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Cuadernos del Sur. Historia

versión impresa ISSN 1668-7604

Cuad. Sur, Hist.  n.34 Bahía Blanca  2005

 

Ricardo Zabalza Elorga (1898-1940). Semblanza de un dirigente sindical

Emilio Majuelo Gil

Campus Arrosadia. República de Navarra. e-mail: emilio.majuelo@unavarra.es

Resumen
En este artículo se pone de relieve la importancia política y sindical que tuvo el dirigente del Partido Socialista Español a lo largo de los años 30, durante la segunda república española y la guerra civil. Secretario general de la más potente organización campesina española, fue luego diputado en las Cortes españolas y gobernador civil de Valencia. La proyección de este prominente político resulta incomprensible sin la referencia al largo periodo de su estancia en Bahía Blanca donde destacó como líder gremial, escritor, conferenciante y enseñante.

Palabras clave: República; Campesinado; Sindicalismo.

Abstract
This paper highlights the significant role played in spheres of politics and trade unionism by the 1930's leader of the Spanish Socialist Party at the time of the Second Spanish República and the Spanish Civil War. A General Secretary for the major Spanish Farmers' Association, he was later appointed representative at the Spanish Courts and Governor of Valencia. The standing of this prominent politician can be better understood if reference is made to his long stay in Bahía Blanca, where he was a well-known trade union leader, writer, lecturer, and teacher.

Key words: Workers' Movement; Trade Unionism; Biography.

No resulta fácil escribir sobre aquellas personas que nos resultan atractivas por su relevancia en algún ámbito de la vida o por algún aspecto destacado de su personalidad, cuando hasta sus rasgos físicos nos son desconocidos. En estos casos se desearía, al menos, haber podido grabar en nuestra retina algún detalle de su rostro guardado en reproducciones fotográficas, haber podido captar el perfil de su figura en desconocida reunión pública o con el grupo de amigos congregado en un momento de ocio, en el campo, en la montaña o quizás en familia, donde rodeado de los suyos permitiera intuir alguna dote personal que acompaña a los gestos, ahora congelados en la imagen.

Es también complicado hacer justicia a las acciones renombradas de una persona cuando su pasado y su infancia siguen siendo, en buena medida, ignorados, como si las esperanzas y anhelos que se forjaron en los ávidos años de la juventud se disiparan en una neblina que disuelve la continuidad que atraviesa la vida de todo ser humano. De Ricardo Zabalza Elorga se ha hablado poco y no siempre bien y con acierto, atribuyéndole cualidades y defectos, sin disponer, siquiera, del esbozo de su físico en el que poder plasmar unos u otros. No voy a ofrecer una semblanza de este dirigente sindical a partir de la materialidad tenue de un negativo de película. Quiero, por el contrario, mostrar desde la indagación histórica algunos de los detalles que hicieron de su vida un caudal de experiencias socialmente interesantes para los que le conocieron. También dar a conocer aspectos que no siempre aparecen en su nómina de hechos relevantes pero sin los cuales resulta difícil entender éstos. Los rasgos de la actividad sindical y política de Ricardo Zabalza Elorga en la historia española de los años 30 y los momentos, hasta ahora desconocidos, de su juventud en Argentina son la base nutriente de esta aproximación histórica a la vida de este dirigente sindical.1

Zabalza en Jaca (Huesca)

De principio, debe resaltarse la creciente importancia que adquirió Zabalza Elorga en la política española recién desembarcado en la península, hacia mediados de 1929, tras haber abandonado Argentina adonde había llegado a finales de 1913. No hay dudas ya sobre los motivos de su vuelta, pues unos años después, cuando en los primeros días de febrero de 1940 fue sometido a juicio sumarísimo por un tribunal militar franquista y el fiscal le imputó haber salido huyendo de la policía argentina a consecuencia de sus actividades sindicales en aquel país latinoamericano, Ricardo Zabalza respondió claramente a esta cuestión. Negó rotundamente esa acusación y aclaró que el motivo que le había impulsado a dejar el país argentino no fue otro que el deseo de retomar contacto con su familia, pasados ya muchos años desde la salida de su tierra vasca nativa, él había nacido en Erratzu (Navarra), atendiendo a la invitación de sus familiares más directos que le habían animado a regresar aprovechando la celebración, en 1929, de la Exposición Universal de Barcelona. Lo cierto es que a finales de 1930, Ricardo residía en una zona pirenaica de conocidos valles y montes, mugante con Francia, en compañía de sus padres y hermanos que casualmente residían en Burgui, en el valle navarro del Roncal, y en Jaca, en la vecina provincia aragonesa de Huesca. Ciertamente fue algo imprevisto el que su regreso a España coincidiera con el avivamiento del espíritu republicano, reactivado tras la caída de la dictadura política del general Primo de Rivera. Las nuevas circunstancias abrían una gama amplia de posibilidades políticas y Zabalza tomó la decisión de no regresar a Argentina, después de una estancia de más de diez y seis años en el país austral. Su compromiso con la izquierda española le orientó hacia el partido socialista, al cual se afilió, colaborando en su reorganización y expansión. Además dio una sustanciosa ayuda económica a sus hermanos Javier y José que habían instalado una clínica dental en la ciudad de Jaca. A partir de entonces una nueva etapa se abrió en la vida de Ricardo Zabalza. Comenzó a tener un rostro visible e identificable ante los ciudadanos, no sólo de esa ciudad sino también de la vecina capital navarra, Pamplona, adonde se trasladaba con frecuencia.

Nada más llegar entabló contactos políticos en ese territorio aprovechando, quizás, el puente nunca roto de los lazos familiares en Navarra de manera que, desde muy pronto, se convirtió en un activista, comprometido frecuentemente en comparecencias públicas organizadas por las organizaciones socialistas y ugetistas, a resultas de lo cual fue detenido por la Guardia Civil en Yesa (Navarra) antes de la proclamación de la IIª República. El motivo de la detención aunque carece de relevancia es, sin embargo, muy revelador de su militancia puesto que Zabalza se encargaba de que el periódico, que había empezado a editarse en Jaca con el significativo título Jaca. 12 de Diciembre, en referencia a la intentona republicana protagonizada en esa ciudad en 1930 por los capitanes Galán y García Hernández, fusilados inmediatamente después de su acción, se imprimiera en Pamplona donde, por lo que se ve, había más facilidades de impresión que en Jaca. Su significación en los medios republicanos jaqueses y pamploneses y su figura como uno de los promotores de este reciente, pero potente, movimiento no pasó inadvertido a la policía que en informes de la época remarcan su activismo, catalogando a Zabalza de "peligroso individuo". Ya para entonces sus creencias y relaciones familiares, a las que hizo honor profesando un especial amor devoto hacia su madre, no eran en lo referente al aspecto religioso nada ambiguas. Sus padres, que perseveraron en las creencias religiosas hasta rayar en lo enfermizo, no contagiaron de este sentimiento religioso a ninguno de sus vástagos, con la excepción de una de sus hijas.

