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Cuadernos del Sur. Filosofía

versión On-line ISSN 2362-2989

Cuad. Sur, Filos.  n.31-32 Bahía Blanca  2001

 

Echeverría o el exilio como muerte

Susana Raquel Barbosa*

Universidad Nacional del Sur - CONICET
* E. Mail: sraquelbarbosa@yahoo.com.ar

Resumen
En la vida de Esteban Echeverría su etapa de proscripto lo confina al exilio. Ante la disolución de La joven generación argentina necesita el refugio de un espacio otro, fuera de su tierra. Desde Montevideo asiste al desgarrador entierro de su ideario patriótico. ¿De qué ideario se trata? Mi interpretación se bifurca en una doble mirada, la que se esgrime desde una filosofía de la historia y la que se dibuja a partir de su poética. Desde la primera perspectiva, Echeverría parece elegir la seducción de una razón imperial, francesa, inglesa o alemana, a la que considera superior, en grado civilizatorio, a la española. Desde una hermenéutica de su poética, entresacada de sus apuntes estético-morales en cambio, el mandato de lo propio es lo que triunfa; Echeverría es consciente de la imposibilidad de creación a partir de la nada, pero también sabe que lo de afuera puede adaptarse a lo local.
Si bien el legado estético de Echeverría puede constituir un sendero posible para indagar el destierro, es también su vida misma el ejemplo variopinto de exilios varios. Me refiero no sólo al clásico par exilio interior-exterior, sino especialmente a la itinerancia voluntaria, propia del sentimiento explorador: el viaje de estudio, la observación ingenua como la de quien viene de barbarie lejana.

Palabras claves: Echeverría; Exilio; Muerte.

Abstract
The proscribed epoch in Esteban Echeverría's life compelled him to exile. When the group Argentine Young Generation break up Esteban Echeverria needs an alternative space to take refuge, out of his country. That system of patriotic ideas and principles had disappeared. For analyzing that philosophical content my interpretation assume a double sight. The first one arises from a philosophy of history, and the second one originates in Echeverria's poetics. From the first sight Echeverria seems to choose the imperial reason, which is considered superior than the spanish reason according to his thought. The hermeneutic of his aesthetic and moral essays, on the contrary, show the triumph of the own world as a desideratum. In other words, the creation of something from nothing is impossible and Echeverria is sure about this; what is available is to receive whatever proceed from out of homeland (ideas, habitudes, praxis) and to suit it with local means.
Montevidean exile is not the unique in Echeverria' life. Once in Buenos Aires, when he came from the emblematic Paris as a poet and thinker, he is confined to be a stranger in homeland. Echeverria's aesthetic legacy offers a singular path in order to investigate his exile but his own life is the almost perfect sample of several types of exile: the physical one in Montevideo, the inner one in Buenos Aires and another one which is not typified, the path of growth which belong to whom choose the erratic wandering as way of being.

Keywords: Echeverría; Exile; Death.

En la vida de Esteban Echeverría es su etapa de proscripto1, la que lo confina al exilio. Ante la disolución de La joven generación argentina necesita el refugio de un espacio otro, fuera de su tierra. Desde Montevideo asiste al desgarrador entierro de su ideario patriótico. ¿De qué ideario se trata? Mi interpretación se bifurca en una doble mirada, la que se esgrime desde una filosofía de la historia y la que se dibuja a partir de su poética. Desde la primera perspectiva, Echeverría parece elegir la seducción de una razón imperial, francesa, inglesa o alemana, a la que considera superior, en grado civilizatorio, a la española. Desde una hermenéutica de su poética, entresacada de sus apuntes estético-morales en cambio, el mandato de lo propio es lo que triunfa; Echeverría es consciente de la imposibilidad de creación a partir de la nada, pero también sabe que lo de afuera puede adaptarse a lo local.

El exilio montevideano no es el único del primer romántico rioplatense; después de su viaje por la París emblemática de entonces, cuando vuelve a Buenos Aires como pensador y como poeta, Echeverría es compulsivamente convertido en extranjero en su tierra, es interiormente exiliado.

Si bien el legado estético de Echeverría puede constituir un sendero posible para indagar el destierro, es también su vida misma el ejemplo variopinto de exilios varios. Me refiero no sólo al clásico par exilio interior-exterior, sino especialmente a la itinerancia voluntaria, propia del sentimiento explorador: el viaje de estudio, la observación ingenua como de quien viene de barbarie lejana.

