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Cuadernos del Sur. Historia

versión impresa ISSN 1668-7604

Cuad. Sur, Hist.  n.34 Bahía Blanca  2005

 

La locura de los cuerdos. El complot militar contra el complot yrigoyenista-antiyrigoyenista-chileno (Neuquén, 1930)

Ernesto Bohoslavsky

Universidad Nacional de General Sarmiento/CONICET. e-mail: ebohosla@ungs.edu.ar

Este artículo fue realizado mediante un subsidio de la Fundación Antorchas.

Resumen
Este artículo se concentra en los efectos del golpe de estado de septiembre de 1930 en Neuquén. En esa ocasión, un teniente del Ejército obtuvo el control armado de la ciudad y detuvo a 10% de la población local porque creía que se estaba desarrollando una amplísima conspiración orientada por yrigoyenistas, políticos anti-yrigoyenistas y tropas chilenas. Se intentan delinear las causas sociales y culturales de estos episodios, relacionadas con las representaciones del Ejército y los prejuicios anti-chilenos en la Patagonia, el régimen político de los Territorios Nacionales y la fuerza de una cultura política de la vigilancia, de tono nacionalista, católico y belicista.

Palabras clave: Fuerzas Armadas; Argentina; 1930.

Abstract
This article focuses on the consequences of the military coup of September 1930 in the city of Neuquén. It was then when an Army lieutenant assumed control of the city and arrested up to 10% of the local inhabitants who were believed to be taking part of a wide conspiracy led by Yrigoyen's followers, anti-Yrigoyen politicians and Chilean troops. This is an attempt to outline the social and cultural causes of these facts, mainly related to the mental picture of the Army and the anti-Chilean prejudices in Patagonia, the nature of the political regime of the Territorios Nacionales and the strength of a vigilance-centered political culture, with a nationalist, Catholic and militaristic tone.

Key words: Armed Forces; Argentina; 1930.

'Yo soy una infiltrada, una revolucionaria auténtica infiltrada en el campo de los revolucionarios falsos. Pero para que no me descubran debo fingir que soy una contrarrevolucionaria infiltrada entre los revolucionarios auténticos. Y de hecho lo soy, ya que estoy a las órdenes de la policía; pero no de la auténtica, porque dependo de los revolucionarios infiltrados entre los infiltradores contra-revolucionarios'

Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero

En septiembre de 1930 el teniente del Ejército Julio Paterson Toledo mantuvo asolada la ciudad de Neuquén: en la convicción de que enfrentaba una conspiración conformada por adherentes al recientemente depuesto presidente Yrigoyen y tropas del Ejército chileno, militarizó la ciudad y encarceló a una décima parte de los habitantes del poblado, incluyendo a autoridades civiles, policiales y militares. Durante tres días de febril actividad, Paterson fue acompañado y sostenido por individuos y grupos, que le concedieron credibilidad y difusión a sus discursos. Más allá del evidente cuadro psicopatológico de Paterson, el objetivo de este artículo es apreciar a un mito conspirativo en acción, atendiendo tanto a sus procesos de gestación, difusión y reproducción como a su capacidad para orientar conductas.

Se procurará dar los aspectos sociales y culturales que colaboraron en la emergencia del discurso conspirativo desplegado por Paterson y sus seguidores durante las jornadas en que controlaron manu militari a Neuquén. Se señalan los elementos le dieron verosimilitud al discurso paranoico de Paterson y sus adherentes: a) una 'cultura política de la vigilancia' que, desde fines de los años veinte, defendía la idea de que la nación se encontraba amenazada, por lo que se hacía culto de la presencia de las fuerzas armadas, b) los desvelos militares sobre la inminencia de la invasión trasandina, c) el sistema institucional-político de los Territorios Nacionales que estimulaba una vida política facciosa y; d) un extendido prejuicio anti-chileno.

Estas páginas se inician con una caracterización del Territorio Nacional de Neuquén en las primeras décadas del siglo XX, sus estructuras institucionales y su vida política. Le sigue una sección dedicada a los episodios de 1930 en Neuquén a partir de una revisión de fuentes periodísticas, militares y judiciales. Una revisión de la historia de los imaginarios existentes en Patagonia en esos tiempos nos aporta claves para comprender los sucesos de Neuquén, atendiendo a la capacidad movilizadora de esas imágenes, su antigüedad y pervivencia en las dirigencias regionales. Como mostró Baczko (1999:34), los imaginarios movilizan energías, cristalizan y amplifican los temores, a la vez que designan al enemigo en plano simbólico. La clave, como marcó Lefebvre (1986:83), no residía en lo sucedido, sino en la idea que se tenía sobre los proyectos y recursos del Enemigo.

El enemigo fantasmático contra el que se alzaron los campesinos franceses durante La Grande Peur y contra el que se enfrentó el teniente Paterson junto con sus tropas, tiene la particularidad de que 'reúne en una única representación colectiva, provocadora y movilizadora a la vez, los agresores potenciales y reales' (Baczko, 1999:39). Estas ideas permiten entender el carácter múltiple e intercambiable que tenía el Enemigo en Neuquén en 1930: la autosugestión y un imaginario de la vigiancia potenciado en un clima político angustiante ayudan a comprender que se haya detenido a oficiales de la policía y del Ejército, empleados telegráficos y bancarios creyéndolos espías chilenos. ¿Cómo entender la multiplicidad de rostros que adquirió el Enemigo para los seguidores de Paterson? Es útil retomar a Corbin (1990:56) cuando sostiene que en las crisis intensas se busca un chivo expiatorio que resuma todos los antagonismos, al cual se le achacan todas las representaciones políticas hostiles.

