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Cuadernos del Sur. Filosofía

versão On-line ISSN 2362-2989

Cuad. Sur, Filos.  no.40 Bahía Blanca  2011

 

Población, público, pueblo; las declinaciones del sujeto en la era de la biopolítica

Cristina López*

* UNSAM / USA. Correo electrónico: c-lopez@live.com.ar

Resumen
Desde su publicación los cursos que Foucault dictó entre los años 1976 y 1979 en el Collège de France han sido objeto de una notable atención por parte de los especialistas en el pensamiento del autor. Ello se explica, entre otras razones, por la actualidad del dispositivo de saber/poder que analizó allí. Precisamente por tratarse de un material que no ha perdido vigencia, puesto que aún estamos concernidos por el mismo marco de racionalidad política, su abordaje no solo conduce a esclarecer los puntos de vista del autor, sino también habilita la reflexión sobre nuestro propio presente. Al respecto, creemos que puede resultar de provecho para ambos niveles del análisis, revisar los procedimientos de constitución de figuras como la población, el público, el pueblo que, según Foucault, ponen en práctica el dispositivo biopolítico

Palabras clave: Biopolítica; Sujeto; Masa.

Abstract
Since its publication Foucault courses delivered between 1976 and 1979 at the Collège de France have been the subject of considerable attention from specialists in the author's thinking. This is explained, among other reasons, currently the device of power / knowledge that analyzed there. Precisely because it is a material that remains valid since we are still concerned with the same framework of political rationality, his approach leads not only to ascertain the views of the author but also enables reflection on our own present. In this regard we believe may be of benefit to both levels of analysis, review procedures constitution as population figures, the public, the people who, according to Foucault, the device implements biopolitical.

Keywords: Biopolitics; Subject; Mass.

Fecha de recepción: 15 de Septiembre de 2012
Aceptado para su publicación: 7 de Marzo de 2013

Introducción

Desde su reciente publicación, los cursos dictados por M. Foucault en el Collège de France han monopolizado la atención de los especialistas en su pensamiento. Son varias las razones que pueden esgrimirse para justificar tanto interés.

Ocurre que, en general, los cursos nos muestran al pensador trabajando en su cantera, esto es, nos permiten advertir los procesos de elaboración de sus categorías, de definición de su metodología de estudio, de configuración de sus desafíos teóricos y de explicitación de sus posicionamientos políticos.

En particular, los cursos dictados entre los años 1976 y 1979 nos revelan el momento en que su autor decidió cambiar la grilla de análisis de las relaciones de poder (Foucault, 1997: 3-19) e inició la investigación de un dispositivo como la biopolítica, de rigurosa actualidad entonces y ahora. Precisamente por tratarse de un material que no ha perdido vigencia, puesto que aún estamos concernidos por el mismo marco de racionalidad política, su abordaje no solo conduce a esclarecer los puntos de vista del autor, sino también habilita la reflexión sobre nuestro propio presente.

Al respecto creo que puede resultar de provecho para ambos niveles del análisis revisar los procedimientos de constitución de sujetos que, según Foucault, ponen en práctica el dispositivo biopolítico.

A mi entender, en lo que concierne a la óptica teórica y a la posición política del pensador francés, esta revisión me permitirá mostrar que, aún después de prescindir de la grilla belicosa de abordaje del poder, sus análisis no perdieron sesgo crítico ni dejaron de instar a la de-sujeción, mal que les pese a ciertos comentaristas (Bonnafous-Boucher, 2001 y Moreno Pestaña, 2010) empeñados en encontrar en ellos una tácita adhesión al modelo de gubernamentalidad liberal. En lo que respecta al presente, la intención del autor es poner en consideración nuestra condición subjetiva cuando somos reconocidos y aceptamos reconocernos como población, público o pueblo, categorías con las que actualmente se pretende hacer referencia, indistintamente, a un mismo sujeto colectivo, sin advertir que, aunque proceden de una misma matriz, solo la tercera remite a un conjunto cohesionado a partir de un gesto que denota espontaneidad y capacidad de resistencia.

De la población como masa global

Foucault utilizó por primera vez la categoría de biopolítica en 1974, en su conferencia sobre el nacimiento de la medicina social, para referirse al carácter estratégico que adquieren la medicina y el cuerpo en la sociedad capitalista (Foucault, 1994c).

