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Cuadernos del Sur. Historia

versión impresa ISSN 1668-7604

Cuad. Sur, Hist.  n.34 Bahía Blanca  2005

 

La eugenesia argentina y el debate sobre el crecimiento de la población en los años de entreguerras

Carolina Biernat

Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. e-mail: cbiernat@yahoo.com

Resumen
El artículo analiza el surgimiento y desarrollo de las ideas eugenésicas en la Argentina, y su interés por el crecimiento demográfico. Durante sus años formativos, la Eugenesia pone el acento en criterios relacionados con la reproducción cualitativa de la población. Nuevas preocupaciones acerca de la salud, que incluyen el estudio de los caracteres hereditarios, la influencia del ambiente en el desarrollo o la prevención de determinadas enfermedades, y la posibilidad de eliminar a los elementos "disgénicos" de la población, abren un campo fecundo de reflexión que viabiliza el diálogo entre distintas disciplinas del estudio de "lo social" de variadas pertenencias ideológicas. A partir de la década de 1930, la reflexión eugenésica centrará su foco de atención en la reproducción cuantitativa de la población. Las condiciones de posibilidad de este cambio, pueden buscarse en el progresivo estrechamiento hacia la derecha de los seguidores de la Eugenesia en la Argentina, así como también en el surgimiento de una visión "latina" y "católica" de esta ciencia, más congenial con la ideología y sensibilidad locales.

Palabras claves: Eugenesia; Población; Reproducción.

Abstract
The article analyzes the rise and development of eugenic ideas in Argentina, and their interest in demographic growth. During its formative years, Eugenics puts emphasis on criteria related to the qualitative reproduction of population. New concerns about health -including the study of hereditary traits, environment influence on the development or prevention of certain diseases, and the possibility of eliminating 'disgenic' elements from the population - open a fecund field of reflection, which facilitates the dialogue among different disciplines of study of the 'social thing' belonging to various ideologies.
Since the decade of 1930, eugenic reflections would focus on the quantitative reproduction of population. The circumstances making this change possible, can be traced to the progressive narrowing towards the right-wing of Eugenics followers in Argentina, as well as in the rise of a 'latin' and 'catholic' vision of this science, more analogous with local ideology and sensibility.

Key words: Eugenics; Population; Reproduction.

Uno de los cambios más fuertes acontecidos en el campo de la ciencia médica occidental en la transición entre el siglo XIX y el XX, es el giro de la atención exclusiva en el individuo, a la inclusión de los grandes grupos sociales en su agenda de problemas. La nueva "medicina social" resultante, que se propone el ambicioso objetivo del mejoramiento de la especie humana a través de la salvaguarda de la salud de la sociedad en su conjunto, pone el acento en los aspectos preventivos de las enfermedades y en el estudio de sus causas. La Argentina no es ajena a esta tendencia mundial. Sus médicos, organizados en términos corporativos y vinculados con ámbitos académicos internacionales, intentan dar respuesta a los problemas de la población local, entre ellos aquellos ligados a su reproducción, sea desde el análisis de las variables que intervienen en el crecimiento del factor humano como desde la propuesta de políticas sanitarias concretas.

En este afán, establecen un diálogo con el pensamiento poblacionista argentino que basa sus certezas en la interdependencia entre incremento demográfico y posibilidades de desarrollo de un país. Si hasta las dos primeras décadas del siglo XX esta corriente de reflexión confía en la afluencia de la inmigración ultramarina como multiplicadora de la población local, durante el período de entreguerras, una vez constatada la dependencia del flujo migratorio con contextos excepcionales mundiales como los conflictos bélicos o las crisis económicas, y la progresiva declinación de los índices de natalidad, nuevas voces comienzan a insistir en la necesidad de reforzar los factores endógenos que aseguren el incremento demográfico, dando lugar a una confusa tensión discursiva entre ideas "inmigracionistas" e ideas "natalistas".1

Es en este debate que los médicos, a la par de otros grupos, intervienen del lado de los defensores del "natalismo". Convencidos de la importancia de mejorar las condiciones de supervivencia y reproducción de la población nativa y del rol que les cabe en dicho proceso en función de sus saberes y prácticas específicos, se proyectarán más allá de la discusión cuantitativa iniciada por el poblacionismo. Un nuevo binomio se instalará en la confrontación de opiniones de la corporación de galenos. De un lado la cantidad de población y de otro, o a veces subordinando la primera a la segunda, su calidad. Los dos términos de esta nueva ecuación convivirán en tensión durante todo el período considerado, dependiendo la preponderancia de uno sobre el otro no sólo del devenir de los discursos y las prácticas médicos sino, también, de las incitaciones provenientes de otros campos, locales e internacionales, de reflexión sobre la población y de las coyunturas políticas, sociales y económicas.

El objetivo del presente trabajo es avanzar en la comprensión del proceso de conformación de este particular pensamiento poblacionista de los médicos argentinos. Para ello se analizará el debate dentro de una disciplina, la Eugenesia, que consolidó su hegemonía durante los años de entreguerras, extendiendo sus contenidos a la mayor parte de las especialidades médicas. En la primera parte del texto se presentará el período formativo de la Eugenesia en la Argentina, entre 1918 y 1930, que coincide con un consenso bastante extendido acerca de la necesidad de apostar a los términos cualitativos de la reproducción de la población. En la segunda, se examinarán los cambios acontecidos en el ámbito político-ideológico y en el campo de la medicina, local e internacional, que dan lugar a un viraje en la valoración de los factores que posibilitan la multiplicación del capital humano.