Neuquén: política y sociedad (1884-1930)

Enmarcado como un triángulo con base en la Cordillera, el Territorio Nacional de Neuquén tuvo durante muchas décadas una orientación económica orientada más a Chile que al Atlántico. Tras la 'Conquista del Desierto' (1879), el territorio fue ocupado por corrientes migratorias provenientes desde otras provincias y desde el sur chileno (Bandieri, 2000). En las regiones cordillerana y pre-cordillerana era posible detectar en las primeras décadas del siglo XX predominancia de la población trasandina, que ganaba su vida como pequeños ganaderos trashumantes o jornaleros en estancias. La llegada del Ferrocarril del Sud en la primera década del siglo dinamizó los vínculos de Neuquén con Buenos Aires, pero no alteró el predominio rural en el Territorio, que sólo reconoció porcentajes significativos de población urbana hacia 1960.

Según una fórmula de Marta Ruffini (2001:101), en los territorios nacionales se desarrolló un 'republicanismo tutelado': se vivía una ciudadanía incompleta y la institucionalidad dependía directamente del Poder Ejecutivo nacional. La ley 1532 dejó a los territorios patagónicos en un limbo legal: eran provincias en ciernes, dependientes de la tutela del Ejecutivo nacional hasta que alcanzasen un umbral demográfico que fuera señal de gobernabilidad y responsabilidad fiscal. En este entramado institucional, las relaciones entre jefes de policía, jueces y gobernadores, frecuentemente llevaban a choques de poderes (Rafart y Debattista, 2003:88).

Hacia 1930 sólo Zapala y Neuquén tenían municipios constituidos en el Territorio por haber alcanzado los requisitos demográficos señalados por la normativa. El resto de los poblados y las zonas rurales estaban bajo el control directo del gobernador. La política se encontraba por lo general hegemonizada -que no monopolizada- por los 'notables' locales, que también orientaban a las instituciones de la sociedad civil y la prensa (Prislei, 2001a:80). Durante las primeras décadas del siglo, el Territorio neuquino poseía una dinámica política facciosa y localista, donde había dificultades para identificarse con un universo político provincial o nacional (Quintar, 2000:171; Manara, 1996). Estos rasgos facciosos no deben ocultar la existencia de evidentes adhesiones ideológicas extra-locales. A las ligazones vecinales se le sumaban redes nacionales, corresponsalías de diarios porteños y visitas de figuras nacionales.

El Territorio de Neuquén se encontraba desde 1928 sin gobernador, dado que el presidente Yrigoyen no había hecho el nombramiento correspondiente. El inspector Amadeo Delfino estaba a cargo del despacho y ejercía a efectos legales, el cargo de gobernador. La intendencia de Neuquén estaba controlada por el radicalismo yrigoyenista desde la victoria electoral de su candidato Martín Ardenghi en abril de 1930 (A.A.V.V., 1954:71; Manara, 1996:117). Zapala fue intervenida por el gobierno nacional en 1927, anulando las elecciones que le habían otorgado el triunfo al anti-yrigoyenista Martín Etcheluz1, impidiéndole asumir el cargo de intendente (Prislei, 2001a:88; La Prensa, 11/9/1930: 18).

Paranoia, miedo y complot: el golpe en Neuquén

Una revisión de la documentación histórica permite conocer con cierto detalle lo ocurrido en Neuquén en paralelo con el golpe de Estado protagonizado por los cadetes del Colegio Militar. Las inquietudes se expandían en el poblado patagónico en la medida en que llegaban las noticias desde Buenos Aires. A título preventivo, el gobernador Delfino y al intendente de Neuquén Ardenghi ordenaron el acuartelamiento policial para evitar 'actos de bandolerismo' contra el banco o la cárcel. El comisario se cercioró de que estuviera asegurado el acceso a las armas del Club Tiro Federal, en caso de ese hipotético asalto. El gobernador se mostraba inquieto por la posibilidad de que se sublevase el resentido grupo anti-personalista liderado por Etcheluz en Zapala.2

En ese marco de angustias y temores exacerbados, el juramento de Uriburu el 8 de septiembre fue transmitido a todo el país. Uno de los más exaltados con esa noticia fue el jefe del distrito militar 25, Julio Paterson3, quien le manifestó al comisario local que se había instalado una nueva situación política en la nación, pero que se había pasado por alto ese dato en Neuquén. Había cambiado el presidente en Argentina, pero en Neuquén todavía se seguía teniendo un gobernador y un intendente alineados con 'el Peludo'. Y lo que le resultaba más alarmante era que no se había convocado al Ejército para asegurar la nueva realidad. Paterson expresó que deseaba que se efectuase algún acto 'aunque más no fuese para cubrir apariencias'.4 El movimiento se concretó ese mismo día. Paterson y 'notables' anti-yrigoyenistas organizaron una movilización para exteriorizar su adhesión al nuevo orden (f° 198).

Una columna de vecinos y conscriptos marchó desde el edificio del Distrito Militar hasta la sede de la Gobernación, donde le reclamó al gobernador Delfino que manifestara si respondía al Gobierno Provisional (fº 199). Y dado que el gobernador exhibió un telegrama del general Uriburu que lo nombraba delegado del nuevo orden en Neuquén, la decisión fue acatada por los manifestantes (La Nación, 10/9/1930: 10; La Prensa, 10/9/1930: 16). Los 'notables' que participaron del meeting le exigieron a Delfino al menos una 'adecuación' de las autoridades locales, pues consideraban intolerable que prosiguiera en su cargo el intendente Ardenghi. La columna se movilizó entonces hacia el municipio, dirigida por el gobernador, el teniente Paterson, la banda de música, la tropa policial y un grupo de vecinos (f° 199). La muchedumbre ingresó en el edificio municipal y destruyó un retrato de Yrigoyen. La 'manifestación patriótica' forzó la renuncia del intendente Ardenghi y solicitó que Paterson asumiera ese cargo.5 Según La Nación (10/9/1930: 10), 'el pueblo en masa' le solicitó al gobernador que interviniese el Municipio porque el Concejo era impopular y había nacido de 'elecciones realizadas sin garantías'. Un acta con más de cien firmas avaló la asunción del teniente Paterson.6 La movilización y la asunción del jefe del distrito militar pueden ser leídas como gestos de desafío a los rivales reales y fantasmáticos que enfrentaba el nuevo orden político. Como se verá, en días posteriores ambas entidades se fundieron en una figura única y delirante, desligada de la realidad.