1. Voluntad de aprendizaje, hacia la civilización

La París de mayo de 1826 ocultaba entre sus pliegues acontecimientos insospechados para la mirada testimoniante del viajero. A un año de la muerte del conde Saint Simon, las almas entusiasmadas expectaban que de la ebullición de proyectos surgieran nuevos senderos.

Durante cinco años Echeverría presencia participando, permanece estudiando, sobrevive aprendiendo. Su proyecto itinerante tenía el objetivo claro de permitir que las tendencias estéticas penetraran su espíritu vivencialmente. Su inquietud, como la de los otros jóvenes de la generación del treinta y siete, se proyectaba allende el límite oceánico elevándose sobre el desierto trágico. Porque Echeverría, según reconocieran después la historia y la crítica, fue el primer argentino que arriesgara en tinta un motivo tan local y propio como el de la pampa y su desierto.

Durante esta educación sentimental su relación con Victor Hugo queda cifrada en varios epígrafes de Los Consuelos, en "Clasicismo y romanticismo", y otras obras. Aunque no muchos degustaran Cromwell, el drama de Hugo, su Prefacio como desideratum del nuevo canon, sigue siendo el lugar común del estudio de un romántico. De la comparación entre el ideario básico de ambos manifiestos, el de Hugo y el de Echeverría2 se infiere que el joven argentino adaptó los principios de aquél.

Para Echeverría: "El espíritu del siglo lleva hoy a todas las naciones a emanciparse, a gozar la independencia, no sólo política sino filosófica y literaria; a vincular su gloria no sólo en libertad, en riqueza y en poder, sino en el libre y espontáneo ejercicio de sus facultades morales y ... en la originalidad de sus artistas. Nosotros tenemos derecho para ambicionar lo mismo y nos hallamos en la mejor condición para hacerlo. Nuestra cultura empieza"3. Late bajo estos pensamientos la idea de una independencia inacabada, la de un mayo abierto, inclausurado. Y el 'espíritu del siglo', ¿cómo dudarlo? estaba dado entonces por la Europa ilustrada y romántica. Porque Echeverría es ambas cosas.

La identificación de romanticismo con restauración no sólo es hipostática, también es falaz. En primer lugar sabemos por historiadores de la cultura y del arte que el romanticismo del diecinueve no fue una tendencia europea del todo hegemónica, sino que más bien se construyó desde sucesivas notas agregadas al primigenio espíritu nostálgico alemán. En una primera oposición al racionalismo ilustrado del XVIII, el romanticismo asumió conscientemente el estado del alma europea ante el proyecto incumplido de la razón. Y mientras el tesón racional de lo clásico se quedaba en la fijación estatuaria, el romanticismo se abría al fluir de lo emocional, al desenfado de lo subjetivo, a la violencia del recuerdo. La experiencia romántica de la historia, dice Hauser, expresa cierto temor al presente y por ello intenta refugio en el pasado. Pero esta 'psicosis fructífera', esta 'hiperestesia' ante la historia, es la que produjo la obcecada presencia transtemporal4 del romanticismo.

Si el dieciocho ilustrado creyó en una razón universal cuyo despliegue garantizaba cierta direccionalidad ascencional (direccionalidad que los hechos de siglos posteriores abortaría), pasada la fiebre de la revolución, la conciencia de que el hombre no menos que la naturaleza y la mundanidad de las cosas a las que se vincula, constituyen una dinámica en permanente redefinición, que evoluciona o que involuciona y cuya morfogénesis es infinita, instaura la conciencia de la historia. El historicismo fue el fruto de esa conciencia y fue también necesario, allende que sus excesos y malos entendidos sigan todavía brindando materia discutible.

En "Reflexiones sobre el arte" dice Echeverría: "En la esfera social... se mueve el hombre, y es en el teatro donde su poder se dilata, su inteligencia se nutre...Los primeros pasos del hombre en el mundo social son como los del niño, inseguros e inciertos... Pero marcha el hombre y se robustece; adquieren sazón sus potencias con el ejercicio y poco a poco va realizando las leyes de su ser... Así, obrando incesantemente, la humanidad progresa"5. Si bien la convicción que el itinerar de las fuerzas espirituales humanas avanza cumpliendo leyes es un supuesto historicista-romántico, la idea de un obrar sorteando obstáculos, o la de una acción preñada de caídas pero en la senda segura de un progreso, es un supuesto ilustrado.

Y el análisis puede continuar para mostrar cierta intercambiabilidad de los axiomas básicos de tendencias estéticas supuestamente enfrentadas. Esto es lo que trajo Echeverría con limitados recursos materiales y espirituales. Esto es lo que caóticamente abrevara en la Francia revolucionaria en el plano político (1830) y en el estético. Y su valor no es irrelevante ni merece hoy nuestra falta de reconocimiento.

