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Cuadernos del Sur. Letras

versão impressa ISSN 1668-7426

Cuad.Sur, Let.  n.37 Bahía Blanca  2007

 

Escribir el error o el error de escribir (sobre la interpretación del Peronismo en los ensayos de H.A.Murena)

Diego Poggiese*

Universidad Nacional del Sur.
* E-mail: dpoggiese@fibertel.com.ar

Resumen
Diversos ensayos que analizaron el proceso peronista supieron coincidir al menos en un aspecto: más allá de las excesivamente contingentes alianzas políticas que se construyeron en relación con él, también fue un motor eficaz para la escritura de ensayos que pretendieron interpretarlo. Más allá de las finalidades críticas, celebratorias o programáticas que tuvieron esos textos, más allá de la trascendencia que pudieron alcanzar, no todos los ensayos alcanzaron la misma trascendencia, ni tampoco todos permiten una cartografía clara del campo de debates. Entre ellos, "Notas sobre la crisis argentina" de H. A. Murena, es un ensayo cuya singularidad radica en dos rasgos: la persistencia en tesis que exceden el fenómeno peronista y la inclusión del peronismo dentro de una problemática ontológica americana, que supone una culpa colectiva y un proceso cuya alternancias son siempre superficiales. Ensayo menor entre las interpretaciones del peronismo que hegemonizaron el campo de discusiones de la década del '50, el texto de Murena se presenta anacrónico y tozudo, quizás en una intervención que pretende alcanzar al mismo tiempo una interpretación posible del ser nacional y una interpelación para los mismos que pretenden interpretar el peronismo, y con él, la Argentina.

Palabras clave: Murena; Peronismo; Interpretación nacional.

Abstract
Several essays which analyzed the Peronist process agreed upon at least one aspect: Beyond the excessively contingent political alliances which were built in relation to it, it was also an efficient driving force to write the essays which attempted to interpret it. Beyond the critical, laudatory or programmatic purposes these texts aimed at, beyond the importance they could reach, not all essays were equally significant or allow a clear cartography in the field of debates. Among them, "Notas sobre la crisis argentina" ("Notes on the Argentine Crisis"), by H.A. Murena, is an essay whose singularity lies on two features: Its persistence on theses which exceed the Peronist phenomenon and the inclusion of the Peronism in American ontological problems, involving a collective fault and a process whose alternations are always superficial. A minor essay among the interpretations of the Peronism which dominated the discussion field in the fifties, Murena's text appears to be anachronistic and stubborn, perhaps in an intervention which attempts to make both a possible interpretation of the national being and a question to those who try to interpret Peronism and Argentina as well.

Key words: Murena; Peronism; Nacional interpretation.

Recibido: 30/04/07
Aceptado para su publicación: 28/05/07

Muy joven aposté
la vida
al error de escribir
y el orgullo del error
vuelto ahora humildad
error que se muestra desnudo
en pie aún me mantiene.

Por fortuna
nada conocemos,
nada podemos conocer.
("Portentosa ironía",
F.G: un bárbaro entre la belleza)

En Los intelectuales y la invención del peronismo Federico Neiburg analiza las distintas interpretaciones que configuran algunos aspectos de las representaciones construidas en torno del peronismo. Con esa finalidad, se permite recuperar una premisa que se supo aceptar con pocas reservas desde la aparición de dicho fenómeno socio - político y cultural: explicar el peronismo podría ser explicar la Argentina. Sin embargo, su interés está más allá del mero reconocimiento de los principales tópicos, entramados discursivos y posiciones ideológicas, y avanza sobre la fuerza performativa de esas interpretaciones.

Desde hace ya medio siglo el peronismo ha sido un objeto de polémica: un conjunto de hechos, motivos, metáforas e identidades que han sido tratados como algo legítimo sobre el cual discordar y tomar partido. Los intelectuales no sólo no han estado al margen de esta representación sino que han participado activamente en su fabricación. Por mucho tiempo, interpretar al peronismo fue un tema central en los combates intelectuales argentinos, de tal forma que, para ser escuchado, cualquier individuo interesado en hablar sobre la realidad social y cultural del país debió participar en el debate sobre sus orígenes y su naturaleza. Esas batallas han sido un escenario para la constitución de las figuras intelectuales que poblaron el campo de producción cultural del país en los últimos años. Esas batallas también han sido uno de los escenarios en que el propio peronismo ha sido construido. Mi intención es esbozar algunos aspectos de la historia social y de las demás figuras sociales e instituciones, estudiando la génesis de algunos temas argumentos y estilos. (NEIBURG, 1998:16)

De esta manera Neiburg aborda la articulación política con los discursos con que se construye una interpretación hegemónica del peronismo. Concretamente, los ensayos que componen este libro se ocupan de las formas ideológicas y discursivas que configuran este complejo fenómeno como imagen y como fuerza política concreta. Como señala en la introducción, la intención primera de hacer una crítica interna de los debates sobre los orígenes y la naturaleza del peronismo se fue desplazando paulatinamente a un proyecto de crítica histórica que diese mayor inteligibilidad a las condiciones en que se había dado ese debate.(NEIBURG,1998:23) El proyecto, ambicioso y excesivo para un solo investigador, requiere la decisión de configurar una muestra significativa que permita ver con claridad al menos un aspecto de ese fenómeno. El recorrido que propone atraviesa discursividades precisas y determinadas. Desde el título se presupone un recorte operativo: el término intelectuales no sólo excluye del debate las representaciones doctrinarias y las mitologías populares (orales, testimoniales no escritas), sino que, además, selecciona entre aquellos que de alguna manera trascienden (por oposición, principalmente, pero también por profundización de principios) la adscripción o el rechazo acríticos a cualquiera de las formas que representara el peronismo. Además precisa una demarcación temporal: la gran mayoría de los textos seleccionados corresponden al período posterior al derrocamiento de Perón por el golpe de Estado que se autodenominara Revolución Libertadora, es decir, son posteriores a 1955. La decisión del investigador está relacionada con un dato histórico concreto: a partir de esos años los textos y las perspectivas que pretenden interpretar el peronismo se multiplican exponencialmente. Pero al mismo tiempo transforma en premisas al menos una afirmación que proviene de los mismos textos estudiados. Puntualmente pensamos en la dimensión de una censura que parece despejarse a partir de 1955. El paso de un régimen populista totalitario a una dictadura conservadora en lo ideológico, liberal en lo político y totalitaria en sus prácticas1 no parece justificar una respuesta a ese fenómeno, al menos desde una dimensión factual de la historia. Sin embargo, a partir de condiciones de producción que favorecieron la escritura de este tipo de ensayos, es posible reconstruir un campo de ideas que se había aglutinado en oposición al peronismo, estableciendo un hiato entre sus diferencias irreconciliables. Oscar Terán construye sintéticamente una imagen de este período a partir de la relación de los intelectuales con peronismo, de acuerdo con el "rostro" que de este se pudiera percibir:

"...en efecto, evaluando los rendimientos a partir de su victoria electoral, el período se caracterizó por una notable redistribución económica a favor de las clases populares, medida no sólo en el nivel salarial sino también en servicios sociales que cubrieron una amplia gama de beneficios. Ese fenómeno fue acompañado de una caída en la deferencia de los sectores populares hacia las escalas superiores de la sociedad.
Junto a ello, y a través de un liderazgo carismático con rasgos plebiscitarios, el gobierno consensuado por la mayoría no dejó de apelar a la coerción, violando las libertades cívicas de los opositores mediante la censura, la obligación a la adhesión política de los funcionarios públicos, el control de los medios de difusión y aun el encarcelamiento de opositores. Puede decirse entonces que se efectivizó así un proceso de inclusión de las masas trabajadoras en la vida nacional por vía de un populismo autoritario, y que esos dos rostros del peronismo determinaron una evaluación igualmente antitética del período (que perdura hasta la actualidad), según se lo mire desde el privilegiamiento de la ciudadanía política o la social. (...)
De manera que, como ha señalado Buchrucker, existió en este escenario un sistema de preguntas cruzadas: los peronistas se preguntaban cómo proteger a la mayoría de las acechanzas de lo que consideraban el antipueblo, y la oposición, cómo proteger a la minoría del despotismo de la mayoría.
Estos rasgos políticos, tan rápidamente indicados, gravitaron sobre el ámbito cultural. En principio, porque la mayoría de los intelectuales se encontró de hecho o de derecho (...) formando las filas del antiperonismo. Menos son los que nombres de intelectuales reconocidos que han de encuadrarse en el movimiento gobernante (Marechal, Caselnuovo, Olivari, Carlos Astrada, Manuel Ugarte, Doll, Palacio, Jauretche, Scalabrini Ortiz, Homero Manzi, Enrique S. Discépolo, Galvez, Delfina Bunge, Hernández Arregui, Fermín Chávez, Cátulo Castillo, Julia Prizlutzky, César Tiempo, María Granata, Eduardo Artesano, Homero Guglielmini...), así como los de quienes le brindarían su apoyo crítico (Juan José Real, Rodolfo Puiggrós o Jorge Abelardo Ramos)."(TERáN, 2004:63-64)

La cita es extensa pero configura un fondo sobre el que se aprecian aquellas operaciones de selección de Neiburg. Efectivamente, en los primeros capítulos analiza, en primer lugar, las discusiones que hacia 1955 tuvieron al peronismo como objeto, y trata de elaborar una cartografía de los problemas, los protagonistas y las interpretaciones del peronismo en relación sincrónica y a la vez en relación con los relatos mayores de la nación Argentina. En los últimos capítulos, por su parte, la mirada se dirige a algunas participaciones colectivas, más o menos institucionales (desde la acción del Colegio Libre de Estudios Superiores en la década peronista a la acción desperonizadora de la UBA a partir del '55, pasando por la "fundación" de la sociología científica emblematizada en la figura de Gino Germani) que contribuyeron a esta compleja invención del peronismo. En todos los casos, la premisa de que el peronismo se inventa en una zona próxima al derrocamiento del régimen, zona en la que parece conjurarse el horror al fenómeno desconocido que encerraba la pregunta de Martínez Estrada "¿Qué es esto?", opera como axioma. Creemos que es posible pensar una lectura del volumen al menos en dos direcciones. Por un lado, una cartografía compleja, que da cuenta de posicionamientos, pero también de intensidades, en la construcción de esa configuración política. Por otro lado, el estudio de una retórica colectiva, que presenta los repertorios, los modos de intervención, las figuras y los lugares de enunciación en esa pugna por establecer una idea de peronismo con valor de verdad.

1 - El detalle. A partir de la afirmación que formula Neiburg en la introducción respecto de las posibilidades de lectura de este volumen como un conjunto de ensayos con cierta autonomía relativa, nos detenemos en un capítulo, para ser más precisos, en una figura que ocupa menos de una página de un apartado del capítulo III: "Peronismo y mitologías nacionales". En dicho ensayo, Neiburg revisa las construcciones míticas que tienden a construir el peronismo, al mismo tiempo, como la manifestación de un enigma ancestral y como la revelación de un fenómeno inédito (NEIBURG, 1998:97). Desde una perspectiva ligada a la antropología, Neiburg recurre a la noción del mito moderno, que se desplaza de la preocupación antigua por la relación entre verdad y fantasía subyacente a la relación entre el mito y la realidad que evoca. Desde esta perspectiva, lo que se pretende es comprender la realidad de los mitos, tratando las mitologías como una dimensión de lo social que puede ser comprendida sociológicamente y que revela aspectos de la sociedad y la cultura como experiencias totalizadoras. Mito es, entonces, un concepto teórico que sirve para comprender la vida cultural, más que una noción que sirve para designar un orden de la realidad. Más precisamente, este relato articula pasado, presente y futuro de manera tal que muestra, al mismo tiempo, el momento presente como una novedad cuyas claves de comprensibilidad deben ser buscadas en el origen, para poder tener un valor normativo y programático.

En los relatos sobre la nación Argentina habría un solo mito del que cada versión supo construir una interpretación diferente. A mitad de camino entre el mito de realización progresiva de grandeza y el de degradación inexorable2, este relato se asienta sobre la noción de crisis, que tiende a juntar la degradación con la imposibilidad de realización de un destino de grandeza. Los intelectuales que discutieron sobre la naturaleza y el origen del peronismo trazaron una genealogía con el ensayo del treinta, que había diagnosticado una profunda crisis en la identidad nacional. Se apoyaron en la lectura que esos ensayistas habían hecho de la generación de 1837, cuya finalidad marcadamente política consistía en proponer una visión dualista de la Argentina: una estructura bipolar (las dos Argentinas) que serían la base de ese estado de crisis. Una de esas Argentinas era moderna, visible, urbana, cosmopolita, ligada al mercado mundial. La otra era oculta, rural, tradicional, ligada al mercado interno y su máxima expresión eran las provincias del interior del país.

El peronismo se leía como una continuación de este diagnóstico de crisis persistente cuya raíz estaba en una sociedad dividida, mal integrada. Al ser un único mito con interpretaciones diferentes, el estudio pasa a ser sobre los acuerdos que existen en torno del peronismo, los mecanismos por los cuales, más allá de sus diferencias, todos contribuyen a construir una imagen del peronismo.

En ese marco, en un sistema que va desde la interpretación de los nacionalistas hasta la sociología científica, y en un abanico que incluye a figuras que van desde Mario Amadeo y Ernesto Sábato a Jorge Abelardo Ramos y Arturo Jauretche, o desde Carlos Agosti a Bernardo Canal Feijóo o a Gino Germani, Neiburg incluye el ensayo de Héctor álvarez Murena "Notas sobre la crisis argentina" (MURENA, 1957).

Es necesario llamar la atención al menos sobre dos aspectos de esa selección. Es el único ensayo de Murena que plantea la idea de la crisis Argentina explícitamente desde el título, y que tiene una interpretación del peronismo como eje. En el corpus de ensayos que recupera Neiburg, el texto es apenas el ejemplo más significativo de una serie cuya principal característica es la reducción de un hecho histórico singular a un elemento más dentro de una cadena de sucesos predeterminados por un destino de fracaso. En la línea de pesimismo de Martínez Estrada, Murena no avanza hacia soluciones pragmáticas o programáticas, de manera de prolongar la sombra que representa el peronismo sobre el continuum histórico argentino y sobre el conjunto de actores sociales vinculados con la dirección política del país. En este sentido, la reseña que Neiburg presenta del ensayo se limita a sintetizar su idea principal en no más de dos párrafos y a ponerlo en correlación con otros autores menores que avanzan en algún sentido más o menos ligado desde un diagnóstico similar a proyecciones de lo que se debía hacer con el peronismo3. Señala que la hipótesis principal del ensayo de Murena es que la Argentina está en crisis desde sus comienzos: primero hubo un "impulso animal que llevó el país hacia adelante", y hacia principios de siglo estuvo la ilusión de que la crisis se había superado. El peronismo, que no hace más que enfrentar al país con su condición de americano, es la crisis de la crisis, que no es ni económica, ni social, ni política, sino de falta de comunidad. El rasgo común de los argentinos sería el de compartir esta crisis, y la posibilidad de constituir la comunidad deseada pasaría por llegar al fondo de la misma. El tono místico-apocalíptico de Murena es el aspecto más destacado del ensayo, y junto con su "retórica desarticulada" son las marcas que definen el ensayo en relación con el conjunto de ensayos de interpretación del peronismo.