La noche del 8 de septiembre hubo alarma entre la población neuquina pues los yrigoyenistas hicieron correr la voz de que podía revertirse el avance de los golpistas. Los rumores de que los radicales pretendían organizar una manifestación de desagravio a las autoridades municipales depuestas el día anterior obligaron a redoblar la vigilancia (La Nación, 10/9/1930: 10). A estas versiones las alimentaron (y se le sumaron) telegramas y rumores que daban cuenta de una contra-revolución radical en Capital Federal. Esta idea se había producido a partir de un tiroteo cerca del edificio del Congreso y de la difusión de falsas noticias que generaron confusión y escaramuzas entre las mismas tropas golpistas. El nervioso cruce de falsas noticias escapó de Buenos Aires. Las versiones procedentes de la Capital y de Neuquén parecían confirmarse una a otra, acicateando los miedos de las nuevas autoridades y predisponiéndolas a tomar medidas extremas.7 Durante esos días, como expresó Quintar (2000:172), 'el pequeño rumor se multiplicó, el temor fue adquiriendo dimensiones inesperadas, y la ficción comenzó a amenazar seriamente con ganar la partida ante la realidad'. Los rumores de que las fuerzas yrigoyenistas se rearmaban en Buenos Aires movió al gobernador a designar a Paterson también como Jefe de Policía del Territorio, reteniendo los cargos de interventor municipal, jefe del distrito militar y de Correos y Telégrafos (f° 79).

El flamante Jefe de Policía adivinó una violación del secreto telegráfico en la difusión de estos rumores provenientes de Buenos Aires. Apersonado en el edificio de Correos y Telégrafos, comprobó que las falsas noticias provenían de la oficina de Bahía Blanca o de Chile.8 En la madrugada del 9 de septiembre llegó un telegrama del general Uriburu comunicando que no se estaba desarrollando ninguna contrarrevolución sino que se trataba de una falsa alarma generada por el 'Klan' radical.9 Pero el telegrama no convenció a Paterson, quien expresó que:

después del barro de la manifestación de esa tarde él se jugaría entero, no estando dispuesto a perjudicarse por nadie, y que cada cual se arreglase como Dios lo ayudase (f° 78)

La contrarrevolución, entendía, ya había comenzado: el telegrama de Uriburu no lo convenció de lo contrario. Lo que se inició, en realidad fue su delirio paranoico, pues no vaciló en acusar al general Agustín P. Justo de ser el jefe de esa maniobra (fº 78). Paterson también denunció que un capitán de filiación radical había llegado a la ciudad.10 Según expresó Paterson, este capitán era parte del complot yrigoyenista dirigido por el general Justo.11 El flamante Jefe de Policía comenzó a dar órdenes de acuerdo con el descubrimiento de esa conspiración yrigoyenista. Decidió, junto al gobernador Delfino, realizar algunos allanamientos y detener a policías y prostitutas involucrados en ese complot (f° 200). Ordenó investigar a quiénes habían llegado en el tren junto al capitán radical. El fracaso de las tareas de inteligencia policial le costó la cárcel al oficial que no pudo identificar a los 'radicales que bajaron del tren' (fº 40).

De allí en adelante el ritmo se aceleró, se ordenó acuartelar y apertrechar al personal policial. Los agentes y oficiales de la comisaría extranjeros o hijos de extranjeros fueron detenidos por orden de Paterson (fº 93-102). El gobernador justificó estas detenciones pues los oficiales en cuestión se 'habían vendido' al dirigente anti-yrigoyenista Etcheluz, quien se acercaba desde Zapala para tomar la gobernación (f° 51), reactualizando y confirmando el temor que había circulado los días previos al golpe. Así, lo que horas atrás era denunciado como un complot yrigoyenista, ya tomaba formas un tanto más complejas, o más bien contradictorias: se denunciaba que estaba liderado por el máximo anti-yrigoyenista del Neuquén.

La madrugada del día 10 se allanó un hotel en búsqueda de los supuestos participantes de la conspiración. Al hacerse presente allí, Paterson le advirtió al juez federal que había riesgos de estar sufriendo una invasión chilena en Neuquén y que todo el pueblo debía armarse para cooperar con el ejército y la policía (fº 202). En esa circunstancia habló de 'ataques y de espías chilenos' (fº 212). En el allanamiento se detuvo a 14 hombres 'vendidos a Chile' (f° 75). Consecuentemente, Paterson ordenó el acuartelamiento militar, advirtiéndole a la tropa que desde Zapala estaba en marcha un grupo armado con 'objeto de libertar a los detenidos y apoderarse de la Gobernación'.12 El complot imaginado por Paterson y avalado por el gobernador Delfino, asumía rasgos caricaturescos: era yrigoyenista, anti-yrigoyenista y chileno.