El período formativo de la Eugenesia en la Argentina y su apuesta a la calidad

La teoría eugenésica, concebida por el naturalista inglés, Sir Francis Galton, hacia el último tercio del siglo XIX, parte de la premisa de que todos los caracteres de los seres humanos son hereditarios, tanto las capacidades y talentos, como la propensión a la enfermedad, al estado de pobreza o a la conducta criminal. En función de esta certeza se propone mejorar la "raza", a través de la reproducción de determinados individuos o grupos humanos calificados como "mejores", inhibiendo la multiplicación de otros grupos o individuos considerados "inferiores" o "indeseables". Aunque el concepto de la herencia permanecerá como uno de los núcleos duros de esta doctrina, en la transición entre el siglo XIX y XX, comenzará a ser cuestionado el carácter inmutable, signado por las leyes físicas y biológicas de la naturaleza, de la transmisión hereditaria. El neolamarckismo, de origen francés, discutirá con su par británico, asegurando que las características morfológicas y funcionales de los individuos son modificadas por el medio social y ambiental, transmitiéndose por vía hereditaria y pasando a formar parte de su acervo genético. Por lo tanto, para esta corriente de pensamiento, incidiendo positivamente en las problemáticas sociales, se pueden modificar las patologías físicas y mentales de los sectores marginales de la población producidas por el deterioro de sus condiciones de vida y de trabajo

La tensión discursiva entre el modelo anglosajón de Eugenesia y aquél de origen francés, cruzará el Atlántico y se instalará en el nuevo continente. Así todo, según lo ha sugerido Nancy Stepan, el neolamarckismo terminará predominando en el pensamiento eugenésico latinoamericano ya que proporciona una visión optimista según la cual, por medio de reformas sociales se puede lograr no sólo el mejoramiento de la población existente sino, también, la construcción de una "raza" sustento del "ser nacional" (Stepan, 1991: 70-76).

En la Argentina las ideas eugenistas, en su vertiente anglosajona y francesa, logran influir desde los primeros años del siglo XX, a variados campos de las ciencias como la medicina, la biología, la criminología, la sociología o la psiquiatría. La composición ideológica de sus seguidores, al menos hasta la década del treinta, es sumamente heterogénea e incluye a socialistas, anarquistas, liberales y conservadores. Esta diversidad ha sido explicada, por un lado, como producto de una agenda básica común de preocupación por el perfeccionamiento de la "raza" -concepto que refiere en un sentido general a la población y a sus componentes geográficos, biológicos, climáticos, históricos y culturales- y por los problemas sociales en áreas como la vivienda, la salud pública, la criminalidad urbana y el conflicto obrero, resultantes de altas tasas de inmigración y urbanización y del desarrollo de la industria moderna. Por otro lado, porque la Eugenesia, además de una disciplina, forma parte de un clima cultural general de la época, que involucra un entramado de ideas científicas, prejuicios, intereses políticos y económicos. Así todo, existe una gran diferencia entre sus partidarios, a pesar de un lenguaje aparentemente unívoco, que debe ser considerada para comprender con cierto grado de profundidad al movimiento eugénico (Palma, 2002: 111-112).

Su primer intento de institucionalización puede situarse hacia 1918 cuando el físico Victor Delfino, quien había participado en 1912 en el Primer Congreso Internacional de Eugenistas en Londres, funda la Sociedad Argentina de Eugenesia. Con fuertes conexiones con otras asociaciones latinoamericanas y europeas y el prestigio y reconocimiento de su director dentro del ámbito académico y de la opinión pública no cuenta, sin embargo, con el apoyo estatal que hubiera necesitado para llevar a cabo sus objetivos. No obstante la rápida desaparición de la institución, los conceptos de Víctor Delfino marcarán su impronta en la Eugenesia argentina de las primeras décadas del siglo XX.2

Su preocupación principal es la amenaza de "degeneración" que pesa sobre la "raza argentina" medida, según él, por las estadísticas publicadas por la Dirección General de Sanidad en el año 1917, según las cuales el 32,6 por ciento de los examinados para el servicio militar son "inútiles" para cumplir con esa obligación. Para Delfino, las causas de esta situación pueden encontrarse por un lado, en el aluvión de "lacras" que la vieja Europa y parte de Asia volcaron sobre la tierra argentina después de la guerra. Realidad que seguirá en aumento mientras una ley de inmigración no ponga "reparos serios y adecuados a estas importaciones no deseadas" y no se promueva "una estadística de los débiles mentales existentes en los respectivos países, con el fin de poder establecer una estrecha fiscalización de la aduana biológica, en beneficio del individuo y la raza". Por otro lado, la proliferación de "elementos disgénicos" que sólo podrá evitarse a través del estudio de la "herencia y selección en su aplicación a la especie humana, la influencia de los medios, del estado económico, de la legislación, de los diversos ambientes sobre el valor de las generaciones futuras y sobre sus aptitudes físico intelectuales y sociales" y de la aplicación de una serie de medidas, negativas y positivas, como la prevención de las enfermedades hereditarias, la educación de la función reproductora, la institución del certificado de sanidad para cónyuges, la garantía al recién nacido de las mejores condiciones de normalidad, y el combate contra las intoxicaciones crónicas y profesionales (Delfino, 1924: 674-676).

Unos años más tarde, Victor Delfino vuelve sobre el tema inmigratorio y propone los lineamientos que debería seguir una política pública para regularlo convenientemente. En primer lugar, sugiere "que se dirijan hacia nuestro país corrientes inmigratorias seleccionadas y estables", en un número cercano a 200.000 extranjeros por año, buscando siempre la concordia de los intereses entre el país de emigración y el de inmigración. En segundo lugar, a pesar de que para Delfino no se debe temer a "las excesivas preponderancias extranjeras, dado que el espíritu nacional continúa desarrollándose ponderablemente merced al desenvolvimiento de nuestra cultura y al arraigo del inmigrante", debe seleccionarse la inmigración con criterio étnico, económico y numérico, si se quiere "conservar y aún limpiar y pulir su patrimonio racial, no bastardeado todavía por hibridismos y mestizaciones nocivas". Para ello resulta imprescindible fiscalizar bajo un riguroso contralor médico y político "nuestra aduana biológica", a fin de evitar la introducción al país de "los indeseables de diverso orden y razas que contaminen y degeneren nuestro acervo étnico", y propender a la "importación de valores antropológicos representantes de las razas superiores". Por último, propone una "mejor distribución de las masas que se reciben en la vastedad de nuestra campaña, aumentando por todos los medios posibles la capacidad asimilatoria del país" (Delfino, 1926: 21-24).