La mención de un ejemplo tan menor, que además no tiene correlación en los términos más fuertes del debate, es por lo menos llamativa. En realidad, la relevancia de Murena en el campo de debates argentino no se percibe demasiado claramente a finales de la década del '50, que es cuando publica este ensayo. Para este momento, Murena había comenzado una especie de retirada, de introspección en una obra cuya búsqueda se distancia de los ejes que vertebran las discusiones de la década del sesenta en Argentina. Para ser más precisos, encontramos que ese ensayo en particular no forma parte de ninguno de los volúmenes de ensayos que publica4, ni siquiera en los que reedita ensayos ya publicados con algunos inéditos5. Incluso, a pesar de que en su artículo de la Historia crítica de la Literatura Argentina, Américo Cristófalo repara en la importancia de este ensayo6, que aún no forma parte de ninguna de las reediciones de inéditos que en los últimos años se fueron haciendo de la obra de Murena. Arriesgamos dos hipótesis, correlativas y complementarias, que pretenden encontrar el sentido de ese ensayo menor en una relación diferente con los textos que Murena escribe en el peronismo, y con los efectos más contundentes de esas producciones. Del mismo modo en que Cristófalo propone completar las referencias críticas con la trilogía "historias de un día", creemos que la lectura de las "Notas a la crisis argentina" se pueden pensar de otro modo en relación con otros textos ensayísticos de Murena, como "Reflexiones sobre el pecado original de América" y el diario "Los penúltimos días", ambos escritos durante el peronismo, y ambos con una recepción bastante más importante y exitosa que el ensayo de 1957.

2 - Distintos ensayistas y críticos encuentran en Murena una figura destacada en la segunda mitad de al década del '40, aunque por razones complementarias. Murena marca el punto de inflexión generacional que culminaría en la revista Contorno como contracara de Sur, pero al mismo tiempo ocupará un lugar importante en esta última revista, al menos por un década. Emir Rodríguez Monegal y Andrés Avellaneda encuentran en los primeros textos de Murena (que corresponden, en su mayoría, al período final del primer gobierno peronista) el punto de partida para el desarrollo de estas dos hipótesis. Murena es punto de partida en cada uno de los juicios de los parricidas. Al mismo tiempo, en la sintaxis del libro de Avellaneda, Murena se presenta como el punto de partida de su indagación sobre las estrategias retóricas e ideológicas de ciertas formas de expresión literaria que se manifestaban resistentes al peronismo, y cuyos exponentes más destacados son precisamente aquellos contra los que escriben los parricidas: Borges y Martínez Estrada, junto con Cortázar y Anderson Imbert. A riesgo de bordear la contradicción, es necesario que precisemos.

Emir Rodríguez Monegal inicia su libro de la siguiente manera:

"Hacia 1945 aparece una nueva generación en la literatura argentina. Esta generación no resulta visible de inmediato ni tiene (como la que hacia la misma fecha se perfila en Uruguay) una fisonomía editorial propia. La literatura argentina mayor, la que dirigen los hombres de la generación de 1925, los llamados martinfierristas, apenas si advierte, con simpatía condescendiente o con cierto educado fastidio, la aparición de los primeros adelantos del grupo. Y sin embargo, poco a poco, entre 1945 y 1955, estos jóvenes harán pesar cada vez más su opinión, proyectarán cada vez más lejos su palabra, hasta hacerse oír de los mismos a quienes comentan o atacan, hasta sacudir la modorra de semidioses o mandarines en que se refugian sus mayores.
Entre 1945 y 1950, esa generación expresarse en algunos nombres, el más obvio de los cuales es el de H.A. Murena, crítico joven que en 1948 se instala en Sur, el baluarte de la generación del 25, y desde allí mismo socava algunos de sus fundamentos de esa generación en artículos polémicos sobre Borges y los martinfierristas, sobre Martínez Estrada, o en apasionadas notas escritas con fervor apocalíptico y sintaxis tupida." (RODRÍGUEZ MONEGAL, 1956:7-8)

El juicio de los parricidas es un ensayo casi contemporáneo con el fenómeno que analiza. En efecto, su fecha de publicación es 1956, y aún así Rodríguez Monegal lee a Murena de manera diferente de los que en teoría continuaban aquellos primeros escritos. Este joven escritor había sido la piedra de toque para una cambio generacional que se caracterizaría por realizar una "tarea de demolición" de casi todos los nombres prestigiosos en la literatura argentina, en un entramado de fuerzas tensionado entre la resistencia al peronismo ("con su total y bárbara renovación de valores") y el existencialismo francés de la segunda postguerra ("como instrumento de trabajo y de pensamiento").

En su trabajo, Rodríguez Monegal analiza de qué modo se lleva a cabo esa crítica de la generación del '25 en relación con Martínez Estrada, Mallea y Borges. En cada caso, el ensayo que inicia la tarea es de Murena, aunque las lecturas más punzantes y rigurosas hayan quedado a cargo de otros escritores de la misma generación. Así, respecto de Martínez Estrada, presenta dos ensayos: "Reflexiones sobre el pecado original de América" y "La lección a los desposeídos: Martínez Estrada"7. En los dos ensayos señala como eje principal su condición de profeta que decide comenzar a mirar la realidad americana prescindiendo de una necesaria continuidad con la cultura europea. Para ser más precisos, lo que Murena encuentra revelador en Martínez Estrada es su voluntad para indagar la condición del ser americano sin plegarse completamente a un modelo de análisis europeo que no se ajusta a las singularidades del continente. Más allá de no haber podido (como tampoco pudo Borges, ni Mallea, ni Marechal) dejar de mantenerse ajeno a esa realidad que interpela, más allá de no sobrepasar la denuncia de la enfermedad pero no vivirla para modificarla, Martínez Estrada señala el camino para los intelectuales de la generación de Murena. Ciertamente, Murena apoya gran parte de sus tesis en las de Martínez Estrada, y sus ensayos posteriores probablemente no puedan eludir el mismo reproche. Sin embargo, más allá de los errores que Rodríguez Monegal señala en la interpretación de Murena, el joven escritor marca el tono del estímulo que significa Martínez Estrada, y las bases para la producción de la generación que lo sigue. Metafóricamente, presenta su tesis de que los padres son verdaderamente importantes, a condición de matarlos para construir una perspectiva verdadera.

