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Cuadernos del Sur. Letras

versión impresa ISSN 1668-7426

Cuad.Sur, Let.  n.40 Bahía Blanca  2010

 

Carlos Correas: intolerancia, pasividad, acorralamiento

Carlos Surghi*

* Becario del Centro de Estudios Avanzados-Unidad Ejecutora CONICET - Investigador del Centro de Investigaciones Facultad de Filosofía y Humanidad, Universidad Nacional de Córdoba. Correo electrónico: carlossurghi@yahoo.com.ar

Resumen
Carlos Correas (1930-2000), ensayista argentino, filósofo, miembro del grupo Contorno y novelista, concibió el género ensayístico como una forma en la cual confrontar el vitalismo de una poética particular con la rigurosidad de una postura intelectual sumamente singular. En su último libro titulado Ensayos de Tolerancia (1999), dicha concepción encuentra un modo de expresión en el cual la exposición, la argumentación, la discusión y la opinión sobre la contemporaneidad argentina de fin de siglo se piensan desde el cruce entre autobiografía y reflexión. Teniendo en cuenta la forma que este autor le otorga al ensayo dentro de la tradición argentina, nuestro texto propone una lectura que estudia las figuras de la intolerancia, la pasividad y el acorralamiento con las cuales Carlos Correas le da a la escritura ensayística un giro autobiográfico.

Palabras clave: Ensayo; Autobiografía; Literatura argentina.

Abstract
Carlos Correas (1930-2000) -Argentinean essayist, philosopher, member of Contorno group and novelist- has conceived the essay genre as a form which can confront the vitalism of a particular poetic with the accuracy of an extremely singular intellectual posture. In his last book Ensayos de Tolerancia (1999), this conception finds a way of expression which thinks the exposition, the argumentation, the discussion and the opinion of the Argentinean contemporaneity from the autobiography and reflection crossing. Considering the form that this author grants to the essay inside the Argentinean tradition, our text proposes a lecture which studies the figures of intolerance, the passivity and the cornering, attending to the way in which Carlos Correas uses them to give the essay writing an autobiographic turn.

Key-words: Essay; Autobiography; Argentinean literature.

Fecha de recepción: 26 de Abril de 2011
Aceptado para su publicación: 2 de Noviembre de 2011

Una escritura sin propósitos

Desde que Montaigne entendió el ensayo como una forma de objetivar el propio reflejo carcomido por el paso del tiempo, la historia ha destinado a esta forma dos horizontes en los cuales la comprensión de la modernidad nos acerca y nos distancia del fantasma referencial. Por un lado el ensayo parecería ser una especie de aventura espiritual en la cual, por detrás de la argumentación empleada y las discusiones alcanzadas, aguarda en realidad una biografía cifrada de los ensayistas. Es más, hasta nos atreveríamos a decir que la suerte corrida por este género es la suerte corrida por esa extraña denominación que reúne bajo la forma de escrituras del yo los posicionamientos de la subjetividad, ya sean estos autobiográficos, testimoniales o inherentes a la experiencia. Pero por otro lado, si el ensayo es el espacio destinado a dar cuenta de las aventuras del saber, lo es justamente porque en él el espíritu, como señalara Adorno, mantiene intacta su libertad, lo cual permite pensar en un nivel de intimidad al que el resto de las formas del conocimiento han renunciado. Por lo tanto la singularidad del género estaría no tanto en esta distinción que regula sus procedimientos, sino más bien en el extremo en el cual una y otra distinción buscan llegar a un punto en donde se confunden y producen un verdadero acontecimiento teórico de alta irreverencia. Tanto es así que el ensayo puede llegar a ser un despropósito de la escritura, una negatividad propia de la subjetividad que transgrede cualquier tipo de objetivación. Un pensamiento solitario, aislado del resto de las formas y sin otro fin que la propia elaboración es el que esperaría si, quien escribe, es decir el ensayista, llevara hasta el extremo esta especie de libertad sin restricción que desde el vacío construye una imagen que lo distorsiona todo en procura de ser solo transparente para sí mismo.

