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Cuadernos del Sur. Historia

versión impresa ISSN 1668-7604

Cuad. Sur, Hist.  n.32 Bahía Blanca  2003

 

César Zumeta: pensador de la Venezolanidad

Lino E. Morán Beltrán*

Universidad del Zulia, Maracaibo
* e.mail: lmoran77@hotmail.com

Resumen
César Zumeta fue uno de los intelectuales más influyentes en la Venezuela de finales del siglo XIX y principios del XX. El presente trabajo aborda textos de sus principales obras, como El continente enfermo, Tiempo de América y Europa, y Hombres y problemas de América Latina, entre otros, y, a través de una lectura filosófica se analizan sus ideas con relación a los fundamentos doctrinales positivistas de su pensamiento, su interpretación de la realidad, y sus posturas frente a la educación, la iglesia, la política, el arte y el destino latinoamericano en relación al poderío de los Estados Unidos. Entre las conclusiones alcanzadas está, entre otras, la caracterización de sus ideas a favor de la aplicación de un método científico positivo para estudiar la realidad venezolana, y para lograr la superación de factores que obstaculizan el desarrollo técnico y cultural deseado para la patria venezolana y latinoamericana.

Palabras claves: César Zumeta; Positivismo; Americanismo; Condición humana.

Abstract
Cesar Zumeta was one of the most influencing intellectuals in Venezuela by the end of the 19th and beginning of the 20th centuries. This work approaches texts from his major works, such as El continente enfermo, Tiempo de América y Europa, y Hombres y problemas de America Latina, among others. In addition, through a philosophical reading, his ideas on the positivist doctrinal foundations of his thought, his innterpretation of reality and his standing reegarding education, the Church, politics, art, and the Latin American fate with regard to the power of the United States are analyzed. Among the conclusions reached, the charracterization of his ideas in favor of applying a positive scientific method to study Venezuela's reality and to achieve the overcoming of factors that hinder the technical and cultural development desired for Venezuela and the Latin American region is included.

Keywords: César Zumeta; Positivism; Americanism; Human condition.

Introducción:

César Zumeta (1860-1955), escritor venezolano, pertenece a la segunda generación1 de intelectuales formados en el positivismo por Adolfo Ernest2 y Rafael Villavicencio3 (Capelletti 1994). Pero Zumeta es algo más que un positivista, su pensamiento se enfrenta al gran problema que se plantea a la generación latinoamericana a la cual pertenecieron, entre otros, José Martí, José Enrique Rodó, Manuel Ugarte, José Vasconcelos. Como ellos, habla de volver a la propia realidad y no tratar de imitar realidades extrañas, lo cual sólo puede conducir a nuevas formas de dependencia.

Zumeta es testigo al finalizar el siglo XIX del expansionismo de los Estados Unidos sobre el Caribe, desplazando a España de sus últimas colonias, Cuba y Puerto Rico. El escribe en diversos diarios, incluyendo de los Estados Unidos, en los que advierte sobre el nuevo peligro.

Alerta en sus líneas sobre el destino de los pueblos latinoamericanos de no consagrarse, de una vez y por todas, una fuerte alianza que haga frente a las pretensiones imperiales del pueblo anglosajón transplantado a América. Para él, Latinoamérica es ya objeto de un nuevo reparto colonial. Los Estados Unidos se aprestan a cumplir su misión colonizadora tomando el lugar de imperios ya derrotados.

La nueva nación se siente destinada a conducir un nuevo imperio y con ella el mundo occidental reinicia su carrera de dominio. Zumeta, con fuerte inspiración bolivariana, dedica amplias y contundentes reflexiones al hecho. Cree que en este nuevo intento de subordinación, los pueblos latinoamericanos están arriesgando su dignidad, de allí que haga un angustioso llamado a la integración continental.

Este panorama amenazador, lejos de inspirarle resignación, lo llena de optimismo. Consciente de nuestras limitaciones como pueblo, desarrolla una inagotable campaña periodística tendiente a fortalecer nuestro espíritu batallador en pro de la consolidación de la independencia y la libertad. Por ello su llamado es a promover un movimiento civilista que fortalezca nuestro amor a la patria.

Desde esa perspectiva enjuicia nuestra realidad venezolana y Latinoamérica, intentando abordar los más variados tópicos que tienen relación con la condición humana: el optimismo, la educación, la libertad, la política, el arte y la felicidad.

Datos biográficos:

Nace expósito en Caracas el 19 de marzo de 1864, y en su juventud la actividad política no le permite concluir estudios de leyes. Guzmán Blanco4 y Joaquín Crespo5 le destierran y apenas puede, durante una de sus breves estadías en el país, ocupar la dirección del diario El Universal. Luego dirige en New York la Editorial Hispanoamericana (1864). Durante los primeros años de la Restauración Liberal colabora con Cipriano Castro6, quien le encarga labores propagandísticas en Europa, lo nombra cónsul general en Inglaterra y lo incluye en la nómina senatorial por el Estado Bermúdez. Cuando se le auguraba una exitosa carrera junto al gobernante andino, rompe sus vínculos con el régimen y se convierte en declarado antagonista. Regresa después de la reacción de 1908, para ocupar en adelante importantes posiciones. En 1910 representa a Venezuela en la conmemoración del Centenario de la Independencia de Argentina; en 1912 es designado Ministro de Relaciones Exteriores; en 1913 se desempeña como Director de Política del Ministerio de Relaciones de Interiores; en 1914 es Ministro del mismo despacho y en 1932 es elegido presidente del Congreso.

