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Cuadernos del Sur. Historia

versão On-line ISSN 2362-2997

Cuad. Sur, Hist.  no.35-36 Bahía Blanca  2007

 

Territorio y territorialidad en el antiguo Egipto

Silvia Lupo*

* CONICET-IMHICIHU-DEGIP E-mail: silvialupo@gmail.com

Resumen
Se analizan los conceptos de "territorio" y "territorialidad" sobre la base de los datos antropológicos y arqueológicos. Se interpreta que el "territorio" y la "territorialidad" ejercida por los grupos humanos son conceptos más complejos y abarcan otros ámbitos que la simple ocupación espacial. Para el caso de Egipto deben tenerse en cuenta diferentes variables que hacen a la ideología, al sistema socio-político y económico del estado egipcio y al momento histórico, desde su unificación en el Dinástico Temprano hasta el Reino Antiguo.

Palabras clave: Territorio; Territorialidad; Antiguo Egipto; Ideología.

Abstract
The concepts of "territory" and "territoriality" are analyzed on the base of the anthropological and archaeological data. It is assumed that "territory" and "territoriality" exerted by the human groups are more complex concepts than the simple spatial occupation. For the case of Egypt in the Predynastic, Early Dynastic and Old Kingdom, we consider different variables related to the ideology and to the socio-political and economic system of the Egyptian state.

Keywords: Territory; Territoriality; Ancient Egypt; Ideology.

Recibido 17/06/05
Aceptado para su publicación 15/12/06

Consideraciones generales

El concepto de "territorio" y de "territorialidad" no ha sido investigado en egiptología como lo fue en el campo de otras disciplinas, entre ellas, la arqueología y la antropología. Estos estudios fueron aplicados en su mayoría en el ámbito de los grupos prehistóricos e históricos, tanto para las sociedades consideradas simples, como para las denominadas "intermedias" y las más complejas. La escasez de estas investigaciones en el campo de la egiptología se debe, en parte, a que esta disciplina se desenvuelve habitualmente como una ciencia aparte dentro de los estudios de las sociedades complejas antiguas, y por otra, a que la gran cantidad de fuentes epigráficas halladas en los sitios arqueológicos pareció resolver durante años, muchos de los problemas que, para otras sociedades, quedaban irresolutos por la escasez de las mismas. En la década del '70 hubo intentos serios de llenar este vacío por parte de Trigger (1972:575-599) y de Kemp (1972:649-656) quienes, utilizando modelos teóricos provenientes de otras disciplinas, en especial de la antropología, explicaron el surgimiento y las características del estado egipcio (Wenke, 1989:129-155; 1991: 279-329; Hassan, 1988:135-185). Otros eruditos, a su vez, estudiaron, entre otras, la problemática de las fronteras (Quirke, 1989:261ss.; Lupo, 2001:245-260; 2004:27-51) y del imperialismo (Kemp, 1978:7-57; Smith, 1991:77-101; 1995; 1997:66-89).

