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Cuadernos del Sur. Letras

versão impressa ISSN 1668-7426

Cuad.Sur, Let.  n.37 Bahía Blanca  2007

 

Literatura y política en el ensayo "Chile, Polonia, ninguna parte" de Jorge Edwards

María del Pilar Vila*

Universidad Nacional del Comahue.
* E-mail: mpvila@speedy.com.ar

Resumen
El ensayo, género definido con frecuencia como híbrido, proteico y hasta arbitrario, defiende su propia legalidad al ser portador de polémicas, diálogos, interpelación, representación, simbolización. Caracterizado, entre otros aspectos, por la inscripción de un manifiesto yo, este tipo de discurso apela a la puesta en escena de los más diversos temas. Esta voz plantea un tema nacido de las preocupaciones de quien se piensa observador privilegiado de los acontecimientos de la época. "Chile, Polonia, ninguna parte" -ensayo que integra el libro Chile en la mira. Proposiciones y conjuros para sobrellevar el fin de siglo - es el trabajo de Jorge Edwards que se analiza en el presente trabajo. El abordaje parte de la consideración de la estructura del texto y las estrategias a las que apela el autor para darle cuerpo a un tema frecuente en los ensayos de la segunda mitad del siglo XX en Chile: su historia presente y pasada y su futuro.

Palabras clave: Ensayo; Edwards; Literatura.

Abstract
The essay, genre frequently defined as composite, multifaceted, even arbitrary, defends its own legality by being bearer of controversies, conversations, interpellations, representation, symbolization. This type of discurse, characterized, among other aspects, by the presence of a manifest ego, displays a wide range of subjects. This voice expounds a subject matter that arises from the worries of someone who regards himself as a privileged observer of the events of the time. The essay "Chile, Polonia, ninguna parte", which forms part of the book by Jorge Edwards Chile en la mira. Proposiciones y conjuros para contrallevar el fin de siglo, is analized in this work. There is consideration of the text structure and strategies the author appeals to in order to give shape to a common topic in the essays during the second half of the 20th century in Chile: its present and past history and its future.

Key words: Essay; Edwards; Literature.

Recibido: 13/04/07
Aceptado para su publicación: 15/08/07

Y es que el infierno, como el paraíso, están siempre modelados de la sustancia de la que está hecha la hipótesis.
Salvador Elizondo

Preguntarse si el ensayo actual es expresión de preocupaciones nacidas al calor de un clima o atmósfera de pensamiento puesto en escena para su discusión, es, en gran medida, el punto de inicio para la consideración de un tipo de discurso complejo y, por ello mismo, motivo de las más variadas definiciones. Género frecuentemente reconocido como híbrido, proteico y hasta arbitrario, defiende su propia legalidad al ser portador de polémicas, diálogos, interpelación, representación, simbolización. La fuerte intención personal del ensayista por asumir su pensamiento, con su "yo opino", se inscribe en cada línea a veces con estrategias de encubrimiento, otras, con el desenfado que otorga el lugar de reconocimiento dado al autor por una comunidad.

La voz autorial busca instalar un tema que, si bien no es nuevo, tiene el esplendor de lo novedoso, el estallido de lo que pide ser revisado y analizado a la luz de dudas, certezas y conjeturas. En esta operación están presentes las máscaras que asumen los escritores al apropiarse de retóricas que a veces inquietan al lector, en especial cuando optan por desviarse de estéticas dominantes en sus propias obras literarias. La presencia de un yo manifiesto configura un rasgo marcadamente relevante de este tipo de discursos al constituirse la subjetividad como lo esencial y, al mismo tiempo, ser el aspecto más problemático del ensayo (Gómez Martínez, 1981:45). Con esta operación queda a la vista el lugar que ocupa quien asume ese 'yo', cuál es su legitimidad para decir lo que dice, cómo puede resignificar algunas cuestiones que estaban o están presentes en esa sociedad de la que él forma parte. Dar su opinión de los acontecimientos que se discuten o se exhiben con el propósito de generar respuestas o polémicas es una muestra del propósito del ensayista por enriquecer la cultura en la que inscribe su pensamiento. Es, en definitiva, un intento por direccionar su voz hacia los posibles lectores, apelar a una palabra que se vuelva plural en la búsqueda de interlocutores a los que desea hacer partícipes de su pensamiento.

