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Cuadernos del Sur. Filosofía

versión On-line ISSN 2362-2989

Cuad. Sur, Filos.  no.39 Bahía Blanca  2010

 

Una perspectiva de las funciones del relato en Hannah Arendt: verdad, significado y juicio

Catalina Barrior*

* Universidad Nacional de Lanús - CONICET. Correo electrónico: catalinabarrio@gmail.com

Resumen
El presente trabajo tiene como objetivo, a partir del pensamiento en Arendt, trabajar el tratamiento y la relación que existe entre el relato y los juicios. A partir de ello se fundamentará en función a esta relación, qué se entiende por significado y verdad en el ámbito de los juicios reflexivos originalmente kantianos y qué vínculo podría pensarse desde el plano político entre la verdad de los hechos y lo narrado. Para esta averiguación es preciso remitirse a los textos más tardíos de H. Arendt como por ejemplo The life of the mind (1878) o Lectures on Kant`s Political Philosophy (1982) y a los comentarios específicos de dichos textos.

Palabras clave: Relato; Juicio; Verdad.

Abstract
The present work has like objective from the thought in Arendt, to work the treatment and the relation that exists between the story and the judgments. From it will be based on function to this one relation, what is understood by meaning and truth in the scope of originally kantianos the reflective judgments and what bond could think from the political plane between the truth of the facts and the narrated thing. For this one inquiry of is precise to be sent to the most delayed texts of H. Arendt like for example The life the mind (1878) or in Lectures on Kant `s Political Philosophy (1982) and to the specific commentaries of these texts.

Key words: Story ;Judgment; Truth.

Fecha de recepción: 26 de Agosto de 2011
Aceptado para su publicación: 24 de Mayo de 2012

Introducción

A partir de escritos tales como The Human Condition (1958) y Between Past and Future (1961), Arendt analiza las ideas de verdad y significado como dos conceptos no disociados de la acción humana. Esto significa, desde estos escritos tempranos de la autora, pensar que la categoría de verdad se relaciona con la de facticidad y posibilidad de acción. Desde esta perspectiva, lo significativo o el significado entendido como lo fácticamente válido implica pensar el sentido de la verdad como un criterio para justificar un hecho. Todo significado se identifica para la autora, con la función del discurso en un contexto y a su vez, con la experiencia de los hechos inscriptos en los relatos. Así, el juicio es uno de los relatos sujeto a interpretaciones y revisiones. Es por eso que Arendt recurre al juicio reflexivo kantiano para analizar la perspectiva hermenéutica de la verdad según el contexto donde se inscriba o enuncie.

La verdad en el ámbito de lo contingente revela no solo la verdad o falsedad de un hecho sino el agente narrador de un hecho. La explicación de la existencia de un quién para legitimar la verdad de un hecho se muestra en tres argumentos que en los escritos finales de la autora tales como The life of the mind (1978) o en Lectures on Kant`s Political Philosophy (1982) aparecen con más claridad. El primer argumento es la necesidad de comunicabilidad de aquello que se narra. El segundo está dirigido a la intersubjetividad o "mundo en común" compartido con otros que son los que juzgan lo que se narra. Y el tercero, la selección de los hechos a narrar que deben ser juzgados. Este trabajo rondará en estos tres ejes que básicamente son los que le dan sentido al mundo político y como consecuencia, determinan la verdad del discurso. Desde esta idea de la relación de verdad y significado con la figura del quién, mostraré que no es posible -a favor de Arendtrebasar la significación fáctica de un criterio de verdad referido a los hechos narrados. Pero a diferencia de Arendt, sostendré que la irrebasabilidad fáctica -entendiendo por ella la única posibilidad de significar algo como verdadero, en este caso lo que se narra a partir de un hechono determina al agente, sino que el agente se determina desde sus posibilidades de acción. Las posibilidades de acción surgen de una comprensión de los hechos que son inevitables eludir. El ejemplo que da Arendt al respecto es el de la peor crisis política en la historia: el totalitarismo del S XX.