Algo más con respecto a la filosofía de la historia que se desprende de las reflexiones de su poética. Creo que reducir su posición al historicismo dependiente, si bien no es equívoco es quedarse bastante corto6. Me pregunto si hubiera sido posible en ese momento el surgimiento de una filosofía que encontrara el sentido de su historia en algo totalmente propio, en algo del todo independiente. Los argumentaciones contrafácticas evitan el dolor y el esfuerzo inmediato, pasan por encima de lo ya sucedido y arriesgan cursos alternativos decorando lo teórico con mera sangre de utilería. Hoy pueden evitarse pseudopolaridades inconducentes (unitario-federal, dependiente-independiente, ilustrado-romántico) mediante una reflexión impía proveniente de espectadores omnividentes capaz de ubicar con equidad la legitimidad del obrar de cada protagonista.

1. Fervor socializante del regreso

Con la urgencia de hacer un uso público de la razón, Echeverría convoca a los jóvenes de su generación a reuniones literarias en la Librería de Marcos Sastre. Porque es claro que para La joven generación argentina no era la masa la que solucionaría el conflicto del país; más bien ello era responsabilidad de algunos traficantes de ideas (Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi, Miguel Cané, Vicente Fidel López). La categoría 'pueblo', entonces abismada de la condensación simbólico-política que adquiriera después, se identificaba en ese momento con 'comunidad', tal como lo habían demarcado Herder y Hegel.

Cuando la clandestinidad se convirtió en proscripción, el salón literario pasó a ser sociedad secreta y los escritores, conspiradores. El detalle de esta saga es el relato minucioso del propio Echeverría en "Ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 1837"7. El modelo de los conspiradores era la Joven Italia y la Joven Europa fundadas por Mazzini y en este contexto, el proyecto de la Joven Argentina "se manifiesta como una extensión americana de las organizaciones revolucionarias mazzinianas y de las escuelas del romanticismo literario"8. El rito iniciático de sus integrantes fue el juramento a las ideas del Código o declaración de los principios que constituyen la creencia social de la República Argentina o Creencia social -que registra Sarmiento en Facundo-, y consta de quince 'palabras simbólicas' comentadas9. Este documento, redactado por Echeverría en 1837 y publicado en Montevideo en 1839, es corregido unos años después y se conoce como el Dogma socialista10.

El núcleo de esta declaración de axiomas trae vientos evocadores no sólo del ideario de la Revolución francesa, también del doctrinarismo saintsimoniano vuelto receta-pocket en virtud de sus vulgarizadores. La palabra sociabilidad, que recién aparece en 1838, tiene el alcance de un sentido específicamente americano de 'cimiento para construir una nación'; mientras en Facundo Sarmiento le atribuye un sentido de 'vida social', Alberdi afirma que socialista es lo que favorece la sociabilidad11.

Cierto es que el impacto político-ideológico del rechazo echeverriano del sufragio universal puede encontrar hoy justificación por la visión retrospectiva de una Argentina desgarrada entre la hostilidad del desierto y la acechanza de hegemonías territoriales universalizadas. Pero aun en el caso de no ser así, no podemos quitar mérito a este escritor que intenta repensar su país en un momento sino confuso, de transición.

3. "¿Y dónde vamos cuando emigramos?"

Cuando la discusión y la tinta forjaran el Código socialista luego convertido en dogma, la proscripción de Echeverría y los contertulios de su sociedad, se traduce en exilio compulsivo, y esto es destierro.

Partir a hurtadillas, fugarse como quien delinque, constituye uno de los más graves desgarramientos de este espíritu sensible. Porque "salir de su país violentamente, sin quererlo, sin haberlo pensado, sin más objeto que salvarse de las garras de la tiranía..., es un verdadero suplicio, un tormento que nadie puede sentir sin haberlo por sí mismo experimentado. ¿Y dónde vamos cuándo emigramos? No lo sabemos. A golpear la puerta al extranjero; a pedir hospitalidad, a buscar una patria en corazones que no pueden comprender la situación del nuestro, ni tampoco interesarse por un infortunio que desconocen, y que miran tan remoto para ellos como la muerte"12.

Echeverría no supo que un concepto de civilización universal (y por tanto ilustrado) concebido como centro de la historia, unido a la idea de la peculiaridad que cada comunidad aporta desde sí (Herder), configuraba una teoría con cierto contrasentido. Los modestos elementos necesarios con que Echeverría contaba, no eran sin embargo los suficientes para una elaboración más acabada de sus ideas. Creo que introdujo el eclecticismo filosófico-social, o una especie de fusión -ni dialéctica ni sintética- de ideas ilustradas y románticas.