Respecto de Mallea, a pesar de que para Rodríguez Monegal su formulación de la Argentina visible y la invisible había encontrado equívocamente un programa de acción ejecutado por lo peor del peronismo, señala que también encuentra en Murena el punto de inicio, con una parte del ensayo sobre Martínez Estrada, pero principalmente, con uno posterior: "Chaves: un giro copernicano" (MURENA, 1954). Digamos, Murena no aporta una novedad en lo que le reprocha (la misma ajenidad respecto de la realidad que en el caso de Martínez Estrada8) aunque sí se puede leer significativamente la selección del texto de Mallea que elogia. Chaves, la novela cuyo protagonista no habla, es quizás una novela menor en la serie de novelas de Mallea9. Murena la elogia efusivamente: Mallea, después de veinte años de fracasar en el intento, había conseguido "la expresión de radical soledad e incomunicación definitiva del hombre argentino". Como con Martínez Estrada, la novela de Mallea es buena porque se adapta a una tesis previa de Murena que vincula el silencio propio del americano con al imposibilidad de afrontar el mundo con una palabra nombradora para poder ser en él (y no meramente pasar por él). Desarrollamos: Murena retoma el ensayo de Benjamin "Sobre el lenguaje en general sobre el lenguaje de los humanos" (BENJAMIN, 1991), en su ensayo "Sobre la naturaleza del verbo" (MURENA; 1949). Allí recupera el episodio bíblico de la torre de Babel para desarrollar su teoría de la palabra poética (creadora, capaz de emancipar al hombre en su relación con el mundo) en contraposición con la palabra juzgadora (utilitaria, que incomunica al hombre con el mundo que nombra). Ese ensayo es central en la edición de 1954 de El pecado original de América, ya que le da sentido a la selección de escritores cuyo rasgo destacado es siempre esa voluntad irrefrenable de superar ese pecado original americano. Así, Poe, Arlt, Quiroga, Florencio Sánchez, Martínez Estrada son el ejemplo de una conciencia de imposibilidad de usar un lenguaje ajeno (y con él un modelo de mundo), heredado para nombrar, para crear América en y con el lenguaje10. El acierto de Mallea es silenciar a su personaje hasta que pueda encontrar esa palabra esencial.

Finalmente, también para Borges es Murena el punto de arranque, a pesar de no ser cronológicamente el primero, ni tampoco, como en los casos anteriores, el más significativo ni riguroso11. A diferencia de Martínez Estrada, respecto de quien se autodenomina su "discípulo", Borges es otro padre, aquel con quien Murena compite tímidamente. En su ensayo "Condenación de una poesía"12 critica en los martinfierristas (aunque en realidad le apunta principalmente a Borges) la superficialidad de su criollismo artificioso. Señala en él su cosmopolitismo negador de la condición de americano, su negativa a aceptar el desafío de enfrentarse con el mundo americano en un lenguaje que se haga cargo de ese pecado original13. En el conjunto de textos de Murena se construyen las dimensiones de una hipótesis que planteaba desde 1948 con optimismo: se estaban dando las condiciones para darle entidad verdadera al postergado ser americano. Sintetizando, las tesis principales de la ensayística de Murena están presentes en este complejo posicionamiento generacional (que es a la vez ideológico y político).

Precisamente, El habla de la ideología de Andrés Avellaneda es un texto posterior, publicado en 1986, y no revisa los ensayos de los escritores, sino cómo se presenta su perspectiva ideológica respecto del peronismo en sus narraciones. La trilogía de novelas "Historias de un día" es el objeto de análisis de Avellaneda en el primer capítulo del volumen, y es presentado como una muestra del ajuste de una polémica casi binaria entre peronismo y antiperonismo a un modelo de análisis más complejo que daría paso a una nueva generación de novelistas:

"Para que este pasaje14 se realizara fue necesario un lento trabajo previo de ajuste ideológico que empezó, desde adentro mismo de la década peronista, con la revisión de la cultura llevada a cabo por la revista Contorno (siete entregas entre 1953 y1959) y por los jóvenes escritores y narradores de la "generación del '55". Hay que incluir en esa gradual tarea de ajuste la polémica sobre peronismo y antiperonismo entablada por personalidades como Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato a poco de la caída del régimen en setiembre de 1955, discusión que de alguna manera comenzó a revelar la inadecuación de la dicotomía peronismo - maldad / antiperonismo - bondad (o, de acuerdo con la terminología de entonces, entre "partidarios de la tiranía depuesta" y "democráticos"). La complejidad que adquiere este proceso de transferencia e interjuego entre la producción de significado literario y el reajuste ideológico-cultural realizado a partir de 1955 puede evaluarse, por ejemplo en el grado de densidad alusiva de la trilogía de novelas que Murena dedica a la etapa peronista. (AVELLANEDA, 1986:22)

En ese primer ensayo, Avellaneda presenta como ejemplo de esta complejización del análisis, la densidad alusiva de las novelas de Murena La fatalidad de los cuerpos, Las leyes de la noche y Los herederos de la promesa15. La trilogía gira sobre un día: el 17 de octubre de 1945. Sin embargo, las historias que se narran y se entrecruzan apenas rozan los sucesos de ese día, y los narradores son, en el mejor de los casos16, apenas testigos extrañados del paso de la Historia. Sin embargo, sutilmente, en las relaciones que las novelas presentan entre los personajes, se muestra la complejidad con que Murena piensa este período. Avellaneda recupera inteligentemente los enunciados más importantes de las "Notas sobre la crisis argentina", de tal manera que las resultan complementarias de aquellos enunciados del ensayo que se aparecen como más problemáticos. Sucesivamente va presentando los términos que permiten ver el razonamiento dialéctico de ese texto, con la certeza que un lector de las novelas podría encontrar en ellas manifestaciones múltiples y no idénticas de los opuestos que piensa. De esta manera establece la relación entre las novelas y sus notas:

"En la segunda parte de la trilogía, publicada en 1958, es donde se concentra el grueso de las alusiones históricas, manejadas para configurar un juego de significados que proponía al lector un desciframiento preciso de acuerdo con un código común donde se estipula la historia (el peronismo) como pesadilla y donde se instituye el carácter moral y psicológico de la realidad social. (...). De alguna manera Las leyes de la noche pone en movimiento un viejo sistema de significaciones que indica en Murena una actitud ideológica y una posición política ejercida a través de sus mediaciones típicas del texto literario en momentos en que los intelectuales más jóvenes, por su parte, experimentan un proceso de reubicación cultural al interpretar de modo diferente la realidad histórica que les es propia. De ese tiempo de replanteo y de alianzas políticas es también el ensayo sobre el peronismo y la realidad nacional, que despliega en otro tipo de discurso la misma escala de significados de su texto narrativo..." (AVELLANEDA, 1986:24. el subrayado es nuestro)

Avellaneda sigue entonces ese recorrido que plantean la "Notas sobre la crisis argentina" de manera que se pueda ver cómo la coherencia del dispositivo retórico tiene que ver con un modelo de razonamiento que pretende indagar una realidad compleja antes que plegarse a una interpretación preformada. Señala, por ejemplo, que Murena propone una interpretación del peronismo como venganza, como intento de aliviar una humillación, como suicidio colectivo. Las tres opciones funcionan dialécticamente en términos causales: el resentimiento de las fuerzas populares, el abuso de la oligarquía y la falta de horizonte comunitario se complementan, de acuerdo con su análisis, con la avidez inercial y autista de los personajes de la novela. Alejandro Sertia, el personaje central de La fatalidad de los cuerpos, pasa inmóvil y enfermo todo el proceso que termina con la venta de su fábrica y el asesinato de su obrero de confianza a manos de su gerente. Apenas fabula inútiles manipulaciones que terminan en ese episodio, creyendo tener en su mano los hilos de una historia que se desmorona lentamente desde su comienzo. Sus fantasías y revisiones de convaleciente se cruzan con otros personajes de similar improductividad, mientras puertas afuera algo parece gestarse. El adelanto de esta novela que Murena publica en Sur lleva como título, curiosamente, "El país de la memoria"17. El dispositivo que Avellaneda encuentra en esta relación entre novela y ensayo es lo que nos interesa, ya que se agrega a la recuperación de las tesis que propone Rodríguez Monegal, poniendo de manifiesto una complejización de una retórica ensayística que pretende seguir la lógica de un razonamiento antes que las exigencias del género.