El concepto de "territorio" tiene, por cierto, diversas connotaciones, tanto objetiva como subjetivamente (Wilson, 1954:23-24). En la actualidad el "territorio" se vincula a la nación, siendo un concepto abstracto basado en principios jurídicos, lo que lo aleja notable y profundamente de la concepción que del mismo se tenía en el mundo antiguo. Al estudiar la conducta biológica de los animales, Ruth Tringham la parangona a la de las sociedades prehistóricas, para las que el "territorio" es un área defendida en cuyo espacio los grupos humanos ejercen su territorialidad frente a otros, pertenecientes o no a su misma especie (Tringham, 1972:463-475; Rowlands, 1972:447-462). De este modo, la "territorialidad", entre los grupos prehistóricos, es entendida como un mecanismo espacial por el cual se separan ciertos miembros de una especie de sus congéneres a los efectos de proteger el uso exclusivo de ciertos recursos (Tringham, 1972:463). El ejercicio de dicha territorialidad depende de las posibilidades de adaptación y de apropiación de los recursos del grupo, y de la utilización de diferentes estrategias que eviten su desplazamiento de ese espacio. El grado de efectividad dependerá, a su vez, del grado de apego del grupo al área y a sus recursos, así como del nivel de amenaza que constituyan los otros grupos que intenten penetrar en ese mismo espacio (Martin, 1972:427-444; Tringham, 1972:463). Otra amenaza la constituye la posibilidad de una restricción de los recursos del área causada por la explotación indebida de los mismos, por factores climáticos, etc., que afecten el nicho ecológico y exijan la emigración del grupo o una nueva adaptación. Esto es lo que se llama comúnmente el "stress económico". Soportarán mejor el stress y conservarán mejor su territorio aquellos grupos que desarrollen estrategias adecuadas que permitan su permanencia y eviten su extinción. Por supuesto, esto dependerá de múltiples factores, entre ellos la estructura de recursos definida "como la relación entre la predictibilidad, la distribución, la densidad, la disponibilidad y la diversidad de los distintos recursos en un área determinada" (Lanata, 1993:5-13; Ebert y Kohle, 1988:97-171)1. Tringham considera que el medio ambiente, la tecnología, las materias primas, la economía de subsistencia, las habilidades tecnológicas, el grado de movilidad y los factores socio-culturales restringieron en forma y contenido la demarcación del territorio y el rango posible de métodos para delimitarlo de los grupos prehistóricos, y nosotros agregaríamos, históricos (Tringham, 1972:465). El modo que el hombre elija para delimitar su territorio puede conocerse a través de los restos arqueológicos de modo que es posible reconocer los patrones de sus asentamientos en el ámbito local, y los sistemas de asentamiento en el ámbito regional en un período determinado. Asimismo, para el caso de Egipto, las fuentes documentales son de invalorable importancia para conocer las estrategias territoriales del estado. Para Tringham, la decisión de delimitar un área residencial es el resultado de una elección social o cultural, y supone que son los factores socio-culturales los más difíciles de reconstruir para el investigador (Tringham, 1972:465). Tal decisión política fue la misma que coadyuvó a la conformación del territorio nuclear egipcio durante el Dinástico Temprano y el Reino Antiguo.2 El método de demarcación de las áreas habitables varía entre barreras físicas, tales como estructuras visibles (muros, cercas, recintos perimetrales, etc.) y modificaciones sobre el suelo (fosos y canalizaciones), a barreras invisibles (Tringham, 1972:464). Las barreras físicas son las más obvias; sin embargo, la defensa de un territorio no necesita realizarse exclusivamente por medio de su construcción (Tringham, 1972:465). Incluso la elección misma de circunscribir un asentamiento, cuando no existe una amenaza explícita al área residencial o a sus recursos, puede ser el resultado de la intención de un grupo humano de establecer la ilusión de impregnabilidad o invencibilidad en los estadios más tempranos de la formación de una jerarquía política de asentamiento (Tringham, 1972:471).3 Los complejos funerarios reales del Reino Antiguo en Egipto constituyeron centros jerarquizados relevantes de ocupación del espacio, de efectiva territorialidad y de fundamento ideológico de la monarquía. Debemos acordar, por ello, que la territorialidad ejercida por los hombres es mucho más compleja (Tringham, 1972:463) que la simple defensa del espacio y de los recursos, pues si bien están incluidos en ella, para delimitarla estrictamente hablando entran en juego otros factores, tanto económicos como sociales e ideológicos, que hacen que dicha territorialidad se ejerza sobre otros aspectos de la vida humana. Durante el Reino Antiguo egipcio, los relieves y las estelas de los reyes de la dinastía IV erigidos en el Sinaí (Gardiner-Peet-, 1955), en los que Snefru y Kheops aparecen representados masacrando al enemigo -imagen viviente del caos primordial- tienen connotaciones ideológicas que actúan como defensoras del territorio mencionado, aún cuando no sean en sí mismas barreras estrictamente físicas. Representan más bien el reflejo de una estrategia simbólica muy usada durante toda la historia egipcia. Tales barreras simbólicas sirven no sólo como defensa sino que demuestran el poder del rey (Tringham, 1972:472). Dentro de las llamadas sociedades intermedias o de jefatura, Earle (1991:71-99) investigó la relación existente entre la emergencia de los jefes dentro de una comunidad y los derechos específicos a la propiedad de la tierra. Destaca que la evolución de las sociedades complejas se apoya en gran medida en la habilidad de controlar o dirigir el flujo de energía hacia los recursos, como un medio de financiar nuevas instituciones (Earle, 1991:71). La capacidad de controlarlo es esencial para el mantenimiento de la elite surgente. Para lograrlo, el jefe utiliza diferentes estrategias que no se oponen necesariamente, sino que se superponen e interrelacionan de modo infinito unas con otras, con el fin de obtener el excedente producido por la comunidad para así manipularlo, económica, social, política e ideológicamente (Earle 1991:72-73). Al heredar la tierra de sus ancestros, la defensa que ejerce el jefe sobre ella legitima su condición de jefe y su derecho a la propiedad. En Egipto, durante el Predinástico (c. 3900-3100 a.C.) (Hendrick 1996:36-69) con la expansión de la cultura de Nagada III del Alto Egipto hacia el norte y en el Dinástico Temprano (3100-2625 a.C.) (Hendrick 1996:36-69), con la unificación del Alto y Bajo Egipto bajo el control de la dinastía I, el emergente estado egipcio debió tomar medidas para consolidar definitivamente su poder y su territorio nuclear. El surgimiento de una elite considerable que había ayudado a los primeros reyes en sus luchas de expansión territorial obligó a los monarcas de las dinastías I y II a controlar los bienes y las personas para su mantenimiento y de la propia familia real. Se inició, entonces, a partir de la dinastía I, una política de organización burocrática -en un principio con miembros provenientes de la familia del rey-, de afianzamiento y consolidación de la ideología monárquica. Esto llevó a una integración territorial que tuvo en cuenta la necesidad de obtención de recursos críticos suntuarios para resolver los problemas económicos, políticos y dinásticos surgidos con el nuevo estado en expansión. Esta situación continuó durante el Reino Antiguo (2625-2200 a.C.) (Grimal 1996:502-503), cuando el estado alcanzó su mayor consolidación institucional, especialmente a partir de la dinastía IV. Luego de la unificación, la mayoría de los reyes de la dinastía I se hicieron sepultar en el Alto Egipto, donde había surgido el impulso unificador y de donde eran oriundos. Pero luego, durante la dinastía II, los reyes fueron enterrados en Saqqara, salvo Khasekhemwy que lo hizo en Abidos en el Alto Egipto. No es de extrañar que Zoser (dinastía III) haya elegido ser sepultado en Saqqara donde reposaban sus ancestros con los que se establecía la continuidad y el traspaso del poder real legítimo. Las necrópolis reales, con sus monumentos asociados, constituyen el capital simbólico vinculado a un sistema de tenencia de la tierra en el cual el trabajo de la población también podía ser controlado eficazmente (Earle 1991:98). Chapman (1995:29-51) cree que existen buenas razones para estudiar a los megalitos europeos, o cualquier otro cementerio, ya que las prácticas mortuorias pueden involucrar la participación de individuos extraídos de una variedad de grupos sociales y de localidades. Argumenta que el contexto de las tumbas puede reflejar, en la deposición de los cuerpos y en los bienes depositados junto al muerto, actitudes que responden a la utilización de estrategias sociales competitivas (Chapman, 1995:30). Las investigaciones realizadas por Renfrew y por Chapman (1995:31) sobre las tumbas megalíticas de Europa occidental y nor-occidental reconocieron el papel clave de los ancestros en la vida cotidiana de los grupos recolectores tardíos y de las comunidades agrícolas tempranas, y el rol importante que desempeñaron como marcadores de la territorialidad. Chapman propuso que las tumbas megalíticas, como los cementerios, fueron ejemplos de áreas formales de deposición, a través de las cuales los grupos corporativos utilizaban los lazos lineales hacia los ancestros para controlar el acceso a los recursos cruciales, pero restringidos. Consideró especialmente cuestiones tales como el simbolismo y significado de los megalitos, los sistemas de asentamiento de sus constructores, su concepto de territorialidad, el registro arqueológico y la importancia del trabajo excedente para su construcción (Chapman, 1995:35). Supone que estos monumentos tenían el potencial de comunicar información a una audiencia numerosa de modo destacable, pues en la mayoría de los casos los megalitos constituyen claros signos visuales que se ven a gran distancia. Podían, además, ser manipulados y requerían la organización de los excedentes de mano de obra con propósitos no utilitarios (Trigger, 1990:111-146). Resulta claro que su construcción aumentaba las demandas de energía dentro de estas sociedades (Chapman, 1995:46). Una vez establecida la base para el uso del excedente de mano de obra para beneficio de unos pocos, se generaba el ejercicio del poder (Chapman, 1995:46). Se desprende, entonces, que la consideración del "territorio" exige que tengamos en cuenta no sólo las barreras que delimitan un espacio sino el patrón de asentamiento y su funcionalidad, y que, a su vez, lo insertemos dentro de un sistema de asentamiento que considere el tiempo, el espacio, el contexto histórico y las variables de cambio. En Egipto, la política territorial llevada a cabo por el estado consideró diversas variables que permitieron a los reyes del Dinástico Temprano y del Reino Antiguo una ocupación territorial que se modificó con el tiempo. Esta ocupación resolvió los problemas acuciantes del momento: mantenimiento de la elite, solución coyuntural a la problemática de las luchas dinásticas, explotación y control de los recursos económicos, y el control de sus fronteras. Los complejos funerarios del Reino Antiguo constituyeron demarcadores territoriales de clara visibilidad, cuya presencia estuvo ligada indudablemente a la monarquía y a su legitimación. El mantenimiento del culto funerario real fundamentaba y legitimaba el poder de cada nuevo rey por su asociación con los ancestros. Dentro de este esquema, creemos que la creación de los complejos funerarios en la región menfita fue una de las estrategias más importantes utilizadas por los reyes del Reino Antiguo para la consolidación territorial de Egipto.

