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Cuadernos del Sur. Filosofía

versão impressa ISSN 1668-7434

Cuad. Sur, Filos.  n.35 Bahía Blanca  2006

 

En el cruce entre literatura, historia y filosofía: la crónica, ¿un texto eminente?1

Norma Edith Crotti

Universidad Nacional del Sur. E.mail: ncrotti@criba.edu.ar

Resumen
El trabajo se propone un estudio crítico de notas periodísticas de Roberto Arlt, Rodolfo Walsh, Juan Gelman y Héctor Tizón desde el marco teórico de la concepción de arte de Hans-Georg Gadamer. Recopiladas en forma de libros, despegadas de su origen y también de los medios periodísticos en los que aparecieron inicialmente reclaman una validez propia. A diferencia de la noticia periodística que entraña la pretensión de verdad de los enunciados que la configuran en relación con los hechos a los que refieren, a los conocimientos que transmiten, esas notas (en su inmensa mayoría crónicas de hechos), al entretejer lo fáctico y lo ficcional, se tornan enigmáticas en el punto en que ambos aspectos se tensan y configuran un espacio de interpretación que no se agota en conceptos.
¿Qué implicaría preguntarse por la verdad frente a esas notas periodísticas? A pesar de que la referencialidad no tiene en ellas un lugar secundario, parecieran quedar liberadas de esa pregunta y mantener una autonomía que no significa un distanciamiento de la vida, si se considera que en el juego entre los hechos y su narrativización no se traiciona el referente real sino que la aproximación a él se realiza de otro modo.
Los temas cíclicos de un hombre y de todos los hombres que sobreviven en la tradición se entretejen entre pasado y presente, subjetividad y sociedad, desde la palabra que se abre a una creación constante de sentidos, en crónicas que, a pesar de su referencialidad, tienen entidad propia y en ese sentido, pueden pensarse como un todo, como textos con una pretensión de verdad autónoma.

Palabras claves: Crónica; Referencialidad; Entidad propia.

Abstract
This work proposes a critical study of Roberto Arlt, Rodolfo Walsh, Juan Gelman and Héctor Tizón's journalistic articles, based upon the theory of Hans-Georg Gadamer's art conception. Such articles, compiled into books, separated from their origin and from the journals where they first appeared, claim for their own validity. Unlike the news that pretend to have the truth in their statements concerning the facts they refer to and the knowledge they transmit, these articles (mostly chronicles of facts), joining fact and fiction, become enigmatic in the point where both aspects conflict and build an interpretation space that does not exhaust in concepts.
What does the question about the truth in these journalistic articles imply? Though referentiality does not have a secondary place, these chronicles seem to be free from having to answer that question, and have an autonomy that does not mean distance from life. In the play between facts and their narrativization the real reference is not betrayed, but approached in a different way.
The cyclical subjects about a man and all men that survive in the tradition, are interwoven between past and present, subjectivity and society, from the word that opens to a constant creation of meanings in chronicles which, in spite of their referentiality, have their own entity; they can be thought as a whole, as texts pretending to have an autonomous truth.

Key Words: Chronical; Referentiality; Own entity.

El dolor sueña de mil modos y reitera la herida inicial de la palabra.
Juan Gelman (1997:224)

Para todo hay palabras. Para la lepra hay palabras. Para la guerra no. Ninguno de nosotros salió vivo. La guerra es la verdadera lepra. Pero en eso no quiero pensar: en el medio del río está la red.
Rodolfo Walsh (1998:176)

...el poeta multiplica, desde la palabra poética, la imposible univalencia de lo acontecido, de aquello que lleva el nombre de Shoah o de Auschwuitz y que no alcanza ninguna palabra que pueda efectivamente decirlo.
Ricardo Forster (2003:218)

Recopiladas en forma de libros, despegadas de su origen y también de los medios periodísticos en los que aparecieron inicialmente, las notas de Arlt, Walsh, Gelman y Tizón, reclaman -como señala Gadamer (1998:95) a propósito del texto poético- "una validez propia que, por su parte, es una instancia última para el lector o para el intérprete".

A diferencia de la noticia periodística que entraña la pretensión de verdad de los enunciados que la configuran en relación con los hechos a los que refieren, a los conocimientos que transmiten, esas notas (en su inmensa mayoría crónicas de hechos), al entretejer lo fáctico y lo ficcional, se tornan enigmáticas en el punto en que ambos aspectos se tensan y configuran un espacio de interpretación que no se agota en conceptos2.

¿Qué implicaría preguntarse por la verdad frente a esas notas periodísticas? A pesar de que la referencialidad no tiene en ellas un lugar secundario, parecieran quedar liberadas de esa pregunta y mantener una autonomía3 que no significa un distanciamiento de la vida, si se considera que en el juego entre los hechos y su narrativización no se traiciona el referente real sino que la aproximación a él se realiza de otro modo. Escritas en la frontera entre el periodismo y la literatura, ignoradas desde un lugar o desde el otro4, las crónicas pueden admitirse, sin embargo, con entidad propia y en ese sentido, pensarse como un todo, como textos con "una pretensión de verdad vaga y especulativa" (Gadamer, 1998:97), autónoma independientemente de su contenido, a los que podría atribuirse lo que Gadamer (1998:101) señala respecto del texto poético: "... sus elementos convergen en una palabra unificada y en una sucesión armoniosa de sonidos... es un todo que se sale de la corriente de las palabras que van pasando".

