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Cuadernos del Sur. Letras

versión impresa ISSN 1668-7426

Cuad.Sur, Let.  n.37 Bahía Blanca  2007

 

Sergio Pastormerlo, Borges crítico, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, pp. 197.

Omar Chauvié

Universidad Nacional del Sur

Recibido: 05/12/07
Aceptado para su publicación: 20/12/07

La afirmación de la portada del libro se vuelve cuestión ya en el título del primer capítulo. Si bien sucinto en su formulación, ese interrogante inicial tiene enorme alcance: ¿Borges crítico? De ahí en adelante las preguntas pautarán el ritmo del trabajo que indaga, por imperativo de la selección, aquellos textos generalmente breves, preliminares, muchas veces periféricos a la publicación en libro. Esa es la plataforma germinal, pero de ninguna manera es restrictiva, sino un horizonte en continua apertura.

Los interrogantes están tan fuertemente planteados desde ese primer título que permiten arribar durante el proceso de lectura a una perspectiva cierta de lo que se pretende, son el hilván perceptible de la argumentación. Están las preguntas medulares (¿quién es el autor de una traducción?), las preguntas centrales (¿Fue Borges alguna vez un vanguardista?), las específicas (¿Qué leyó Borges a mediados de 1938 al leer la Introducción a la poética de Valery?), las que guardan un dejo de inquietud (¿Una herencia de Groussac? o ¿Se celebró la crítica de Borges para no otorgarle la credencial de crítico?), las que se formuló el mismo Borges (¿puede o no puede ser arte una novela policial?). No encuentran lugar las preguntas retóricas.

Los itinerarios que aquí se perfilan hacen, por un lado, a una figura singular y, por otro, a los bordes de cambio de nuestra cultura, las franjas que van emergiendo, aunque trabajadas, tienen un flanco desconocido en su magnitud de transformación.

En tal sentido este libro permite vislumbrarse como una marca futura. Hay una zona, probablemente, vital del libro que nos constriñe; se localiza allí donde, por hábito, no tenemos prevista una incomodidad. Acontece cuando debemos volver unas páginas atrás y preguntamos, revisar unos años atrás con nuevos interrogantes, recordar unos libros atrás para inquirir nuevamente. Y alguna de las inquietudes que los lectores llegamos a plantearnos en el transcurso de esa lectura están vinculadas con la condición central en nuestra literatura que posee Borges, si ésta pasa primordialmente por su tarea magistral como cuentista o como poeta o, aun, el por qué del trato reverencial que habitualmente reciben su figura y su obra. Este es el momento en que, podemos asegurar, el libro surtió su efecto.

No será entonces, una aproximación sencilla porque tantas preguntas no reservan sosiego en la respuestas. Pero como no se trata de decretar del final de la era Borges ni de enaltecer su imagen sin moderación porque no hay, ni con el objeto ni con los estudiosos del caso, una lectura complaciente, no deja de acariciar los buenos momentos ya festejados ni de incomodar posturas ya casi fijas, ociosas.

Si rearmamos el pasado con el propósito de ver las posibles derivas de nuestra actualidad, el libro nos sorprende con la posibilidad de que ante la ausencia de las intervenciones críticas de Borges nuestra literatura no sea la misma. Pero, más aún, cuando el texto nos hace saber que esa actividad de su escritura es la situación primordial de cambio.

Sin prescindir de sus restantes condiciones como creador, muestra que Borges no es crítico como una categoría más sino que es básicamente crítico. Pero en el recorrido establecido la perspectiva es integral porque, si bien el centro concreto es la zona específica de los ensayos y los artículos periodísticos, proponiendo el ensayo crítico como la forma genérica que prevalece en su escritura, se trata de leer en toda la producción borgeana la dimensión del crítico. Esta lectura amplia está atravesada por esa perspectiva autoral que, como aquí se señala, no siempre le fue reconocida, pero constantemente ejerció: los géneros literarios alternaron o estuvieron ausentes en su escritura pero la crítica fue una disciplina permanente.

Consciente de la dificultad y previendo la aprensión inquieta de nuestra lectura, Pastormerlo se lanza a la dificultad de la tarea y la plantea paradójica: "defender la tesis de que Borges fue un crítico parece, en realidad, la mejor manera indirecta de cuestionarla". Para ello, la mirada amplia focaliza en un tramo biográfico e histórico-cultural determinado, las décadas del veinte al sesenta, y allí diseña una minuciosa división en etapas. Se marcan cambios, momentos de giro, nuevas perspectivas: los inicios de su carrera literaria, la inscripción una fase croceana en la concepción de los géneros, frente a la irrupción de una figura de escritor como la del sacerdote, los momentos de "relativa marginalidad" en el campo literario y las instancias de consagración, las distintas imágenes de escritor que va gestando.

