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Cuadernos del Sur. Historia

versión impresa ISSN 1668-7604

Cuad. Sur, Hist.  n.32 Bahía Blanca  2003

 

Ella es el corazón y él, la cabeza: conservación del orden social y relaciones intergenéricas en la obra de Samuel Smiles

María Jorgelina Caviglia*

Universidad Nacional del Sur
* e.mail: dvillar@criba.edu.ar

Resumen
La época victoriana constituye un momento clave para examinar, desde el punto de vista histórico, la conceptualización ideológica de la oposición femenino/masculino. Apoyándose en tendencias tradicionales reforzadas con aportes provenientes del puritanismo, el metodismo y el anglicanismo remozado, la burguesía construyó un ideal de mujer y de hombre que pretendía la división de la sociedad en dos esferas de acuerdo al género, cada una de ellas con sus funciones y roles específicos, rígidamente establecidos.
Este trabajo analiza la contribución que, a través de sus obras, realizó Samuel Smiles en la difusión de esos arquetipos. Sus ensayos -de notable repercusión en el positivismo argentino- constituyeron una inconfundible expresión del discurso moralista inglés del siglo XIX, transmisor de fuertes mandatos genéricos que se erigían en instrumentos de conservación del orden social.
En base a la naturalización de las condiciones sociales y tomando como eje las diferencias sexuales, Smiles elaboró sus consignas en una especie de contrapunto: para ellas, esencialmente esposas y madres, era el pequeño círculo del hogar y la familia, razón por la cual la educación que recibieran debía tener muy en cuenta ese objetivo prioritario. Asimismo, y como extensión pública de sus tareas domésticas, les confiaba la caridad y la filantropía. Para ellos reservaba en exclusiva los "trabajos de la vida activa", el mundo exterior y el ejercicio del voto así como la participación política.
Sus escritos, inequívocamente victorianos, colaboraron con el control social y la defensa y legitimación del patriarcado en los momentos iniciales de las luchas por los derechos y la emancipación de las mujeres.

Palabras claves: Victorianismo; Relaciones intergenéricas; Samuel Smiles.

Abstract
The Victorian time is a key moment to study, from the historical standpoint, the ideological conceptualization of the feminine/masculine opposition. Based on traditional tendencies reinforced by Puritan, Methodist and renewed Anglican contributions, the bourgeoisie built an ideal of woman and man that intended to divide society in two spheres according to genre, each with its specific and strictly stated functions and roles.
This work analyses the contribution made, through his work, by Samuel Smiles to the spreading of these archetypes. His essaysremarkably influential over the Argentine positivism - were an unmistakable expression of the English moralist discourse of the XIX century, transmitter of strong generic mandates that became tools to preserve the social order.
Based on the naturalization of social conditions and taking sexual differences as an axis, Smiles developed his statements as a kind of counterpoint: for women, especially wives and mothers, it was the small environment of the home and family, so the education they were given had to consider that first priority objective. Also, and as a public extension of their domestic work, he trusted them charity and philanthropy. For men, he kept exclusively the "active life works", the external work and voting, as well as the political participation.
His writings, unmistakably Victorian, helped with the social control and the defense and legitimization of patriarchy during the first moments of the struggles for women rights and emancipation.

Keywords: Victorianism; Inter-genre relationships; Samuel Smiles.

I

Si exploráramos en las bibliotecas públicas o privadas que florecieron en nuestro país hacia fines del siglo XIX y primeras décadas del XX, veríamos con asombro la notable cantidad de obras de Samuel Smiles (1812-1904) que en ellas ya se encontraba1, bien sea en su idioma original o traducidas2. Su éxito se veía acompañado de comentarios laudatorios acerca de los valores positivistas que difundía exaltando al ahorro, la laboriosidad, perseverancia e inventiva como elementos esenciales para la formación de un "elevado carácter"3, que constituía la meta a alcanzar por los individuos en su interacción social. Briggs (1987:43) afirma que su prestigio era tal en América Latina que, por ejemplo, en Buenos Aires, Smiles fue comparado con Rousseau y su mensaje considerado como un verdadero "evangelio social".

Mitre y Sarmiento, entre muchos otros, se proclamaron devotos lectores de sus textos, recomendándolos, sobre todo a los jóvenes, por su alto contenido moral para "...formar la conciencia de lo que el hombre y la mujer deben ser", concluyendo que "Mucho ha de deberle nuestra sociedad [a estas] traducciones de las obras de Smiles que están obrando tan benéficamente sobre la raza inglesa" (Sarmiento, en Smiles, 1886: 379 y 381).

Destacando la importancia de la educación y del desarrollo de la inteligencia y el conocimiento en la promoción y el bienestar de la sociedad, el autor sostenía que, mediante los propios esfuerzos, cada uno debía descubrir y alcanzar el lugar desde el cual proyectarse en función de la felicidad general. Sobre la base de un espeso entramado de valores burgueses, analizó los vínculos entre mujeres y hombres en el ámbito doméstico, uno de los temas predilectos de los victorianos, es decir las relaciones intergenéricas en el seno de la familia, destacando sus obligaciones y derechos respectivos desde un enfoque patriarcal. A través de sus conceptualizaciones, impregnadas de una doctrina inequívocamente conservadora, Smiles diseñó imágenes genéricas acordes a los parámetros decimonónicos, distribuyendo espacios y funciones que confirmaban, una vez más, la persistencia de la teoría de las dos esferas.

Hoy, su predicamento en la formación de la plataforma ideológica del liberalismo positivista argentino ha caído prácticamente en el olvido. No obstante, creemos que las configuraciones tradicionales de lo que debe entenderse por feminidad y masculinidad, en parte válidas aún, a pesar de las impugnaciones provenientes, ante todo, del feminismo, se articulan, aunque sin saberlo, con el discurso de este escritor británico.

Allí radica la importancia de recuperar sus escritos para la memoria presente, no obviamente con el fin de aceptar y adoptar sus criterios sexistas sino para dimensionar de manera más cabal su influencia, inserta en la más amplia del victorianismo, sobre aquellas teorías acerca de las relaciones intergenéricas que, aunque con limitada vigencia, postulan un enfoque androcéntrico que supone la subalternidad femenina.

II

Entre las muy numerosas obras de Smiles, hemos elegido cuatro que conforman una serie cuyos destinatarios son los jóvenes de los sectores medios a los que alienta en su búsqueda de ascenso y a quienes intenta convencer de los beneficios de llevar una vida ascética y laboriosa, enfrentando las adversidades y dificultades con perseverancia y tenacidad, cumpliendo estrictamente con el deber y elevando el carácter individual, porque sin ello poco vale la capacidad intelectual y nada el éxito social.

Los trabajos seleccionados tienen títulos muy significativos: Character (1871), Thrift (1875), Duty (1880) y Life and Labour (1887). Su denominación responde a la ideología positivista que impregna toda su obra. Si enlazamos dichos títulos comprobaremos que su objetivo esencial, penetrado de voluntarismo, es transmitir la necesidad y conveniencia de llevar a cabo una vida de trabajo que, en base al cumplimiento estricto del deber - fundamento de toda organización - y al ahorro de los recursos - garantía de libertad e independencia -, permita el desarrollo de un carácter noble y elevado en función de las metas de progreso individual y social.

Por ello, Smiles se propone contribuir a la formación moral de mujeres y hombres para que colaboren en la construcción de ese ideal a través de su desempeño cotidiano desde el hogar, ya que considera a éste casi como escenario esencial de las relaciones intergenéricas y en él, sobre todo, a los vínculos que establecen los cónyuges entre si y con los hijos.

En este sentido se declara expresamente a favor de la teoría de las dos esferas. Afirma que es el mandato divino y natural el que define con claridad las funciones y los deberes sociales de mujeres y hombres:

Dios creó al hombre y la mujer para que cada uno realice su propio trabajo, en su propia esfera. Ninguno puede ocupar la posición ni desempeñar las funciones del otro. Sus respectivas vocaciones son perfectamente distintas. La mujer existe por su cuenta y el hombre por la suya al mismo tiempo que mantienen relaciones íntimas entre sí. La humanidad necesita de ambos para los propósitos de la raza y en toda consideración del progreso social ambos deben ser necesariamente incluidos. (1913a:328)

Señala, a la vez, otras diferencias que considera como naturales - el hombre es más fuerte, la mujer más delicada; aquél tiene un cerebro poderoso, la mujer un corazón más sensible "...y aunque la cabeza pueda gobernar, es el corazón el que influye" (1913a:328) - y que indican su adaptación para las respectivas funciones que tienen que cumplir en la vida, desechando, en consecuencia, todo intento absurdo de imponer a uno el trabajo del otro4.

