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Cuadernos del Sur. Filosofía

versión On-line ISSN 2362-2989

Cuad. Sur, Filos.  no.40 Bahía Blanca  2011

 

En torno a una posible interpretación del tratamiento kantiano de la afección sensible como argumento trascendental

Ileana P. Beade*

* CONICET - Universidad Nacional de Rosario. Correo electrónico: ileanabeade@yahoo.com.ar

Resumen
En este trabajo proponemos examinar una serie de observaciones kantia- nas referidas a la cosa en sí, en tanto aquello que afecta a la sensibilidad, dando lugar a las representaciones empíricas, con el objeto de considerar si tales observaciones admiten ser justificadas, a partir de su interpretación, como proposiciones constitutivas de una argumentación trascendental. Si bien el análisis de los pasajes relevantes para el tratamiento de esta cuestión permitirá reconocer obstáculos insalvables para esta vía de justificación, consideramos que el relevamiento de tales obstáculos permite poner de relieve importantes aspectos implicados en el llamado problema de la afección (referido al status ontológico que ha de asignarse a la entidad afectante en el marco de la teoría crítica del conocimiento), contribuyendo así a la elucidación de lo que ha sido caracterizado como uno de los aspectos doctrinales más problemáticos y controversiales de la gnoseología kantiana.

Palabras clave: Cosa en Sí; Afección; Argumento Trascendental.

Abstract
In this paper I shall analyze some of Kant's observations related to the thing-in-itself as the entity that affects our sensibility, producing the empirical representations. My main purpose here is to consider whether those observations can be justified by interpreting them as propositions integrated within a transcendental argumentation. Even if this analysis reveals important obstacles for this strategy of justification, the consideration of those obstacles reveals relevant aspects of the so-called affection-problem (i.e., the problem of the ontological status that should be assigned -in the frame of the critical theory of knowledgeto the entity that affects us), thereby contributing to the elucidation of one of the most problematical and controversial issues of Kant's theory of knowledge.

Key words: Thing-in-itself; Affection; Transcendental Argumentation.

Fecha de recepción: 12 de Septiembre de 2012
Aceptado para su publicación: 18 de Junio de 2013

Introducción

Si atendemos a las recientes discusiones en torno a la distinción crítica fenómeno / cosa en sí, podemos constatar que el modo en que sea interpretada tal distinción resulta decisivo para la interpretación de la epistemología kantiana en su conjunto1. En este trabajo no haremos referencia a diversos problemas específicos que se plantean en torno a los conceptos mencionados2, sino que proponemos examinar una serie de observaciones kantianas referidas a la cosa en sí -en tanto aquello que ha de afectar nuestra sensibilidad a fin de que se produzcan las representaciones empíricas3-, con el objeto de considerar si tales observaciones admiten ser justificadas a partir de su interpretación como proposiciones constitutivas de una argumentación trascendental (noción considerada por diversos intérpretes como una de las más importantes contribuciones de la filosofía crítica)4.

Si bien los llamados argumentos trascendentales tendrían importantes precedentes en la tradición filosófica pre-kantiana5, es en el marco de la epistemología crítica donde los mismos comenzarían a desempeñar una función fundamental. Ahora bien, los principales argumentos trascendentales desarrollados en dicho marco han sido objeto de innumerables objeciones y de interpretaciones sumamente disímiles: en efecto, durante las últimas tres décadas se ha generado un intenso debate no solo acerca de la estructura propia y la validez de los llamados argumentos trascendentales kantianos, sino asimismo acerca de cómo operan, en general, los argumentos trascendentales en diversos contextos doctrinales y, por otra parte, acerca de cuáles serían sus objetivos o propósitos fundamentales6 (la discusión acerca de este tipo de argumentos remite, así pues, no solo a la función específica que los mismos desempeñan en la filosofía crítica, sino a aspectos mucho más generales, referidos -como acabamos de señalar- a su estructura interna, su validez epistémica y sus objetivos característicos).

A fin de evaluar si las observaciones kantianas referidas a la afección trascendental (AT) admiten ser interpretadas como proposiciones constitutivas de una argumentación trascendental, analizaremos una serie de pasajes en los que Kant caracteriza a la cosa en sí como entidad que afecta nuestra sensibilidad (dando así origen a las representaciones empíricas). Si bien este análisis permitirá constatar que existen obstáculos insuperables para esta interpretación (y justificación) de la controvertida tesis kantiana de la AT, observaremos que la reflexión acerca de dichos obstáculos permite poner de relieve importantes aspectos implicados en el llamado problema de la afección (referido, cómo es sabido, al status ontológico que ha de asignarse a la entidad afectante, en el marco de la teoría crítica del conocimiento7), contribuyendo así a la elucidación de lo que ha sido caracterizado como uno de los aspectos doctrinales más problemáticos de la gnoseología kantiana8.