Una figura particular de ensayista es la que encontramos en la práctica de la escritura como reflejo no solo de las ideas que atraviesan una época sino también como forma de ser atravesado y distorsionado por el discurrir representativo de esa escritura. ¿Qué escribe entonces el ensayista que se sitúa en su momento singular? ¿La tonalidad emotiva de su época que lo obliga a desaparecer? ¿El propio rostro de su aspiración autobiográfica que tiñe el entorno con su sensibilidad? En cada una de estas preguntas parece debatirse para el género ensayístico un acercamiento entre dos aspectos fundamentales de su actualidad como forma. Por un lado el condicionamiento histórico no deja de estar presente como un impulso que lleva a practicar una respuesta ante la incógnita propia de la capacidad inventiva del sujeto: ¿quién soy, dónde estoy, qué hago? Ya desde los antecedentes del propio Montaigne ensayar significaba dialogar desde esas insignificantes preguntas con el discurrir de la sustancia que nos arrojaba al devenir mismo del tiempo. Sin embargo, en la singularidad del género intuimos que el condicionamiento histórico no es más que un sustento de referencialidad para las argumentaciones que sostenían una diputa; pues lejos de él, en el terreno imaginario del cual el ensayo saca sus recursos representativos, el tiempo propio de la argumentación no es más que la subjetividad misma vuelta forma, enunciación o simples palabras que dibujan una forma. Es por eso que el recurso literario, siempre presente y siempre como un último recurso a través del cual se manifiesta esa singularidad, produce en este género lo que podríamos denominar una fuga hacia adelante, la que significa que su práctica, su ejecución y su negación se piensan como una escritura que suspende toda noción de historia. Quien escribe entonces para ensayar el diálogo imposible, emprende la búsqueda de una superación histórica más que la reproducción de un simple reflejo o una subordinación objetiva. Dicha superación estaría dada justamente por la presencia no solo del procedimiento propio del ensayo como ya Adorno en sus Notas de Literatura lo señalara al definirlo como negatividad pura (Adorno, 1962:123), sino también por lo que aún queda en él de singular; nos referimos a su intolerancia, su pasividad y su acorralamiento como manifestaciones de la subjetividad desplegada en todo su poder. En esas formas fantasmas de escribir, se estaría manifestando entonces una especie de movimiento trascendente a la inversa, el cual, nos permitiría pensar el ensayo como una aspiración sin finalidad, es decir, como una senda del pensamiento que desanda el camino de la historia hacia la encrucijada de la experiencia.

La tolerancia imposible

La singularidad manifiesta en este género se observa en la postura llevada adelante por Carlos Correas en su último libro de ensayos titulado justamente Ensayos de tolerancia. Y desde el título las preguntas no dejan de interrogarnos. ¿Es el ensayo tolerante con la exterioridad que enfrenta? ¿Se puede escribir en el registro del conocimiento fragmentario y las pasiones como si lo intempestivo se suspendiera para transparentar una visión de mundo transmisible a la comunidad en la que se escribe? ¿Es posible un registro del ensayista que no esté teñido de su tonalidad emotiva frente al mundo? En esta serie de ensayos nuestro escritor concibió los alcances del género como una forma para confrontar el vitalismo de una poética particular con la rigurosidad de una postura intelectual por demás personal y combativa.

Para Correas la práctica del ensayo desnuda la imposibilidad de pensar no solo de un modo sistemático sino también de un modo condescendiente para con el objeto de sus intereses. Si en algo nuestro escritor contradice a su propio título es en la idea de que justamente la escritura de ideas no puede tolerar la generalidad, la falta de atención al detalle, la subordinación a la referencialidad universal y objetiva o la intencionalidad comunicativa que presume de arribar a una síntesis. En dirección totalmente opuesta, para Correas el ensayo es justamente esa forma que encuentra, tanto al ensayista como al objeto, a medio camino de definir sus alcances en una senda perdida que avanza por medio de endebles tentativas. Por lo tanto, la práctica del género es una ascensión similar al autoconocimiento o a una exégesis sin distinción. Para Correas no debe extrañar que a cada página de este libro se encuentren guiños, contraseñas, coordenadas y puntos donde su propia biografía se cristaliza en el tema ante el cual se mide con la eficacia o no del lenguaje empleado. Que las razones, los propósitos y las especulaciones de la escritura se vean impulsadas por cierta afinidad íntima del ensayista -la cual se construirá a medida que el objeto del ensayo se vaya prefigurando- es un procedimiento propio de este método que no da respiro a la exterioridad con la cual parece enfrentarse. De este modo las pasiones, la intemperancia y un verdadero culto del Mal son los fundamentos en los cuales la intolerancia ensayística se vuelve distinción. Una distinción que tiene que ver con la capacidad de argumentar, definir y revelar en el objeto mismo una naturaleza que hasta el momento le resultaba totalmente ajena. De ahí que cuando Correas se entrega al ejercicio crítico, lo haga desde cierta postura lateral, desde su periferia del mismo y hacia sus zonas más oscuras o abandonadas por la claridad de la inteligencia que indefectiblemente terminan acorralando a la escritura.