La maestría del escritor Borges que nos mantiene sujetos a cualquiera de sus textos a partir de la ganancia interna de la escritura, no alcanza a desviar la firme dirección elegida, porque aquí, en todo momento, se siente la literatura como parte de un entramado de los diversos elementos de lo social, al igual que cualquier otro episodio de la vida humana. De manera directa o indirecta, el hecho literario, central en Borges -en su acción, en su vida, en su obra-, aparece claramente formando parte de una reticulación muy extendida que incluye relaciones, anécdotas, condiciones de circulación literaria, aspectos económicos. Esa red muestra siempre su tejido: cuando el autor hace el gran esfuerzo, por caso, de separar literatura y política, alrededor de los años cuarenta, es el momento en que con mayor claridad se evidencia esa relación en su producción crítica. A su vez, su consagración no se puede escindir de la realidad nacional: la caída de Perón sería el fin "de la relativa marginalidad desde la que escribió El jardín de los senderos que se bifurcan y El Aleph"

Y en ese marco, la significación de los años y el sentido de las palabras se mixturan al compás de los libros y los acontecimientos vitales, de un modo sobrio, sin caer en momento alguno en desviaciones biografistas. El accidente de 1938 o la ceguera que lo afecta en la mitad de su vida se convierten en "una dolencia esencialmente literaria". Así, se ponen en paralelo la entrega total a la Literatura de Hladík, el protagonista de "El milagro secreto", con la anécdota del comentado accidente doméstico, durante cuya recuperación repasa su "integridad mental", del mismo modo que el personaje creado en la ficción vive sus últimos momentos, a través de ejercicios específicamente literarios. El accidente casero se vuelve "un accidente literario". Los límites ya no son claros.

Se trata, entonces, de la proyección en el mundo, no el cierre bajo las cuatro llaves del texto. Borges dice: "La imagen de sí mismo que un escritor deja en los otros es también parte de su obra". De ahí que en este libro se aborden de manera pormenorizada las figuras de autor gestadas. Así, la imagen del escritor no profesional, del hombre de letras "puro", y, con más detalle aún, la configuración del escritor como sacerdote y asceta.

En esa evaluación se descubre una de sus metodologías de trabajo, "El mismo solía buscar la originalidad de sus lecturas en un desvío respecto de las imágenes preestablecidas de los escritores". Ese procedimiento funciona no por la relación entre imágenes y autores empíricos sino entre imágenes y lecturas. Estas son algunas de las maneras en que se destacan, sin excesos, los anticipos borgeanos a futuras cuestiones tanto teóricas como críticas.

Si bien no es toda la trayectoria del autor, Borges crítico es, en buena parte de su desarrollo, una biografía, o una aproximación a una biografía intelectual del autor, primordialmente analítica, pero que guarda el gusto del buen relato. A la vez, suele adquirir el tono de una vida novelada, probablemente por esto se vuelve asimilable, por la habilidad con que se disemina capital anecdótico en medio del análisis, logra la condición de una lectura que no se puede catalogar como sencilla, pero, seguramente, será accesible.

Dentro de los márgenes que permite el formato elegido intenta contar la historia de un crítico. Tal vez por ese carácter recordemos líneas como esta: "Borges, dijo Renzi, es un escritor del siglo XIX. El mejor escritor argentino del siglo XIX". Aunque no es ese el centro episódico del libro, no forma parte del planteo central, este pasaje de Respiración artificial resuena de manera constante en la lectura de Borges critico, porque la reconstrucción de la perspectiva borgeana surge, entre otras cosas, a partir de los vínculos que establece con el siglo en cuyo cierre nació el autor en cuestión, permanentemente retoma los puntos que vinculan a Borges con concepciones de esa centuria. Las imágenes y problemáticas que reconstruye el texto de una manera u otra remiten a lo decimonónico, así la figura del lector supersticioso es la inversión (pero continuidad al fin) de la figura del filisteo tan vapuleada por los modernistas y en particular por Rubén Darío. La cultura del XIX, los grandes debates, están en el texto a través del tamiz borgeano, es el periódico del XX a través del cual nos anoticiamos de los acontecimientos intelectuales del siglo precedente. Esos asuntos son parte de su constitución como letrado y él los mantiene a lo largo del nuevo siglo. Lo que hace del presente libro un trazo panorámico que completa restos de la afirmación de Piglia y los hace prosperar.

Esos dos siglos de cultura argentina, la literatura y su relación con el mundo, el original y traducción... el cuadro es muy completo y se va conformando una estructura que abarca un conjunto que sugiere movimiento, dinámica, que en ningún momento se restringe a la figura autoral o a la estricta producción textual. Y en ese marco se analiza la construcción de la figura de escritor, la biografía literaria.

Se aprovecha el punto nodal que es Borges y de allí cuestiones que lo trascienden. Elige un cristal sobre el que convergen diversas líneas de luz y se refractan y multiplican contra una tapia que ya no podrá ser únicamente colorada: la presencia del mercado y sus condiciones, la confrontación entre crítica universitaria y crítica de escritores, las diversas figuras de autor y de lector, el problema del valor en la crítica literaria.