I. Observaciones preliminares acerca de la afección trascendental

Importantes objeciones han sido formuladas a la tesis kantiana de la AT: en efecto, ha sido objetada la incompatibilidad de esta tesis con principios elementales de la filosofía crítica, tales como el principio del agnosticismo crítico (que rechaza toda posibilidad de un conocimiento de las cosas en sí) o el principio fundamental que restringe el uso válido de las categorías a aquello que puede ser dado como objeto de una experiencia posible9. No es nuestro objetivo considerar aquí tales objeciones (a las que nos hemos referido en trabajos previos10), sino que bastará con señalar que las observaciones kantianas referidas a la cosa en sí en tanto aquello que afecta nuestra sensibilidad parecen hallar sustento, en última instancia, en una concepción de la sensibilidad como facultad puramente pasiva o receptiva11. Si bien la doctrina crítica no proporciona una explicación acerca del status ontológico que ha de asignarse a la entidad que afecta a la sensibilidad a fin de que la intuición empírica tenga lugar, la reconstrucción de las condiciones trascendentales que hacen posible la constitución del objeto de experiencia exige ser desarrollada a partir de un dato originario, a saber: la afección, dato que -según consideramos- opera, en el desarrollo argumental de la Estética trascendental, como una suerte de premisa o presupuesto básico12 que no requiere de una justificación doctrinal particular, por cuanto se trata de una instancia que excede, por así decir, el objeto de análisis específico de la gnoseología crítica13.

En uno de los pasajes más relevantes para el análisis del problema de la AT, las cosas en sí son caracterizadas como la causa, origen o fundamento de la afección sensible. Allí sugiere Kant, en efecto, que son estas las que producen las sensaciones al afectarnos:

Después de haber preguntado "¿quién (qué) le da a la sensibilidad su materia, a saber, las sensaciones?", [Eberhard] cree haber sentenciado en contra de la Crítica, al decir: "Podemos elegir lo que prefiramos -llegamos a cosas en sí". Ahora bien, ésta es precisamente la constante afirmación de la Crítica; sólo que ella no pone este fundamento de la materia de las representaciones sensibles, otra vez, en las mismas cosas, como objetos de los sentidos, sino en algo suprasensible, que yace en el fundamento de aquéllas, y de lo cual no podemos tener conocimiento alguno. Ella dice: los objetos, como cosas en sí, dan la materia para intuiciones empíricas [...], pero no son la materia de ellas (Ak. VIII, 215)14.

Se afirma aquí que las cosas en sí "dan a la sensibilidad su materia", es decir, producen las sensaciones al afectarnos15. No es, en efecto, el fenómeno aquello que afecta nuestra sensibilidad, ya que este es, precisamente, un resultado de la afección (a partir de la cual se produce la materia intuitiva que el sujeto configura formalmente a partir de formas a priori, constituyendo así el objeto de experiencia en sentido propio). Es, precisamente, esta concepción crítica del fenómeno como objeto cuya forma es aportada a priori por el sujeto -siendo, por el contrario, su materia producida a posteriori (i.e. producida a partir de algo que nos afecta)- aquello que conduce a la consideración de la entidad afectante como algo en sí16.

Ahora bien, ha de aclararse que Kant no afirma, en rigor, que "las cosas en sí nos afectan", sino que sugiere -a través del uso de la expresión "los objetos como cosas en sí"- que la entidad afectante ha de ser considerada o concebida, en el marco de la reflexión crítico-trascendental, bajo su descripción no fenoménica, esto es: ha de ser pensada como algo en sí17. Por nuestra parte, consideramos que Kant puede afirmar legítimamente que aquello que afecta a la sensibilidad dando origen a nuestras representaciones empíricas no ha de ser concebido, en sí, como una entidad espacio-temporal, pues en la Estética trascendental pretende haber demostrado que las determinaciones espacio-temporales de los objetos físicos corresponden a dichos objetos solo en tanto son representados (lo que equivale a afirmar que dichas determinaciones son inherentes a lo real solo en tanto objeto de experiencia). Si bien la tesis de la AT resulta problemática por diversos e importantes motivos, consideramos que buena parte de las dificultades implicadas en el problema de la afección pueden ser subsanadas -al menos parcialmente- si se tiene en cuenta que los pasajes referidos a la AT indican simplemente que la entidad externa que ha de afectarnos a fin de que se produzcan nuestras intuiciones empíricas exige ser caracterizada, en el marco de la investigación trascendental, como algo en sí. Por lo demás, como ha sido indicado, no es nuestro objetivo analizar aquí la conexión de la tesis de la AT con los aspectos doctrinales que han sido tradicionalmente invocados a fin de mostrar su consistencia, sino que proponemos, por el contrario, considerar una vía de justificación de la AT que -hasta donde sabemos- no ha sido ensayada hasta el momento, consistente en examinar hasta qué punto las referencias kantianas a la AT pueden ser interpretadas como premisas implicadas en una argumentación trascendental. Como hemos adelantado, si bien esta vía no resulta exitosa, la elucidación de las razones que exigen desestimarla permite traer a la luz importantes aspectos del problema de la cosa en sí.