Posteriormente, en sus primeros abordajes más sistemáticos de la cuestión, utilizó la categoría para identificar una modalidad de poder que se ejerce "haciendo vivir y dejando morir" y, si bien inicialmente pareció asignarle un sesgo reactivo, como se desprende de sus afirmaciones en la última clase del curso de 1976, según las cuales se trataría de "una toma del poder sobre el hombre en tanto que ser viviente"(Foucault, 1997: 213), casi inmediatamente se rectificó, al puntualizar que se trata de un "poder que se ejerce positivamente sobre la vida" (Foucault, 1976: 180). Pese a que ya en aquellas primeras presentaciones, advertía que esa tecnología "tiene que ver con la población y con la población como problema político, como problema a la vez científico y político, como problema biológico y como problema de poder" (Foucault, 1997: 218), no fue sino hasta iniciar el curso de 1978 que desembocó de lleno en el tratamiento de la biopolítica como un dispositivo que "se ejerce sobre el conjunto de una población" (Foucault, 2004a: 13). A mi entender, Foucault incurrió en esta deriva en el tratamiento de la biopolítica recién cuando, al término del curso de 1976, dejó de entender el poder en términos belicosos y comenzó a analizarlo bajo el registro del concepto de gobierno (Foucault, 1994d: 222-243).

Ahora bien, según este nuevo registro de análisis, ¿cómo se enfoca la aparición de la población como problema a la vez científico y político?

Aún cuando la incorporación del registro del concepto de gobierno conllevó una profunda transformación de la perspectiva del autor francés, al punto que pasó a considerar que el modo de relación propio del poder no habría entonces que buscarlo del lado de la violencia y de la lucha, ni del lado del contrato y del lazo voluntario [...] sino del lado de un modo de acción singular -ni guerrera ni jurídica-" (Foucault, 1994d: 237), ello no implicó que cambiara de opinión respecto del potencial productivo del poder, ni que sus genealogías perdieran la orientación ontológica que tuvieron desde el inicio (Foucault, 1975: 9-35).

De modo que, a pesar de emplear en sus clases sobre la cuestión una estrategia de exposición comparativa, que hace aparecer a las tecnologías biopolíticas mucho menos cruentas que las procedentes de los modelos de soberanía y disciplina del poder, Foucault no dejó de poner en evidencia las pretensiones normalizadoras, ni la productividad del dispositivo, sobre todo cuando se trata de configurar sujetos.

Posición que se ve reflejada precisamente a la hora de trazar la genealogía de la población. En efecto, lejos de conformarse con referir una fecha, como si la aparición de la población fuera un mero hecho empírico explicable sin más criterios que el registro demográfico, Foucault abordó la cuestión como venía haciéndolo en otras investigaciones, esto es, como un acontecimiento propiciado por una serie de condiciones históricas, algunas de carácter discursivo y otras de carácter estratégico, que contribuyeron a darle consistencia y una determinada entidad. En otras palabras, aún bajo el registro del gobierno, el pensador francés siguió considerando la conformación de la población como un asunto de tecnologías de poder y de prácticas discursivas. Entre estas últimas, se destaca la medicina que, en contexto biopolítico, se comporta como "una técnica política de intervención con efectos de poder propio" (Foucault, 1997: 225), visto que, según hacen constar las investigaciones de nuestro autor, desde el siglo XIX y en conjunción con la higiene, esta práctica discursiva viene llevando a cabo una aprehensión de los procesos biológicos y orgánicos que, en lugar de aplicarse a individualizar el cuerpo de los sujetos, se esmera en delimitar una totalidad comprendida como población. No es el único saber con ingerencia directa en la conformación de la población. De hecho, Foucault detectó la aparición en el siglo XVIII de una serie de saberes como la economía política, la biología e incluso la filología, cuya producción teórica, a la vez que viene a explicar los procesos que afectan a la población, contribuye a constituirla (Foucault, 2004a: 78-81). Según esto, los saberes entendidos como prácticas discursivas tendrían un rol activo no solo en el abordaje de los problemas que plantea la población, sino también en la conformación de la misma. Dicho de otra manera, "es porque estos saberes recortan sin cesar nuevos objetos que la población pudo constituirse, continuarse, mantenerse como correlativo privilegiado de los mecanismos de poder moderno" (Foucault, 2004a: 80).

