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Cuadernos del Sur. Filosofía

versão impressa ISSN 1668-7434

Cuad. Sur, Filos.  n.35 Bahía Blanca  2006

 

Acerca del concepto de "objeto dado" en la Estética Trascendental kantiana

Ileana Beade

UNC / CONICET. E.Mail: ileanabeade@yahoo.com.ar

Resumen
En este trabajo intentamos abordar el problema inherente al status ontológico del objeto que ha de ser dado a la sensibilidad, según lo establecido en el §1 de la Estética trascendental (Crítica de la razón pura). Si -como se demuestra en la Analítica trascendental- el objeto de la experiencia sólo puede ser pensado por la mediación de las categorías, no resulta claro qué pueda significar esta referencia al objeto dado en las proposiciones iniciales de la Estética. Se ha intentado superar esta dificultad alegando que la referencia al objeto dado se establece aquí en el nivel propio del sentido común (esto es: atendiendo al significado vulgar u ordinario del concepto de objeto). Consideramos que la Estética proporciona elementos suficientes para aclarar el status del objeto dado sin necesidad de apelar a la interpretación del sentido común. En efecto, la distinción entre realidad e idealidad -en sus dos sentidos: empírico y trascendental- introducida en el §3 de la Estética trascendental a propósito del status propio del espacio, permite considerar al objeto bajo cuatro perspectivas (a saber: realidad empírica, realidad trascendental, idealidad empírica e idealidad trascendental). El análisis de estas posibilidades permite determinar el status del objeto dado, con importantes consecuencias en lo que se refiere a la interpretación del Idealismo trascendental en su conjunto.

Palabras clave: Gnoseología kantiana; Intuición sensible; Realidad empírica.

Abstract
In this paper we intend to discuss the problem of the ontological status of the object given to the sensibility, as it is established in the §1 of the Transcendental Aesthetics (Critic of pure reason). If -attending to the results of Transcendental Analytic- the object of experience can be thought only by the mediation of the categories, the significance of this reference to the given object in the Aesthetic appears as rather obscure. Many interpreters have tried to solve this problem stating that such reference corresponds to the level of common sense. We believe, however, that there is no need to appeal to such a concept, for the distinction between reality and ideality -in both empirical and transcendental senses- introduced in the §3 of the Transcendental Aesthetics as a reference to the status of space, is useful to consider the status of the given object, with important consequences concerning the interpretation of the Transcendental Idealism.

Keys Words: Kantian gnoseology; Sensitive intuition; Empirical reality.

En este trabajo nos proponemos abordar un problema ampliamente discutido por los intérpretes de la filosofía crítica: aquel que se plantea en torno al status ontológico del objeto que ha de ser dado a la sensibilidad para que la intuición empírica se verifique, según lo establecido en el §1 de la Estética trascendental (Crítica de la razón pura). Si la intuición sensible proporciona la materia sobre la cual operan los principios formales inherentes a la constitución cognoscitiva del sujeto, el objeto [Gegenstand] dado a la sensibilidad no admite ser identificado -como esperamos mostrar- con el objeto [Objekt] en cuanto resultado de la actividad sintética de los conceptos puros del entendimiento. Se ha indicado que problemas de esta índole son, hasta cierto punto, resultado de la estrategia metodológica implementada en la Estética: si es necesario aislar1 ciertos elementos a fin de poder considerar aquello que corresponde exclusivamente a la intuición pura y a la mera forma de los fenómenos, sólo una vez desarrolladas las tesis principales de la Analítica Trascendental se hallarán respuestas satisfactorias a algunos de los problemas que se plantean en el análisis de la Estética. Consideramos, sin embargo, que no es necesario en este caso invocar las dificultades inherentes al método del aislamiento como excusa para aplazar la resolución de este problema hasta tanto no hayan sido examinadas las proposiciones de la Analítica. En efecto, la Estética proporciona -según entendemos- elementos suficientes para salvar las dificultades relativas al status del objeto dado: la distinción entre realidad e idealidad -en sus dos sentidos: empírico y trascendental- introducida en el §3 a propósito del status propio del espacio2, permite aclarar el sentido de la referencia al objeto dado a la sensibilidad en las observaciones iniciales de la Doctrina elemental trascendental.