Como se desprende de esta radiografía del movimiento inmigratorio, tanto para Delfino como para la mayoría de los eugenistas de su época, existe un consenso en generar una "raza" de calidad pero, la composición étnica sumamente heterogénea (inmigrantes de diverso origen, criollos y algunas poblaciones indígenas) y la vigencia de un proyecto hegemónico de construir una nacionalidad argentina, impiden que se pueda hablar de una "raza pura". De allí que se apueste a la formación de una "nueva raza argentina", producto de un "crisol de razas" cuya mezcla no puede quedar librada al azar sino que debe estar dirigida y controlada por el Estado. La eugenesia permite, desde una perspectiva transformista, asegurar un futuro de "unidad racial", proponiendo la selección de los inmigrantes recientes, el mejoramiento de la población existente y la extinción de aquellos considerados como inferiores.

Como al decir de un prestigioso médico de la ciudad de Córdoba la "potencialidad de un país no se mide por el número de sus habitantes sino por la calidad de ellos", el eugenismo local se esfuerza por determinar y prevenir las causas de debilidad constitucional congénita que impiden la reproducción saludable de la población (Stucchi, 1919:368). Más aún si se considera que, como lo advierte Alfredo Verano, la "civilización moderna excluye las causas de selección natural, que facilitaban en épocas anteriores la reproducción de los más fuertes y aptos". La medicina "se empeña en proteger y conservar a los degenerados, quienes causan un grave daño y son una terrible carga para los sanos; la desigualdad económica impide en unos casos el éxito de los bien dotados y permite en otros el encumbramiento de las mediocridad" y el matrimonio "obedece a una serie de conveniencias sociales, antes que a la conservación de una raza fuerte" (Verano, 1929: 5-6 y 8-10).

Entre los factores de reproducción considerados "disgénicos", en tanto poseen efectos directos o indirectos en la herencia, Verano diferencia por un lado, a aquellos de orden biológico, dentro de los cuales se encuentran las enfermedades sociales como la sífilis, la tuberculosis, o el alcoholismo; las enfermedades infecciosas como la viruela, la fiebre tifoidea, el carbunclo y el muermo; las enfermedades nerviosas como la locura o la criminalidad; la consanguinidad; las razas y clases inferiores, en virtud de su alta fecundidad, y el matrimonio precoz o tardío. Por otro lado, remarca la importancia de los factores de orden social tales como la falta de educación sexual o el malestar económico que tienden a desnaturalizar las costumbres propiciando la prostitución, el celibato, las prácticas neomalthusianas, el concubinato, la ilegitimidad, el proxenetismo y el matrimonio por interés, trayendo como consecuencia enfermedades venéreas, el "aborto criminal", el infanticidio, el abandono de niños, la esterilidad, la disolución de la familia y el aumento de la mortalidad infantil (Verano, 1929:10-30).

Las soluciones propuestas por la Eugenesia argentina para evitar la propagación de los elementos "disgénicos", son tanto de orden preventivo como represivo. Entre las primeras, una de las acciones más recomendadas es la profilaxis de las llamadas "enfermedades sociales". Mientras que para el alcoholismo y la sífilis parece bastar con la moderación en el consumo de la bebida y la abstinencia o uso "higiénico" del "sexo peligroso", estimulados por medidas legislativas de penalización de la prostitución o regulación de la venta de alcohol, en el caso de la tuberculosis se carece de esas supuestamente efectivas soluciones. Después de descubierto el bacilo de Koch en el año 1882, el problema se centra en evitar el contagio de la enfermedad. Las propuestas para prevenir su propagación girarán en torno a la moralización de las conductas de las clases trabajadoras, fundamentalmente a aquellas asociadas al consumo del alcohol y los "excesos sexuales", la superación de los bajos estándares de higiene, el estímulo de una adecuada alimentación y la educación.3

La prevención del contagio de los males venéreos se convierte en una de las preocupaciones más importantes del período formativo de la Eugenesia en la Argentina. Muestra de ello es la Liga Argentina de Profilaxis Social fundada por Alfredo Verano en 1921, bajo el patrocinio del Círculo Médico Argentino y del Centro de Estudiantes de Medicina, que cuenta en su junta consultiva con personalidades de peso en el mundo sanitario y político. Su objetivo es evitar y combatir la propagación de las patologías venéreas que "por su extremada difusión, siempre 'in crescendo' y, sobretodo, por sus consecuencias hereditarias, son justamente consideradas en la actualidad, como las que más serios peligros representan para el individuo, la sociedad y el porvenir de la raza". Para lograrlo se propone obtener de los poderes públicos la legislación pertinente; difundir, por todos los medios posibles, los conocimientos necesarios, a objeto de crear la conciencia sanitaria popular sobre enfermedades venéreas; instalar dispensarios antivenéreos, gratuitos, o a tarifas reducidas; estimular la profilaxis personal, abaratando y divulgando el uso de medios profilácticos; combatir la pornografía y el curanderismo; propiciar y estimular entre los profesionales, las investigaciones referentes a estos puntos e instituir el seguro popular contra las enfermedades venéreas.4

En este sentido, la Liga Argentina de Profilaxis Social parece aglutinar, además del esfuerzo de un conjunto importante de médicos, el apoyo de amplios sectores de la sociedad y una relativa atención de los poderes públicos a sus demandas. Su boletín, de 2000 ejemplares mensuales, se distribuye entre las organizaciones médicas, de estudios sociales y de beneficencia, más representativas del país. Casas comerciales como farmacias, droguerías, tabacaleras, cervecerías, o distribuidoras de alimentos, editan desinteresadamente carteles, volantes y folletos de propaganda de la Liga.5

Entre las actividades de sus primeros años de existencia se encuentran los reclamos a la Intendencia Municipal de la necesidad de reglamentar la prostitución y de establecer dispensarios para el tratamiento de las enfermedades venéreas; los pedidos a la Legislatura Nacional para que sancione una ley de certificado prenupcial; la solicitud al Ministerio de Instrucción Pública para que se imparta educación sexual en las escuelas; el dictado de conferencias en los profesorados y magisterios de la Capital Federal, Córdoba, Bahía Blanca ,Campana, Zárate, Mendoza, Luján y Quilmes, patrocinados por el Consejo Nacional de Educación, a las que concurren cerca de 3000 docentes; la sugerencia al Ministerio de Guerra que publique tres volantes con instrucciones antivenéreas para ser distribuidos entre los conscriptos e imprima en la libreta de enrolamiento instrucciones generales antituberculosas, antialcohólicas y antivenéreas, finalmente subvencionado por una casa comercial por no contar la repartición con el presupuesto suficiente; la distribución de 150.000 folletos y 500.000 volantes; la traducción de películas educativas y artículos informativos del francés y del inglés y su envío a los sindicatos y a la Unión Feminista Nacional.6