La voz narrativa

Cuando Arendt habla de "narrar" alude a la voz narrativa. La "voz narrativa" a la que se refiere está asociada principalmente a tres cuestiones: la primera que es la que trabaja en Eichman in Jerusalem: A Reporto n the Banality of Evil (1963) está relacionada con la figura o el relato de Eichmann. Aquí la autora trabaja el rol del espectador en tanto constructor de cierto relato que no tiene que ver con garantizar la verdad de lo emitido, sino con pensar la validez de lo cometido y el modo en que se puede juzgar a partir de ello. La figura del espectador se vincula en este caso con la del narrador. La segunda tiene que ver con el discurso narrado crítico, es decir, lo que Arendt trabaja en The Human Condition (1958) y en su ensayo de 1961 titulado "The crisis in Culture: Its Social and Political Significance". Esta perspectiva crítica de lo narrado tiene que ver con la formación de opiniones públicamente válidas en el espacio político y a su vez, con el contexto en donde se atienden las opiniones de los otros bajo la fuerza del argumento persuasivo público. La tercera categoría donde ella trabaja la idea de narración (esto aparece fundamentalmente en sus escritos más tardíos: Lectures on Kant's Political Philosophy [1982] y The life of the mind [1978]) es el juicio político en colapso con la tradición, es decir, la facultad o la función del juicio reflexivo kantiano con el rol del filósofo como narrador. Aquí Arendt configura los aspectos mediante los cuales es posible pensar políticamente el juicio desde la validez ejemplar que el sujeto de la narración recoge para emitir y ser escuchado en el ámbito de lo público o de los juicios, tal como aparece en el caso Eichmann y también en el de Rahel Vernahen. A pesar de estas divisiones forzadas de los aspectos que Arendt trabaja desde el relato, hay un aspecto importante a tener en cuenta en el pensamiento de la autora y es que pareciera que la "narración" o la "voz narradora" tienen una función tan importante como el juicio reflexivo en el espacio político. Lo cierto es que a partir de la enunciación entendida como un caso más de la acción humana, se definen o se concretan el resto de las categorías arendtianas pensadas políticamente. A mi criterio, esto se ve más claro en sus últimos escritos en donde la autora construye ontológicamente las funciones prácticas del pensamiento, la voluntad, el juicio, la libertad, etc. Lo que nos importa destacar en este apartado es la relación entre el juicio y el relato. El juicio por su parte, no es cualquier juicio. Por "juicio" entiende Arendt la capacidad plural y comunicativa del relato. Donde se ha diluido el pensar en momentos de crisis emerge y se hace necesario el juicio reflexivo. Pues todo momento en el que nos encontramos imbuidos históricamente en una situación políticamente crítica, no nos permite tomar la distancia necesaria de los hechos para "detenernos a pensar". Pero este detenernos a pensar en Arendt, no es plantearse para uno mismo cómo revertir una situación histórica y trágica vivida (tal como la menciona en Los orígenes del totalitarismo), sino que se trata de reflexionar conjuntamente a través de nuestra capacidad para juzgar los hechos. Así, la función del relato comparte con los juicios la capacidad reflexiva de pensar críticamente los hechos.

El agente es la figura enunciativa del narrador, es el "enunciador del relato" que se desdobla en la voz y la mirada en donde aparece el primer responsable de lo emitido: el espectador. El valor de lo narrado se define como la identidad del narrador que se disuelve porque solo él (el espectador) enuncia los juicios narrativos en momentos de crisis. El agente narrador de un hecho no es quien participa del hecho sino quien lo especta. Arendt hace una distinción entre los agentes implicados y los actuantes narrativos. Pues para ella, no hay "actuantes narrativos" sino actores del espectáculo. Ahora, los únicos que tienen la capacidad de enunciar el juicio o juzgar un hecho son los espectadores (Arendt, 1978:260-261). En este sentido la figura del espectador se asocia con el quién que refiere tanto a la voz narrativa como a los actuantes de los hechos. El quién y el qué de lo que se relata es lo mismo. El quién es el que valida el relato y el qué va necesariamente acompañado del contenido "demostrado" del relato que no está en relación con el autor del relato, es decir, con el que estuvo presente en el hecho histórico sino con quien produce el relato mediante enunciados construyendo una interpretación del hecho histórico. En este sentido todo enunciado fáctico es un enunciado narrativo para Arendt:

La revelación del quién mediante el discurso, y el establecimiento de un nuevo comienzo a través de la acción, cae siempre dentro de la ya existente trama donde pueden sentirse sus inmediatas consecuencias [...] las historias pueden registrarse en documentos y monumentos, pueden ser visibles en objetos de uso u obras de arte, pueden contarse y volverse a contar y trabajarse en toda clase de material (1998:184).