Por el lado de las prácticas estratégicas, para la misma época y, en conjunción con la aparición de estos saberes, las indagaciones del pensador francés dan cuenta de una profunda transformación de la economía general del poder, acontecida cuando esa práctica de gestión de la economía y el gobierno que es el liberalismo instituyó un marco de racionalidad política que, en lugar de mecanismos jurídicos y disciplinarios, requiere, para funcionar eficazmente, de unas técnicas que operan a través de mecanismos, regulaciones, normas. Y, aunque podamos presumir que Foucault no tuvo cabal dimensión de la incidencia del liberalismo en la implementación de la biopolítica hasta afrontar el dictado del curso de 1979, ya en Sécurité, Territoire, Population abordó el estudio de estos procedimientos compatibles con la gubernamentalidad liberal bajo la denominación de dispositivo de seguridad. Según sus descripciones, en lo esencial, este dispositivo opera a través de mecanismos que, en apariencia, parecen totalmente inocuos, promotores de la vida y favorecedores de la libertad. De hecho, a partir de su aplicación, propiciaron la circulación en las ciudades, el ordenamiento del ambiente, la previsión de lo aleatorio de modo "positivo", es decir, ni reprimiendo ni imponiendo, sino permitiendo cierta fluctuación, como es el caso cuando hay que afrontar la escasez de modo de evitar la hambruna o cuando es indispensable alentar la migración de trabajadores. Más específicamente, estos mecanismos se aplican sobre procesos como la natalidad, la mortalidad, la morbilidad que conciernen a la vida humana en cuanto tal. Procesos naturales, constantes, que, en la medida en que atañen a la totalidad de los individuos, se vuelven relevantes política y económicamente. De allí que el dispositivo actúe implementando previsiones, efectuando estimaciones estadísticas, disponiendo medidas de alcance global, sin pretender reprimir ni controlar la naturaleza, sino para dejarla fluctuar o, en el extremo, intervenir para organizar provechosamente sus fluctuaciones. A juicio de Foucault, todas estas intervenciones propenden a generar un ambiente propicio para congregar una multitud, una aglomeración de individuos, en suma, una población.

De acuerdo con esto, la matriz de constitución de la población está conformada por una serie de regulaciones de carácter predominantemente económico, que se aplican a la gestión de la naturaleza de manera de favorecer la concentración masiva de individuos. En términos de Foucault, "es un juego incesante entre las técnicas de poder y su objeto lo que poco a poco recortó en lo real y como campo de realidad a la población y sus fenómenos específicos" (2004a: 80).

Así las cosas, de estos análisis parece seguirse que su autor es partidario de estas técnicas tan estimulantes de la vida y de la libertad de la población. Sin embargo, no solo se encargó de explicitar, en la primera clase, su deseo de que sus análisis sirvieran de indicadores tácticos para dar batalla en lo que denominó "campo de fuerzas reales" (Foucault, 2004a: 3-6), sino que también, en más de una ocasión, a lo largo del curso del 1978, intercaló comentarios que advierten sobre su posición crítica, como cuando precisó el carácter y los alcances de la libertad puesta en juego en este dispositivo, sosteniendo que no se trata de "los derechos y los privilegios que se le atribuyen a una persona, sino la posibilidad de movimiento, de desplazamiento, de procesos de circulación de gente y de cosas"(Foucault, 2004a: 50). En otras palabras, a Foucault no se le pasaba por alto que esta presunta libertad es completamente funcional al dispositivo de seguridad, que para lograr sus propósitos requiere de la circulación de trabajadores y mercancías. Por donde se ve que la libertad, puesta en cuestión aquí, no deviene de la autonomía de un sujeto, ni se orienta a promover su emancipación, sino que se limita a cumplimentar los objetivos del dispositivo.

Pero donde se percibe con mayor nitidez el tenor crítico de sus análisis es en sus observaciones respecto de las características y el estatuto de la población que resulta conformada a partir de estos procedimientos. En efecto, a lo largo de sus cursos, Foucault intentó explicitar en más de una definición el carácter gregario de esta figura. Así, en uno de sus primeros abordajes de la cuestión, el pensador se refirió a la población caracterizándola como "una masa global, afectada por procesos de conjunto que son propios de la vida [...] como el nacimiento, la muerte, la producción, la enfermedad, etc." (1997: 216). Posteriormente, en el curso del año 1978, se refirió a la población como "una multiplicidad de individuos que están y que no existen sino profunda, esencial, biológicamente ligados a la materialidad en el interior de la cual existen" (2004a: 23).Más adelante, en el mismo curso, retomó la caracterización señalando en esta ocasión que, en el contexto del dispositivo biopolítico, se considera a la población "como un conjunto de procesos que hay que administrar en lo que tienen de natural y a partir de lo que tienen de natural" (2004a: 72).