Personaje cardinal de la diplomacia venezolana, en 1930 preside el Consejo y la Asamblea de la Sociedad de Naciones, y coordina legaciones importantes en Europa. Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia, Miembro Correspondiente de la Academia de la Lengua, periodista de excepcional calidad, dejó dispersas sus publicaciones en periódicos como: El Anunciador (Caracas, 1883), La América (Estados Unidos, 1884-1889), El Pueblo (Caracas, 1890), Cosmópolis (Caracas 1894-1895), América y La Revista (París, 1901), Némesis (New York, 1903), y La semana (New York, 1906-1908). El continente enfermo, Tiempo de América y de Europa (1889-1916), Las Potencias y la Intervención en Hispanoamérica, Hombres y Problemas de América Latina (1906-1908), son volúmenes que recogen sus más relevantes estudios. Su muerte ocurre en París el 28 de agosto de 1955.

Concepciones de César Zumeta sobre la condición humana.

En la obra de César Zumeta fácilmente se puede constatar su línea humanista, la cual supera ampliamente la influencia positivista, derivando hacia un vitalismo en el que la vida se constituye en imperativo categórico que impulsa al ser humano a conservarla y acrecentarla. Para ello aboga por la solidaridad entre los pueblos que, preferiblemente, tengan vínculos históricos, idiomáticos y religiosos, con el fin de prevenir que otros pueblos más poderosos se adueñen de nuestro destino y aniquilen nuestra libertad.

Dentro de este interés por lo humano, al momento de caracterizar las sociedades anglosajona y latina, que se han asentado en América, Zumeta no duda en menospreciar aquella sociedad donde el lucro impera sobre "el arte, el honor, el mérito y (donde se) atribuye al oro una finalidad cínica, negadora y degradadora de cuanto ideal ha perseguido el hombre para la dignificación de su espíritu..." (Zumeta 1961a:39). Con ello se hace eco de un humanismo desalienador que "tiende por el afinamiento del ser moral a la más alta dignidad de la vida" (Zumeta 1961a:39).

Sin embargo, al momento de analizar la realidad venezolana del siglo XIX y principios del XX, se hacen presente en él con frecuencia manifestaciones de pesimismo que lo llevan a afirmar en 1902, que la inestabilidad política que nos caracteriza "ha sido producto de la incapacidad del pueblo de autogobernarse" (Zumeta 1961b:137).

El enfrentarse a esa realidad latinoamericana no lo hace dudar, a pesar de todo, de la grandeza del espíritu humano al cual concibe capaz de superar cualquier adversidad. Para Zumeta, el optimismo es casi una religión que se inspira en la voluntad como fuerza que supera los más graves obstáculos.

Para él, el optimismo hace al hombre su propio dueño, lo enrumba por caminos de triunfo y lo hace poseedor de una fe inalterable en el éxito de alcanzar su metas. De lo que se trata es de saber encauzar esa voluntad, y en este sentido dirá en 1908: "Sólo el optimismo, o sea la fe imperturbable en el buen suceso de cuanto se emprenda o se desee, respaldado por indomable tesón en llevar adelante el propósito concebido, logra vencer todo obstáculo y coronar toda altura" (Zumeta 1962:151).

Existe en Zumeta un acentuado optimismo en las contribuciones que la ciencia y la técnica pueden aportar a la humanidad. Para ello se refiere abiertamente a la grandeza, sin intentar imitarla, de los Estados Unidos de Norteamérica, la cual, a su entender, ha sido el resultado de la siembra de sus campiñas, del desarrollo de su vía férrea y de la propagación de la ciencia a través de la escuela (Zumeta 1961c:67).

Por ello y con pleno convencimiento, le interesa educar: descubrir y propagar estímulos para la vida en sociedad conforme a principios de justicia, libertad y progreso, a fin de castigar con la verdad toda manifestación de tiranía. La educación para Zumeta debe estar orientada por una parte al progreso material de nuestros pueblos y por otro al cultivo y crecimiento del espíritu. En este sentido dirá: "El deber de quien sabe la verdad útil es propagarla sin atenuación ni descanso,(...) a fin de que, consagrados nuestros pueblos a la libertad por el trabajo, puedan entonces entregarse a esa otra generosa faena de tender, con vehemente anhelo, a las más nobles actividades del espíritu" (Zumeta 1963a:174).

Consideraba impostergable para América Latina el formar ciudadanos. No veía futuro en nuestros pueblos fuera del trabajo, la cultura cívica y la paz. Con vehemencia refería al Libertador y decía: "El credo bolivariano de moral y luces, redentor aún, redentor siempre" (Zumeta 1961d:338). Pensaba que nuestros pueblos necesitaban hombres en el pleno desarrollo de todas sus facultades. Porque de lo que se trata es de evitar que seamos sometidos por quienes se han hecho con el empuje del conocimiento. En este sentido proclamaba: "frente a la costumbre cesárea del derecho de unos hombres a adquirir ciencia para ejercer dominio, el derecho de todos los hombres a instruirse para ejercer ciudadanía" (Zumeta 1961d:329).