Lo que resulta relevante es cómo Arendt en The Human Condition disemina los significados de actor y autor de las tramas narradas:

Aunque todo el mundo comienza su vida insertándose en el mundo humano mediante la acción y el discurso, nadie es autor o productor de su propia vida [...] las historias, resultado de la acción y el discurso, revelan un agente, pero ese agente no es autor o productor. Alguien lo comenzó y es su protagonista en el doble sentido de la palabra, o sea, su actor y paciente, pero nadie es su autor (1998:184).

Siguiendo el argumento de la figura del actor/autor en Arendt, se podría decir que hay un desconcierto acerca del significado del relato que devela la figura del quién puesto que no se sabe quién es el que cuenta y cómo lo cuenta. En este sentido, la verdad de un enunciado no se remite a sus condiciones de enunciación, sino a sus condiciones de verificación del relato bajo la figura de "quién fue responsable de ese acto" (Arendt, 1998).

Lo cierto es que hay un presupuesto en la figura del "quién" y es el sujeto que interpreta y emite o narra el acto. Este presupuesto puede ser discutido desde el discurso del que narra. En este, el carácter de "cosa" u objeto narrado podría traducirse en hechos significativos que, al momento de ser narrados, adquieren validez. La significación narrativa entonces, puede tener dos referencias: la primera tiene que ver con el estatuto público de lo narrado. Pues implica pensar qué es lo que se cuenta en el ámbito de lo público (esa función la tiene el espectador de los acontecimientos y por medio de ese relato se construye un juicio acerca de cómo puede ser tratado ese caso "particularmente" en crisis. De aquí que nace el juicio reflexivo). Y la segunda, refiere a la condición intrínseca del humano que es la acción a juzgar y que siempre dependerá de quien la cuente (el quién de la acción narrativa). Ambos aspectos de la función narrativa significada, es decir, del objeto del relato o hecho y quien lo enuncia, van de la mano. Por este motivo es que se juzga a los agentes implicados en los hechos criminales en épocas de totalitarismos por ejemplo (un caso de ello vuelve a ser el de Eichmann). El antecedente en Arendt del sentido de "validez fáctica" se origina con Heidegger y la preeminencia del significado histórico del ser. En este sentido, lo que corresponda al ámbito del significado será lo enunciado y reconstruido históricamente mediante el discurso.

Arendt comparte con Heidegger la prioridad ontológico histórica de la verdad como ser en el mundo pero disiente en que eso corresponda al ámbito de lo verdadero o significativo. En primer lugar porque la verdad de un hecho refiere a casos particulares a partir de lo cual se interpreta la existencia de un agente en el mundo. Y en segundo lugar, porque afirmar la validez de un hecho exige un reconocimiento que se construye en el debate con los otros. Son las opiniones de los otros las que cuentan como constructo enunciativo del lenguaje en el ámbito de lo que Arendt llama "la mayor publicidad posible". Algunos de los comentadores piensan que Arendt toma el concepto de lo público respecto al criterio de validez fáctica de Heidegger1.

Sin embargo, la filósofa no piensa como Heidegger el punto de partida de lo público en el ámbito de los juicios, pues para Heidegger lo privado es el mundo circundante que nos rodea y que nada tiene que ver con categorías políticas tal como lo plantea Arendt2. Tiene que ver más bien con la facticidad significativa del mundo que nos rodea. En el caso de Arendt, tanto lo público como lo privado se definen por su consentimiento histórico (Arendt, 1996:110-115). Este sentido de lo público que Arendt trabaja en el artículo titulado "Qué es la autoridad" remite a que en primer lugar las significaciones de determinados conceptos tales como autoridad, publicidad, etc. nacen y se modifican legitimándose en la corriente histórica. En segundo lugar, Arendt busca a través de la experiencia política la naturaleza de estos conceptos que han modificado su función práctica a lo largo de la historia: "... todo está relacionado con el contexto funcional..." (1996:113).