¿De dónde nacen las palabras que van pasando?, ¿responden a convenciones o a relaciones naturales de semejanza y de copia?, o ¿nacen de unas y otras simultáneamente? Herida de la palabra inaugural y niñez están inextricablemente ligadas para toda la vida. En esa herida se encuentran, de modo indeleble y para siempre, el adentro y el afuera de cada uno, el mundo exterior incognoscible y el interior que lo es menos5. La experiencia del mundo es esencialmente lingüística6 y aunque "las palabras son de todos, decía Raúl González Tuñón, y es cierto. También es cierto -señala Gelman (1999:23)- que cada quien posee una palabra propia, inalienable". Sabe que la palabra lo separa del objeto y que hablar no es nombrar7, es poder hacer presente lo ausente en la "exposición" de la palabra, en el momento mismo en que la proximidad de la forma fónica y el sentido permiten, desde la significatividad, evocar el objeto. Hablante y deseante a la vez, el ser humano es, por eso mismo, utópico. La palabra, como la utopía, reúne constantemente dos pérdidas -lo deseado y lo logrado- y como ella, se constituye en una especie de lugar paradisíaco que la humanidad busca y seguirá buscando eternamente. Cada cual trata, a su manera, de encontrar la palabra justa, esa "que uno lleva, que nos necesitó para decirnos" (Gelman, 1997:12).

Arlt, Walsh, Gelman y Tizón, escritores, cronistas, analistas, explicitan la preocupación por la palabra adecuada aquella que no sólo significa el afuera, lo real histórico-social, político y económico, sino también el adentro, la interioridad, la indagación del yo convertido en objeto8.

La obra es la persona que la crea -cuando la obra es- y esa persona no escapa a su subjetividad ni a los tiempos que la acuñan y mucho menos a la materia de esos tiempos... Esto es decisivo porque la palabra es resultado y causa de cosmovisiones y no es lo mismo pensar en castellano, en francés o en alemán. Y mucho menos escribir (Gelman, 1999:208, la cursiva corresponde al original).

Porque un lenguaje -podría agregar- no se reduce a un simple procedimiento de fijación de significados,

la palabra lingüística no es un signo del que se echa mano, pero tampoco es un signo que uno hace o da a otro; no es una cosa dotada de un ser propio, que se pueda recibir y cargar con la idealidad del significar con el fin de hacer así visible un ente distinto. Esto es falso por los dos lados. La idealidad del significado está en la palabra misma; ella es siempre ya significado (Gadamer,1996:501).

En la convicción de que en el decir se constituyen el lenguaje y el mundo, los escritores-cronistas muestran la palabra en el límite, en el intento de construir lo real en realidad, en "un cierto anudamiento de lo Imaginario a lo Simbólico" (Grüner, 1998:49).

Gadamer (1996:487) señala que "es significativo que en griego la expresión que significa "palabra", ónoma, signifique al mismo tiempo nombre, y en particular nombre propio, esto es, apelativo" (las comillas y la cursiva corresponden al original). El nombre propio, como parte de la herencia del lenguaje, garantiza "que el lenguaje es simplemente la esencia espiritual del ser humano" -afirmaba Walter Benjamin9, aunque ese nombre sea, a veces, como Arlt, impronunciable, enigmático y conflictivo, un misterio aceptado con resignación: "yo soy Arlt, de aquí hasta que me muera; cosa desagradable, pero irremediable... Yo no tengo la culpa" (Arlt, 1991:383). En ese nombre encuentra la palabra que lo manifiesta y le permite advenir al lenguaje, pertenece a él como portador, "parece en consecuencia que pertenece al ser mismo" (Gadamer, 1996:487).

El convertirse en sujeto de sus propias acciones no puede entenderse sólo en términos individuales, no se edifica en soledad, entraña la relación con el otro. La construcción de la subjetividad y el modelado cultural del ser humano se asientan en presupuestos éticos y políticos, pero sobre todo en la experiencia compartida de la lengua.

El que vive en un lenguaje está penetrado de la insuperable adecuación de las palabras que usa para las cosas a las que se refiere. Parece imposible que otras palabras de lenguas distintas estén en condiciones de nombrar las mismas cosas de una manera tan adecuada. Sólo parece justa la palabra propia, y tan cierto como que la cosa mencionada es siempre una lo es que la palabra justa no puede ser más que una (Gadamer, 1996:482).

Sin embargo, esto no implica que las palabras sean simplemente un "mero transporte fatigado" (Gelman, 1999:39), llevan en sí mismas lo que dicen y lo que no dicen10, exhiben su unidad originaria abriéndose a la significancia desde su propia sonoridad, a través de ellas entran en la escritura las vivencias y experiencias de un escritor, significan en su relación dialéctica con otras (cfr. Gadamer, 1994:193), en su dislocación y también en sus transformaciones.

-Va yendito el tren- dice sentada en el estribo Rosalía Salazar, esta vieja de cara increíblemente joven, a pesar de las innumerables arrugas.
Es cierto, y no hay mejor manera de decirlo: el tren va yendito (Walsh, 1998:182)

dice el cronista, evaluando el diminutivo de un gerundio que en su alargamiento busca significar la lenta marcha del tren de trocha angosta en la selva chaqueña, un empleo que, naturalizado en el habla de Rosalía Salazar pero ajeno a la variante dialectal propia, pone en evidencia el carácter de acontecimiento de la palabra. Convencido de la necesidad de atender a todos los elementos aun los más llanos y realistas (cfr. Gadamer, 1998:101) y de que "la palabra es de manera esencial acto de habla, posee un carácter realizativo y es, en este sentido un acontecer que se sostiene por sí mismo" (Esquisabel, 2001-2003:75) el narrador sopesa la palabra elegida, esa que podría pensarse como la "perfecta", la que entraña la verdad, la que se hace más significativa no sólo en el interior de una configuración discursiva cuyas posibilidades estructurales "se le imponen obligatoriamente al lector, igual que al autor" (Gadamer, 1998:101)11, sino también en el interior de la lengua materna, en ese territorio propio12 que habla de la dimensión comunitaria del lenguaje.

La materialidad de la palabra que en la acción comunicativa cotidiana se desvanece en la prioridad de la remisión al objeto, en la escritura literaria, a la que la crónica no es ajena, se exhibe en una opacidad que es necesario trasponer13 aun cuando refiera a hechos históricos, sociales, culturales y políticos de lo real inmediato -o no tanto- y se presente en determinadas ocasiones casi como testimonio. "La unidad indisoluble de forma y contenido, que implica una indisoluble trabazón entre lenguaje, mundo, praxis vital y praxis lingüística, constituye uno de los rasgos característicos de la concepción gadameriana" (Esquisabel, 2001-2003:74)14.