II. Argumentos trascendentales y condiciones trascendentales de la posibilidad de la experiencia

Hasta aquí, hemos intentado aclarar en qué sentido puede afirmar Kant que las cosas en sí "dan la materia para las intuiciones empíricas", es decir, en qué sentido es lícito declarar que las cosas en sí afectan nuestra sensibilidad, dando así origen a las representaciones empíricas. Debemos considerar ahora hasta qué punto las observaciones kantianas referidas a la AT admiten ser reconstruidas bajo la forma de una argumentación trascendental. Para ello ha de considerarse, en primer lugar, qué suele entenderse, en términos generales, bajo la noción de argumento trascendental. Ha sido indicado18 que los llamados argumentos trascendentales suelen desarrollarse a partir de una premisa no controversial, que remite, por lo general, a la facticidad de la experiencia (o del conocimiento, o del lenguaje), y se remontan, a partir de allí, a la elucidación de las condiciones que hacen posible el hecho o dato que se asume como dado. Puesto que la tesis de la AT alude a una condición necesaria de la experiencia -esto es, el hecho mismo de la afección (pues si esta no tuviese lugar no podría producirse la materia intuitiva que ha de ser sintetizada a fin de que sea constituido el objeto de experiencia)-, parece en principio posible interpretar dicha tesis como un argumento trascendental, que tendría la siguiente forma:

- Hay experiencia objetiva (la existencia de un conocimiento universal y necesario-i.e. científico- acerca de los objetos dados en la experiencia así lo atestigua).

- La AT es una condición necesaria de toda experiencia objetiva en general.

- Por consiguiente, hay AT (quedando así establecida la legitimidad de las observaciones kantianas referidas a la cosa en sí como entidad afectante, en tanto observaciones que remiten a un elemento indispensable en el marco de la investigación crítico-trascendental).

Sin embargo, ha de notarse que aquello que es caracterizado en los argumentos trascendentales como una condición de posibilidad de la experiencia (o del conocimiento, o del lenguaje) suele constituir una condición a priori de la experiencia (o del conocimiento, o del lenguaje, según el caso). Esta última exigencia resulta decisiva en relación con la validez epistémica de tales argumentos: efectivamente, se trata aquí de argumentos a priori, que, en cuanto tales, no permiten establecer nada acerca de lo real en sí, sino que solo logran indicar, en el mejor de los casos, cómo el sujeto debe pensar (o conocer, o concebir) lo real. Esto significa que las condiciones a posteriori de la experiencia (o del conocimiento, o del lenguaje) no pueden ser establecidas a partir de una argumentación trascendental, pues -como resulta evidente- tales condiciones rebasan el ámbito de los conocimientos trascendentales (esto es: el ámbito de aquello que puede ser establecido a priori como una condición necesaria de la posibilidad de la experiencia). Puede afirmarse, pues, que solo las condiciones a priori de la experiencia constituyen, en el marco de la epistemología crítica, condiciones trascendentales19. Si bien la experiencia humana requiere tanto de condiciones a priori como de condiciones a posteriori, el ámbito de lo trascendental permanece, para Kant, estrictamente circunscripto al conjunto de las condiciones a priori-i.e. subjetivas- que hacen posible toda representación en general20.

Si la tesis crítica de la AT no admite ser reconstruida bajo la forma de una argumentación trascendental esto se debe, precisamente, a que la afección (no en sentido empírico, sino en sentido trascendental21) no constituye una condición trascendental de la experiencia, sino antes bien una condición a posteriori -si bien necesaria- de toda experiencia objetiva, o -cabría afirmar- una condición material, por oposición a las condiciones formales de la experiencia. Otra de las razones que harían inviable dicha reconstrucción remite a la cuestión de los objetivos específicos que los intérpretes suelen asignar a los llamados argumentos trascendentales, a saber, el de ofrecer una respuesta a las argumentaciones escépticas22, o bien el de justificar las pretensiones de validez de determinados conocimientos o principios. Con respecto al primero de estos objetivos, obviamente la tesis de la AT no tiene relevancia directa para el tratamiento del problema de cómo responder a las argumentaciones escépticas (referidas, en general, a la imposibilidad de establecer criterios rigurosos que permitan justificar la validez del conocimiento humano23). En cuanto al segundo de los objetivos señalados, nuestro análisis previo permite constatar que la AT no admite ser justificada a partir de su interpretación como un argumento trascendental, pues -como hemos indicado- la afección no constituye, en sentido estricto, una condición trascendental de la experiencia, sino que se trata allí de una condición necesaria a posteriori de la experiencia, experiencia que exige el contacto del sujeto con algo absolutamente externo al sujeto24, pues -tal como afirma Kant en el parágrafo inicial de la Estética Trascendental- la materia del fenómeno debe ser dada a posteriori25.

A partir de lo expuesto, podemos concluir que la tesis de la AT no admite ser reconstruida bajo la forma de una argumentación trascendental: efectivamente, la tesis en cuestión no alude a condiciones trascendentales de la experiencia, sino a condiciones a posteriori de la experiencia humana. Si los argumentos trascendentales suelen basarse en un punto de partida no controversial (que estaría dado, en el caso que aquí examinamos, por la facticidad de la experiencia) y establecen, en un segundo paso, las condiciones trascendentales que hacen posible el hecho invocado en la premisa inicial, la tesis de la AT no puede satisfacer este último requisito, pues -contrariamente a lo sugerido por algunos intérpretes26- no constituye una condición trascendental de la experiencia, sino una condición a posteriori, referida -como ha sido señalado- a la afección de aquella entidad trascendente que ha de afectar a la sensibilidad a fin de que la intuición empírica se produzca. Es, en síntesis, el carácter a posteriori de esta condición aquello que impide reconstruir la tesis de la AT bajo la forma de un argumento trascendental.