Volviendo a la cuestión de la narración en vínculo con los juicios, se podría pensar el discurso narrativo como una estructura discursiva referida a los casos de totalitarismo o a casos críticos histórico-políticos. Uno podría pensar en que el modo de discurso sobre el que se apoya Arendt refiere esta estructura y podría ser provechoso para los fines narrativos de la voz que enuncia. Pues se comprendería con mayor claridad la función no de develar la verdad o mentira sino la de transparentar las funciones narrativas en el ámbito de los juicios.

El juicio del espectador y las funciones del relato

"Juzgar" un pasado ocurrido tiene que ver con los hechos del pasado (Arendt, 1996:12-15) pero evaluar críticamente ese hecho tiene que ver con la voz que re-presenta ese pasado, es decir, con la voz narrativa que conforma el relato del pasado. La verdad y el significado son instancias fácticas de la acción humana cuyo eje es el discurso narrado que se inscribe, en términos de Arendt, en una experiencia en particular que es la del totalitarismo. Es decir que únicamente en los momentos de crisis históricos es donde aparece el valor de lo narrado. No existe en la autora una ontología de la acción humana en el orden del discurso; sino que son los casos "particulares" los que relevan lo interesante del relato. Es por esto que Arendt trabajará con los juicios reflexivos kantianos a partir de una concepción reflexiva de los mismos. Esta instancia reflexiva supone predicar las formas en las que puede ser comprendido "para otros" el relato de un hecho históritcamente relevante. El problema radica en averiguar qué se considera, mediante nuestra capacidad de juzgar reflexivamente, relevante y quién lo legitima como parte de la historia política. La filósofa menciona que "Mediante la acción y el discurso, los hombres muestran quiénes son, revelan activamente su única y personal identidad y hacen su aparición en el mundo humano, mientras que su identidad física se presenta bajo la única forma del cuerpo y el sonido de la voz, sin necesidad de ninguna actividad propia" (1998: 179).

Esto quiere decir, en términos de Heidegger, que el significado está determinado por la trama de relaciones humanas y cualquier hecho fáctico se limita a eso. A partir de esto es que las posibilidades de acción se proyectan. Esta proyección, en términos de Arendt, la realiza el quién narrador, es decir, el espectador que hace posible comprender los hechos a partir de sus posibilidades de acción.

El espectador "comprende la verdad de lo que versa el espectáculo, pero el precio es la retirada de toda participación en él" (Arendt, 1978: 93). Sin embargo, "retirarse de la acción" permite situarse, en el caso del espectador, más allá de la acción propiamente realizada, para juzgarla y comprender el significado de la acción cometida. El juicio del espectador permite incluir la apreciación de todo el conjunto que participa de la acción en su relato. El significado de los "asuntos humanos" críticos lo trasmite el espectador. La cuestión está en qué trasmite cuando relata el significado del objeto a juzgar y si ese contenido es válido para ser juzgado. El espectador en el espacio público define el significado de lo relatado bajo la categoría de la "imparcialidad"3 en donde reúne las opiniones de los otros y define el criterio decisivo a juzgar abarcando los diferentes puntos de vista (Hermsen, 1999:74).

La "imparcialidad" del espectador reproduce la imagen del hecho y hace corresponder con la realidad, la verdad del hecho. El objeto representado y reproducido mediante la imaginación es un particular, es decir, un hecho mediante el cual y, a partir del cual, se construye el significado de un relato. La operación de la imaginación y la reflexión guía o ilumina el sentido común (sensus communis) para establecer un equilibrio entre lo particular (como hecho) y lo universal (Hermsen, 1999:76). Este equilibrio permite, en el relato, coordinar lo imaginado con la realidad. Sin embargo, para Arendt, esto implicaría que "(...) las imágenes siempre se pueden explicar y hacer admisibles -lo que les da una ventaja momentánea sobre la verdad de hecho- pero nunca pueden competir en estabilidad con lo que simplemente es porque resulta que es así y no de otro modo" (1996:271). Las imágenes re-producidas en el relato resultan ser actividades mentales que solo se manifiestan a través del lenguaje. La "necesidad de hablar" que presupone la existencia de espectadores, necesita de la comunicación con los otros para legitimar una verdad de hecho (Arendt, 1978:98). El carácter ontológico de lo que se juzga respecto a lo relatado consistiría entonces en que "El que dice lo que existe siempre narra algo, y en esa narración, los hechos particulares pierden su carácter contingente y adquieren cierto significado humanamente captable." (Arendt, 1996:275). Esto significa que lo "humanamente captable" es condición de posibilidad del juzgar.