I. Cuatro posibilidades para la interpretación del status del objeto dado.

En el §1 de la Estética se define a la sensibilidad como "la capacidad (receptividad) de recibir representaciones por el modo como somos afectados por objetos [Gegenstände]..."3. Por medio de la sensibilidad los objetos nos son dados y sólo ella nos proporciona intuiciones [Anschauungen]4. Pese a su aparente simplicidad, esta proposición plantea dificultades cuyo esclarecimiento puede afectar a la interpretación del Idealismo trascendental en su conjunto. Si -como pretende demostrarse en la Analítica trascendental- el objeto de la experiencia sólo puede ser pensado como tal objeto [Objekt] por la mediación de los conceptos puros del entendimiento, no resulta claro qué pueda significar esta referencia al objeto dado si prescindimos -como aquí se hace- de la actividad sintética operada por las categorías sobre el material proporcionado por la intuición sensible5. Algunos intérpretes han intentado superar esta dificultad alegando que la referencia al objeto dado se establece en el nivel propio del sentido común, es decir: atendiendo al significado vulgar u ordinario del concepto objeto6. Esta interpretación no sólo simplifica excesivamente un problema por demás complejo, cual es el del status ontológico del objeto dado7, sino que resulta además -como esperamos mostrar- innecesaria.

La distinción entre realidad e idealidad, en sus dos sentidos: empírico y trascendental, permite considerar al objeto -o, de modo general, a lo objetivo- bajo cuatro perspectivas, a saber: realidad empírica, realidad trascendental, idealidad empírica e idealidad trascendental. A fin de señalar las dificultades que se plantean en torno al problema del status propio del objeto dado a la sensibilidad, podemos evaluar estas distintas posibilidades. Para ello ha de establecerse, en primer lugar, el sentido específico que estos conceptos asumen en el marco de la gnoseología crítica. Si la noción de realidad empírica remite allí al orden de los objetos que se nos presentan en la experiencia (esto es: a través del sentido externo), el concepto de realidad trascendental designa, en cambio, un orden de realidad absoluta e incondicionada (es decir: alude a los objetos tal como éstos son en sí mismos, independientemente de toda relación con el sujeto y, por tanto, ajenos a las condiciones a priori de la experiencia). En cuanto a lo ideal en sentido empírico, podemos decir que hace referencia a la representación propia de la conciencia individual (representación privada o modificación de la conciencia); por el contrario, lo ideal en sentido trascendental remite a las condiciones universales y a priori de la experiencia humana8. Estas posibilidades permiten, pues, considerar al objeto bajo cuatro perspectivas diversas:

1- situándonos en el nivel propio de la realidad empírica, decimos que existen objetos externos (u objetos empíricos);
2- desde la perspectiva de la realidad trascendental, asumimos la posibilidad de cosas en sí mismas;
3- desde el punto de vista de la idealidad en sentido empírico, el objeto puede ser considerado como representación de la conciencia individual9;
4- desde la perspectiva de la idealidad en sentido trascendental (esto es: la perspectiva propia del Idealismo crítico-trascendental), podemos afirmar que los objetos de la experiencia son constituidos a partir de formas subjetivas a priori, condiciones de posibilidad de la experiencia10.

He aquí cuatro posibilidades que resultan de la distinción kantiana entre realidad e idealidad, en los dos sentidos mencionados. La opción por alguna de ellas, en vistas a la determinación del status del objeto dado a la sensibilidad, afectará no sólo a la interpretación del problema de la afección11, sino que conducirá a cierta interpretación del Idealismo kantiano en su conjunto. En efecto, la posición que se adopte frente al problema de la relación entre el objeto de la experiencia y lo real trascendente (esto es: entre el fenómeno y el noúmeno), dependerá en buena medida de la solución que se dé al problema del origen de la afección sensible. Una vez planteadas las diversas posibilidades, debemos analizar la pertinencia de cada una de ellas en relación al problema del status del objeto dado, según lo establecido en el §1 de la Estética trascendental.