¿Qué pasaba en Zapala?, ¿Había en marcha, efectivamente, una movilización armada sobre la capital? El panorama era el contrario. Si en la ciudad de Neuquén tardó dos días en producirse el triunfo de las 'fuerzas revolucionarias', en el interior del Territorio se demoró más. Quienes deseaban desalojar del poder local a los yrigoyenistas no tenían tropas armadas a las cuales recurrir. El interventor local continuaba manejando la policía y hostigando a opositores como Etcheluz aun cuando Yrigoyen había dejado el poder días atrás (Río Negro, 18/9/1930:4; La Prensa, 15/9/1930:22). Algunos documentos permiten pensar que Etcheluz y otros dirigentes fueron encerrados al intentar apropiarse de las armas del Tiro Federal.13

En una violenta interrupción en la comisaría de Paterson, el gobernador Delfino y el ex-intendente Ardenghi, fueron detenidos oficiales y agentes de policía al grito de '¡se han vendido por cinco pesos, traidores a la patria!'.14 Paterson dispuso el arresto de decenas de supuestos involucrados en la conspiración, entre ellos el periodista Alejandro Chaneton, socio político y comercial de Etcheluz. Según informó el Jefe de Policía, los detenidos estaban implicados en el tráfico de alcaloides o 'eran traidores a la Patria que se habían vendido a los chilenos' (f° 203).15 Los arrestados quedaron a la espera del cumplimiento de la orden de fusilamiento que dio Paterson. Se estableció un estado de sitio y se amenazó con aplicar la ley marcial:

el pelotón de conscriptos armados recorría las calles, dando a conocer el bando y haciendo saber que al primer tiro que se les disparase ejecutarían en el acto a los detenidos (La Nación, 13/9/1930: 9)

El delirante teniente elaboró un croquis detallando por dónde ingresaría la invasión chileno-radical proveniente de Zapala, que intentaría tomar la Gobernación, el Banco de la Nación y la cárcel (f° 205). Paterson comisionó al ex intendente Ardenghi junto con unos pocos conscriptos para que se trasladara a la ruta, con el encargo de retrasar la llegada de los invasores (Neuquén, 17/9/1930:1). En la seguridad de constituir una avanzadilla, Ardenghi reclutó a chacareros de la zona y los sumó a su puesto de observación sobre el camino a Zapala. La posibilidad de que hombres armados asaltaran al pueblo no pertenecía sólo al imaginario delirante del teniente. El juez federal se comunicó telefónicamente con Etcheluz para prevenirlo de que se abstuviera de acercarse con tropas a la capital.16 Poco antes, el gobernador Delfino le informó a las autoridades y empleados del Banco Nación que los invasores armados ya se encontraban a 90 km. de Neuquén y habían cortado las líneas de comunicación (f° 153). Poco después los empleados bancarios y telegrafistas fueron detenidos como supuestos protagonistas de la conspiración (f° 86). La cantidad de arrestados obligó a improvisar siete nuevos ámbitos de encierro en el pueblo.17 La confusión producida por las desopilantes y coercitivas maniobras se vio agigantada por la interrupción de las líneas telefónicas y telegráficas luego de que Paterson destruyó la oficina central de teléfonos y el servicio de telégrafo (La Nación, 13/9/1930: 9).

Durante la mañana del día 11, Paterson reunió a la tropa del Distrito militar y del Destacamento de Aviación y les manifestó que 'no fumaran, comieran ni bebieran, porque espías chilenos y traidores a la patria, querían eliminarlos'.18 Pero su delirio paranoico continuó creciendo: ordenó detener al gobernador Delfino por formar parte de la conspiración (f° 265). El juez federal y el director de la cárcel fueron amenazados por el delirante teniente, que seguía buscando a los 'vendidos a los chilenos', que habían envenenado la carne y el agua (f° 172). Paterson justificó sus hechos por estar 'empeñado en la gran empresa de salvar a la Patria', por lo cual 'mandaría fusilar a toda la población y con la última bala se quitaría la vida' (f° 206). Convencido de la magnitud de la conspiración yrigoyenista-antiyrigoyenista-chilena, el teniente marchó a la estación del ferrocarril, donde prosiguió con sus delirios agresivos.19 Paterson volvió a la oficina telegráfica pues quería saber si había tenido respuesta su pedido de envío de una división del ejército y escuadrillas de aviones. El encargado de la radio (que según un testigo 'parecía tan loco como el teniente', f° 263) le informó que la Casa Rosada envió aviones con rumbo a Neuquén para repeler la invasión yrigoyenista-chilena.20

Luego de los incidentes en la estación ferroviaria, el juez y el director de la cárcel consiguieron encerrar a Paterson y someterlo a examen médico. Reducirlo no era una misión sencilla, pues existía el riesgo de que los 30 conscriptos y los 50 policías que custodiaban a los 300 detenidos usaran sus armas (f° 208-210). El juez se encargó de que los oficiales y suboficiales tomaran nota del estado que presentaba Paterson, de manera de asegurarles que no incumplían con sus órdenes. Se retiró la vigilancia de la estación de radio y recuperaron la libertad los detenidos tras la llegada del capitán Romanella y su tropa, provenientes del regimiento de Las Lajas: esa misma madrugada del día 12 Romanella asumió la gobernación.21

La locura de los cuerdos (una interpretación)

¿Por qué el grueso de la oficialidad del Ejército y de la policía, así como el gobernador y el ex-intendente siguieron al teniente cuando era evidente que sufría una grave afección mental? ¿Cuáles fueron las causas que confluyeron para que un ataque paranoico individual tuviera la capacidad para 'describir' y operar sobre la realidad? Los sucesos de septiembre de 1930 en Neuquén son imposibles de comprender si se los achaca solamente a la demencia de Paterson. Es necesario tener en cuenta los procesos culturales e ideológicos desarrollados durante los años previos en la región y el país. En primer lugar, no se puede entender la 'carta blanca' que recibió Paterson y la verosimilitud de sus discursos si no se atiende a la representación del Ejército en la Patagonia. Imaginado y auto-imaginado como custodio de una soberanía siempre amenazada en el sur, el Ejército concitaba un notorio apoyo en sectores dirigentes de la población patagónica.22 Un espacio considerado durante décadas como el eslabón último de la soberanía patria, y en el que muchos de sus habitantes se creían guardianes de una nacionalidad amenazada, colaboró en la forja de una imagen positiva del Ejército. Esa representación del soldado en la Patagonia se articulaba con la idea de civilizar y poblar el 'desierto'. Acierta Prislei (2001a:92) al señalar que la situación fronteriza condicionó a los territorianos a creerse custodios de los límites nacionales.