Lo cierto es que la figura del espectador en tanto portador de la reflexividad del juicio no implica estar narrando algo que no pertenece a su "mundo empírico". Como bien señala Majid Yar, el punto de vista del espectador o narrador de los hechos se concentra en su aspecto subjetivo de cómo piensa él los hechos, es decir, captado como validez ejemplar. El juicio de gusto, en cambio, implica una visión universalista de los hechos, es decir, con pretensiones de validez universal (Yar, 2000:15-16). Pues hay, según el autor, una disociación entre ambas concepciones, tanto desde el punto de vista del espectador como de las pretensiones del juicio reflexivo en Arendt. Este distanciamiento no permite incluir en la visión del espectador, la facticidad del juicio reflexivo porque de hecho, ya en Kant, no existe. Permite más bien confrontar el aspecto trascendental del juicio reflexivo con la función verdaderamente activa del agente involucrado en los hechos (2000:22).

Pareciera que en la propuesta de Yar, que es una de las visiones que analoga la función del juicio con la de la narración, hay importantes vestigios de la concepción que Gadamer plantea en la primera parte de Verdad y Método. En primer lugar, porque acepta únicamente como válida la función prhonética de la figura del espectador y, en segundo lugar, porque no cree que en Kant se pueda visualizar una teoría propia de la acción política (que Arendt rescata) saliéndose de la misma tradición histórica estética. El aspecto narrativo sería en términos de Kristeva, la realización de lo esencialmente político (2001:27). Por ende, nunca podría estar separada la función narrativa de los aspectos prácticos y participativos desde donde se debería reflexionar críticamente.

En este marco es posible preguntarse ¿qué se juzga cuando se narra y qué se significa, en términos de Arendt, cuando se narra? Estas preguntas en Arendt se resuelven, a mi criterio, de forma insuficiente. En primer lugar, porque no hay una concordancia en el ámbito del lenguaje, entre el enunciado y el quién, sino, y en términos de Ricoeur, entre el acto y sus consecuencias (2008:627). Este acto nunca está en relación, para Arendt, con una instancia lingüística en la que se identifique el actor y el agente responsable de los actos. Es este sentido y en el ámbito de lo significado, lo enunciado no trasparenta las implicancias morales y políticas del individuo con el hecho ocurrido. En segundo lugar, la figura del "quién", en la autora, se limita a "las cualidades que puede compartir con otras personas acerca de lo narrado" (Arendt, 1998:181). Hay en Arendt un momento reflexivo del lenguaje en el actor de un hecho. Lo que no hay es una comprensión reflexiva del tipo de discurso que presupone reflexionar sobre un hecho. Esto es bien notable en Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal, en donde la narración del acusado muestra lo siguiente: «Eichmann se declaró "inocente", en el sentido en que se formula la acusación ¿en qué sentido se creía culpable entonces?» (2000:39). El problema que nace de la figura de Eichmann no es propiamente el hecho criminal que cometió, sino el modo en que narra lo sucedido. En este sentido, la narración de Eichmann debería ser juzgada, según Arendt, desde el sentido que este le otorga a los hechos y no desde su conciencia culpable. El significado de lo enunciado no corresponde a un estado de conciencia intencional, en términos de Husserl, sino que lo significado está en estrecha relación con lo propiamente cometido. Es a partir de ello que se juzga y por tanto, en el caso de Eichmann, se condena.

La revelación del agente como ejecutor de un hecho criminal, como el caso de Eichmann, aparece en el discurso y la acción. El proceso de poder actuar y hablar produce una historia que se relata y que por medio de ella se identifica o no con el actor del hecho cometido. Aquí nace uno de los problemas en Arendt ¿en qué contexto y bajo qué condiciones el enunciado de un hecho cometido es legítimamente válido? Y ¿de qué se trata la revelación del quién en el discurso relatado? Estas preguntas son las que se irán respondiendo a lo largo del trabajo en donde se mostrará que todo relato supone la presencia de otros en el ámbito del juzgar y que este espacio del juzgar supone una instancia de análisis del discurso en donde se enuncia la verdad de lo pensado y cometido. La función del espectador en este sentido, y tal como lo interpreta George Kateb, no solo va dirigida a los creadores artísticos, sino que quienes juzgan la acción política también pueden ser actores políticos "mientras que casi todos los que valoran el arte no pueden crearlo" (2008:33).

