorizar los cambios de matiz en la relación entre españoles e indígenas, es importantísimo hacer una última aclaración al respecto de las cualidades que encuentra E. O'Gorman en la Historia de la Conquista de México, y por lo que la considera una obra que inaugura un nuevo estilo de historia. Dice E. O'Gorman "la Historia de la Conquista de México es, ante todo y sobre todo, una obra de interpretación, y es por eso que su autor no se detiene en dilucidar discrepancias fatídicas en las fuentes que utilizó, sino que prioritariamente le preocupó la manera en que, en ellas, se presentan y entienden los hechos"20. En este nuevo estilo de hacer historia, radica la riqueza para observar el punto de vista con el que se interpretan los hechos de la conquista. Es evidente que, dicho punto de vista, no es en relación con la visión del México antiguo, sino en la forma de encarar los sucesos, de tal modo que pueda construirse esa imagen de un pasado glorioso que dignifique a la España decadente. Y el otro, resulta un objeto modificable que ha de supeditarse a la visión que se pretende dar sobre el protagonista de la historia; en los términos de E. Florescano, el conquistador. Con este enfoque, se puede confirmar que el discurso sobre la identidad cultural mexicana propia de los años 50 continúa con este discurso. Siempre es la mirada del conquistador la que bordea al otro protagonista de la historia, según los intereses ideológicos de su tiempo. La historia del México antiguo, en tanto proceso inaugural de las repetidas y constantes negaciones, según el pensamiento de Octavio Paz y la representación artística y estética de Carlos Fuentes, no es otro asunto que la continuidad en el punto de vista del conquistador para modelar al otro protagonista de la historia y por lo mismo, negar su legitimidad. Con otras palabras, la constante definición y redefinición del devenir de la historia del México antiguo siempre es en relación con Occidente y nunca con respecto a sí misma.

Corresponde ahora adentrarse en la relación entre españoles e indígenas, y los diversos matices que, dicha relación, va adquiriendo conforme avanza la empresa de conquista. La primera categoría pone a los españoles en calidad de huéspedes de los indígenas, por tanto, estos segundos, son los anfitriones. El uso de la palabra "huéspedes" en el contexto de los sucesos ocurridos en el año de 1518 alude a la idea de que los españoles están siendo bien recibidos y como si fueran unos invitados. El matiz del discurso histórico de Solís, comprendido en su contexto histórico, indica una limpieza en la imagen de la empresa española, sin embargo no se priva de nombrar a las culturas indígenas como naciones bárbaras y de referirse a sus costumbres y hábitos religiosos en términos satánicos, lo cual se explica en sus parámetros ideológicos.

En otro momento, ya más avanzada la empresa de conquista, cuando los españoles se aliaron con los tlaxcaltecas, después de haber luchado con ellos, Solís se refiere a la impresión que este suceso causó en el ánimo de Motecuhzoma:

...creció con estas victorias la fama de los españoles [es evidente que entre los indígenas]; y Motezuma, que tenía frecuentes noticias de lo que pasaba en Tlaxcala, mediante la observación de sus ministros y la diligencia de sus correos, entró en mayor aprensión de su peligro cuando vio sojuzgada y vencida por tan pocos hombres aquella nación belicosa que tantas veces había resistido a sus ejércitos (p. 125).

Este ejemplo engrandece la figura del conquistador desde la mirada del indígena. Motecuhzoma, según lo refiere Solís, se sorprende de la grandeza española ante el vencimiento de los tlaxcaltecas, quienes son considerados por éste, de acuerdo con Solís, como una nación muy belicosa que se le había resistido. No es aquí la mirada del conquistador la que califica al indígena como sojuzgado y vencido, sino el mismo indígena. Y esta variable en el discurso, permite comprobar que la perspectiva, que ofrece Antonio de Solís, al respecto de los sucesos de Tlaxcala y la impresión en Motecuhzoma, es una forma de adoptar el punto de vista del otro en servicio de los intereses del conquistador.

Para terminar, la última de las variables en el discurso de Antonio de Solís sitúa el relato de la narración de los hechos en el año de 1520. Del capítulo V (libro IV), donde Solís refiere las prevenciones y advertencias anteriores a la guerra entre las tropas de Hernán Cortés y Pánfilo de Narváez con las que Diego de Velázquez le solicita a Hernán Cortés que vuelva a la obediencia de su autoridad, proviene el siguiente argumento de Velázquez: "...el daño que podría resultar de que viesen aquellos indios belicosos y recién conquistados una guerra civil entre los españoles; que si por esta desunión se perdiese una conquista, de que ya se hacía tanta estimación en España, peligraría su crédito en un cargo de mala calidad, sin que le pudieren defender los que más le favorecían" (p. 211). Con independencia de este conflicto, es oportuno observar que las expresiones de conquista y conquistados son códigos de comunicación entre los españoles para referirse a los naturales de aquel territorio; y estos códigos occidentales son lo que operan en "la dialéctica de la Chingada" para definir la relación entre "chingones" y "chingados", por tanto, la dinámica que da cuerpo a la identidad cultural mexicana. Con otras palabras, el signo lingüístico "chingada" es el símbolo cultural que sintetiza a la conquista, los "chingones" a los conquistadores y por último, los "chingados" a los conquistados. En realidad, al habla popular y coloquial mexicana se le están imponiendo categorías ajenas para mostrar un imaginario cultural popular que responde al pensamiento español de la época del siglo XVII, por tanto, al período colonial.