Territorio y territorialidad en la mentalidad egipcia

No existe en lengua egipcia ninguna palabra que refleje los conceptos de "territorio" y "territorialidad" como nosotros lo hacemos. Su mentalidad eminentemente práctica no acuñó términos que expresaran tal abstracción (Wilson 1954). No era que ignoraran su existencia, por el contrario, en aquellas palabras que implicaban abstracciones, como "pensar", "conocer", etc., junto a su escritura aparecía un determinativo semántico que no era leído y consistía en la representación gráfica de un papiro enrollado (Gardiner, 1976:533)4 que remarcaba dicha abstracción. Esta posición pragmática de los egipcios se ve reflejada en su consideración de temas como la concepción de la vida y la muerte, la creación y el caos, que eran explicados a través de la oposición y la dualidad complementaria (Troy, 1986:145-146). Troy define la perspectiva mítica como "la capacidad del hombre de percibir modelos en su medio ambiente y en su experiencia de vida como reflejo de una dinámica cósmica (Troy 1986:passim)." Estos modelos daban solución a los problemas cosmogónicos, y utilizaban los sucesos familiares y cotidianos de la vida para explicar lo desconocido. La transición de la vida a la muerte debía ser ubicada dentro del contexto de un sistema reconocible y comprensible, a fin de que el hombre integrara tal conocimiento a su concepción del mundo. Esto se llevaba a cabo a través de la percepción de que la vida y la muerte eran complementarias y análogas a la oposición que funcionaba como elemento generador en el estado primordial. Esta dualidad, potencial y actualizada, caracterizaba el proceso creativo. Así, los egipcios percibían su mundo en términos de resolución de dichas paradojas y la expresión de su percepción de la realidad integraba los conceptos de unidad y pluralidad en un sistema reconocible y funcional. Caos y cosmos existían como una unión de la oposición que diferían, no en contenido, sino en organización, pues el cosmos se encontraba dentro del caos. Los egipcios creían que todo acto humano era la repetición ad-infinitum del acto creador. La creación era explicada por la existencia de un caos primordial, como resultado de una oposición en la que la dualidad complementaria -complementariedad y analogía de los opuestos- permitía que el enfrentamiento de los opuestos fuera creador y no destructor. De este modo, el acto por el cual el rey egipcio justificaba el control de los recursos y del territorio egipcio así como el de los territorios periféricos era la reproducción de la creación misma que ponía fin al caos y encauzaba el circuito de movilización de los recursos, optimizaba y aumentaba el poder real, y era el fundamento del papel de la elite acompañaba al rey. La lengua egipcia expresaba el "territorio" y por ende la "territorialidad" por una serie de términos bien concretos y variados. Reconocían la existencia de diferentes tipos de áreas geográficas, pero no existía en su vocabulario una palabra equivalente a lo que "territorio" es para nosotros.5 El único vocablo cuyo significado semeja al de "territorio" es la palabra que se traduce por "tierra" como opuesto a "cielo" o como "tierra" opuesto a "agua" (Faulkner, 1981:292). También se lo usa para designar a la tierra de Egipto6 y, por oposición, a las tierras extranjeras.7 La más clara evidencia de su idea de territorio está en el uso de una forma dual que refiere a "las Dos Tierras",8 en clara alusión a Egipto conformado por el Valle y el Delta del Nilo. El rey es designado "Señor de las Dos Tierras", es decir, de Egipto. Sin embargo, a veces se hace referencia a "tierra" como el espacio en el que habitan los pueblos extranjeros, vecinos de Egipto, con el sentido de "país" o "tierra, región".9 En los casos mencionados la palabra "tierra" tiene un sentido concreto y nunca una connotación abstracta. "La tierra amada" y "la Tierra Negra" (Faulkner, 1981:286) denominan a Egipto (Faulkner, 1981:293)10 Vemos que "tierra" tiene el sentido de "territorio, región" y es muy concreta. El concepto de "territorio", cuando se describe a Egipto como "las Dos Tierras" expresa el dualismo original y encierra la unicidad cultural de Egipto. "La Tierra Negra" es un locativo que marca su diferenciación respecto del desierto, la "Tierra Roja" (Gardiner, 1976:470).11 También existe en egipcio la idea de "paisaje" y "espacio" expresado por signos relacionados con el cielo, tierra y agua (Gardiner, 1976:545). Por oposición y complementariedad, a los efectos de que Egipto tenga existencia,12 existe el "país extranjero", 13 el "desierto",14 un "lugar con colinas" (Faulkner, 1981: 185).15 Esta evidencia de una diferenciación de los egipcios respecto de los extranjeros se encuentra en sus propias fuentes epigráficas que expresan su hostilidad respecto de aquéllos como en la "Enseñanza para Merikara" (Lichtheim, 1976:103-104)16.