Reseñar circunstancias de la propia vida, visitar textos del pasado, usar las formas de la crítica para recuperar un tiempo perdido y con esas mismas formas, por disidencia o rechazo, negar el presente entendiéndolo como una parálisis, son en buena medida las pretensiones que Correas piensa para la forma del ensayo, el cual, muchas veces, parece circunscrito a una situación puntual y objetiva que sin embargo oculta, o mejor dicho, sirve de pretexto, para que el ensayista se remonte hacia esa experiencia del pensar que es pura sensación sin mediación alguna más que la transmisión de la felicidad que descansa en el pensamiento.

Tres movimientos negativos

En busca de esa felicidad el pensamiento de Correas se muestra abiertamente intolerante. Pero la intolerancia en sí es una forma de ensayar unacercamiento particularal objeto del ensayo; por lo tanto, el interés personal, los temas pendientes en la vigilia de la pasión y los argumentos impulsados por el gusto disponen la orientación de la inteligencia hacia una relación sujeto-objeto que recorta cualquier generalidad que vaya más allá del encuentro entre la crítica y el acontecimiento. Así cercar y marcar los alcances discursivos del objeto de ensayo es de algún modo la experiencia que la escritura pone de relevancia para el pensamiento. Retomando una vieja polémica -la discusión Sastre-Camus- que llega a Correas en medio de una especie de nostalgia por sus primeros acercamientos al existencialismo, la intolerancia de nuestro ensayista se entrega de lleno a desentrañar la consistencia del pensamiento vacío que recubre ideas como "polémica" o "rebeldía". Encarnado en Camus, el pensamiento vacío que el ensayo no tolera consiste para Correas en una simple acumulación de conceptos practicada por escritores que parasitan en ellos; esa acumulación es la que termina reduciendo la escritura a visiones infundadas de lo que el ensayista cree haber entendido sobre ellos. Complacencia y charlatanería parecen ser entonces los resultados de este proceso que termina reduciendo el concepto a la forma de "actores y agentes dotados de vida propia [que] avanzan y retroceden, corren a la destrucción o a la obra, se agitan y forcejean, colaboran y combaten entre sí, y se apoderan de los hombres y los llevan a la pérdida o indiferentemente, al amor y a la vida" (Correas, 1999:16). Que la polémica o el intento de rebeldía de un ensayista se vea reducido a una aventura intelectual que aparece truncada por sus limitaciones, por su fe en el discurso de la buena conciencia, o por la contraposición de modelos y figuras dispares de intelectuales, ensayistas o filósofos, evidencia la degradación de la filosofía y su vaciamiento frente a una tensión que la transforma en un modelo psicológico del pensamiento. Para Correas la noción misma de polémica se ve reducida en esta última irrupción. Por ejemplo, a la contemplación mistificada de Camus se le contrapone el personalismo activo de Sartre que él mismo reconstruye en las siguientes palabras: "El normalista parisiense, heredero y de antepasados diplomados y pudientes frente al lumpencito argelino desnutrido y tuberculoso de padre obrero y madre sirvienta y analfabeta." Sin embargo, las armas de la polémica consisten en los pasos de su misma degradación: la "guerrificación de la inteligencia" (Correas, 1999:20) como una exigencia moral y política1.