No obstante, advierte que es necesario desarrollar en ambos tanto la naturaleza moral como la intelectual para el bien de la sociedad civilizada y no cultivar en el hombre la inteligencia a costa de los afectos y en la mujer a la inversa (1913a:328-330).

Rechazando el doble standard moral vigente en la época5, afirma que, para que la sociedad mantenga un alto nivel de pureza, la cultura de ambos sexos debe estar en armonía y marchar al mismo paso. La castidad de la mujer estará acompañada por la del hombre. La misma ley moral debe aplicárseles pues se conmoverían los fundamentos de la virtud si se admitiera la noción de que la diferencia de sexos permite al hombre desafiar impunemente la moral mientras que la mujer, si así actuara, se mancillaría para siempre: a fin de mantener pura y virtuosa la sociedad, tanto el hombre como la mujer deben ser puros y virtuosos (1913a:332-333)

Según Smiles la perfección espiritual se logra a través de la influencia doméstica que contribuye al desarrollo de las más genuinas cualidades (1913a:337), enfatizando, como buen victoriano, la importancia social del hogar y, en él, de las relaciones conyugales. Haciendo suyas las palabras de Cicerón6, afirma que la primera sociedad se halla en el matrimonio, luego en la familia y posteriormente en el Estado. Todo progreso se inicia en el hogar y de esa fuente surgen los principios que gobiernan la sociedad (1912a:304) pues es la primera y principal escuela de disciplina (1912a:46), de modo tal que atomiza así en las familias la responsabilidad no asumida por el gobierno ante los conflictos sociales.

Plantea entonces la patriarcal división binaria que caracteriza a su concepción del matrimonio: mientras el padre debe gobernar a su familia como un monarca y trabajar honradamente todos los días, es la madre quien maneja y hace confortable al hogar con alegría no exenta de abnegación. "El hombre debe hacer su honesto trabajo de cada día y la mujer debe mantener su hogar limpio, alegre y confortable, [porque] ¿no es éste su mundo, donde centra su vida y su felicidad?" (1912b:396-397). De esta manera, mientras el hombre halla su identidad fuera de la casa, la mujer debe encontrarla en el ámbito doméstico.

Este sentido de integración complementaria y armoniosa de roles se reitera en casi todas sus obras y, en términos que nos remiten a John Ruskin, asegura que la Señora (Lady) es el complemento del Señor (Lord)7. Como este otro ensayista victoriano, Smiles sostiene que el hogar es un santuario en cuyo núcleo se destaca la amorosa presencia de la esposa, y en el que los hombres se refugian huyendo de la vida exterior y buscando la paz (1912b:411). Asegura que la habilidad para cuidar la casa es tan importante como la pericia en el trabajo intelectual o manual (1912b:396):

Un hogar sano, dirigido por una mujer económica y aseada puede ser residencia del bienestar, la virtud y la felicidad [y] el escenario de toda noble relación en la vida de familia...Un hogar semejante será...un sitio de educación para los jóvenes, un santuario para el corazón, un refugio para las borrascas, un grato lugar de reposo después del trabajo, un consuelo en el pesar, una satisfacción en el éxito y un goce siempre y en todos los tiempos (1913b:365, 401; cfr. también 1913a:44 y 1912b:411).

Ese bienestar depende esencialmente de la mujer y de su inteligente cooperación pues la vida del hombre gira alrededor de la esposa: ella es el sol de su sistema social y la reina de la vida doméstica, de manera tal que el confort de cada hogar depende principalmente de su carácter, su temperamento, su poder de organización y de su habilidad para manejar los asuntos familiares (1913b:403-404).

Afirma asimismo que está en el orden de la naturaleza (cursiva agregada) que la vida doméstica sea una preparación para la vida social y que el espíritu y el carácter sean formados en el hogar, al que reconoce como la escuela más influyente de la civilización (1913a:35). Así establece una prolongación del ámbito privado al público: de las virtudes aprendidas en aquél se desprenden las cualidades cívicas (1913a:337), añadiendo que "Una vida de pureza y cumplimiento del deber no es la menos eficaz de las preparaciones para una vida de trabajo y deber público; y el hombre que ama a su hogar no será el menos dispuesto a amar y servir a su país" (1913a:45).

Pero también advierte sobre los efectos negativos del hogar que no está sólidamente establecido sobre el amor, la comprensión y la generosidad recíproca, pues "...así como la mujer no es mujer sino después de haber conocido el amor, lo mismo es para el hombre. Son necesarios el uno al otro para completarse" (1913a:335)8. Sin embargo, hace recaer gran parte de la responsabilidad del hogar desdichado en la mujer pues afirma que si ella "...no sabe hacerlo brillante y feliz de modo que sea el más limpio, dulce y alegre, un lugar donde su marido pueda refugiarse - un lugar de reposo después del trabajo y los problemas del mundo exterior - que Dios ayude a ese pobre hombre porque se halla virtualmente sin abrigo" (1913a:343).

En consecuencia, destaca el mal que puede infligirle la esposa9 pues el carácter moral de un hombre está poderosamente influido por ella: "Una naturaleza vulgar le hará descender hasta su nivel, destruirá sus simpatías, disipará sus energías y torturará su vida" (1913a:345 y 354)10

Por ello insiste en que el hogar es la mejor escuela del mundo, pero advirtiendo que allí puede absorberse tanto la moralidad como la indecencia y entrenar bien o mal la virtud e inteligencia: "Los hombres sólo pueden ser real y verdaderamente humanizados y civilizados a través de la institución del Hogar. Hay pureza doméstica y vida moral en el hogar bueno, y corrupción y muerte moral en el malo." (1913b:359). Ante esta alternativa, el rol que juegan las mujeres es fundamental pues de ellas pueden emanar tanto la ignorancia como la sabiduría, la ociosidad o el trabajo, los vicios o las virtudes (1913a:45). Por otra parte, reconoce que el silencio que guarda la Historia con respecto a los logros femeninos se debe a que son de naturaleza privada y doméstica y, por lo tanto no registrables. A pesar de ello, asegura que ellas no han quedado sin recompensa pues la influencia que han ejercido las mujeres virtuosas continúa propagándose a través de sus resultados11. Su discurso enfatiza, entonces, las cualidades que deben reunir las esposas y madres a fin de desarrollar en su familia los valores de la civilización.

¿Cuál es, por lo tanto, el rol social que deben jugar? ¿Qué atributos son necesarios para un buen desempeño? ¿En qué tipo de educación se les debe instruir?

Para que el hogar sea un espacio de felicidad y respeto desde el cual se proyecten sus influencias benéficas a la sociedad en su conjunto, la madre debe ser ordenada, laboriosa, ahorrativa y educada; de ella y de su trabajo depende toda la dicha o la adversidad: "Ninguna nación puede progresar excepto a través del perfeccionamiento de sus hogares y ello sólo puede lograrse con la mediación femenina" (1913b:360). Son ellas, pues, más que los hombres, "...las que deben atender a la creación de una infancia alegre y una humanidad heroica; las que deben modelar y cultivar esas cualidades que hacen de sus hijas esposas dignas de hombres beneméritos" (1912b:39).

Con numerosos ejemplos pone de manifiesto la notable influencia que sobre hombres célebres ejercieron sus madres (1913a:46-58) y, como Bentham - a quien cita ("Deontology", ii,181) -, afirma que las relaciones que tienen con sus hijos y el ascendiente que sobre ellos tienen es superior al del padre. De ahí la responsabilidad que les cabe en su formación ética. (1913a:67)

Smiles argumenta que las buenas madres, más aun que los padres, tienden al perfeccionamiento de la humanidad, creando el ambiente moral del hogar que es el alimento espiritual del ser humano. Por su buen carácter, y bajo la dirección de su inteligencia, la mujer rodea a su familia de una atmósfera de alegría y paz, favorable al crecimiento de naturalezas más puras (1913a:44), lo que finalmente redunda en beneficio de la armonía social. Señala que puede observarse que, aunque el padre se haya corrompido o arruinado, mientras la madre sea prudente y sensata, la familia se mantiene unida y los hijos, probablemente, harán su camino en la vida de modo honorable12.