Ricardo, por el contrario, era en estas fechas uno de los impulsores de la Liga Laica en Jaca y mantenía contactos con otros asociados de Madrid donde residía la sede de dicha asociación.2

En Jaca debió ser conocido por el sobrenombre de "Predicador". De estas fechas, abril de 1931, son las primeras fotografías que disponemos de Ricardo Zabalza. Era un hombre alto y fuerte, como todos sus hermanos, de fisonomía robusta y traza deportista. De porte erguido, su cabeza bien armada destaca por encima de todos los que le rodean. Siempre atenta, su mirada aparece siempre dirigida hacia el frente, fija, como escrutando un punto allá en la lejanía hacia el que tiene volcado todo su ímpetu interior, sin distracción, abstraído de los detalles que le rodean. En su figura enorme destaca, además de su semblante serio, pero no adusto, adornado de sus imprescindibles anteojos, la concentración en el asunto que está atendiendo, como si el mostrarse de una pieza fuera el requisito espiritual que exige el tener conciencia de las cosas. En estas reproducciones que comentamos aparece de abanderado en el día que se proclamó la república en Jaca. Primero, en la calle Mayor, sujetando una enorme bandera tricolor, en medio de un inmenso gentío que suspira por la realización del sueño de justicia que simbolizó la caída de la monarquía y la llegada del régimen republicano, la niña bonita. Después, en pie, encaramado a un balcón de la casa consistorial de aquella ciudad, junto al mástil de la bandera tricolor encajado en un pie metalizado fijo a la fachada, se muestra justo al lado de la bandera ondeante sobre la ciudadanía arremolinada y expectante mientras se producía el traspaso de poderes municipales.3

De estos meses arranca su interés por los asuntos campesinos y ciudadanos. Aunque la cuestión campesina no tuvo gran importancia en esa zona de agricultura de montaña fue, sin embargo, uno de los asuntos que acaparó su atención y que no abandonó durante el resto de su vida. Tradicionalmente, al partido socialista español no le había caracterizado el tener una especial dedicación a la cuestión agraria, socialmente tan aguda, por otra parte, en amplias zonas de la península. Al contrario, su estrategia política se había articulado a partir del planteamiento clásico en la literatura marxista de finales del siglo diecinueve que remarcaba la primacía del proletariado industrial, en el amplio contexto de las clases oprimidas, y al que se daba el rango de motor del cambio social. Sin embargo, la llegada de la república española coincidió con un cambio de planteamiento en este importante asunto. Hacía muy pocos años que en un congreso del partido se había acometido seriamente el tema agrario dando como resultado la formación de un Secretariado de Agricultura (1927), origen de la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT) que nació justo antes de la proclamación del régimen republicano como organización campesina vinculada a la UGT. Más recientemente, se había reestructurado el funcionamiento de las organizaciones adheridas a la Unión General de Trabajadores, aconsejando a las secciones de Oficios Varios existentes en numerosas localidades a que formaran secciones sindicales según su rama de actividad, y, en consecuencia, se formaran las correspondientes secciones campesinas locales.4 La llegada del nuevo régimen había propiciado precisamente el acercamiento de miles de campesinos a las filas de la FNTT con la esperanza de que se realizara la reforma agraria, punto de enganche electoral y elemento programático clave de los socialistas en la primavera de 1931. Ricardo Zabalza se encontró, de este modo, con un auge de las reivindicaciones campesinas en un momento en el que la estructura organizativa sindical necesitaba nuevos cuadros militantes que facilitaran la organización y encauzamiento de los problemas campesinos. Zabalza, que permaneció en Jaca hasta enero de 1932, marchó a Navarra para volcarse en la problemática sindical agraria.

Antes de ello, sin embargo, debiéramos retener el significado de alguna de las iniciativas que impulsó mientras estuvo en Jaca ya que configuran otras facetas poco conocidas de su personalidad y de su actuación militante. Además de inscribirse en la Liga Laica, tuvo un empeño tremendo en la creación de un Ateneo Popular concebido no sólo como tribuna desde la que se propagarían las doctrinas más desarrolladas y atractivas para el mundo obrero, sino como un sistema alternativo de enseñanza que permitiera acceder a los trabajadores a una cultura mínima que les sirviera para defenderse mejor de la explotación a la que estaban sometidos. La ecuación liberación social y extensión educativa fue sostenida contra viento y marea desde su inicial estancia en Argentina hasta el final de su vida, y en ello influyeron tanto sus experiencias en el mundo del trabajo como su formación autodidacta cuyo perfeccionamiento nunca interrumpió. De hecho, no fue ninguna casualidad que esta apreciación sobre la función redentora de la cultura coincidiera con el hecho de que hubiera un buen número de dirigentes políticos republicanos, socialistas y comunistas provenientes del mundo del magisterio y que constituyeron, tomando el caso de los socialistas navarros, que no es sino uno más entre otros muchos, una referencia ineludible a la hora de explicar la expansión del socialismo por la Navarra meridional. Una exploración más profunda de esta relación, que no se ha remarcado lo suficiente a pesar de ser enormemente interesante, nos llevaría, sin duda, a comprender cuales fueron las razones por las que fue posible este matrimonio feliz entre los ideales de transformación social de la izquierda y el mundo de la enseñanza que en aquella coyuntura simbolizó el caso concreto de Zabalza.5

Zabalza en Navarra

Pero volvamos a su tierra navarra donde Zabalza participó junto a otros dirigentes locales en la expansión del socialismo. Pronto figuró en puestos de responsabilidad que él asumió con disciplina y entrega. Persona de carácter activo y laborioso desplegó una actividad enorme que se plasmó en la fuerte implantación de la FNTT en la provincia. Esta creció de modo espectacular aprovechando el atractivo de las reformas prometidas en los programas electorales de los partidos republicanos y del partido socialista. Además, en esta coyuntura favorable a la expansión organizativa influyó decisivamente la disponibilidad personal de militantes como Ricardo Zabalza y de otros dirigentes socialistas locales como Corpus Dorronsoro, Julia Alvarez Resano o Tiburcio Osácar. Inaugurados los, así denominados, domingos de propaganda socialista, visitaron la mayoría de los pueblos de la provincia a pesar del importante número de éstos. El resultado fue plenamente exitoso y la organización campesina creció al compás de las reivindicaciones planteadas durante los primeros años del nuevo régimen. Los problemas del campesinado navarro tenían un carácter estructural y se cernían sobre la vida campesina como una constante bifronte, como las dos caras de una misma moneda: el paro estacional y la escasez o ausencia de tierras para la labranza. Aunque sobre el problema agrario en España se ha escrito muchísimo durante estos últimos años, conviene recordar cuando menos que en el caso de Navarra el problema agrario incluía en su seno aspectos muy diversos y que era socialmente muy grave en algunas zonas. Su diversidad provenía, en primer lugar, de la gran extensión, en la zona sur de la provincia, de la gran propiedad de origen nobiliario y burgués, lo que asemejaba esta problemática a la del latifundio en las provincias andaluzas y extremeñas, y, en segundo, del predominio de la pequeña propiedad o propiedad ínfima, similar a la estructura de la propiedad agraria existente en zonas mesetarias castellanas y en la cornisa cantábrica. A esta estructura de la propiedad agraria tan disímil se añadía el problema de los arriendos rústicos, referido a las dificultades que afectaban al campesinado no propietario, y la existencia de una enorme propiedad rústica, perteneciente a entes públicos de ámbito provincial, local o mancomunado entre varios municipios, que caracterizó la cuestión agraria en Navarra respecto a otras problemáticas vigentes en el espacio peninsular.