Como resulta evidente, con leves variantes, todas estas definiciones coinciden en subrayar que, lejos de referir a un sujeto colectivo, el concepto de población da cuenta de una aglomeración de individuos relacionados entre sí solo a través de los procesos biológicos, que les incumben a todos, en tanto partícipes de la misma especie. Dicho de otra manera, lo que define a la población y resulta de interés para el dispositivo es solo su carácter natural.

Ya en el curso de 1976 y en "Droit de mort, pouvoir sur la vie"-último capítulo de Histoire de la sexualité 1-, Foucault había llamado la atención sobre las implicancias de este interés del dispositivo por hacer sentir sus efectos sobre la naturaleza misma de la vida. En efecto, en la última clase del curso de 1976, el autor puntualizó que, a diferencia de la soberanía que ejerce su poder sobre figuras jurídicamente cualificadas, despojándola del amparo jurídico, la biopolítica se ha atrevido a tomar a su cargo a la vida misma en tanto fenómeno natural e inmediato y, con ello, habría atravesado el "umbral de modernidad biológica". A partir de ese momento, según sus afirmaciones en "Droit de mort, pouvoir sur la vie", el hombre habría dejado de ser ese animal viviente capaz de una existencia política para pasar a ser "...un animal en cuya política está en cuestión su vida de ser viviente" (1976: 188). Según esto, y en la medida en que comporta esta naturalización, reconocernos como población conllevaría un riesgo cierto de animalización.

Del público como naturaleza maleable

Ahora bien, ¿cómo se gobierna a una figura solo destacable por su carácter natural? ¿Cómo se accede a esa naturaleza que, en apariencia, parece inmodificable? ¿En qué consiste la naturaleza de la población?

Afrontar estas preguntas requiere seguir considerando conjuntamente los alcances del dispositivo biopolítico y el estatuto de la población. En efecto, cuando se repara en el carácter natural de la población, inmediatamente se advierte que no es regible por el soberano, ni subordinable a la ley, ni controlable vía la disciplina. En ese sentido, sería inútil pretender transponer las tecnologías aplicables a la figura del sujeto jurídico a un objeto que se busca administrar en lo que tiene de natural. De hecho, como todos sabemos, la naturaleza no responde al registro del mandato, la prohibición o la disciplina. Es que lo natural parece responder únicamente a su propia legalidad. De ser así, la población sería política y económicamente ingobernable.

Y, sin embargo, las indagaciones de Foucault contrarían estas presunciones tanto en lo que respecta al dispositivo, cuanto en lo que concierne a la naturalidad de la población. Ocurre que, aunque la población está sometida a una serie de variables que condicionan sus comportamientos, como por ejemplo el clima, el medio ambiente, las condiciones materiales para la supervivencia, etc., su naturaleza es, al mismo tiempo, penetrable, permeable y, por ende, maleable. Cierto es que no es modificable por ley, pero "es perpetuamente accesible a agentes y a técnicas de transformación, con la condición de que estos agentes y estas técnicas de transformación sean a la vez aclaradas, reflexivas, analíticas, calculadas, calculadoras" (Foucault, 2004a: 73). Estos agentes y técnicas no necesitan entonces operar directamente sobre la población, como es el caso cuando se trata, por ejemplo, de incentivar la natalidad y, para ello, se ponen en práctica una serie de procedimientos que, sin incidir directamente, generan un ámbito propicio para el crecimiento demográfico. De manera que, aún a "distancia", por así decirlo, las técnicas biopolíticas logran llegar hasta donde ni el régimen jurídico-soberano, ni el control disciplinario siquiera se habían planteado, a saber: hasta ese conjunto de elementos que se hunden en el régimen general de los seres vivientes, al que llamamos especie humana.

Pero, para alcanzar plena efectividad, esto es, para lograr llegar a todos los componentes de esa masa global, agentes y técnicas tienen que poder manejar el aspecto al mismo tiempo más difícil de contrariar y más maleable de la naturalidad de la población, que es el deseo.