Las actividades de la Liga corren en paralelo con los esfuerzos de los higienistas socialistas quienes, además de llevar a cabo una intensa labor parlamentaria para obtener una legislación que proteja a la sociedad de la amenaza de las enfermedades venéreas, organizan campañas informativas de prevención, dirigidas principalmente a los sectores populares, y, forman parte de asociaciones como el Comité Argentino Uruguayo de la Federación Internacional de Abolicionistas, que defiende la abolición de la prostitución legalizada, la constitución de un sistema de tratamiento médico gratuito para todos los pacientes con enfermedades venéreas, el divorcio, la reforma de las leyes sobre paternidad, la mejora de las condiciones de trabajo para mujeres y niños, la educación sexual en las escuelas primarias y secundarias y el cierre de los "negocios de entretenimientos obscenos" (Donna Guy, 1994:124-125).

Otra enfermedad de tipo social que preocupa a los eugenistas de las primeras décadas del siglo XX es la tuberculosis. En 1919 Alberto Stucchi, profesor consejero de la Facultad de Medicina de Córdoba y miembro de la junta consultiva de la Liga de Profilaxis Social, advierte acerca del desarrollo cada vez más alarmante de esta enfermedad en todos los países, lo que hace que su estudio, más que una preocupación eminentemente médica, sea un "vasto problema social". Para este eugenista cordobés, la marcada "degeneración" observada especialmente en las clases proletarias se debe, en gran parte a su hábito alcohólico pero, también, a la tuberculosis cuyas toxinas infecciosas actúan sobre las células reproductoras de los padres, repercuten sobre los hijos y disminuyen su vitalidad haciéndolos más receptivos a la enfermedad o a afecciones psicológicas como la psicosis o la criminalidad, generando niños endebles que difícilmente lleguen al primer mes de vida o que en la escuela son "pusilánimes y débiles" o cuando deben cumplir con el servicio militar son exceptuados del mismo. Según Stucchi, la intensa labor profiláctica no ha sido suficiente ni ha dado el resultado deseable por lo que propone en la II Conferencia Nacional de Profilaxis Tuberculosa la instauración obligatoria, por parte de los poderes públicos, de un certificado donde debe constar que el futuro cónyuge no padece de una enfermedad capaz de comprometer la salud del otro cónyuge o la de su descendencia. El grado de lesión que puede considerarse como susceptible de comprenderse en los límites de esta proposición es aquel período de la enfermedad en que más peligra el contagio, los estadios dudosos o intermedios pueden ser eximidos después de una prolija observación (Stuchi, 1919: 368-376).7

Junto con la prevención y tratamiento de las "enfermedades sociales" y la implementación del certificado pre-nupcial los eugenistas argentinos proponen, para asegurar la reproducción cualitativa de la población, el matrimonio temprano (los 16 años para las mujeres y los 18 para los hombres), la procreación entre las clases y "razas" superiores, la protección de la infancia y de la mujer embarazada, la prevención de las enfermedades profesionales, una educación para formar la conciencia higiénica del pueblo, una acertada política sanitaria y la elevación intelectual, moral y económica de la sociedad (Verano, 1929: 31-38).

Estas medidas profilácticas, con acento más marcado en las causas físicas o en las sociales, también están acompañadas por propuestas claramente represivas de los elementos "disgénicos". Así por ejemplo, la doctora Paulina Luisi, higienista, feminista y reformista socialista uruguaya, sugiere que todos los seres que se encuentren en "condiciones transitorias o permanentes de inferioridad y, por lo tanto, expuestos a dar origen a productos de mala calidad, deberían abstenerse de procrear", entre ellos los "inconscientes natos, irresponsables, criminales, idiotas, epilépticos, degenerados mentales de toda clase, y todos los individuos dominados por vicios consuetudinarios que han tomado carácter de enfermedad crónica: alcoholismo, eterómanos, morfinómanos, etc.". Según Luisi, esta incapacidad para engendrar debería ser tomada en seria consideración por las autoridades científicas y por la sociedad, cada vez que se constituya un hogar, proponiendo de inmediato la esterilización de los hombres, menos traumática que en las mujeres; el control de la natalidad, haciendo que los nacimientos respondan a condiciones de excelencia deseada, y el aborto, efectuado por un médico, fundado en un previo estudio clínico de los progenitores (Luisi, 1916: 435-457).

Las acciones represivas de los elementos "disgénicos" de la sociedad, apoyadas también por Fernández Verano o por Víctor Delfino, no son aceptadas unánimemente por todos los eugenistas. Así por ejemplo, Lanfranco Ciampi, director del Instituto Psico-pedagógico de Buenos Aires, no niega las ventajas de la profilaxis anticoncepcional o la esterilidad voluntaria pero, frente a quienes pretenden recluir o esterilizar a la infancia y la juventud abandonada, anormal y delincuente, sugiere apostar a la educación. Según él, todavía faltan pruebas científicas del origen y las causas de la herencia morbosa y anormal, "hay menores que deben su antisociabilidad a las causas mesológicas y, otros, únicamente a causas morbosas y hereditarias; pero en la mayoría de los casos, los factores de una especie se unen, se suman a factores de la otra." De allí que proponga asistir al niño que es "anormal, delincuente o inepto" y prevenir que "surjan otros mañana" a través de la implementación de medidas profilácticas en la escuela y en la familia. Para que todos los "niños anormales mesológicos no se vuelvan delinquibles y los constitucionales tampoco" resulta imprescindible la cooperación del Estado, las asociaciones de beneficencia y la acción privada (Ciampi, 1922: 110-132).