Con todo, el problema específico social agrario navarro se centraba en las corralizas, grandes fincas originariamente de propiedad municipal que, a resultas del proceso de reorganización de clases durante la revolución burguesa-liberal, habían sido adquiridas por una minoría de grandes propietarios acentuando la privatización y desaparición de buena parte de los parte parte de los patrimonios municipales. Este proceso privatizador, aunque circunscrito fundamentalmente al siglo XIX, no evitó que arreciara, al intensificarse el capitalismo agrario durante las primeras décadas del siglo XX, un profundo conflicto entre el campesinado de la zona privatizada junto a sus representantes municipales y el grupo comprador de estos bienes comunales. La cuestión corralicera se desarrolló en diversos planos, político, judicial y también en el expresamente conflictivo configurando el panorama que Ricardo Zabalza encontró en Navarra cuando a principios de 1932 llegó desde Jaca.6

Su actividad se centró a partir de entonces en organizar y encauzar esas reivindicaciones acuciando a los representantes políticos desde la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra de la UGT para que se aprobara la ley de Reforma Agraria. Las pautas de la actividad reivindicativa campesina se vehiculizaron mediante la acción municipal, de modo que fueron las corporaciones las encargadas de confeccionar propuestas de solución del problema corralicero utilizando toda la información disponible para mostrar que la privatización de estas tierras había estado sometida a numerosas irregularidades jurídicas. De este modo, se impulsó una plataforma reivindicativa por todos los pueblos afectados de Navarra ante el organismo institucional más representativo de este territorio, la Diputación, que podía adoptar, en primera instancia, algunas medidas de gestión, al disfrutar históricamente de un régimen jurídico particularista, y que sirviera, en todo caso, como cauce ante el ministerio de Agricultura para que el tema corralicero se recogiera en el proyecto definitivo de reforma agraria y se agilizara su cumplimiento.

El proceso reivindicativo de la vuelta de las corralizas privatizadas al patrimonio común de los vecinos pasó por sucesivas fases entre 1932 y 1933, esto es, mientras duró la estancia de Zabalza en Navarra, coincidente a grandes rasgos con las propuestas de actuación del partido socialista, miembro entonces del gobierno de coalición republicano-socialista. Algunos de los rasgos más reseñables de esa lucha reivindicativa fueron la ubicación del problema corralicero, como ya se dijo, en el contexto de la reforma que debía ser aprobada en las Cortes; el sentimiento de impotencia en las bases campesinas ante el retraso de la aprobación de la Ley de Bases para la Reforma Agraria en las Cortes de Madrid; la multiplicación de las movilizaciones ante la lentísima aplicación de dicha ley durante el año 1933 y, sobre todo, ante la ausencia de una ley complementaria que pautara la recuperación legal de los bienes comunales, lo que motivó el consiguiente renacimiento del malestar y de la tensión social entre las masas campesinas afectadas por este problema, que, sumadas a la reivindicación formulada desde instancias estrictamente municipales, produjeron distintas formas de conflictividad manifiesta. De este modo fue asentándose la acción práctica colectiva del campesinado reivindicativo: movimiento municipalista en 1932 y 1933, con exigencias a favor de la recuperación de las tierras comunales ante la Diputación de Navarra y ante los ministerios de Agricultura y de Trabajo; estallido de formas conflictuales mal controladas, en un principio, por el Secretariado Provincial Campesino de la UGT de Navarra, y, por último, organización de la protesta desde el mismo Secretariado Campesino Provincial.

Efectivamente, en el mes de octubre de 1933 se llevó a cabo la ocupación de las corralizas invadidas por miles de campesinos, lo que reflejaba, a pesar de la breve duración de esta acción, el poderío organizativo de la FETT (Federación Española de Trabajadores de la Tierra, nueva denominación de la original FNTT) en Navarra dirigida por Ricardo Zabalza. La decisión de adoptar medidas de fuerza en el ámbito local se añadió a la amargura socialista por la nueva situación política general en la que el gobierno de coalición entre socialistas y republicanos de izquierda había quedado roto, haciendo todavía más difícil la solución del problema campesino desde el parlamento. Esta acción colectiva, en definitiva, significó la decisión de adoptar medidas que transgrediendo la legalidad sirvieran, como medio último y extremo, para conseguir la aplicación inmediata de la misma. La imposibilidad de que la izquierda obrera recuperara la iniciativa política después de los resultados electorales de las elecciones generales de noviembre de 1933, en las que Zabalza fue presentado dentro de la candidatura del Partido Socialista Obrero Español por Navarra, llevó a la ruptura de este esquema de funcionamiento que desde 1931 había combinado la defensa de la legalidad con la presión social contenida.

Este cuadro general de la lucha de los jornaleros y pequeños propietarios en Navarra muestra la problemática específica agraria en la que Zabalza se movió después de que fuera elegido secretario general de los campesinos navarros. El fue uno de los impulsores más insistentes de esta política que durante el bienio reformista trató de conservar el legado que los socialistas habían ido construyendo durante 1931 y 1932, esto es, su potencial organizativo, al tiempo que aparecía como un fiel cumplidor de la disciplina interna del partido contraria a que se lanzara a las masas a un enfrentamiento abierto contra la acción gubernamental. Sin embargo, desde el momento en que ésta última fue incapaz de mantener las conquistas conseguidas y de atender las demandas campesinas, las perspectivas de ir a un choque frontal fueron materializándose con rapidez. Esto fue lo que ocurrió oficialmente a partir del mes de enero de 1934, cuando las organizaciones que componían el movimiento socialista, esto es el PSOE, las Juventudes Socialistas y la central sindical UGT, acordaron pasar a la ofensiva ante lo que suponían sería el fin de la república progresista en el caso de que la organización política de las derechas españolas, la Confederación Española de Derechas Autónomas, accediera al gobierno.

Pero interesa resaltar aquí que la actitud de los dirigentes que tomaron la decisión de impulsar un cambio radical en la estrategia socialista no fue debido, en el caso de Zabalza, cuando menos, a un cambio repentino de actitud ni tampoco al fracaso electoral socialista en las elecciones generales de noviembre de 1933, que ciertamente había confirmado a más de uno en su convicción del agotamiento de la república burguesa. Zabalza y los socialistas navarros fueron testigos, al ser Navarra el territorio donde debían convivir con las fuerzas más derechistas y contrarrevolucionarias del arco político español, de las enormes dificultades que experimentó el nuevo régimen para instalarse de forma efectiva en los espacios de poder de la provincia. En los ámbitos económicos, puesto que la patronal agraria contaba con potentísimas organizaciones, como la Federación Católico-Social Navarra y la Asociación de Propietarios Terratenientes de Navarra. En el espacio político, puesto que la representación parlamentaria de la provincia estaba en manos de monárquicos carlistas antirrepublicanos y católico-conservadores, con una incidencia efectiva de estos cada vez mayor en la institución provincial de más alto rango, la Diputación, a pesar de que al frente de ella figuró inicialmente una gestora republicana. Y en los ámbitos sociales, sobre todo, ya que los propietarios mantuvieron un dominio abrumador de las relaciones sociales en el marco local. Precisamente en este terreno es donde la experiencia del campesinado ilusionado con la llegada de la república iba a darse de bruces con la realidad diaria: leyes sociales incumplidas de manera ininterrumpida, agresividad y deterioro de la convivencia por los grupos paramilitares de la derecha contrarrevolucionaria, arbitrariedad en el ámbito judicial que permitía a los anteriores grupos gozar de impunidad en sus acciones, intervencionismo eclesiástico en política fomentando el rechazo de la política reformista republicana, actuaciones todas ellas que dejaban en la mayor impotencia imaginable a las organizaciones campesinas. Zabalza no fue en modo alguno sordo al clamor que desde la primavera de 1932 provenía de los medios campesinos ugetistas en contra de esta situación. Todo eran insatisfacciones en un momento en que las directrices políticas hablaban de contención de la protesta y de la huelga como arma contra el dominio social y laboral de los patronos agrarios. El fin de este ciclo cuando el año 1933 se extinguía, no fue una sorpresa para quien estaba al tanto hasta en los mínimos detalles de lo que ocurría con el proletariado agrícola en los grandes pueblos agrarios de la ribera de Navarra.7