No obstante ello, los resultados de las reflexiones previas no son meramente negativos: la consideración del problema de la afección en conexión con la cuestión de los argumentos trascendentales ha permitido señalar aspectos relevantes para la elucidación de dicho problema (el cual constituye, por cierto, uno de los principales problemas específicos implicados en el llamado problema de la cosa en sí). En primer lugar, ha sido indicado que la afección es una condición necesaria para la posibilidad del conocimiento objetivo (y de toda experiencia humana en general); a partir de lo cual pueden ser desestimadas las interpretaciones idealistas de la cosa en sí (entendiendo por tales aquellas que reducen la cosa en sí a un mero concepto heurístico, esto es, a una noción filosófica de carácter puramente ficcional, que no designa entidad real alguna, siendo su función de carácter estrictamente metodológico27). En segundo lugar, el señalamiento de que no todas las condiciones de la experiencia son condiciones trascendentales (esto es, condiciones a priori) permite cuestionar -si bien en términos muy generales- las interpretaciones idealistas de la doctrina crítica, incluyendo bajo esta denominación genérica a aquellas lecturas que consideran el Idealismo trascendental como una doctrina en la que el sujeto de la representación constituye el fundamento único y exclusivo de todo saber y, en última instancia, de toda realidad objetiva. Quienes reprochan a Kant el no haber desplegado en su totalidad las consecuencias más radicales a las que supuestamente debería haber conducido su idealismo crítico, parecen olvidar -a nuestro juicio- que el filósofo jamás pretendió cuestionar la existencia de una realidad ajena al orden de la representación (de hecho, los pasajes referidos a la cuestión de la AT dan cuenta de este realismo básico sobre el que se asienta el Idealismo trascendental kantiano)28.

Por último, hemos sugerido que la AT opera como una suerte de dato originario presupuesto en el inicio de la investigación crítica29, investigación abocada a la determinación de las condiciones a priori de la posibilidad de la experiencia. Si bien no nos hemos referido en detalle a esta cuestión, podemos señalar -a modo de conclusión- que el carácter inexplicable de este hecho originario (i.e. algo nos afecta) torna innecesario, en última instancia, todo intento de justificación doctrinal de la tesis kantiana de la AT. En tal sentido, cabría afirmar que la estrategia basada en la reconstrucción de la tesis de la AT bajo la forma de una argumentación trascendental no solo es inviable (por las razones antes señaladas), sino además innecesaria30. Esto no significa, desde luego, que nada pueda afirmarse acerca de las cosas en sí o, mejor aún, acerca del modo en que Kant parece concebirlas al caracterizarlas como aquello que afecta nuestra sensibilidad, dando origen a las representaciones empíricas. Al indicar que toda estrategia orientada a una justificación de la AT resulta, en última instancia, innecesaria, solo intentamos señalar que el hecho de la afección no constituye, en sí, un aspecto doctrinal integrado en el desarrollo del sistema crítico-trascendental, sino que ese hecho remite, antes bien, a un punto de partida inexplicado (e inexplicable), que resulta, no obstante, fundamental para tal desarrollo (pues -como ha sido indicado- es preciso que algo afecte a la sensibilidad para que se produzcan sensaciones, las cuales constituyen la materia del fenómeno). En sus principales obras críticas, Kant suele caracterizar a esta entidad que ha de afectarnos apelando a la noción de cosa en sí31. Dado que en torno a dicha noción se han planteado, tradicionalmente, las principales objeciones formuladas a la doctrina del Idealismo trascendental, puede constatarse la importancia del problema aquí abordado, y la pertinencia de todo intento referido a su posible elucidación, independientemente del valor positivo o negativo de los resultados parciales que fuesen obtenidos según el caso.