Por su parte, Lázaro Sirlin, acusa de "verdadera inquisición científica" a la sociología médica que, en aras de la "defensa de la raza" lo ven todo "bajo el prisma de la patología". Según él, la "miseria, el hambre el frío, etc, son en más de un caso, los solos factores de la degeneración y de la morbilidad humana". De todas las medidas profilácticas propuestas solo acepta el certificado médico prematrimonial, aunque es algo escéptico sobre sus resultados prácticos, ya que hay que ser muy preciso a la hora de detectar las afecciones en su estado de latencia, las enfermedades internas o las psicosis. Para Sirlin lo esencial "no es tanto purificar la herencia biológica, como acrecentar para todos los humanos el patrimonio social y económico que tiene mayor influencia sobre el individuo que las otras causas", a través de la educación, la buena alimentación, las saludables condiciones de trabajo y el reposo obligatorio (Sirlin, 1926: 228-236).

La década del treinta y el modelo de "eugenesia latina"

La Sociedad Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, fundada en 1932, puede ser considerada como el intento más orgánico y duradero de institucionalización de los ideales eugénicos en la Argentina. A diferencia de las asociaciones creadas por Víctor Delfino o Alfredo Verano, que siguieron los postulados de la Eugenesia desarrollados en los países anglosajones, esta nueva institución encuentra su inspiración en la Biotipología, propuesta por el endocrinólogo italiano Nicolás Pende y divulgada en las tierras del Plata durante su visita en 1930. Particular interpretación de la "medicina constitucionalística" de Aquiles de Giovanni, esta disciplina pretende fundar sobre el estudio del "biotipo" -personalidad individual en su aspecto morfológico, neurológico, humoral, dinámico, moral e intelectual- una ciencia que comprenda los aspectos curativos y preventivos de la medicina y que pueda ser extensiva al estudio global y al gobierno de la población. En este desafío resulta imprescindible para Pende, además de la labor de los médicos, la intervención del Estado con el fin de registrar de forma sistemática y continua los caracteres biotipológicos de cada integrante de la sociedad, impulsar la educación sanitaria, preparar a las futuras madres, organizar las condiciones indispensables de profilaxis laboral, preservar y mejorar la "raza" italiana (constitucionalmente más robusta, vital, longeva y fecunda que las demás) y atacar a los enemigos de su reproducción: la "hiponatalidad" y la mortalidad infantil (Maiocchi, 1999: 43-50 y Pende, 1935: 2-4).

La divulgación de esta interpretación italiana de la Eugenesia en la Argentina y su rápida aceptación, debe ser evaluada en un contexto de expansión de las relaciones culturales entre estos dos países, utilizadas por la diplomacia del fascismo como estrategia para ganar el beneplácito de las naciones del sur del continente americano. A partir de 1929, el Instituto Argentino de Cultura Itálica, dirigido por el doctor Marotta, no sólo coordina la visita de prestigiosos médicos, artistas e intelectuales de la península itálica, sino que, además, organiza viajes de profesionales argentinos al Viejo Continente. Tal el caso de los doctores Arturo Rossi, y Octavio López quienes, a su regreso de una estadía en el Instituto Biotipológico Ortogenético de Génova, dirigido por Pende, fundan la Sociedad de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social (Scarzanella, 2002: 174-187).

Trasladando el centro de discusión del ámbito criminológico al de la Medicina Social, esta asociación, y los médicos que la integran, monopolizarán el debate eugénico en la Argentina durante toda la década de 1930. Su objetivo es "formar la conciencia eugénica de las clases dirigentes de la sociedad y de todos sus tramos sociales, infiltrando en las Universidades, colegios, hogares y clases laboriosas, los postulados de la Eugenia, en su rol modelador de la raza del porvenir", abarcando la "acción jurídica, económica y educativa, eminentemente médica y profiláctica"8 Su campo de reflexión, intensamente desarrollado en su órgano oficial, los Anales de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, pero también en colaboraciones a prestigiosas publicaciones de medicina, derecho, psicología o de interés general, se extiende a problemáticas tan diversas como la salud, la higiene, la ingeniería sanitaria, la alimentación, la organización hospitalaria, la psicología, la educación pedagógica, la educación física, la criminología, o el reclamo de distintos tipos de legislación.9

En el primer directorio de la Sociedad se encuentran reconocidas figuras del ámbito académico y de la práctica médica tales como: Mariano Castex, presidente de la Academia Nacional de Medicina; Carlos Bonorino Udaondo y Alberto Peralta Ramos, obstetra, director de la Maternidad de la Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires. Los tres renuncian unos meses después de constituido el directorio alegando tener que dedicar exclusiva atención a su actividad docente en la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. Pasarán a ocupar sus funciones, profesionales mucho más ligados a la Biotipología, relacionados entre sí por sus lugares de trabajo. Su director será Arturo Rossi (médico constitucionalista y biotipólogo recibido en Génova, profesor de las escuelas de enfermeras de la Cruz Roja y la de Samaritanas dirigidas por Nicolás Lozano, médico de las clínicas de Mariano Castex y Carlos Bonorino Udaondo, en las que pone en práctica la primer ficha biotipológica y del Hospicio de las Mercedes dirigido por Gonzalo Bosch); su subdirector Octavio V. López (director del reformatorio Nacional de Olivera); su presidente Nicolás Lozano; su vicepresidente primero, Gonzalo Bosch (profesor de medicina legal en la Universidad Nacional del Litoral, director de la Revista de Medicina Legal y Jurisprudencia Médica) y su vicepresidente segundo José María Paz Anchorena.10

Como ha sido sugerido por Nancy Stepan, el nacimiento de la Sociedad de Biotipolgía Eugenesia y Medicina Social en la Argentina, coincide con un momento de repliegue de la eugenesia nacional desde campos ideológicos más amplios que incluían a las posiciones reformistas de la izquierda o a sectores que se permitían defender el modelo anglosajón de esterilización de los elementos "disgénicos", hacia su monopolización por parte del pensamiento tradicionalista de derecha. Las prescripciones religiosas, las ideologías de género y "raza" y la mirada científica asistirán a una nueva articulación en un momento en que la "nación" es percibida como en crisis (Stepan, 1991: 58-61).