Cada lengua construye su propia visión del mundo, asume un carácter perspectivista e interpretativo; cambiar de lengua, entonces, implica "rehacer los códigos lingüísticos sobre las ruinas tenaces de los que el escritor bebió con la leche materna" (Gelman, 1999:84)15.

La imposibilidad de ser cronista de su pueblo narrando con un "instrumento universal" condujo a Tizón a su definitiva opción por el castellano de América, espurio, híbrido y rico, pero sólo enriquecido bajo condición del respeto por sus cánones esenciales. Es decir, la lengua de nosotros, de los nietos, fiel al venero y sin beneficio de inventario, sin repudio a los aportes oscuros de mi pertenencia, de la leche irracional de mi pueblo. Y sólo entonces encontré mi manera, un estilo, una seña de identidad, originada en mi contexto vital y mi experiencia..." (2000:33-34).

Tizón se movió entre los límites de la lengua española de prestigio y la circunscripta a la región y optó por la segunda, no por mantenerse aferrado a una lengua regional disponible sino, quizá, por no experimentar el exilio dentro su propio país o para jugar con el poder evocador de la palabra en cada enunciación: "¿Cómo contar la aventura del hombre y su morada, sus perplejidades, la presencia o ausencia de sus dioses, en un lenguaje que conmoviera, es decir, en un lenguaje de amor que contagiase?" (pp. 31-32). ¿Cómo contar -podría agregar- la pertenencia del hombre a un mundo, a una tradición sin hacerlo desde su lengua?

Pensaba yo que mi tierra era la lengua castellana cuando padecí el exilio en países de otras lenguas. Era lo único que me quedaba, lo único que me unía a la infancia, que es quizá la sola patria de cualquiera [pero] ... la lengua es la lengua y el país es el país (Gelman; 1999:91).

Gelman no sintió el destierro sólo del español sino también "del habla de los argentinos" (p. 91), de aquel que -como manifiesta en una de sus crónicas, "Documentos II" (1997:283-284), la dictadura militar intentara subvertir reduciendo su capacidad de significar a un procedimiento de fijación de significados en forma arbitraria, disponiendo el reemplazo de términos empleados por términos a emplear; de aquel que Roberto Arlt en "El idioma de los argentinos" (1991:485) defendiera enfervorizadamente contra el español académico que pretende "enchalecar en una gramática canónica, las ideas siempre cambiantes y nuevas de los pueblos" (p.487) "que, como el nuestro, están en una continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos" (p.486) como los boxeadores, golpes16. En cada nuevo acto de enunciación, generan, en cierta medida, una lengua dentro de otra, sacan la lengua de los "caminos trillados, la hace[n] delirar"17 produciendo estructuras gramaticales no naturalizadas por el uso y desplazamientos semánticos, inventando palabras y torsionando otras, porque en esa torsión, quizás, pueden construir una nueva realidad18.

Desde la defensa del lenguaje vivo, dinámico, creativo, imposible de fijar y desde el uso del vesre de un modo vacilante19, con comillas o sin ellas, Arlt anticipó una respuesta a la intriga que a Gelman le produce su ejercicio:

¿Nace del deseo profundo de que las palabras digan lo que callan? ¿Descalabrándolas para que muestren sus entrañas? ¿Dándolas vuelta para que revelen su secreto? Si así fuera, el vesre es el pariente íntimo de la poesía. De algún modo, la poesía es el revés de la lengua (Gelman, 1999:92).

La escritura literaria lleva al límite el diálogo entre la preesquematización del significado que contiene la regla dada en la gramática y el querer decir, exhibe la presencia y la acción de la subjetividad que se constituyó ya en la infancia atravesada por la herida inicial de la palabra. Y aunque escribir en otro idioma que el materno implica el peligro de la pérdida de densidad subjetiva, hay quienes no permanecieron aferrados al lenguaje primero y aun conscientes del riesgo, optaron por escribir en lengua ajena aunque eso los instalara en una forma de exilio, interior o exterior. Ese fenómeno,

... ¿es una aventura impulsada por la voluntad de apropiación del Otro? ¿O de entrega desafiante al Otro? ¿Es un reto a la literatura, una demostración de su imposibilidad? Se sabe que en cada idioma hay mundos cuajados sin equivalente en los demás. ¿Cómo chocan esos mundos del lenguaje otro con los previos? ¿Qué destruyen? ¿Modifican la cosmovisión del escritor, lo alejan de la madre, del peso del padre? ¿Y cómo aborda el escritor entonces la cuestión de expresar una certeza sensible y lo universal al mismo tiempo, cualquiera sea la lengua en que lo intente? ¿Acaso eso es posible? -se pregunta Gelman (1999:84).

Distintas razones podrían darse a los interrogantes que formula: la primera, no vacilar en usar la lengua de la potencia colonizadora para asegurarse el uso de la palabra y tener más posibilidades de hacerse oír, el valor, la perspicacia, el arte, el criterio y la astucia para propagar la verdad20 desde la cultura de la resistencia; la segunda, elegir la lengua del enemigo, como en el caso de Paul Celan21, ya sea porque "no hay nada en el mundo que obligue a un poeta a abandonar la escritura, ni siquiera cuando el poeta es judío y el lenguaje de sus poemas es el alemán" (Gelman, 1997:289-290) o porque escribir en alemán, tener el valor de escribir su verdad en esa lengua, le permitiría "exorcizar la lengua del enemigo y al enemigo en consecuencia" (Gelman, 1999:83) o, "¿tal vez porque la magnitud del crimen cometido con esa lengua sólo se podía medir en esa lengua?" -se pregunta Gelman (1999:130). Una tercera razón sería, quizás, la que llevó a Brodsky, exiliado en Estados Unidos, a escribir poemas y ensayos en inglés pero sobre todo poesía en ruso que luego él mismo traducía al inglés: por un lado, seguía habitando su propia lengua22 y por el otro, sabía que si bien la traducción inexorablemente va aplastando matices23 hacía "manejable" su verdad.