III. Algunas consideraciones finales

En el marco de las consideraciones previas, ha sido indicado que los llamados argumentos trascendentales no permiten, en rigor, establecer conclusiones válidas acerca de lo que los objetos son, sino que permitirían, en todo caso, establecer conclusiones legítimas acerca de cómo los sujetos se representan (necesariamente) los objetos dados32, o -para decirlo en los términos utilizados por Stroud, quien se refiere a la limitación epistémica fundamental de tales argumentos- estos no permiten establecer proposiciones válidas acerca del mundo, sino solo acerca de nuestros conceptos o creencias respecto del mundo33. En el mejor de los casos -señala Stroud- los argumentos trascendentales lograrán mostrar que ciertas creencias o convicciones resultan absolutamente indispensables para la experiencia humana, pero no podrán garantizar, sin embargo, que dichas creencias o convicciones se correspondan con lo que el mundo efectivamente es. Consideramos que las observaciones de Stroud son, en términos generales, correctas. Sin embargo, ha de señalarse que esta limitación elemental de los argumentos trascendentales se presenta, naturalmente, en marcos doctrinales no idealistas: en efecto, si adoptamos un paradigma realista (asumiendo la realidad absoluta de los objetos dados en la experiencia), habremos de reconocer que no es posible, en última instancia, garantizar la correspondencia entre nuestras representaciones y lo real. Si se rechaza, de este modo, la concepción crítica del mundo como un orden puramente fenoménico (mundo cuyas características perceptibles son reconocidas como rasgos fundados en nuestras propias facultades cognoscitivas), ya no es posible garantizar, en efecto, la concordancia entre nuestros conocimientos y lo real. Ahora bien, en el marco del Idealismo trascendental, esta concordancia (o correspondencia) no constituye un auténtico problema, pues resulta inmediatamente garantizada a partir de la concepción de los objetos físicos como puros fenómenos (esto es, como entidades representacionales, que precisamente se adecuan, en cuanto tales, a las condiciones subjetivas de la representación). Si bien la correspondencia entre conocimiento y objeto se circunscribe, en dicho marco, a la relación entre nuestras representaciones y los objetos como puros fenómenos (renunciándose así a toda posibilidad de garantizar la correspondencia epistémica entre nuestras representaciones y lo real en sí), el punto relevante para nuestro análisis es que las objeciones formuladas por Stroud -entre otros- respecto de las limitaciones inherentes a los argumentos trascendentales afectan, en última instancia -desde una perspectiva crítico-trascendental- a la totalidad del conocimiento humano (esto es, no únicamente a los llamados conocimientos trascendentales, sino a todo conocimiento en general). Efectivamente, la totalidad de nuestros conocimientos acerca del mundo se refiere, desde dicha perspectiva teórica, al mundo como fenómeno (lo cual equivale a afirmar que todo conocimiento humano se halla esencialmente condicionado por el modo en que nosotros nos representamos al mundo, quedando así circunscripto al ámbito fenoménico, cfr. B 162 y ss.). Esto no compromete, desde luego, la validez objetiva del conocimiento científico (en tanto conocimiento exclusivamente referido a las cosas en tanto que fenómenos); tampoco afecta -cabría añadir- a la validez de los argumentos transcendentales en marcos doctrinales idealistas (o, cuanto menos, en el marco del Idealismo trascendental kantiano), pues en dicho marco no se pretende, ciertamente, que tales argumentos establezcan datos válidos acerca del mundo tal como es en sí, sino que solo se exige que los mismos proporcionen información válida acerca del mundo tal como nosotros nos lo representamos (i.e. bajo condiciones necesarias de la representación sensible e intelectual). En conclusión, las observaciones que han sido tradicionalmente formuladas a propósito del alcance limitado de los llamados argumentos trascendentales parecen perder relevancia cuando se trata del modo en que operan tales argumentos en el marco del Idealismo trascendental, pues en dicho marco todo argumento (y todo conocimiento, en general) refleja únicamente las condiciones subjetivas bajo las cuales nosotros nos representamos el mundo, sin poder reflejar lo que el mundo sea en sí (aunque esto no afecte en modo alguno el carácter objetivo del conocimiento humano). En lo que respecta puntualmente al alcance y validez de los argumentos trascendentales desarrollados en el marco de la doctrina crítica, podría decirse que, en términos generales, estos logran efectivamente establecer conocimientos relevantes acerca de lo real, siempre y cuando lo real sea considerado bajo su dimensión estrictamente fenoménica.