En esta tarea de construir la ciudadanía apela al compromiso de los intelectuales dado que desde su amplia perspectiva de la cultura podrían ayudar a superar las dificultades políticas, económicas y culturales que nos caracterizan. De igual manera, Zumeta aspira a que la juventud de nuestro continente se convierta en la vanguardia de un gran movimiento civilista que supere los vicios que las generaciones anteriores permitieron que privaran en el ejercicio de la función pública (Zumeta 1961b:146).

Para Zumeta, la meta a la que debía aspirarse era la superación de la moral colectiva, para imponernos al respeto de las naciones poderosas. Cree firmemente que la educación era el instrumento más eficaz para garantizar la paz y la libertad. Propugnaba que "sólo la paz interna y la más alta cultura cívica podrían libertarnos, y al renunciar a ambas, con ellas renunciamos al derecho y al decoro de la vida libre" (Zumeta 1961c:65).

Su concepción de la educación se inscribe dentro del ámbito de la transformación social. Para Zumeta "la escuela es esencialmente revolucionaria en dondequiera que haya un derecho por reivindicar" (Zumeta 1961e:304). Ella garantizará un régimen de plenas libertades. Educación y democracia son para él, manifestaciones convergentes, de allí que abogara por una educación al alcance de todos como remedio infalible contra la instauración de regímenes dictatoriales o providenciales (Zumeta 1961e:305). Y es que a pesar de que llega a justificar el gobierno de fuerza de Juan Vicente Gómez, Zumeta estima como principal factor de progreso la introducción de procedimientos democráticos, especialmente los relativos a la elección del gobierno. Sólo era cuestión de educar al pueblo en el juego electoral, desde el ámbito municipal hasta niveles más altos de decisión (Zumeta 1973:170).

Dentro de similares argumentos teóricos enfrenta el papel de la Iglesia en la historia de la humanidad. Considera que en la doctrina cristiana están contenidas las mejores aspiraciones humanas, pero la cultura occidental a pesar de ser, en parte, obra de la Roma recién convertida al cristianismo está muy lejos de llegar a vivir conforme a la enseñanza moral del nazareno. La cultura europea se ha venido imponiendo arrodillando a los pueblos sobre el suelo ensangrentado ante el crucifijo victorioso.

Para Zumeta, "Occidente predica un cristo romanizado que evangeliza matando, y comulga, en verdad con el cuerpo y la sangre de los vencidos" (Zumeta 1961c:78). De allí que, ampliando su percepción religiosa se confiese abiertamente masón, quizás por considerar a la masonería como la unión de los hombres de toda religión, raza, credo político y condición social que tratan de sobreponerse a la intolerancia y a la negación del otro. Por ello el llamado es a todos los hombres, de cualquier religión, a incorporarse a la labor de construir ciudadanía.

Este llamado, por razones obvias, exige al clero superar sus reflexiones medievales y tomar partido por la construcción de la patria a través de la educación. Para ello debe incorporarse a instruir a los más pobres "en el punto concreto de sus derechos cívicos, (ya) que sólo (esto) puede garantir el mantenimiento del orden público y el ejercicio de las prerrogativas ciudadanas" (Zumeta 1961b:147).

Zumeta considera que la educación debe atender a las exigencias que los tiempos imponen a cada pueblo, no cree en la homogeneidad de la cultura, ella "varía de clima en clima, aún bajo la acción de un mismo centro político, (por lo que) los países tropicales deben aspirar únicamente a la que le es peculiar" (Zumeta 1961:25).

Esa apreciación que apunta hacia la diversidad cultural, que se manifiesta en el concierto de los pueblos sobre el planeta, es clara demostración de su convicción de la existencia de un determinismo geográfico que lo inclina hacia cierto pesimismo en lo referente al futuro de América tropical.

"En más de uno de nuestros países, el bosque y la maleza ha recobrado tierra que le fue arrebatada por el hacha y la roza durante la colonia: faltas de cultura intensiva han permanecido relativamente improductivas nuestras zonas agrícolas y criadoras; inexplotadas están las selvas y el suelo opulento (...)por el monopolio hemos ahogado, en la cuna, las industrias; (...) fluctuando entre la anarquía y la dictadura hemos hecho precarias las garantías individuales, y la propiedad, y la vida y, en consecuencia, la gran corriente migratoria mediterránea (...) Nos alimenta hasta de frutos menores el Norte, y nos viste el resto del mundo" (Zumeta 1961:23).

Ese es el diagnóstico que sobre la realidad de nuestros pueblos lanza Zumeta, para identificar en ella los dictámenes positivistas de orden y progreso que ameritamos con urgencia para no sucumbir ante los pueblos poderosos.

Desde esta perspectiva, en 1899, dirá:

"Dos eran los deberes que nos imponía nuestra calidad de Estados independientes y soberanos durante el siglo (XIX) transcurrido: la explotación de la riqueza pública para los fines del desenvolvimiento nacional, y la solución pacífica o violenta, cuando los medios pacíficos hubieran fallido, de los problemas de la política interna." (Zumeta 1961:22).