¿Pero a qué le declara la guerra la inteligencia con su abierta intolerancia? Desde ya que al mismo tiempo presente que pretende detener para poder sustraer de él la subjetividad del ensayista. En un ensayo titulado provocativamente "Los intelectuales y el menemismo",Correas define al sujeto del presente como una entidad de la historia dotado de un lenguaje artificioso, contaminado de actualidad y moda. Allí está entonces el presente del pensamiento, en los conceptos mal empleados, reducidos a lugares comunes, carentes de profundidad y pronto a ser usados por los sujetos que se circunscriben a la referencia directa de la historia, es decir la actualidad sin reflexión y la moda que anula cualquier cuestionamiento. De este modo hasta la contracara del proceso llevado adelante sobre finales de los noventa a través de una inteligencia universitaria y progresista, coexiste con la seguridad del propio menemismo que igual a los sujetos y los presenta como "respetuosos de las instituciones, de las investiduras y de las jerarquías y autoridades" (Correas, 1999:55) como lo hace el mismísimo pensamiento burgués de izquierda2. En pocas palabras nuestro escritor nos ha descrito lo que es imposible de tolerar para la escritura que se precie de crítica, esto es, justamente, un presente continuo y sin horizonte en el que todo se iguala. Asíla intolerancia como forma de pensamientosurge precisamente como un modo de tomar distancia del objeto sobre el cual se ensaya; pero esta vez no con miras a prestar para su análisis la mayor objetividad posible, sino para remarcar su radical diferencia con el sujeto que no se integra ni se asimila a él sino que constantemente se excluye. De este modo quien escribe siguiendo una forma intolerante -destruyendo la falacia de la igualdad extremando la propia existencia en soledad- busca preservar la felicidad no solo de un lenguaje que le permita desentrañar los callejones de la cultura, sino también la propia homogenización sufrida por la presencia de la moda y lo falsamente urgente del presente en el que se encuentra. Por lo tanto, la intolerancia pasa a ser un modo de ser en el mundo que no solo se practica en la escritura, sino también en la propia existencia ya sea como soledad, carencia o distancia que indudablemente son prácticas de resistencia frente a la cultura del dinero, el reconocimiento y la carrera universitaria de control que regula el miedo frente al cual el intelectual termina por igualarse:

En tal soledad se mantiene, de este modo, el miedo a ser muerto, a la miseria, a la humillación y al dolor físico, o a la angustia, que es una especie de miedo incomunicado, pero el intelectual que tiene miedo ya ha fracasado, independientemente de las tiradas, que en sí mismas carecen de sentido; y ha fracasado no sólo como intelectual sino también, y justo por haberse elegido intelectual, como hombre (Correas, 1999:51-52).

Para Correas finalmente el ensayo no tolera la reducción de la cultura, la vida o la subjetividad, porque justamente en cada una de estas formas el género corre la suerte de apoderarse de la felicidad.

Pero la escritura que orienta el pensamiento antes de quedar presa del rapto pasional que lleva al desdén por su objeto, también experimenta un recogimiento, una forma de empatía con lo que aparentemente a simple vista se muestra como extraño3. Así también el ensayo aparece como la forma de proyectar un deseo de diálogo imposible con el pasado, un acercamiento a lo que se ama y una búsqueda de sí mismo en una mirada que solo las palabras pueden llevar adelante. En Correas justamente la escritura ensayística se vuelve pasividad cuando por medio de ella se pretende construir y contemplar el propio reflejo de la subjetividad como una idealidad entrevista en el otro. En este caso ese otro es el joven Borges de los primeros escritos que nuestro ensayista analiza; en esa operación de análisis, construir un Borges a la medida de Carlos Correas es la tarea que el ensayo deberá llevar adelante. Un análisis sobre el problema de la madurez literaria -que para Correas está en cada instante condensando una imagen de escritor-, es el disparador para plantear que la actualidad de Borges es su vejez. Pero una vejez que se proyecta desde la juventud y que ya está presente en ella como la libertad para escribir sin otro objetivo que la felicidad oculta detrás de Buenos Aires, el idioma de los argentinos o el instante eterno del suburbio. Correas entonces encuentra en esta versión de Borges una especie de soberanía literaria; pues para el autor delAlephlos temas, las discusiones, los pormenores del estilo son simples excusas que en todo caso sirven para escribir con faltas de criterio que lo arrastran indudablemente a cometer excesos interpretativos, confesar filiaciones hispánicas y criollas totalmente extravagantes y sustentadas en la evidencia del plagio que es en definitiva el verdadero impulso que sigue su escritura.