Notas
1 La discusión acerca del Idealismo trascendental ha cobrado especial relevancia durante las últimas décadas (cfr. Ameriks, 2011; Allais, 2004: 655 y ss.; Watkins, 1998: 446-464), fundamentalmente a raíz de la influencia creciente de la interpretación epistemológica, impulsada por Gerold Prauss y, más recientemente, por Henry Allison (Prauss, 1989: 13-43; Allison, 2004: 16-19) y de las diversas objeciones formuladas a dicha interpretación por parte de reconocidos comentaristas, quienes abogan, en cambio, por una interpretación ontológica de la doctrina crítica (cfr. Aquila, 1989: 88 y ss.; Robinson, 1994; Ameriks, 1992: 334 y ss.; Van Cleve, 2003). Si bien el debate entre las principales líneas de interpretación del IT ha sido tradicionalmente caracterizado a través de la oposición entre las llamadas "interpretación de los dos aspectos" y la "interpretación de los dos mundos", una breve reconstrucción de las principales discusiones que configuran el estado actual de los estudios kantianos permite constatar que dicha oposición no alcanza ya a reflejar la complejidad que ha cobrado el debate durante las últimas décadas, ya que muchas de las actualmente denominadas interpretaciones ontológicas suelen incorporar determinados aspectos o resultados parciales aportados por la interpretación epistémica, rechazando así la interpretación dualista radical del Idealismo kantiano (cfr. Schulting, 2011: 1-35; Heidemann, 2011: 201; Beade, 2013).
2 Al tratamiento de esos diversos problemas específicos nos hemos referido en trabajos previos (cfr. Beade, 2006: 81-94; Beade, 2009a: 85-120; Beade, 2009b: 31-38; Beade 2009c: 131-137; Beade 2010a: 9-37; Beade, 2010b: 43-57; Beade, 2011: 254260).
3 Los intérpretes suelen distinguir entre la afección en sentido empírico y la afección en sentido trascendental, aludiendo, bajo esta última expresión, a las afirmaciones kantianas referidas a la cosa en sí como entidad que afecta nuestra sensibilidad, produciendo las representaciones empíricas. Si bien algunos intérpretes consideran que solo cabe considerar la afección en el primer sentido indicado (cfr. Prauss, 1989: 192-207), otros observan que en los textos kantianos se alude a la afección en ambos sentidos. Para un análisis detallado de los problemas específicos implicados en el problema de la afección, cfr. Buchdahl, 1991: 73-90; Caimi, 1983: 109-119; Dörflinger, 1990: 101-117; Prauss, 2001: 86-93; Beade, 2006: 81-94; Beade, 2010a: 9-37.
4 En términos generales, los autores dedicados al estudio de tales argumentos suelen coincidir en que éstos presentan la siguiente estructura: 1) hay experiencia (o conocimiento, o pensamiento inteligible, o lenguaje, etc.); 2) P es una condición de posibilidad de la experiencia (o del conocimiento, etc.); 3) por tanto, P. Los argumentos trascendentales suelen desarrollarse, así pues, a partir de una premisa no controversial -que remite, por lo general, a la facticidad de la experiencia, del conocimiento o del lenguaje- y se remonta, a partir de dicha premisa, a las condiciones bajo las cuales es posible el hecho o dato en ella establecido (cfr. Walker, 2007: 239).
5 Cfr. Walker, 2007: 240.
6 Cfr. Genova, 1984: 469-495; Brueckner, 1996: 265-280; Stroud, 1999: 155-172; Stern, 1999: 47-66; y Stern, 2000.
7 Como señala Vaihinger en su comentario clásico a la Crítica de la razón pura, el problema de la afección concierne al status metafísico que debamos asignar al objeto afectante: o bien se trata del fenómeno, o bien de la cosa en sí, o bien de ambos (cfr. Vaihinger, 1892: 53). Esta última posibilidad ha sido sugerida por Adickes, sin encontrar, sin embargo, eco entre los intérpretes (cfr. Adickes, 1929). Por nuestra parte, coincidimos con Allison en que el modo en que Vaihinger formula el problema en cuestión conlleva algunos presupuestos implícitos respecto de la misma: "since this formulation is based on the assumption that the distinction between appearances and things in themselves is itself metaphysical in nature, once this assumption is repudiated, this way of stating the problem loses all meaning. But it does not follow that the problem itself disappears. It is still meaningful to ask whether Kant's statements about objects affecting the mind and producing sensations involve a reference to objects considered in their empirical character as appearances, or to these same objects considered as they are in themselves. If the former is the case, affection is to be construed in an empirical sense, and if the latter, in a transcendental sense" (Allison, 2004: 66).
8 Cfr. Allison, 2004: 50.
9 Cfr. Torretti, 1967: 491; Prauss, 1989: 202 y ss.; Baumgartner, 1974: 265; y Falkenstein, 1995: 315.
10 Cfr. supra, nota 3.
11 Diversos intérpretes coinciden en que el carácter puramente pasivo o receptivo que Kant asigna a la sensibilidad exige, necesariamente, una referencia a una entidad afectante de carácter trascendente. Cfr. Paton, 1970: 139 y ss., Kemp Smith, 1962: 81-82; Westphal, 1968: 122-123; Rábade Romeo, 1969: 94; Allison, 1968: 182-183; Höffe, 1986: 70-71). En la "Estética trascendental" (Crítica de la razón pura [Kritik der reinen Vernunft, 1781 / 1787]), Kant define a la sensibilidad como la "capacidad (receptividad) de recibir representaciones gracias a la manera como somos afectados por objetos" (A 19/B 33), definición que hace explícita la conexión entre el carácter receptivo de la sensibilidad y la afección: puesto que la sensibilidad -siendo una facultad puramente receptiva- no puede ser ella misma causa de las representaciones que produce, es preciso que algo absolutamente externo (cfr. A 373) ejerza un efecto sobre ella, a fin de que la intuición empírica se produzca (la paginación citada corresponde a la Edición Académica de las obras kantianas: Kant (1903/1911); a esta edición aludimos, de aquí en adelante, bajo la abreviatura Ak., seguida del número de tomo, indicado en números romanos, según el uso convencional). En un texto de 1790 en el que el Kant responde a una serie de objeciones que le fueran formuladas por J. A. Eberhard -uno de los principales exponentes de la escuela leibniz-wolffiana-, afirma que "o bien la intuición es, según el objeto, enteramente intelectual, esto es, intuimos las cosas como son en sí [...] o bien no es intelectual, y entendemos por tal [intuición] solo el modo como somos afectados por un objeto que, en sí mismo, nos es enteramente desconocido" (Über eine Entdeckung, nach der alle neue Kritik der reinen Vernunft durch eine ältere entbehrlich gemacht werden soll, Ak. VIII, 220). Kant caracteriza aquí a la intuición intelectual como un modo de representación que proporcionaría un conocimiento de las cosas tal como son en sí mismas. En las obras críticas, este modo de intuición suele ser contrapuesto a la intuición sensible (humana), la cual, al estar sujeta a las condiciones a priori de la sensibilidad, no es capaz de proporcionar un conocimiento de la cosas tal como son en sí mismas, y solo permite representarlas, pues, como fenómenos (cfr. Rábade Romeo, 1969: 9).