El ensayo interroga conceptual y críticamente al tiempo que produce un discurso metafórico y simbólico. Por lo tanto, el lector enfrenta un texto disfrazado, que juega "a travestirse de otros enunciados y a fingir retóricas a las que luego abandona." (Rosa, 2002:22-23). De modo que la creciente indagación acerca de la condición o no de género de este tipo de discursos, va más allá de las taxonomías pues, como sostiene Erich Auerbach, al margen del contenido del texto, lo que se muestra es una "voluntad de expresión [...] tan viva que el estilo rompe los marcos propios de un tratado teórico" (1996:269), un estilo que reúne la certeza y la duda aunque sin abandonar la idea de estar ante un tema no agotado y abierto a la incompletud.

Nacido al calor de múltiples lecturas, el ensayo deja profundas marcas de las deudas, tensiones y alejamientos de su autor con sus predecesores y con sus contemporáneos. También está su experiencia política, sus lecturas, su vida. Reinterpreta los más variados temas y es precisamente esta capacidad la que le da un lugar relevante, tal como señalan los estudios vinculados con la problemática del género o los trabajos críticos de ensayos literarios1. El texto ensayístico apela a una escritura que interroga el tiempo de pertenencia, para hacer visible/s la/s crisis, para entreabrir caminos y mostrar las huellas de conflictos que no siempre están a la vista. El ensayista, enriqueciendo la provisionalidad que tiene el género, reflexiona y religa los más diversos ámbitos y problemas deslizándose por zonas que laten tanto en la superficie como en el interior de una sociedad, de una cultura, de la historia misma de los hombres. Como sostiene Forster, "el ensayo ha sido, a lo largo de su deriva moderna, el género de la imprudencia, la manifestación de la locura del sujeto allí donde el imperio de la razón hizo lo imposible por ocultar su perturbador origen" (2004:35).

En el caso de Chile, Jorge Edwards, Roberto Bolaño o Diamela Eltit por ejemplo, se ocupan con frecuencia del ensayo. Recurren en particular a este tipo de discursos para exhibir la "imprudencia" que implica romper con ciertas convenciones genéricas, desafiar las normas y revisar la historia con el consiguiente análisis de temas y nombres que han dividido y dividen a la sociedad chilena. Y lo hacen no sólo en libros claramente identificados con este género, sino -y con notoria frecuencia- en los medios de comunicación2. ¿Cuál es la razón para que aparezcan firmando "artículos de opinión" e incursionen en cuestiones que a veces los apartan de las temáticas presentes en sus novelas o cuentos? ¿Se trata de una nueva visibilidad? ¿Se está en presencia de un nuevo intelectual?

Sin dudas hay un propósito de intervención en el debate público, debate en el que se inscriben como quienes 'saben', 'conocen' y hasta tienen una experiencia directa con los tópicos tratados. Se atreven -a partir de la legitimidad que tienen en el campo literario- a discutir ideas aún a riesgo de contradecir (y a veces con el propósito de hacerlo) posiciones o temas instalados y aceptados por la sociedad. No está ausente en muchos de estos trabajos la intención de producir quiebres con la tradición. Se desplazan de su lugar de escritores al de productores de análisis críticos, trabajos en los que se pueden encontrar recurrencias narrativas donde depositan sus inquietudes, interrogaciones y cuestionamientos. Asumen la actitud de quien procura descubrir y mostrar aquello que a veces se pierde entre los pliegues de lo cotidiano, de lo aceptado o de lo desplazado y silenciado.

Al mismo tiempo, y tal vez por debajo del propio ensayo, hay una zona que habla de la existencia de una comunidad lectora dispuesta a recibir y leer estos discursos como ensayos para encontrar en ellos un pensamiento que interprete lo cotidiano, los conflictos del mundo, los problemas de los territorios nacionales, la política, la educación, la literatura, la dictadura. El género acoge, pues, saberes u "objetos" de los más variados dominios, de los más diversos registros semánticos o culturales (Bensmaïa, 1987:19). Los temas se multiplican, se cruzan, se resignifican y para ello transitan vías que van desde el apego a ciertas formas tradicionales del ensayo como lo hace J. Edwards, hasta lograr los desvíos más notables como en el caso de R. Bolaño3 quien no vacila en reunir las temáticas más complejas y heterogéneas y las más dispares retóricas para discutir cuestiones centrales para la literatura y la cultura latinoamericanas. Del mismo modo, Diamela Eltit prodiga una serie de cruces reiterados entre distintos sistemas de comunicación, tal como lo expresan la mayoría de sus libros, aunque tal vez en esta línea, El infarto del alma sea el más relevante4. Cada ensayo, entonces, tiene su propia "operatividad" (Russel citado por Bensmaïa, 1987:39).