Pero la necesidad de orden y progreso que aparece en el clamor de todos los intelectuales latinoamericanos de la época, encuentra en el clima un elemento condicionante desde la perspectiva de Zumeta. No tanto la raza, como lo afirmaran otros positivistas del trópico, como el clima, constituye un factor al que la evolución de los pueblos se encuentra subordinada. Todo es posible, incluso la edificación de una gran civilización, si se acoge el ritmo evolutivo que el medio geográfico impone a los pueblos.

"Cualquiera que sean las razas pobladoras en la zona tórrida no imperará sino una civilización lentamente progresiva: cualquiera que fuese el esfuerzo por asimilarla a la de las zonas templadas fracasaría a la postre, vencido por algo inmanente e inexorable que nos obliga a mantenernos dentro del cuadro de la vida que el medio nos demarca; y que únicamente nos exige a propender a vivir en el decoro de la paz y el trabajo, a hacernos fuerte dentro de nuestra propia casa, y a ligarnos todos contra el invasor extraño" (Zumeta 1961:25).

Zumeta cuando habla de raza, no admite nunca la superioridad de ninguna, y esgrime el concepto en el sentido de una comunidad de cultura, a menudo en búsqueda de una unidad latina para enfrentarla al agresivo poderío anglosajón.

Pero ese determinismo geográfico no lo dejó sugestionarse por quienes, eco del más férreo darwinismo, teorizaban sin rigor científico alguno acerca de la superioridad de determinados grupos étnicos, en virtud de la cual poderosas fuerzas económicas pretendían dar base filosófica y jurídica al ansia y al hecho de la dominación de pueblos tenidos como inferiores por naturaleza y no por circunstancias geográficas, históricas o de otra índole.

Zumeta admitía únicamente diferencias en el grado de civilización determinadas por el medio, y ni un instante cejó en el propósito de que el mundo latino se enfrentara con todas sus fuerzas a la voluntad de conquista de los países del Norte. Su consigna en lo que respecta a las regiones de la zona tórrida, es a pesar de sus calamidades, orgullosa y enérgica:

"Hijos del trópico, debemos amarlo tal como él es, por sobre otra región del globo, y ser capaces de guardar contra estas civilizaciones del becerro de oro, en donde unos centenares de señores oprimen a millones de siervos asalariados (...), civilización de banca, iglesia y cuartel" (Zumeta 1961:27).

Este criterio patriótico que le hace valorar los pueblos latinoamericanos a pesar de sus grandes limitaciones, lo distancia de aquellos positivistas que partiendo de la negación de su ser histórico y cultural, ven en la cultura angloamericana el modelo de civilización a construir en nuestras tierras. Prefiere en caso extremo, cuando amenazada esté nuestra independencia, sellar lazos con aquellos pueblos que por razones históricas y culturales nos son similares: los pueblos latinos de Europa. Dentro de esta perspectiva, rechaza enérgicamente el panamericanismo, al que considera un concepto creado por los norteamericanos para inundar con sus productos los mercados latinoamericanos. A ello opone el panlatinismo con el propósito de detener las ansias de conquista de los Estados Unidos.

También concede trascendencia a la integración continental, idea relacionada a la corriente americanista liderizada por Martí, Rodó, Ugalde y Vasconcelos , entre otros, que vieron con preocupación el proyecto imperial de la nación del norte de América. En este sentido asevera:

"Si los hombres de Estado de América hispana renuncian a constituirla en una grande entidad latina; si asombrados ante la potencialidad de tal grandeza, prefieren en cada una de sus parroquias la soberanía precaria a la formidable comunidad continental que es un gran deber histórico, todo estará perdido irremisiblemente" (Zumeta 1973:17).

Para Zumeta, un mejor futuro para América española se logrará sólo cuando la solidaridad de sus naciones construya una liga para hacerle frente a la arrogancia del Norte que pretende abiertamente hegemonizar sobre todo el continente.

Es opinión común, según Zumeta, entre los intelectuales del Norte y Europa la doctrina que contempla como voluntad universal la explotación de los recursos naturales por parte de los pueblos que poseen la ciencia y la técnica. Esto según él es obra del argumento que justifica el dominio de los poderosos sobre los débiles, de los civilizados sobre los bárbaros.

"Los pueblos que no saben o no pueden explotar las riquezas de su suelo y poblar las soledades que el acaso geográfico, o el político, encerró dentro de sus fronteras, menoscaban en esa medida la labor universal, y es altamente moralizador que los más aptos y laboriosos ocupen lo que la incuria mantiene ocioso. Los bosques son del leñador; los campos de quien los cultiva; los ríos de quien los canaliza y navega. Es la brega inmemorial de los pueblos y las razas que representan las más avanzadas formas del progreso, contra los pueblos y las razas que representan los infinitos matices del estancamiento y la barbarie" (Zumeta 1961:21).