El siglo XVIII: vencidos y vencedores

Corresponde ahora perfilar el discurso de la Historia antigua de México de Francisco Javier Clavijero21 en el contexto histórico y cultural del siglo XVIII. Interesa fundamentalmente rescatar, por un lado, el germen del sentimiento nacional al respecto de la historia del México antiguo que habrá de desarrollarse con mayor fuerza durante el siglo XIX y, por otro, la clara aparición del discurso dicotómico vencedores/vencidos para referirse a la relación entre españoles e indígenas que se instituye como estandarte histórico para divulgar y promover la visión indígena de la conquista con la publicación, en 1959, de la Visión de los vencidos, recopilada y editada por M. León-Portilla. Ambos asuntos constituyen la respuesta a las demandas y preocupaciones de la época dieciochesca, no sólo en América, sino también en España y el resto de Europa.

Durante el siglo XVIII continuó la visión reivindicativa de la conquista de América. Feijoo fue rotundo en su defensa, al afirmar que era la envidia la que intentaba oscurecer la labor tan ilustre que habían realizado los españoles, reconoce también que en estas hazañas no estuvieron ausentes la cólera y la avaricia, pero que dichos sentimientos no eran otro asunto más que una muestra de fragilidad humana22. Los ilustrados europeos tuvieron una imagen muy crítica de la realidad española, sobre todo después del proceso de Olavide (1776-78)23. Desde luego, no sólo había críticas negativas hacia España, también había admiradores de la cultura medieval, sobre todo, del romancero y de Cervantes en Inglaterra y Alemania. Asimismo, tuvo defensores en Francia. Finalmente, se está ante un siglo muy polémico, en el que existen muchos cambios en los procesos de conocimiento, aparecen nuevos conceptos y nuevas realidades que nombrar y explicar; de ahí que puedan encontrarse textos muy variados que muestran un discernimiento enfrascado y, en ocasiones, hasta obsesivo por definir un concepto o una forma de conocimiento. En este sentido, las nueve Disertaciones de Clavijero son una muestra de este fenómeno cultural24.

En el contexto de los escritores novohispanos del siglo XVIII, Clavijero se puede considerar uno de los precursores que señala las pautas para crear una historiografía desde el punto de vista americano. Según L. Villoro, "Clavijero y sus compañeros precursan la Independencia porque esbozan en la posibilidad un movimiento histórico que llevarán al cabo de la realidad los insurgentes"25. La visión que ofrece Clavijero del México antiguo resulta muy innovadora porque, según explica L. Villoro, su propuesta historiográfica "...en realidad es toda una contienda [...] contra todo un punto de vista peculiar de muchos europeos, contra todo un sistema de ver el mundo y la historia"26. Los valores que halla L. Villoro en la Historia antigua de México radican, sobre todo, en la perspectiva con la que Clavijero se acerca al ejercicio de historiar. Se marcarán tan sólo las líneas que resultan atractivas para resaltar el sentido del discurso dicotómico que ofrece Clavijero al respecto de la relación entre españoles e indígenas, puesto que ello permite comprobar que la apreciación de la historia de la conquista, bajo la dicotomía vencedores/vencidos, es la herencia del siglo XVIII. Un discurso histórico que tendía hacia la ruptura con el punto de vista del conquistador para exaltar el otro punto de vista. Dice L. Villoro que: "Clavijero [...] nada quiere saber de artificiosas universalizaciones; ni Europa podrá ser criterio absoluto para juzgar a América, ni América para juzgar a Europa"27. Resulta oportuno apuntar que es en este contexto de ruptura donde debe entenderse la dicotomía de vencedores y vencidos; es decir, en el marco de la idea de individualidad y autonomía continental que favorece el contraste y el respeto a la diferencia, pero que para comprenderse recurre a los modelos históricos de occidente. Explica L. Villoro que "la Historia antigua de México es una visión épica, heroica. Es un relato, tallado en fuerte trazo, de la vida de un pueblo de héroes; naciones que, en todo el espléndido vigor de su juventud, nos hacen pensar en la joven Roma, cantada por los antiguos"28. Clavijero logra con su propuesta historiográfica la trascendencia del mundo indígena como identidad cultural diferenciada del mundo europeo, ya que concibe la historia del México antiguo como un ejemplo clásico propio de América.