II. El objeto dado como objeto real empírico

Atendiendo a los resultados de la investigación crítica del conocimiento, es correcto afirmar que los objetos empíricos afectan a la sensibilidad, pues, adoptando la perspectiva de la realidad empírica, no consideramos aún al objeto en cuanto constituido por la mediación de formas subjetivas a priori -esto es: en cuanto Phänomen- sino en cuanto objeto que se nos presenta a través del sentido externo. La primera posibilidad no presenta, pues, dificultad alguna.

No sucede lo mismo, sin embargo, con la segunda posibilidad. En efecto, es problemático sostener que las cosas en sí afectan a la sensibilidad, puesto que, si atendemos a la definición de la cosa en sí como referencia al objeto considerado más allá de toda relación con el sujeto, es claro que no podemos admitir una relación inmediata entre el objeto tal como es en sí y la sensibilidad12. Lo real trascendente es declarado absolutamente incognoscible por la Filosofía crítica: los objetos son dados, no como son en sí mismos, sino como aparecen en virtud de la constitución subjetiva de nuestra sensibilidad (A30 /B45). En otras palabras: las cosas en sí no pueden ser dadas en la intuición, ni han de relacionarse con la sensibilidad en modo alguno.

En cuanto a la tercera posibilidad -i.e.: el objeto como representación interna o modificación de un estado de conciencia individual-, no puede decirse que éste afecte a la sensibilidad, pues la representación subjetiva es, precisamente, el resultado de la afección, y no puede ser, al mismo tiempo, aquello que la produce. Lo afectante no ha de ser identificado, pues, con el objeto representado en la conciencia individual. La cuarta posibilidad presenta dificultades análogas. El objeto idealmente trascendental, es decir, el Phänomen, es constituido a partir de la actividad sintética de las categorías, actividad que se ejerce sobre el material proporcionado por la intuición sensible. Ahora bien, si a partir de la afección contamos con aquellos datos intuitivos que han de ser unificados categorialmente para que el objeto fenoménico sea constituido, no podemos afirmar que este último -resultado de la actividad constitutiva del entendimiento- sea el mismo objeto que afecta la sensibilidad dando origen a la materia sensible sobre la cual esa actividad es posible. En otros términos: que el fenómeno sea, a la vez, resultado y origen de la afección, no es, desde luego, una alternativa satisfactoria.

Podemos concluir, por tanto, que el objeto dado en la sensibilidad (aquél que ha de afectar al sujeto, dando origen a la representación sensible), no es la cosa en sí, ni tampoco el fenómeno [Phänomen] -constituido a partir de la actividad sintética de las categorías-, ni es el fenómeno [Erscheinung] en cuanto representación de la conciencia individual. El objeto que afecta a la sensibilidad es, pues, el objeto externo13, más exactamente: el objeto considerado desde la perspectiva de la realidad empírica. Esto significa que es bajo la perspectiva de la realidad empírica que debemos considerar el status propio del objeto dado, sin recurrir a las distinciones propias del nivel trascendental. Por lo demás, es este objeto real empírico el que, una vez realizada la distinción trascendental entre realidad e idealidad, será considerado ya como fenómeno [Phänomen], ya como cosa en sí [Ding an sich]14.