Zumeta identifica en esos argumentos razones económicas que impulsan a los pueblos poderosos a expandir sus dominios a fin de garantizar su acelerado desarrollo industrial. A raíz de la conquista de los Estados Unidos sobre Filipinas, él considera que el coloso del Norte ha perdido su esencia democrática (Zumeta 1961:20), constituyéndose en gendarme del destino de los pueblos de toda América. Su acelerado progreso industrial les impone como condición para mantener su poderío el controlar la producción de materias primas y estimular el comercio de sus productos. Así su expansión sobre América es una cuestión vital para consolidar en el escenario de naciones su imperio.

Pero ante esas pretensiones de conquista apuesta por nuestra herencia guerrera pro independentista. Dirá: "Sabemos que también nosotros, en medio de muy hondas desventuras, tenemos una fuerza que sobradamente disciplinada es incontrastable: nuestra redentora, nuestra salvaje soberbia de independencia" (Zumeta 1961:27).

Zumeta, con clara conciencia de que el proyecto civilizador de occidente es homogenizar a todos los pueblos del planeta, alerta en 1900 sobre el peligro inminente que nos acecha: "De los pueblos débiles de la tierra, los únicos que faltan por sojuzgar son las Repúblicas hispanoamericanas." (Zumeta 1961a:31).

La lucha contra el imperialismo no implica, para Zumeta, únicamente el despojo de nuestras riquezas naturales, de lo que se trata realmente es que se encuentra en vilo nuestra dignidad humana. Cree firmemente que el imperialismo constituye un sojuzgamiento de lo que a un pueblo o a una raza le es más propio: su lengua, su tradición, sus ideales (Zumeta 1961j: 51)

De allí que a pesar de que considera la guerra como uno de los factores que nos ha privado de la estabilidad requerida para el progreso (Zumeta 1961f:41), no duda en afirmar que ante el riesgo que implica para nuestros pueblos las pretensiones del Norte, el deber inmediato es armarnos:

"El sentimiento de la necesidad de la defensa nacional debe privar sobre todos los recelos de política interna; y la convicción de que no es un pueblo el que peligra, sino un continente y una raza, debe acallar los egoísmos que pudieran imaginarse que sólo Nicaragua, Panamá, el Amazonas o el Orinoco son las presas codiciadas" (Zumeta 1961:30).

Para Zumeta, el despojo si es inevitable ha de ser sangriento para que el despojado sea augusto (Zumeta 1963b:64).

Esta firme convicción sobre la defensa de la independencia latinoamericana entra en violenta contradicción con su praxis política. Al tomar posición con respecto a los dos dictadores andinos que oprimieron a Venezuela en el primer tercio del siglo XX, censura ásperamente a Cipriano Castro -quien se mantiene firme frente al bloqueo europeo que exige el pago de la deuda externa venezolana- y defiende incondicionalmente a Juan Vicente Gómez, responsable de la entrega de las riquezas petroleras a las compañías internacionales.

A pesar de que la obra de Zumeta, en términos generales, estuvo orientada al desmontaje ideológico y táctico del imperialismo como amenaza externa a nuestros pueblos, no están ausentes en sus reflexiones las propuestas ideológicas que para la época colmaban el escenario intelectual latinoamericano. él refiere abundantes reflexiones en torno al historicismo, al positivismo, socialismo, que a su vez le permiten plantear sus opiniones en lo que respecta a la historia, las relaciones de producción, la democracia, la revolución, entre otros aspectos.

En este sentido, al emitir opinión sobre el libro Bolívar y Piar, de Lino Duarte, considera que la concepción de historia que en la obra se refleja, y la cual comparte, se inscribe dentro de la concepción positivista. El libro, partiendo de los hechos busca desentrañar las leyes que rigen el acontecer para acercarnos a la verdad. Para Zumeta, el referido libro pretende "agrupar hábilmente los datos que andan por ahí dispersos y el de desentrañar con rara sagacidad la clave que encierran, arroja él cruda luz sobre esos panoramas históricos tan oscurecidos por la timidez, o la adulación, o por falsa noción de patriotismo" (Zumeta 1961g:276).

Y es que su concepción de la historia, abiertamente positivista, se rebela contra la historiografía romántica que se arraiga en el culto a los héroes al extremo de divinizarlos y presentarlos ajenos a la condición humana. Zumeta representa el primer venezolano que se revela contra la concepción romántica del héroe, y a propósito de Bolívar dice: "Divinizado es insignificante: humano es sencillamente grandioso" (Zumeta 1961h:269 ).

Zumeta ve en todo héroe un hombre que debe ser juzgado por las leyes de los hombres. Así dirá agudamente que:

"Bolívar fue un general, fue un caudillo, fue un dictador, y es así como la historia debe estudiarlo: la circunstancia de ser además un genio resultará indudablemente de la crítica estrecha a que se someta en su obra en cuanto a los medios de que dispuso para realizarla, de los obstáculos que venció, de la solidez, la extensión, la viabilidad, la trascendencia de su creación." (Zumeta 1961h).