Todas estas negatividades en Borges son de algún modo los vicios que encontramos en Carlos Correas que así busca construirse una imagen de escritor con estilo. Pero aquí el estilo se debe entender como singularidad, pues no es otra cosa más que la soledad del fracaso, esa misma soledad que el tiempo deparó a las obras de juventud de Borges que ahora encuentran otra soledad en la interpretación que Correas les da para poder hablar de sí mismo cuando se confunde en los errores más certeros del joven Borges: "Por lo demás, si nos ha tocado el fracaso, que el nuestro sea el mejor fracaso en cuanto contenga nuestro mayor valor: el de arriesgarnos a que nos encuentren culpables de mal gusto, de chapuceros, de ridículos, de pobres infelices, de sentimentalmente empalagosos y torpes, de sobreescritura" (Correas, 1999:33). Ser tocado por el fracaso parece ser en realidad una forma de sustraerse a la actualidad y la moda, al vacío del pensamiento y a la asimilación de la cultura. Pero en realidad significa distinguir la escritura por aquello que en el orden del discurso no se encuentra, es decir, por aquello que es único e irrepetible como la misma juventud. Así no hay otra orientación en el pensamiento que aquella que persigueel deseo de proyectar un antecesorque nos permita interpretar el presente imposible en el que estamos desde los puntos en común que creemos tener con su experiencia del pasado. Borges es entonces para Correas una forma de objetivarse en el otro, sobreponiendo el mismo entusiasmo y la misma melancolía que en el ensayo ayudan a escribir la forma acabada del fracaso.

Sin embargo, la escritura que se vuelve negatividad no siempre triunfa sobre la soledad del mundo aun cuandola pasividad oriente sus movimientos. Llegado a un punto de saturación el imaginario de la subjetividad se ve acorralado. La escritura, entonces que mediaba entre el sujeto y el objeto pasa a ocupar el centro del ensayo pero como un proceso de ensimismamiento que, finalmente, desemboca enel acorralamiento subjetivoque reclama la libertad del suicidio de quien escribe. No es entonces extraño que en los ensayos de Correas encontremos un marcado cruce entre lo que podríamos definir comocrónicas de un hundimientoyseñales abiertamente biográficas. Y es que ahora, una de las nuevas orientaciones del pensamiento, tiene que ver justamente con el relato de costumbres, la observación de hábitos y la reflexión sobre las formas contemporáneas de la soledad. Sin embargo, ocurre que el objeto observado no es desde ya el otro que me devuelve una imagen mediada por su diferencia, sino que más bien ahora, ese objeto, esel mismo ensayista acorraladopor el hartazgo que le supone convivir con un otro.

Retratando entonces los últimos años de su vida, Correas nos propone leer sus movimientos finales como una verdadera reivindicación del mal, que se vale de la experiencia del sujeto para exponernos esa soledad del fracaso. ¿Qué otra cosa, que reinventar la propia experiencia, puede esperar a un profesor de filosofía entregado a las formas del retraimiento como son el matrimonio, el alcohol y la fuga del deseo, ahora que el mundo se ha vuelto intolerante, totalmente pasivo y sin horizonte alguno más allá del acorralamiento propio de la escritura? En el ensayo tituladoElla y yola soledad de Correas se reduce ahora a la fascinación sexual que encuentra las últimas formas del mal en los travestis de Buenos Aires, donde nuestro ensayista ve el último impulso para burlar la convivencia del matrimonio, el hartazgo de las manías del deseo y el recuerdo de un pasado perdido:

Él es un travesti llamado Mariana. Ya lo he rescatado varias veces de la División Moralidad del Departamento de Policía (...) Lo hago y él, rollizo y peripuesto en su vestido largo de lentejuelas doradas, me lo agradece con una sonrisa de loca sosegada que me pasma. Es ahí cuando nada en el mundo ni fuera del mundo es más grande que el hartazgo de mi sobriedad (Correas, 1999:9).