Este giro debe ser enmarcado, también, en un contexto de cambio de la eugenia panamericana -explicitado en las resoluciones del Segundo Congreso Americano de Eugenesia (1934) y en la fundación de la Federación Internacional Latina de Sociedades de Eugenesia (1935)-, que opta por un proyecto de autonomía respecto de la agenda de medidas extremas propuesta por Estados Unidos, reafirma su origen lamarckiano, propone una visión más tolerante respecto de la "hibridación racial", acentúa la importancia de los aspectos preventivos de la práctica eugénica e intenta, con ello, un diálogo con la Iglesia católica (Stepan, 1991: 182-192).11

Por otro lado, la identificación de la eugenesia local con la biotipología la acerca a una interpretación "latina" de la disciplina, anclada en factores ambientales, que propone medidas de profilaxis, higiene y saneamiento ecológico, más acordes con la tradición y la sensibilidad de la cultura itálica y católica (Maiocchi, 1999: 9-10). En este sentido cabe recordar el creciente protagonismo de la Iglesia argentina en la vida social, cultural y política de los años treinta, puesta de manifiesto en el incremento del número de sus fieles y de organizaciones laicas con un espíritu militante y de "reconquista"; en el fortalecimiento del episcopado, su revinculación con la jerarquía romana y su ascendente prestigio en la opinión pública local; en la conquista católica de los espacios públicos (proliferación de iglesias, organización de procesiones y congresos); en la maduración de una intelectualidad católica capaz de disputarle el terreno a la laica y en el renovado vigor de las ideas tomistas acerca de la organización del orden político y social en conformidad con las leyes divinas (Di Stefano y Zanata, 2000: 412-435).

Aunque no de forma exclusiva, la renovada Eugenesia argentina, fue expresión de este nuevo clima ideológico. Así por ejemplo en 1933 Octavio López, vicepresidente de la Sociedad Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, viaja a Italia y discute con el padre Agostino Gemelli, rector de la Universidad Católica de Milán y uno de los primeros miembros de la Iglesia italiana en reaccionar contra los fundamentos de la vertiente anglosajona de la Eugenesia, acerca de cómo puede ser practicada esta disciplina en países católicos. Una vez llegado a Buenos Aires redacta un par de escritos en los que sostiene que la organización científica del mejoramiento de la "raza" es sólo aceptable cuando no viola las leyes naturales de la maternidad, cuando utiliza métodos de persuasión para generar conciencia y prevenir uniones entre personas "disgénicas" o cuando corrige taras existentes. Sugiere como medida extrema el ejercicio de la castidad dentro del matrimonio para casos de consanguinidad o enfermedades hereditarias con el fin de "prevenir los males evitando las consecuencias funestas para la sociedad y para la especie sin herir ningún principio natural o religioso". Según su opinión, los Institutos Biotipológicos Ortogenéticos deberían ser instituidos en la Argentina por su función de diagnóstico y prevención, en la medida que estudian las constituciones humanas y siguen la tutela del crecimiento físico y psíquico del niño, con el objeto de descubrir a tiempo y corregir males hereditarios latentes y anomalías de desarrollo físico o psíquico (López, 1933: 6-7).

El problema de la población, especialmente en un contexto de disminución de las tasas de natalidad, de reducción del caudal inmigratorio y de pesimismo acerca del futuro demográfico de la "raza blanca" como fueron los años treinta, ocupa un lugar central en la agenda de discusiones de la transformada Eugenesia argentina. Las ideas poblacionistas cobran ímpetu en el seno de la reflexión médica considerándose al "elemento hombre" como al "más fuerte coeficiente de potencia y de riqueza de una nación". Según Donato Boccia, médico del Hospital Italiano y secretario general de la Asociación de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, el fenómeno de la "denatalidad" preocupa a todas las naciones salvo a aquellas compuestas de "razas de color", como China y Japón, que atraviesan un período de ascenso demográfico. Para Boccia, aunque se invoquen razones de orden económico para explicar la disminución de la natalidad, es sólo parcialmente cierto puesto que "las familias más pobres son las que más hijos tienen, mientras estos escasean en las familias ricas". Las "razones morales y sentimentales" que llevan a la interrupción del embarazo son las de mayor peso, de allí que el fin de los médicos y los sociólogos sea el de "encarrilar otra vez la mentalidad femenina hacia la santidad de su misión" (Boccia, 1934:19).

En efecto, las prácticas anticoncepcionales, la "lactancia mercenaria", la institutriz, el internado, los fraudes sexuales, la mutilación, el aborto y el divorcio, son consideradas por los eugenistas como experiencias sociales que van en contra del incremento de la natalidad (Gómez Salvo, 1935: 9-10). De todos modos, es "la mujer, en grado superlativo, la responsable de la salud corporal y espiritual del pueblo". Por ello se propone en primer lugar, exaltar la maternidad y hacerle frente a las causas de la desintegración de la familia; en segundo lugar, amparar a las madres, en especial a las obreras, basándose en los programas de protección maternal del fascismo italiano, a través de medidas tales como la declaración obligatoria del embarazo, la educación y la atención en maternidades; en tercer lugar, la protección integral del niño desde la concepción hasta los años de la primera infancia y, por último, controlar y estimular la natalidad a través de fichas de valuación de la fecundidad individuales, subvenciones económicas a familias numerosas o la implementación del salario familiar (Peralta Ramos y Berutti, 1935: 2-3 y Berutti et al., 1934).

Con todo, esta posición natalista, puede matizarse con una mirada desde el interior del país. Si para Buenos Aires y las principales ciudades del litoral del país, el problema radica, en los años treinta, en el descenso del número de nacimientos, para las provincias del interior la preocupación principal consiste en los todavía elevados índices de mortalidad infantil. Jorge Orgaz, miembro de la filial cordobesa de la Asociación de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, sostiene que para conseguir el "aumento real de la población y la media de vida individual socialmente más útil" resulta imprescindible combatir la "polinatalidad.". Según Orgaz, la familia larga es de menor vitalidad en su conjunto y este "hipovitalismo" se expresa por debilidad constitucional o por estados de cronicidad compatibles, sin embargo, con muchos años de vida. En consecuencia, "la familia larga conduce a menudo a la familia corta", puesto que está amenazada por la "polimortalidad prematura, especialmente infantil" (Orgaz, 1932: 622-624).

