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Cuadernos del Sur. Historia

versão On-line ISSN 2362-2997

Cuad. Sur, Hist.  no.35-36 Bahía Blanca  2007

 

"Migración y género: La migración de mujeres bolivianas hacia Argentina en la segunda mitad del siglo XX"

María José Magliano*

* CONICET, Universidad Nacional de Córdoba.E- mail: majomagliano@yahoo.com.ar

Resumen
La concepción tradicional del migrante como hombre que se movilizaba por motivos fundamentalmente económicos, invisibilizó por mucho tiempo a la mujer en los procesos migratorios, aunque ésta siempre estuvo presente en los flujos de migración internacionales. Sin embargo, no fue sino hasta el último cuarto del siglo XX cuando se extendieron las investigaciones que estudiaron y reflexionaron sobre su rol en estos procesos y sobre las experiencias diferenciadas de hombres y mujeres migrantes. Uno de los aportes más significativos de los enfoques de género en el campo de investigación de los movimientos migratorios mundiales ha sido el reconocimiento del papel fundamental que desempeñan las mujeres en estos procesos. La migración desde Bolivia hacia Argentina posee una larga data. Si bien ha sido constante la presencia de la mujer boliviana en esta corriente migratoria, fue recién en los últimos decenios cuando comenzó a ser considerada un actor central de este fenómeno. El objetivo de este artículo es analizar la evolución de la migración de mujeres bolivianas hacia Argentina en la segunda mitad del siglo XX y examinar su rol en este proceso migratorio.

Palabras clave: Mujeres; Género; Procesos Migratorios.

Abstract
The traditional meaning of migrant as a man that moved from one country to another for economic reasons, made the migrant woman invisible, although she always participated in the international migratory flows. However, it was in the last decades of the XXth century when there was an increase of research that studied the role of women in migratory movements and the different experiences of migrants, both male and female. One of the most important contributions of the gender approach in the international migratory processes has been the recognition of the essential role of women in these phenomena. The Bolivian migration to Argentina has a long history. Although the presence of Bolivian woman in migratory flow has been constant, it was in the last decades when she began to be considered a central actor in this process. The main goal of this paper is to analyze the evoglution of Bolivian women migration to Argentina from 1950 and to examine the role of these women in this migratory process.

Kew words: Women; Gender; Migratory Processes.

Recibido 06/10/05
Aceptado para su publicación 28/07/06

Introducción

Argentina ha sido históricamente un país receptor de población migrante. Hacia fines del siglo XIX la migración y el migrante eran sinónimo de progreso, y las corrientes de población que arribaron desde Europa fueron definidas como un factor decisivo del desarrollo económico, social, cultural y demográfico de nuestro país. Durante aquella etapa, la migración internacional se transformó en un tema relevante de discusión entre los sectores dominantes, especialmente las cuestiones relacionadas con el rol que le cabía a los migrantes en el desarrollo del país y sobre el tipo de migración que se debía impulsar.

En este contexto, se sancionó la Ley de Migración y Colonización de 1876(Ley N° 817), más conocida como Ley Avellaneda, legislación que explicitó claramente los orígenes "preferibles" de la población migrante, enfatizando la necesidad de promoción de la inmigración procedente de los países europeos. A pesar que las corrientes migratorias que llagaban desde Europa disminuyeron hasta casi desaparecer a partir de la década de 1950, el impulso por parte del Estado argentino a esta inmigración se mantuvo durante todo el siglo XX. En este sentido, a pesar que en el país pueden reconocerse diferentes etapas históricas proclives a promocionar o restringir las migraciones internacionales, de acuerdo a intereses y necesidades económicas o a la idea de nación de las clases y grupos dominantes, los proyectos políticos del Estado han privilegiado, con algunas excepciones, la inmigración europea frente a otras corrientes migratorias (Domenech, 2005: 12). Paralelamente a las corrientes de migración europea, arribaron en Argentina inmigrantes de los países vecinos que si bien adquirieron verdadera visibilidad en los últimos decenios del siglo pasado, se los puede rastrear desde el siglo XIX, cuando se dirigían hacia las provincias argentinas de las zonas limítrofes para realizar tareas de tipo estacional en los mercados de trabajo regionales.

Sin embargo, los migrantes limítrofes fueron históricamente invisibilizados por el Estado y esto se reflejó en las legislaciones migratorias implementadas. Grimson (2003:145) sostiene que la invisibilización había llegado a instituir la idea de que se trataba de un país sin negros y sin indios. Los migrantes de los países vecinos no eran socialmente considerados como tales en ese contexto, sino que eran incorporados al conjunto de los "cabecitas negras", en especial paraguayos y bolivianos. Asimismo, este autor agrega que la presión del Estado-nacional para que la nación se comporte como una unidad étnica, junto a su efectiva capacidad de inclusión social, resultó en que toda diferenciación o particularidad fuera percibida como negativa o, directamente, fuera invisibilizada (Grimson, 2003: 159). Pero la composición de las principales corrientes migratorias que ingresaron a la Argentina en la segunda mitad del siglo XX, el incremento de los debates globales y la implementación de políticas multiculturales enfatizando la cuestión del reconocimiento, el paso de una situación de invisibilización de la diversidad a una creciente hipervisibilización de las diferencias (Grimson, 2003: 143), y las transformaciones sociales, económicas y políticas comportaron cambios en la percepción que desde el Estado y la sociedad se tuvo del fenómeno migratorio. Fue en este contexto que el Estado argentino reemplazó en el año 2003 la restrictiva Ley Videla promulgada en el año 1981, sancionando una nueva normativa en materia migratoria (Ley N° 25.871) que eliminó muchos de los aspectos de la anterior legislación, a la vez que incorporó un discurso más igualitario, abierto y defensor de los derechos humanos.