Finalmente, para traer a cuento el germen del sentimiento nacional que existe ya en la obra de Clavijero es oportuno rescatar un fragmento en donde, además de corroborar la presencia del discurso dicotómico, es posible apreciar la exaltación de la valentía y heroicidad de los indígenas en la defensa de su cultura y civilización, a partir del tono épico con el que se expresa la dignidad del que está siendo humillado y destruido por el enemigo. La cita que se extraerá pertenece a la venganza que ejecutaron los cholultecas, poco antes de la entrada de Hernán Cortés a la ciudad de Tenochtitlan, a finales del año de 1519. La descripción de la ciudad de Cholula, en el último episodio de la matanza, comienza así:

...por las calles no se ven más que cadáveres ensangrentados o medio quemados; ni se oyen más que voces de los capitanes que ordenan el último exterminio de la ciudad, gritos de los soldados que insultan a los vencidos, llantos de los moribundos, imprecaciones contra los vencedores y quejas de sus dioses porque los han abandonado en tan grave aprieto29.

Este fragmento ofrece dos asuntos de interés. En primer lugar, hay que resaltar la mirada distanciada del historiador, la cual le permite introducir en la descripción de la ciudad de Cholula las nociones de vencedores y vencidos; es decir, porque han pasado casi dos siglos y se han vivido los resultados de la conquista y se está en los albores de la independencia, se puede dar una valoración del discurso histórico asentado en los incipientes sentimientos nacionalistas. La tónica emocional del discurso expresa una profunda pasión ante los sucesos de la matanza que recae con fuerza rabiosa en los signos lingüísticos vencidos y vencedores, enfatizando así el relato de la historia: "gritos de los soldados que insultan a los vencidos" y en "imprecaciones contra los vencedores".

En un segundo momento, es de toda oportunidad hacer notar que el escenario descrito está cargado de un dramatismo doloroso y trágico cuando Clavijero concluye la escena diciendo "quejas de sus dioses porque los han abandonado en tan grave aprieto", la cual revela la idea que Octavio Paz expone para referirse al inicio de la historia del México colonial. Dice Octavio Paz: "la gran traición con que comienza la historia de México no es la de los tlaxcaltecas, ni la de Moctezuma y su grupo, sino la de los dioses"30. El trauma histórico que está grabado en el inconsciente mexicano y que, por lo mismo, define su identidad cultural proviene de la defensa del mundo indígena propuesta por Clavijero; sin embargo, los matices han cambiado. Clavijero, como se vio, está atento a las demandas e innovaciones de una época específica y que si bien, siguiendo a L. Villoro, intenta romper con el punto de vista europeo no deja de ser éste el punto de comparación. El mundo indígena se expone vencido en contraste con el vencedor, asimismo la antigüedad mexicana es un modelo clásico para el continente americano en contra cara de los europeos: Grecia y Roma. La redefinición sigue siendo la misma: América no puede ser sin Europa o América es igual que Europa o América es distinta a Europa y exacto es en la relación de México con España, salvo que la comparación se inicia con los criollos y los peninsulares, y el mundo indígena sólo opera en términos de antigüedad clásica a la que hay que volver cuantas veces sea necesario para redefinir el perfil de la ideología que otorgue la legitimidad a la clase dominante.

Hernán Cortés y Malintzin en el siglo XIX

En este rubro, el análisis se concentró en el estudio de estos personajes en la obra dramática de Ignacio Ramírez (1818-1879)31, titulada La noche triste (1876). El aspecto que me interesa asentar es que, en la unión histórica de Hernán Cortés y doña Marina, se pone de manifiesto la fusión de dos identidades culturales diferenciadas; y que, de dicha fusión, nace el mexicano mestizo. Se vio con E. Florescano que el discurso historiográfico de Indias expulsó a las culturas indígenas de su protagonismo e impuso en el relato de la historia al conquistador como protagonista. A partir de este momento, para la objetividad de los hechos del pasado interesa la heroicidad del conquistador y el otro vale en tanto resulta necesario para exaltar dicha heroicidad. El otro, en tanto sujeto histórico que otorga la heroicidad al nuevo protagonista, expulsó a su vez del discurso oficial de la historia al resto de culturas indígenas que se diferenciaban, dentro del panorama cultural mesoamericano, de la identidad mexicatl. En este sentido, y bajo el enfoque de este análisis, el otro, como síntesis de culturas indígenas, queda representado, como emblema y símbolo cultural, en la figura histórica de doña Marina: la Malinche.

Corresponde ahora estudiar los sentimientos que los descendientes de indígenas -como es el caso de Ignacio Ramírez- depositaron en los tlaxcaltecas y doña Marina. Principalmente, el análisis se centró en el personaje dramático de doña Marina, ya que esto facilitó la comprensión ideológica de las características atribuidas a la identidad nacional mexicana postulada por la intelectualidad dominante de los años 50. La obra tiene como núcleo de acción la rivalidad entre el rey Cuitláhuac y Hernán Cortés por el amor de doña Marina. Según comenta H. Azar, Ramírez dista mucho del tratamiento objetivo de los sucesos de la historia y se muestra más preocupado por la resolución escénica de la trama; sin embargo, vale la pena profundizar, no tanto en la trama histórica, sino en el tratamiento dramático de los personajes históricos, puesto que en éste se trasluce el matiz ideológico que habrá de funcionar a modo de fundamento histórico para que doña Marina, según la interpretación que Octavio Paz elaboró sobre el inconsciente colectivo del mexicano, se convierta en la madre violada, por tanto, "chingada"; y que de ahí se desprenda la concepción, en términos simbólicos, del mexicano como "hijo de la chingada". Con otras palabras, el mexicano mestizo aparece, según esta vertiente de interpretación, como el hijo de la mujer que fue violada, utilizada y luego, olvidada por el padre.