La palabra que se utiliza para designar al "borde, límite"17 tiene, a menudo, la acepción de "región", "distrito" (Quirke, 1988:261 ss.). El concepto de "borde" es complejo; puede ser parte de un área que está dentro de su línea de borde o puede ser la línea de borde mismo. Liverani cree que un "borde" puede ser fijo o móvil, unilateral o recíproco, etc. (Liberan, 1990:51ss.). Este término se utiliza también para referirse a los límites de un territorio sobre el cual se ejerce autoridad (Galán, 1995:101). Se dice que se establece la frontera18 dentro del mismo Egipto así como en las áreas periféricas, y el rey ensancha las fronteras por sus acciones militares (Galán, 1995: passim)19.

Existe pues en la mentalidad egipcia una ideología del espacio muy práctica y abarcadora, y su propia escritura ideográfica-fonética resume la idea del espacio nuclear egipcio, del espacio ocupado por los extranjeros y denuncia la existencia de una periferia enemiga y extranjera.

Los datos arqueológicos y el territorio egipcio

El análisis de los datos arqueológicos provenientes de sitios del Período Predinástico, del Dinástico Temprano y del Reino Antiguo permiten reconocer la relación existente entre el área ocupada por los vivos (áreas de residencia) y el área funeraria (cementerios, tumbas aisladas, centros ceremoniales, complejos funerarios), tanto en el sur como en el norte de Egipto, para de este modo relacionar los patrones de asentamiento con la política y estrategias territoriales aplicadas por los gobernantes egipcios en su etapa de consolidación. A partir del estudio de la evidencia arqueológica, podemos observar que: 1) durante el Predinástico hay una concentración de sitios en el Alto Egipto de mayor tamaño junto a otros pequeños asentamientos, en su mayoría localizados sobre la margen occidental del Nilo. En los más importantes se observa una separación entre las áreas residenciales y los cementerios. En el Bajo Egipto, hay una menor densidad y desarrollo de sitios, aún cuando existe una numerosa población en las aldeas. Durante el Dinástico Temprano aumentan los asentamientos en el Bajo Egipto y se establece la capital en Menfis. Contrariamente los sitios del Alto Egipto decaen o cambian de función. En el Reino Antiguo, crece el número de sitios localizados a lo largo del Nilo; 2) en estos períodos hay, además, cambios observables en la relación entre las áreas de residencia y las áreas funerarias. Estos cambios están vinculados directamente con la concepción ideológica del poder monárquico, que comienza a gestarse a partir del Predinástico, materializándose en el Dinástico Temprano y se consolida en el Reino Antiguo; 3) con el avance en la complejidad política y social, hay acciones tendientes a separar radicalmente las áreas funerarias de las residenciales. Los cementerios, si bien siguen asociados a los asentamientos, comienzan a separarse de ellos.

Examinaremos a continuación las evidencias disponibles para los diferentes períodos considerados.

3.1 En el Predinástico hay poblados con enterramientos en las áreas residenciales como en Nagada, en el sur y el-Omari, en el norte. En el Alto Egipto los asentamientos están rodeadas por un muro perimetral como en Hierakompolis, Abidos y Nagada; los cementerios están separados de los asentamientos de las áreas residenciales, pero relacionados con ellas. Un asentamiento puede incluso tener más de un cementerio. En el Alto Egipto se observan también tumbas diferenciales dentro de los cementerios, como en la Localidad 6 de Hierakompolis y en el Cementerio T de Nagada. En estos enterramientos aparecen ya elementos símbólicos que denotan la aparición de un grupo dominante y un poder monárquico en desarrollo. En el Bajo Egipto no se observa nada similar. En el caso de el-Omari y otros sitios, sabemos que los muertos eran enterrados en las casas pero no existe la complejidad socio-económica que se observa en los asentamientos del Alto Egipto.

3.2. En el Dinástico Temprano, algunos poblados del Alto Egipto comienzan a ser abandonados, y se establece la capital en Menfis, aunque los reyes de la dinastía I se entierran aún en Abidos, en el cementerio real B, donde por primera vez la tumba real estaba rodeada por un recinto que la separaba de las tumbas subsidiarias. Se trata de la separación más neta registrada hasta ese momento para las tumbas reales. Contemporáneamente, se erigen tumbas y mastabas en los cementerios cercanos a Menfis. Durante la dinastía II, se comienzan a construir tumbas reales distintas a las de la dinastía I, con importantes complejos de galerías, y se produce un desplazamiento de los cementerios reales hacia el norte, con sólo los entierros de Peribsen y Khasekhemwy de la dinastía II en Abidos, junto a los ancestros de la dinastía I. Durante la dinastía III, y relacionado arquitectónicamente por su muro exterior con los llamados "palacios funerarios" de la dinastía II, como la de Shunet ez-Zebib del rey Khasekhemwy, tenemos el complejo de Zoser. Un muro de circunvalación rodea el área donde se levantan la pirámide escalonada y varios edificios relacionados con la entronización y el jubileo del rey. De este modo se consolida un nuevo patrón de asentamiento que se venía gestando en períodos anteriores.