Chile en la mira. Proposiciones y conjuros para sobrellevar el fin de siglo5

Integrado por una serie de ensayos de escritores, el libro en su conjunto aborda una cuestión central para el Chile de hoy: la relación de los escritores con los miedos y los fantasmas tanto del presente como del pasado inmediato. Su editor, Carlos Orellana, convoca a un grupo de escritores chilenos para que expresen su perspectiva acerca del tema porque considera que no siempre son actores de los debates generados alrededor de estas cuestiones6. Específicamente destaca que los ensayistas, historiadores o politólogos son quienes siempre participan de las discusiones, en cambio los novelistas quedan fuera de estas convocatorias. La omisión es, desde su perspectiva, inconveniente puesto que el escritor es capaz de apuntar "más al presente, y puede llegar por eso a ser agorero del tiempo que vive" (p.11).

Es llamativo el hecho de que margine del presente -o de la capacidad de ver el presente- a los ensayistas y, en cambio, deposite esa posibilidad en la voz de los escritores, cuando el rasgo sustantivo del ensayista es precisamente instalarse en el presente de las verdades generales. También es compleja la afirmación referida a la escasa intervención de los narradores en los debates. La selección de escritores es por demás elocuente para desmentir tal afirmación. Conocidas son las posiciones, por ejemplo, de Jorge Edwards, Diamela Eltit, Pedro Lemebel, Roberto Bolaño y Marco Antonio de la Parra con respecto a la política chilena, a la relación con los nombres consagrados en el campo literario, a algunas polémicas -como las de Edwards y Luis Sepúlveda- o a la mirada crítica de varios de ellos con respecto al papel de Pablo Neruda en el campo literario chileno. Finalmente, la consideración de dos categorías -ensayista y escritor- presuntamente diferentes, parece obviar la circunstancia de que los escritores con frecuencia incursionan en esa práctica.

El propósito del editor está explicitado en el título del prólogo: "Trece autores en busca de su país" y en la frase inaugural del mismo: "Un personaje funesto de cuyo nombre no quiero acordarme, es, sin que se lo haya propuesto, el responsable de que este libro haya sido escrito" (p.9). De eso trata Chile en la mira: de un conjunto de ensayos que desde las más diversas - y hasta distantes - voces, interrogan la historia pasada, conjuran la figura del dictador A. Pinochet e indagan el presente aún incierto buscando rastrear los secretos, mostrar las contradicciones y así "tomarle el pulso a la época" (Forster, 2004:32) Todos los ensayos que integran Chile en la mira señalan con precisión la particular situación que se ha vivido en Chile. Por caso, Jorge Guzmán expresa en "Chile hoy" lo difícil que resulta "describir en un texto ensayístico la actualidad nacional" (p.33) en tanto que Darío Osés abre su trabajo con una contundente afirmación: "Me asusta Chile" (p.49) No menos rotunda es la consideración de Pablo Azócar, para quien "Hablar sobre Chile en este fin de siglo es hablar sobre la rabia." (p.103) Para Eduardo Labarca es "una fruta difícil de morder, una almendra que se fragmenta en polvo cuando trato de abrirla, una entelequia." (p.197) en tanto que para Diamela Eltit "el siglo XX chileno [...] quedará prisionero en un relato enteramente contaminado por el golpe de Estado de 1973" (p.83). De modo que todos estos discursos exploran el 'cuerpo' de la patria eligiendo acontecimientos, hechos y personajes que son analizados desde distintos niveles. Son miradas e intentos de respuestas a un tema que atraviesa la sociedad chilena y el ensayo, haciendo gala de su "noble función", se hace "eco de la realidad" para "ser conciencia intelectual" del país (Andueza, 1993:10).

La convocatoria está, a su vez, focalizada en el pedido de la escritura de un ensayo. A partir de este presupuesto inicial, se evidencia el propósito de otorgar un peso relevante a la función artística en la medida que el carácter de "escritores" le agrega un valor al tratamiento de los temas. El requerimiento deja a la vista el pensamiento, los distintos niveles de análisis, ecos de otras voces, las retóricas a las que apelarán para convencer, cuestionar, indagar o "lanzar ideas vectoras" como un modo de poner a dialogar al lector y al mundo con sus propias prácticas de escritura y de pensamiento.