En caso contrario, cuando es la madre la que se extravía, aunque su marido tenga buena conducta, es raro que sus hijos puedan ser exitosos, pues ni las ventajas de la educación ni las riquezas o el confort pueden compensar la necesidad de buenas madres. Son ellas, principalmente, las que ejercen influencia en el hogar, donde se aprenden los afectos sociales, así como las ideas y máximas morales que gobiernan el mundo (1912b:213).

Siguiendo con su criterio de establecer roles y responsabilidades diferentes de acuerdo al sexo, afirma que la mujer educa de manera más humana:

El hombre es el cerebro, pero la mujer es el corazón de la humanidad; él es el juicio, ella el sentimiento; él, la fuerza, ella la gracia, el adorno y solaz. Incluso el entendimiento de la mujer parece obrar sobre todo a través de sus afectos13. Y así, aunque el hombre puede dirigir el intelecto, la mujer cultiva los sentimientos que son los que esencialmente determinan el carácter; mientras él llena la memoria, ella ocupa el corazón. Ella nos hace amar lo que él sólo puede hacernos creer y es sobre todo a través de ella que somos capaces de llegar a la virtud (1913a:41-42).

No obstante, asegura que el hombre aunque puede tener la mente en su trabajo, si quiere ser feliz su corazón debe estar en el hogar. Es allí donde sus auténticas cualidades se desarrollarán con más seguridad, donde demostrará su sinceridad, amor, respeto por los otros, rectitud y virilidad, en una palabra, su carácter (1913a:337).

Poco después, reiterando su perspectiva sobre las relaciones intergenéricas en el ámbito familiar, agrega que es en el hogar - reino o mundo de la mujer, que ella gobierna mediante el poder de los afectos y de su dulzura - donde el corazón del hombre halla el equilibrio para su turbulenta naturaleza, el reposo, la felicidad y la paz del espíritu, el consejo ante las dificultades y el consuelo para las desgracias, pues las mejores cualidades de la mujer no residen en su inteligencia sino en sus sentimientos (1913a:340)14.

Por otra parte, es necesario que la mujer cultive ciertos rasgos, propios de su naturaleza como esposa y madre, y los despliegue en su ámbito específico, es decir que desarrolle su herencia natural (cursiva agregada), su feminidad. Este término, a juicio de Smiles, es indefinible pero puede ser percibido en la debilidad, la necesidad de apoyarse, de confiar, de reverenciar y servir, común a todas las mujeres. Pero también puede vislumbrárselo en la fuerza que las hace capaces de resistir, de proteger, defenderse y soportar, en la plasticidad que les da un maravilloso poder de adaptación, como así también en la firmeza que sólo cede ante el deber (1912a:305-306; 378).

Tanto en el hombre como en la mujer la disciplina moral e intelectual es fundamental para el desarrollo del carácter, pero mientras a aquél le dará la capacidad y el vigor indispensables para enfrentar los problemas de la vida pública, en la mujer constituirá la mejor protección de la virtud, del valor que se ejerce en el retiro de la vida privada, con devoción y tenacidad (1913a:164 y 167). Además por naturaleza es más graciosa y amable, lo que le permite convertir el hogar en la primera y mejor escuela de modales, posee una rapidez intuitiva y prontitud en la acción y, en materia de asuntos sociales, la aptitud y destreza le son naturales (1913a:266. Cursivas agregadas).

A través de numerosos ejemplos de esposas de hombres célebres, Smiles intenta demostrar el importante papel que aquéllas desempeñaron al proveerlos de una felicidad doméstica que contribuyó al éxito y reconocimiento público que ellos alcanzaron. Sin embargo, y aquí el autor introduce un tono de admiración implícita, esas mujeres siempre conservaron una posición secundaria, como auxiliares y colaboradoras de la obra de sus maridos, sin por ello descuidar sus actividades familiares. Su discurso adquiere los matices sexistas típicos al resaltar la constancia, consuelo, abnegación y auto-renunciamiento que caracterizaba15, como cualidades naturales, a estas integrantes de la "galaxia de nobles esposas" (1913a:368)16, distinguida adscripción que, sin embargo, desde la óptica del autor, no las exceptúa de su, también natural, subalternidad. (cursivas agregadas)

Por otra parte y en consonancia con sus ideales ascéticos y utilitaristas, Smiles insiste en los beneficios que implica una vida laboriosa y ahorrativa17 que deseche la prodigalidad y el despilfarro. También plantea la esencial importancia de introducir un método - el alma de todos los trabajos - en el hogar, lo que a su vez demanda puntualidad y exactitud, pues si para el hombre el tiempo es dinero, para la mujer es paz, bienestar y prosperidad doméstica (1913a:59). Por ello, cuando destaca las cualidades que debe reunir la mujer enfatiza la importancia de que sea cuidadosa de los recursos familiares:

Una mujer prudente, frugal y económica es una corona de gloria para su marido...la raíz de toda prosperidad doméstica, el principal soporte de todo confort es la esposa...No puede haber ahorro, economía ni bienestar en el hogar a menos que la esposa ayude, y la de un obrero más que la de cualquier otro hombre, porque ella es esposa, ama de casa, enfermera y sirvienta, a un mismo tiempo...Si es frugal hará de su hogar un lugar cómodo y feliz la vida de su marido, eso si no echa los cimientos de su prosperidad y fortuna...(1913b:185; 190-191).

Hace, pues, suyos los términos de un viejo proverbio inglés: "Aquél que desee prosperar a su mujer debe consultar" (1913b:163).

El despliegue de todas estas cualidades exige necesariamente un entrenamiento basado en una instrucción específica y apropiada a los fines que persigue. ¿Qué tipo de educación plantea, entonces, Smiles? En Character admite que la formación y la disciplina más conveniente para un sexo lo es también para el otro ya que la educación y la cultura que colman el entendimiento del hombre es igualmente saludable para la mujer. En efecto, los argumentos que se han esgrimido a favor de la educación superior de los hombres abogan igualmente en el caso de las mujeres. Pero no sólo el carácter moral sino también la potencia intelectual del hombre encuentra su mayor puntal en la pureza moral y el adiestramiento mental de la mujer, pues cuanto más completamente se desarrollen los poderes de ambos, más armoniosa y ordenada será la sociedad y más segura e indudable su elevación y progreso (1913a:62-63).

Poco después afirma que instruir a la mujer es instruir al hombre; elevar el carácter de ella es alzar el de él; ampliar la libertad mental de aquélla es extender y consolidar la de toda la comunidad. De esta manera, asegura que "...las Naciones no son sino el producto de los Hogares, y los Pueblos, el de las Madres" (1913a:64). Por ello argumenta que la educación femenina reviste "importancia nacional" (1913a:62) y, por lo mismo, sus objetivos en esta materia presentan nítidos sesgos genéricos. Si bien insiste en que los hombres y las mujeres deben desarrollar tanto la inteligencia como los sentimientos y critica a quienes sostienen que la debilidad y la inferioridad intelectual de éstas constituye un típico atractivo femenino (1913a:328-330)18, retomando la teoría de las dos esferas, afirma que la educación de los sexos debe tener en cuenta que el cerebro, la configuración y las funciones de uno y otro son diferentes y los deberes femeninos son casi el reverso de los masculinos (1912b:301). Mientras el hombre tiene fuerza y poder, actúa y piensa por sí solo, la mujer - casada o soltera - permanece en el hogar tanto para el placer como para la tristeza: "Sentir, amar, sufrir y abnegarse ¿no es ésta la esencia de su vida?" (1912b:388). Por ello, es necesario que las mujeres cultiven y desarrollen sus facultades dentro de los límites compatibles con la salud y las condiciones femeninas (1912b:390). Luego de reiteradas críticas a la educación superficial y frívola que suele impartírseles, enfatiza que ellas deben tener entrenamiento suficiente para desempeñar correctamente sus obligaciones esenciales, es decir como esposas, madres y amas de casa19. En ese sentido, advierte que rara vez se tienen en cuenta estos objetivos: entre los pobres, porque las jóvenes son enviadas a trabajar desde pequeñas; entre los ricos, porque sólo se les enseñan vanos conocimientos, de poca o ninguna utilidad (1913b:360-361)20.