Esta humanización del héroe se corresponde con su apreciación protagónica del pueblo en los procesos de transformación. Por ello se opone a divinizar el papel del individuo en la historia, y delega, en cambio, en el pueblo la verdadera fuerza capaz de construir nuevos destinos. Zumeta, apunta en 1900, que el futuro de América, "ya no es obra de un hombre o de un partido sino la convicción de un pueblo entero la que ha de sacarnos avante a empresas de paz y de progreso"(Zumeta 1963c:130).

Desde esta perspectiva, Zumeta se inclina por escribir la historia tomando en cuenta la perfecta exposición del medio, de los productos de ese medio y de las transformaciones impuestas por el progreso lentísimo de las ideas.

"El que se limita a la pura enunciación de los hechos -apuntará para confirmar lo anterior- es simplemente cronista. El historiador exhibe las fuerzas en choque de donde los hechos se originan y expone la serie completa de circunstancias sin las cuales queda indistinta y confusa la fisonomía de los sucesos, la verdadera significación de las épocas" (Zumeta 1961i:118).

Zumeta en el ámbito de la ciencia reconoce la potencia y la fecundidad de la razón, pero no permite que su omnipresencia destruya lo que existe. Pare ello recurre al hecho, y es desde esta perspectiva que aborda la realidad venezolana y la caracteriza: anárquica, atrasada, inculta, enferma y presa del caudillismo entre otros males agobiantes.

Ante ellos la razón no vale para nada. Zumeta cree que esa realidad doliente, estigmatizada requiere de otro contundente hecho, que es el régimen de fuerza o dictadura que garantizará el orden, la paz y el trabajo. Esta apreciación lo coloca enfrentado abiertamente al racionalismo que considera a la razón como fuente suprema de todo conocimiento.

Zumeta, desde esas mismas sendas teóricas, ante la disyuntiva entre conservadores y liberales, vincula a los primeros con los males que padece Venezuela a lo largo de todo el siglo XIX y los primeros años del XX. Identifica el consevadurismo con la herencia burguesa semifeudal heredera del orden colonial, que lejos de contribuir con el progreso conspira contra el orden y contribuye a la ruina progresiva del país con revoluciones incesantes (Zumeta 1963a:135).

En cambio, ve en los liberales la posibilidad de que se abran caminos de participación popular en los negocios públicos. No sólo cree esto posible, sino que lo concibe como la marcha natural de nuestro pueblo hacia el desenvolvimiento ordenado del país y de sus instituciones (Zumeta 1961b:137)

La propuesta liberal ha de ser, reafirma Zumeta: "La creación de sociedades cívicas en toda la República, consagradas a instruir (al pueblo) en sus derechos políticos y civiles, en la historia de la inutilidad de nuestras guerras para el bien y de su satánica fecundidad para el mal" (Zumeta 1961b:145).

Podemos encontrar en Zumeta abundantes reflexiones críticas sobre el capitalismo y el socialismo, ya que esboza algunos elementos esenciales que nos permiten aprehender la visión que sobre ellos tenía. Así al criticar los programas de gobierno de los candidatos que en 1908 se disputaban la presidencia de los Estados Unidos, vislumbra la esencia del capitalismo donde una clase privilegiada posee intereses antagónicos a los del pueblo en general y muy especialmente a las aspiraciones de los obreros (Zumeta 1983:196-197). Y va más allá cuando caracteriza las tácticas internacionales del capitalismo para ejercer y aumentar sus dominios sobre los pueblos de América latina. Así considera que el imperio del lucro desarrolla una campaña constante para propiciar disputas entre nuestros pueblos, financia campañas electorales de sus lacayos, promueve el endeudamiento e introduce misiones protestantes en todos los rincones de nuestra geografía, entre otras audaces medidas que nos debilitan en libertad y autonomía (Zumeta 1963d:147).

Para Zumeta el movimiento obrero que se gesta bajo la ideología anarquista y socialista son la evidencia irrefutable del descontento que reina en los espíritus. Si se asume que toda organización social debiera tener como objetivo fundamental el procurar la mejor suma de felicidad posible tanto al individuo como al colectivo, Zumeta considera que el curso que lleva la humanidad, dentro de la normativa capitalista de la competencia y el lucro, no lleva por ese sendero. Apuntaba ya en 1890 en el periódico El Radical, publicado en Caracas, que "Mientras la civilización se desenvuelva en el medio económico-político actual, todo esfuerzo en el sentido de modificar las desigualdades existentes es inútil" (Zumeta 1962:33).

Considera que el derecho de propiedad, que certifica al capitalismo, ha sido el motivo de todas las disputas sangrientas desde tiempos remotos. Para él, dentro del imperio del capital la condición humana se ve fuertemente amenazada en virtud de su convicción de que en ese ámbito económico la esclavitud se mantiene en esencia en medio de las condiciones de vida y de trabajo que enfrenta el proletariado.

Lamenta mucho que las religiones, especialmente las cristianas, promuevan la resignación ante un mundo de injusticias que condena a la mayoría de los seres humanos a sobrevivir con el pan cotidiano fruto de la más servil explotación. Ve en esa actitud de resignación una maniobra ideológica que sólo favorece a los poderosos.