La interpretación según la cual el objeto dado (tal como Kant se refiere a éste en el inicio de la Estética Trascendental) estaría aludiendo al concepto de objeto tal como éste es considerado en el nivel propio del sentido común, no alcanza a determinar -según entendemos- el nivel específico en el cual debemos considerar al objeto, atendiendo a las diversas posibilidades que la doctrina crítica proporciona en este aspecto. Si la referencia al sentido común se entiende como referencia a la realidad empírica, entonces esa interpretación no es incorrecta sino, en todo caso, susceptible de una determinación teórica más precisa. La interpretación que aquí proponemos acerca del status del objeto dado a la sensibilidad en cuanto objeto real del sentido externo permite no sólo eliminar la ambigüedad inherente a la interpretación tradicional (en su recurso al sentido común), sino que, en la medida en que rechaza la identificación del objeto dado con la cosa en sí o el fenómeno (en sus dos sentidos: ya como representación privada de la conciencia individual, ya como entidad objetivamente constituida por la mediación de los conceptos puros del entendimiento15), permite además resolver el problema de la afección. Una vez establecido el nivel específico en el cual debe ser considerada la afirmación según la cual, para que la intuición empírica se verifique, el objeto debe afectar la sensibilidad (i.e.: debe ser dado), se resuelven asimismo las dificultades relativas al status de lo afectante.

III. Algunas consideraciones finales relativas al carácter metodológico de la distinción crítica entre realidad e idealidad.

El análisis de las diversas posibilidades que se presentan a la hora de determinar el status del objeto dado a la sensibilidad ha permitido no sólo señalar los límites de la interpretación tradicional sino que ha posibilitado además detectar los diversos niveles que han de ser considerados para el esclarecimiento de las proposiciones iniciales de la Estética. Como indicamos en el apartado anterior, no se trata aquí de rechazar esa interpretación, sino de señalar su irrelevancia: asumiendo que existen en la Estética elementos suficientes para el esclarecimiento del status del objeto dado, consideramos innecesario recurrir a la interpretación fundada en la noción acrítica (o, cuanto menos, pre-crítica) de «sentido común». La distinción entre realidad e idealidad en sus dos sentidos, empírico y trascendental, constituye un aspecto decisivo no sólo en vistas al tratamiento de la problemática puntual a la cual nos hemos referido en este artículo, sino asimismo en la resolución de importantes problemas que se plantean en el análisis de la Doctrina elemental trascendental. Consideramos, pues, de la mayor importancia, la reflexión acerca de las diversas perspectivas o niveles en los que podemos situarnos a la hora de interpretar conceptos fundamentales del criticismo tales como los de objeto, cosa, fenómeno, realidad o existencia (para mencionar aquí sólo los más significativos), pues el sentido filosófico específico que cada uno de ellos asume en distintos pasajes de la Crítica de la razón pura sólo puede ser determinado en la medida en que se especifique con precisión el nivel específico en que se alude a ellos en cada caso.

Antes de concluir, quisiéramos referirnos brevemente al carácter metodológico de la distinción crítica entre realidad e idealidad (en ambos sentidos: empírico y trascendental). Asumiéndola como una distinción entre diversas «perspectivas de análisis», podemos decir que su carácter no es ontológico sino estrictamente epistemológico16 (haciendo uso de la terminología propuesta por Allison: no se trata de una distinción metafísica sino de una distinción metodológica17). En efecto, la distinción entre realidad e idealidad no alude a dos órdenes irreductibles del ser (a dos clases de entidades que difieran en su status ontológico), sino a dos modos de considerar un objeto único (si bien resulta evidente -como señala Allison- que la distinción tiene importantes consecuencias metafísicas18). Asumiendo el carácter epistemológico de la distinción, podemos decir que la cosa en sí (i. e.: lo real trascendente) no es sino la cosa considerada tal como ella ha de ser en sí misma19, o bien, que el fenómeno [Phänomen] es la cosa considerada tal como ella aparece ante nosotros (esto es: por la mediación de las formas a priori de la sensibilidad y del entendimiento). El Idealismo kantiano no implica, pues, una distinción metafísica entre dos órdenes de realidad, sino que proporciona una perspectiva de análisis que permite explicar la posibilidad de los conocimientos sintéticos a priori: sólo si considero al tiempo y al espacio como condiciones subjetivas a priori de la sensibilidad -y a los objetos del sentido externo en cuanto puros fenómenos (subjetivamente constituidos), es posible justificar la existencia de un conocimiento a priori de tales objetos. La consecuencia fundamental de esta concepción crítica del tiempo y del espacio como formas subjetivas y de los objetos externos como fenómenos, es, como sabemos, que dicho conocimiento se restringe, de ahora en más, a los objetos de una experiencia posible20. He aquí una auténtica «revolución copernicana»21 en la historia del problema del conocimiento, aquella que ha asignado a la Filosofía kantiana su lugar destacado en la Historia del pensamiento filosófico.