Tanto en Character como en Thrift insiste, entonces, en la necesidad de instruir a la mujer, sobre todo de los sectores populares, pues del despliegue de sus facultades mentales, de su inteligencia y de su educación moral obtendrá los instrumentos para un mejor desenvolvimiento de sus roles exclusivos (1913a:62). Esto sólo se logrará a través de la enseñanza y la disciplina y no

...por un Acta del Parlamento! Los Comisionados Sanitarios no pueden mediante una 'notificación' convertir a la mujer desaliñada y de mal genio en una pulcra ama de casa ni al desordenado y ebrio en un laborioso marido, amante de su hogar. Tiene que haber, por lo tanto, un esfuerzo individual de parte de las esposas en todo hogar obrero (1913b:380).

Desde el enfoque de Smiles, aquí se incrementa la responsabilidad que compete a la mujer. Es imprescindible que sea limpia - "Las clases desaseadas de las grandes ciudades son invariablemente las clases peligrosas" (1913b:383), que sepa cocinar, "A aquéllos que Dios ha unido en matrimonio con frecuencia los han separado carnes mal guisadas y patatas mal cocidas" (1913b:388) - barrer, coser, remendar, atender niños, etc., que "...son cosas de poca importancia, pero [que] una mujer debe saber cómo se hacen antes de que le sea confiado el manejo de una casa" (1913b:385).

Smiles se nos presenta así como portavoz de las posiciones más tradicionales con respecto a la educación femenina al reducirla a sus aspectos domésticos21. En forma consecuente, rechaza toda posibilidad de que las mujeres reciban una instrucción superior que, si con el exceso de estudio y trabajo que supone ya es perjudicial para los jóvenes, lo será más aún para ellas pues su cerebro, su configuración, sus funciones son diferentes de los del otro sexo y los deberes que tienen que cumplir son casi su reverso. Con cierta dosis de dramatismo concluye que "...el excesivo trabajo cerebral consume sus cuerpos y el verdadero proceso por medio del cual los educadores pretenden perfeccionar la raza tiende a su degeneración" (1912b:301). Insiste en que las mujeres carecen de la robustez física22 para soportar los extenuantes trabajos intelectuales y argumenta que, en definitiva, la educación debería ser una preparación para los deberes de la vida, pues "... 'atestarse' de efímeros conocimientos o de estériles hechos, que pronto son olvidados, no puede suscitar jamás las alegrías y bendiciones de la vida familiar" (1912b:302-303)23.

En consonancia con estos objetivos de la educación femenina, definiendo lo que, a su juicio, debe ser la inserción social de las mujeres y distribuyendo espacios de acuerdo al género, Smiles descalifica sus intentos de ocupar "...el puesto de los trabajos de la vida activa24 haciéndose marineros, soldados, cirujanos, abogados u otras ocupaciones o profesiones" como propósitos "...indignos de una seria consideración" pues ellas no tienen vigor físico para soportar fuertes trabajos, menos aún si son trabajos intelectuales, que son más extenuantes que las labores físicas: "Debido a su fuerte constitución, los jóvenes...pueden realizar una cantidad de trabajo que es totalmente inapropiado para la delicada constitución de las muchachas" (1912b:302-303)

Si bien admite que el carácter de una nación puede realzarse por la inteligencia y refinamiento femenino, descree, sin embargo, de las ventajas de la concurrencia de mujeres y hombres25 en las rudas actividades de la vida pública pues ellas no pueden hacer el trabajo especial de los hombres en el mundo como tampoco éstos el de aquéllas26: " Y siempre que la mujer ha sido apartada de su hogar y su familia para emprender otro trabajo, el resultado ha sido socialmente desastroso" (1913a:65).

Por otra parte reconoce los esfuerzos que habían realizado, en los últimos años, los mejores filántropos - entre ellos Lord Shaftesbury27 - para evitar el trabajo femenino en las minas y fábricas; pero, a pesar de ello, era común, sobre todo en las regiones industriales de Inglaterra, que los maridos permanecieran desocupados y ociosos en sus casas mientras sus esposas e hijos trabajaban en la fábrica28, como consecuencia de todo lo cual resultaba "...una subversión completa del orden familiar, de la disciplina doméstica y del gobierno de la casa" (1913a:65)29 . Smiles concede gran importancia al papel que juega la mujer en la familia obrera30, pues sostiene que gran parte de la miseria en la que viven se debe a la ignorancia de aquélla con respecto a las tareas que le son inherentes y que, si las desempeñaran correctamente, se evitarían muchas de las penurias por las que atraviesan31. Pone énfasis, sobre todo, en la buena alimentación afirmando que es la base de la salud pero también del afecto y de las buenas relaciones en el hogar y que, incluso, aleja a los hombres de la taberna y la embriaguez, que, para el autor, es uno de los flagelos de la sociedad inglesa (1913b:191; 380 y passim). Su prédica colaboró en la conformación del ideal de la mujer definida como ama de casa, aun entre los obreros mismos y a pesar de las necesidades económicas que los acuciaban32.

Superando el ámbito doméstico y familiar, Smiles reconoce otras actividades que también considera propias de las mujeres, que son las relacionadas con la caridad y la filantropía y que según sus términos, irradian desde el hogar como desde un centro (1913a:45)33: "Ella es la protectora que la naturaleza ha dado a toda la humanidad... denominada 'el ángel de los desventurados', siempre está lista para ayudar al débil, levantar al caído y confortar al que sufre" (1913a:331).

Citando gran cantidad de ejemplos de mujeres consagradas a socorrer a pobres, soldados heridos o presidiarios - cuya devoción al deber marcó su carácter heroico, exhibido en actos de caridad y misericordia, en el marco de la vida íntima, fuera de la mirada pública y por el solo amor al bien - afirma

Que esas mujeres hayan emergido de la esfera de la vida privada y doméstica para llegar a ser líderes en la filantropía, indica en ellas un grado no pequeño de valor moral, ya que para las mujeres, sobre todas las demás cosas, lo más natural y bienvenido es la tranquilidad, el bienestar y la calma. Pocas franquean los límites del hogar en busca de un campo más amplio de utilidad34. Pero cuando lo han hecho, no tuvieron dificultad en encontrarlo. Los caminos a través de los cuales los hombres y las mujeres pueden ayudar al prójimo son innumerables. No se necesita sino tener el corazón dispuesto y la mano lista (1913a:168).

Sin embargo, en Thrift (1913b:338) advierte contra la caridad indiscriminada35: "¿Quién va a ser frugal y previsor, cuando la limosna ofrece todo lo que pueden conferir la frugalidad y la previsión?". Desde su enfoque, los verdaderos filántropos son los que se esfuerzan por evitar la miseria, la dependencia y la degradación y, muy especialmente, aquéllos que colaboran activamente con los pobres para que se ayuden a sí mismos, ya que es la mejor manera de auxiliar al pueblo y tiende a su elevación36.

En una época de intensa lucha por la participación política, tanto de la mayoría de los hombres - que estaban excluidos de ella - como del movimiento sufragista a favor de la ciudadanía femenina, la posición de Smiles es progresista con respecto a aquéllos pero rechaza las reivindicaciones planteadas por éste. Briggs (1987:38) señala en ese sentido que Smiles provenía no de los medios conservadores sino del radicalismo, del Cartismo y de la Liga contra las Leyes de Cereales. Así, en una carta que éste dirigió a Richard Cobden en 1841 describió la extensión del sufragio como "...la clave de todos los grandes cambios, cuyo objetivo es elevar la condición de las masas". Pero muy otra será su opinión sobre el voto femenino, lo que, a la vez, indica su paulatino deslizamiento hacia la derecha en años posteriores a aquél:

No hay razón alguna para creer que la elevación y el progreso de las mujeres queden asegurados al investírseles de poder político. A pesar de que, en estos días, muchos creen en la potencialidad de los 'votos' y esperan un indefinido bien de la 'emancipación' de las mujeres"37... creemos suficiente hacer constar que la falta de poder político de las mujeres está más que compensada por el que ejercen en la vida privada, adiestrando en el hogar a aquéllos que, como hombres o como mujeres, realizarán el trabajo en el mundo. El radical Bentham ha dicho que el hombre, aun cuando quisiera, no podría quitar el poder a la mujer porque ella ya gobierna el mundo 'con todo el poder de un déspota'38, si bien se basa fundamentalmente en el amor. Y construir el carácter de toda la raza humana es, por cierto, un poder mucho más grande que el que podría esperarse de su ejercicio como electoras de los miembros del Parlamento o incluso como legisladoras (1913a:66-67).