Zumeta al referirse a la situación de la mujer, considera que los mecanismos económicos y jurídicos de la sociedad capitalista perpetúan condiciones de inferioridad para ella, dado que desde la lógica de la productividad el hombre es mejor recompensado en el ámbito laboral en virtud de su supuesta mayor capacidad física para el trabajo. Más aún, insiste en el hecho de que a pesar de que la iglesia ya no predica sobre el carácter diabólico, pecaminoso y bestial de la mujer, cual clásica teoría de los Padres de la Iglesia, esas ideas persisten en el espíritu de los códigos y leyes de nuestras sociedades (Zumeta 1961).

Zumeta, firme en su convicción de que "la ley de la evolución se cumplirá" se muestra esperanzado en el hecho de que este antagonismo de intereses entre pobres y ricos se resolverá, tarde o temprano, a través de la lucha de clases (Zumeta 1961).

Para él, el proyecto socialista pretende revertir el orden establecido creando conciencia entre los explotados de que la tierra no es de unos pocos sino que le pertenece a cuantos viven sobre ella. Así en 1890, identifica al socialismo con el proyecto que no busca la igualdad, sino la equidad; busca el alivio de la miseria dentro de la vida terrenal. Ambas apreciaciones son compartidas por él en bien de fundar la democracia sobre bases firmes de justicia y libertad.

Esta apreciación sobre los ideales socialistas se ve seriamente modificada cuando desde su participación en el gobierno de Juan Vicente Gómez7 asume la defensa internacional de la imagen del país, alertando sobre el peligro que representa la influencia soviética en los estudiantes que protagonizaron los sucesos de febrero y marzo de 1828 contra el régimen (Pino 1978:129-146).

Similar interés le embarga en su valoración del arte y la literatura, cree profundamente, y así lo expresa en sus artículos, que ambas actividades reflejan el nivel de compromiso social y político del artista. Para él, la obra de arte es tal en la medida que el autor halla puesto su genio al servicio de la verdad.

Desprecia con ahínco la pluma de quien, por vano reconocimiento pone su genio al servicio de las injusticias. Ello lo lleva a respetar la obra de Víctor Hugo, Tolstoi y Zola, entre tantos otros que con sus obras reafirman la dignidad del hombre frente a los que la degradan (Zumeta 162:149-156).

Conclusión:

César Zumeta constituye uno de los intelectuales más influyentes en la vida política venezolana de finales del siglo XIX y principios del XX. De hecho representa uno de los más acérrimos críticos del gobierno de Cipriano Castro en un primer momento, para convertirse luego en uno de los promotores de la matriz ideológica que justifica el régimen de Juan Vicente Gómez, labor que lleva adelante junto a Pedro Manuel Arcaya, Laureano Vallenilla Lanz y José Gil Fortoul, entre otros destacados personeros de la vida pública nacional.

Zumeta se cree poseedor, al igual que todos aquellos que acogieron el positivismo como doctrina fundamental de sus planteamientos, de un nuevo método científico que le permitiría desarrollar un estudio confiable sobre la realidad venezolana. Ese estudio posibilitaría la comprensión de los fenómenos característicos de nuestro país y la superación de aquellos factores que nos impedían alcanzar el orden requerido para el desarrollo técnico y científico que anhelábamos como pueblo.

Pero a diferencia de ellos, que centran sus análisis en elementos internos de nuestro país para hacerlos responsables de la anarquía y el atraso, amplia su visión al intentar caracterizar las reglas del juego que impone el capitalismo internacional. Para lo cual realiza una cruda descripción de las pretensiones de los Estados Unidos de Norteamérica por hacer de América latina una zona de exclusividad comercial para sus intereses.

La clara conciencia sobre el afán expansionista del Norte sobre los destinos de nuestros pueblos, lo lleva a desarrollar una inagotable campaña en defensa de nuestra independencia y libertad. Ve en la lucha por proteger nuestro destino la impostergable batalla por la defensa de la dignidad de una parte importante de la humanidad que habita estas tierras.

Zumeta es un intelectual que presencia con actitud crítica la conformación de un mundo dominado por la expansión sin precedentes de nuevas fuerzas económicas y militares. Presencia el mundo del inmenso Imperio Británico, que expande sus dominios por todos los mares y todos los continentes, es testigo de la derrota francesa y el surgimiento de una colosal Alemania, pero sobre todo observa con angustia el poderío y crecimiento acelerado de los Estados Unidos de Norte América, que extiende sus dominios sobre el Caribe y juega un papel determinante en el conflicto con España por Cuba y Puerto Rico.

Este suceso, que termina con la derrota española, tuvo en la generación de Zumeta grandes repercusiones, en su mayoría experimentaron una profunda crisis de conciencia que les hizo volverse sobre sí mismos en busca de respuestas y de soluciones a la gran tarea que tenían por delante. Era la hora de definir un proyecto nacional y latinoamericano que nos garantizara un futuro mejor.

Por ello Zumeta, apela a la promoción de la educación para todos y a la reconstrucción de nuestra historia, ambas acciones las percibe como vitales para la edificación de la ciudadanía y la defensa de nuestra autonomía. Cree con vehemencia en un mejor futuro para América latina, esta convencido de que la naturaleza, aunque hostil, no impedirá la edificación de una gran civilización.