En un mismo ensayo propone que "el exilio frena la evolución estilística, el escritor se torna más conservador" y, a la vez, que "el exilio conduce al escritor, de la noche a la mañana, a un lugar que le llevaría normalmente la vida alcanzar". El suelo de la infancia perdida oscila como presencia ausente entre esas dos afirmaciones, posiblemente ciertas. Ambas -señala Gelman (1999:164, las comillas corresponden al original).

En lengua propia o en lengua ajena, la escritura busca convertir el papel en vida, no sustituirla por un papel. Interroga lo real aun cuando el poder rechace el interrogatorio, se interna en la ambigüedad que es parte de la vida, en la dimensión social y política, deja emerger los "fantasmas" personales y tiene el valor de decir lo indecible, la escritura "está hecha -como señalaba Foucault (1996:66)- de algo no inefable".

El escritor-cronista indaga siempre desde el asombro que "no es más que una forma de mirar y una forma de escuchar, antes de escribir" (Gelman, 1997:14), escudriña, interpreta, busca "restituir la exterioridad centelleante que ha sido recubierta y enterrada" (Foucault, 1995:39)24 y cuanto más su mirada se adentra en la vida y más en silencio escucha, más empieza a percibir el dolor de quienes sufren25, la miseria, la injusticia, la soberbia de los ricos, la impune criminalidad de los victimarios y la deshumanización progresiva practicada por el capitalismo industrial y el modelo neoliberal que tienen tanto que ver con lo que Freud llamó "el malestar de la cultura", una cultura impotente para frenar la fragmentación de los valores humanos y detener "los vientos de la violencia y la crueldad que nos echaron hacia afuera y hacia adentro" -como afirma Tizón (2000:24)-, hacia un exilio exterior e interior.

Sabiendo como Gelman (1999:308) que 'el silencio no sólo está hecho de la falta de palabras del hablante… también de los oídos que se cierran a "lo desagradable", lo inaguantable' (las comillas corresponden al original), con los ojos y los oídos de un narrador-cazador26, Arlt transita la ciudad buscando la nota y en un juego entre lo fáctico y lo ficcional el narrador-cronista recupera, ya que traducirlas implicaría restarles autenticidad, las voces de quienes no tienen voz, en la confesión del amigo, en las historias que piden discreción, en los diálogos escuchados tras el tabique de una lechería, en un café o en un viaje en tranvía, con el convencimiento de que el acto de habla, en tanto autorrealización del lenguaje, da lugar a la existencia del ser y de su exploración27.

Walsh recorre el noreste argentino (Corrientes, Chaco y Misiones) que ha perdido casi todo, y sus notas reivindican a los vencidos por la pobreza y el desamparo que "se quitan la palabra de la boca en su apuro por transmitir esa angustia a alguna parte, a algún mundo desconocido…" (1998:213), convencidos de que el cronista hablará por ellos, "por delegación"28. Así lo hace y construye su crónica, pero ante el hecho de tener que hablar por el otro, restituye las voces acalladas, no por la muerte sino por el poder, en repeticiones "de lo mismo en todos los tonos, con vestigios de todos los idiomas" (Walsh, 1998:211), dejando que en sus propias lenguas, que es lo único que permanece frente a la pérdida, quede el testimonio de su identidad; que sus propios actos de habla evoquen su perspectiva lingüística del mundo. Y como los silencios también hablan, penetra en la mudez de los ranchos, en la memoria en carne viva, mantiene un "diálogo sin palabras posibles con la viejita Yatsuda que perdida en quién sabe qué brumas de separación y congoja cose sus paquetes para irse" (1998:218) y se acerca a quien

se decretó solo y para siempre, renunció de un golpe al amor, la dependencia, la amistad, se sumergió en los reinados inferiores: las plantas, el perro, el filo de la azada, el olor de la tierra, su roto lenguaje interior, donde los verbos se alargan en incesante contemplación, los tiempos se cambian, y él es él, es yo y es todos (1998:171).

"Nos parecemos -señala Gelman- en que todos somos diferentes", la diferencia existe aun en uno mismo. "Se trata del espacio que el otro ocupa en uno, un espacio quizás más vulnerable en los artistas.... El espacio del otro es cuestionador de la propia identidad... suele ser un espacio de dolor" (1997:161). Un espacio en que la identidad implica la alteridad como pensaba Ricoeur29. Para verse no basta la memoria circunscripta del yo sino aceptarse uno en otro y aceptar al otro en uno, "recordar lo doble que convive en cada ser humano" (Gelman, 1999: 20).

En el espacio de la crónica entre periodismo y literatura, el escritor-cronista se desdobla, le da la palabra al otro que hay en él, crea un narrador-cronista que a veces no asume un nombre propio y otras, como en el caso de Arlt, se inviste con el suyo o, como en el de Walsh, se neutraliza en Panorama o se incluye en un nosotros que identifica a cronista y fotógrafo, los enviados.

El escritor pareciera buscar su identidad en la obra pero expone el nunca ser de esa identidad a los vientos más distintos. Cuando deja de hacerlo, cesa de ser artista o, dicho de otro modo, cesa de convertirse cada vez más en su obra y apenas se dedica a convertir a la obra en él mismo, reiterando una búsqueda ya congelada (Gelman, 1997: 126).