En Duty (1912a:46) cargará nuevamente contra la aspiración femenina a lograr la igualdad política39 al sostener que la sociedad está perturbada por los reclamos de las mujeres que protestan contra la feminidad y salvajemente luchan por despojarse de sus más atractivos rasgos: "Quieren poder - poder político - y, sin embargo, el mundo es enteramente lo que su influencia hogareña ha hecho de él." Si bien, posteriormente, en esta misma obra (304), en un movimiento centrífugo, atomiza en los hogares la responsabilidad social del Estado (1912a:304), ahora, en una dirección contraria - de carácter centrípeto - y desde su perspectiva individualista, argumenta que, en definitiva, el todo es simplemente el resultado de la suma de sus partes: el mundo es por entero lo que de él han hecho las mujeres desde el hogar40. Y continúa "Confían en la potencialidad de los votos y desean ser 'emancipadas'. Pero ¿creen en realidad que el mundo sería mejor de lo que es si tuvieran el privilegio de emitir el voto una vez cada tres o cinco años para una representación parlamentaria?".

Este es uno de los temas en que queda más en evidencia el sesgo androcéntrico de su análisis y, por ende, la posición conservadora de Smiles. Frente a su retórica pregunta, surgen nuevos interrogantes: ¿ por qué niega que el acceso al poder político pueda contribuir al progreso femenino si ello, históricamente, colaboró en el de los hombres y en el de la sociedad en su conjunto? ¿De qué "atractivos rasgos" se despojarían las mujeres al ejercerlo? ¿O debemos pensar que el autor creía que el silencio, la pasividad y la falta de participación en los ámbitos del poder hacían al encanto del eterno femenino? ¿Por qué la emisión del voto y un eventual ingreso al Parlamento constituirían un "privilegio" en el caso de ellas y no en el de los hombres? Finalmente, ¿podría deducirse tal vez que, para el autor, ellos tenían un natural derecho al sufragio...? A esta cuestión Smiles sólo le dedica unos pocos párrafos, en Character (1913 a:66-67) y Duty (1912 a:46), probablemente porque lo considera un tópico menor, sin gran trascendencia en el conjunto de la sociedad. Si bien era un tema pendiente de resolución ante los reclamos del sufragismo, constituía aún una reivindicación de carácter sectorial, limitado a algunos grupos de la burguesía. Muy otra será la situación a principios del siglo XX, cuando se instale con gran virulencia, sobre todo a partir de las actividades de la suffragettes, lideradas por miembros de la familia Pankhurst41.

III

La época victoriana se caracterizó, entre otros tópicos relevantes, por una intensa reflexión y debate sobre la esencia y función de las mujeres y los hombres como tales, originando planteos dicotómicos acerca de lo que debía entenderse por femenino y masculino, cuya vigencia actual aún puede detectarse, quizás a la defensiva y seguramente en franco retroceso.

El aporte realizado por Smiles a la circulación de esas significaciones imaginarias fue esencial para su construcción, transmisión y reproducción. Sus obras constituyeron, de esta manera, una clara expresión del discurso social de la época en lo referente a la existencia simbólica de dos esferas de acuerdo al género, concepción binaria que implicó una normativa de estereotipos y roles que apuntaban a erigirse en representaciones culturales dominantes de las diferencias sexuales. Consecuentemente, las relaciones de poder entre ambos sexos se estructuraron teniendo como eje teórico esas prácticas discursivas, portadoras de fuertes mandatos y reales instrumentos de disciplinamiento y control social.

En función de ello pretendió dar un fundamento natural a una abstracta y casi universal condición de la mujer y el hombre , así como a las relaciones intergenéricas. Pero no debemos sorprendernos: la naturalización de las condiciones sociales es típica de los discursos que difunden un mensaje discriminatorio desde el punto de vista sexual42 y que intentan, con argumentos esencialistas, ocultar la historicidad de la dominación masculina43 y de la subalternidad de las mujeres.

En efecto, el discurso de Smiles se halla atravesado por la concepción de que es la naturaleza la que ha diseñado la dicotomía de las esferas de acción femenina y masculina dividiendo al mundo en compartimientos estancos y, en consecuencia, ignorando frecuentemente los complejos mecanismos de articulación y la relación dialéctica que se genera entre ambas.

Destacando la importancia de la familia en la organización social, hace resaltar allí las cualidades intrínsecamente femeninas que son el reverso de las masculinas, desplegadas, a su vez, en escenarios exclusivamente viriles. La educación impartida según el sexo debe tener en cuenta los objetivos específicos: la vida centrada en el hogar para las mujeres, que son ante todo esposas y madres; para ellos, las actividades en función de los requerimientos y demandas del mundo exterior, que Smiles denomina "los trabajos de la vida activa"44.

Con respecto al ámbito público, todo está elaborado alrededor de un eje sobre el que giran las funciones y los roles genéricos actuando en contrapunto: para ellas, y como extensión de su actividad privada, la filantropía - respecto de la cual ya se ha planteado la impresión de que, en realidad, la caridad que ejercen las mujeres de la burguesía debería ser entendida como una especie de compensación por la explotación realizada por sus hombres sobre el trabajo de los pobres -, en tanto el ejercicio del sufragio - que el autor, en sus años de radical, extendía a los sectores obreros - y la participación política pertenecen exclusivamente a la órbita masculina. Smiles niega esos derechos a las mujeres pues asegura que ya ejercen suficiente poder desde el ámbito privado: como se mencionó, está convencido de que el mundo es resultado de lo que la influencia femenina ha hecho del él45.

Su prédica moralista (Himmelfarb, 1996:168), inequívocamente victoriana, fue promovida como estrategia de legitimación del patriarcado, y conservadora del statu quo en momentos en que se iniciaban los primeros cuestionamientos feministas.

Si, desde el presente, quisiéramos realizar una resignificación de las relaciones intergenéricas deberíamos tener en cuenta lo afirmado por Chartier (1993:1008):

Definir la sumisión impuesta a las mujeres como una violencia simbólica ayuda a comprender cómo la relación de dominación, que es una relación histórica, cultural y lingüísticamente construida, es siempre afirmada como una diferencia de naturaleza, radical, irreductible, universal. Lo esencial no es, pues, tanto oponer término a término una definición histórica y una definición biológica de oposición masculino/femenino, sino sobre todo identificar, para cada configuración histórica, los mecanismos que enuncian y representan como "natural", por lo tanto biológica, la división social, por lo tanto histórica, de los roles y las funciones.

