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Cuadernos del Sur. Filosofía

versión On-line ISSN 2362-2989

Cuad. Sur, Filos.  n.31-32 Bahía Blanca  2001

 

Hacia una nueva sujeción: el "sujeto fractal"

Karen Garrote*

Universidad Nacional del Sur
* E.Mail: karengarrote@hotmail.com

Resumen
El desencanto imperante en la bien o mal llamada "posmodernidad" es innegable. Los grandes sistemas han caído, y el hombre parece no poder recurrir más a aquellas ideas trascendentales que lo justificaron durante siglos. La concepción del sujeto en la era de los medios masivos de comunicación, ya no es la misma. Cabe preguntarnos, si en realidad, hay una concepción de sujeto, y si hay un sujeto. Partiendo de Nietzsche y su crítica a la modernidad, intentaremos llegar a la idea de "sujeto fractal" planteada por Baudrillard, idea estrechamente vinculada a los medios y a la "pantalla", en donde se vislumbra una nueva sujeción: la sujeción de la información.

Palabras claves: Posmodernidad; Nietzsche; Sujeto fractal.

Abstract
The prevailing sense of disillusionment in our post-modern era cannot be denied. The great systems have collapsed and, seemingly, man is unable to fall back on the transcendental ideas that justified him for centuries. The conception of 'subject' in our mass-media era has changed. It is up to us to wonder if such concept still exists or, for that matter, if there is a subject. It is our intention to begin by focusing on Nietzsche and his criticism of modernism from which we can work out Baudrillard's idea of the 'fractal subject', a concept closely related to both the media and the 'screen', where a new subjection is revealed: subjection to information.

Keywords: Posmodernity; Nietzsche; Fractal subject.

El desencanto que marcan los tiempos actuales es innegable. La modernidad y su confianza en la razón parecen haberse despedido de nosotros hace tiempo, y hoy en día nos movemos dentro de un diálogo que ya nos resulta sumamente familiar, acuñando palabras tales como carencia, pérdida, duelo, muerte. Vivimos en un mundo bastante "necrológico" (al menos en cuanto al lenguaje). El hombre ha perdido aquello que solía sostenerlo "moralmente" y "religiosamente", y no se sabe si es lo correcto seguir apelando o no a algo o alguien que nos justifique como seres humanos, y se haga cargo de todos nuestros errores.

Para Nietzsche, la creencia en la verdad suprema será el error más fatal de todos, la "sagrada mentira" que nos sumirá en el nihilismo que él comienza a anunciar en sus escritos. Es por eso que en su Zaratustra escandalizará a Europa anunciando que Dios ha muerto. Este anuncio no pone en tela de juicio la existencia o no de Dios, sino que cuestiona si el mundo en el que hemos vivido hasta ahora, realmente es el mundo verdadero, o si es una gran "fábula" en la que hemos creído erróneamente. También cuestiona la necesidad que siempre ha tenido el hombre de aferrarse a entidades divinas, fuera de sí, inalcanzables e imposibles de conocer. Nietzsche no reacciona contra cualquier sujeto. El sujeto contra el cual reacciona será el de Platón y su mundo metafísico, el de la moral cristiana, el que se rige por el imperativo categórico y los valores kantianos, y el que cree en el "mundo verdadero", instaurado por el positivismo. En Así habló Zaratustra, Nietzsche relata trágicamente el anuncio de la muerte de Dios y sus consecuencias para el hombre.

Al bajar de la soledad de las montañas, Zaratustra se encuentra con un anciano, un santo. Este hombre había decidido retirarse al bosque porque "había amado demasiado a los hombres", y ahora había decidido amar sólo a dios. Zaratustra le anuncia al santo que trae un regalo a los hombres, y el santo le responde: "No les des nada. Es mejor que les quites alguna cosa y que la lleves a cuestas junto con ellos- eso será lo que más bien les hará, ¡con tal de que te haga bien a ti!" (Nietzsche, F., 1995: 34). Zaratustra, una vez que se hubo quedado solo, habló así a su corazón: "Será posible!, ¡este viejo santo en su bosque no ha oído todavía nada de que dios ha muerto!" (Nietzsche, F., 1995: 34)