Esta figura de guardián extremo de la soberanía se expresaba en 'instituciones de vigilancia' que exacerbaban los miedos a la violación de las fronteras nacionales y que constituían una cultura política bastante particular (cfr. García 2001:214). Siendo una de las pocas caras que el Estado nacional mostraba en los espacios australes, la actividad castrense recibía un buen trato en la prensa y la opinión pública (Facchinetti et al., 1997:99). El soldado era considerado un prototipo de la argentinidad, preparado para enfrentar la rigurosidad climática y social patagónica (Baeza, 2003:110). El teniente Paterson, arriesga Quintar (2003:38), estaba dotado de ese espíritu misional mesiánico y se sentía con la responsabilidad del pasado y del futuro nacional en sus manos.23

La relación entre militarismo y Patagonia se incrementó después de 1930, y se expresó en un mayor despliegue de las fuerzas armadas nacionales y la formación de la Gendarmería Nacional (1938). La creación de nuevos asentamientos militares fue vista positivamente por la prensa regional, pues lo asociaba con la llegada de comunicaciones y defensa y lo creía garantía de la continuidad del proyecto civilizatorio y argentinizador (Prislei, 2001a:97).24 En 1933 el gobernador de Neuquén recomendó establecer tropas para nacionalizar la pre-cordillera (Gentile, 2003).25 Una revista neuquina, apenas un día después de la captura de Paterson, clamaba porque se finalizara la 'conquista definitiva de Neuquén', demostrando la

magestad que inspira el criollo de la línea de fortines, de las siembras, de nuestro ejército, que sabe de nuestra epopeya pasada, de las campañas militares, de las normas renovadoras del progreso, de las conquistas del arado y del riel (El Territorio, 12/9/1930: 4; Gentile, 2003)

Desde los años veinte una serie de agrupaciones políticas y católicas fueron construyendo esta cultura política que profesaba un culto del mundo castrense en tanto les parecía la representación por excelencia de cómo debería estar ordenada y jerarquizada la sociedad argentina. Escuelas salesianas, círculos de obreros católicos, la Junta de Defensa Antiaérea Pasiva, los boy scouts, la prensa y los clubes de tiro fueron algunas de las instituciones propaladoras de un discurso católico, nacionalista y belicista, que preconizaba las ideas de amenaza externa, cruzada anti-decadentista, vigilancia y evangelización. Esas instituciones contribuyeron a articular una red de sociabilidad y un estado de opinión e, incluso, a institucionalizar la esfera pública local (García, 2001:214). Esta cultura política se caracterizó por el abandono de posiciones meramente defensivas o reaccionarias en los años veinte, para pasar a un contenido movilizador y propositivo. Estas organizaciones apuntalaban la constitución de una Patagonia, sino en armas, al menos preparada para su defensa.

Esta cultura política de la vigilancia en la Patagonia había reconocido como puntapié la formación de filiales de la Liga Patriótica Argentina en los '20 (Caterina, 1995:41; Prislei, 2001a:95).26Junto a la Liga se contaban las filiales de la Acción Católica, los Círculos de Obreros Católicos y grupos de jóvenes católicos, alentadas por la orden salesiana, la de mayor presencia en la Patagonia desde 1883 (Bandieri, 2000:142). Su actuación no se limitaba a la 'cuestión social', sino que desarrollaba otras estrategias de intervención pública, en sintonía con una renovación de la militancia católica. Cercanos a los grupos católicos se encontraba un amplio grupo de figuras e instituciones con referencias militares, como las asociaciones de Reservistas, que realizaban prácticas militares en la década de 1930. También fue el caso de la asociación de boy scouts de Neuquén, creada en 1935 a instancias de los nacionalistas de la revista El Territorio y bajo auspicio policial y militar (Teobaldo et al., 1996:176). Se confiaba en que militarizar a la juventud la alejaría del socialismo y estimularía sus sentimientos patrióticos. La Junta de Defensa Antiaérea Pasiva se encargaba de difundir en programas radiales información acerca de las acciones a seguir en caso de bombardeos. Los clubes de tiro se expandieron con fuerza en la década de los treinta. No se trataba meramente de una expresión deportiva, sino que los miembros del Club eran conscientes del valor político de su participación.27 El aprendizaje del tiro era una obligación del 'buen ciudadano', atendiendo a los peligros que acosaban a la nación, ya fuera la revolución comunista o la invasión chilena (García, 2001: 215).

Comparado con otras regiones del país, la debilidad de la sociedad política local -resultado del 'republicanismo tutelado' en que se desenvolvían los territorios- permitió que el Ejército jugara un rol significativo en la construcción de la identidad patagónica. El delirante accionar de Paterson no encontró límites institucionales ni partidarios: sólo pudo ser controlado cuando lo abatió el cansancio físico. La población ofreció posiciones que iban desde el temor a la aprobación completa, pasando por la mirada burlesca. Pero no había allí una institucionalidad ni una práctica asociativa que restringiera el margen de maniobra de un sujeto en estado de alucinación. La ausencia de una tradición hegemónica y de sectores locales capaces de imponerla en la región, consagraron al Estado y al discurso nacionalista -monopolizado por oficiales del Ejército- como claves en la construcción de la identidad local (Gentile, 2003).