Según los teóricos de la población del siglo XVIII, el deseo sería una suerte de motor que impulsaría las acciones de todos los miembros de la población. De manera que, si se pretende gobernar a la totalidad en su conjunto, como cuando se quiere incentivar determinada conducta de consumo es indispensable trabajar sobre el deseo. Para ello, lejos de intentar contrariarlo, impugnarlo o controlarlo, hay que dejarlo oscilar hasta un cierto punto. Es que, a decir de Foucault, "ese deseo es tal que, si se lo deja correr y a condición de dejarlo correr, en un cierto límite y gracias a un cierto numero de puestas en relación y de conexiones, terminará por producir el interés general de la población" (Foucault, 2004a: 75).

El problema del deseo ya había sido examinado por Foucault en Histoire de la sexualité 1. En ese contexto, el pensador francés se había manifestado crítico respecto de las teorías que, como el psicoanálisis, esgrimen la hipótesis de la naturaleza deseante del hombre. Es que en aquel momento interpretaba que esas teorías eran completamente funcionales al modelo jurídico de ejercicio del poder y de concepción del sujeto para el cual "toda sexualidad debe estar sometida a la ley o, mejor aún, no hay sexualidad sino por efecto de la ley" (Foucault, 1976: 169). De allí que, a modo de desafío, se propusiera "pensar a la vez el sexo sin la ley, y el poder sin el rey" (Foucault, 1976: 120). Como sabemos, para consumar este desafío, debió llevar adelante una genealogía del hombre deseante, que, en buena medida, se desplegó a lo largo de sus análisis sobre el pastorado.

De manera que, cuando abordó la cuestión en el curso de 1978 tenía claro que, además de un problema teórico, el concepto de deseo implicaba un problema político. Lo que aún no sabía, pero empezaba a intuir, como se desprende de su exposición durante la tercera clase, es la magnitud y el sesgo que adquiriría el problema al abordarlo desde el registro del gobierno. Efectivamente, enfocado desde esta perspectiva, el deseo se rebela, siendo una naturaleza tan permeable a las intervenciones del gobierno, que se convierte en uno de sus objetivos más buscados. De hecho, es la clave que facilita la invención del interés general y, por esa vía, permite el gobierno de todos los integrantes de la población. Por ello, en el contexto de estas técnicas de gobierno, no es asunto de reprimir el deseo, sino de incentivarlo, estimularlo, favorecerlo. Después de todo, bien manejado permite orientar a la población en la dirección que el gobierno pretende. Más aún, bien manejado, el deseo se convierte en un operador ontológico, pues transforma a la población en público. ¿Qué otra cosa es el público sino "la población tomada del lado de sus opiniones, de sus maneras de hacer, de sus comportamientos, de sus hábitos, de sus temores, de sus prejuicios, de sus exigencias...?" (Foucault, 2004a: 77). En pocas palabras, el público no es sino la población incidida a través de la parte más permeable de su naturaleza, que es el deseo.

Según esto, el concepto de público remitiría a una figura, cuyo principio de espontaneidad la vuelve a tal punto maleable, que ni siquiera puede considerarse la legítima detentadora de sus opiniones. No es extraño, entonces, que una de las batallas más encarnizadas de nuestros días sea aquella que busca dirimir quién formará la opinión pública. Es que, a sabiendas de que el público se inclinará por aquello que su deseo le indique, ¿quién no querría gobernarlo?

De modo que, aunque estas tecnologías de gobierno -que en el contexto de una gestión liberal están en manos del poder económico más que en la de las autoridades electas- contemplen la capacidad de acción de los gobernados, no lo hacen con la expectativa de fomentar la libertad, sino como parte de un cálculo para un más eficaz y aparentemente más frugal control del gobierno.

¿Qué es entonces el público? ¿Ostenta un grado mayor de espontaneidad o es tan pasivo como la población? No resulta sencillo responder a estas cuestiones pues, a diferencia de otras tecnologías de poder que producen una notoria sujeción, los mecanismos de seguridad implementados por la biopolítica promueven conductas, alientan tomas de posición, despiertan interés. De modo que, en apariencia parecen incentivar el libre accionar de sus referentes. No obstante, en todos los casos se trata de actitudes inducidas gracias a la permeabilidad de la naturaleza de ambas figuras. En ese sentido, el público se comporta tal como se espera que lo haga. Su toma de decisión no implica ni resistencia ni rebelión contra el dispositivo vigente. Por el contrario, inducido como está, el público reacciona tal como lo promueven las técnicas de gobierno implementadas; como lo muestra, por ejemplo, la docilidad con la que adaptamos año a año nuestros gustos en materia de vestimenta, diversiones, lecturas, en suma, todo lo que constituye actualmente el consumo.