Muerto dios, Zaratustra propone el diálogo del hombre con el hombre mismo. Muerta toda idealidad, toda trascendencia, al hombre sólo le queda el hombre, y la tierra, no el más allá, sino el "más acá". El advenimiento del superhombre significará la llegada del hombre creador, el hombre que ha superado las ataduras, el hombre que ha superado el dolor que provoca el pasado y la tradición. Luego de la muerte de Dios el hombre tiene dos posibilidades: "por un lado surge el peligro de un terrible empobrecimiento del ser humano, de una horrible trivialización en un ateísmo superficial y en el desenfreno moral: la tendencia idealista se atrofia, la vida se torna 'ilustrada', racionalista y banal. O también: la tendencia idealista permanece, pero no se pierde ya venerando lo creado por ella misma como si fuera algo extraño, el dios trasmundano y el decálogo por él promulgado, sino que cobra conciencia de su naturaleza creadora y proyecta ahora conscientemente nuevos ideales creados por el hombre" (Fink, E.; 1969: 94-95). Estas dos posibilidades las anuncia Zaratustra como el último hombre y el superhombre anteriormente mencionado. El último hombre es aquél que ya no desea nada, que ha perdido todo intento de trascendencia, y no puede crear, porque no sabe ya, lo que es crear, "La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece. Su estirpe es indestructible, como el pulgón; el último hombre es el que más tiempo vive" (Nietzsche, F.; 1995: 39). El último hombre será, para Zaratustra, el más despreciable de todos, porque es el hombre incapaz de despreciase a sí mismo. Este será, precisamente, el momento del advenimiento del superhombre, "...la hora cósmica del último hombre es el momento de crear el superhombre, de salir al encuentro de él, que es la esperanza suprema" (Fink, E.; 1969: 93).

El superhombre aparece cuando Dios ha muerto, es decir, cuando el hombre ya no necesita de nada ajeno a sí mismo para justificarlo o "salvarlo". Al morir Dios, los hombres sufrirán ciertas transformaciones en su espíritu, que Nietzsche relatará en el capítulo De las tres transformaciones: "Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño" (Nietzsche, F.; 1995: 49). El camello, animal de carga por excelencia, representa al animal que lleva la carga más pesada de todas, la carga de la tradición, de los valores de la decadencia que ya no se sostienen por sí mismos. Es un animal debilitado por su carga, es la figura del nihilismo pasivo: reconoce la caducidad de los antiguos valores, pero no posee la suficiente fortaleza como para derribarlos. Prefiere permanecer y retornar siempre a su hogar: el árido desierto. Pero este animal quiere, a pesar de todo, conquistar su libertad, y, como el león, ser rey en su propio desierto. El león rugirá ahora "yo quiero", opuesto al "tú debes" del dragón kantiano. El león es el símbolo de la fortaleza del espíritu, el destructor de las tablas de la moral. Es la figura del nihilismo activo: destruye, se enfrenta a todo y a todos, prepara el camino, pero no puede crear nuevos valores. Posee sed de venganza, y por esto es un todavía no, porque sus heridas aún están abiertas y aquella venganza domina su espíritu. En la lucha que plantea el león, se crea su propia libertad, y ésta es la tarea del león: la de crear la libertad para un nuevo crear. Esta libertad se verá plasmada en su totalidad en la figura del niño, "el sagrado decir sí": " Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí" (Nietzsche, F.; 1995: 49). Sólo cuando podamos convertirnos en este niño, cuando este niño arribe a nosotros, será posible la llegada de un nuevo sujeto, ya no sujeto a nada, ni a nadie. Este nuevo hombre pensado por Nietzsche, sin debilidades, sin sujeciones, sin flaquezas, será, por sobre todas las cosas, un creador.

El hombre creador, lo es porque crea en el devenir, donde ya no existe solidez, donde ya no existe la seguridad del pasado a nuestras espaldas. La venganza del león, es venganza contra todo "fue", contra el pasado que nos ató por siglos. El niño que vendrá, ya no estará sujeto ni al pasado, ni al presente. La llegada del superhombre sólo será posible aceptando el pensamiento más abismal de todos: el del eterno retorno. La figura de Zaratustra deberá enfrentarse ahora con el pensamiento "gota de plomo", la esencia misma del tiempo. Esta será su verdad más terrible.

La pesadez que implica el tiempo lineal, ha sido una grávida carga para el hombre, ha sido el peso del pasado y la tradición. El eterno retorno nos enfrenta con la idea de volver a vivir nuestra vida tal cual fue, con sus alegrías y sus desgracias. Siguiendo el razonamiento del tiempo lineal, es fácil dilucidar que esta idea asfixiará al hombre. Pero el eterno retorno será el compromiso del hombre con su propio destino. Nos obligará a aceptar nuestro pasado, y a hacernos cargo de nuestra historia sin la necesidad de recurrir a dios, o a cualquier idea de trascendencia, logrando de esta manera que cada instante de nuestra vida adquiera un nuevo peso. El eterno retorno será la posibilidad de un nuevo crear, liberalizador, a través de la risa. Esa risa que experimenta aquél pastor que describe Zaratustra, al lograr liberarse de las cadenas del tiempo fragmentado en pasado, presente y futuro, "Ya no pastor, ya no hombre -¡un transfigurado, iluminado, que reía! ¡nunca antes en la tierra había reído hombre alguno como el rió!" ( Nietzsche, F.; 1995: 228).