3 - Del ensayo. En su ensayo "La in-quietud del alma" Nicolás Casullo propone un aporte para las teorizaciones del género diferente de las importantes contribuciones de Adorno y Lukács. (CASULLO, 2003) Señala que junto a ellos puede pensarse a Robert Musil como el nombre propio más interesante para la comprensión del ensayo en tanto escritura de crisis y de crítica a las condiciones de la cultura. Piensa en El hombre sin atributos y precisa dos características del autor que nos permitirían arriesgar una lejana similitud entre Musil y Murena. Una de ellas, de carácter apenas anecdótico: señala el interés del austriaco por la ciencia dura, por los aportes del psicoanálisis y la psicología de su tiempo, y pensamos en la ecléctica formación del escritor argentino18. La segunda, probablemente más certera, es su interés por la política de su tiempo, a la que percibía como un momento histórico que se veía como el crepúsculo de la ilusión moderna. Si en los primeros ensayos de Murena el peronismo asoma como una excusa imprescindible, también se puede ver en germen un tópico que resultará central en su obra desde la década del '60 hasta su muerte en 1975: la condición del hombre occidental en la modernidad tardía de posguerra19. Señala Casullo respecto de la obra de Musil:

"Para Musil la escritura ensayística contendría un don con respecto al mundo de las ideas tentado por sistematizaciones objetivantes: el de una palabra que permite que el hilo del pensamiento arranque de su sitio a los demás"

No piensa en un argumento desorganizante, que conduciría al ensayo a un gesto esteticista modernizante sobre el material creativo, sino de una reminiscencia religiosa, un trazo de la enunciación que devela el "invisible" sentido de las cosas "como una experiencia de ver lo distinto en lo mismo". No se trata entonces de una palabra desordenadora, sino que en ese arrancar de su sitio al pensamiento cristalizado Musil ve la intrusión de una palabra desorientadora. Esa palabra es de raigambre religiosa, que en su vocación iluminante, repentina, intransferible necesita una reposición existencial del hombre entre las cosas. Arrancarlo súbitamente de sitios y parajes, de referencias, provocar un tránsito de corte desorientador, la pérdida de u oriente que se supuso auténtico y que desde cierta perspectiva nos remonta al estado de desorientación, de caída, de las verdades del hombre. Presenta el ensayo como un pensamiento entre luces y sombras, entre posibilidad y fracaso, entre explicación e inalcanzabilidad de la verdad.

En el conjunto de ensayos que proponen interpretar el peronismo en los años inmediatos a su derrocamiento podemos encontrar palabras que ponen un juego distintas modulaciones a la afirmación sobre las condiciones políticas que se habían establecido. En el paso de un período encontramos una amplia gama de continuidades e inflexiones que permiten vislumbrar los reposicionamientos futuros. Ciertamente, podemos ver con facilidad la coherencia histórica en el festejo de la revista Sur N° 237, los esfuerzos de Mario Amadeo para explicar(se) (1956) en su relación con el peronismo, esa especie de "mala conciencia" que aparece en Sábato. La generación que se había iniciado con el ensayo de Murena en Verbum tenía en Contorno su espacio más significativo. Y más allá de que el número que corresponde al derrocamiento del régimen contiene interpretaciones lúcidas del hecho peronista, el tono de decepción a pesar de haberlo conseguido marca a fuego la publicación. Una afirmación de Osiris Troiani en su ensayo "Examen de conciencia" nos conduce en esta dirección:

No hablo en nombre de una generación. En todo caso es una generación ausente. Somos los que: a) no pudimos aceptar la mistificación peronista; ni b) la restauración oligárquica, su única alternativa; y que c) fuimos incapaces de organizar una oposición revolucionaria. Vivimos diez años suspendidos entre cielo y tierra. Hemos perdido nuestra juventud y somos un peso muerto sobre la quienes vienen atrás. (TROIANI, 1957:9)

Nos detenemos en la decepción de algunos escritores de Contorno, en esa disposición del ensayo para indagar simultáneamente en la realidad interpelada y de su escritura que piensa. En el coro de voces que pretenden explicar un fenómeno político y diagramar algún proyecto futuro, la disonancia que indica esta reflexión sobre el lugar en que está situado el escritor y posible incapacidad hace temblar toda la capacidad de comprensión que se presuponía.

Unos momentos de reflexión nos convencieron de lo gratuito que sería explicar ninguna circunstancia particular: caímos en la cuenta de que nuestro lenguaje durante el peronismo más duro debía seguir siendo idéntico a sí mismo y que al margen de nuestra libertad había estado fijado por exigencias exteriores. Aquello que a los intelectuales les fue vedado por la dictadura nunca tuvo un carácter fatalmente problemático. Era, por cierto, riesgoso escribir sobre política o actuar en política. Pero jamás faltó la suficiente libertad de autoengañarnos y declarar paladinamente que se nos impedía tocar la realidad más urgente y atractiva. Los intelectuales argentinos en su casi totalidad preferimos disfrazar nuestra inepcia con resignadas y lamentosas imputaciones a un sistema que no nos respetaba ni nos admitía. Seriamente, lo concreto y lo histórico es que, salvo casos aislados muy especiales, el conjunto de la realidad nos pasaba tan inadvertido que casi todos pudimos creer que el diablo, como en un cuento de Payró, andaba por estos lugares. La ineficacia y la falta de carnalidad eran más bien impotencia que el peronismo excusaba cómodamente. (CONTORNO, 1956;1)

El peronismo excusaba la impotencia de la escritura. Su desaparición como condición dejó al descubierto que la voluntad de ordenar en la escritura un espacio que no resultaba para nada claro era un engaño. Si la palabra decepcionada era una posibilidad en la indagación, quizás la desarticulación que Neiburg señala en Murena pueda ser pensada como una disposición ensayística acorde con el razonamiento que desarrolla.