En esa búsqueda condenada de antemano, el escritor exhibe una carencia colectiva no muy lejana del silencio que instala la palabra en la boca de todos. "El hombre común -afirma Tizón (2000:32-33)- ve y siente como todos, pero no sabe o no puede expresarlo; el escritor ayuda a que esas limitaciones que lo apresan se rompan"30, construye por encima de las reglas, en su querer decir compromete el ser entero31, no sólo su biología sino también la lengua que lo atraviesa, y en ese compromiso,

los poetas, si lo son de verdad -agrega Tizón-, conmueven y recuerdan, malogran las propuestas el discurso de los que están seguros. Ellos son los aguafiestas y los heraldos del memento mori, el contraademán y el contradiscurso, la cadena perpetua de la especie, el examen de conciencia y los remordimientos, el mañana que será esencialmente distinto del ayer, la crítica y la subversión, la victoria de los agonistas, que lleva en sí, como carga subconsciente, la visión de los vencidos por la muerte, el nacimiento, el vuelo y la caída (p.35, la cursiva corresponde al original).

A partir de la escritura que entrelaza lenguaje e historia pueden hablar con su pueblo y de su pueblo poniendo en ese diálogo su inteligencia y su arte tratando no "de mejorar o maquillar la modernidad, sino de inventar otra, diferente y liberadora: la que no fue todavía" (Gelman, 1999:199). Sus palabras perturban a esa parte de la sociedad que quiere tranquilidad, aunque ella se construya sobre el genocidio pacífico y la marginación de millones, defienden la dignidad, los saberes, las creencias, los mitos y misterios del pueblo, muestran la injusticia en un país sin visión integradora, una Argentina, "la actual, con sus dogmas de mercado y su concepción contraria, de país archipiélago" (Tizón, 2000:79) contra la que lucha la patria grande que ha venido perdiendo su riqueza y su grandeza, y a la que le queda sólo la palabra, la lengua, aunque hasta ahora -como agrega Tizón (p. 45)- "no acertemos a usarla o la usemos mal como señal de identidad".

Las notas de Arlt, Walsh, Gelman y Tizón, no están escritas "ni en copas ni a los piques" -como diría Gelman (1997:258)- aunque algunos lo supusieran por haber sido hechas en el marco de la actividad periodística. Entienden el mundo como un horizonte de sentido que se constituye a partir de relaciones vitales y se mueven en ellas desde una perspectiva que se concreta en distinciones lingüísticas que registran una mirada sin complacencia, que no censura el uso de la lengua prolijándola o desideologizándola porque eso implicaría "abolir la realidad operándola de sus verdaderos nombres" (Gelman, 1997:35), que exhibe la división social de los lenguajes, distintas variantes dentro de la misma lengua y una misma nación, que no reproduce lo visible, apuntala la visibilidad de lo invisible, de aquellas realidades innombrables que el poder pretende suprimir o anestesiar encubriéndolas en eufemismos. Pienso, usando palabras de Gelman (1997:70) que rescatan "un territorio que ningún totalitarismo puede hollar, venga del Este o del Oeste. Ambos procuran negar el uso de la palabra que es como negar el camino de la sangre".

Arlt y Walsh, desde una práctica de escritura que exhibe una multiplicidad de actos de habla individuales, y Gelman y Tizón, desde la reflexión del lugar de la escritura y su concreción en el intersticio entre la regla y el acto, recorren un camino: narrar sin silencios, ventilando el presente y el pasado aunque eso implique des-cubrir lo oculto, mostrar lo aparentemente insignificante y recobrar en cada ser humano el enigma de la subjetividad en que la personalidad, el carácter, la cultura, la sensibilidad y la ideología, en síntesis la experiencia de vida, se conjuga en el lenguaje.

Desde cada presente buscan explicitar la forma en 'cómo los sujetos sociales resisten (a menudo inconscientemente) las interpelaciones de la ideología dominante dirigidas a construir a los sujetos como "identidades" fijas y sin fisuras...' (Grüner, 1998:55, las comillas corresponden al original). Intentan construir la historia de los apoderados en diálogo con la muy diferente historia del poder, la lucha entre los saberes sometidos y los saberes eruditos, la memoria colectiva del país como cimiento de una ética que permita avanzar. Gelman encuentra "alentador que las generaciones más jóvenes quieran saber, pregunten y salten muchas veces el opaco silencio familiar" (1999:309). De manera esperanzadora, también Tizón piensa que no todo está perdido que algo importante está naciendo o por nacer a partir de esta nueva indagación. ¿Qué fuimos? ¿Qué nos pasó? ¿Qué seremos?... Y esas indagaciones subversivas -a veces sacralizadas porque son la mala conciencia del país- señalan el camino que nos falta recorrer como nación" (2000:174-176).

Pareciera que, una vez más, se va construyendo, a través de tiempos y espacios, "un tejido cultural universal que ninguna barbarie pudo hasta ahora destruir" (Gelman, 1997:316), el mismo tejido social que Walsh descubre en la comunidad de los leprosos de la Isla del Cerrito, en la selva chaqueña.

En la oralidad como en la escritura, la praxis discursiva en lengua materna deja al descubierto la densidad subjetiva y la densidad ideológica que conviven en ella. La palabra inaugural, unida a la infancia durante toda la vida, señala de manera indeleble el momento de gestación de la densidad subjetiva, aquel en que se encuentran el adentro y el afuera de cada sujeto. La inmersión en la lengua y en otras prácticas culturales que construyen, inconsciente y asistemáticamente, representaciones del mundo heterogéneas que disputan la validación social, constituyen el espacio de la densidad ideológica.

Subjetivo e ideológico a la vez, por un lado, ligado al inconciente, y por el otro, como relación de fuerzas en pugna más que como producto de un consenso, el lenguaje se manifiesta, desde la acción, en un constante proceso de innovación que implica una continua renovación del mundo mediado por él. A través del lenguaje, la fuerza de dominación impone un vínculo con los saberes que la legitima como clase dominante y construye una hegemonía ideológico-cultural, una totalidad no sin fisuras por las que la fuerza de resistencia intenta abrirse paso y mostrar que la armonía es sólo aparente. Arlt, Walsh, Gelman y Tizón muestran un rasgo ineludible del lenguaje: su capacidad de desdoblarse. Por un lado, como espacio de conflictos sociales, ideológicos e históricos y de constitución de identidades y por el otro, como problematización, desde una perspectiva crítica, de su modo de construcción.