Este pastor representaba al hombre atado a la tradición, a los viejos valores, al tiempo lineal. La serpiente, símbolo de Uroboros, representada mordiéndose la cola, indica la inexistencia de un principio o un fin. Nietzsche privilegia el instante en cuanto eternidad, en cuanto círculo, donde principio o fin, pasado o futuro, no pueden determinarse, sino sólo el "instante". Un "instante" donde lo que permanentemente se celebra es el presente, un presente instantáneo, y por esto, eterno, donde olvidamos el pasado de la mejor forma: recordándolo. Eligiéndolo nuevamente una y otra vez, siendo conscientes de que gracias a ese pasado estamos hoy aquí. Decidimos y apostamos por la vida, porque afirmamos cada uno de sus instantes, y es en esa afirmación donde se produce el retorno, porque es el querer lo que siempre retorna. Y este querer es eterno.

El superhombre contempla la inmensidad y la eternidad del mundo, adentrándose en él, y en el eterno retorno. Aquellos que están cada día más cerca del superhombre, estarán más lejos del presente que fragmenta al hombre, encontrándose a un paso de la experiencia de la ligereza, opuesta a la pesadez de los antiguos valores.

Esta concepción de hombre pensada por Nietzsche, parece distar mucho de la concepción (o de la no-concepción) del sujeto actual. En la mal o bien llamada "posmodernidad" el sujeto parece haber muerto, y es Nietzsche, según muchos autores posmodernos, uno de los causantes de este deceso. Aquello que caracterizaba a la modernidad parece haber desaparecido, como los grandes "metarrelatos" de los que habla Lyotard: "emancipación progresiva de la razón y la libertad, emancipación progresiva o catastrófica del trabajo (fuente de valor alienado en el capitalismo), enriquecimiento de toda la humanidad a través del progreso de la tecnociencia capitalista, e incluso, si se cuenta al cristianismo dentro de la modernidad (opuesto, por lo tanto, al clasicismo antiguo), salvación de las criaturas por medio de la conversión de las almas vía el relato crístico del amor mártir". (Lyotard, J.F.; 1986: 29).

En la posmodernidad todo ha muerto, finalizado, o ha sido disuelto: el sujeto, la historia, la metafísica, los valores, etc., pero, aparentemente, nada ha sido creado. La palabra creación viene ligada tradicionalmente a la categoría de lo "nuevo", noción indudablemente moderna, y, por lo tanto, rechazada por los posmodernos, quienes pretenden deshacerse del lenguaje "categorizador" y "fuerte" utilizado en la modernidad, y por ende, de todos aquellos conceptos que caracterizaron a la modernidad como una época en la cual se buscaba permanentemente "la novedad".

¿Es que todavía estamos, siguiendo a Nietzsche, en la etapa destructora, la del león?, ¿debemos esperar al niño creador, o la espera también ha quedado anulada y globalizada junto con el mundo?. Lo indudable, a lo que todos asistimos, es a la categoría de tensión permanente generada por una globalización que nos agrupa como ganado, y nos separa como etnias al mismo tiempo, "de las ruinas de las sociedades modernas y sus instituciones salen, por un lado, redes globales de producción, consumo y comunicación, y por otro, un retorno a la comunidad" (Touraine, A.; 1997: 10). Hoy, las distancias se acortan y el pasado se vuelve presente. Todo se mezcla, hasta el tiempo mismo. No hay límites entre lo permitido y lo prohibido, entre lo normal y lo que no lo es. La globalización nos lanza la pregunta por la convivencia: ¿Podemos vivir juntos?, se pregunta Touraine, pero la cuestión es que ya vivimos juntos. Miramos los mismos programas de televisión, consumimos los mismos productos, y vestimos de igual manera. Pero estas similitudes no bastan para afirmar que pertenecemos a la misma cultura. Los mecanismos informativos que utiliza la globalización para hacernos creer que todos somos iguales, y que todos estamos comunicados, están separados de una organización social particular, "esa separación entre redes y colectividades, esa indiferencia de los signos de la modernidad y el lento trabajo de socialización que llevan a cabo las familias y las escuelas, en una palabra, esa desocialización de la cultura de masas, hace que vivamos juntos sólo en la medida en que realizamos los mismos gestos, y utilizamos los mismos objetos, pero sin que seamos capaces de comunicarnos entre nosotros, más allá del intercambio de los signos de la modernidad" (Touraine, A.; 1997: 10). La cultura y la economía, así como lo tecnológico y lo simbólico, se separan.