La pugna entre Hernán Cortés y el rey Cuitláhuac por el corazón de doña Marina pone en juego todos los elementos que habrán de culpabilizar a ésta de la caída de Tenochtitlan. Aunque en Ramírez no exista, según H. Azar, un registro fidedigno de la historia, es posible apreciar una interpretación ideológica de los sucesos de la historia de la conquista muy atractiva para comprender el símbolo cultural del que parte la visión de Octavio Paz, por tanto, la representación artística y estética del mexicano en Carlos Fuentes. En medio de la rivalidad entre estos dos contrincantes aparece Botello, un soldado español que favorece la causa de Cuitláhuac con el objetivo de salir beneficiado una vez que el rey mexicatl suba al trono. Hernán Cortés, guiado y aconsejado por doña Marina, decide huir para fortalecer su ejército. Con ello, garantiza poder ganar la batalla y coronarse como rey de los mexicah. Doña Marina acusa a Cuitláhuac de conspirar contra España, y Cortés exige el bautizo del rey antes de condenarlo a muerte. Cuitláhuac finge la voz del dios Tezcatlipoca y predice la muerte de Cortés, si no huye de la ciudad de Tenochtitlan y libera al rey. Cuitláhuac vuelve a fingir la voz de Tezcatlipoca para acusar a doña Marina de traidora y prostituta. A grandes rasgos, esta es la trama sobre la cual H. Azar comenta que, I. Ramírez intenta "...demostrar el profundo nacionalismo del mexicano y su desprecio para los invasores"32. Sin embargo, en esta exaltación de los valores mexicanos puede verse claramente un desprecio profundo hacia la figura histórica de doña Marina.

Ramírez, en la demostración de un exacerbado patriotismo, más que nacionalismo, descalifica figuras a las que, por excelencia, se les ha culpabilizado de la derrota de Tenochtitlan. La primera denuncia de la traición de Motecuhzoma es por parte de Cuitláhuac, quien en un diálogo con Botello declara lo siguiente: "Como a pariente lo lloro,/ no como a débil monarca./ ¡Nos vendió! Lleva la marca/ al sepulcro del desdoro"33. Según va la secuencia del diálogo con el que Ramírez da inicio a la obra, la muerte de Motecuhzoma ya sucedió por lo que se entiende que los españoles ya están en Tenochtitlan y de ahí, la acusación de Cuitláhuac hacia Motecuhzoma. Es interesante observar que, en esta obra, no aparece la comprensión de los extranjeros como teules, sino que se enfrentan como iguales. La valoración de los hechos no es entonces desde el discurso historiográfico, sino desde la vertiente ideológica que responde a los intereses liberales del naciente estado decimonónico. Dice H. Azar que Ramírez logra su objetivo como ideólogo y político, ya que muestra, al igual que todos los escritores de la época de La Reforma, el objetivo "...por unificar el país en torno «a una imagen colectiva de México» [...] Esta imagen colectiva es la unión de las fuerzas del país capaces de demostrar al mundo, y a sí mismos, el más alto patriotismo y el rechazo del enemigo"34. La vertiente ideológica que representa Ramírez en el personaje dramático de Cuitláhuac es la profunda fe en el indígena, a través de la conciencia que expresa éste al manifestar que la derrota de la ciudad de Tenochtitlan fue responsabilidad de los mismos indígenas. Primero, acusa a Motecuhzoma de haberlos vendido al conquistador y luego, se configura la imagen ideológica de doña Marina, la cual dará pie, en los años 50, al símbolo cultural de la madre de los mexicanos.

En el mismo diálogo entre Cuitláhuac y Botello se ofrecen dos parlamentos claves para esclarecer, primero, el sentido de la utilidad que tiene doña Marina para Hernán Cortés y segundo, la calificación moral del hecho histórico en que participó. Botello ya le ha proferido fidelidad al rey Cuitláhuac para asegurar su posición en la jerarquía política y social de los mexicah. Después de esta declaración de fidelidad y aceptación por parte de Cuitláhuac, viene el primer parlamento que interesa. Cuitláhuac le confiesa a Botello el amor que siente por doña Marina y los celos que experimenta al saber que ésta le profesa amor a Hernán Cortés. Botello le responde de la siguiente manera: "No esposa, en Marina dama/ ve Cortés y en ella no ama/ sino el prestigio y prudencia/ que esa esclava ha desplegado/ en provecho de su dueño"35. Este primer parlamento, se ofrece un interesante punto de vista: la percepción del interlocutor. No es Cuitláhuac quien se expresa de este modo sobre doña Marina, sino un español. Por consiguiente, a pesar de que Botello esté buscando la protección de Cuitláhuac y con ello, en esta misma lógica, traicionando a los españoles, no deja de formar parte del horizonte cultural del conquistador. Desde esta perspectiva, es el discurso cultural del conquistador el que ve en doña Marina un objeto útil para la conquista. ¿No es esto mismo lo que propone Octavio Paz al decir que "es verdad que ella se da voluntariamente al conquistador, pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida"?