Del pueblo como aquello que resiste

Así las cosas, podría pensarse que Foucault no entrevió la efectiva conformación de un sujeto colectivo en la era biopolítica. Sin embargo, aunque muy someramente, trazó la genealogía del pueblo.

Como no podía ser de otra manera, fiel a su perspectiva, explicó la aparición del pueblo como resultado de la acción de las tecnologías de gobierno. Al respecto, vale la pena puntualizar que, ya en Surveiller et punir, Foucault había dejado constancia de la finalidad ontológica que orientaba a sus genealogías. De hecho, según sostuvo en el inicio de aquel texto, aquella genealogía de la prisión tenía un doble objetivo ontológico, a saber: formular "una historia correlativa del alma moderna y de un nuevo poder de juzgar" (Foucault, 1975: 27) y desplegar una "anatomopolítica", es decir, una analítica del poder que explicara los procesos de constitución y configuración de los cuerpos en las sociedades modernas. Por esta vía, además de apuntalar su hipótesis respecto del carácter productivo del poder, ponía en consideración la procedencia y la condición de constituido del sujeto moderno. Como sabemos, la primera tecnología abordada en aquel texto fue el suplicio que, analizado desde esta perspectiva, mostró su capacidad para producir cuerpos al mismo tiempo que los estragaba. De allí en más, la enumeración incluyó el tratamiento de la reforma penal como constituyente del alma, la disciplina como matriz del sujeto productivo y obediente, la prisión como espacio configurador del delincuente. De aquella exposición se infiere entonces que, considerado en perspectiva genealógica, el sujeto es siempre una invención de las tecnologías de poder.

Ahora bien, en el caso de la gubernamentalidad liberal, si las técnicas puestas en práctica son eficientes, producen masas globales en su doble versión de población y de público. Pero si, como advierte Foucault leyendo la Lettre d'un négociant sur la nature du commerce des grains de Louis-Paul Abeille, el gobierno pierde de vista o deja totalmente librada a su suerte la oscilación del mercado y se produce un alza excesiva de los precios y además no logra incidir eficazmente sobre el deseo del público, corre el riesgo de que se produzca una revuelta. En rigor de verdad, podría decirse que la revuelta es el peligro que amenaza constantemente a una gubernamentalidad como la liberal, permanentemente obsesionada por llevar adelante un gobierno lo más frugal posible. Según esto, en su propio despliegue, las formas de gobierno económico correrían el riesgo de dar a luz a una figura con condición para rebelarse contra el propio sistema. Siguiendo a Abeille, Foucault reconoce a esta figura insumisa con el nombre del pueblo. Este, a diferencia de la población y del público, cuyas conductas -aún las aparentemente más contestatarias- son funcionales al sistema, actuaría imprevistamente tanto por relación con las tecnologías contra las cuales se subleva, como por relación con las figuras de la población y el público de las que se desprende diferenciándose. Al desprenderse de estas figuras, se comporta como si no formara parte de esa masa global. No le falta razón para hacerlo: si continuara comportándose como masa, seguiría asumiendo pasivamente todas las regulaciones que el sistema gestiona. Al rebelarse, en cambio, además de constituirse, el pueblo pondría en jaque al sistema.

En contexto biopolítico, entonces, el pueblo no es una figura del derecho producida jurídicamente, sino que es una entidad cuya autogestión es promovida por una crisis económica: de hecho, si atendemos a las precisiones que formuló Foucault comentando a Abeille, el pueblo se conforma a sí mismo en el acto de repudiar el sistema toda vez que este lo expone a la escasez y al alza de precios. De allí que Foucault defina al pueblo como "aquel que resiste a la regulación de la población, que intenta sustraerse a ese dispositivo por el cual la población existe, se mantiene, subsiste y subsiste a un nivel óptimo" (1997: 46).