3.3. Durante el Reino Antiguo surgen los complejos funerarios reales como elementos arquitectónicos bien diferenciados, individualmente estructurados y funcionalmente dedicados a un solo rey. En la dinastía IV los complejos funerarios incluyen un templo del Valle, una rampa, un templo mortuorio y la pirámide. Los asentamientos no ocupaban en sí grandes extensiones y se trataba de poblados dentro de áreas agrícolas, de desierto o de áreas de intercambio en puntos nodales que crecían gracias a los beneficios que su localización les daba pero que, de ningún modo, semejan a lo que nosotros conocemos como asentamientos urbanos. Los núcleos principales surgieron ya sea por planificación estatal, como desarrollo a partir de centros de culto o de centros administrativos y/o depósitos, abandonando luego, en algunos casos, la función por la que fueron creados, o se convirtieron, como en el caso de Abidos, en centros cultuales por excelencia. Nunca esos centros se desarrollan a partir de necrópolis, sino que es la necrópolis la que surge alrededor de alguno de ellos.

Junto a la evidencia arqueológica, la evidencia ling üística demuestra que existen diferentes categorías de asentamientos como núcleos poblacionales, centros ceremoniales, cementerios, templos, caminos, áreas nodales, "ciudades de pirámide", distritos, barracas, silos, etc. Existe disparidad de criterios respecto de la interpretación de los términos egipcios involucrados que designan asentamientos y centros de control estatal. Los dominios reales cumplieron un papel fundamental de control económico y de la población, control que se ejerció desde las primeras dinastías. Los poblados son tanto las ciudades generadas espontáneamente como nuevas fundaciones reales creadas por la corona o incluidas dentro de los dominios reales para control de la población y su trabajo. En este sentido creemos que los poblados responden más a un sitio de residencia, para el control de la población y de su trabajo.20

La problemática de la ocupación del espacio

La evidencia arqueológica demuestra que durante el Predinástico la ocupación más densa se dio en el Alto Egipto, donde se gestaron las unidades políticas mayores, desde donde surgió el ímpetu unificador. Antes de este período no existió una política tan definida que tuviera como objetivo la conformación del territorio nuclear egipcio. Las tendencias de ocupación territorial fueron, en primer lugar, locales como son los casos de Nagada, Hierakompolis y Abidos. Cada una de ellas, junto a las aldeas aledañas, conformaba una suerte de "unidad política" que desarrollaba sus potencialidades internas, ajenas a una política de integración nacional y se beneficiaba por su posición estratégica. Con la estratificación social emergente, ésta se hace evidente en la erección de los muros que rodeaban los asentamientos y los cementerios. La religión funeraria permitió expresar esa estratificación con la aparición de tumbas especiales que mostraban un grado de riqueza que los cementerios aldeanos no contenían. La diferencia de status apreciable en vida se trasladaba ahora a la muerte. Se enriquecen los ajuares funerarios, y los bienes y objetos que acompañaban al muerto en el más allá. En el Dinástico Temprano y el Reino Antiguo, se produce una ocupación territorial más densa en el Bajo Egipto, y si bien decaen los núcleos principales del Alto Egipto, algunos de ellos se transforman en centros cultuales importantes, como Abidos. El Egipto Medio muestra un mayor número de asentamientos; en el Bajo Egipto y el Delta aumentan, también, los asentamientos creándose nuevos centros que producen bienes para el palacio, para los templos funerarios y para las "ciudades de pirámide". Se elige una nueva capital, Menfis que equilibra el norte y el sur, asegura el comercio con Siria y Palestina, hay mayor apertura entre grupos sociales en competencia, etc. Se trata de controlar los recursos y a la población, y asegurarse así el sustento del rey y el de la elite. Surge una burocracia que es garante de esta administración y del orden establecido. A través de la fundación de nuevos dominios, la elite mantuvo su status y la monarquía su poder. Kemp (1991:passim) sugiere que la evidencia del ejercicio de la territorialidad en el Dinástico Temprano con la construcción de los "palacios" funerarios reales en Abidos y el desarrollo de la fiesta Sed (la ceremonia por la cual el rey viviente renovaba su vigor, justificando así su dominio continuado) se cristalizó en la pirámide escalonada de la dinastía III en Saqqara. Allí se mostraba el rol del rey como "reivindicador territorial supremo". El centro de culto del rey en el Reino Antiguo fue su complejo piramidal, y la emergencia de la verdadera pirámide en la dinastía IV es simbólica de la recodificación del mito real: "ahora el monarca está sublimado como una manifestación del dios-Sol".

Consideraciones teóricas acerca de la ideología en la conformación del territorio nuclear