Los temas cíclicos de un hombre y de todos los hombres que sobreviven en la tradición se entretejen entre pasado y presente, subjetividad y sociedad, desde la palabra que se abre a una creación constante de sentidos, en crónicas que, a pesar de su referencialidad, tienen entidad propia y en ese sentido, pueden pensarse como un todo, como textos con una pretensión de verdad autónoma.

Notas

1 Gadamer (1998:101) define al texto eminente como "una configuración consistente, autónoma, que requiere ser continua y constantemente releída, aunque siempre haya sido ya antes comprendido".
2 La tesis gadameriana (1996:100) de que "la interpretación está esencial e inseparablemente unida al texto poético precisamente porque el texto poético nunca puede ser agotado transformándolo en conceptos" hace presente la postura de Yury Lotman en relación con el problema de la entropía del lenguaje poético. "A. N. Kolmogorov llegó a la conclusión de que la entropía del lenguaje (H) se componía de dos magnitudes: de una determinada capacidad semántica (h1) -capacidad del lenguaje en un texto de una extensión determinada de transmitir una cierta información semántica- y de la flexibilidad del lenguaje (h2), posibilidad de expresar un mismo contenido con procedimientos equivalentes. Es precisamente h2 la fuente de la información poética. Los lenguajes con h2=0, por ejemplo, los lenguajes artificiales de la ciencia, que excluyen por principio la posibilidad de una sinonimia, no pueden constituir material para la poesía" (Cfr. Lotman, 1988: 41 y siguientes).
3En un trabajo anterior, con referencia a la crónica como un género en los márgenes entre periodismo y literatura, señalé que, en ella "...autonomía del arte y referencialidad se desdibujan como categorías antinómicas, la representación genera interés no sólo por lo que se representa sino también por los dispositivos a través de los que se organiza. La dicotomía ficción/realidad se socava, el cronista ficcionaliza y se ficcionaliza..." (Crotti, 2001:573).
4 Susana Rotker (1992:199-200) afirma: "La crónica es un producto híbrido, un producto marginado y marginal, que no suele ser tomado en serio ni por la institución literaria ni por la periodística, en ambos casos por la misma razón: el hecho de no estar definitivamente dentro de ninguna de ella. Los elementos que una reconoce como propios y la otra como ajenos sólo han servido para que se la descarte, ignore o desprecie precisamente por lo que tiene de diferente. [...] La crónica se concentra en detalles menores de la vida cotidiana y en el modo de narrar. Se permite originalidades que violentan las reglas del juego del periodismo, como la irrupción de lo subjetivo".
5 Sigmund Freud, en un artículo escrito en 1915, hace referencia a que la percepción que hace la conciencia de los procesos inconcientes es comparable a la percepción del mundo exterior por los órganos sensoriales. Señala: "Así como Kant nos alertó para que no juzgásemos a la percepción como idéntica a lo percibido incognoscible, descuidando el condicionamiento subjetivo de ella, así el psicoanálisis nos advierte que no hemos de sustituir el proceso psíquico inconciente, que es el objeto de la conciencia, por la percepción que esta hace de él. Como lo físico, tampoco lo psíquico es necesariamente en la realidad según se nos aparece. No obstante... la enmienda de la percepción interior no ofrece dificultades tan grandes como la de la percepción exterior, y ... el objeto interior es menos incognoscible que el mundo exterior" (1975:167).
6 "La verdad es que estamos tan íntimamente insertos en el lenguaje como en el mundo" (Gadamer, 1994: 148). "No es que la experiencia ocurra en principio sin palabras y se convierta secundariamente en objeto de reflexión en virtud de la designación, por ejemplo, subsumiéndose bajo la generalidad de la palabra. Al contrario, es parte de la experiencia misma el buscar y encontrar las palabras que la expresen. Uno busca la palabra adecuada, esto es, la palabra que realmente pertenezca a la cosa, de manera que esta adquiera así la palabra" (Gadamer, 1996:501, la cursiva es mía).
7 "La palabra que cabe considerar realmente como una unidad mínima de sentido no es la palabra en la que se produce la articulación de un discurso como último componente. Pero esta palabra tampoco es el nombre, y hablar no es nombrar, concretamente porque el nombre y el nombrar, como hace ver el relato del Génesis, encierran la falsa implicación de la imposición de nombres" (Gadamer, 1994:192, la cursiva es mía).
8 En la "31ª Conferencia: La descomposición de la personalidad psíquica" (1932), Sigmund Freud expresa: "El yo puede tomarse a sí mismo por objeto, tratarse como a los otros objetos, observarse, criticarse, y Dios sabe cuántas otras cosas podrá emprender consigo mismo. Para ello, una parte del yo se contrapone al resto. El yo es entonces escindible, se escinde en el curso de muchas de sus funciones, al menos provisionalmente" (1979:54).
9 Citado por Juan Gelman (1999:280).
10 "...cada palabra irrumpe desde un centro y tiene una relación con un todo, y sólo en virtud de éste es palabra. Cada palabra hace resonar el conjunto de la lengua a la que pertenece, y deja aparecer el conjunto de la acepción del mundo que le subyace. Por eso cada palabra, como acontecer de un momento, hace que esté ahí también lo no dicho, a lo cual refiere como respuesta y alusión" (Gadamer, 1996:549, la cursiva es mía).
11 En este sentido, se hace necesario remitir a Mijail Bajtin (1994:207-208 y sig.) quien, refiriéndose al género como construcción discursiva, señalaba que "... es la forma tipificada de la totalidad de la obra, de la totalidad del enunciado. Una obra sólo es real en la forma de un género determinado. La importancia estructural de cada elemento puede comprenderse únicamente en relación con el género".