El personaje dramático de Botello está diciendo esto mismo con otras palabras: Marina no es amada por Hernán Cortés, sino que él se aprovecha de la entrega de doña Marina para lograr sus propios fines. El discurso ideológico que Octavio Paz está rescatando para valorar y explicar el significado histórico de este símbolo cultural es el propio del siglo XIX, por tanto, la lectura que se aprecia de la identidad cultural mexicana en El laberinto de la soledad es la que corresponde al punto de vista del conquistador; punto de vista, otorgado por los descendientes de indígenas, tales como Ignacio Ramírez.

El siguiente parlamento que se traerá a colación para observar la calificación moral del hecho histórico en que doña Marina participó, proviene también de este diálogo inicial entre Cuitláhuac y Botello. Después de lo que le explica Botello a Cuitláhuac, al respecto de la relación entre Hernán Cortés y doña Marina, Cuitláhuac le responde que él estaría dispuesto a compartir el trono con ella. Botello le contesta que "no es fácil que a tu pasión/ ella ceda, pues desprecia/ su patria, a Cortés aprecia/ y tiene oculta ambición"36. De nueva cuenta, es el punto de vista del conquistador el que ve en la acción de doña Marina un desprecio hacia los suyos, además de considerar que su colaboración con Hernán Cortés no está exenta de intereses personales que puedan favorecerla. Más adelante, en otra escena, viene un diálogo entre Botello y Alvarado donde es posible apreciar que Botello se experimenta desplazado por doña Marina. Alvarado le dice a Botello que los españoles están tranquilos y no temen a la muchedumbre indígena y que es, más bien, Hernán Cortés quien no toma la determinación de atacar. A ello responde Botello que "si Hernán Cortés es prudente,/ mi voz el triunfo le augura,/ ¡pero mi alma el furor hinche!/ Cortés a un lado me deja/ y en sus planes se aconseja/ nada más con la Malinche"37. Con este parlamento sale a relucir la rivalidad que siente Botello al saber que Hernán Cortés se fía de doña Marina y la escucha para tomar sus decisiones. De algún modo, esta rivalidad entre el soldado español y doña Marina, a nivel del drama, puede considerarse una explicación para entender la razón por la que se expresa con tan mala fe de doña Marina ante el rey Cuitláhuac. Finalmente, Cuitláhuac al sentirse rechazado por doña Marina la acusa directamente de traidora. Dice: "habla verdad la traidora"38.

Finalmente, resta abordar, para completar el cuadro ideológico del siglo XIX, un par de parlamentos más con los que se explica, primero, que la genealogía de "los hijos de la chingada" es una maldición divina que cae sobre los descendientes, producto de la traición de doña Marina a los suyos; y segundo, que el punto de vista que ofrece el personaje dramático de Botello acerca de doña Marina, está expresado con la conciencia de la dicotomía vencedores/vencidos. Casi hacia el final de la obra, Ramírez presenta una escena en la que dialogan doña Marina y el dios Tezcatlipoca. Para este momento del texto, la huida nocturna de la ciudad de Tenochtitlan por Hernán Cortés y sus huestes es inminente. Tezcatlipoca le pregunta a doña Marina si ella también se va con los españoles. Ella le expresa el terror que siente por el acontecer de la huida. Luego, de este parlamento, Tezcatlipoca le anuncia la sentencia maldita: "...enemiga te declaras/ de tu patria y de mis aras./ Por tu ambición ciega y loca/ sabes tú cuál es tu pena,/ prostituida sobre el suelo,/ y desterrada del cielo. [...] Mil y mil generaciones/ desfigurarán tu historia/ y darán a tu memoria/ horrorosas maldiciones"39. Con este parlamento de Tezcatlipoca ya no es sólo el discurso de la historia quien condenará la acción de doña Marina, sino que su entrega a la causa del conquistador la convierte en merecedora de un castigo divino que no le será perdonado.