12 En este sentido se refiere Adickes la confianza de Kant con respecto a la existencia de una realidad más allá del orden de la representación como un sobreentendido [Selbstverständlichkeit], es decir, como un presupuesto o premisa básica de la investigación trascendental (1924: 9).
13 Como ha sido señalado, puede decirse que tal explicación no forma parte, en rigor, del objeto de análisis propio de la investigación trascendental, dedicada a una reconstrucción de las condiciones que hacen posible una constitución del objeto de conocimiento, una vez que la sensibilidad ha sido afectada por algo externo a ella. Cfr.Caimi, 1996: 29; Vaihinger, 1892: 472-473; Buchdahl, 1991: 86; Parsons, 1992: 66.
14 El subrayado nos pertenece.
15 Kant define a la sensación [Empfindung] como "el efecto de un objeto sobre la capacidad representativa, en la medida en que somos afectados por él" (A 19/ B 34). La materia del fenómeno es aquello que corresponde en él a la sensación (A 20/B 34) y es dada, entonces, a posteriori, a diferencia de la forma del fenómeno, que es dada a priori (cfr. A 20/B 34). Dado que la sensación solo puede ser dada a posteriori, requiere del contacto de la sensibilidad con algo absolutamente externo, algo que es caracterizado, en el marco de la reflexión crítica, bajo el concepto de cosa en sí (cfr. Kemp Smith, 1962: 82).
16 Como señala Allison, el punto decisivo es que, en el marco de la reflexión trascendental, no es posible considerar al objeto que nos afecta bajo su descripción empírica, pues esto equivaldría a atribuirle precisamente aquellas propiedades que el objeto adquiere como resultado de la afección: "this something that affects the mind cannot be taken under its empirical description (as a spatiotemporal entity). To do so would involve assigning to an object, precisely those features that, according to the theory, it only possesses in virtue of this relation [...]. The indispensable role of material condition of this [discursive] cognition must be assigned to something considered as it is in itself, apart from this epistemic relation and, therefore, as a merely transcendental object. There is, however, nothing in this that commits Kant to the postulations of any super-empirical entities. On the contrary, no entities are assumed (in the account of affection) other than the spatiotemporal objects of human experience. This point is only that, insofar as these are to function in a transcendental account as material conditions of human cognition, they cannot, without contradiction, be taken under their empirical description" (Allison, 2004: 67-68). Coincidimos con Allison cuando observa que en los pasajes referidos a la AT Kant simplemente indica cómo ha de ser pensado o concebido el objeto afectante en el marco de la reflexión trascendental (cfr. Allison, 2004: 72). En la expresión "afección trascendental", el término trascendental alude al carácter trascendente de la entidad que afecta la sensibilidad (esto es, al objeto considerado más allá de toda relación con las formas a priori del tiempo y el espacio), y no ha de ser interpretado, así pues, según su significación específicamente crítica (referida a todo aquello que opera como condición a priori de posibilidad de la experiencia objetiva). Así, en las expresiones "afección trascendental" y "argumento trascendental", el calificativo trascendental no posee un sentido análogo: mientras que en el primer caso ha de interpretarse en tanto sinónimo de trascendente, en el segundo caso el término asume una significación específicamente crítica. Para un análisis de las diversas acepciones que el término trascendental asume en la filosofía crítica, cfr. Angelelli (1972: 117-124) y Navarro Cordón (1970: 7-26).
17 Diversos autores coinciden en señalar que la AT no ha de ser entendida como una relación causal en sentido estricto (cfr. Allison, 2004: 64; Rescher, 1974: 178).
18 Cfr. supra, nota 5.
19 Así como Kant define el conocimiento trascendental como aquel conocimiento "que se ocupa, en general, no tanto de objetos, como de nuestros conceptos a priori de objetos" (A 11-12/B 25), así también cabría denominar argumento trascendental a todo argumento que procure establecer condiciones necesarias de la experiencia (o del pensamiento, o del lenguaje), siempre que se trate allí de condiciones a priori. Ha de notarse que Kant no utiliza el término "argumento trascendental" en el sentido actual de dicha expresión (cfr. B 617; 655), de manera que no podemos apelar al texto de la Crítica de la razón pura en busca de una definición. Con todo, el modo en que la crítica especializada suele caracterizar los llamados argumentos trascendentales permite advertir que tales argumentos son calificados de tal modo en tanto suelen referirse a las condiciones trascendentales de la experiencia (o del conocimiento, o del lenguaje), entendiendo por tales condiciones aquellas que son dadas a priori (i.e. independientemente de toda experiencia).
20 El conocimiento puro o a priori solo es posible, en efecto, en tanto conocimiento fundado en las condiciones trascendentales de la experiencia (condiciones cuyo análisis constituye el objeto de estudio específico de la investigación crítica).
21 Cfr. supra, nota 4.
22 (Strawson, 1976: II, cap. 3). Para un análisis crítico de la propuesta de Strawson, referida al valor y alcance de los argumentos trascendentales como instrumentos eficaces para combatir diversas formas de escepticismo, cfr. Stroud (2000). Si bien a partir de la década del '70 el debate filosófico acerca de los argumentos trascendentales parecía indicar que tales argumentos podían ofrecer instrumentos eficaces par combatir diversas formas de escepticismo, el optimismo inicial respecto de dichos argumentos fue mermando a medida que comenzó a examinarse más detenidamente su estructura interna, arribándose así, en ciertos casos, a la conclusión de que los argumentos trascendentales permiten obtener resultados mucho más modestos de lo que se creyó en un principio (cfr. Vahid, 2002: 273-290).