12 Iain Chambers (1996:181-182) dice: " … el lenguaje está separado, dividido, y lo que está en sombras, oculto, no se halla en otra parte, sino en las superficies, en los pliegues, en las fisuras y en los flujos del lenguaje. Esto supone volver al lenguaje para escuchar con un sentido aguzado a fin de oír lo que habla desde el discurso de la conciencia, lo que se resiste, se niega a la transparencia y permanece extraño, desafiando la traducción y por lo tanto desplazando la posición privilegiada del discurso de la conciencia".
13 De igual modo, en la fotografía -adherida al referente- la materialidad pareciera cancelarse, sin embargo, Roland Barthes en La cámara lúcida escrita -como señala el prologuista a la edición castellana- a "la sombra de los graves enunciados nietzscheanos, a los que debe en parte la posesión de un estilo" (pág. 11) distingue entre la fotografía unaria aquella que "transforma enfáticamente la "realidad" sin desdoblarla, sin hacerla vacilar (el énfasis es una fuerza de cohesión): ningún dual, ningún indirecto, ninguna disturbancia" (pág. 85). de aquellas otras atravesadas por un detalle: el punctum, cuya "sola presencia cambia mi lectura" (pág.87), "un suplemento: es lo que añado a la foto y que sin embargo está ya en ella" (pág. 105).
14 La concepción gadameriana parece rememorar la problematización de los géneros discursivos de Mijail Bajtín. Señala: "El uso de la lengua se lleva a cabo en forma de enunciados (orales y escritos) concretos y singulares que pertenecen a los participantes de una u otra esfera de la praxis humana. Estos enunciados reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada una de las esferas no sólo por su contenido (temático) y por su estilo verbal, o sea por la selección de los recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales de la lengua sino, ante todo, por su composición o estructuración. Los tres momentos mencionados -el contenido temático, el estilo y la composición- están vinculados indisolublemente en la totalidad del enunciado y se determinan, de un modo semejante, por la especificidad de una esfera dada de comunicación. Cada enunciado separado es, por supuesto, individual, pero cada esfera del uso de la lengua elabora sus tipos relativamente estables de enunciados, a los que denominamos géneros discursivos" (1985:248, la cursiva pertenece al original). Es conveniente aclarar que para Bajtín, la oración constituye la unidad gramatical y el enunciado, la unidad de comunicación discursiva.
15 Gadamer (1996:531) aclara que Humboldt al referirse a las lenguas como acepciones del mundo quiso decir "que el lenguaje afirma frente al individuo perteneciente a una comunidad lingüística una especie de existencia autónoma, y que introduce al individuo, cuando este crece en ella, en una determinada relación con el mundo y en un determinado comportamiento hacia él. Pero más importante aún es lo que subyace a este aserto: que el lenguaje no afirma a su vez una existencia autónoma frente al mundo que habla a través de él. No sólo el mundo es mundo en cuanto que accede al lenguaje: el lenguaje sólo tiene su verdadera existencia en el hecho de que en él se representa el mundo. La humanidad originaria del lenguaje significa, pues, al mismo tiempo la lingüisticidad originaria del estar-en-el-mundo del hombre".
16 Se podría atribuir a Arlt la referencia de Gadamer (1996:531) a Humboldt como quien "reconoció la esencia del lenguaje en la realización viva del hablar, en la enérgeia lingüística, rompiendo así con el dogmatismo de los gramáticos" (la cursiva corresponde al original).
17 Cfr. Gilles Deleuze (1996:9, la cursiva corresponde al original). Señala: "Diríase que la lengua es presa de un delirio que la obliga a salir de sus propios surcos... una lengua extranjera no puede labrarse en la lengua misma sin que todo el lenguaje a su vez bascule, se encuentre llevado al límite, a un afuera o a un envés consistente en Visiones y Audiciones que ya no pertenecen a ninguna lengua. Esas visiones no son fantasías, sino auténticas Ideas que el escritor ve y oye en los intersticios del lenguaje, en las desviaciones de lenguaje (pág. 17). Como cada pueblo, cada escritor construye su propia lengua como enseñaba Zaratustra: "Nuevos caminos recorro, un nuevo modo de hablar llega a mí; me he cansado, como todos los creadores, de las viejas lenguas. Mi espíritu no quiere ya caminar sobre sandalias usadas" (Nietzsche, 1995:129).
18 Tomando las palabras de Ricardo Forster (2003:233) sobre un poema de Paul Celan -podría decir- que no se elude la representación pero sí se elude "un modo hegemónico de la representación que tuvo su origen en el tallado moderno del sujeto de conocimiento; ese modo supuso una correspondencia entre el lenguaje y el mundo, una adaptación, mejor dicho, del mundo a las exigencias normativas del lenguaje... Más allá de la crisis que desde Mallarmé en adelante destituyó el contrato entre palabra y mundo, aquello que verdaderamente inauguró el tiempo del no saber y del no poder decir, fue Auschwitz".
19 David Viñas (cfr. 1981) refiere al modo vacilante en que Arlt introduce vocablos del lunfardo en sus textos, colocándolos, en algunas oportunidades, entre comillas como para distanciarse de un empleo no legitimado y sin ellas, en otras, asumiendo una cierta naturalización que se acentúa decididamente en la obra de Discepolo.
20Bertolt Brecht (1984:157) expresa: "Quien quiere hoy combatir la mentira y la ignorancia y escribir la verdad, tiene que vencer por lo menos cinco obstáculos. Deberá tener el valor de escribir la verdad, aun cuando sea reprimida por doquier; la perspicacia de reconocerla, aun cuando sea solapada por doquier; el arte de hacerla manejable como un arma; criterio para escoger a aquellos en cuyas manos se haga eficaz; astuciapara propagarla entre éstos" (la cursiva corresponde al original).
21 Gadamer se refirió a su poema "Tenebrae" en "Sentido y ocultación de sentido en Paul Celan" [1975] en Poema y diálogo (Barcelona, 1993), citado en "Paul Celan: una lírica después de Auschwitz" , Diario de Poesía, Nº 39; Buenos Aires, primavera de 1996.