Zabalza en Madrid

En enero de 1934 todas las organizaciones socialistas renovaron sus directivas respectivas entrando a formar parte de ellas miembros decididos a dar un nuevo rumbo a la política socialista. Fueron esos los momentos de hegemonía del centro derecha, del Partido Republicano Radical, en la esfera gubernamental y del dominio de la patronal agraria que estaba reorganizándose de manera generalizada en toda España. Con ser muy importante, no fue solamente la imposición de una nueva realidad política, que dirigida por los radicales y alentada por la CEDA frenó y ralentizó la reforma agraria, lo que hizo que se produjera un viraje en la política socialista. Había igualmente poderosas razones externas que hacían presagiar un futuro nada halagüeño a los defensores de la reforma del Estado y de la redistribución de la propiedad agraria. Las consecuencias de la formación en Alemania de un gobierno presidido por Adolfo Hitler se reforzaron después con el establecimiento de la dictadura austríaca a cargo de Dollfuss, canciller austríaco representante del conservadurismo católico cuyo mejor ejemplo en España era el abogado Gil Robles, dirigente máximo de la CEDA y fiel representante de los intereses de los grandes latifundistas españoles. El temor a la involución política que condujera a una dictadura republicana estimuló a los socialistas a adoptar una nueva estrategia política. Alejados de los centros de decisión gubernamental y temerosos de que el régimen fuera ocupado por sus enemigos, los monárquicos de la CEDA que jugaban la baza del posibilismo, se lanzaron a preparar la huelga insurreccional para el caso de que los conservadores católicos llegaran al gobierno, lo que era interpretado por los socialistas como un viaje sin retorno de la República progresista.

Fue entonces cuando Ricardo Zabalza resultó elegido miembro de la comisión ejecutiva de la UGT como secretario general de la Federación Española de Trabajadores de la Tierra. Este era el sindicato más importante de la Unión puesto que había experimentado el mayor incremento de afiliados desde la proclamación de la república.8 La responsabilidad que se dio a Zabalza cuando accedió a este cargo vino avalada por la fuerza, dedicación y deseos de cambio que representaba el comité ejecutivo del Comité Nacional de la FETT, de manera que se incrementaron las tareas encomendadas a la dirección del sindicato campesino en esta fase de acoso patronal. Conocedor de las tropelías cometidas por los propietarios agrarios que incumplían abiertamente las bases del trabajo agrícola y hacían caso omiso de los contratos establecidos con los arrendatarios firmados con anterioridad, Zabalza defendió ante el nuevo comité ejecutivo de la UGT la necesidad de preparar una huelga general campesina que permitiera a los jornaleros recuperar los niveles salariales de hacía dos años y exigir otras reivindicaciones similares. En la reunión de dicho comité, el 22 de febrero, manifestó que a los campesinos "no les es posible esperar más tiempo para actuar" aunque reconoció, después de que se leyera la carta dirigida a los miembros del comité de la FETT en la que se mencionaba el proyecto de iniciar una contraofensiva en el mundo agrario, "que es peligroso una huelga general de todos los obreros del campo y sabe que podría sostenerse bien más que en aquellas provincias en que la organización es poderosa".9

En la comisión ejecutiva de la UGT, aunque se reconoció que "en efecto, los obreros del campo se encuentran en una situación insostenible", Zabalza se quedó sólo defendiendo su propuesta de huelga. El resto de miembros se opuso a la misma por cuanto era posible que la derecha accediera al gobierno y hubiera que desatar un movimiento huelguístico revolucionario en todos los ámbitos, en cuyo caso la huelga campesina programada no haría sino entorpecer el desarrollo de ese futuro movimiento, comprometiendo así mismo su resultado. No podía lanzarse, en opinión del secretario general de la UGT, Largo Caballero, un movimiento huelguístico campesino en toda su potencialidad sin que dejara de repercutir en un movimiento más generalizado, debido al enorme peso que la FETT tenía dentro de la UGT. En un ambiente extremadamente tenso en el que todos se jugaban mucho en caso de que fracasaran los planes establecidos, los argumentos esgrimidos por Zabalza para seguir adelante con la huelga volvieron a ser discutidos cuando, tras entrevistarse con las autoridades gubernamentales, constató la pasividad de éstas para resolver las reivindicaciones planteadas. Estas se concretaban en una tabla de exigencias en la que se exigía, entre otros temas, el cumplimiento estricto de las bases de trabajo agrícola, la obligatoriedad de los patronos de acudir al servicio de colocaciones y del turno riguroso, y la prohibición del empleo de máquinas de segar mientras hubiera obreros parados.10

Hubo numerosas gestiones antes de que la huelga, cuya petición se había solicitado legalmente mediante los oficios correspondientes, se llevara a la práctica. Pero las posturas conjuntas de la patronal agraria y, sobre todo, del gobierno estaban enrocadas, permitiendo, e incluso deseando, el ministro de la Gobernación que se fuera a la lucha para después de declarar la cosecha de interés público, lanzar las fuerzas del orden contra los campesinos y sus organizaciones. En vísperas del inicio de la misma, el 5 de junio, el comité ejecutivo de la UGT aprobaba una nota en la que exhortaba al gobierno a que resolviera el problema planteado, evitando la declaración efectiva de la huelga, y, en todo caso, hacía un llamamiento al resto de las federaciones de la Unión a ser solidarios con los campesinos pero siguiendo estrictamente las directrices emanadas de este comité ejecutivo.11

El desarrollo de la huelga fue seguido con bastante intensidad en las amplias zonas de predominio del trabajo asalariado y de la gran propiedad por miles de campesinos movilizados tras las consignas de la FETT.12 Pero acabó en un sonoro fracaso. Los campesinos abandonados a sus propias fuerzas poco pudieron hacer frente a la militarización del conflicto y a la decisión unánime de la ejecutiva de la UGT, con el único voto en contra de Zabalza, de no convocar una huelga general en solidaridad con los campesinos movilizados. Miles de presos, sedes sindicales cerradas, periódicos clausurados o censurados, toda la fortaleza organizativa del socialismo español en el mundo rural se había venido abajo tras el fracaso de la huelga. Las consecuencias políticas pronto se dejaron notar en la misma ejecutiva de la Unión que vio con enorme temor cómo quedaba comprometida la preparación del movimiento revolucionario sin el concurso de las organizaciones de la FETT. La responsabilidad directa de la movilización campesina de la FETT residía en la Comisión Ejecutiva de la misma y, especialmente, en su secretario general. Zabalza se defendió entonces y volvió a reincidir en los argumentos utilizados cuando la huelga estaba en la fase de tramitación legal. Una y otra vez repitió que los campesinos no tenían otra salida que ir al choque si no querían ser barridos por el ciclón de la patronal envalentonada con la permisibilidad y amplio campo de juego que le estaba dando el gobierno de mayoría republicano radical. En fechas posteriores, años después, la huelga entró en la consideración, no exenta de aire heroico, de las luchas valerosas y desiguales que el campesinado español había librado contra sus enemigos seculares en 1934, el año de las grandes confrontaciones sociales de la época republicana.