Notas

1 "Así, pues, en la Estética trascendental aislaremos primeramente la sensibilidad [die Sinnlichkeit isolieren], separando de ella todo lo que el entendimiento, con sus conceptos, piensa en ella, para que no nos quede nada más que la intuición empírica. En segundo término, separaremos aún de ésta todo cuanto pertenece a la sensación, para que no nos quede más que la intuición pura y la mera forma de los fenómenos, que es lo único que la sensibilidad a priori puede proporcionar" (A 21-22 / B 35-36). La paginación de las citas de la Crítica de la razón pura [Kritik der reinen Vernunft] corresponden a la edición académica de las obras kantianas: Kant, E., Kant's gesammelte Schriften, hrsg. von der Königlich Preussischen, bzw. der Deutschen Akademie der Wissenschaften, Berlin et alia, 1902ss (I-IX). Citamos la traducción castellana de Manuel García Morente, Porrúa, México, 2002.
2 El espacio es empíricamente real -real en relación con todo aquello que se nos presenta como objeto externo- y trascendentalmente ideal, esto es: ideal en relación con las cosas cuando se las considera sin referencia alguna a la constitución de la sensibilidad (A 28 / B 44). Realidad empírica e idealidad trascendental son caracteres que corresponden al espacio y al tiempo, concebidos por el Idealismo crítico como formas puras de la sensibilidad. La realidad empírica e idealidad trascendental del tiempo y del espacio corresponde, por extensión, a todos los objetos dados en tiempo y espacio, que habrán de ser considerados entonces como puros fenómenos [Erscheinungen], esto es: no como cosas en sí mismas [Dinge an sich selbst] sino como objetos cuyas determinaciones remiten a las condiciones subjetivas a priori de la experiencia (A 38 / B 55; A 42 / B 59). Quizás no sea necesario destacar la importancia de la distinción entre realidad e idealidad en los dos sentidos mencionados. H. Allison ha señalado que la interpretación convencional del Idealismo trascendental -esto es, para el autor, aquella según la cual la doctrina crítica reduce el conocimiento científico al orden meramente subjetivo de las representaciones- es resultado, hasta cierto punto, de un desconocimiento del verdadero sentido y alcance de esa distinción (Allison, 1992: 30-37).
3 A 19 / B 33. R. Torretti ha señalado que en la concepción de la sensibilidad como receptividad (en oposición al entendimiento como facultad activa) se anuncia ya la distancia de la Filosofía crítica en relación con la tradición gnoseológica que la precede, es decir, con la tradición racionalista en su vertiente leibniz-wolffiana (Torretti, 1967: 151-151).
4 Acerca de la inescindible relación que la Doctrina crítica establece entre intuición y sensibilidad, véase Robson, 1974: 241-246.
5 Es importante tener en cuenta que, en la Crítica de la razón pura, Kant utiliza dos conceptos para referirse a la palabra objeto, a saber: Gegenstand y Objekt. Este último término será definido más adelante como "aquello en cuyo concepto se halla unificado lo diverso de una intuición dada" (B137), definición en la cual se alude a la actividad sintética operada por las categorías. No es posible -por razones que serán indicadas más adelante- identificar el objeto dado [gegeben Gegenstand] con el Objekt, pues esa identificación implicaría una confusión de distintos niveles de análisis (el nivel empírico y el nivel trascendental), dando origen a una serie de dificultades y equívocos que pueden ser evitados estableciendo una distinción clara y precisa entre ambos niveles.