Las relaciones de nuestro ensayista con los travestis de Balvanera a quienes cobija por la embelesada admiración que les profesa, los reclamos de su mujer que insistentemente acaban por acelerar cualquier refutación sobre una vida estable, junto a los enfrentamientos con la ley y el goce en el hundimiento de una nueva cercanía con el mal, pueblan cada escena de estas páginas negras donde el pensamiento no busca otra cosa más que tratar de repensar la misma vida: "Yo, a mi vez, me pienso como el sexagenario que soy y me encomiendo a mi mujer y a esas maricas que me curan de mis vejeces y logran hacerme volver sobre mi desbaratada vida" (Correas, 1999:11). Sin embargo, la única reflexión que cave sobre la vida es la fuga de la pesadez, el hastío y la pasividad de la vida en comunidad. Es por ello que el alcohol, el lumpenaje y la irreverencia que se cristaliza en la figura de Mariana, se transforman para nuestro ensayista en las formas con las que poco a poco, la inteligencia, el pensamiento, la escritura y la filosofía se van desentendiendo del mundo hacia el punto más estrecho del acorralamiento el que se encuentra en la cercanía del pensamiento de la muerte:

Aunque mi mujer me amenace con suicidarse con el Lexotanil o con el Mogadán o con el Reysedán de los que dispone, y aunque las maricas amigas de Mariana me digan que este travesti tiene Sida y sífilis y es cocainómano, es probable que yo muera antes que cualquiera de las dos; pero ya mi inminente y tan postergada muerte no me angustia, sino que me calma dejar como herencia mis libros y mis bibliotecas. De este modo el ensayo que se orienta hacia la crónica y lo biográfico, termina por adoptar una predisposición profética que se aprecia con la conquista de la libertad la cual se cumple en la muerte (Correas, 1999:12).

Una vida desbaratada por la escritura

Como si se tratara de un circulo vicioso, la intolerancia, la pasividad y el acorralamiento que delimitan y desbordan la escritura ensayística, se transforman en formas del ensayo adonde lo que verdaderamente importa es la posibilidad que le otorgan al género para llevar adelante el giro autobiográfico con el cual se escribe la experiencia del presente en una autoficción que trasciende cualquier tiempo. Negando la consideración aséptica del pensamiento crítico, conformando una pasividad que es en realidad un desdoblamiento en la lectura y escribiendo desde el acorralamiento mismo que reformula la vida en la experiencia del hundimiento tras la muerte, es que Correas nos propone un pensamiento abierto a ciertaracionalidad negativa, como acaso el ensayo mismo procede en su negación de todo sistema. Sin embargo, esta última racionalidad negativa no está exenta de un método, el mismo no es otro más que la propia agonía del pensamiento como forma última de producir sentido: "bebo para darle racionalidad a esta vida con ellas y, en efecto, produzco abundante racionalidad, al menos en la cumbre del alcohol e igualmente en la resaca" (Correas, 1999:13).

Al comenzar estas páginas nos preguntábamos justamente sobre la posibilidad de una escritura tolerante, en sintonía con los requisitos de la comunidad y con la sinceridad misma del ensayista para con los otros. Sobre el final, cabe señalar que de existir dicha tolerancia el ensayo mismo sería imposible. Ahora bien, ¿qué hace entonces posible estas formas negativas del ensayo que justamente no hacen más que tolerar las irreverencia del ensayista? Una posible respuesta a esta pregunta desde ya estaría en los alcances del pensamiento negativo como resaca de la racionalidad. He ahí entonces que el método de Correas consista en extremar cualquier oposición o imposibilidad hasta diluirla en la propia existencia, sin otro fin más que la experiencia que este riesgo depara al escribir sin esperanza alguna, porque justamente la escritura, ya ha desbaratado cualquier posibilidad de tolerar la vida.