Notas

1 Así, por ejemplo, en Bahía Blanca la mayoría de sus obras se hallaba en la biblioteca del Ferrocarril Noroeste (Bahía Blanca North-West Railway Library), circunstancia que permite inferir la importancia que los inversores ingleses daban a la divulgación de una ideología que, a través de los modelos que propagaba, colaboraba en el disciplinamiento y el control social necesarios para la consolidación de sus intereses en esta región.
2 Sus textos alcanzaron gran popularidad, puesta de manifiesto en su traducción a casi todos los idiomas (Himmelfarb, 1996:165 y Briggs, 1987:43).
3 Hobsbawm (1981:354) aclara que, en la época, por "carácter" se entendía el buen comportamiento sin referencias del cual no podía hallarse empleo.
4 Oliphant (1995:120) - escritora escocesa, como Smiles, que vivió entre 1828 y 1897 - también sostiene que los oficios que desempeña cada uno de los sexos son esencialmente diferentes y que sería ridículo promover un intercambio de tareas: ni el hombre desafiaría a la mujer ni ésta a aquél en los trabajos que son propios e impuestos por la naturaleza (cursiva agregada). Añade que ello sólo podría admitirse como uno de los temas predilectos de los antiguos compositores de baladas y los trovadores satíricos por el desorden doméstico y social a que da lugar. Cfr. también J. Bourke (1994:193)
5 Walkowitz (1993:63-97, sobre todo 65-79) analiza el doble patrón sexual que alentaba el deseo masculino pero intentaba reprimir su contrapartida femenina. También confrontar Walkowitz, 1990:215-239.
6 Ver la función de las citas de autoridad, tan frecuentes en Smiles, en Maingueneau, 1980:143.
7 "La palabra lady (en anglosajón hloefhige) significa originalmente dadora de pan. Ella es la que da el pan diario a los que la rodean y la que dispensa caridad a aquéllos que buscan su ayuda" (Smiles, 1912b:48). Ruskin (1919:133) exhorta a las mujeres a superar el rol doméstico y asumir el ideal aristocrático de "Ladies, es decir las que dan el pan" en tanto entregan "...su ayuda a los pobres que representan al Señor". Para los hombres reserva la denominación de Lord, es decir "el defensor de las leyes" y de la justicia. Con respecto al sentido de complementación en el matrimonio planteada por Ruskin cfr. 1919:107 y 110.
8 También Oliphant señala con una explícita idea de unidad: "Son dos mitades de un ser completo...Ellos son uno" (1995:120). Un refrán inglés afirmaba: "My wife and I are one and I am he" (Holtby, 1941:44)
9 Ruskin (1919:118) y Mill (1973:130-131), tan disímiles en otros aspectos, coinciden también en destacar la influencia negativa que ejerce sobre el marido la ignorancia y la soberbia de su esposa. Millet (1973:137) aclara que ésta, víctima como es de una estrecha y limitada educación, no puede sino ejercer un ascendiente mezquino y egoísta.
10 En este punto, hace suyas las palabras del teólogo Fuller quien, a propósito de la elección de una esposa, aconsejaba: "Tomad la hija de una buena madre" (Smiles, 1913a:344).
11 En relación con ello destaca la meritoria labor desarrollada sobre todo por las madres y cita entonces a Joseph de Maistre: "Es cierto que las mujeres no han producido obras maestras. No han escrito la 'Ilíada', ni 'Jerusalén liberada', 'Hamlet', 'Fedra', 'Paraiso Perdido' ni 'Tartufo'; no han diseñado la Basílica de San Pedro, compuesto el 'Mesías', esculpido el Apolo de Belvedere ni pintado el Juicio Final; no inventaron el álgebra, los telescopios ni las máquinas de vapor; ellas han hecho cosas más grandes y mejores que todo eso, porque sobre su regazo los hombres y mujeres han sido educados rectos y virtuosos, que es la producción más excelente del mundo".(Smiles, 1913a:47-48)
12 Mr. Tufnell en "Reports of Inspectors of Parochial School Union in England and Wales", de 1850, cuenta que "...en una gran fábrica, donde había empleados muchos niños, los directores antes de contratar un muchacho siempre averiguaban sobre el carácter de la madre porque si el informe era satisfactorio se tenía prácticamente la certeza de que sus hijos se conducirían bien. No se prestaba atención alguna al carácter del padre" (Smiles, 1913a:46).
13 Por el contrario, Mill (1973:99, 198 y passim) critica que la educación que se imparte a las mujeres tienda a desarrollar más sus sentimientos que su entendimiento.
14 Para lograr una mayor convicción cita al escritor norteamericano Oliver Wendell Holmes (1809-1894) quien afirmaba en "The Professor at the Breakfast Table": "La mujer inteligente nunca nos interesa tanto como la mujer de corazón", términos que dan un indicio de la difusión transatlántica de este tipo de ideas, como en general de todo el victorianismo. Smiles reproduce, asimismo, palabras de Sir Arthur Helps - uno de los autores más citados en sus obras - quien sostenía en "The War and General Culture"(publicado en 1871), que si se le preguntara qué pruebas tenía de la bondad de Dios "...pienso que podría decir que la mejor manifestación se halla en la exquisita diferencia que El ha establecido entre el alma de los hombres y las mujeres, de manera que posibilita la más confortable y encantadora unión que la mente del hombre pueda imaginar" (Smiles 1913a:340).
15 También Ruskin (1919:109-110, y passim) exalta la abnegación de las mujeres, atributo que reconoce como específicamente femenino. Mill (1973:135), por el contrario, denuncia, irritado, que considera una despreciable e inútil inmolación el auto-sacrificio que se les exige a las mujeres como ideal de la feminidad, inducido por los mismos hombres de acuerdo a su propia conveniencia y a través de mensajes cargados de duplicidad.
16 Entre otras, menciona a la esposa de William Cobbett de quien éste se enamoró un día de invierno al verla trabajando en medio de la nieve. Su amor y admiración crecieron con el matrimonio al ver en ella reunidos los rasgos de la "mujer verdaderamente mujer": pureza, virtud, alegría, afecto (1913a:373-374). Cobbett tuvo una gran influencia en la cultura radical de la primera mitad del siglo XIX que "...seguía situando sin vacilaciones a las mujeres en la esfera doméstica, y él mismo llegó a defender firmemente la vida hogareña y lo que consideraba modelos familiares arraigados y probados...En 'Cottage Economy'... aseguraba...que el matrimonio...sería feliz si [ellas] eran habilidosas, capaces y activas en lo referente a las ocupaciones más necesarias en una familia...era el saber fabricar cerveza y hornear el pan, el saber ordeñar y hacer mantequilla lo que hacía de una mujer 'una persona merecedora de respeto' " (Hall, 1991:83-84) En ese sentido, E.P.Thompson (1989, t. 1:462) afirma que de acuerdo "..a convenciones profundamente arraigadas, la posición de la mujer dependía de su éxito como ama de casa en la economía familiar, en la organización doméstica y en la previsión, la elaboración de pan y cerveza, la limpieza y el cuidado de los hijos".
17 Recordemos que una de las obras que analizamos y que alcanzó mayor repercusión es la titulada "Thrift. A book of Domestic Counsel", de 1875, que generó gran cantidad de comentarios laudatorios, acordes al utilitarismo vigente. En ella aboga a favor de la creación de bancos - que permitan la reproducción de los depósitos de los pequeños ahorristas como forma de asegurar su independencia - y del desarrollo de las compañías de seguros.
18 El periodista y ensayista pre-victoriano Richard Steele (1672-1720) sostenía que si se describiera a una verdadera mujer, en un sentido loable, debería tener una dulce suavidad, un temor tierno y todas esas gracias que la distinguen del otro sexo, con cierta subordinación a éste pero con una inferioridad que la haga encantadora. Smiles critica esta postura: "...según este sistema [el de Steele] sería necesario cultivar la debilidad de la mujer, más bien que su fuerza...sería necesario hacer una criatura débil, miedosa, llorona, sin carácter...Sería necesario educarla de modo que fuera para el hombre un objeto de adorno más bien que tratarla como una inteligencia independiente" (1913a:329. énfasis agragado). Por el contrario, asegura que las mujeres deben ser educadas en la resolución y el coraje, como medio para hacerlas más serviciales, más seguras y mucho más útiles y felices (1913a:163). No obstante, de modo contradictorio, previamente y en la misma obra, Smiles sostiene que mientras el hombre es el cerebro, el juicio y la fuerza, la mujer es el corazón, el sentimiento, la gracia, el adorno y el solaz de la humanidad (1913a:41. Enfasis agregado).
19 En este punto, Smiles coincide una vez más con Ruskin quien sostiene que la mujer, manteniendo su rol auxiliar, debe aprender aquello que le permita ayudar a los hombres en sus obras (Ruskin, 1919:113-119).