6 En este sentido interpreta H. J. Paton la referencia al objeto dado: "We are able to intuit only so far as an object is given to us, and an object is given to us only so far as it affects our minds and produces a sensation. This statement is difficult because of the ambiguity of the word «object». The simplest interpretation is to suppose that Kant is speaking on the common-sense level" (Paton, 1970: 95). J. S. Beck, a quien Kant encomendara la tarea de redactar una exposición popular de la KrV, habría sido el primero en advertir la dificultad inherente al status del objeto dado, tal como Kant se refiere a éste en el inicio de la Estética. En una carta dirigida a su maestro el 11 de noviembre de 1791, en la cual Beck pide consejo respecto de este punto, Kant reconoce las dificultades inherentes a una definición precisa de los conceptos de intuición y sensibilidad en esta instancia inicial de la investigación, y recomienda a Beck entender la intuición, en esta instancia, como un simple hecho (Caimi, 1996: 30). Como señala Caimi, esta advertencia es conforme a los principios metodológicos propios del análisis filosófico, en el cual no ha de iniciarse la investigación con la definición del concepto en cuestión, sino que deben exponerse de manera progresiva sus notas o componentes propios, hasta alcanzar una explicación clara de los mismos (Caimi, 1996: 33).
7 En efecto, se trata aquí de un problema directamente vinculado al problema de la afección, en el cual se pregunta por el status que debemos adscribir a la entidad afectante que impresiona la sensibilidad dando origen a la intuición sensible. El objeto dado a la sensibilidad es, pues, el objeto afectante (y aquí convendría referirse, con mayor precisión, a lo afectante, pues, ante la falta de dos términos que permitan expresar en nuestra lengua la distinción entre los conceptos Gegenstand y Objekt -según el uso que en la Crítica de la razón pura se hace de ambos términos-, convendría reservar el vocablo objeto para designar a la cosa en cuanto subjetivamente constituida. En adelante, nos referimos, por tanto, a lo afectante, de modo tal de evitar equívocos en lo que respecta al sentido del carácter objetivo propio de lo afectante.
8 En este sentido se afirma en la Estética que el espacio y el tiempo son trascendentalmente ideales: en cuanto condiciones subjetivas a priori de la experiencia, no son nada si abandonamos el orden de dichas condiciones y los consideramos como algo que está a la base de las cosas en sí mismas (A 28 / B 44).
9 Nos situamos aquí en el nivel propio de la experiencia subjetiva, en cuanto puede ser diferenciada de la experiencia en sentido objetivo (i. e.: intersubjetivamente válida). La distinción kantiana entre juicios de percepción y juicios de experiencia expuesta en los Prolegómenos a toda metafísica que haya de poder presentarse como ciencia, puede aportar claridad sobre este punto (Ak., IV, 297-299).
10 Se trata aquí del Phänomen, esto es: del objeto subjetivamente constituido y objetivamente válido. Si las formas puras de la sensibilidad y las categorías son subjetivas por su origen y objetivas por su validez (en cuanto condiciones necesarias de la posibilidad de la experiencia), también los objetos fenoménicos, constituidos a partir de estas condiciones formales a priori, son subjetivos (o ideales) en cuanto dependen, en su constitución, de dichas formas, y, a la vez, objetivamente válidos (universalmente válidos en relación a todo objeto de experiencia en cuanto tal). Los conceptos de Erscheinung y Phänomen permiten establecer una diferencia entre el fenómeno como representación de la conciencia individual y el fenómeno en cuanto objeto de la experiencia externa de valor objetivo. Acerca de la distinción entre los conceptos de Schein, Erscheinung y Phänomen, véase: Rábade-Romeo, 1969: 78-87. En su artículo "Intuition, Judgement and Appearance" W. H. Walsh puntualiza algunas dificultades centrales relativas al concepto kantiano de Erscheinung: "But what are appearances? The fact that Kant contrasts them with things existing in or by themselves suggests that they are entities which are in some sense dependent. But how are they dependent and on what do they depend? If the answer is that they depend on being perceived or thought by a mind, do they owe their being to that fact or it is responsible only for some or all of their properties? Again, is