Junto con el descenso de la natalidad el eugenismo, en su vertiente poblacionista, debe dar una respuesta al futuro inmigratorio del país. Por un lado, preocupado por el incremento demográfico, se plantea la posibilidad de reanudar el flujo de extranjeros detenido por los efectos de la crisis económica mundial y por las políticas represivas del gobierno argentino. Por otro, se pregunta acerca de qué perfil de inmigrantes es el más conveniente para proteger la "raza". Después de descartar a aquellos individuos provenientes de las zonas meridionales europeas y del oeste asiático y de mostrar preferencia por los de origen latino, más adaptables y más propensos a mezclarse con la población aborigen, se sugiere una política selectiva que pueda rechazar el ingreso de elementos "disgénicos". Según Gregorio Aráoz Alfaro, pediatra, miembro de la Academia Nacional de Medicina y presidente de la sección de Eugenesia de la Sociedad de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, el gran problema del país es que han ingresado durante decenas de años, y en gran número han procreado y formado familias "lisiados de toda clase, específicos en actividad, tuberculosos, granulosos, enanos, acondroplásicos, raquíticos, gibosos, alcoholistas, epilépticos, idiotas, criminales y psicópatas de toda especie" (Aráoz Alfaro, 1932: 516-517).

Un último tema abordado por los eugenistas de los años treinta respecto de la población, es el problema de la reproducción cualitativa de la misma. Aunque muchos de ellos están a favor de la eliminación o, al menos, del control de la multiplicación de los elementos "disgénicos", los sectores mayoritarios, vinculados a una eugenesia de tipo "latina" y "católica", no están de acuerdo ni con la aplicación de métodos drásticos como la esterilización ni con aquellos preventivos como el control voluntario de la natalidad. Su explicación puede hallarse en el fuerte peso de la opinión de las jerarquías eclesiásticas en la Argentina, principalmente después de darse a conocer, en 1930, la encíclica Casti Connubii que confirma la autoridad de la Iglesia en la esfera de la familia, el matrimonio y la sexualidad y prohíbe el control de la natalidad, el aborto, la esterilización y la eugenesia por considerarlas fuera de la pertinencia de la autoridad científica. Para el catolicismo, los valores espirituales del matrimonio están por encima de los físicos y, como su propósito es la reproducción, el derecho a la misma es inalienable.

Si en los años treinta el debate acerca de la esterilización de los elementos "disgénicos" cruza al campo de la Eugenesia argentina, las opiniones favorables acerca del uso de métodos anticonceptivos o del aborto parecen circunscribirse a grupos muy reducidos. Algunas razones podrían buscarse en que mientras la práctica de la esterilización está destinada a grupos minoritarios y requiere siempre de la supervisión de instituciones sanitarias oficiales, el control de la natalidad está librado a la voluntad de las personas, con escasas posibilidades de ser tuteladas por el sistema de salud. Por otro lado, más allá de las cuestiones morales y de control social, una de las preocupaciones más importantes de la Eugenesia durante los años treinta es la "denatalidad" de la población argentina. De allí que el ejercicio voluntario de las prácticas anticonceptivas sea considerado como una amenaza al futuro demográfico.

Así todo, existen algunos médicos que apoyan el control de la natalidad y el aborto desde justificaciones eugenésicas. Tal el caso del anarquista Juan Lazarte quien defiende la procreación consciente, puesto que considera a la multiparidad, especialmente presente entre los sectores económica y socialmente más desvalidos, como un factor fundamental de "degeneración". Según él, la maternidad "no es una cuestión de cantidad, sino de consciencia, selección y calidad" (Lazarte, 1936). Por su parte, Mercedes Rodríguez, socia del Museo Social Argentino, presenta la urgencia de legislar el aborto en el código penal argentino incluyendo la distinción entre "criminal", aquél que se practica como método de control de la natalidad, y "eugénico", el que garantiza el capital hereditario y fisiológico del que está por nacer y la salud física o psíquica de su madre (Rodríguez, 1933: 11-17).

Finalmente, los mecanismos propuestos en forma mayoritaria por los eugenistas locales, para evitar la progresiva "degeneración de la raza" a través de los nacimientos no deseados socialmente, son básicamente preventivos. Entre ellos se encuentra, en primer lugar, la instauración de una ficha "biotipológica" obligatoria que permita a los especialistas establecer las características constitucionales de cada individuo, seguir su desarrollo vital y evaluar sus potenciales reproductivos.12

En segundo lugar, la educación sexual que a través de la información sobre las causas de las acciones "disgénicas", como por ejemplo la concepción en determinados estados o condiciones, evite el nacimiento de individuos "indeseables". Dicha instrucción se sugiere que sea suministrada a través de la propaganda popular, vulgarizando las reglas eugenésicas por medio de conferencias, cartillas y cintas cinematográficas, y formal y obligatoriamente a los dos sexos, desde el segundo ciclo de la escuela primaria, prosiguiendo en los centros de segunda enseñanza, oficiales y privados, para concluir en los planes de estudio de los institutos de formación terciaria y en los de la universidad (Solano, 1936: 21-24).

Por último, el certificado prenupcial que señale las enfermedades o "taras hereditarias" que deben impedir el acto matrimonial, otorgado de forma gratuita por un consultorio prenupcial. Según los eugenistas dicho certificado debe ser obligatorio (incluye la facultad del Estado para diferir la unión hasta que sobrevenga la curación o para impedirla, en absoluto, en caso de dolencia crónica); irremplazable por declaraciones juradas u otros sistemas indirectos; categórico, con expresa indicación de que no se padece de las dolencias que la ley declara impedimentos matrimoniales; individualizado, con perfecta identificación de la persona; actual, con validez no mayor de tres días; oficial, extendido por autoridades médicas de organismos estaduales o por profesionales especialmente autorizados y exigible sin distinción de sexo (de Quirós, 1934:15 y de Guijarro, 1939: 20-26).