Mientras tanto la dinámica general política se estaba desarrollando tal y como había previsto la organización socialista. A principios de octubre el gobierno republicano radical cedía a las exigencias de la CEDA y conseguía colocar en el mismo a tres miembros de este partido. Fue declarada la huelga general revolucionaria programada, aunque sólo fue efectiva en determinados lugares de la península. En Catalunya, con impulso del catalanismo político, en zonas industriales de Gipuzkoa y Bizkaia, y, sobre todo, en Asturias. La tenaz lucha de los asturianos durante dos semanas por hacer realidad una profunda transformación social no es óbice para reconocer la deficiente preparación y coordinación que hubo entre los distintas fuerzas comprometidas en el mismo.13 Prácticamente el conjunto de la Comisión Ejecutiva de la UGT fue detenida y encarcelada. También Zabalza que fue entregado por la guardia fronteriza francesa tras haber logrado pasar los Pirineos por donde mejor conocía el terreno y tenía amigos inquebrantables, por Jaca, de donde posteriormente se desplazó hasta el País Vasco bajo administración francesa, procedencia originaria de su madre.14

Estuvo algunas semanas en la cárcel aunque salió de ella antes que otros miembros de la ejecutiva ugetista. Desde entonces hasta las elecciones que con carácter general fueron convocadas para febrero de 1936, Zabalza llevó una actividad frenética de reorganización de las sociedades campesinas que habían quedado destruidas después de junio de 1934. Miles de kilómetros recorridos, incesantes visitas a todas las regiones de la península en medio de trabas legales y dificultades puestas por los gobernadores civiles o las autoridades locales con el fin de entorpecer la reorganización de la FETT, que le llevaron de nuevo, aunque por un breve lapso de tiempo, a la cárcel.15

Los rasgos que le definieron en sus primeros momentos de militancia siguieron siendo características de su actuación durante las circunstancias adversas del denominado bienio negro republicano. Su temperamento positivo ante la adversidad, su fortaleza y entrega, la profunda convicción en sus ideas que le llevaron a discrepar del resto de sus compañeros de ejecutiva en la UGT, nos dan un perfil de su vida militante en este momento. Para entonces, 1935, ya había conocido a quien iba a convertirse en su compañera. Una joven socialista abulense de fuerte carácter y temperamento que militaba desde antes de la llegada del régimen republicano en organizaciones de izquierda. Desde entonces fueron inseparables a pesar de que su condición de dirigente, requerido desde lugares lejanos en numerosas ocasiones para participar en mítines y actos públicos, o en las interminables campañas de propaganda y reorganización de la FETT, hicieron que su relación estuviera condicionada por las urgencias políticas. Pero la entereza y concienciación política de Obdulia Bermejo Oviedo eran tan profundas como las de Ricardo Zabalza lo que le permitió seguir con intensidad su activismo político.

Fiel reflejo de esta disciplina militante es una fotografía suya que nos muestra a un Zabalza maduro, en la que aparece sentado, con la cabeza adornada con unos anteojos que le daban un cierto aire de intelectual e inclinada hacia su mesa de trabajo, sujeta la pluma entre las manos mientras medita las frases precisas, quizás, para su próximo artículo en El Obrero de la Tierra o diseña el guión de una reunión de trabajo con algún comité campesino. Junto a la máquina de escribir en la que parece querer cobijarse buscando apoyo material para continuar su tarea, reina el retrato de su figura sentada irradiando un aire de serenidad y firmeza. Zabalza es aquí conjunción armoniosa con el trabajo que atrae al espectador, curioso por descubrir el mensaje recogido entre los pliegos redactados. La corrección en su vestimenta y su responsabilidad ante las obligaciones contraídas no lo confunden, sin embargo, con un personaje mojigato de costumbres a pesar del aura de estoicismo que le envuelve, aunque mucho menos podamos imaginarlo como hombre arrebatado por pasiones sensuales o dominado por el vicio.

Además de las campañas de propaganda emprendidas, de las actividades reorganizadoras de la FETT y de su responsabilidad dentro de la ejecutiva del sindicato socialista, siguió escribiendo de forma regular en la prensa obrera, con su firma o de forma anónima, sobre todo en el El Obrero de la Tierra, órgano de expresión de la federación campesina ugetista. Buena parte de su atención durante este tiempo estuvo dedicada a los problemas campesinos en la provincia de Badajoz, donde se había producido un considerable número de movilizaciones campesinas desde 1932 hasta 1934 y donde la organización socialista era muy potente.

Por otra parte, la derrota de octubre además de la intensa represión que desató, dejó un tipo de secuelas de más difícil solución. A partir de ahora, a las viejas divisiones entre besteiristas (identificados con el líder socialista Julián Besteiro) y radicalizados se añadieron otras más duraderas entre prietistas y largocaballeristas (vinculados a las propuestas de Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero). Fue ésta última una división de enorme trascendencia pues atravesó la política socialista de los últimos años republicanos y los de la guerra civil, que nunca llegó a ser superada. La designación de los candidatos socialistas para formar parte de la coalición electoral del Frente Popular, que, con la excepción de la CNT, se presentaba a las elecciones generales a celebrar en febrero de 1936 como coalición unida de toda la izquierda republicana y obrera, fue uno de los momentos de pugna entre las distintas ramas del socialismo para incluir a sus adeptos respectivos en las listas.

Zabalza, mano derecha de Largo Caballero en el mundo agrario, fue designado por el PSOE como miembro de la candidatura frentepopulista por Badajoz y elegido diputado a las Cortes españolas en las que resultaron mayoritarias las izquierdas. Desde entonces, con más fuerza si cabe, se esmeró junto a sus compañeros de la ejecutiva de la FETT en organizar congresos provinciales campesinos que devolvieran el protagonismo perdido a los distintos secretariados provinciales, haciéndose entonces evidente la precariedad en la que se encontraban dichas organizaciones. La situación de la Federación era efectivamente caótica, con sus comités locales dispersos y desorganizados, sin vínculos con el secretariado general de la Federación, sin control ni recursos ante el incumplimiento de las obligaciones e impago de las cotizaciones por parte de las organizaciones locales y provinciales, desenraizados en definitiva de la situación concreta en la que estaban a pesar de todo el trabajo realizado durante el 1935. La tarea de reorganizar la FETT era trascendental para el secretario general, consciente del momento clave que se estaba viviendo para el futuro de la reforma agraria que de nuevo se había puesto en marcha después de la victoria electoral de las izquierdas. Como diputado socialista campesino intervino en los debates parlamentarios con dos importantes discursos que resumen el eje de la actividad de la FETT. Remarcó, por un lado, la necesidad de que se ejecutara la ley de reforma sin pérdida de tiempo ni ejercicios burocráticos de distracción, de los cuales responsabilizaba sin cesar a los técnicos del Instituto de Reforma Agraria. Por otro, insistió en que los gobernantes debían de tener en cuenta a los propios campesinos y a sus organizaciones para que se materializara la reforma en las distintas zonas geográficas. El otro gran tema que preocupó a Ricardo Zabalza durante estos meses, y que durante la guerra civil tuvo oportunidad de impulsar obligado por las circunstancias bélicas fue el del cooperativismo campesino. Cooperativismo que quería traducirse como ensayo colectivo de reorganización de la producción, mentando frecuentemente el ejemplo, aunque no exclusivo, de las experiencias campesinas en la URRS. Referencia a los cambios soviéticos en el agro ruso muy frecuente, por otra parte, en la prensa y literatura de la época.

Pocos días después de que fueran aprobados importantes artículos de una próxima ley específica sobre la recuperación de los bienes de propios y comunales, se iniciaba el golpe de estado propiciado por sectores del ejército y se cambiaba radicalmente el escenario y la actuación de los protagonistas de esta primavera reivindicativa. Paralizado e impotente el estado republicano frente a la agresión militar y lanzadas las organizaciones obreras a evitar el triunfo de los insurrectos, comenzaron a adoptarse medidas adecuadas a las necesidades de la guerra que pronto se vislumbró como un largo conflicto. A los pocos días después de la toma del cuartel de la Montaña en Madrid, Zabalza, que había sido designado por el partido socialista como responsable del armamento que allá se encontraba, para evitar de este modo que la situación imprevisible existente en esos momentos quedara por más tiempo sin control, salió hacia el frente extremeño junto a un batallón de campesinos que llevaba el nombre de "Pedro Rubio", dirigente socialista pacense asesinado unos meses antes.