Lo cierto es que Arendt se distancia de Kant respecto al juicio de gusto cuando piensa en la figura del espectador. Pero de un espectador también habilitado para ser actor no solo de un hecho sino del mismo discurso narrado. La narración permite salirse de lo propiamente privado en el ámbito político (Kateb, 2008:34).Y, por ende, permite que todo juicio se encuentre ligado al de los demás. Lo que importa en el marco de este trabajo es dilucidar acerca de la posibilidad de sostener, desde Arendt, las funciones narrativas de los juicios reflexivos en el plano ontológico de la "verdad" o "mentira" de lo relatado. A mi criterio, esta cuestión no es en Arendt un punto "fuerte", sino que es un espacio abierto para pensar otras posibilidades de acción política.

Es preciso pasar a especificar los conceptos de significado, verdad y juicio reflexivo para precisar estas posibles hipótesis.

La verdad de un relato

En el ensayo titulado "Verdad y Política" integrado como artículo en Between past and future (1968) se encuentran las primeras aproximaciones funcionales que hacen al sentido de la verdad en el ámbito de lo político. Dice Arendt: "ninguna permanencia, ninguna perseverancia en el existir, puede concebirse siquiera sin hombres deseosos de dar testimonio de lo que existe y se les muestra porque existe" (1996:241). La verdad es una verdad fáctica y no es posible que sea de otra manera. De ella nacen las posibilidades de cambio, de acuerdos, disertaciones y decisiones. Pero Arendt hace intervenir en el significado de verdad fáctica el espacio donde las significaciones se "crean". Este es el modo de interpretar una verdad fáctica. Dichas significaciones tienen la particularidad de plasmarse en un ámbito que es el "espacio público" en donde las verdades de hecho se realizan. La verdad en este sentido la define como "(...) la verdad de hecho siempre está relacionada con otras personas: se refiere a acontecimientos y circunstancias en las que son muchos los implicados; se establece por testimonio directo y depende de declaraciones; solo existe cuando se habla de ella (...)" (1996: 250). Arendt distingue la "verdad de hecho" de las "verdades filosóficas". En primer lugar, porque la verdad filosófica nunca ha aspirado a las opiniones sino a las certezas. Y en segundo lugar, porque la verdad de un hecho está en relación con otras personas y las verdades filosóficas tergiversan las verdades como si los hombres de acción fueran incapaces de ello (1996:250-256). El opuesto a la "verdad de hecho", menciona Arendt en The life of the mind, no es el error ni la ilusión, sino la mentira deliberada (1978:59). En este sentido, la verdad de hecho está íntimamente relacionada con la verdad de un hecho o con una "terrible verdad", tal como lo menciona en On Revolution (1963). La verdad se encuentra estrechamente relacionada con los sentimientos humanitarios y con cierta pretensión por parte de Arendt, de fundar una nueva forma de trabajar el significado de "verdad" basado en la justicia y libertad (Canovan, 2008:68).

Entender la verdad en Arendt es referirse al acontecimiento histórico que la legitima. Las verdades "de hecho", tal como lo menciona en "Verdad y Política" son una "opinión en su modo de afirmar la validez" (Arendt, 1996:252). La cuestión reside en si es posible pensar al relato desde sus formas de validez teniendo en cuenta un cierto tipo de reconstrucción de los hechos que mediante el recuerdo aparezca comprendido para la voz narrativa. Los ejemplos históricos de Arendt sobre esta cuestión están referidos al Holocausto o crímenes que posteriormente se han puesto en tela de juicio acusando a los testigos participantes de estas masacres. Para considerar con más precisión qué relación hay entre "verdad" y "juicio" necesitamos referirnos al concepto de historia en Arendt.

Por histórico no comprende un proceso lineal progresivo, sino que lo entiende como la experiencia de lo histórico mediante lo cual y a partir de lo cual juzgamos. En este sentido Arendt se apoya más en la interpretación de Benjamin respecto al concepto "historia" entendiéndolo como construcción o misión del historiador que irrumpe o interrumpe la linealidad histórica en donde se crea, en estas rupturas, un juicio crítico acerca de los hechos ocurridos. El significado es la producción realizada por el hombre mismo en el plano de lo narrativo. Pero en este sentido, Arendt no cuestiona la identidad narrativa del agente que tiene como misión "saltar todo por los aires en el marco de un continuum histórico" (Arendt, 1998:10).