4 - "Notas sobre la crisis argentina" es un ensayo fragmentario. Veintinueve piezas breves, muy condensadas, con un eje difuso, que reparten la idea de culpa colectiva en un recorrido diacrónico que reconstruye un origen y se prolonga en el presente. Tal como dice Neiburg, el problema que subyace a la eterna crisis argentina es el de falta de comunidad. Una sociedad concebida como factoría, cuyo horizonte está fuera de todo lo que signifique expoliar las riquezas americanas. Planteado en esos términos Argentina no habría tenido un solo momento de consolidación como nación, ya que sus períodos de prosperidad estaban solo ligados al crecimiento de la extracción de riquezas sin que eso significara que se pudiera consolidar un espíritu. Ese problema, además, es común a todo el continente, de acuerdo con la tesis que Murena sostiene desde 1948 en su ensayo "Reflexiones sobre el pecado original de América." (MURENA, 1948a). Desde esa perspectiva, el peronismo no puede ser enjuiciado (recordemos, el ensayo es de 1957), ya que se trata de un hecho histórico congruente con una historia dividida en facciones cuyas permanentes revoluciones conducen a un estado sin una sola revolución auténtica. Hace falta una verdadera revolución, dice Murena, pero no lo fue el peronismo, como tampoco lo fue el golpe de 1955 ni ninguna de las demás revoluciones históricas, porque no apuntaron en ningún caso, a barrer con esa concepción animal del destino americano. En América se suceden cambios de mano en el poder, y en cada cambio se atina solo a barrer con el opositor, pero no se modifican condiciones espirituales que determinan el posicionamiento del americano frente a ese pecado original. Se afirma el pecado entregándose a él y ahondándolo (la figura del caudillo) o se niega el pecado y se lo agiganta (la figura del intelectual cosmopolita)20. De esta manera, el peronismo es una continuidad esperable en la serie de revueltas que mayoritariamente se pueden contar en la historia argentina. Perón no es considerado condenable más que como sujeto. En realidad, todo el arco político es partícipe necesario de que el peronismo haya tenido lugar, del mismo modo en que son las mismas cegueras del movimiento las que condujeron a su derrocamiento (y no la acción de ninguno de los opositores). Sin embargo, el problema argentino no es político. Una suerte de incapacidad para la construcción de un destino común homologa a las presuntas clases (oligarquía y pueblo), a los partidos tradicionales (radicalismo, conservadorismo, socialismo), y a las diferentes generaciones (jóvenes y mayores). Desde allí, tampoco el peronismo sería reprochable. Tampoco el problema argentino es resorte de ninguna clase de facción, en la medida en que todas participan de la misma culpa originaria. Si el mapa político que el peronismo ordenaba en la superficie dos grandes bloques, en la estructura profunda, espiritual, presentaba múltiples entidades ensimismadas. En sus textos, Murena plantea repetidas veces su descrédito respecto de las soluciones que provengan de la supresión del adversario, sea en términos ideológicos como político - partidarios, en términos de clase o de generación. Arriesga formulaciones complementarias que licuan esas diferencias en función de una totalidad utópica que nunca es enunciada en términos precisos. Ser americano. Digamos, construir una manera de afirmarse en la historia dejada atrás en el movimiento de la conquista, abandonada al dejar el recinto de la Historia, que era Europa.

Las preguntas se suceden, a partir de la imprecisión que genera una escritura hecha de enunciados breves que parecen contradecirse entre sí. Necesariamente es difícil de digerir la serie que comienza indiferenciando a la clase popular de la oligarquía. Ambas son "estados de ánimo". Por un lado, el obrero se entiende mejor con su patrón a partir de su horizonte filo-oligárquica de acumulación de riquezas. Por otro, las fuerzas populares son apoyadas por representantes de la industria, la clase media y hasta alguna parte de la oligarquía, en la medida en que los resultados de sus progresos económicos individuales van anudados. La oligarquía en argentina dejó dormir su condición dirigente de fines del siglo XIX, limitándose disfrutar de la acumulación de riquezas y poder heredadas. Las fuerzas populares están enceguecidas, sólo pueden ver el falso imaginario que le presenta un nuevo patrón (que simula prestarle atención, a diferencia de sus amos anteriores) y que se ajusta a algunas de sus postergadas demandas. ¿El peronismo, a diferencia de lo que plantean otros ensayos contemporáneos, no es fruto de la injusticia social ni del ascenso del fascismo?¿Es un fruto de la acción (o de la incapacidad de acción) de una clase dirigente que había perdido el rumbo de una construcción colectiva? Si es efecto de una condición prehistórica americana21, ¿es una continuidad comprensible de un proceso cuyo horizonte tampoco había modificado el golpe de Rojas y Lonardi? ¿Cómo se puede ser contrario al peronismo y al mismo tiempo denostar a quienes hicieron toda la fuerza para derrocarlo? ¿Para quién escribe Murena? Probablemente allí haya una clave para comprender este ensayo tan disonante en el cuadro de ensayos del primer postperonismo.

5 - El peronismo como excusa. Volvemos sobre lo menor que resulta ensayo de Murena en el corpus de interpretaciones sobre el peronismo y podemos revertirlo: también el peronismo es ocasional en la palabra desorientadora que ensaya Murena. El dispositivo de notas que Avellaneda complementa con las novelas también debe pensarse en relación con "Los penúltimos días" y "Reflexiones sobre el pecado original de América". El primero es una especie de diario personal que Murena publica durante un año, entre 1949 y 1950 en Sur. Se trata de notas, casi ensayos breves, que señalan algunos aspectos de la vida cultural y política en el primer peronismo. Diferentes acontecimientos son presentados en anotaciones diarias, que tienen la particularidad de desorientar la posibilidad de una perspectiva monolítica.

ABRIL 4. - Todo verdadero diario se escri-be con decisión de criminal y con íntima voluntad de santo. Es una repetición de los pro-pios asesinatos no exenta de soberbia, pero dis-parada - misteriosamente - hacia la humildad y la perfección. Escribirlos es la valentía de afrontarlos y aceptarlos como culpa; interpre-tarlos significa esforzarse por hacer desaparecer la fuente de la culpa. Intento una expe-riencia que puede resultar provechosa: aplicar este espíritu a la consideración de los aconteci-mientos públicos más que a la de los priva-dos, con la convicción de que todos somos igualmente responsables por todo lo que ocu-rre. La duda: respecto al grado en que ello po-drá resultar tolerable para los partidistas de cualquier orden, para los que creen que la ver-dad está sólo en alguna de las facciones de la vida (Sur, Mayo de 1949, N° 175).

El segundo es una lectura del Sarmiento de Martínez Estrada, que tiene como objetivo plantear por primera vez su tesis sobre el pecado original. También allí distribuye culpas para rescatar a Sarmiento (en desmedro de San Martín) como una figura ejemplar que supo hacerse cargo de la condición americana, con sus males incluidos, para intentar desde allí construir un destino común. Desviamos, entonces, la pregunta por la interpretación hacia que tiene que ver con el enunciador y el destinatario: ¿Quién es Murena? ¿Para quién escribe?

OCTUBRE 17. - "Pero usted ¿con quién está? - me pregunta hoy X.- Directa o indirectamente ha atacado o criticado a todos los partidos políticos. Entonces ¿qué defiende us-ted?" Le respondo que defiendo una posibili-dad del país, la que considero mejor. Sospecho - agrego - que esa posibilidad es verdadera-mente buena porque, aunque suponga la trans-formación de todas las fuerzas con que cuenta el país, no reclama la supresión de ninguna. Mi interlocutor arguye que mi situación es cómoda, pues censuro todos los intentos de realizar concretamente esa posibilidad y me recluyo en la estéril posibilidad pura. Le in-sinúo que también es cómoda su actitud de poder tener fe en una facción. Intento hacerle ver la diferencia existente entre el que censura todas las formas en que lo posible se hace real, negándoles derecho a la vida, y mi críti-ca, que no cree poder prescindir de ninguna de ellas. Pero X. insiste en su acusación de comodidad. Señalo entonces que si los hombres se hubieran limitado siempre a lo existen-te estaríamos aún en la edad de piedra, y digo que únicamente lo posible es real, que lo realizado está ya muerto y no es más real, y que gracias a la crítica, que desde lo posible señala lo muerto y lo vivo, pueden las formas existentes hallar sus verdaderas vías, pervivir. A X. le repugna el plano al que se ha ido la conversación, y quiere que sea yo más concreto. Le digo entonces que él cuenta con la paz de tener fe en un partido, mientras que yo me siento vedada esa adhesión absoluta a una facción, y debo satisfacerme con otro tipo de fe más alejada. Si esta fe es un error, su creencia en un partido es otro tipo de error, y cada uno tiene derecho a escoger su parti-cular manera de equivocarse. Agrego también que su prejuicio es típicamente argentino. Hay dos errores que son normas: el de que las clases ilustradas se rehúsen a encarar en forma seria y específica los problemas políticos, y el consiguiente de que quede a cargo sólo de los políticos el análisis de la política en un plano de aparente ilustración. Eso ha hecho que toda investigación de la realidad del país resulte viciada por intereses de facción, y que cada uno esté tan habituado a ello que no tolere otra cosa. Concluyo postulando que la labor del que quiere interpretar a una comu-nidad no puede consistir en un compromiso de facción, pues la misma implica por sí un compromiso con toda la comunidad. Pero mi interlocutor, sonriente, repite su acusación de comodidad, y afirma que siembro la confusión. Yo abandono la defensa. Después de todo ¿por qué X. ha de estar de acuerdo conmigo? Su misión es la de ver tan sólo una cara de la verdad, y la de luchar con fuerza por ella contra los que ven exclusivamente la otra cara. (Sur Noviembre de 1949, N° 181).