Zabalza en Valencia

Sin embargo, pocas semanas después, cuando Largo Caballero formó gobierno a comienzos del mes de septiembre, Ricardo Zabalza fue nombrado gobernador civil de Valencia, ciudad en la que, como en Madrid o Barcelona, el golpe había fracasado gracias a la decidida acción popular. Este hecho había facilitado en la capital levantina el inicio de una situación revolucionaria en la que los comités populares comenzaron la reorganización de la vida social y económica, y en la que la central anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo estaba teniendo un protagonismo innegable. La misión encomendada a Zabalza fue poner coto a las acciones de grupos de incontrolados que administraban justicia sumarial por su cuenta sobre personas política e ideológicamente de derechas o pertenecientes a las clases social y económicamente hegemónicas hasta entonces, lo que estaba dando lugar a numerosos excesos y arbitrariedades. Los choques con algunos grupos de la CNT fueron inevitables durante algún tiempo, pero la situación mejoró. Aunque no abandonó el cargo de secretario general de la FETT mientras estuvo al frente del gobierno civil, no lo ejerció hasta que después de la crisis gubernamental de mayo de 1937, Largo Caballero cayera del gobierno arrastrando a Zabalza, que presentó la renuncia a su cargo en solidaridad con el presidente dimitido. Esta situación fue el inicio del declive del largocaballerismo político, que se agrandó semanas después cuando perdió los apoyos en la prensa que hasta entonces controlaba y se debilitó la situación predominante que hasta entonces había tenido dentro de la UGT.16

El sindicalismo socialista quedó drásticamente dividido y Zabalza, que mantuvo su fidelidad hacia Largo Caballero y siguió ostentando la secretaría general de la FETT, siguió alineado con la UGT largocaballerista. Después, gracias a los buenos oficios de Jouhaux, representante de la IIª Internacional enviado expresamente para dar una solución a la división ugetista, se produjo la reunificación de las dos tendencias y Zabalza fue designado para formar parte de la nueva ejecutiva de unidad que se formó en 1938.17 Pero aun habiendo asumido disciplinadamente esas responsabilidades la trayectoria política de Zabalza se diluyó a partir de esos momentos. A pesar de los cargos políticos ocupados, su proyección pública fue escasa pues, desde el verano de 1937, dedicó sus esfuerzos a reforzar el abastecimiento alimenticio del frente bélico desde las posibilidades que le brindaba la secretaría general de la FETT. En la medida que las circunstancias lo permitían puso en práctica sus planteamientos cooperativistas, animando al campesinado a luchar por la victoria de la república desde el ámbito productivo y exigiendo a los responsables políticos tuvieran en cuenta la realidad campesina a la hora de organizar nuevas reclutas para el frente.

La guerra en trance de finalizar nos muestra a Zabalza en el centro de la vorágine del repliegue militar y civil hacia la ciudad costera de Alicante. No marchó con otros dirigentes al exilio cuando tuvo ocasión sino que permaneció a la espera de la llegada de algunos responsables de las federaciones provinciales campesinas. En la amargura y desesperación colectiva visibles entre los atrapados en la bolsa del puerto de esa ciudad levantina, junto con otros dirigentes de organizaciones de izquierda, intentó poner un poco de orden entre los congregados y se esforzó por mantener la dignidad de los vencidos, protestando incluso ante los responsables de la columna militar italiana "Littorio" por las arbitrariedades gratuitas que se estaban cometiendo con las miles de personas allí hacinadas. Es un gesto, este último, no exento de carga simbólica de su figura pues no en vano Zabalza mantuvo, desde que fuera hecho prisionero hasta su duro traslado a la cárcel de Porlier en Madrid, una actitud de serenidad que contrasta con la dureza de las circunstancias en las que se encontraba. Serenidad que transmitió en las relaciones epistolares mantenidas con sus familiares y amigos durante su encierro, que continuó ostentando después de conocer la sentencia a muerte a la que le condenó un tribunal militar en juicio sumarísimo, y que retuvo incluso delante del pelotón de fusilamiento que acabó con su vida el 24 de febrero de 1940. Tenía cuarenta y dos años recién cumplidos cuando fue pasado por las armas.

Hay un cuadro de Zabalza pintado en la prisión antes de su ejecución. Es un retrato de medio cuerpo, al óleo, de trazos gruesos y colores intensos en los que predominan los fuertes oscuros. En esta última imagen que nos ha quedado de él aparecen los efectos del sufrimiento acumulado durante el período de encarcelamiento. Ciertamente sostiene aún su mirada esa fijeza que desde siempre mantuvo, pero ya no vendrá acompañada por el vigor físico de momentos anteriores. Él, o el pintor ocasional así al menos lo recogió, se muestra cansado, un cansancio no sólo físico sino espiritual que indica, quizás, el deseo de que se cumpla el terrible destino al que sometió la derrota a los vencidos. Pero no hay atisbos de miedo cerval ante los breves momentos que restan, ni tampoco angustia, sólo una dolorosa constatación de la ley brutal del vencedor. Pero incluso ante esta ignominia se enfrentó voluntariamente con la dignidad de quien vencido no da pie a la desesperación ante el verdugo. Como él mismo escribió en estos últimos instantes de despedida, mientras estaba en capilla, iba a morir por una idea que no podía desaparecer aunque cayera su portador.

Zabalza en Argentina

Pero volvamos a nuestro punto inicial para indagar cual fue, antes de los años treinta, la trayectoria política y sindical de este dirigente socialista. Zabalza procedía de la zona bascongada de Navarra donde había nacido en enero de 1898. A pesar de que su padre era médico, la situación económica familiar sufrió grandes altibajos a causa de las maniobras caciquiles de las que fueron objeto, lo que les hizo cambiar de pueblo de residencia en tres ocasiones. Los estudios de magisterio que había emprendido quedaron interrumpidos por este motivo. Fue su padre quien lo envió a América cuando apenas contaba quince años de edad. Después de un viaje difícil, pues enfermó durante el trayecto, tuvo la suerte de que le ayudara un viejo empleado en el viceconsulado español en Argentina, facilitándole la entrada y posterior estancia en el hospital de San José durante tres semanas. Eran las postrimerías de 1913. Cuando se hubo recuperado inició la terrible experiencia de buscar un trabajo en distintas localidades de la provincia de Buenos Aires en medio de una difícil situación económica.

Su primer empleo fue de mozo de almacén. La ausencia en Argentina de una legislación social que contemplara el cumplimiento de unas condiciones mínimas en los centros de trabajo se combinaba con la actitud de rapiña observada por los propietarios. Estos mantenían a los empleados malviviendo en el propio local de trabajo. Allí comían y dormían, ganando unos sueldos bajísimos, unos 25 pesos al mes, sin apenas descanso ya que sólo libraban un domingo cada dos semanas, y sufrían largas jornadas de trabajo que se iniciaban a las siete de la mañana y terminaban a las diez de la noche. Esta cruda experiencia laboral hizo que despertara una actitud de protesta entre los que allí malvivían. No fue algo repentino ni aislado que afectara solamente al país argentino. Fue, por el contrario, una oleada generalizada de conflictos que creció en un momento de intensa agitación social y que sacudió a todo el mundo capitalista después de la primera guerra mundial. Como resultado de estas luchas consiguieron los trabajadores algunas mejoras sociales plasmadas en una legislación laboral y social progresista, gracias a la creciente organización obrera y al estado calamitoso en que había quedado la población de los países contendientes. En Argentina se aprobó la ley que recogía el descanso dominical, triunfo demandado desde hacía tiempo por la clase obrera, aunque inmediatamente fue incumplido por muchos empresarios, entre ellos los dueños de esos grandes almacenes que mantenían los domingos las puertas principales cerradas pero expedían productos por la trastienda.