Para Earle (1997:143), "la ideología es una parte de la cultura21 que es usada estratégicamente para instituir la dominación o resistencia política." Involucra a las ideas, las creencias y los valores, las verdades y las falsedades, así como a las doctrinas y los dogmas. Para poder ser usadas estratégicamente, sostiene, las ideologías deben concretarse en ceremonias, en símbolos y en monumentos (Earle, 1997:143) Este es, sin suda, el caso de Egipto. La ideología es también una fuente de poder e implica la existencia de teorías acerca del mundo y del lugar que ocupa la sociedad dentro de él (Earle, 1997:143). De modo más específico, Earle define a la ideología "como un sistema de creencias e ideas presentadas públicamente en ceremonias y en otras ocasiones." (1997:149)22 Es creada y manipulada por segmentos sociales, especialmente la elite gobernante, para establecer y mantener las posiciones del poder social. Las instituciones estatales buscan desarrollar y perpetuar el orden institucional de la sociedad, cuyas estrategias son fuentes significativas de poder (Earle, 1997:149) Es importante, también, la materialización de la ideología que puede tomar la forma de ceremonias, objetos simbólicos, monumentos y escritura (Earle, 1997:151). Distingue, especialmente, tres formas principales de materialización ideológica: 1) eventos ceremoniales públicos que generalmente son cíclicos y repetitivos (Earle, 1997: 153-154), como aquellas realizadas a gran escala y con gran despliegue de movilización de recursos como es el caso de la fiesta del jubileo en Egipto, que se celebraba para renovar el poder y el gobierno del rey egipcio, o la de recepción del tributo (Frankfort, 1976:103-112; Wilkinson, 1999:212-215); 2) como objetos simbólicos. En la ceremonia del jubileo, el rey aparecía durante la ceremonia con la Corona Roja del Bajo Egipto y la Corona Blanca del Alto Egipto respectivamente, simbolizando su entronización sobre ambas partes del territorio dual; 3) los monumentos públicos y los paisajes modificados por la acción del hombre sirven primaria pero no exclusivamente para los propósitos ideológicos (Earle, 1997:155) Según Earle, los monumentos tienen la habilidad de ser experimentados simultáneamente por un gran número de individuos y requieren liderazgo, coordinación y financiamiento (Earle, 1997:156), y son una de las expresiones más remarcables de poder. Para Claessen la ideología es un complejo coherente de ideas que influencian las acciones de los individuos y de los grupos sociales (Claessen, 2000:136) La legitimación enfatiza que los gobernantes y los gobernados comparten la convicción de que la división existente del poder es la correcta y la apropiada, y que son válidas las regulaciones hechas por quienes tienen autoridad. Esta es la situación en la que ambas partes comparten las mismas normas y valores (Claessen, 2000:147). En tanto y en cuanto los gobernantes se mantengan dentro del marco de los valores y las normas, ellos mantendrán su legitimidad. Pero esta legitimidad puede necesitar ajustes, como se dio en la sociedad egipcia en diferentes períodos. Otro autor, Demarest, considera a la ideología como "un conjunto de ideas interrelacionadas que provee a los miembros de un grupo de una explicación de su propia existencia" (Demarest, 1992:135-157). La religión formal es una clase particular de ideología religiosa, basada en creencias en seres o en fuerzas sobrenaturales, con una presentación más estandardizada de estas creencias y, generalmente, una estructura institucional. Conrad (1992:159-174) añade a la definición dada por Demarest que "esta ideología dice a los miembros de un grupo social quiénes son ellos y explican sus relaciones unos con otros, con gente fuera del grupo, sus relaciones con el pasado y con el futuro, con la naturaleza y el cosmos. Estas ideas establecen, a su vez, reglas para actuar adecuadamente en estas relaciones". La explicación que da Conrad parece apropiada para el caso egipcio pues, a través de la estructura ideológica de su pensamiento, es que el sistema del poder egipcio se consolidó. Las teologías elaboradas durante el Reino Antiguo surgidas en los centros religiosos cercanos a Menfis, como Heliópolis, Menfis mismo y Hermópolis, trataron de explicar la creación del mundo a través de una divinidad que estableció un orden sobre el caos primordial; y sobre ese orden, y como parte de él, emergió el rey para gobernar a Egipto, como su garante. La manipulación religiosa y política se puso en evidencia, y fue ese sistema político el que permitió que Egipto floreciera por casi tres mil años. Esta ideología es apreciable no sólo en sus teologías sino también en la ejecución de ceremonias rituales, en sus objetos simbólicos (cetro, flabelo, coronas), en la organización de su religión funeraria y divina, en su propia escritura, y en la ocupación espacial de su territorio nuclear. Es sobre todo en el aspecto relacionado con la apropiación territorial que tuvo un papel importante la ideología funeraria consolidada, en la cual el rey muerto se asociaba con sus ancestros muertos y daba legitimidad a su sucesor. Si bien es cierto que el orden y la garantía del mismo residía en el rey vivo, no es menos cierto que el énfasis de la ideología egipcia estuvo puesto sobre los complejos funerarios y la preservación del cuerpo del rey muerto. En fin, la ideología provocaba la cohesión social, entendiendo por esto que equilibraba las fuerzas iguales y contrarias al mismo tiempo (Carneiro, 1992:175-203).

Según Bard, la ideología era usada no sólo para manipular y legitimar la cambiante organización sociopolítica. La ideología era también un medio efectivo de control social y económico concreto, a la vez que mantenía la cohesión social por medio de aquellos que participaban en los rituales específicos de los entierros. En Nagada, detrás de la evidencia mortuoria de jerarquías sociales está la santidad ideológica de tal diferenciación. Esta santidad ideológica se desarrolló para justificar las crecientes divisiones socio-económicas, el control de la economía y de los sistemas de intercambio y posiblemente los roles políticos emergentes. En la ausencia de poder institucionalizado, las jefaturas tanto como los estados emergentes estaban preocupadas por exhibiciones de poder. En un período de cambio social tan rápido como el Predinástico, los símbolos de poder -y de legitimidad- pueden haber evolucionado con una importancia desproporcionada en la cultura material, simbolizada en las prácticas de entierro. Las actividades rituales (incluyendo las mortuorias) pueden ser concebidas como una forma particular de la legitimación ideológica del orden social, el cual se volvía exitosamente integrado en el sistema de creencias subyacente en torno de la muerte (Bard, 1992:1-24).

Los indicadores de legitimación del espacio nuclear

El estado egipcio se valió de diferentes estrategias de legitimación de su política de apropiación e integración del territorio nuclear. Éstas asumen características particulares que están relacionadas con la figura real, los símbolos de poder, los actos rituales, las acciones de apropiación económica y, específica y destacadamente, la religión funeraria. La instauración de la monarquía precipitó un proceso que se había comenzado a gestar a fines del Predinástico: la elaboración de una ideología de estado centrada en el carácter divino del rey, reforzado por una serie de elementos que enfatizarán esta condición. Para esto el estado buscó políticas de legitimación tendientes a abarcar todos los aspectos del espectro institucional, económico y religioso, con especial énfasis en el aspecto mortuorio. La monarquía utilizó la simbología y la realización de actos rituales, bajo los que subyacía una elaboración mitológica desarrollada, con los que se pensaba se fundamentarían todos los actos del rey. La base intelectual del estado estableció las premisas básicas e imprescindibles para la labor del gobierno. Este entramado se incrustó en todo los actos de gobierno, que recibieron justificación y, por ende, legitimidad. Así se procuraron toda una serie de símbolos reales (títulos, símbolos de poder) y de delimitación del espacio, éstos últimos especialmente, utilizados para la integración de su territorio. La complejidad de los conjuntos funerarios, y de los ritos y cultos funerarios, conllevó una política de apropiación territorial basada no sólo en elementos físicos (cementerios, tumbas, templos), sino también ideológicos, en los que el parentesco entró a jugar un papel importante. Bard ya había enfatizado esto para el Predinástico. Para esta autora, el hecho que algunos miembros de la sociedad fueran excluidos del entierro puede haber sido un medio de control social. La afinidad de los grupos deba tal vez ser interpretada desde los más tempranos cementerios predinásticos, los que también pueden haber servido como símbolos de restricción para un comportamiento social diferenciado (resultando en la negación de un entierro propio). Posiblemente los cementerios no eran solamente focos de actividades durante los ritos de entierro sino también los lugares en los que los vivos podrían reafirmar periódicamente después de los enterramientos su asociación con los ancestros muertos, tal como Kemp sugiere para los tiempos dinásticos por el "peregrinaje a la tumba familiar" (Bard, 1992:1-24).