Al principio de la obra Botello, en el diálogo que sostiene con Cuitláhuac, expresa claramente la dicotomía histórica entre vencedores/ vencidos, salvo que a la inversa. De otro modo, en el parlamento de Botello, se aprecia la posibilidad de que los vencidos sean los españoles. De alguna forma, el hecho histórico que se ha denominado "la noche triste" significa la única derrota de los españoles en combate con los mexicah. En la tónica de la exaltación patriótica de Ramírez, no es extraño que haya elegido este episodio de la historia de la conquista para acentuar la heroicidad indígena. Dice Botello: "Oye, rey,/ es muy débil el hispano/ para hacer que el mexicano/ mude de culto y de ley./ Ya la paciencia se agota de esta nación tolerante/ y no tarda el negro instante/ de nuestra horrible derrota./ Yo no quiero ser vencido/ y mi ciencia y mi valor/ le presento al vencedor..."40. Botello, en este parlamento, considera que los vencedores serán los indígenas y los españoles los vencidos. Hay un cambio en la perspectiva del discurso de la historia que resulta atractivo en tanto expresión de un sentimiento patriótico, pero no así cuando, a lo largo del texto, se observa que la historia de la noche triste, en tanto acontecimiento objetivo de la historia del México antiguo, está siendo manipulada por los intereses ideológicos del partido liberal de la época de La Reforma. Intereses que, como se vio con anterioridad, operan, según la interpretación de Octavio Paz al respecto del inconsciente colectivo del mexicano, como fundamento histórico para sustentar una visión ideológica de los símbolos culturales de doña Marina y Hernán Cortés.

A modo de conclusión, en el retrato que se ofreció de la participación de doña Marina en la conquista, según esta obra de Ignacio Ramírez, se puede apreciar, a modo de contrapunto, la concepción de Hernán Cortés, en tanto figura dramática, que abusó de la entrega de doña Marina para lograr sus propios fines militares, políticos y religiosos. Si bien es cierto que en el siglo XIX se anuncian ya los matices ideológicos que cargarán a estos símbolos culturales la idea de México como entidad histórica fundada en la violación, y sus respectivas consecuencias en el inconsciente colectivo de la sociedad mexicana, es una aportación propia del sistema de pensamiento que Octavio Paz construyó en El laberinto de la soledad para explicar las características de la sociedad dadas por su propio devenir histórico.