El significado de "historia" que nos compete aquí trabajar desde Arendt es el que se relaciona con el concepto o las funciones propias de la imaginación. Entender la historia desde el plano de lo imaginado tiene que ver con "hacer presente aquello que está ausente" (Arendt, 1982:66). El presentar, mediante la imaginación, el componente "ausente" tiene que ver no con representarse un hecho tal cual fue, sino con las formas en cómo se interpreta aquello que aconteció. Esta perspectiva hermenéutica del relato supone dos caras de la historia con respecto a la verdad de los hechos y la reflexividad de los mismos mediante el juicio reflexivo kantiano. En primer lugar, aparece la figura de Eichmann (traducible a muchos otros casos de la historia política) quien no ha sido capaz de hacerse cargo de las consecuencias de sus acciones y que debería haber contado con la imaginación como requisito último de su capacidad de pensar lo cometido (Ujaldón, 2004:212). En segundo lugar, el concepto de historia no solo acontece como forma reflexiva para pensar desde el plano de la imaginación, sino que se encuentra conectado con lo propiamente mencionado, es decir, con la voz narrativa que hace de ese hecho una figura imaginable. Sobre este último aspecto nos detendremos.

Seyla Benhabib es una de las que ha interpretado las funciones del juicio reflexivo en el ámbito de lo narrado. Ella observa lo siguiente:

El "decidir sobre" implica una cierta capacidad interpretativa de considerar mi acto no solo relacionado con otros sino bajo la forma en cómo será percibido e interpretado por otros (...). La identidad de una acción moral no es la que se puede interpretar a la luz de una regla general gobernando casos particulares, pero exige el ejercicio de la imaginación moral que activa nuestra capacidad para pensar las narrativas y descripciones posibles del acto a la luz de las cuales nuestras acciones se puedan entender por otras (1988:35)4.

La perspectiva interpretativa del modelo de acción, según Benhabib, tiene su fundamento en entender otros modos la fundación de la verdad en su sentido histórico. Este refiere a suponer una razón discursiva, tal como lo ha trabajado Habermas. Esta razón discursiva es la que permite la comprensión de lo reflexivo en el ámbito de lo relatado pero no desde la acción política, sino desde las funciones morales de los individuos en el ámbito de la política. Pues el único modo, para la autora, de entender el juicio reflexivo en Arendt es comprendiendo racionalmente las formas mediante las cuales transmitimos la verdad de un hecho. Estas formas están relacionadas con la historia en tanto constructora de experiencias mediante las cuales podemos construir sólidamente una forma de comunicación ideal "poniéndome en el lugar de los otros" tal como lo plantea Kant y Arendt. Sin embargo, según lo plantea Beiner, los momentos de crisis que hacen necesario la aparición de la reflexividad y una voz que los legitime no se constituye ni tiene que ver con fundar una forma de racionalidad basada en la mutua comprensión. Está emparentada con los criterios del juicio que hallan su justificación en la comprensión de los hechos históricos (1982: 95-97).

Conclusión

A partir de estos análisis críticos de Arendt, pareciera que la función o estructura del relato en el ámbito de los juicios reflexivos es difícil de apresar. En primer lugar, porque Arendt no hace una reconstrucción sistemática del concepto de narración y tampoco, a mi criterio, lo asocia con las funciones del juicio reflexivo en el ámbito político. Pareciera, y según Julia Kristeva, que en el plano de la narración o relato se introduce la cuestión de la imaginación y de esa función del espectador que entra en crisis frente a su propia situación histórica decadente (2001:75-76). Pero en sí mismo, el relato tiene una función hermenéutica en tanto que no hay una referencia o aproximación a definir cómo fue un hecho sino que todo hecho es interpretado según quién lo cuente. A lo largo de este trabajo, hemos referido al "quién" como un agente con figura y sin rostro, como la persona que transmite y legitima no solo un relato sino conceptos, tales como "autoridad", "política", "experiencia política", etc. Esto que Arendt escribe en el conjunto de artículos que aparecen en Between past and future, ejemplifican de alguna forma, de qué se trata el discurso cuya voz enunciativa es la voz narrativa. También lo hemos visto en sus escritos más tempranos como Human Condition y en los más tardíos como The life of the mind. Lo cierto es que no ha sido profundamente trabajado por Arendt la cuestión o relación que existe entre las funciones narrativas o la voz narrativa que emite un relato en el espacio de los juicios y el juicio reflexivo entendido como juicio político. Habría que ver si es posible una propuesta tal en el espacio político.