Los ensayos que compone Chile en la mira apelan a diversas formas discursivas para refuncionalizar muchas de esas ideas. El punto de contacto es el dolor que les produce el país. El concepto de territorio geográficamente delimitado y la historia se entrecruzan en cada uno de los trabajos de modo diferente. ¿Son solamente pensamientos hilvanados por quienes hacen de la ficción el eje de sus inquietudes creativas? ¿Son trabajos críticos? En rigor cada uno de los ensayos nace a partir de un pre concepto: 'Chile hoy', es decir que el tema está antes, elección que además se declara.

La forma de los trabajos está sostenida por la reflexión, la argumentación, la refutación y reconfirman, una vez más, que todos los "buenos ensayistas son escritores". Se escribe para contar aquello sobre lo que se está pensando, reflexionando y para hacerlo se recurre a una forma híbrida y hasta multigenérica habida cuenta de que es capaz de albergar lo autobiográfico, lo biográfico o lo testimonial. La forma elegida difumina límites, disuelve clasificaciones pero al mismo tiempo las recibe, las reunifica y las resignifica en un productivo juego de apertura y cierre, de resolución y conjetura.

Cada uno de los trabajos discurre por distintas vertientes, se preguntan y repreguntan sin dar respuestas absolutas. Transitan caminos para representar el mundo, para interpretarlo, lo que genera una puesta en escena no sólo de la situación a la que están atendiendo, si no dónde se instalan, cómo expresan sus relaciones con su tiempo, con su cultura para lanzar -otra vez la imagen de ideas 'vectoras' es más que significativa- sus reflexiones y sus ideas a un ámbito más amplio.

Ese país que duele

"Chile, Polonia, ninguna parte"7 es el trabajo de Jorge Edwards que analizaré a partir de considerar su estructura y las estrategias a las que apela el autor para darle cuerpo a un tema frecuente en los ensayos de la segunda mitad del siglo XX en Chile: su historia presente y pasada y su futuro. Se trata de un ensayo fuertemente argumentativo que conjuga las afirmaciones con las aporías de modo sumamente productivo. A la seguridad que otorga el dato histórico (por ejemplo la referencia a la carta de San Martín) le incorpora de modo inmediato la incerteza que, a la luz del presente, ofrecen esos conceptos: "pero no estamos del todo seguros de ser República, es decir de ser una democracia auténtica, y no tenemos, por otro lado, la menor exclusividad en esta materia" (p.15). La forma elegida para desarticular la 'verdad' de la historia es la interrogación perturbadora: "¿No será que ese gran pasado, esa República que San Martín observaba con respeto y con asombro desde su destierro, es uno de los tantos mitos de la vida chilena?" (p.16) Ante esta pregunta y en la búsqueda de una explicación en cuanto a su valor retórico, prefiero apelar al concepto de "táctica sin estrategia" para su análisis: "the Essay appears as one of those rare literary texts in which literariness asserts itself from the beginning to end: as a tactics whithout strategy8 (Bensmaïa, 1987:54).

La interrogación concentra dos aspectos centrales para la historia y la vida chilena: la inscripción del general argentino en la tradición y el alto sentido nacional característico del pueblo chileno. Son dos ideas que aparecen desplegadas como la representación de una "lucha simbólica" e íntimamente vinculadas con posiciones ideológicas. El texto vuelve sobre sí mismo, operación que implica un retorno a las preguntas motivadoras del ensayo. Ese Chile que hoy le duele es aquel que el Gral. José de San Martín consideraba el único país capaz de "ser republicano hablando la lengua española"; ese Chile que hoy le duele es el que tiene la obligación de "encontrar la síntesis en apariencia imposible de la memoria y el olvido". (p.31) Si bien no son desplegadas de modo absoluto, el autor abre una serie de interrogantes con respecto al papel que les cupo a lo largo de la historia a ciertos sectores sociales chilenos. La inmediatez de los hechos allí descriptos -y observados- genera en el lector una relación muy singular con lo contado y discutido ya que el ensayista, desde su propia experiencia, va actualizando datos tomados de la cultura, de la sociedad, de la política o de la literatura:

"¿No será un espejismo que nos gusta contemplar de vez en cuando, para consolarnos del presente y de su desierto? ¿No había, detrás de aquel famoso Estado de derecho, de aquella República "en forma", una sociedad no integrada, sostenida por la dictadura de una minoría bajo la apariencia bien presentada, bien maquillada, de un poder ejecutivo fuerte?" (pp. 16-17)

Recurre a la primera persona plural de modo que el nosotros se disemina por todo el ensayo, un nosotros que, mediante la utilización de modalizadores apela constantemente al lector con el propósito de involucrarlo y comprometerlo: "No podemos pensar, claro está, [el destacado es mío] que la política chilena sea todavía tan de minorías, tan poco abierta y democrática, como la de fines del siglo pasado" (p.17). Un nosotros que, en ocasiones, logra el borramiento del enunciador, para permitir al ensayista posicionarse como un especialista del entender: "Cada búsqueda de un lugar del pasado es una decepción grave. Sobre todo cuando el que busca regresa desde lejos y desde hace tiempo" (p.29). Para el ensayista, decir es apelar a un espectro muy amplio: desde donde uno habla, desde donde uno escribe y también desde donde se lee (Bensmaïa, 1987:23).