La propia concepción del protocolo real encierra en sus títulos todos los elementos de legitimación de su poder tanto divino como territorial. El protocolo está compuesto por una serie de títulos: "Horus", "las Dos Señoras", "Horus de Oro", "Rey del Alto y Bajo Egipto" e "Hijo de Ra". Cada uno de estos títulos va acompañado de un nombre y un epíteto que permitían reconocer la naturaleza del soberano y la del estado que representaba. Algunos de los nombres que acompañaban al título se adquirían en el momento de la coronación, uno de ellos correspondía a su nombre de nacimiento y podía o no ser modificado después de su coronación. Antes de la estructuración definitiva del título con cinco nombres, los reyes del Dinástico Temprano llevaban tres títulos, uno de ellos provenía de fines del Predinástico. Éstos eran el título de Horus, el de Rey del Alto y Bajo Egipto ("el que pertenece a la Caña y a la Abeja") y el de Dos Señoras (Wilkinson, 1999:200). El nombre de Horus, que el rey adquiría cuando accedía al torno, se escribía dentro de un rectángulo o serekh (Gardiner, 1976:72; 1980:52)23 sobre el que estaba posado un halcón que representaba al dios Horus, dios del Cielo, el dios con el que se identificaba el faraón en vida. Posteriormente este Horus se confunde con el otro Horus, hijo de Osiris, que había disputado el trono de Egipto con su tío Seth, quien había dado muerte a su padre.24 Esta concepción es la que definitivamente perdurará. El serekh comprendía tres elementos: una frase o epíteto que se escribía dentro de un panel rectangular que está sobremontado por un halcón que simboliza al dios Horus, siendo la representación de la fachada del palacio en la parte inferior del serekh un símbolo importante de la realeza (Quirke, 1990:21). Los primeros serekh no portaban ningún epíteto (Wilkinson, 1999:201). A fines de la unificación del país, aparece el primero que expresaba un aspecto del dios Horus en su encarnación terrenal, el rey. Los nombres de Horus de varios reyes de la dinastía I expresan la autoridad agresiva de Horus, reflejando quizás la naturaleza de la política real de esta primera etapa de la historia egipcia (Wilkinson, 1999:202). El rey 'Aha es "Horus el luchador" (Quirke, 1990:45), que no es otra cosa que la traducción del jeroglífico que escribe su nombre y que corresponde al verbo o sustantivo "luchar" (Gardiner, 1976:453).25 El énfasis de este aspecto lo vemos mantenido, también, en Snefru, de la dinastía IV, quien en una inscripción del Sinaí aparece masacrando al enemigo, y su cabeza porta el tocado de Horus, ejerciendo, de este modo, su poder sobre el caos (Lupo de Ferriol, 1997:fig. 2). El énfasis de los serekh de la dinastía II está puesto en lo religioso. En la dinastía III, los nombres de Horus describen la relación existente entre Horus y los otros dioses de la realeza, o la posición de Horus como el dios más íntimamente asociado a la realeza egipcia. El título de las "Dos Señoras" se relaciona con las diosas del Predinástico tardío: Nekhbet, la diosa Buitre, y Wadjyt, la diosa Cobra, en las que Frankfort ve la representación de las dos partes en que se dividía el territorio egipcio (Frankfort, 1976:45ss.), siendo consideradas las protectoras de cada una ellas y tenían centros de culto en Nekhen y Dep (M üller, 1938:37ss.). El título expresaba el rol dual del rey siendo pocos los que se preservan en las fuentes del Dinástico Temprano (Wilkinson, 1999:200). La identificación de Nekhbet con la realeza del Alto Egipto, la planta heráldica del sur y la corona blanca, y de la diosa Wadyt, con la realeza del Bajo Egipto, el papiro y la corona roja debe remontarse a fines del Predinástico (Wilkinson, 1999:203). Aunque muchos reyes del Dinástico Temprano llevan juntos los títulos de las "Dos Señoras" y "Rey del Alto y Bajo Egipto" un nombre que los seguía, recién después fueron separados (Wilkinson, 1999:23; Quirke, 1990:23). El título de Rey del Alto Egipto y Bajo Egipto está asociado a un intento de fundamentar la realeza dentro del estado dual. Detrás de este título sigue el nombre de nacimiento del rey. Según Quirke, originalmente parece que "Rey del Alto y Bajo Egipto" no simbolizaba al Alto y Bajo Egipto, sino que era un título que expresaba una dualidad conceptual de significado incierto para las primeras épocas (Quirke, 1990:11).