En aquel mismo año de 1978, Foucault tuvo la oportunidad de poner a prueba esta definición de pueblo. En efecto, contratado como colaborador regular del diario italiano Corrière della sera, decidió cubrir los acontecimientos que culminaron por producir la revolución Iraní. A tal efecto, viajó en dos oportunidades a Teherán y allí pudo comprobar cómo se constituye efectivamente un pueblo, como resultado de la resistencia y la rebelión, en ese caso, contra el Estado de administración pro occidentalizante que, en aquel momento, intentaba imponer el Chah. En efecto, para su sorpresa y conmoción, fue testigo de su efectiva conformación y además pudo comprobar que la espontaneidad puesta de manifiesto en el acto de resistirse y rebelarse no es lo único que diferencia al pueblo de las figuras de las cuales se desprende: se distingue también porque se constituye como un sujeto colectivo. En efecto, resistencia y rebelión actúan como principios de cohesión entre los integrantes. En rigor de verdad, según detalló Foucault, "era la religión chiíta la que constituía de hecho el verdadero principio de la conciencia nacional" (Foucault, 1994c: 681). Pero se trata de una religión -como le explicó el ayatolá Madari a Foucault- capaz tanto de velar la espera del Mahdi como de impulsar la lucha contra un mal gobierno. De allí que pueda ser vista por Foucault como "la forma que toma la lucha política a partir del momento en que moviliza las capas populares"(Foucault, 1994c: 688). Según esto, entonces, fue la religión quien dio unidad e identidad de pueblo a los iraníes. Este es el contexto en el que deben entenderse las expresiones de Foucault, quien, ante las formas de la gubernamentalidad liberal regidas por el principio de la economía maximal imperantes en aquel momento en Europa, no podía sino manifestar su admiración ante la formación de una espiritualidad política como la que percibía en Irán. Después de todo, mientras que las formas de gobierno económico no promovían sino la conformación de figuras "naturales" como la población, esa espiritualidad política era la expresión de la institución de un pueblo.

De lo expuesto se infiere que, a diferencia de la población cuyos integrantes se vinculan a través de los caracteres biológicos y del público religado en torno al deseo, los integrantes del pueblo se congregan en torno a la voluntad de "no ser más gobernados de la misma manera" (Foucault, 1990, 35-63) -tal la fórmula acuñada por Foucault en aquel mismo año para explicar cómo entendía la actitud crítica.

A modo de conclusión

Mucho se ha debatido acerca del estatuto y la finalidad de las investigaciones sobre biopolítica de Foucault. Repetidamente, se ha objetado que puedan ser catalogadas como parte de una filosofía política. Más grave aún: con insistencia, se ha puesto en duda si se las puede clasificar como filosóficas o si se trata de indagaciones históricas o sociológicas. Con la misma enjundia se han cuestionado también sus objetivos: ¿eran parasitarios de aquello que describían o efectivamente propendían a la de-sujeción?

Foucault nunca rehuyó la discusión respecto del estatuto y de la metodología de sus trabajos. Por el contrario, afrontó la cuestión muy tempranamente. Prueba de ello es que L'archéologie du savoir, su texto más metodológico, fue en buena medida resultado de las objeciones que le hicieran llegar tanto el grupo de intelectuales de la revista Esprit (Foucault, 1994a: 673-695) como del Círculo de epistemología (Foucault, 1994a: 696-731). Precisamente, en aquel texto, intentó explicitar y fundamentar sus categorías de análisis. Entre estas categorías se destaca la de "a priori-histórico" que denota la concepción historicista de Foucault, para quien las condiciones, al igual que lo condicionado, son de carácter histórico. De allí el sesgo característico de sus trabajos, en los cuales, lejos de abordar los objetos de estudios como fenómenos que se manifiestan a un sujeto ahistórico -tal el rasgo típico de los análisis fenomenológicos- los trata como acontecimientos que producen a su vez sus objetos y sus sujetos. Según esto, no es que Foucault se proponga hacer indagaciones históricas o que utilice a la historia como un método a disposición de la filosofía: es que, a su entender, en tanto histórica, la realidad demanda para su estudio un enfoque historicista. Por ello pudo permitirse aplicar una metodología como la utilizada en el curso Naissance de la biopolitique, en el cual, siguiendo las reflexiones de Paul Veyne, dejar de lado los universales y abocarse directamente al estudio de las prácticas (Foucault, 2004b: 3-25). Por esta vía, en vez de suponer la existencia de una entidad llamada Estado, se dedicó a estudiar las prácticas históricas que, como el gobierno, contribuyeron a engendrar en un determinado momento una forma particular de institución.