the mind with which on this account appearances stand in essential relation that of an individual percipient, or something altogether grander ('consciousness in general')? In other words, are Kantian appearances private items in particular minds, or are they public to many minds? Is the Kantian phenomenal world a common world? And if it is, how are we to explain its being so? How can appearances be at once mind-dependent and open to public scrutiny?" (Walsh, 1974: 192). En su intento de esclarecer la ambigüedad inherente al concepto de fenómeno, Walsh propone oponerlo a la sensación: si ésta corresponde al orden de la representación subjetiva individual, el fenómeno remite, en cambio, a un orden objetivo, intersubjetivamente válido: "sensations and the objects of intuition proper differ from appearances in one absolutely fundamental respect: the former are appearances to particular individuals only, while the latter are supposed to be the same for all percipients" (Walsh, 1974: 194). Pueden hacerse al menos dos objeciones al análisis desarrollado por Walsh en el artículo citado. En primer lugar, el autor no considera la distinción entre los conceptos de Erscheinung y de Phänomen (distinción fundamental para la diferenciación entre la representación subjetiva de la conciencia individual y la representación de valor objetivo); en segundo lugar, en su análisis de la sensación, no parece tomar en cuenta la ambigüedad inherente al concepto de sensación (concepto que, al igual que el de intuición, puede remitir ya al objeto percibido a través de los sentidos, ya a la representación subjetiva interna del objeto). A propósito de este último punto, véase: Paton, 1970: 94-95.
11 Cf. supra, nota 7.
12 El rechazo de la interpretación según la cual el objeto dado es la cosa en sí, no significa, sin embargo, que quede descartada toda relación entre lo real trascendente y la afección sensible. Por el contrario, consideramos que es posible -y aún necesario- suponer la cosa en sí como origen último de la afección, pues si bien la simple identificación entre la cosa en sí y el objeto afectante resulta inaceptable por los motivos antes expuestos, la negación de lo real trascendente como instancia que interviene activamente en el proceso de constitución del objeto de conocimiento, puede conducir a interpretaciones subjetivistas o fenomenalistas del Idealismo kantiano (esto es: a una interpretación del mismo en cuanto doctrina que conduce a la negación de toda realidad trascendente al sujeto de conocimiento). En otras palabras: creemos que si se hace caso omiso del compromiso realista subyacente al Idealismo trascendental, puede incurrirse en graves equívocos en la interpretación de sus tesis fundamentales. La interpretación del idealismo kantiano desarrollada por P. Strawson en The bounds of sense. An essay on Kant's Critique of pure reason resulta ejemplar en el sentido que acabamos de indicar. En efecto, considerando la relación entre la afección y la cosa en sí como una fuente inequívoca de paradojas y absurdos (Strawson, 1975: 49), el autor propone rescatar ciertos elementos puntuales de la doctrina kantiana de la experiencia, rechazando, sin embargo, sus "aberraciones" de carácter metafísico (Strawson, 1975: 28). Sin llegar a una postura tan extrema, J. Baumgartner se ha ocupado de señalar las dificultades inherentes a la interpretación de la cosa en sí como origen de la afección sensible (Baumgartner, 1974: 265-268).
13 Desde luego, debe tenerse en cuenta la distinción entre lo relativamente externo y lo absolutamente externo: si, en el primer caso, oponemos el sujeto al objeto exterior de los sentidos, en el segundo caso, lo oponemos a lo absolutamente otro, esto es: a la realidad absolutamente trascendente; no es este último el caso del objeto externo, pues, considerado desde una perspectiva trascendental, el objeto no es independiente del sujeto, pues sus determinaciones resultan inherentes a las formas subjetivas de la representación (en este sentido podemos decir que el objeto de la experiencia es relativamente externo).