Si bien es cierto que resulta sorprendente la justificación que realiza Zumeta al gobierno de fuerza de Juan Vicente Gómez, su labor puede ser entendida en el marco de la imperiosa necesidad de edificar un proyecto de nación, dado que luego de nuestra lucha por la independencia, heredamos un país fracturado y preso de innumerables conflictos internos que arrasaron la economía y debilitaron todas las instituciones.

Notas

1 Esta obra constituye una reflexión exhaustiva de fundamento filosófico sobre la presencia en Venezuela del positivismo y el evolucionismo durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. También contiene un capítulo destinado a Zumeta denominado "César Zumeta: El Periodismo Político" (Capelletti 1994).
2 Nace en Prusia en 1832 y muere en Caracas en 1895. Fundador en 1866 de la "Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales" de Caracas. Profesor de la cátedra de "Historia Natural" en la Universidad Central de Venezuela, en la cual defendió y propagó el "transformismo" de Lamarck y la teoría de la "selección natural" de Charles Darwin.
3 Nace en Caracas en 1838, desarrolló una amplia trayectoria política y diplomática, se destacó como diputado, senador, Ministro de Fomento y de Instrucción Pública; también lo hizo como catedrático de Historia Universal en la Universidad Central de Venezuela.
4 Gobernó a Venezuela durante los períodos de 1870-1877, 1879-1884 y1886-1888. Durante su gestión se consagró la gratuidad y obligatoriedad de la instrucción y se desarrolló un plan arquitectónico importante en la construcción de edificios oficiales y obras de servicio.
5 Gobernó a Venezuela durante los períodos de 1884-1886 y 1892-1898, caracterizándose por ser un gobierno dirigido a distancia por Guzmán Blanco, quien impuso su voluntad al hacer que el Consejo Federal designara, por unanimidad, a Crespo, Presidente de la República.
6 Presidente de Venezuela durante el período 1899-1908, durante el cual se tuvo que enfrentar al alzamiento de los caudillos regionales; y al bloqueo de las costas venezolanas, efectuado por Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia y los Estados Unidos. Lleva adelante la integración del territorio nacional a través de los que se ha denominado la Revolución Liberal Restauradora.
7 Presidente de los Estados Unidos de Venezuela desde 1908 hasta 1935, período durante el cual el positivismo invadió todas las esferas de la vida nacional. Se caracterizó por ser un gobierno de fuerza y orientado a establecer el orden a toda costa, incluso violando los derechos fundamentales de sus opositores. Entendió el ejercicio del poder de manera caprichosa, Venezuela era su hacienda, donde los ciudadanos que se le opusieran pasaban el resto de sus días en cárceles o en el exilio, cuando no eran exterminados.

Referencias bibliográficas
1. Capelletti, Ángel J. Positivismo y evolucionismo en Venezuela, Monte ávila Editores, Caracas, 1994.
2. Pino I, Elías, Positivismo y Gomecismo, Ediciones de la Facultad de Humanidades y Educación, U.C.V. Caracas, 1978.
3. Zumeta, César, El continente enfermo, Colección Rescate, Caracas, 1961.
4. Zumeta, César, "Una carta y un folleto" en El continente enfermo, Colección Rescate, Caracas, 1961a.
5. Zumeta, César, "La Ley del Cabestro" en El continente enfermo, Colección Rescate, Caracas, 1961b.
6. Zumeta, César, "Cartas de Nueva York", en: El continente enfermo, Colección Rescate, Caracas,1961c.
7. Zumeta, César, "Discurso de Recepción en la Academia de la Historia", en: El Continente Enfermo, Colección Rescate, Caracas, 1961 d.
8. Zumeta, César, "Educación Popular y Revolución": en El continente enfermo, Colección Rescate, Caracas, 1961e
9. Zumeta, César, Varona y Lanuza en El continente enfermo, Colección Rescate, Caracas, 1961f
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11. Zumeta, César, "Vida del Gran mariscal de Ayacucho", ", en: El continente enfermo, Colección Rescate, Caracas, 1961h
12. Zumeta, César, "Rojas Paúl y la Historia", en: El continente enfermo, Colección Rescate, Caracas, 1961i
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14. Zumeta, César, Tiempo de América y de Europa, Ediciones de la Presidencia de la República, Colección Peregrina, Caracas, 1962.
15. Zumeta, César, "Notas Editoriales", en: Las Potencias y la Intervención en Hispanoamérica, Ediciones de la Presidencia de la República, Colección Peregrina, Caracas,1963a.
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18. Zumeta, César, "Negocios Diplomáticos" en Las potencias y la Intervención en Hispanoamérica, Ediciones de la Presidencia de la República, Colección Peregrina, Caracas, 1963d.
19. Zumeta, César, Hombres y problemas de América Latina, Ediciones de la Presidencia de la República, Caracas, 1973.
20. Zumeta, César, "Liga de pueblos" en Hombres y Problemas de América Latina, Edición de la Presidencia de la República, Caracas, 1973.
21. Zumeta, César, La doctrina Positivista, Ediciones Conmemorativas del Bicentenario del Natalicio del Libertador Simón Bolívar, Caracas, 1983.

recibido: xx/xx/03
aceptado para su publicación: xx/xx/03