Otra de las razones que ayuda a entender la credibilidad de Paterson es que su delirio sobre la posibilidad de una invasión chilena no iba demasiado lejos de lo que expresaron otras figuras en fechas cercanas. La 'amenaza chilena' era un lugar común en el que abrevaban autoridades civiles y militares asentadas en la región patagónica desde fines del siglo XIX. Piénsese en el Ferrocarril del Sud tendido hasta Neuquén primero (1902) y Zapala después (1913), creado para trasladar tropas a la frontera antes que la producción neuquina al puerto de Buenos Aires.28

La preocupación de las fuerzas de seguridad por la potencial invasión chilena estuvo lejos de ser un invento de Paterson. En 1920 el director de la cárcel de Neuquén denunció un plan de sublevación de algunos presos que contaba con la colaboración del cónsul chileno de la localidad (Rafart y Debattista, 2003:101). Sostuvo que con ayuda de 'chilenos armados y dispuestos', los presos se sublevarían y atacarían al juez, al gobernador y al jefe de policía. Estos chilenos tendrían pensado asaltar al banco, la comisaría y la cárcel.29 Durante 1930 el teniente coronel Pierástegui (1930:205) se refirió a Neuquén como una región que debía preocupar al país porque era 'la puerta de entrada de un vecino pobre y por lo tanto peligroso'. Escribió que Neuquén era, geográficamente, parte de Chile por lo que debía evitarse 'la atracción hacia el Pacífico'. Impresiones similares formuló el jefe de Policía de Neuquén en 1930, poco después del episodio protagonizado por Paterson. Señaló que el 'elemento chileno' sólo primaba entre los mayores de 40 años, lo cual era positivo puesto que se trataba del

tramo cordillerano expuesto a soportar un empuje en el caso de un avance extranjero, pues la posición topográfica de la línea recta al corazón del Sud (Bahía Blanca) sería el ideal de los invasores 30

En mayo de 1928 el destacado nacionalista Juan Carulla escribió una profética columna en el maurrasiano La Nueva República. Se trata de una crónica futurista de tono apocalíptico: el registro ficcional y paródico de la nota permite apreciar claramente las 'preocupaciones y pesadillas liberadas de las trabas que la intervención política tradicional exige a la argumentación' de acuerdo con Lvovich (1999:49-50). En esta ficción que Carulla ambienta en 1940, el interventor estadounidense mandará a hacer un balance de la patética decadencia argentina. Allí se menciona que los abusivos impuestos ahogaban a los pocos hacendados que quedaban, que los campesinos habían ocupado las propiedades al grito de '¡Tierra y Libertad!', que el empleo público era la ocupación predilecta y que el escaso comercio sobreviviente era controlado por los judíos. Pero en lo que aquí interesa, el inspector norteamericano señalaba que Neuquén había sido ocupado por el ejército chileno…

Conclusiones

¿Cómo desmenuzar esta madeja de rumores, paranoia y angustias que se ha intentado retratar? El primer paso es recordar que estos hechos son contemporáneos y co-determinados con los ocurridos en Buenos Aires en 1930. Telégrafos y ferrocarriles trasladaban las noticias, profundizaban las angustias y vehiculizaban las imágenes fantasmáticas de una punta a otra de los cables y los rieles. El golpe de estado promovió temores y decisiones en Neuquén, como instaurar un interventor militar en la ciudad o arrestar a los supuestos contrarrevolucionarios radicales. Pero los episodios de Neuquén también influenciaron en la Capital: las acciones de Paterson y sus hombres forzaron la resolución de designar nuevas autoridades para el Territorio y de enviar aviones para frenar la imaginada invasión chilena.

Más allá de que los hechos aquí analizados pertenecen a la esfera local, dan cuenta de un marco referencial ideológico y cultural mayor: los actores neuquinos recurrieron a discursos y símbolos políticos tributarios de la escena nacional. La imprecación contra la 'demagogia radical' o la hipótesis del conflicto bélico con Chile eran ideas presentes en los grupos de derecha y las fuerzas armadas concentrados en Buenos Aires. Pero así como se visitó esa suerte de 'bodega cultural' nacional para interpretar, justificar y promover ciertos sucesos en Neuquén, también ha de considerarse que intervinieron otras tradiciones y prejuicios regionales, como las imágenes sobre los chilenos residentes en Patagonia. Así, a la preocupación extendida entre las dirigencias políticas y la corporación castrense sobre las apetencias militares chilenas sobre la Patagonia (Lacoste 2003), se le superponía un extendido prejuicio anti-chileno de naturaleza socio-cultural, que divulgaban y formaban sectores ilustrados en la Patagonia (Palma Godoy, 1995). Más allá de tener ambos al 'chileno' como objeto de sospecha, no deben confundirse los dos discursos: a) la idea de que Chile no había abandonado sus pretensiones sobre la Patagonia oriental era una hipótesis de conflicto bélico que se aprendía durante la formación castrense y que se encontraba difundida en la Patagonia entre las fuerzas de seguridad (cárcel, ejército, policía, etc.); b) los prejuicios anti-chilenos eran promovidos por los 'notables' patagónicos y no poseían necesariamente dimensiones políticas, o militares. Imprecaban a los chilenos por su supuesto rechazo al empleo, su alcoholismo y su resistencia a nacionalizarse. Así, aunque el ataque paranoico de Paterson no fue creado por la chilenofobia presente en la Patagonia, ésta le brindó un suelo fértil para la expresión de su discurso. Se invocó un miedo previo -por lo tanto más verosímil- para justificar una serie de acciones y convencer a los remisos: de esta manera la proclamación de la existencia de una contra-revolución chileno-radical tendía a electrizar el campo político local, generando dos polos identitarios excluyentes. Según la maniquea propuesta del conspirativismo, se agrupaba por un lado la revolución de septiembre, los buenos argentinos y el Ejército y por el otro los enemigos internos, Chile y la demagogia radical.