20 Smiles (1913b:391-392) cita a Mrs. Margaretta Grey quien, en "Memoir of John Grey, of Dalston" (p.290), sostenía que la concentración inequitativa de la riqueza había limitado la utilidad de las mujeres de las clases altas: "Una dama, para ser tal, debe ser una dama y nada más...Las damas, alejadas de la lechería, la confitería, la despensa, el cuarto de destilar, el corral de las aves y la huerta [podría haber añadido el torno de hilar], difícilmente han encontrado para ellas una esfera igualmente útil e importante...a la que aplicar sus ocios, demasiado frecuentes".En otra obra (1912b:266) transcribe una carta escrita por una joven al Obispo de Manchester en la que detallaba cómo desperdiciaba el tiempo en actividades intrascendentes. Robertson (1997:9-10) agrega que en la época en que la Reina Victoria estaba en el trono era inconcebible que una mujer de clase media o alta hiciera las labores de su casa y las posturas vigentes le prohibían trabajar fuera de su hogar. Era degradante para una casada tener un empleo pago ya que implicaba que los ingresos de su marido eran insuficientes. De allí que numerosas obras le indicaran cómo usar sabiamente su tiempo libre en actividades que perfeccionaran su carácter y le aseguraran bienestar y felicidad: desarrollo de conocimientos y habilidades, prácticas religiosas y educativas, manejo de la familia, los hijos y los sirvientes, despliegue de la hospitalidad hogareña, etc. Sobre la ociosidad de la mujer burguesa ya desde fines del siglo XVII en Inglaterra, ver Hamilton (1980: 57-64). En la página 59 se reproduce un supuesto diálogo particularmente significativo acerca de este tema entre una dama y un periodista, publicado en aquella época en la edición de Town Ladies Catechism. Rowbotham (1972:29) expresa: "A medida que el hombre burgués se justificaba a través de su trabajo, afirmando su propia laboriosidad y utilidad en contra de las ideas de ocio aristocrático, la vida de su mujer se convertía cada vez más en una existencia inútil".
21 La postura de Rousseau había sido muy similar a la aquí planteada: "Por esta razón, la educación de las mujeres siempre debe ser relativa a los hombres. Agradarnos, sernos de utilidad, hacernos amarlas y estimarlas, educarnos cuando somos jóvenes y cuidarnos de adultos, aconsejarnos, consolarnos, hacer nuestras vidas fáciles y agradables: éstas son las obligaciones de las mujeres durante todo el tiempo y lo que debe enseñárseles en su infancia. En la medida en que fracasamos en repetir este principio, nos alejamos del objetivo y todos los preceptos que se les dan no contribuyen a su felicidad ni a la nuestra." (Citado por Wollstonecraft, 1994:218)
22 Wollstonecraft (1994:100) reconoce que por ley de la naturaleza la mujer es menos fuerte que el hombre pero acusa a éste de aprovechar esa circunstancia para justificar la dominación que ejerce sobre aquélla. Comentarios críticos con respecto a esta supuesta debilidad femenina "natural" pueden hallarse en Larguía y Desmoulin (1988:13) y Harrison (1989:125).
23 Ruskin, como en tantos otros aspectos, mantiene una postura muy similar con respecto a la educación femenina aseverando que no era su objetivo convertirlas en diccionarios sino desarrollar sus cualidades naturales (1919:114) (Cursiva agregada).
24 Si, por las tareas que menciona, Smiles identifica la vida activa con el ámbito público, reservado a los hombres, a contrario sensu puede asumirse que la vida pasiva radica en el espacio privado, esencialmente femenino. De este modo y a pesar de sus intentos de realizar un considerable reconocimiento de los roles de las mujeres en la sociedad, no evita circunscribirlas a una esfera específica a la que supone como la más apropiada para ellas, todo lo cual encierra una significación discriminatoria, típica de su discurso patriarcal y estereotipado. Cfr. Fowler, 1994:104-105.
25 También Mill (1973:22), a pesar de que propicia su emancipación económica, sostiene con argumentos provenientes del utilitarismo que la principal ocupación de las mujeres debe ser la doméstica: "No se sigue...que de hecho una mujer haya de sostenerse a sí misma sólo porque debiera ser capaz de hacerlo: en circunstancias normales no lo hará. No es deseable que el mercado de trabajo se sobrecargue con el doble de competidores...En un estado de cosas sano y normal...no hará falta que la mujer participe en la consecución de lo que se requiere para sostener la vida; irá en bien de la felicidad de ambos que la ocupación de ella consista más bien en embellecerla y adornarla...ésta será su tarea natural..." Una vez más, la mujer es presentada como un adorno. Cfr. nota 19.
26 Ver supra pág. 4 y nota 4.
27 Lord Shaftesbury advirtió en su discurso del 7 de junio de 1842 a la Cámara de los Lores que "Los efectos morales del sistema son, en el varón, muy lamentables, pero en la mujer son infinitamente peores...Si ya es malo corromper al hombre, al corromper a la mujer se envenenan las aguas de la vida en su misma fuente." (Cfr. Caviglia, 1998:336)
28 Las características que alcanzó la contratación de mano de obra femenina bajo el régimen del factory system y el discurso de la domesticidad a que dio lugar pueden verse en Caviglia, 1996:40-52; 1998:331-337.
29 Stearns (1973:113) constata que estas ideas se habían difundido entre los sectores de trabajadores, filtradas desde la burguesía: "Se suponía que la esposa de la clase obrera no debía trabajar, al menos fuera del hogar. Hacerlo podía ofender la virilidad de su marido ya que demostraba su impotencia para mantenerla. En la cultura de la clase obrera estaba firmemente establecido que sólo los vicios o la perversión podía enviar a sus mujeres a trabajar afuera, y, realmente, excepto en las ciudades textiles, sólo las mujeres cuyos maridos estaban enfermos, heridos, ebrios o desempleados trabajaban regularmente". Los sindicatos intentaron resolver esta situación reclamando el salario familiar, es decir un sueldo suficiente como para permitir al obrero el mantenimiento de su familia. Esta demanda se articuló con la ideología de las dos esferas permitiendo la permanencia de las competencias tradicionales en la medida en que el hombre con su trabajo podía solventar las necesidades de su esposa y sus hijos. May (1985:4-5) afirma que el salario familiar "...legitimaba la división del trabajo de acuerdo al género...y aseguraba que el obrero podía retener su status dentro de la familia y su derecho a una estructura familiar semejante a la de las clases más acomodadas." En un trabajo anterior sostuvimos que "Desde el punto de vista de la situación de las mujeres, el salario familiar acentuaba la ideología de la domesticidad y la división de roles de acuerdo al género, excluyéndolas del trabajo asalariado y extradoméstico y descalificándolas como mano de obra en función de su sexo" (Caviglia, 1998:335).
30 Harrison (1989:125) argumenta que la madre, en la familia obrera, era un sistema de bienestar en si misma, no sólo a través de su rol sino mediante una auto-negación que era crucial para la felicidad familiar en una época de mínima provisión por parte del Estado. Era la amortiguadora de las alternativas económicas, expandiendo o contrayendo su dieta para adaptarla a las cambiantes circunstancias, filosofía de vida en la que instruía a sus hijas, perpetuando así el papel de entrega y sacrificio: "Si hay algún inconveniente, éste no debe recaer en los varones". Así, la idea de respetabilidad de la familia obrera radicaba en el buen manejo que las esposas hicieran de la administración del hogar. Esa virtud permitiría sobrevivir decorosamente dentro de los estrechos límites que la economía impusiera, evitando las nefastas consecuencias que podrían derivarse del descuido de su casa, su marido y sus hijos.
31 Smiles reconoce, no obstante, que entre las mujeres de las clases más pobres estas deficiencias se explican porque al casarse muy jóvenes entran de pronto en una vida para la cual no han recibido suficiente instrucción (1913b:191; 380). Para una correcta interpretación de las deficiencias domésticas ver Rule (1990:245-275).
32 Con respecto a este tema, Vicinus (1973:XII-XIV) afirma que "El poder del estereotipo dominante puede ser medido por su influencia en áreas totalmente inapropiadas por sus condiciones objetivas. Las circunstancias económicas y sociales hacían imposible para las mujeres de la clase obrera atenerse al ideal de la perfecta dama. Sin embargo, este ideal fue admirado por muchos miembros de dicha clase,[es decir], la mujer que cuidaba la familia y centraba toda su vida en tener la casa limpia, los hijos bien disciplinados y las hijas castas". Este perfil femenino parece extraído textualmente de las obras de Smiles.