El autor va 'ensayando' su propia argumentación: presenta las ideas, las discute, las pone en crisis y abre camino para que los conceptos sostenidos ab initio sean resignificados e impulsen a la polémica. La escritura se desliza libremente y no apela a modificar la realidad de Chile, más bien, está sostenida por el propósito de alertar y mantener vivo el recuerdo de los hechos contados; es pues, una 'táctica sin estrategia'.

Resulta interesante observar el modo en que incorpora la incertidumbre; lejos de polemizar de modo frontal, utiliza estrategias que morigeran y hasta atenúan el juego polémico, mostrando que la lógica del ensayo es la lógica de la complicación. Las ideas no se despliegan totalmente:

"Pero la transición nos quedó atascada, medio coja, y no sabemos exactamente cómo ni cuándo. Podríamos tratar de explicar el por qué en detalles, en accidentes políticos, pero lo que nos interesa es tratar de reflexionar sobre las razones de fondo." (p.16)

sin embargo su opinión está subsumida en la inquietante duda, exhibiendo el modo en que el ensayista se detiene crítica y reflexivamente en la historia y en su propia experiencia. La utilización del segundo 'pero' reduce la confrontación y permite asumir un tono reflexivo, lo que no implica que el tema resulte intrascendente y no llame al debate. Fortalece este último aspecto con la incorporación de datos históricos apelando así a una comunidad que es partícipe de lo narrado: los nombres elegidos se vinculan directamente con la construcción de la nación tanto en el campo político como literario, al tiempo que el ensayista se ubica en un sitio desde donde valida su figura y de su voz, lugar que le permite abrir la polémica, en particular cuando hace una dura crítica de los partidos políticos chilenos.

Engarza estos conceptos con un acontecimiento estrechamente vinculado con la historia política latinoamericana y con la suya: la Revolución cubana y la relación de Cuba con Chile y su función diplomática en la isla. Toma datos del 'afuera' con el propósito de instalar el debate dejando a la vista su opinión pero también su experiencia en tanto partícipe de los hechos comentados y discutidos:

Cuando yo estaba solo en La Habana a fines del año setenta, en una embajada chilena simbólica, formada por mi persona, mi habitación en el Hotel Habana Riviera y mi máquina de escribir portátil, además de un timbre de goma que había encontrado entre los trastos de la embajada de años anteriores, visaba tres o cuatro pasaportes oficiales o diplomáticos diarios de cubanos que viajaban a Santiago. Viajaban a "ayudar" al naciente socialismo chileno. "No nos ayuden tanto, pensaba yo para mis adentros, consciente de que los diligentes enviados, militares o civiles, iban a meter la pata de una manera o de otra, pero ellos ya habían decidido que estos pensamientos eran propios de un burgués liberal, es decir, de un hereje, de un condenado por la historia. (p.20)

Abusé con la extensión de la cita porque creo que aquí se puede reconocer la matriz de todo el ensayo. La manifiesta inscripción autobiográfica otorga a lo contado un alto grado de verosimilitud. El ensayista apela a la reiteración del pronombre personal "mi", cuestión que le permite unir las referencias al mundo privado con el modo en que se tejieron las relaciones chileno-cubanas en el momento en que fue convocado para la apertura de la embajada en Cuba durante el gobierno de Salvador Allende. Esta enumeración no sólo marca la presencia del yo, sino también alude a su crítica al gobierno de Allende a quien le imputó un manifiesto abandono9. Es también una crítica a la actitud del gobierno cubano con respecto a su persona y al gobierno a quien representaba. Y un poco más allá. Pone en escena la crítica a esos 'diligentes enviados'. Este último aspecto retoma un momento de su historia personal e intelectual: el modo en que su expulsión de Cuba y la aparición del libro Persona non grata le generaron una compleja colocación en el campo cultural latinoamericano.