La cita pertenece al diario, es complementaria a un comentario burlón de Nelly Saglio acerca de las críticas que reparte Murena en esos textos breves, que tan pronto caen sobre el peronismo como sobre cualquiera de sus opositores, tan pronto sobre la clase ilustrada como sobre la cultura de masas, tan pronto sobre los otros escritores como sobre sí mismo. "Escribo estos ensayos como un ejercicio de contradicción conmigo mismo" señala el prólogo a la primera edición de El pecado original de América. Escribir es hacerse cargo de esa contradicción permanente y enfrentarla para encontrar una revelación superior. En las "Reflexiones sobre el pecado original de América" identifica los destinatarios de su razonamiento:

"Estas páginas no están basadas en la perniciosa ingenuidad de querer modificar a un pueblo con un escrito; están destinadas a los integrantes - intelectuales, políticos - de las clases dirigentes, y tienden a hacerles ver con cierta claridad el fundamento sentimental en que se basa su obra, a desvanecer algunos equívocos graves que juegan un papel decisivo en la gestación de dicho fundamento, y finalmente a hacerles observar la posibilidad de alcanzar una nueva actitud del sentimiento que es la única que permite un obrar positivamente beneficioso para la nación." (Verbum; 1948)

La pregunta persistente en Murena no es entonces el recorrido de ningún movimiento político, ni la interpretación de ningún fenómeno histórico. La pregunta es por el lugar y la función de los intelectuales en esta América en la que el peronismo no es más que una manifestación de su falta de comunidad. Y la respuesta que tempranamente intuye tiene que ver con enfrentarse dolorosamente con la material de esta parte del mundo en que le toca vivir para punzarlo, escribir buscando una verdad que vaya más allá de logro inmediato, de la satisfacción cercana. No hay salida, quizás, por ahora, pero tampoco está la posibilidad de eludir la obligación de escribir para buscarla. Tempranamente había señalado en dos notas consecutivas de "Los penúltimos días" algo que reafirmaría luego en otros ensayos22:

OCTUBRE 25. - Z. se ha marchado al ex-tranjero. Es joven (no tiene aún treinta años), y escribe, piensa escribir. Ha justificado su partida con razones de orden material. Pero no se ha ido por ninguna de esas razones, aunque sean aparentemente ciertas. Se ha ido partim verecundiae, partim dolore. Por la in-digencia espiritual en que este país se halla sumido, y por el dolor que le causa no enten-derlo, tener que rechazarlo y sentirse rechazado por él. Se ha ido porque el punto de vista que le inculcaba el país era un no, y sobre esa negativa parece imposible afianzarse. Pero ¿sobre qué punto de vista se afianzará, apren-derá, vivirá ahora en el país a donde ha po-dido desterrarse? (Pues no se ha ido por exce-so de energías, lo que hubiera sido excelente, sino por falta de ellas.) Se encontrará ante dos alternativas: la de convertirse en un mero cam-po de batalla de todos los puntos de vista que halle a su paso, o la de adoptar el punto de vista de su nuevo paradero. Ambos destinos son igualmente frustratorios. El hombre es un punto de vista y no un indiferente vagar entre infinitos puntos de vista, y ese punto de vista primario se adopta inevitablemente a la som-bra de la casa natal. Todo intento de sustituir el punto de vista originario por otro o por otros sólo conduce a aumentar la inseguridad, la vacuidad del hombre. Por eso al encontrarme a Z. pocos días antes de que se marchara, al verlo sorprendentemente alegre, liberado, me pareció un enfermo delirante que se dejaba arrastrar por los peores consejos de la fiebre.
OCTUBRE 27. - Pienso que me hizo parti-cular impresión el caso de Z. porque no hace muchos años también yo me golpeaba la cabeza contra los muros de esta casa, muros de humillación, de aniquilamiento. Me daba con-tra ellos para huir, porque el punto de vista que me inculcaban era también un no, un no para mí, un no para el mundo, un no para todo. La suerte, con recursos de infortunio, quiso que no hallara la puerta de escape. Y entonces, poco a poco, fue surgiendo en mí esta persuasión: No hay que irse. El no que los muros enseñan y que nos lastima, porque nuestra existencia es un y queremos decir , hay que volverlo piadosamente contra esos muros. Es preciso castigar sin descanso a esta casa enferma y altanera, es preciso humillarla para que nos abra su más fértil mirador. Y esa tarea hay que proseguirla aunque puedan lastimársenos las manos, aunque el cerebro - que es el que presume que el punto de vista puede encontrarse fuera de esta casa- tenga que hacer enormes renuncias para des-cubrir las zonas en que los golpes serán más eficaces. (Sur; Noviembre de 1949, N° 181)

Si la casa era insoportable en el peronismo no era su ausencia lo que iba a volverla espiritualmente habitable. La afirmación contornista respecto de que el peronismo había juntado una oposición heterogénea que necesariamente debería disolverse horrorizada una vez depuesto Perón subyace a esta interpretación de Murena en las "Notas sobre la crisis argentina". ¿Cómo escribir contra el peronismo y diferenciarse dentro del concierto del antiperonismo? ¿Qué hacer con las consignas que el peronismo llevó a la práctica eficientemente, aunque haya sido con motivaciones ideológicas censurables? ¿Dónde resguardarse de las propias alianzas una vez que la revolución triunfante invierta el signo pero no las prácticas de barbarie anterior? ¿Cuál es el lugar del escritor en esas circunstancias? El escritor tiene como horizonte la verdad, la política es siempre una coartada para no escribir lo que se tiene que escribir, aunque eso signifique abismarse en el error (propio) o en el horror (del mundo que debe interpelar). Situando este diario en plena década peronista, en la que los matices que se verían después del '55 quizás resultaran menos frecuentes, la interpretación que Murena presenta del peronismo en el '57 es coherentemente desarticulada en su retórica, que propone duplicar en la fragmentariedad de su forma la resistencia a una totalidad falsa que sostiene en su razonamiento23. Si la contradicción es ejercitada, si el riesgo de la paradoja y la complicidad están presentes, no son las reducciones facilitadoras ni las adscripciones automáticas las salidas del escritor. Como señalaría Rodríguez Monegal, quizás en esto también se haya adelantado Murena.