Este dispositivo imaginario, como mostró Baczko (1999:30) brindaba un esquema colectivo de interpretación de las experiencias individuales, codificaba las expectativas, fusionaba en la memoria colectiva las representaciones del pasado y generaba futuros proyectando obsesiones, fantasmas, esperanzas y sueños colectivos. En la medida en que se recurre a este horizonte de expectativas, había más chances de ser tenido por 'cierto'. La denuncia del director de la cárcel en 1920 de que forajidos chilenos iba a invadir la ciudad, da cuenta de la existencia dentro del imaginario norpatagónico de una figura fantasmática similar a la que Paterson y sus tropas creyeron ver diez años después. El ingreso de unas bandas de chilenos dispuestos a asaltar las instituciones públicas (la cárcel, el Banco de la Nación, la Gobernación, etc.) se convirtió en una amenaza mucho más verosímil en 1930. Corbin (1990:33-34) ha mostrado cómo ante una ola de rumores una comunidad conjura su temor reactivando las representaciones pasadas, delatando 'la inercia de las actitudes' y ajustando los antagonismos presentes a las viejas ansiedades y representaciones. Ideas parecidas expresó Lefebvre (1986:70) cuando señaló que si una comunidad espera la aparición del enemigo, 'es indudable que en algún momento se creerá que ha llegado'. De acuerdo con Baczko (1999:38), en los momentos de pánico colectivo la imaginación es víctima de una patología y sólo produce fantasmas, fabulaciones y conspiraciones. Pero estos fantasmas son funcionales, pantallas dramatizadas y amplificadas de malestares y angustias.

La detención de una décima parte de la población, la creencia en la inminencia de la invasión trasandina y la grotesca extensión de la supuesta conspiración anti-patriótica, ¿fueron resultados buscados o inesperados? Las tropas y vecinos que salieron a la caza de los invasores y de sus cómplices internos, ¿sabían que se trataba de una fábula que les convenía? O, por el contrario, ¿actuaban de acuerdo con una percepción 'real'? Detrás del raid de Paterson es posible identificar tanto a quienes les convenía que se creyese en la existencia de una conspiración yrigoyenista-chilena como la convicción sincera de que estaba en marcha una invasión desde el Oeste. Como mostró hace setenta años Lefebvre (1986:70), los sujetos más sensibles, los sobre-excitados, las figuras aisladas o aquellos que están encargados de la seguridad, son los primeros en percibir la llegada del invasor: un sujeto sospechoso, algún suceso inesperado y la autosugestión hacen el resto del trabajo…

Notas:

1 Etcheluz se radicó en el Territorio de Neuquén en 1900. En 1913 se instaló en Zapala, donde tuvo una larga vida social y política: jefe de la Oficina de Correos y Telégrafos, miembro de Juventud Unida de Zapala, el Tiro Federal, la Liga Patriótica Argentina y el Círculo Ítalo-Argentino. En 1930 dirigía en Zapala La Voz del Territorio, opositor al gobierno nacional y del Territorio (Prislei 2001a: 81-95).
2 Etcheluz aprovechó el golpe del Estado para enviarle un telegrama al nuevo ministro del Interior dando cuenta de los atropellos administrativos del interventor yrigoyenista. En su cahier de doléances reclamaba el envío de una figura más acorde con los tiempos políticos abiertos por Uriburu (probablemente Etcheluz se imaginaba como el más dotado para ese puesto). Neuquén, (17/9/1930: 1).
3 Este oficial cordobés (1904-1989) egresó en 1924 del Colegio Militar como subteniente, ocupando un destacado 14° puesto de su camada. Fue ascendido a subteniente (1924) y teniente (1927), pero los incidentes de Neuquén le costaron el pase a retiro (1931). Fue reincorporado en 1945 en y fue ascendiendo, pero con lentitud: teniente 1º (1946), capitán (1952) y mayor (1958). Paterson se retiró en 1970 como teniente coronel. Los problemas mentales de Paterson ya habían sido advertidos por sus profesores en el Colegio Militar: en 1925 uno de ellos lo describió como 'un poco nervioso'. Archivo General del Ejército, 'Legajo Personal de Paterson Toledo, Julio Eduardo', Exp. 17438. Separador II, f° 5.
4 Paterson entendía que se debía realizar 'una manifestación de este vecindario que él estaría en condiciones de conseguir por intermedio de su amigo Roberto Linares' Archivo de la Justicia Letrada del Territorio de Neuquén, Exp. n° 895, año 1930, 'Sumario instruido con motivo de detenciones varias ordenadas por el jefe de policía interino tte. del ejército don Julio Paterson Toledo', fº 77. Salvo que se indique lo contrario, el número de folio citado corresponde a ese expediente.
5 El gobernador, atendiendo a que 'hallábase reunido el noventa por ciento de la población', nombró interventor municipal a Paterson, con lo cual 'el entusiasmo fue entonces indescriptible' según La Nación (10/9/1930: 10). En el acta del 8 de septiembre el gobernador manifestó que nombraba a Paterson 'a pedido del Pueblo y del Ejército'. Archivo Histórico Municipal de Neuquén, Libro de Actas n° 3, 1921-1933, f° 293-296.
6 El acta cuenta aproximadamente con 115 firmas, lejanas del 90% de la población y las 400 personas que sostuvo La Nación. Pese a la ausencia de la prensa publicada esos días en Neuquén, es posible intuir la existencia de enfrentamientos políticos y periodísticos detrás del episodio. Cfr. las referencias en Archivo Histórico del Municipio de Neuquén, Libro de actas n° 3, 1921-1933, f° 51.
7 La llegada de las noticias sobre una contra-revolución empujaron al gobernador Delfino a anunciar informalmente que en Neuquén se aplicaría la ley marcial (f° 50). La posibilidad de que se efectuaran actos de resistencia yrigoyenista se sentía cerca de Neuquén. El 8 de septiembre se produjo un incidente en General Roca por motivo del estallido de bombas de estruendo: 'se creyó en un principio eran con motivo de nuevos y graves sucesos. Se supo después que las detonaciones partían de frente del local del Teatro Español, en homenaje a las nuevas autoridades' (Río Negro, 11/9/1930: 4).
8 El inspector de Correos comprobó que las falsas noticias sobre el alzamiento provenían de Choele Choel y habían llegado desde la Estación de Radio El Mercurio de Santiago de Chile. Archivo General del Ejército, exp. 17438.
9 A lo largo de 1929 y 1930, el gobierno de Yrigoyen respondió a las provocaciones de la oposición conformando grupos de choque. Aunque las actividades de estos grupos, denominados por la oposición el 'Klan radical', venían reseñadas en la prensa en un tono alarmista, a la hora de defender al gobierno en septiembre de 1930 demostraron un bajo valor como squadristti (Rouquié, 1983: 207; Tato, 2004: 172).
10 El capitán Estrada llegó esa noche en el tren y se reunió con Paterson, quien 'no mostró que tuviera las facultades mentales alteradas' según declaró (f° 131).
11 Paterson manifestó que 'había descubierto un complot muy grave, que en el tren de esta noche llegado de Buenos Aires, habían desembarcado muchas personas que se alojaron en el Hotel Confluencia' (f° 79).
12 Archivo General del Ejército, Exp. 17438.
13 El Jefe de Correos de Zapala denunció que 'Etcheluz y acompañantes habían intimado con ostentación de armas la entrega de los cerrojos de los máuser del Tiro Federal'. Archivo Histórico de la Provincia del Neuquén, Copiador 217, f° 41, 29/9/1930.
14 Uno de los detenidos en esa ocasión declaró que a la comisaría entraron Delfino y Paterson amados. Éste gritó 'que es esto, están sublevados, se han vendido por cinco pesos, traidores a la patria' (f° 7-8). Chaneton declaró que un oficial les gritó: '¡Perros traidores, pagarán con la vida la traición a la Patria!', La Nación, 13/9/1930:9.
15 Luego de esa detención colectiva en la comisaría comenzó una razzia orientada hacia todo lo que oliera a chileno o a radical en la ciudad: una prostituta fue detenida, acusada por Paterson de ser la Mata Hari patagónica ('vos sos una espía chilena y vas a pagar con tu vida', f° 134).
16 El dirigente zapalino le confió que no estaba en marcha hacia Neuquén y que nunca había intentado dirigirse hacia allí (f° 210).
17 La situación desbordó los límites de la ciudad y comenzó a afectar a pueblos vecinos, donde pobladores se armaron ante los rumores de fusilamientos (Río Negro, 18/9/1930).
18 Archivo General del Ejército, Exp. 17438.
19 Paterson hizo fuego contra trabajadores ferroviarios por creerlos culpables de traer cañones en el tren (f° 235).
20 Las autoridades habían ordenado la partida desde la base de Puerto Belgrano de dos aviones 'que llegaron hasta Choele Choel, cuando se aclaró que toda la alarma se debía a la alteración mental del oficial' (Río Negro 18/9/1930:3).
21 La Nación, 13/9/1930: 9; Archivo Histórico de la Provincia de Neuquén, Libro Copiador 217, f° 7.
22 Un destacado pioneer y ex gobernador de Neuquén editó ese año un libro en la Biblioteca del Suboficial. En la introducción señaló que a su libro 'ningún destino podría darle hoy que fuera más grato a mi alma nativa que ponerlo en manos del ejército de mi patria, al que más ya no puedo querer'. San Martín (1930:9).
23 El delirio paranoico y megalómano de Paterson lo hizo decir: 'si ustedes me ayudan, hemos de salvar la Patria, pues estamos encima de un volcán de conspiradores' (f° 257).
24 'La república necesita valorizar las tierras del sur y que un soplo de argentinismo invada la frontera. Y no será mucho esperar que la llegada de las tropas y la entrada de los conscriptos territoriales en las nuevas guarniciones sea un presagio de la tarea colonizadora, sin la cual jamás serán nuestras regiones invadidas por el espíritu de ultracordillera', Río Negro, 13/1/1930, 3-4 y 28/1/1937, 1.
25 No es ocioso recordar que 50% de los gobernadores de Neuquén entre 1884 y 1946 era de origen militar y que tres militares gobernaron ininterrumpidamente Neuquén entre 1930 y 1943 (Gentile 2003).
26 La constitución de la brigada en Neuquén fue el único caso en que tuvo participación decisiva un militar con mando de tropas (Caterina 1995:46).
27 Cfr. la nota de un teniente instructor de tiro ofreciéndose a enseñarle tiro a la juventud local, ya que 'es el mejor deporte por cuanto el ciudadano aprende a defender la patria con honor y altivez' (Río Negro 22/4/1937: 7). En 1926 el diario Neuquén señaló que 'la práctica del Tiro, a la vez que un sport, es el aprendizaje de la defensa propia y colectiva' (Prislei 2001a:93).
28 Un militar advertía en 1894 sobre la inminencia de la invasión chilena al sur argentino: 'Chile prepara la conquista; la prepara porque a ella lo impulsa la miseria de su territorio, el espíritu de la raza que lo puebla, y sobre todo, porque a ella lo obliga su porvenir como nación' (Anónimo 1894).
29 Archivo de la Justicia Letrada del Territorio del Neuquén., Exp. 127 bis, Año 1920 f° 23.
30 Memoria del Gobernador, correspondiente al período 1930-1, Archivo Histórico de la Provincia de Neuquén. Los ejemplos se multiplican. En 1935 el general Sarobe (1999:134) expresó que a través de la 'frontera desguarnecida' del sur se producía la 'infiltración de elementos indeseables', responsables de delitos que afectaban a los 'pobladores de verdad'. En 1933 el coronel Rodríguez, gobernador de Neuquén, consideraba necesario restringir la acción abusiva de los cónsules chilenos (Gentile 2003).

Referencias bibliográficas
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recibido: 08/04/05
aceptado para su publicación: 24/10/05