El texto, pues, se construye a partir de lo que Eduardo Grüner llama "voluntad de confrontación" esto es escenificar la querella, propósito sostenido por el "equilibrio delicado [del] rigor de la argumentación" (2000:94). La sutil equidistancia entre lo 'objetivo' y lo 'subjetivo' del relato se asienta en un manejo no menos sutil de la ironía. Este ensayo -como otros- "es un campo de combate donde se explicitan las políticas de la lengua, de la literatura" (Grüner, 2000:96) y en el que emergen de modo sustantivo las polémicas nacidas de circunstancias históricas, sociales y culturales.

Por otra parte, el entretejido que hace entre el mundo latinoamericano y la Unión Soviética y Estados Unidos es un nudo de confrontación, en particular si se observa que deposita gran parte de la responsabilidad de estos dos países en los acontecimientos nacidos a partir del golpe de estado. Sin embargo, este hecho no queda en una instancia pasada; por el contrario, la vuelta al presente está perfectamente delimitada: "Y ahora, en estos mismos días, observamos una forma curiosa e inédita de intervención, también, en su fondo, internacionalista, y llevada por dos viejos amigos animados por un repentino celo justiciero"(p.21), referencia que le permite plantear una propuesta frecuente en muchos trabajos periodísticos de Edwards: la aspiración a conseguir que la justicia "sea posible en Chile". Ingresa, entonces, una cuestión que divide el campo cultural chileno: la relación con los organismos internacionales a la hora de juzgar los responsables de la dictadura chilena, en especial el tema del juzgamiento de Pinochet. O para decirlo en términos de Liliana Weinberg, la referencia "a los símbolos y a los procesos de simbolización" apunta a considerar "procesos interpretativos" que ligan "la experiencia individual con la experiencia social y a través de los cuales, precisamente la experiencia deviene sentido" (2003:493).

El gesto político inunda el ensayo: "¿No somos serios como país, o la comunidad internacional, por lo menos en Occidente, nos cambia las reglas de juego cada vez que le conviene?" Ese país que duele entra en conflicto con el mundo y el ensayista muta el dolor en juicio: "Es probable que haya algo de las dos cosas, y que nosotros no terminemos de darnos cuenta" (p.19) Su posición es contundente, aunque sabe de antemano que generará reacciones internas y externas: "No puedo aceptar la noción que se ha escuchado mucho en algunos lados; ya que no somos capaces de juzgar nosotros al general Pinochet, júzguenlo ustedes" (p.21). Su capital simbólico le permite correr ese riesgo y por ello explicita su posición política. Edwards concibe su discurso como el lugar "en el que se juega el conflicto de las miradas que se echan", en este caso, sobre la política de su país. (Grüner, 2000:96), permitiéndose, además, incluir cierto tipo de expresiones que tiñen el trabajo de un tono menos académico ("¡Pobre país!"; "Qué manera de mostrar la hilacha"); sin embargo, de modo inmediato despliega una síntesis crítica de las distintas instancias políticas por las que debió atravesar Chile.

Evocaciones y olvidos

El ensayo está sometido a constantes pruebas e investigaciones, a prueba y contraprueba. Realizado el tránsito por el pasado inmediato (la mención al gobierno de Frei Montalvo) y por el presente (gobierno serbio y cubano), el pasaje temporal se religa con nuevas interrogaciones: "¿Será una condición criolla, congénita, la de ser ingenuos, provincianos, toscos, incapaces de captar la sensibilidad del mundo exterior? ¿O será una condición nueva, uno de los pasivos de nuestra crisis de los setenta, por así decirlo?" (pp.22-23). Los temas van de un lado a otro mediados por la mirada incisiva de quien está deteniéndose en el presente sin desatender el pasado. El texto no pierde de vista una ida y vuelta entre ambos tiempos, razón por la cual la remisión a Andrés Bello, organizador de la vida política e intelectual chilena, se orienta a la evocación de un país carente de vida culta, pero pleno de "aire de libertad, de tolerancia", recuerdo que se amplifica frente a la certeza de la reiteración de los hechos. La expresión "era algo" opera como un indicador de polémica focalizado en un presente que emerge con precisión "quizás más, en el fondo, de lo que existe ahora" contribuyendo a dejar la aserción en forma incompleta. Sus propias argumentaciones están sostenidas por la duda, cuestión central para un ensayo que apunta a llevar al lector a reflexionar, a poner en cuestión aspectos pensados por una comunidad de modo cerrado. La utilización de conectores causales "porque el país ha salido de su larga crisis" -que parecen destinados a dar una afirmación irrebatible- son morigerados con expresiones -como "si es que ha salido"- que exhiben la duda del ensayista.