Montevideo lo recuerda en la pluma de intelectuales y poetas como el luchador que no cede con facilidad pero que, abatido tanto como sus ideales, se entrega con 46 años al alivio de la muerte, encarnando en sí uno de los ideales románticos.

Conclusión

El aprendizaje por salones parisinos es el viaje como rito iniciático de experiencia de crecimiento. El extrañamiento de sí por acontecimientos sociales adversos es enmudecimiento como refugio pasajero. En otros términos, mientras la voluntad transhumante como consumación de aprendizaje anhelado es capaz de resistir todo, porque ignora lo no experimentado -porque la anima un espíritu buscador antes que encontrador-, el fervor acallado por hostilidad exterior, además de enmudecer puede sucumbir. Sin embargo, el caso de Esteban Echeverría es ejemplo de lo contrario. Su fervor socializante volcado en el Dogma, compensa el desconsuelo de la proscripción. De la etapa de su exilio interior proceden las obras más significativas, las que perduran hoy, como La Cautiva y El matadero.

La emigración de Echeverría, en cambio, no es un viaje más, es el definitivo. Como desterrado consume con salud y dolor el último esfuerzo por un ideal legítimo. Porque "la emigración es la muerte: morimos para nuestros allegados, morimos para la Patria, puesto que nada podemos hacer por ellos"13. Y si emigrar es morir para la Patria que ahora es lejana y es nostalgia, es imperativo volver propia la tierra ajena.

Notas

1 Ricardo Rojas lo inmortaliza con este mote en R. Rojas, 1920: vol. III.
2 Echeverría, E., 1944. También en Echeverría, E., 1870: vol. V; esta serie póstuma es reunida por Gutiérrez bajo el título "Estudios literarios inéditos de E. Echeverría".
3 Echeverría, E., 1944: 45-46.
4 Hauser, A., 1976: Vol.2.
5 Echeverría, E., 1944: 52.
6 Feinmann, J.P., 1986. Creo que hoy Feinmann no sería tan duro con Echeverría.
7 Echeverría, E. 1870: vol.IV.
8 Pierre-Luc Abramson: 1999.
9"1) asociación, 2) progreso, 3) fraternidad, 4) igualdad, 5) libertad, 6) Dios, centro y periferia de nuestra creencia religiosa, el cristianismo, su ley, 7) honor y sacrificio, móvil de nuestra conducta social, 8) adopción de todas las glorias legítimas tanto individuales como colectivas de la revolución; menosprecio de toda reputación usurpada e ilegítima, 9) continuación de las tradiciones progresivas de la Revolución de Mayo, 10) abnegaciones de las simpatías que puedan ligarnos a las dos grandes facciones que se han disputado el poder durante la revolución, 11) independencia de las tradiciones retrógadas que nos subordinan al antiguo régimen, 12) emancipación del espíritu americano, 13) organización de la patria sobre la base democrática, 14) confraternidad de principios, 15) fusión de todas las doctrinas progresivas en un centro unitario".
10 Echeverría, E. 1870: vol.IV.
11 Ingenieros, J., 1951: vol.II, p.409-ss.
12 Echeverría, E., 1870: vol.V, pp.434-435, Afectos íntimos.
13 Echeverría, E. 1870: 434-435.

Referencias Bibliográficas
1. Abramson, Pierre-Luc, Las utopías sociales en América latina en el siglo XIX, Trad. J.A. Luis Padín, México, FCE, 1999.
2. Echeverría, Esteban, Obras Completas, ed. J.M. Gutiérrez, Buenos Aires, Carlos Casavalle, Imprenta de Mayo, 1870.
3. Echeverría, Esteban, Clasicismo y Romanticismo. Los Consuelos, Buenos Aires, Sophos, 1944.
4. Feinman, J. P., Filosofía y Nación, Buenos Aires, Legasa, 1986.
5. Hauser, A., Historia social de la literatura y el arte, trad. A. Tovar y F. Varas-Reyes, Madrid, Guadarrama, 1976.
6. Ingenieros, J., La evolución de las ideas argentinas, Buenos Aires, El Ateneo, 1951.
7. Rojas, R., La literatura argentina. Ensayo filosófico sobre la evolución de la cultura en el Plata, Buenos Aires, Casa Editora Cori, 1920.

recibido: 25/05/03
aceptado para su publicación: 17/09/03