22 Con relación al vínculo con la lengua ajena, Gadamer (1996:530) expresa que "por mucho que uno se desplace a una forma espiritual extraña no llega a olvidar nunca su propia acepción del mundo e incluso del lenguaje. Al contrario, ese mundo distinto que nos sale al encuentro no es sólo extraño, sino que es distinto en muchos aspectos. No sólo tiene su propia verdad en sí, sino que también tiene una verdad propia para nosotros" (la cursiva corresponde al original). Es, tal vez, a partir de esta experiencia que Brodsky escribe sus poesías, por cierto más cercanas a su subjetividad que el ensayo, en su lengua materna, la que le dio originalmente su acepción del mundo. Quizás Brodsky estuviera entre aquellos maestros de la traducción de los que habla Gadamer (1994:193) cuando se refiere a que sólo ellos pueden transformar una frase traducida "tan radicalmente que no se advierta ya la presencia latente de otra frase viva" y evitar caer en "la miseria de la traducción [que] consiste en que la unidad de sentido que posee una frase no se puede alcanzar mediante la simple coordinación de las frases de un idioma con las de otro...".
23 Con respecto a la idea de fallo parcial en la traducción, Davidson señala (1990:200): "Esto introduce la posibilidad de hacer cambios y contraposiciones en los esquemas conceptuales, inteligibles mediante la referencia a la parte común. Lo que necesitamos es una teoría de la traducción o de la interpretación que no efectúe suposiciones acerca de significados, conceptos o creencias compartidos.
La interdependencia de creencia y significado nace de la interdependencia de dos aspectos de la interpretación de la conducta del habla: la atribución de creencias y la interpretación de oraciones... Está claro que debemos tener una teoría que simultáneamente tenga en cuenta actitudes e interprete el habla, y que no suponga ninguno de ambos".
Según Gadamer (1998:104) '... la "literatura" debería definirse, en el sentido más general, diciendo que la traducción de la misma implica siempre una enorme pérdida, porque lo que le es peculiar es intraducible, a saber: la unidad de sentido y sonido' (las comillas corresponden al original).
24 Refiriéndose a la postura de Nietzsche respecto de la interpretación agrega: "Y es que si el intérprete debe ir hasta el fondo como un escudriñador, el movimiento de la interpretación es ... el de un oteo, de un oteo siempre más elevado que deja ostentar sobre él, de una manera cada vez más visible la profundidad... A medida que el mundo llega a ser más profundo bajo la mirada, se advierte que todo lo que ha ejercitado la profundidad del hombre no era sino un juego de niños".
25En esta aseveración podría escucharse el eco del enunciado nietzscheano: "Pero la compasión es el abismo más profundo: cuanto el hombre hunde su mirada en la vida, otro tanto la hunde en el sufrimiento" (Nietzsche, 1995:225).
26 En "Sobre el arte de narrar" , escribe Tizón (2000:57): "El hombre, mediante sonidos guturales, ademanes precisos y el movimiento y fulgor de sus ojos relata aquello que acaba de acontecer y de lo cual ha sido testigo oculto e involuntario. En esos momentos el hombre hirsuto que narra, hechiza aun más que las llamas del fogón que se consume.
Desde entonces, las armas y los dones de un narrador son los mismos que los de un cazador: el ojo, el oído, el olfato y el corazón" (la cursiva es mía).
27 Iain Chambers agrega: "Es allí también donde las que denominamos nuestras identidades históricas, culturales y personales no simplemente se forman sino que, más significativamente, se realizan. El lenguaje reclama una voz, un cuerpo" (1996:183).
28 Primo Levi, citado en Giorgio Agamben (2000). Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo sacer III, Valencia Pre-textos, pág. 34.
29 Paul Ricoeur señala "... una alteridad que pueda ser constitutiva de la ipseidad misma. Sí mismo como otro sugiere, en principio, que la ipseidad del sí mismo implica la alteridad en un grado tan íntimo que no se puede pensar una sin la otra, que una pasa más bien a la otra, como se diría en el lenguaje hegeliano. Al "como", quisiéramos aplicarle la significación fuerte, no sólo de una simple implicación: sí mismo en cuanto... otro (1996:XIV, la cursiva y las comillas corresponden al original).
30 Sin embargo, a pesar de que intenta vencer las limitaciones, expresa: "Sé también, y lo he dicho antes, que el destino de toda obra literaria es el fracaso. La materia de un escritor son las imágenes mentales que fija con palabras. La dimensión de su fracaso o de su acierto estará dada por la satisfacción o el convencimiento que tenga de haberse acercado cuanto le fue posible a esas imágenes mentales que lo movieron a narrar escribiendo" (pág. 58). Más adelante señala: "lo que se escribe -como decía Paul Valéry- no corresponde en definitiva a ningún pensamiento real. Es más y menos rico que éste. Más extenso o más breve. Más claro o más oscuro" (pág. 63).
31 En relación con el esquematismo lingüístico (la gramática, lo general) y el acto de habla (el querer decir, lo singular), Esquisabel (2001-2003:78) señala que "Gadamer proyecta la dialéctica entre lo general y lo singular dentro del lenguaje mismo, el cual, en cuanto actividad, se diversifica a sí mismo a través de los actos de habla individuales: el lenguaje constituye una actividad, una fuerza, que por sí misma disuelve y fluidifica toda convención. De este modo, la concepción hermenéutica del lenguaje corre el riesgo de perder para sí el carácter innovador del querer-decir individual, al subsumir su acto de habla bajo el acontecer del lenguaje en cuanto tal" (la cursiva es mía).
Si bien este trabajo ha intentado comprender algunos aspectos de la crónica como escritura y como reflexión sobre la escritura, desde la teoría gadameriana, en coincidencia con la observación que hace Esquisabel, la perspectiva de lectura asumida rescata el carácter innovador del querer-decir individual ligado a la praxis lingüística como portadora de ideología y al contexto histórico-socio-cultural; reserva un espacio para la subjetividad desde "la posibilidad de comprender los procesos de comprensión e innovación lingüística a partir de una complementación entre lenguaje e individuo" (2001-2003:86).

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recibido: 20/10/05
aceptado para su publicación: 06/06/06