Un fuerte tono conjetural comienza a invadir el ensayo. Recurre a la historia de la literatura y a nombres centrales para el campo literario chileno, uniendo la figura de Bello con la de Mariano Lastarria, escritor relevante, y en un cruce que pone de manifiesto la profunda relación que hay en toda la producción de Edwards entre historia y literatura, aparecen nombres de ambos campos: Benjamín Vicuña Makena, Alberto Blest Gana, Vicente Pérez Rosales, José Manuel Balmaceda. Historia, literatura y política son las zonas en las que se asienta el ensayista para desplegar su idea de ese Chile doloroso y dolorido. No es casual, por cierto la elección de los nombres. En este mapeado de la historia de Chile se encuentra al organizador de la ciudad de Santiago, especie de Barón de Haussman, que diseñó la ciudad a la manera de las grandes capitales y que siguió el modelo de la ciudad vidriera, nombre que se une al de Blest Gana, el escritor de la "gran novela nacional". A su lado está Pérez Rosales, el expansivo político que abrió camino a las tierras del sur y con él, Balmaceda, el presidente de fines del siglo XIX que reestableció las relaciones con la iglesia, hizo de la obra pública el eje de su gestión e incorporó capitales nacionales a la industrial salitrera. Su final de mandato estuvo marcado por el golpe de estado y la guerra civil de 1891 que modificaría el curso de la historia chilena. De modo tal que los personajes aludidos están íntimamente relacionados con la instancia conformadora de la nación: las letras, la política, la historia. Y son precisamente estas figuras centrales el soporte elegido por Edwards para contrastar con los tiempos presentes: debilidades políticas, escaso valor de la cultura, ausencia de debates. Y va más allá: imagina la posibilidad de un Andrés Bello ante las cámaras de TV para sostener que "[s]i llegara a ocupar un espacio en algún canal de televisión, hipótesis altamente improbable, los responsables del medio lo acusarían de alcanzar escasa sintonía" (p.24).

El ensayo oscila entre el tiempo del progreso, de la educación, de la gran novela y el de un presente que asiste a la pérdida de valores, a las relaciones inquietantes, a las polémicas sin fin: "Observo en estos días la candente polémica sobre los derechos humanos y sobre la justicia. Es el tema crucial, el nudo esencial y ultrasensible del Chile de fines de siglo" (p.30). Su voz, su pensamiento, su proyección social está explicitada. No hay distancia con lo narrado. Se está en el nivel más profundo de la participación con lo tratado. El ensayista está 'cruzando el vado'.

"Chile, Polonia, ninguna parte" permite, además, ver cómo teje sus relaciones en el campo literario: la mención a algunos autores europeos como Alfred Jarry es el camino elegido para mostrar ciertos rasgos de la sociedad chilena, y en especial el tema de la dictadura. El lector cuenta, además, con información adicional al disponer del préstamo que el autor toma de El rey Ubú para dar título a su ensayo: "En la galería de los dictadores de la segunda mitad de este siglo, el nuestro es el que más se parece, en realidad, a un personaje de la literatura moderna, El Rey Ubú, de Alfred Jarry, autor emparentado con el surrealismo francés."

En ese juego voces referidas, de intertextualidad, tan presente en el ensayo, se menciona a Guillermo Cabrera Infante, nombre que le sirve para marcar su posicionamiento con respecto a la revolución cubana, pero también para identificar su pasado y su presente con el del escritor cubano: "A veces me digo que el Chile de mi adolescencia y mi juventud no está menos desaparecido que, por ejemplo, [...] La Habana de Guillermo Cabrera Infante, la de La Habana para un Infante difunto". Y en la operación de cruces no deja afuera su propia obra, la que aparece citada de modo muy general aunque presuponiendo el conocimiento de la misma por parte del lector: "como el Chile de algunas playas imaginario-reales descritas en mis obras de ficción" (pp.28-29). Menciona sus crónicas y la relación escritura- lector, hecho que funciona como una tarea arqueológica de su propia obra. Las reflexiones se trasladan a aspectos más generales que son presentados casi con un estilo aforístico: "Sin memoria no hay país, no hay conciencia, pero sin olvido no hay posibilidad de una sociedad civil reconciliada" (p.31).