14 Cf. Allison, 1976: 228.
15 En el marco del Idealismo trascendental, tanto las representaciones externas como las internas son consideradas fenómenos precisamente en virtud de su carácter representacional. Acerca de éste punto, véase: Cassirer, 1993: 613-614.
16 Es importante destacar que el modo en que se interprete la distinción crítica entre realidad e idealidad tendrá consecuencias para la interpretación de la distinción entre fenómeno y cosa en sí, la cual puede ser considerada, análogamente, como distinción ontológica, o bien, como distinción puramente metodológica (o epistemológica). Se trata, en ambos casos, de distinciones cuya interpretación puede condicionar la interpretación del Idealismo trascendental en su conjunto. J. Hartnack (1992: 36-38) se ha referido a dos grandes líneas de interpretación: por un lado, hay quienes la interpretan como distinción ontológica (las cosas en sí existen como entidades diversas de los fenómenos y son consideradas causa de éstos); por otro lado, hay quienes la consideran una distinción epistemológica o metodológica; dentro de este último grupo, algunos sostienen que no existen tales cosas en sí en cuanto entidades reales; mientras otros afirman que, en cuanto se trata de perspectivas de análisis, no cabe decir de las cosas en sí que existen o que no existen (pues son las cosas en general las que, en rigor, existen, siendo las denominaciones fenómeno y cosa en sí dos modos de considerar las cosas reales). La interpretación que aquí proponemos se enmarca dentro de esta última línea de interpretación, desarrollada por E. Cassirer y H. Allison, entre otros.
17 Cf. Allison, 1976: 223.
18 Baste considerar, a modo de ejemplo, el status que el Idealismo trascendental adscribe al espacio y al tiempo en cuanto puras formas a priori de la intuición sensible.
19 Acerca del concepto de cosa en sí como expresión abreviada de "la cosa considerada en sí misma" [Ding an sich selbst betrachtet], véase Prauss, 1974: 233-235.
20 Véase el tercer capítulo de la Analítica de los principios: "Del fundamento de la distinción de todos los objetos en general en fenómenos y noúmenos" (A 236-260 / B 295-315). Destacando la importancia que en la filosofía crítica asume la determinación de los límites insuperables del conocimiento, Cassirer señala que, ya en la exigencia de que un objeto sea dado a la sensibilidad, se manifiesta el propósito fundamental de la investigación crítica del conocimiento, esto es: la determinación de límites (Cassirer, 1993: 646). Höffe ha señalado, en este mismo sentido, que el carácter pasivo de la sensibilidad -en virtud del cual se requiere de lo dado- expresa el límite insuperable de la facultad humana de conocimiento (Höffe,1886: 70). Deleuze comparte esta línea de interpretación cuando propone reservar el concepto de representación para referirse a lo concebido por el entendimiento, pues, según el autor, lo re-presentado involucra en cuanto tal la actividad sintética del entendimiento: si la sensibilidad nos presenta objetos, el entendimiento los re-presenta (Deleuze, 1963: 22-23). Sin embargo, otros intérpretes han indicado que la sensibilidad -pese a su caracterización en cuanto receptividad- no ha de ser enteramente pasiva, pues el tiempo y el espacio, en cuanto formas a priori de la intuición, configuran los objetos dados e intervendrían, de este modo, en el proceso de constitución de la objetividad (sobre la posibilidad de asignar un carácter activo a la sensibilidad, véase: Shabel, 2003: 47).
21 Acerca del sentido y la pertinencia de la metáfora de la revolución copernicana como expresión de la significación de la Filosofía crítica en la historia del problema del conocimiento, véase Kerszberg, 1989: 63-80.

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recibido: 20/09/05
aceptado para su publicación: 17/07/06