Las razones por las cuales sería necesario considerar la función narrativa en el ámbito de los juicios reflexivos se podrían definir de la siguiente manera: 1) El principio funcional de lo narrativo implica considerar o al menos, interpretar comunitariamente, la validez de un hecho. 2) También develaría los modos de operación de la reflexividad de los hombres de acción. Esto pondría al descubierto el sentido propio de fundación para la constitución de seres libres tal como lo plantea Arendt y la identidad individual y comunitaria de los hombres en el espacio público. Es posible que este punto haya sido trabajado por varios autores como por ejemplo Ricoeur (cfr. 1992; 1996). Pero bien es sabido que la perspectiva ricoeuriana refiere un aspecto fenomenológico y no reflexivo político. A mi criterio, sería un interesante punto a discutir. Pues queda abierta la posibilidad al menos, de pensarlo y poder comprender de otra forma la acción política.

Así, se ha desarrollado a lo largo de este trabajo y desde la teoría arendtiana, que si se piensan las categorías de "verdad", "significado" y "juicio" desde el ámbito de lo narrativo resulta inevitable comprender una instancia ontológica de la acción humana. Se ha demostrado que considerar las instancias fácticas del significado desde el plano de lo narrativo presupone no solo la referencia a los hechos sucedidos, sino a los agentes que participan de esos hechos. Participar no es, en términos de Arendt, "una retirada de la acción" sino que es hacer pública la narración. Esto se ha demostrado en los juicios reflexivos, en donde hay una preeminencia de la reflexión solitaria del agente que narra, pero también es necesaria la comunicabilidad e intersubjetividad en donde el relato se configura como válido. El juicio reflexivo y la significatividad narrativa han sido dos instrumentos discursivos para demostrar que en Arendt existe una dificultad interpretativa. La estructura narrativa no solo atiende los casos particulares sino que determina al caso particular o hechos históricos como formativos y constitutivos del quién. En este sentido es que el sujeto narrativo porta la verdad de los hechos en tanto interpretación por medio de lo narrado. Los problemas con los que se encuentra Arendt en este sentido son, por ejemplo, explicar en qué consiste la "validez ejemplar" en el ámbito de los juicios reflexivos. Si se toma en consideración la función narrativa como aquel relato que, consensuadamente aceptado, juzga un hecho entonces cómo mencionar, sin recurrir a un fundamento ontológico del discurso como acción, la verdad fáctica en tanto se relate cómo fueron los hechos.

Notas
1 Cf. Villa, Danna (1996), Arendt and Heidegger. The fate of the political. Aquí la autora hace una importante relación e incuso le dedica un capítulo entero a las funciones de lo público en relación a uno de los pasajes de Ser y tiempo de Heidegger.
2 Este significado acerca de lo privativo de lo público aparece en Ser y Tiempo cuando Heidegger menciona la distinción entre mundo circundante y mundo público: "La obra de la que nos ocupamos en cada caso no está solamente a la mano del mundo privado, por ejemplo en el lugar de trabajo, sino que lo está en el mundo público. Con el mundo público queda descubierta y accesible a cada cual la naturaleza del mundo circundante." (1997: 98).
3 Arendt define lo "imparcial" como lo que "se obtiene considerando los puntos de vista de los demás" en donde el pensamiento "se amplía para tomar en consideración las ideas de los demás" (1992:42). Es un concepto que toma de la tercera crítica de Kant en donde la facultad por medio de la cual nos podemos poner en el lugar del otro permite "esto que se llama imaginación" (1992:43).
4 "I decide upon, involves some interpretive ability to see my act not only as it relates to me but as it will be perceived and understood by others. [...] The identity of a moral action is not one that can be construed in light of a general rule goberning `particular instances but entails the exercise of moral imagination that activates our capacity for thinking of possible narratives and act descriptions in light of wich our actions can be understood by others." (1988:35).

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