Notas
1 Existen datos muy certeros de la amistad intelectual entre O. Paz y C. Fuentes y el respeto y admiración que sentían el uno por el otro. Cfr. Aznárez, J.J., "Ciudad de México. Las cartas entre Paz y Fuentes", en: El País (1999:24).
2 Paz, O., (1972:78)
3 En el período de 1928 a 1934 quienes sustituyen a Vasconcelos en la dirección de las políticas culturales del régimen, aceptan formalmente su programa, adelgazan su mística y van patrocinando mutaciones nacionalistas de acuerdo con las oscilaciones del callismo. Se pierde el afán latinoamericanista y permanece, como medida defensiva y de autoelogio, un nacionalismo cultural de apariencias muy variadas.
4 Paz, (1972:78). Al respecto del mural de José Clemente Orozco, titulado "Cortés y la Malinche" (1926: Fresco, murales de la escalera del antiguo Colegio de San Idelfonso, antes conocido como la Escuela Nacional Preparatoria), O. Paz comenta: "[...] Orozco [...] representa a Cortés y a doña Marina (la Malinche), desnudos, las manos entrelazadas y en una suerte de quietud a un tiempo poderosa y pacífica. Son el Adán y Eva de México: los fundadores. [...] a los pies de los amantes hay el cadáver de un indio. El símbolo del origen es también un símbolo de violencia: la sexualidad no es inocente sino criminal y la historia no comienza con la unión del Adán español y la Eva india sino con la muerte y el asesinato". (Paz, 2002:270-271) Véase la imagen: http://www.sanildefonso.org.mx/frame.php?sec=11, (mayo, 2007)
* Carlos Fuentes analiza el discurso épico de la Historia verdadera... de Bernal Díaz del Castillo con un enfoque por completo artístico y estético haciendo del valor documental de la obra un paradigma para la novela, véase Fuentes, (1999: 71-94).
5 De ahí que para P. Ricoeur la unidad para el análisis y la interpretación sea el predicado: "la escritura plantea un problema específico desde el momento en que no es meramente la fijación de un discurso oral previo, la inscripción del lenguaje hablado, sino el pensamiento humano directamente puesto por escrito sin la etapa intermedia del lenguaje hablado. Así la escritura toma el lugar del habla", (Ricoeur, 1995: 66-ss).
6 La expresión teules se comprende como un término híbrido, debido al proceso de aculturación lingüística. Teotl en lengua náhuatl quiere decir energía cósmica. La expresión teules alude a esta palabra, salvo que, desde el punto de vista fonético, castellanizada. El nombre que recibieron los españoles, según la versión que ofrece Bernal Díaz del Castillo, fue ésta; lo cual nos indica que fueron vistos como seres superiores. Según varios estudiosos del tema, entre ellos, M. León Portilla, sobre todo, en: "Las profecías del encuentro. Una apropiación mesoamericana del otro" en: De palabra y de obra en el Nuevo Mundo (1992); y Quetzalcóatl, (1980), los españoles fueron confundidos con el retorno del dios Quetzalcóatl. Existen varias teorías que refutan esta versión -ya oficializada- de la historia de la conquista, cfr. Harris, O., (1995)
7 S. Méndez Reyes sugiere que la crónica de Francisco López de Gómara pudo haberle servido de esquema a Bernal para reconstruir sus propios recuerdos, cfr. "Perspectivas historiográficas de la conquista de México", en: Sentido y proyección de la conquista (1993:50-51)
8 Moreno Toscano, A., (1977:29-37;51-55) explica claramente cómo fueron constituyéndose los diversos estratos sociales en los que habrían de ubicarse los conquistadores.
9 Bernal se afinca en Santiago de Guatemala en 1541. Para este tiempo, se habían logrado los objetivos de la empresa conquistadora y colonizadora. Los años de las expediciones, las negociaciones y las batallas ya habían pasado, formaban parte de su memoria. Bernal es conciente de que está narrando un acontecimiento histórico. Y el acto mismo de narrar se convierte entre los años de 1568 y 1575 en un tiempo en el que toma plena conciencia de su labor como escritor, ya que desarrolla la habilidad de cuidar, pulir, corregir y aumentar su obra. Y este gesto hace que la Historia verdadera... adquiera una importancia en sí misma. E. Pupo-Walker comenta que "la sensibilidad histórica del Renacimiento ya no contemplaría el texto como un simple vehículo informativo o didáctico, sino más bien como un sistema coherente de relaciones y de hecho como un objeto válido en sí mismo que se ordenaba, en parte, para otorgar a la narración una obvia calidad literaria", (1982:83)
10 León-Portilla, M., "Introducción a la Historia verdadera de la Nueva España", op.cit., p. 22. También puede leerse en las pp. 21-32 la recopilación narrativa de los alegatos y las insistentes demandas de Bernal por obtener más indígenas en encomienda, de manera que M. León-Portilla muestra cómo pretendía ser éste recompensado.
11 Barbón Rodríguez, J. A. (1994:97).
12 Esteve Barba, F., (1992:109).
13 Méndez Reyes, S., (1993:50).
14 Antonio de Solís, antes de obtener el nombramiento de cronista mayor de Indias el 13 de enero de 1661, durante el cual pretendía continuar el trabajo de Antonio de Herrera, ya había escrito la mayor parte de su obra poética y dramática, cfr. Esteve Barba, F., (1992:141). En el apéndice I, E. O'Gorman ofrece una lista selecta de libros y artículos dedicados al estudio y análisis de la obra de Antonio de Solís, así como remite para mayor información bibliográfica sobre el autor y su obra a los apéndices I y V del estudio de Luis A. Arocena: Antonio de Solís, cronista indiano. Estudio sobre las formas historiográficas del barroco, 1963; y en el apéndice II, presenta la bibliografía sumaria en los géneros de teatro y poesía, véase Solís, A. de, Historia de la Conquista de México, O'Gorman, E., (pról., y apéndices), (1996:XXXIII-XXXIX)
15 O'Gorman, E., "Sentido y actualidad de la Historia de la conquista de México de Antonio de Solís", en: Solís, A. de, Historia de la conquista de México (1996:IX)
16 Ibid, (1996:X)
17 Ibid, p. XI.
18 Durante el siglo XVII, se acentúan fuertemente las críticas hacia la monarquía española, generando con ello la famosa "leyenda negra" y su contraparte la "leyenda rosa". Los conflictos internos de la monarquía son focos de tensión y de críticas internas constantes y que, en ocasiones, alcanzan niveles de patetismo poco favorables, tal es el caso de La pía junta en el Panteón del Escorial, de Salazar de Castro que es toda una reflexión pesimista sobre el pasado, el cual, según su discurso, explica la triste situación del presente. La opinión sobre España fue condicionada básicamente por las relaciones conflictivas con los países europeos, de manera principal; no por ello exclusiva, con Francia, cfr. García Cárcel (1998:23-138). Aquí sólo se ofrecen algunas líneas muy generales para que pueda comprenderse la respuesta que intenta dar Antonio de Solís a la época que le correspondió vivir; y por lo mismo, se explique el sentido de su discurso, al respecto de la conquista de Tenochtitlan, en el marco de la conflictiva entre España y el resto de Europa, y no de España con las colonias americanas.