A modo de conclusión

Durante los años formativos de la Eugenesia en la Argentina, sus reflexiones lograron torcer el pensamiento médico sobre la población hacia criterios relacionados con su reproducción cualitativa antes que cuantitativa. Nuevas preocupaciones acerca de la salud, que incluían el estudio de los caracteres hereditarios, la influencia del ambiente en el desarrollo o la prevención de determinadas enfermedades, la posibilidad de eliminar a los elementos "disgénicos" de la población, abrieron un campo fecundo de reflexión que viabilizó el diálogo entre distintas disciplinas del estudio de "lo social" de variadas pertenencias ideológicas.

La década de 1930 asiste a un paulatino ascendiente de las ideas "natalistas" entre los profesionales de la salud cuya matriz, probablemente, se encuentre en los postulados del poblacionismo argentino. La nueva obsesión por la cantidad dentro de la reflexión eugenista, llegará al extremo de diluir su originalidad dentro del desarrollo de otras disciplinas médicas como la puericultura o la obstetricia. Las condiciones de posibilidad de este fenómeno podrían buscarse en el progresivo estrechamiento hacia la derecha de los seguidores de la Eugenesia en la Argentina, así como también en el surgimiento de una visión "latina" y "católica" de esta ciencia, más congenial con la ideología y sensibilidad locales.

El progresivo fortalecimiento de las ideas "natalistas" dentro de la corporación médica se pondrá en evidencia en el período posterior al estudiado en este trabajo. A pesar de la favorable coyuntura respecto del ingreso de extranjeros operada durante los años de la segunda posguerra, el estímulo del factor endógeno del crecimiento de la población no será abandonado. Paralelamente, los rastros de un pensamiento eugenista, de tipo "latino" y "católico", sobrevivirán a las prevenciones morales y científicas impuestas a la Eugenesia una vez finalizado el segundo conflicto bélico mundial, confluyendo en el diseño de las políticas sanitarias del primer peronismo. Esta confluencia entre "natalismo" y Eugenesia, que ya comienza a contar con trabajos empíricos que la hacen evidente, daría cuenta, de un proceso singular del desarrollo de la Eugenesia en la Argentina, probablemente extensible a alguna de las realidades de los países americanos.

Notas:

1 La tensión entre ideas "inmigracionistas" y "fatalistas" dentro del pensamiento poblacionista argentino ha sido analizada en un trabajo precedente (Biernat, 2004: 471-506).
2 Un reciente estudio sobre la creación de distintas instituciones de inspiración eugenésica en la Argentina en: Gustavo Vallejo y Marisa Miranda, 2005: 145-192.
3 La historiografía argentina reciente ha demostrado que la preocupación por el núcleo patológico definido por el alcoholismo, la sífilis y la tuberculosis no fue privativa del discurso eugénico. Las explicaciones de tipo biológico, que incluían factores como la herencia y la "raza", se combinaron con otras que bregaban por la necesidad de un reordenamiento social. En este cruce, las "enfermedades sociales" formaron parte de una agenda política reformista que incluía a liberales, conservadores, católicos, radicales, socialistas y anarquistas (Armus, 1996: 93-116 y Barrancos, 1996: 119-149).
4 Boletín de la Liga Argentina de Profilaxis Social, Año I, n I, 30 de septiembre de 1921, pp. 1-3.
5 Ibid.
6 Boletín de la Liga Argentina de Profilaxis Social, Año 1, n 1, 30 de septiembre de 1921, pp. 4-7 y n 7, marzo-junio de 1922, p. 184.
7 La tuberculosis fue incluida en la agenda higienista argentina en las últimas décadas del siglo XIX. En mayo de 1901 prestigiosos médicos como Emilio Coni, presidente de la Comisión Internacional de Profilaxis contra la Tuberculosis, Samuel Gache, Enrique Tornú y Francisco de Veyga, fundaron la Liga Argentina contra la Tuberculosis. Las finanzas de esta institución privada provienen del aporte de sus socios y de magros subsidios del gobierno. Aunque el Estado acompaña las iniciativas de la sociedad civil, fue recién a partir de los años treinta que asume un rol protagónico en la lucha contra esta enfermedad (Armus y Belmartino, 2001: 294-295).
8 "A la prensa en general", Anales de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, Año 1, n 1, 1 de abril de 1933, p. 2.
9 El amplio programa de la Sociedad puede constatarse en la organización de sus secciones: Biotipología (con sede práctica de estudios constitucionales de fisio-patología de los enfermos en los hospitales Pirovano e Italiano y en el Hospicio de Las Mercedes, dónde se desempeñan Patiño Mayer, Donato Boccia respectivamente), Eugenesia, Maternidad e Infancia (con sede en la Maternidad "Eliseo Cantón", donde se desempeña Josué Berutti), Medicina Social, Educación Pedagógica, Educación Física, Asistencia Social, Nutrición y Alimentación, Ortodoncia y el anexos del Comité Femenino de Asistencia Social que auspicia los cursos de Samaritanas y los de la Escuela politécnica de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social. "Palabras de nuestro Presidente", Anales de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, Año II, n 21, 15 de abril de 1934, pp. 2-5.
10 "Nuestras nuevas autoridades", Anales de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, Año I, n 13, 15 de octubre de 1933.
11Acerca de la participación de la Sociedad de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social en la constitución de la Federación Latina de Sociedades de Eugenesia: "Federación Latina de Sociedades de Eugenesia", Anales de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, Año 1, n 2, 15 de abril de 1933, p. 11.
12 A pesar de las ambiciones de los miembros de la Sociedad de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, esta ficha no se llegó a implementar, salvo en dos pruebas experimentales. Una entre los empleados de Ferrocarril del Sud, y otra entre los alumnos de dos escuelas de la provincia de Buenos Aires: "Palabras de nuestro nuevo Presidente Dr. Nicolás Lozano. La organización de la Asociación de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social", Anales de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, Año I, n 14, 15 de noviembre de 1933, p. 2; Arturo Rossi, "La ficha biotipológica escolar. Sus fundamentos", Anales de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, Año I, n 1, 1 de abril de 1933, pp. 14-16 y "La ficha Biotipológica escolar sancionada oficialmente por la Dirección General de Escuelas de la provincia de Buenos Aires", Anales de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, Año 1, n 8, 15 de julio de 1935, pp. 12-14.

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recibido: 29/06/05
aceptado para su publicación: 06/10/05