El autor invita a la reflexión con un discurso en el que entremezcla lo ideológico, el recorrido por la historia y por la literatura, en el que teje o refuerza sus vínculos con otros escritores y en el que despliega su voz autorizada. Lo hace desde sus propias dudas pero también desde sus certezas, combinando, a la manera de Montaigne, "la experiencia de vida" con "la experiencia de lectura". Ambas contribuyen a configurar el escritor que busca ser, ambas delinean con quién quiere ser vinculado, con quién procura dialogar. A la manera del ensayo barthesiano, escribe "por fragmentos: los fragmentos son entonces las piedras sobre el borde el círculo: me explayo en redondo: todo mi pequeño universo está hecho de migajas: en el centro, ¿qué? (Barthes, 2004:126).

El ensayo exhibe el modo en que la literatura concreta y perpetúa la validez del pensamiento crítico y reflexivo de los escritoes10, interpreta acontecimientos, sucesos, conflictos pero también advierte los peligros que amenazan a una sociedad que todavía se debate en la crisis, en la confrontación, en las profundas heridas que dejó un tiempo en el que el autor y su obra están presentes. Como sostiene R. Musil, participan del ensayo "sentimientos, ideas, conjuntos complejos de deseos [...] pero el hilo de un pensamiento arranca de su sitio a los demás, y sus desplazamientos, incluso meramente virtuales, condicionan la comprensión, la resonancia, la segunda dimensión del pensamiento" (1992, 344).

El ensayista apela a "la palabra suficiente" para poder, así, mantener la conexión entre las distintas ideas que dominan el campo cultural chileno en significativa muestra de su interés no por los significados, sino por los más variados "mundos" que ellos encierran. La voz del ensayista resuena en "Chile, Polonia ninguna parte" depositando su palabra en los intersticios más inquietantes de una sociedad. Pone en evidencia que este género "imprudente" es el que permite reflexionar con profundidad acerca de tiempos y asuntos siempre presentes en el imaginario colectivo.

Notas
1 La variedad de definiciones encierra, casi de modo simbólico, la multiplicidad de posibilidades de expresar el sentido y la forma del ensayo. Desde considerarlo un "artificio literario que sirve para hablar de casi todo diciéndolo casi todo" (E. Nicol), pasando por "una carpeta de varios, un cajón de sastre, donde entra todo lo que no tiene clasificación en otra parte" (E, Gómez Baquero) hasta la afirmación de que es "un síntoma inequívoco de madurez" (G. Díaz Plaja), las definiciones se suceden casi hasta el infinito y el lector se siente tentado a tomar una parte de cada uno de ellos. Quizás sea ésta una forma de entender la esencia del ensayo.
2 Edwards otorga un valor muy alto al trabajo periodístico. En un ensayo titulado "Desde el periodismo", destaca la imbricación que existe entre esta práctica discursiva y la literatura. Hace notar cómo el periodismo está en los orígenes de la literatura moderna y remarca el modo en que los nombres destacados de la literatura incursionaron en esta práctica. Emergen en este ensayo los nombres de Bello, Lastarria, Pérez Rosales y Vicuña Makena. Cfr. Estudios públicos. 53 (verano 1994), Santiago de Chile, pp. 235-239.
3 ienso especialmente en las operaciones que realiza en Entre paréntesis. Ensayos, artículos y discursos (1998-2003), Barcelona: Anagrama, 2005.
4 No dejo de considerar, además de la relación entre literatura y fotografía, la que establece entre el discurso crítico y el simbólico. Cfr. Emergencias. Escritos sobre literatura, arte y política, Chile: Planeta/Ariel, 2000.
5 Orellana, Carlos (Editor) Santiago: Planeta, 1999. En lo sucesivo se cita por esta edición.
6 Los autores que participan de esta edición, además de Edwards, son: Jorge Guzmán, Darío Osés, Alejandra Rojas, Diamela Eltit, Pablo Azócar, Jaime Collyer; Carlos Iturra, Pedro Lemebel, Carlos Franz, Eduardo Labarca, Roberto Bolaño y Marco Antonio De la Parra.
7 Pp. 15-31.
8 Destacado en el original.
9 El tema da motivo a su polémico Persona non grata.
10 Cfr. Elizondo, Salvador Teoría del infierno, México: Fondo de Cultura Económica, 2000, p.26.

Referencias bibliográficas
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4. Bensmaïa, Réda (1987), The Barthes effect, the essay as reflective text, Minnesota Press.
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10. Weinberg, Liliana (2004), Umbrales del ensayo, México, Universidad Autónoma de México.
11. Weinberg, Liliana (Editora), (2003) Ensayo, simbolismo y campo cultural, México, Universidad Autónoma de México.