La "Carrera alrededor del Muro" es un ritual realizado por el rey y repetido desde época antigua como conmemoración de la adopción de Menfis como capital por parte del rey Menes, a comienzos de la dinastía I, y era una de las ceremonias que se realizaban en ocasión de la coronación. El "muro" es una clara referencia al "Muro Blanco" de aquella ciudad (Wilkinson, 1999:210). Esta carrera expresa la toma de la posesión territorial de la capital de Egipto, su legitimación como capital del reino y la toma simbólica de su reino. Otro ritual, el "de la apertura del canal" (Emery, 1961:42-43, fig. 3), aparece en la "cabeza de maza del rey Escorpión" a fines del Predinástico. En ella se ve representado al rey portando la corona blanca del Alto Egipto. La apertura del canal está íntimamente relacionada con la fertilidad y la renovación de la vida. Por otro lado, la escena de la "muerte ritual del enemigo" es un tema iconográfico repetido a través de toda la historia egipcia. A través de su representación se concreta el ritual del triunfo del orden sobre el caos. A partir del Dinástico Temprano en adelante, esta representación perdura hasta fines de la historia egipcia. Otra ceremonia importante registrada desde el reinado de Narmer es la de "la presentación del tributo".26 La cabeza de maza de este rey muestra la captura de tres cautivos que son presentados al rey. Pero no son sólo prisioneros los que están ante el rey: cabezas de ganado mayor y menor van a engrosar también el ganado real. La captura de ganado ya se menciona a partir del Dinástico Temprano y continúa en el Reino Antiguo tal como se refleja para Snefru en la "Piedra de Palermo".27 La presentación de este botín implica el dominio del rey o el ejercicio de su poder ordenador de las fuerzas del caos y de algún modo la incorporación aunque sea sólo simbólica del territorio de donde se trae el botín. Los censos cumplían, también, esta función ordenadora de la economía de Egipto de gran importancia. La realización de censos bienales de ganado y de recursos se registra desde el Dinástico Temprano, y continúan durante el Reino Antiguo, como lo vemos durante el reinado de Snefru en los "Anales de Palermo" y en otros registros (Wilkinson, 1999:214)28 El control y la defensa de los recursos foraron parte de la política de apropiación territorial del estado egipcio. En este sentido, los censos fueron una de las estrategias utilizadas a tal efecto.

Como puede comprobarse la idea de territorio y de territorialidad en el antiguo Egipto asumió distintas formas que van desde lo más pragmático a lo estrictamente ideológico. Las fundaciones de dominios y poblados, y los patrones de asentamiento estudiados en el territorio egipcio, y evidenciados por los restos arqueológicos, muestran una clara y deliberada política de los reyes egipcios de controlar su territorio, las personas y sus recursos. El modo en que se practicó el avance territorial en el espacio nuclear demuestra la manera que éste se ejerció en su camino hacia la consolidación definitiva del estado egipcio. Pero junto a este sentido práctico, el papel que cumplieron los ritos y celebraciones, y en especial, el rol que jugó la religión funeraria y los lazos de parentesco dejan entrever una ideología monárquica bien definida. Si bien no estaban expresados en la lengua egipcia los conceptos de territorio y de territorialidad, los reyes egipcios supieron manifestarlos del modo más pragmático que pudieron.

Notas
1 En cuanto a la variabilidad que puede darse en un sistema de asentamiento (Ebert y Kohle, 1988:97-171) consideran que se debe tener en cuenta la variabilidad temporal y espacial en la disponiblidad de recursos y el grado de intensificación económica aplicado a dichos recursos.
2 B. Mortensen (1991:11-37) sostiene que la elección del sitio donde vivir implica una reflexión sobre las condiciones del medio ambiente, sociales, económicas y políticas, y que al comienzo del período histórico en Egipto, la población vivió, probablemente, dentro de límites geográficos, más que políticos.
3 Es el caso de Hierakompolis, en el Alto Egipto.
4 Signo Y 1.
5 Sin embargo, la arqueología complementa y permite ver in situ la expresión material de los modos de ocupación espacial ejercidos por el estado egipcio.
6 Wb. V, 216.
7 "la tierra de Nubia" (Wb. V, 216).
8 Wb. V, 217.
9 Así refiere al "país de los nubios" (Gardiner, 1976:489), a Nubia "el país de los arqueros" (Gardiner, 1976:489), "el país de Libia" o "de los libios tjemehu". Ta-Shemau es el "Alto Egipto" (Gardinerm 1976:481) (signo M 26, probablemente una forma en flor del signo M 23. Véase Gardiner, 1976:482-483) y ta-Mehu (Signo M 16) el "Bajo Egipto", el "Delta".
10 Wb. V, 223-224.
11 Signo G 27.
12 Como la creación existe porque existe el caos.
13 Wb. III, 234-236; Sinuhé B 28, B 130, B 197 y B 202.
14 Wb. III, 234-236; Sinuhé B 209.
15 Sinuhé B 213.
16 El ámbito exterior a Egipto es visto como enemigo, transitado por aquellos que no son egipcios, específicamente los nómadas, cuya denominación sigue fiel al pensamiento egipcio: no existe un etnónimo como nuestra palabra nómada sino una terminología que hace referencia al hábitat en que viven: son "los que están sobre la arena" (Faulkner, 1981:175), "los que atraviesan la tierra" (Faulkner, 1981:198; Wb.III 135, "nómadas")
17 Faulkner (1981: 294) traduce "boundary"; Wb. V, 234-236 traduce "Grenze; spatter Gebiet, Gau".
18 Wb. V, 236.
19 En el Reino Antiguo, los contextos en que aparece el término de "borde, límite" no ayudan a dilucidar el significado del término, que sí resultan claros para épocas posteriores (Galán 1995: 156). El estado egipcio realizó expediciones de intercambio a larga distancia e incursiones hacia el sur, hacia la Nubia "Inscripción de Herkhuf" (texto jeroglífico en Urk.I, 120-131) pero en ningún momento se habla de extender las fronteras.
20 Varias de las designaciones que utilizaban los egipcios para referirse a las áreas creadas por el estado dejan entrever la existencia de una política estatal de control territorial a través de reformas administrativas, que se dieron en todo el Reino Antiguo, sobre todo durante las dinastías V y VI (Kanawati 1980). Conforme a los términos egipcios, nada nos indica que tuvieran una concepción abstracta como la del "urbanismo", sino más bien una concepción clara y concreta de las estrategias que debían conseguir la integración económica y política del territorio nuclear durante el Reino Antiguo y el control de los recursos.
21 "... it is the portion of cultural meaning ..."
22 Earle, How Chiefs come to Power, 149.
23 Representa la fachada de un edificio que podría ser el palacio (Gardiner, 1976:72; 1980: 52).
24 "La pelea entre Horus y Seth" (Lichtheim 1976: 214-223)
25 Signo D 34.
26 No se puede establecer si se hacía regular u ocasionalmente (Wilkinson, 1999:217).
27 Urk.I, 236, 10.
28 "Piedra de Palermo" (Urk. I 236)

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