23 Si bien la necesidad de ofrecer respuesta a los argumentos escépticos resultó, indudablemente, apremiante para Kant -quien halla, además, un poderoso argumento contra el escepticismo al establecer el principio crítico de la incognoscibilidad de las cosas en sí (estableciendo con ello no solo la imposibilidad de un conocimiento objetivo de la existencia de Dios o la supervivencia del alma, sino asimismo la imposibilidad de rechazar ambas tesis)- su tratamiento de la AT no está directamente vinculado con el problema del escepticismo, sino que remite antes bien -como indicamos- a la necesidad de caracterizar aquello que nos afecta bajo su dimensión no fenoménica (cfr. supra, nota 16).
24 Resulta oportuno considerar aquí la distinción que Kant establece entre lo empíricamente externo y lo trascendentalmente externo: "La expresión: fuera de nosotros lleva consigo una ambigüedad inevitable, ya que tan pronto significa algo que existe como cosa en sí misma diferente de nosotros, tan pronto algo que pertenece meramente al fenómeno externo; por eso, para poner a salvo de la inseguridad este concepto en la última significación, que es en la que propiamente se toma la cuestión psicológica acerca de la realidad de nuestra intuición externa, vamos a distinguir los objetos empíricamente exteriores de aquellos que podrían llamarse así en sentido transcendental, llamándolos directamente cosas que se encuentran en el espacio" (A 373). El análisis de la tesis crítica que establece que un objeto externo ha de afectarnos a fin de que la intuición empírica tenga lugar, exige considerar, ante todo, en qué sentido ha de interpretarse aquí la expresión "objeto externo", ya que dicha expresión puede remitir a las cosas que se encuentran en el espacio (i.e., a los objetos empíricamente externos), o bien, a las cosas en sí (objetos externos en sentido trascendental, es decir, trascendente).Toda referencia a la afección de la sensibilidad por parte de un objeto externo puede asumir, así, dos sentidos diversos: o bien se afirma que la sensibilidad es afectada por el objeto empírico, relativamente externo, o bien se afirma que ella es afectada por la cosa en sí. Como ha sido señalado, el tratamiento de la afección desde una perspectiva empírica no plantea mayores dificultades: naturalmente, podemos afirmar que los objetos físicos -efectivamente dados en el espacio- afectan nuestra sensibilidad, dando origen a las representaciones empíricas. La cuestión es establecer hasta qué punto la investigación crítica exige asimismo una consideración del objeto afectante como cosa en sí.
25 "En el fenómeno llamo materia de él a aquello que corresponde a la sensación; pero a aquello que hace que lo múltiple del fenómeno pueda ser ordenado en ciertas relaciones, lo llamo la forma del fenómeno" (A 20/B 34). Esta distinción entre forma y materia del fenómeno permite diferenciar los elementos a priori de los elementos a posteriori que concurren en la constitución del objeto fenoménico. La materia está ligada a la sensación y exige, por consiguiente, que algo afecte a la sensibilidad. Dado que aquello que ha de afectarnos exige ser caracterizado, en el marco de la epistemología crítica, como algo en sí (cfr. supra, nota 16), podemos afirmar que la AT constituye una condición material para la constitución del objeto de conocimiento. El hecho de que las cosas en sí sean caracterizadas como suprasensibles no afecta, así pues, a la caracterización de la afección de la cosa en sí como condición material del conocimiento objetivo. En otras palabras: si bien las cosas en sí mismas son, para Kant, suprasensibles (es decir, no materiales, por definición), el influjo que estas ejercen sobre la sensibilidad al afectarnos (que no ha de ser representado, por cierto, como un influjo físico) produce o da origen al elemento material del fenómeno (a saber: la sensación); en tal sentido entendemos que afirma Kant que las cosas en sí "dan la materia del fenómeno" (cfr. Ak. VIII, 215). En qué consista propiamente ese influjo, no puede ser aclarado por la investigación crítica, la cual se limita a examinar las condiciones a priori que hacen posible la constitución del objeto, asumiendo la afección como un punto de partida (o momento cero de la representación) que se resiste a todo intento de explicación (cfr. Caimi, 1996: 30).
26 Cfr. Onof, 2011: 211-235.
27 Un ejemplo paradigmático de las interpretaciones de la cosa en sí como entidad puramente ficcional puede hallarse en Schaper, 1966: 233-243.
28 Como ejemplo paradigmático de los presupuestos realistas implicados en el Idealismo trascendental, remitimos a un pasaje correspondiente al §13 de Prolegómenos [Prolegomena zu einer jeden künftigen Metaphysik, die als Wissenschaft wird auftreten können, 1783], en el que Kant destaca el carácter infundado de aquellas interpretaciones que asocian su idealismo crítico con el «idealismo en sentido tradicional»: "Pues el que yo haya dado a esta teoría mía el nombre de idealismo trascendental no autoriza a nadie a confundir este nombre con el idealismo empírico de Descartes [...], ni con el idealismo místico de Berkeley [...]. Pues este idealismo que yo he llamado así no se refería a la existencia de las cosas (la duda acerca de la cual constituye propiamente el idealismo en el sentido tradicional). Pues nunca se me ocurrió ponerla en duda; sino que se refiere solamente a la representación sensible de las cosas, a la cual pertenecen, por sobre todo, el espacio y el tiempo" (Ak. IV, 293).
29 Cfr. supra, nota 13.
30 Cfr. Beade, 2013b.
31 Según ha sido indicado, esta caracterización resulta legítima, si se tiene en cuenta que no cabe atribuir a la entidad afectante aquellas características o notas que solo corresponden a las cosas en tanto representadas (esto es, en tanto son constituidas como objeto de conocimiento). Cfr. supra, nota 16.
32 Crf. supra, p. 7.
33 Crf Stroud, 1999: 155 y ss..

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