La tolerancia y la aceptación de la diferencia se convierten en diálogos que no son más que cáscaras vacías, "sólo vivimos juntos si perdemos nuestra identidad" (Touraine, A.; 1997: 11), dice maravillosamente Touraine. Se retorna a la comunidad y a la afirmación de la identidad de una manera casi violenta. Y esta afirmación, estos resurgimientos, son producto de la pretensión de querer globalizar incluso los valores mismos, ¿y qué más violento que esto?. La resistencia que se genera, es producto del temor a la indiferenciación cultural, "no es la mutación acelerada de las conductas lo que hay que percibir, sino la fragmentación creciente de la experiencia de individuos que, de forma simultánea, pertenecen a varios continentes y a varios siglos: el yo ha perdido su unidad, se ha vuelto múltiple" (Touraine, A.; 1997: 12).

Es en esta multiplicidad en la cual deseo instalarme para arribar al concepto de sujeto fractal formulado por Baudrillard. Analizando el concepto de red (net), llegamos al de Inter-net, algo así como "a través o por el interior de la red". Actualmente, por llamarlo de alguna manera, el sujeto es aquel capaz de moverse en el interior de la red informativa. Todo aquel que logre moverse en esta red sin perderse, pero también sin encontrar la salida, pues no la tiene, puede considerarse a sí mismo como un navegante "en un estado de ingravidez que le obliga a un vuelo orbital perpetuo" (Baudrillard, J., 1997: 13). Permanecer allí sin estrellarse es, quizás, la única salida en el interior de la red.

En este universo, la realidad se transforma en hiperrealidad. La esfera privada se pierde como tal, ya no somos un sujeto atrapado por objetos e imágenes, "nosotros ya no existimos como dramaturgo o como actor, sino como terminal de múltiples redes". (Baudrillard, J.; 1997: 13).

En nosotros y desde nosotros se proyectan múltiples imágenes. Ya no es el mundo como imagen, sino la imagen convertida en el mundo. Si existe un sujeto, está sujeto a la pantalla en la que el mundo se ha transformado. En el mundo-pantalla (o la pantalla-mundo) todo se re-fracta. Al refractarse lo privado, deja de ser íntimo, convirtiéndose todo en un espacio público donde lo que vale son las conexiones e interrelaciones (redes) inmediatas. No importa quién, cómo, cuándo o dónde, sólo importa la conexión infinita.

El viejo sujeto "Despojado de toda escena y atravesado sin obstáculo, ya no puede producir los límites de su propio ser, ya no puede producirse como espejo ( ...). Y se convierte así en pura pantalla, pura superficie de absorción y reabsorción de las redes de influencia" (Baudrillard, J.; 1997: 23). El sujeto estalla en infinitos cristales que a su vez vuelven a estallar. Mil pantallas se agolpan en la eternidad de un instante, y salen disparadas a un espacio contenedor y destructor a la vez. El sujeto que se re-fracta estallando en mil pedazos, no hace más que copiarse a sí mismo.

El concepto de "fractal" fue acuñado por Mandelbrot y actualmente se utiliza en la teoría del caos. Se dio el nombre de fractal "a los modelos del caos que vemos en el cielo, que sentimos en la tierra y que encontramos en las venas y nervios de nuestros cuerpos" (Briggs J.-Peat D.; 1999: 138). Los fractales se refieren a las huellas y marcas dejadas por la acción de sistemas dinámicos caóticos. Uno de los fractales más conocidos es el de un copo de nieve, multiplicado y repetido ad infinitum. En cada fractal las formas se repiten, en escalas reducidas, imitando un modelo primigenio que vemos en forma ampliada. En síntesis, "el caos genera formas y deja huellas que poseen lo que los científicos denominan 'autosemejanza a muchas escalas diferentes' " (Briggs J.-Peat D.; 1999:140).