Notas
1 Sin embargo la guerrificación de la inteligencia no deja de ser una nota propiamente correísta. Quien haya leído su (auto)biografía sobre Oscar Masotta, titulada La operación Masotta (cuando la muerte también fracasa), encontrará allí ejemplos suficientes de cómo la prosa de nuestro ensayista combate no solo contra las reducciones del estilo, sino también contra los conceptos de segunda mano, las interpretaciones mediadas y las modas culturales como ser el lacanismo de los noventa. Aun así, habría que señalar también que la abierta confrontación contra la ignorancia, muchas veces no pasa de ser un vitalismo personalísimo que se funda en el descrédito, la burla y el menoscabo, formas estas de la inteligencia envenenada por el mal.
2 Leído de un modo un tanto malicioso, este ensayo no deja de ser una clave interpretativa del resentimiento de Correas que sin embargo, en vez de victimizarlo, lo singulariza, lo sustrae y lo hunde en la propia miseria intelectual con la que construye su intolerancia. Como prueba de esa singularización llevada adelante por los desplantes de su prosa, valga esta imagen de autor construida por el mismo Correas al ya mencionado texto sobre Oscar Masotta: "Carlos Correas nació en Buenos Aires el 20 de mayo de 1931. Predestinado a la docencia como profesor de Filosofía, ha cumplido un currículum en la Universidad de Buenos Aires mechado de cesantías, postergaciones y reconocimientos satisfactorios de carácter político y, o académico. Ha ejercido, además, en concepto de catedrático retraído y precario, en la Universidad Nacional de La Plata. También ha accedido intermitentemente a la enseñanza particular. Aunque no afectado ni por la consagración ni por el fiasco ni por el cansancio, tal apremio laboral, unido hasta aquí a los vaivenes del desdén y de la vagancia, ha debido de ocasionar una obra publicada, asimismo predestinada, pero muy especialmente escasa (...) El presente libro acaso justificará semejante catálogo" (Correas, 1991).
3 Respecto a esta premisa de orientarse en el pensamiento, resulta interesante señalar que la misma es ensayada por Correas en un prólogo a su traducción de Sueños de un visionario de Imanuel Kant. La orientación en el pensamiento sería algo así como una escritura direccionada hacia la democracia de la comunidad que está dada por el entendimiento. En dicha orientación el discurso del sujeto, por decirlo de algún modo, evitaría los recorridos estrafalarios, excéntricos y singulares de todo pensamiento no-filosófico (visones, profecías y hasta licencias retóricas propias de la escritura literaria) (Kant, 2004:7-51). Sin embargo, el mismo Correas es un exponente de la orientación negativa del pensamiento. Para quienes hayan leído sus relatos Los reportajes de Félix Chaneton (1984), La narración de la historia (1959) oUn trabajo en San Roque (2006) es más que claro que los personajes en los cuales nuestro autor por momentos deja filtrar su propia experiencia, representanuna obstinación del extravío como forma de adueñarse de sí mismos.

Ensayos de Carlos Correas
1. Correas, Carlos (1984), Los reportajes de Félix Chaneton, Buenos Aires, Celtia.
2. Correas, Carlos (1991), La operación Masotta (cuando el olvido también fracasa), Buenos Aires, Catálogos.
3. Correas, Carlos (1999), Ensayos de tolerancia, Buenos Aires, Colihue.
4. Correas, Carlos (2006), Un trabajo en San Roque y otros relatos, Buenos Aires, Interzona.
5. Correas, Carlos (2011), La manía argentina, Buenos Aires, Editorial UNGS, Editorial UNC.
Bibliografía General
6. Adorno, Theodor (1962), Notas de Literatura, Barcelona, Ediciones Ariel.
7. Adorno, Theodor (1984), Teoría estética, Madrid, Orbis/Hyspamérica.
8. Giordano, Alberto (2005), Modos del ensayo. De Borges a Piglia, Rosario, Beatriz Viterbo Editora.
9. Giordano, Alberto (2006), Una posibilidad de vida. Escrituras íntimas, Rosario, Beatriz Viterbo Editora.
10. Giordano, Alberto (2008), El giro autobiográfico de la literatura Argentina actual, Buenos Aires, Mansalva.
11. Kart, Imanuel (2004), Sueños de un visionario,Buenos Aires, Leviatán.
12. Montaigne, Michel (1994), Ensayos I, Barcelona, Altaya.