33 De la misma forma, Ruskin (1919:130) entiende que la filantropía es la única excepción que debe aceptarse en la exclusiva dedicación de las mujeres a las tareas hogareñas, definida como una expansión de éstas y como su misión con respecto al Estado.
34 También Ruskin (1919:136) critica a las mujeres que se manifiestan indiferentes ante el sufrimiento de los demás.
35 En este punto difiere con Ruskin (1919:196) quien sostiene que la caridad no debía hacer distinciones: "Nuestro deber no es alimentar al hambriento que lo merezca ni al hambriento industrioso, amable y bienintencionado, sino sencillamente alimentar al hambriento".
36 Una visión crítica de la caridad pero también del rol que en ella juegan las mujeres, sobre todo las de extracción burguesa, puede verse en Mill (1973:198-199) quien cuestiona las actitudes asistenciales a las que percibe como un obstáculo que imposibilita el crecimiento personal y social. Millet (1973:136) coincide con estas críticas de Mill y agrega que en este reparto binario de actividades la esposa respetable pretende hacer una minúscula restitución de los saqueos producidos a diario por los hombres de su clase a través de sus prerrogarivas políticas, financieras y tecnológicas. La insistencia victoriana de que la responsabilidad social era de competencia femenina proporcionaba a los hombres, y sobre todo a los de la clase dirigente, la posibilidad de ignorar o delegar sus inmensas responsabilidades con respecto a los pobres por ellos oprimidos: "...en vez de poner fin a tal opresión, ellos podían aliviarla mediante el paliativo de la caridad".
37 Comenta, con sarcasmo, que según un autor francés las continuas elecciones, plebiscitos, etc., y el progresivo escepticismo con respecto a todo, excepto los votos, llevaría a hombres y mujeres a una única plegaria: "Dadnos hoy el voto de cada día"(1913a:66, n. 1), en clara alusión a John Stuart Mill y al movimiento sufragista inglés. Por otra parte, conviene aclarar que en el texto los vocablos votos y emancipación están entre comillas dando a indicar de este modo que así utilizados son ajenos para el autor. También Ruskin (1919:90) usa ese medio ortográfico cuando habla de los "derechos de la Mujer", lo que revela una clara coincidencia ideológica. Dichos términos son expresiones que les resultan problemáticas, razón por la cual a través de las comillas toman distancia y ponen en evidencia que no les pertenecen. (Cfr. Maingueneau, 1980:141; Fairclough, 1994:89)
38 Smiles prolonga la cita de Bentham (1748-1832): "De prístina, necesaria y absoluta superioridad, las relaciones de la madre con el hijo son más completas, aunque raramente citadas como ejemplo, que las que existen entre el padre y el hijo...Según Robert Filmer, el hipotético poder, tan necesario como absoluto, del padre sobre sus hijos fue tomado como el fundamento y el origen, y de allí la causa, que justifica el poder del monarca en todo estado político. Con más propiedad, él debería haber establecido el absoluto dominio de una mujer como la única forma legítima de gobierno". Deontology, ii. 181. (Smiles 1913a:67 n. 2)
39 El discurso de los hombres, la mayoría de los cuales se rehusaba a la ciudadanía femenina, fue compartido por numerosas e incluso notables victorianas, pues, como afirma Bourdieu (2000:49) "...las mismas mujeres aplican a cualquier realidad y, en especial, a las relaciones de poder en las que están atrapadas, unos esquemas mentales que son el producto de la asimilación de estas relaciones de poder y que se explican en las oposiciones fundadoras del orden simbólico." Margaret Oliphant, inscripta en la corriente de las "antis", como las denominan Gay (1992, Tomo I:196) y Himmelfarb, (1996:98-100), defiende las ideas políticas de la concepción androcéntrica y rechaza enfáticamente el voto para las casadas, mientras su opinión con respecto a las solteras no es tan definidamente contraria. Argumenta, en aquel caso, que dar dos voces a los cónyuges, que están tan ligados en sus propósitos de modo que en la práctica funcionan como un solo ser, constituye una inequidad social: "...es injusto para el resto que este ser compuesto pueda tener dos voces en el poder del mundo. Es uno no en la imaginación sino en la realidad, ¿por qué, entonces, podría hablar por dos?...dar a un único interés dos veces, a un pensamiento dos expresiones no sería facilitar sino complicar las tareas de gobierno..."(Oliphant, 1995:127). Esta probable situación de total coincidencia de opiniones entre marido y esposa que la autora, lejos de atribuir al patriarcado vigente en la Inglaterra de fines del siglo XIX, hace derivar de la naturaleza (cursiva agregada), la lleva a seguir excluyendo a las mujeres de la vida política y a reducir ésta a una función estrictamente masculina. Precedentes significativos de esta posición pueden hallarse en Lady Mary Wortley Montagu quien expresó sobre este tema a principios del siglo XVIII: "Yo no me quejo de los hombres por haber acaparado el gobierno. Excluyéndonos de toda jerarquía de poder nos han preservado de numerosas fatigas, de muchos peligros, tal vez de muchos crímenes" (Hamilton, 1980:67); y también en Mme. de Staël (citada por Wollstonecraft, 1994:252-253) cuando sostuvo que Rousseau al esforzarse por evitar que las mujeres intervinieran en los asuntos públicos y por aminorar su influencia sobre las deliberaciones de los hombres "...¡de qué modo tan sagrado ha establecido su imperio sobre su felicidad! Al ayudarlas a descender de un trono usurpado [?], las ha sentado con firmeza en el que la naturaleza les había destinado" [?]. ¿Debería concluirse, entonces, que es la generosidad masculina la que reduce a las mujeres a la esfera privada?
41 En relación con estos argumentos podría aplicársele a Smiles las críticas que Millet (1973:137-138) hace a Ruskin a quien incrimina de dejarse llevar por la quimera del poder femenino al que adjudica una responsabilidad total y absoluta sobre lo que sucede en el ámbito público, pese a que las mujeres, en el transcurso de la historia, se han visto confinadas a la esfera familiar, ocultadas, silenciadas y apartadas de las decisiones importantes.
42 Para este tema, ver el análisis de Anderson y Zinsser (1992), Caine y Sluga (2000), Nash y Tavera (1994) y Smith (1989).
43 Una vez más se presentan similitudes entre el discurso de Smiles y el de Ruskin quien "...resalta constantemente sus buenas intenciones al proclamar como naturales a los atributos que reconoce en las mujeres y a las relaciones de género, negándoles el carácter de construcciones históricas asimiladas en un multisecular proceso de aprendizaje, saturado de componentes culturales" (Caviglia, 1999a:86).
44 Para el análisis de la historicidad de la dominación masculina, tanto real como simbólica, ver Bourdieu (2000), sobre todo cap. 3, pp. 103-110.
45 Fowler (1994:101-102) asegura que las relaciones familiares son, con frecuencia, gratuitamente puestas en primer término en la representación de las mujeres, es decir se hace una categorización familiar de ellas. Su identidad pública depende de su relación marital y de parentesco. Los hombres, en cambio, son presentados en función de su profesión o trabajo, de modo que su identidad está fuera del hogar y la familia.
46 ¿Creería, entonces, Smiles como Ruskin - nuevamente - que las mujeres han sido responsables de todas las calamidades que recaen sobre la humanidad?: "No hay guerra en el mundo, no, ni una injusticia de la que no seáis responsables; no porque la hayáis provocado, sino por que no la habéis impedido. Los hombres, por su naturaleza, están inclinados a luchar...Vosotras debéis elegir la causa para hacerlo y prohibírselo si no la hay. No hay sufrimiento, ni injusticia, ni miseria, sobre la Tierra cuya culpa no recaiga sobre vosotras." (Ruskin, 1919:136) También, entonces, podría extenderse a Smiles la crítica que Millet (1973:138) realiza con respecto a aquella aseveración de Ruskin: "Hay cierto humor en la proclamación de que la mujer, confinada a través de la Historia a una existencia vicaria e indirecta, privada de una voz decisiva ante cualquier evento, soportando el peso de los acontecimientos militares, económicos y tecnológicos pero sin compartir su gloria, sea, sin embargo, responsable de la moralidad del planeta."

Fuentes:
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3. Ruskin, J., "Of Queens' Gardens" y "Life and its Arts" en: Sesame and Lilies, London, George Allen & Unwin LTD., 1919, pp. 87-228.
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6. Smiles, S., Life and Labour, London, John Murray Ed., [1887] 1912b.
7. Smiles, S., Character, London, John Murray Ed., [1871] 1913a.
8. Smiles, S., Thrift, London, John Murray Ed., [1875] 1913b.
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recibido: 6/05/03
aceptado para su publicación: 29/09/03