19 O'Gorman, E., "Sentido y actualidad de la Historia de la Conquista de México de Antonio de Solís", en: Solís, A. de (1996:XII)
20 Ibid, p. XIV.
21 Se considera oportuno enmarcar someramente el perfil biográfico de Clavijero para comprender mejor su posición ante la historia de la antigüedad mexicana. Primeramente, hay que indicar que es un criollo en el sentido total y pleno del término, así como un jesuita. Ambas condiciones definirán bastante el perfil de su Historia antigua de México, véase Esteve Barba, F., (1992:242-244); al respecto de las razones de la expulsión de los jesuitas, véase Andrés-Gallego, J., "1767: Por qué los jesuitas", en: Tietz, M., ed., Los jesuitas españoles expulsos. Su imagen y su contribución al saber sobre el mundo hispánico en la Europa del siglo XVIII, Madrid, Vervuert, (2001:77-102); en relación con algunos de los conflictos que se presentaron tiempo antes de la expulsión jesuítica en los límites geográficos del virreinato de la Nueva España entre los misioneros jesuitas y las culturas indígenas del sur de Estados Unidos y el norte de México, véase Křížová, M., "«En tiempo tan tempestuoso y turbulento para nosotros.» Los misioneros jesuitas en la frontera septentrional de Nueva España antes de la expulsión", en: Tietz, M., (2001:413-421).
22 "No pudiendo los ojos mal dispuestos de las demás naciones sufrir el resplandor de gloria tan ilustre, han querido oscurecerla, pintando con los más negros colores los desórdenes que los nuestros cometieron en aquellas conquistas. Pero en vano: porque, sin negar que los desórdenes fueron muchos y grandes, subsiste entero el honor que aquellas felices y heroicas expediciones dieron a nuestras armas. Los excesos a que inducen, ya el ímpetu de la cólera, ya el ansia de la avaricia, son, atenta la fragilidad humana, inseparables de la guerra. ¿Cuál ha habido tan justa, sabiamente conducida, en que no se viesen innumerables insultos?...", Feijoo, B. J., "Glorias de España. Primera parte", en Teatro crítico universal, t. IV, discurso 13, XXV-90. Interesa traer a cuento este fragmento de Feijoo debido a que su razón entiende que la acción española en América no es distinta a la de ningún otro pueblo conquistador, por lo que el sufrimiento y la destrucción del pueblo conquistado también es como la de cualquier otro pueblo que se haya visto signado por tal proceso histórico. Nada en especial ni distinto tiene uno ni el otro que no corresponda a los desastres y desagravios propios de las guerras de conquista y colonización.
23 Voltaire hace un cuestionamiento muy interesante a la actitud de los españoles en el Ensayo acerca de la costumbre, y el espíritu de las naciones. El fragmento que se citará tiene que ver con la forma que adquirió la Inquisición en España: "La naturaleza humana jamás se envilece tanto como cuando la ignorancia supersticiosa dispone de poder... Un asiático que llegase a Madrid en día de semejante ejecución no sabría decir si se trata de una fiesta, de un acto religioso, de un sacrificio o de una carnicería, porque es todo eso a la vez. Los reyes, cuya presencia basta para salvar a un criminal, asisten descubiertos a este espectáculo, ocupando un trono menos elevado que el del inquisidor y ven cómo mueren entre llamas sus vasallos. Se ha echando en cara a Moctezuma que inmolaba los cautivos a sus dioses; ¿qué hubiera dicho Moctezuma de un auto de fe?", citado por García Cárcel, R., (1998:152). Resulta atractiva la propuesta de Voltaire, sobre todo, si se piensa que los conspiradores de las independencias americanas estuvieron influenciados en gran medida por los enciclopedistas franceses, principalmente, Voltaire y Montesquieu, quienes, como se puede constatar en la cita anterior, exaltaban los aspectos negativos de la cultura española.
24 Las Disertaciones de Clavijero resultan muy interesantes porque es en ellas donde expone una infinidad de argumentos para refutar las ideas que sobre los habitantes, naturaleza, costumbres, animales, etc. de América había difundido, fundamentalmente, L. de Paw con la obra titulada Recherches philosophiques sur les américains (París, 1768). Comenta L. Villoro que las Disertaciones adquieren un valioso relieve cuando se descubre en dichas disertaciones una ruptura con el modelo arquetípico de la norma europea para juzgar lo distinto, lo ajeno al mundo occidental, cfr. (1996:117).
25 Villoro, L., El proceso ideológico de la revolución de Independencia, México, SEP, 1986, p. 138.
26 Villoro, L., Los grandes momentos..., op.cit., p. 116.
27 Ibid, p. 121.
28 Ibid, p. 124.
29 Clavijero, F.J., (1991:327).
30 Paz, O., (1972:85).
31 Se trata de una figura de la literatura decimonónica mexicana que inauguró la postura del intelectual- escritor y/o poeta que desarrollaba su obra de la mano de su posición en el gobierno. I. Ramírez se caracterizó por su apasionado antihispanismo y su ferviente defensa de los indígenas.
32 Azar, H., (1994:23).
33 Ramírez, I., La noche triste, en: Azar, H. (1994:65)
34 Azar, H., (1994:23) Cabe señalar, a modo de contexto histórico, que la carrera política de Ignacio Ramírez fue muy destacada dentro del partido liberal. Participó en la elaboración de las Leyes de Reforma. Al ser derrotados los conservadores, el presidente Benito Juárez lo nombró Secretario de Justicia e Instrucción Pública, cargo que desempeñó unos cuantos meses durante el año de 1861. El ímpetu patriótico de Ignacio Ramírez debe comprenderse como resultado del período de 1829-1848. Años en los que el país se ve agobiado y azotado por las constantes invasiones: en 1829, el general Barradas pretendía reconquistar México para la Corona Española; en 1836, Antonio López de Santa Anna firma el tratado en el que le concede la independencia a Texas; en 1838, se frustra el intento de la invasión francesa; y finalmente de 1846-1848, se vive la guerra entre Estados Unidos y México, véase Díaz, L., (1981:819-896).
35 Ramírez, I., op. cit., p. 66.
36 Ibid, p. 67.
37 Idem.
38 Ibid, p. 71.
39 Ibid, p. 74.
40 Ibid, p. 66.

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