Algunos dependientes se organizaron para evitar estas arbitrariedades y Zabalza fue elegido miembro de la directiva del grupo sindical que se formó. Lograron que se respetara el descanso dominical. Otras iniciativas pronto se pusieron en marcha, con destacada atención a las actividades culturales, fundación de un cuadro de teatro, organización de una biblioteca pública, iniciativas todas ellas del sindicato de empleados del comercio de Bahía Blanca "que le atrajeron la simpatía de todos menos la de los patronos que no se perdonaban -la derrota- del descanso dominical que consideraban como una humillación".18 La inquina del patrono de Zabalza por su destacada labor en estas actividades le puso en la tesitura de elegir entre la sociedad obrera o el puesto de trabajo. Después de seis años y pico de permanecer trabajando en el comercio cambió de localidad y de oficio. Se trasladó desde el núcleo principal de Bahía Blanca donde había residido el último año y medio al puerto donde trabajó en el "infierno de los Elevadores de Grano de Ingeniero White…en una nube de polvo irrespirable". Pero pronto volvió a cambiar de actividad. La ocasión de dedicarse a la docencia le vino de la mano de un conocido que había organizado una escuela particular, el colegio Sarmiento en Punta Alta. Al poco tiempo su amigo le traspasó la escuela a la que se dedicó casi otros nueve años, primero como instructor y el resto como director hasta su llegada a la península en 1929 donde pensaba además de visitar a la familia, hacer viajes para conocer España y regresar de nuevo a la Argentina. La problemática situación económica de un hermano suyo y las circunstancias políticas le hicieron desistir de este propósito.

La larga estadía de Zabalza en Argentina tuvo un enorme significado para una persona inquieta socialmente como él, indignado con la explotación económica y social que vio a su alrededor y que sufrió personalmente. Los grandes rasgos de su actuación pública en España tuvieron su larga experimentación en ese país austral. La fe ciega en la organización obrera como uno de los caminos ineludibles a la hora de conquistar mejoras sociales. La necesaria preparación cultural de éstos para mejorar su nivel de conocimientos que les facilitara escapar a la explotación a la que estaban sometidos y les hiciera más libres. La disposición y entrega militante a la causa de la redención del proletariado que le llevó a participar en numerosos actos públicos, mítines, conferencias, así como a colaborar en la prensa obrera. Todo esto está presente y puede rastrearse, a pesar del conocimiento fragmentario que todavía tenemos sobre el tema, en la actividad desplegada por Zabalza en Argentina.19

Figuró como hemos dicho en la directiva del sindicato de Empleados de Comercio y en la de la Unión Obrera Local desde perspectivas sindicalistas durante su estancia en Bahía Blanca. Escribió frecuentemente en la prensa obrera local y en revistas de creación literaria y crítica social como Impulso y Evolución, en las que fueron publicándose sus composiciones poéticas y una obra de teatro que llegó a representarse en 1928. Participó activamente en la campaña internacional para denunciar el juicio injusto y vengativo al que fueron sometidos los italoestadounidenses Sacco y Vanzetti. Zabalza, en definitiva, se hizo un nombre en la vida sociopolítica bahiense, siendo conocido y reconocido por su actividad docente en el colegio "Sarmiento" al que se dedicó con seriedad y sobriedad, dos de los rasgos de su personalidad que impregnaron todas sus actividades tanto en su juventud como en su madurez.20

Argentina fue para Ricardo Zabalza la escuela en la que aprendió y experimentó social y políticamente todo aquello que más tarde pudo ensayar en el terreno práctico durante la república democrática española, fértil en oportunidades para los reformadores sociales. Zabalza volvió a España como una persona hecha, como un militante revolucionario cuya generación se había incorporado al mundo del trabajo y de las luchas sociales en el agitado mundo de los años diez, convirtiéndose en un punto de referencia para la otra generación que en España comenzó su socialización política en los años treinta. No es por esto extraño que aun habiendo estado alejado de las estructuras de los partidos y organizaciones obreras españolas, fuera inmediatamente aceptado por ellas, a pesar de su pasado sindicalista, y encajara en los cargos de gran responsabilidad que se le encomendaron y que él aceptó con ese estoicismo cristiano, heredado de la educación familiar aunque de ningún modo trascendente, que le caracterizó hasta el mismo momento de su muerte.

Notas:

1 Excepto una fotografía de Ricardo Zabalza perteneciente al último tramo de su vida, poco antes de que fuera fusilado, no se ha difundido ninguna otra en la que se le vea o pueda reconocérsele solo o en grupo. Zabalza sigue siendo también en cuanto a su identificación física un perfecto desconocido. Incluso sus apellidos y lugar de origen han sido mal transcritos con frecuencia, incurriéndose en inexactitudes que han tenido mas fortuna que la verdad. Hasta la publicación de la obra de Aurelio Martín Nájera (2000), no quedó este aspecto subsanado. Por último, su importancia pública durante los años treinta no tuvo reflejo paralelo tras acabar la guerra civil en la amplísima literatura memorialística de los políticos republicanos y socialistas debido sin duda a su larga estancia en Argentina y a su actividad sindical más que política. En la larga y ya muy avanzada investigación que sobre Ricardo Zabalza Elorga nos hemos propuesto, el ámbito personal y familiar, la frenética actividad sindical en Argentina, y la actuación en España durante los años treinta, constituyen los tres pilares sobre los que, en nuestra opinión, descansa su biografía.
2 Era la publicación Jaca. 12 de Diciembre, el órgano del Bloque Republicano Socialista triunfador en las elecciones locales y generales de 1931. De diseño muy modernista, ya que había sido realizado por el artista libertario Ramón Acín, pasó más tarde a ser el órgano de la Federación Provincial Obrera de la central sindical socialista Unión General de Trabajadores en Huesca y posteriormente se intituló periódico de izquierdas. Para lo relacionado con la publicación Jaca. 12 de Diciembre puede verse E. Vicién Miñé, (1998: 32-33); J.P. Juanín Esteban, 130 años de la prensa en Jaca, y El Pirineo Aragonés, 20.VI.1997. La noticia de la detención de Zabalza y las relacionadas con la impresión de esta publicación en Pamplona en Jaca. 12 de Diciembre, nº 1, 3.IV.1931. La catalogación policial de Zabalza como agitador antes de la proclamación de la República en AHNSGC (Archivo Histórico Nacional Sección Guerra Civil)-PS Madrid. Carpeta 225. Documentos 981 y 983. La referencia a la Liga Laica en AHNSGC-PS Madrid. Carpeta 412. Documento 4.
3 Juan Lacasa Lacasa, símbolo del cedismo conservador jaqués (en referencia a su pertenencia a la gran organización derechista CEDA, Confederación Española de Derechas Autónomas) que se compaginó perfectamente con el franquismo durante toda la dictadura, lo recuerda como "un tremendo mitinero, un agitador internacional", en Emilio Majuelo Gil (1999).
4 Paloma Biglino Campos (1986) trata con extensión los precedentes y la formación de la FNTT. Ver especialmente págs. 300 y ss.
5 Las propuestas del Ateneo Popular de Jaca en Archivo Municipal de Jaca. Sección de Asuntos y Servicios Generales. Instrucción. 1931. En una de ellas, Zabalza, en nombre del Ateneo, solicitaba la creación de una Escuela Municipal Obrera.
6 La obra clásica sobre el conflicto corralicero en Navarra es la de Felipe Arín y Dorronsoro (1929). La conflictividad social que generó durante los años republicanos, en Emilio Majuelo Gil (1989). Una visión monográfica y actualizada del tema en Iñaki Iriarte Goñi (1997), y, desde una perspectiva global que sitúa el tema en el contexto de las relaciones sociales capitalistas, José Miguel Lana Berasain (1997). Una panorámica general desde un ámbito cronológico amplio en Ricardo Robledo, (1997, págs. 247-349). Una sólida aportación al tema en Joseba de la Torre y José Miguel Lana Berasain, (2000, pp. 75-96).
7 Cualquier cata que se haga de la prensa obrera de esta época resalta la tremenda insatisfacción con que comenzaba a vivirse en Navarra la incapacidad republicana para imponerse a los enemigos seculares del campesinado reivindicativo y resolver el problema corralicero. El semanario ugetista Trabajadores reflejó con minuciosidad esta situación descrita anteriormente.
8 En el congreso celebrado en 1932 eran 392.953 los afiliados a la FETT de la UGT pertenecientes a 2.541 secciones campesinas. Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra. Amplia información sobre esta organización en Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra. Memoria del II Congreso, (1932), reeditado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Jaén en el año 2000.
9 FPI (Fundación Pablo Iglesias)-AARD. XIX-1934. Actas del Comité Ejecutivo de la UGT. 22.II.1934
10 La tabla reivindicativa completa incluía otros siete puntos reproducidos en El Obrero de la Tierra del 19.V.1934 que afectaban, entre otras, a cuestiones importantes: "4. Medidas efectivas e inmediatas contra el paro. 5. Efectividad de la Ley de Arrendamientos Colectivos por medio de los Jurados Mixtos de la propiedad rústica. 6. Facultar al Instituto de Reforma Agraria (IRA) para la incautación inmediata de determinadas tierras y ofrecerlas en arrendamiento colectivo. 10. Rescate de bienes comunales".
11 FPI-AARD. XIX-1934. Actas del Comité Ejecutivo de la UGT. 26.IV.1934 donde se recoge la nota ugetista del 5 de junio. Para el ministro de la Gobernación lo que pretendían los campesinos era nada menos que "acabar con la cosecha", y consideraba la huelga planteada por la FETT como revolucionaria ya que "cuando se solicitan mejoras y medidas que no pueden cumplirse porque no dependen de los patronos ni aun del Gobierno, sino del Parlamento, lo que se quiere es dañar al país en su base, y tal hecho es revolucionario". Rafael Salazar Alonso (1935, pp. 148-149).
12 Manuel Tuñón de Lara en Tres claves de la Segunda República (1985, págs. 109-153), ofrece un amplio espacio a la organización y desarrollo del conflicto, aportando datos de participación de la huelga, total o parcial, en 700 pueblos de treinta y ocho provincias, p. 132. Ver también Paloma Biglino Campos, op. cit., págs. 442-467.
13 La bibliografía básica general sobre la revolución de octubre de 1934 sigue siendo el volumen conmemorativo Octubre 1934. Cincuenta años para la reflexión, (1985), con amplio apéndice bibliográfico. También David Ruiz (1988).
14 La noticia de la huída la recogió Amaro del Rosal (1984, p.265). Su entrega motivó la publicación de una carta de R. Zabalza en el diario francés Populaire protestando de lo ocurrido, el 31.X 1934, y otra denunciando este hecho por correligionarios franceses, el 3 de noviembre del mismo año.
15 En una de sus numerosas campañas de propaganda fue detenido y procesado a finales de 1935 por desacato a las autoridades tras un mitin celebrado en Almodóvar del Campo (Ciudad Real).
16 La salida del gobierno civil la vivió como una liberación personal ya que esto le permitía reincorporarse a la FETT, pero no estuvo exenta de una profunda amargura por las circunstancias que la habían motivado. Adelante, (Valencia), 23.V.1937.
17 La recuperación de la unidad ugetista en Adelante, (Valencia), 4.I.1938. También en septiembre de 1938 fue elegido vocal del comité ejecutivo del PSOE. Aunque presentó su renuncia al cargo la comisión ejecutiva del partido no la admitió. FPI, AH. 23-17.
18 Todos estos detalles corresponden a algunos apuntes que bosquejó en 1940 para su defensa ante el tribunal militar.
19 Algunos datos sobre su actividad en el movimiento obrero bahiense pueden seguirse en Majuelo Gil (2006), (en prensa).
20 Buena parte de estos detalles aparecieron publicados en Bahía Blanca el 14 de abril de 1936 en un artículo firmado por Antonio F. Marcellino, "Ricardo Zabalza, un exdirigente obrero bahiense, electo diputado socialista a las Cortes españolas".

Referencias Bibliográficas:
1. Arín y Dorronsoro Felipe, Problemas agrarios. Estudio jurídico social de las corralizas, servidumbres, montes y comunidades de Navarra, Segovia, Imprenta Carlos Martín, 1929.
2. Biglino Campos, Paloma, El socialismo español y la cuestión agraria (1890-1936), Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1986.
3. De la Torre, Joseba y José Miguel Lana Berasain, "El asalto a los bienes comunales. Cambio económico y conflictos sociales en Navarra, 1808-1936", Historia Social (Valencia), nº 37 (2000), págs. 75-96.
4. Del Rosal, Amaro, 1934: El movimiento revolucionario de Octubre, Madrid, Akal, 1984[ STANDARDIZEDENDPARAG]
5.Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra. Memoria del II Congreso, Madrid, Gráfica Socialista, 1932.
6. Iriarte Goñi, Iñaki, Bienes comunales y capitalismo agrario en Navarra, Madrid, Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación, 1997.
7. Lana Berasain, José Miguel, Cambio agrario y relaciones de propiedad en el sur de Navarra (1800-1936), Tesis Doctoral, Universidad de Zaragoza, 1997.
8. Majuelo Gil, Emilio, Luchas de clases en Navarra, 1931-1936, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1989.
9. Majuelo Gil, Emilio, "La noche del 18 al 19 de julio de 1936 en Huesca y Jaca", en II Congreso de Historia Local de Aragón, Huesca 7.VII.1999.
10. Majuelo Gil, Emilio, "Ricardo Zabalza Elorga: un dirigente obrero en Punta Alta (1921-1929)", Revista del Archivo Histórico de Punta Alta (2006), (en prensa).
11. Martín Nájera, Aurelio, El Grupo Parlamentario Socialista en la Segunda República, Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 2000.
12. Robledo, Ricardo, "Política y reforma agraria: de la Restauración a la IIª República (1868/74-1939)", en Angel García Sanz y Jesús Sanz Fernández (coord), Reformas y políticas agrarias en la historia de España, MAPA, Madrid, 1997, págs. 247-349.
13. Ruiz, David Insurrección defensiva y revolución obrera. El octubre español de 1934, Barcelona, ed. Labor, 1988.
14. Salazar Alonso, Rafael, Bajo el signo de la revolución, Madrid, Imprenta Sáez hermanos, 1935.
15. Tuñón de Lara, Manuel, Tres claves de la Segunda República, Madrid, Alianza Universidad, 1985.
16. VV.AA., Octubre 1934. Cincuenta años para la reflexión, Madrid, Siglo XXI,1985.
17. Vicién Miñé, Enrique, La IIª República en Jaca. Una época diferente, Barcelona, Envima, 1998.

recibido: 16/06/05
aceptado para su publicación: 25/11/05