Por lo demás, ha sido el propio Foucault quien en más de una oportunidad revindicó el estatuto filosófico de sus trabajos (Foucault, 1984: 9.19). Una de esas ocasiones se presentó, precisamente, en la primera clase del curso de 1978, en la que afirmó "lo que yo hago, no es, después de todo, ni historia, ni sociología, ni economía. Sino algo que, de una manera u otra, y por razones simplemente de hecho, tiene que ver con la filosofía" (Foucault, 20041: 5). Evidentemente, por "filosofía", el pensador francés entendía la indagación y análisis de las condiciones de aparición y conformación de los distintos dispositivos históricos de saber/ poder, que en su accionar se encargan de producir, en cada momento histórico, sus objetos y sus sujetos. De manera que, aunque ya no concibe la práctica filosófica en términos metafísicos, lleva adelante una ontología de carácter históricopolítico, como intenté mostrarlo en este artículo en el que, siguiendo sus exposiciones en Sécurité, Territoire, Population, describí los procesos de constitución y configuración de las figuras de la población, el público y el pueblo en la era biopolítica. Según su perspectiva ontológica, la población, el público y el pueblo son entidades constituidas y configuradas a través de distintos procedimientos y regulaciones implementadas por el dispositivo y, por ende, en algún caso, hechas a su medida. Ello no implica, no obstante, que se adapten totalmente a sus lineamientos: como vimos, en el caso del pueblo, su clave de conformación se cifra en la espontaneidad con la que resiste y se rebela contra las medidas y, por lo demás, el riesgo de provocar contra-conductas es inherente a la forma positiva de ejercicio del poder que caracteriza al dispositivo.

Ahora bien, en tanto histórico-político, su enfoque ontológico no puede sino ser crítico. En ese sentido, en lugar de orientarse a consolidar las figuras cuya genealogía traza, su ontología aspira a la de-sujeción de las mismas. De hecho, así lo reconoció el propio Foucault, cuando en la primera clase de Il faut défendre la société, en el marco de una evaluación de la eficacia crítica de sus trabajos, caracterizó a sus genealogías como empresas de de-sujeción (1997: 3-19) En el mismo sentido, se expidió en la primera clase del curso de 1978, en donde, como referimos anteriormente, reconoció que su aspiración era ofrecer indicadores tácticos para dar batalla.

Así las cosas, la hipótesis según la cual los cursos sobre biopolítica serían el testimonio del giro liberal de Foucault resulta poco sustentable. En efecto, ¿cómo fundamentar su adhesión al liberalismo justo en el momento en que, entre otros indicadores tácticos, para dar batalla rebelaba la vis ontológica de las formas de gobierno económicas, ponía en consideración el estatuto de las libertades liberales e intentaba promover la de-sujeción a través de la explicitación de la partida de nacimiento de sus figuras más representativas?

Bibliografía
1. Bonnafus-Boucher, Maria (2001), Le libéralisme dans la pensée de Michel Foucault. Un libéralisme sans liberté, Paris, L'Harmattan.
2. Foucault, Michel (1975), Surveiller et Punir, Naissance de la prison, Paris, Gallimard.
3. Foucault, Michel (1976), Histoire de la sexualité 1. La volonté de savoir, Paris, Gallimard.
4. Foucault, Michel (1994a), "Réponse à une question", en Dits et écrits I, Paris, Gallimard.
5. Foucault, Michel (1994b), "Sur l'archéologie des sciences. Réponse au Cercle d'épistémologie", Paris, Gallimard.
6. Foucault, Michel (1994c), "La naissance de la médecine sociale", en Dits et écrits III, Paris, Gallimard.
7. Foucault, Michel (1994d), "Le sujet et le pouvoir", en Dits et écrits IV, Paris, Gallimard.
8. Foucault, Michel (1997), Il faut défendre la société. Cours au Collège de France, 1976, Paris, Gallimard.
9. Foucault, Michel (2004a), Sécurité, Territoire, Population. Cours au Collège de France. 1977-1978, Paris, Gallimard.
10. Foucault, Michel (2004b), Naissance de la Biopolitique. Cours au Collège de France, 1979, Paris, Gallimard.
11. Moreno Pestaña, José Luis (2010), Foucault, la gauche et la politique, Paris, Textuel.