6 - La pregunta, en este punto final de nuestro artículo, vuelve sobre su punto de inicio: ¿qué podría justificar esta revisión que pretende ser algo más exhaustiva de un ensayo menor en el corpus de interpretaciones del peronismo? Ciertamente, el aporte del texto de Murena a la comprensión de histórica y política del fenómeno es irrelevante. A su vez, probablemente nuestro intento haya aportado, en el mejor de los casos, alguna información sobre cierta mimesis formal entre mundo y escritura, entre falta de comunidad, razonamiento contradictorio y sintaxis dislocada. La perspectiva histórica modifica las posibilidades de comprensión de acuerdo con los "resultados puestos". No son menos ciertas las objeciones al peronismo de una perspectiva liberal por más que las realizaciones prácticas de sus ejercicios del poder hayan sido peores aún que lo que criticaban. Similares observaciones podrían hacerse a lo ancho de todo el arco ideológico que se trace en Argentina. En el momento en que presentaba una complejización de la perspectiva binaria peronismo - antiperonismo, Murena volvía, anacrónicamente, a poner el cuerpo a su idea de la función del escritor a riesgo de sucumbir a sus propios balbuceos. El error inexcusable de escribir a riesgo exhibir la falla. La exhibición de las incertezas de su búsqueda, quizás correlativa de la nuestra, puede contribuir a dimensionar el atolladero que supuso este singular hecho político, y a percibir matices que las explicaciones más exhaustivas necesariamente debieron obviar.

Notas
1 La proscripción de un partido como el peronista y la eliminación física o social de quienes quisieron resistirle son los equivalentes con signo invertido de la anulación prepotente de las minorías opositoras en el peronismo.
2 Neiburg la sitúa entre dos modelos prototípicos: los mitos de Estados Unidos y los relatos de realización progresiva de grandeza y los mitos fundadores del estado balinés, con sus relatos de degradación gradual de un estado de perfección ubicado en un pasado perdido e irrecuperable. (p.98).
3 Bernardo Canal Feijóo, Víctor Massuh y Jorge A. Paita.
4 El pecado original de América Latina. Buenos Aires, Sur, 1954; Homo Atomicus. Buenos Aires, Sur, 1961, Ensayos sobre subversión. Buenos Aires, Sur, 1962, La metáfora y lo sagrado. Buenos Aires, Tiempo Nuevo, 1973.
5 El nombre secreto. Caracas, Monte ávila, 1969; La cárcel de la mente. Buenos Aires, Emecé, 1971.
6 "En la obra de Murena hay múltiples referencias al peronismo configuran un fondo histórico evidente en el primer ciclo de novelas "Historias de un día", escritas entre 1955 y 1959. es interesante destacar un texto nunca publicado en libro "Notas sobre la crisis argentina" (Sur, N°246, septiembre 1957) en el que Murena vuelve sobre algunas consideraciones a propósito de la política argentina y el peronismo. Murena describe las rivalidades argentinas en el campo de un estructura de complementariedad y repeticiones; así, en un contexto de "falta de comunidad", señala que la construcción histórica del peronismo obedece a un diálogo profundo -donde se mezclan humillación, rencor, venganza- con la oligarquía y el que nadie y todos son culpables" (1999:103).
7 Originalmente publicado en Sur en 1951 y luego recogido con modificaciones en El pecado original de América.( Buenos Aires, Sur, 1954).
8 De hecho, Rodríguez Monegal señala este aspecto en el mismo ensayo de Murena en que habla de Martínez Estrada.
9 Rodríguez Monegal señala que son once novelas en veinte años lo que Murena reduce a un fracaso previo al logro de Chaves (p.41).
10 "Los parricidas: Edgar Allan Poe", "El sacrificio del intelecto: 1) Horacio Quiroga- 2) Roberto Arlt" "La lección a los desposeídos: Martínez Estrada" y "La pugna contra el silencio: Florencio Sánchez."
11 p.65.
12 Publicado luego en: En el pecado original de América con el título de "El acoso de la soledad".
13 La relación Borges es más compleja. Probablemente, en la inmediatez del trabajo de Rodríguez Monegal asomara como la muestra más significativa y evidente.
14 Se refiere al pasaje de prácticas literarias que le dieran un lugar diferente a los emergentes de la cultura popular, que estaría exhibiendo una complejización de la relación binaria entre peronistas y antiperonistas.
15 La fatalidad de los cuerpos. Buenos Aires, Sur, 1955.
Los herederos de la promesa. Buenos Aires, Sur, 1965.
Las leyes de la noche. Buenos Aires, Sur, 1958.
16 Elsa, la protagonista de Las leyes de la noche atraviesa, sin comprender absolutamente nada, el 17 de octubre, abrumada por preocupaciones personales, íntimas.
17 En ese capítulo se narra el período en que el protagonista vive en Brasil, contrae un matrimonio y consigue una amante a la que embaraza, todo en razón de un impulso de apropiación que no tiene destino. De ese modo, no solo las mujeres lo dejan, sino que es la historia (la personal y la colectiva) la que se le escapa.
18 Sin haberlas concluido, pasa por la carrera militar, la ingeniería y la filosofía.
19 Desde Homo Atomicus. (Buenos Aires, Sur, 1961) y Ensayos sobre subversión. (Buenos Aires, Sur, 1962) en adelante, en un entramado que incluye, del mismo modo que presentamos en este ensayo, su tetralogía novelística "El sueño de la razón".
20 Estos son los polos dialécticos que encierran la imposibilidad de escapar a este pecado de origen. Dado que resulta difícil traducir esta idea de pecado a un término más precisable en términos sociológicos o históricos sin modificar el horizonte de reflexión que presenta Murena, decidimos sostener el lenguaje de corte religioso del ensayista.
21 Efectivamente, desde "Reflexiones sobre el pecado original de América" (1948) hasta "El nombre secreto" (1968) Murena sostiene esta tesis que retoma de Hegel vía Martínez Estrada, indistintamente de que las condiciones de recepción de la misma hubieran variado radicalmente. Un obstinación significativa, quizás solo comprensible a la luz de su ensayo "Ser música" (MURENA, 1973).
22 "La subversión necesaria" en Ensayos sobre subversión es quizás el que más desarrolla esta idea.
23 Pensamos, con Arenas Cruz (1997:368), en la relación intrínseca entre el lenguaje del género y el pensamiento, y entendemos que la posibilidad de imponer orden simbólico en un universo político convulsionado es tan lejana como el intento de seguir esa convulsión con un lenguaje que se pliegue sobre ella.

Referencias bibliográficas
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9. Contotno N° 7 - 8. Julio de 1956
10. Contorno, "Peronismo ¿y lo otro?"
11. Troiani, Osiris, "Examen de conciencia"
12. Sábato, Ernesto. (1956), El otro rostro del peronismo. Carta abierta a Mario Amadeo, Buenos Aires.
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19. Murena H.A. El nombre secreto. Caracas, Monte Ávila, 1969
20. Murena H.A. La metáfora y lo sagrado. Buenos Aires, Tiempo Nuevo, 1973
21. Murena H.A. "Reflexiones sobre el pecado original de América"(1948) Verbum, N° 90 publicado también en: El pecado original de América. (2006) Buenos Aires, Fondo de cultura económica.
22. Murena H.A. "Condenación de una poesía", Sur, N° 164-165, Junio - Julio de 1948.
23. Murena H.A. "Chaves: un giro copernicano" Sur, N° 228, Mayo - Junio, 1954, pp.27 - 36.
24. Murena H.A. "Notas sobre la crisis argentina" Sur, N° 248, septiembre - octubre de 1957.
25. Murena H.A. "Sobre la naturaleza del verbo" 17 Sur N° 177, julio, 1949: 34 - 46.
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30. Murena H.A. "Los penúltimos días" Sur N° 179, septiembre de 1949.
31. Murena H.A. "Los penúltimos días" Sur N° 181, noviembre de 1949.
32. Murena H.A. "Los penúltimos días" Sur N° 183, enero de 1950.
33. Murena H.A. "Los penúltimos días" Sur N° 186, abril de 1950.