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Cuadernos del Sur. Letras

versión impresa ISSN 1668-7426

Cuad.Sur, Let.  n.40 Bahía Blanca  2010

 

Beatriz Colombi (selección y prólogo) (2010), Cosmópolis. Del flâneur al globetrotter, Buenos Aires, Eterna Cadencia Editora, 300 págs

Mariana Rosetti*

* Universidad de Buenos Aires. Correo electrónico: marurosetti@gmail.com

Fecha de recepción: 5 de Abril de 2011
Aceptado para su publicación: 2 de Agosto de 2011

Recorridos urbanos. Desplazamientos por espacios y tierras extranjeras. En este libro, Beatriz Colombi selecciona distintas memorias y crónicas de viaje de un conjunto de escritores latinoamericanos pertenecientes al período de mediados del siglo XIX y principios del siglo XX. Este lapso, marcado por los procesos de modernización económica, social y cultural, configura los pasos de estos viajeros y los guía por caminos preseleccionados culturalmente. Sin embargo, se destaca claramente cómo cada uno de estos pensadores hace del recorrido esperable un relato vivencial, una experiencia encarnada. Ellos son: Francisco de Miranda, Fray Servando Teresa de Mier, Domingo Faustino Sarmiento, Flora Tristán, Lucio V. López, Eduarda Mansilla, Justo Sierra, Rubén Darío, César Vallejo, Roberto Arlt, entre otros. Un abanico de escritores latinoamericanos que aporta una mirada polisémica sobre espacios ya narrados por otros. La variada gama de escritores que circulan por este libro no responde a un parámetro canónico de autores esperados, sino al objetivo de mostrar de qué manera la forma de observar los espacios, de asimilarlos, se mezcla y confunde con la manera de transitarlos y narrarlos. Para ello, como bien lo señala Colombi en su prólogo, la literatura juega el papel de filtro y de umbral entre lo conocido y lo lejano, desconocido e imprevisible.

La impronta de la literatura se encuentra presente en todos los textos de este libro. Es así como los lugares por los que se transita se transforman y metamorfosean ante los ojos del viajero. Al respecto, se destacan la crónica de Justo Sierra sobre Nueva York, el cuadro de Jerusalén armado y pincelado por Eduardo Wilde, la inmensidad de la ciudad londinense retratada por Flora Tristán. En estos relatos, las fronteras entre el periodismo y la ficción se diluyen, se fragmentan y retroalimentan. Esta imbricación de discursos responde al terreno resbaladizo y sinuoso por el que transitó la crónica de viaje y los continuos acomodamientos que sufre el escritor a la hora de insertarse en el circuito de poder. Se destaca un constante proceso de asimilación forzada entre lo visto y lo narrable. En todas estas crónicas, el escritor viaja y expone su cuerpo en búsqueda de una experiencia "aurática", de una contemplación epifánica que se encuentre a la altura del imaginario ficcional compartido por los lectores latinoamericanos. Por esa comunidad imaginada que ansía empaparse de esos lugares polisémicos, repletos de experiencias de vida, de sucesos históricos relevantes. Para tal fin, el cronista convierte, como bien lo señala Colombi, a la actualidad en acontecimiento: el lugar, monumento o situación que se presencia se rescata como hecho formativo, como eslabón en el grand tour o camino de aprendizaje de la comunidad imaginada con la que se dialoga. Como forma de retratar adecuadamente esas experiencias, este libro presenta una serie importante de cambios a la hora de narrar los espacios; el flâneur o paseante moroso dialoga con el globe trotter, viajero dinámico y moderno: el cronista y el corresponsal se superponen de forma conflictiva generando un palimpsesto narrativo difícil de desentrañar en el que lo que se lee es mucho más que un recoveco extranjero, una tradición cultural o un hecho festivo.

En los relatos que presenta este libro se destaca el rol del cosmopolita, la destreza del hombre de mundo de mostrarlo todo. Sin embargo, esa mirada panóptica que todo lo ve, prefiere focalizarse en los rincones, en los fragmentos del montaje monumental, en el revés de la trama que alberga una esperanza para este viajero desencantado (como es el caso del relato de Justo Sierra sobre la estatua de la libertad o el de Lucio V. Mansilla sobre las pirámides de Egipto). ¿Cómo narrar la frustración, la desilusión de la modernidad? ¿Cómo anclar un relato que zigzaguea por una temporalidad dinámica y por espacios que se actualizan en abismos distópicos de aquellos paraísos imaginados? La narración de esos paisajes actualizados en callejones sin salida pasa a ser el problema de estos viajeros. Es decir, frente a las ilusiones de grandeza perdidas, diseminadas y borroneadas por los espacios transitados, estos escritores narran a partir de la deconstrucción, del proceso de desmantelar lo armado por el imaginario latinoamericano. Lo otro deviene así en cotidiano, en digerible, en anécdota pura. Lo extranjero se transforma en comidas, tradiciones, paseos que el viajero debe procesar, "deglutir" como sugerentemente lo muestran Sarmiento y Lucio V. López (la posibilidad de saborearlas se ve coartada debido al desajuste entre lo esperado y lo efectivamente visto). Esta reescritura "oblicua", pasible de realizar por la literatura, requiere de un escritor "paseante", conocedor de los recovecos, de aquellos fragmentos o detalles que fueron pasados por alto por la mirada totalizadora o fugaz (ya sea de la tradición como de la novedad). Ese "conocimiento" es vivido y relatado a partir de la "experiencia de shock" en el que lo transitado deviene imágenes superpuestas en un montaje caótico donde el escritor hilvana los fragmentos sin dejar por ello de enseñarle al lector las marcas de la costura del relato, las falencias del monumento extranjero.

Estos relatos viaje seleccionados por Betriz Colombi presentan el malestar de la cultura latinoamericana que va en busca de una respuesta, de un modelo a emular y se encuentra con lugares monstruosos, con oleadas de gente ensimismada que devora con su indiferencia al viajero. Frente a estos paisajes humanos, el cosmopolita recurre al humor y a la apropiación ficcional: el lugar se transforma en experiencia, en acontecimiento, en carnavalización y sentimientos encontrados donde lo exterior se subvierte ante la pisada de la escritura.