Por ejemplo, la forma de un árbol, se refleja en diversas escalas. El tronco se divide en ramas, éstas, a su vez, se dividen en ramitas más pequeñas. Las ramas poseen hojas, las cuales no hacen otra cosa que repetir el modelo de sus venas. Las semejanzas fractales no sólo se dan en la naturaleza, sino también en la conciencia humana, y por ende, en el arte, "un texto budista chan dice: 'Se levanta una partícula de polvo y toda la tierra está allí; florece una flor y amanece un universo con ella'. El poeta William Blake se hace eco del texto zen en su consejo de Augurios de inocencia: 'Para ver el mundo en un grano de arena y la eternidad en una hora'. La autosemejanza fractal es la versión del caos de esta antigua verdad poética" ( Briggs J.-Peat D.; 1999: 142-143).

Paradójicamente, algo tan antiguo y natural como esta "semejanza fractal", adquirió interés y relevancia a través de las abstracciones generadas en las pantallas de las computadoras por el conjunto de Mandelbrot. Nuevamente, lo real adquiere realidad cuando es re-fractado por una pantalla (e inmediatamente esto se transforma en hiperrealidad).

Baudrillard analiza al sujeto haciendo hincapié en la necesidad que éste tenía de parecerse a los demás y perderse en los otros para pasar, así, desapercibido. Actualmente, el sujeto sólo quiere parecerse a sí mismo, quiere "Encontrarse en todas partes, desmultiplicados, pero fieles a nuestra propia fórmula" (Baudrillard, J.; 1997: 35).

Queremos repetir nuestra fórmula estallando en lo idéntico. Esto lleva a Baudrillard a afirmar que "podemos hablar hoy de un sujeto fractal que, en lugar de trascenderse en una finalidad o un conjunto que le supera, se difracta en una multitud de egos miniaturizados, absolutamente semejantes entre sí, que se desmultiplican embrionariamente como en un cultivo biológico, saturando por escisiparidad su entorno hasta el infinito (...) el sujeto fractal sólo sueña en parecerse a cada una de sus fracciones (...). Extraño Narciso: ya no sueña con su imagen ideal, sino con una fórmula de reproducción al infinito" (Baudrillard, J.; 1997: 34). En esta reproducción, el sujeto se autodestruye

Este sujeto no es un sujeto entendido como lo era en la modernidad. Debemos pensar en una nueva sujeción, ya no moderna, es decir, ya no sujeta a los ideales de la moral cristiana, ya no sujeta a la moral burguesa y a los ideales de la revolución, pero, sujeción al fin. Es la sujeción de la informática, es la sujeción del sujeto por el sujeto mismo. Ya no queremos trascender en y con Dios, ahora trascendemos en nosotros mismos, estallando en mil fragmentos, multiplicando nuestro ego hasta dejar de reconocernos. Estamos atados a nuevas cosas, a nuevas modalidades, a nuevas definiciones. Envueltos en la red, espiamos a través de los orificios la antigua realidad. Quizás hemos anulado al santo del que habla Nietzsche, que sólo amaba a Dios, que sólo confiaba en la verdad divina y la trascendencia, quizás hemos superado la etapa del camello, y ya no soportemos las cargas de la tradición solemne y silenciosamente... Pero quizás no hemos superado al león, y sigamos rugiendo, preparando el camino para el niño... o quizás nuestro error sea ser humanos, demasiado humanos, y no tener la capacidad de olvidar dentro del recuerdo mismo.

El sujeto de la red no puede deshacerse de su propia imagen, no puede deshacerse de ninguna imagen, de la pantalla, del cristal. Quizás el recuerdo aún no se ha anulado, y necesitemos un poco más de tiempo.

"Cuando de un pasado lejano no subsiste nada, una vez que la gente ha muerto, que las cosas se han roto y dispersado, entonces, solo, más frágil, pero con más vitalidad, más insubstancial, más persistente, más fiel, el olor y el sabor de las cosas permanecen durante un largo tiempo, como almas dispuestas a recordarnos, esperando y deseando su momento, entre las ruinas de todo lo demás; y soportan, indesmayables, en la minúscula y casi impalpable gota de su esencia, la vasta estructura del recuerdo" (Proust, M.;1966: 66).

Referencias Bibliográficas
1. Baudrillard, Jean, El otro por sí mismo, Barcelona, Anagrama, 1997.
2. Briggs, Jhon-Peat, Davis, Las siete leyes del caos. Las ventajas de una vida caótica, Nueva York, Grijalbo, 1999.
3. Fink, Eugen, La Filosofía de Nietzsche, Madrid, Alianza, 1969.
4. Nietzsche, Friedrich, Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza, 1995.
5. Proust, Marcel, Por el camino de Swann, Alianza, Madrid, 1966.
6. Touraine, Alain, ¿Podremos vivir juntos?, Iguales y diferentes. Madrid, PPC, 1997.

recibido: 23/04/02
aceptado para su publicación: 21/07/02