Si bien durante mucho tiempo se definió al "migrante" como al hombre que se movilizaba por motivos fundamentalmente económicos, concepción que invisibilizaba a la mujer en los desplazamientos, ésta siempre formó parte de los flujos migratorios internacionales. No obstante, no fue sino hasta el último cuarto del siglo pasado cuando se desarrollaron investigaciones que estudiaron y reflexionaron sobre su rol en los procesos migratorios y sobre las experiencias diferenciadas de hombres y mujeres migrantes.

La escasa consideración del género como categoría de análisis central para comprender las causas -especialmente aquellas relacionadas con la decisión de migrar y con los mecanismos que intervienen en esa toma de decisión- y las consecuencias de la migración, tanto en las comunidades de origen como de destino de la población migrante, influyó también en la falta de atención prestada al rol de las mujeres en los procesos migratorios. Uno de los aportes más significativos de los enfoques de género en el campo de estudio de las migraciones internacionales ha sido el reconocimiento del papel fundamental que desempeñan las mujeres en estos fenómenos. El objetivo principal de este artículo es analizar la evolución de la migración de mujeres bolivianas hacia Argentina en la segunda mitad del siglo XX y examinar su rol en este proceso migratorio.

La metodología seleccionada para la elaboración de este trabajo es de tipo cualitativa, en especial basada en la realización de entrevistas en profundidad a hombres y mujeres bolivianos que viven en la ciudad de Córdoba, Argentina, tratando de recuperar la experiencia migratoria desde la perspectiva de los actores. Las fuentes orales se convirtieron en una herramienta fundamental para el estudio de las migraciones internacionales, ya que a través de los testimonios de los propios migrantes y de sus familias es posible, entre otros aspectos, determinar los roles de los sujetos en los procesos migratorios, reconstruir las trayectorias individuales e historias de vida familiares de aquellas personas que han participado en el fenómeno migratorio; examinar el funcionamiento e institucionalización de redes sociales entre las comunidades de origen y de destino; identificar los cambios, rupturas y continuidades que se establecen en los roles de género; e interpretar los motivos que empujan a determinadas personas a emigrar.

La migración desde las perspectivas de género

La incorporación en las últimas décadas de los análisis desde la perspectiva de género en las Ciencias Sociales y Humanas ha posibilitado la discusión y la revisión de los acontecimientos que habían sido estudiados hasta ese momento y la inclusión de nuevos objetos de estudio en el seno de cada disciplina. Una de las contribuciones más relevantes de los estudios de género residió en la deconstrucción del conocimiento occidental androcéntrico (que representa la construcción legitimada de normas que privilegian a la masculinidad), que significó rescatar a actores que habían permanecido silenciados por la historia, lo cual ha implicado reconocer que lo femenino, lo doméstico y lo cotidiano también jugaron un papel fundamental en la transformación histórica (Bermúdez, Londoño y Tickner, 1999).

A partir de los años setenta los trabajos más creativos sobre el género han sido producidos por los estudios sobre mujeres, especialmente en los Estados Unidos. En aquel entonces, muchas académicas que estaban asociadas a los estudios de mujeres declararon que hacían estudios de género, puesto que si los estudios de mujeres habían explorado las experiencias femeninas, los estudios de género se focalizaron en las experiencias interconectadas de hombres y mujeres (Nararro y Stimpson, 1999). El género como construcción social que constituye los ideales, expectativas y expresiones de lo masculino y lo femenino de una sociedad influye en la manera en que se reproduce la subordinación y la desigualdad, afectando especialmente a las mujeres migrantes, puesto que debido a su condición de mujeres y de migrantes, a su origen étnico y a su pertenencia de clase, están expuestas a múltiples discriminaciones potenciando su vulnerabilidad y exclusión social. Las investigaciones desde la perspectiva de género han puesto en evidencia como la propia "naturaleza" de las diferencias sexuales son dotadas de significado social naturalizando, legitimando y reproduciendo desigualdades sociales (Stolcke, 1999)1.

El reconocimiento del género como un aspecto importante de cualquier tipo de proceso social ha influido el campo de la investigación sobre la migración. El aumento considerable de las mujeres en los movimientos migratorios internacionales y las experiencias diferenciadas de hombres y mujeres en este proceso fundamentan un examen de la migración internacional desde un enfoque de género, con el propósito de reconocer las relaciones desiguales de la migración entre hombres y mujeres, y el peso que esta desigualdad tiene en el interior de las redes y unidades domésticas a la hora de decidir la salida al exterior de sus integrantes, así como también indagar sobre las vivencias de la migración desde la especificidad de las mujeres (Martínez Pizarro, 2003: 15). Los estudios desde la dimensión de género no ignoran la experiencia de los hombres en este proceso. Boyd y Grieco (1998) sostienen que la inclusión de la perspectiva de género en los análisis de población en general y las migraciones en particular, implica también considerar el lugar y el significado que las sociedades dan a lo masculino y a lo femenino, significado que varía de cultura en cultura y no permanece inalterable a través del tiempo. Es importante tener en cuenta que las experiencias de las mujeres en los flujos migratorios no sólo son diferentes a las de los hombres sino que además no son homogéneas. En el caso de la migración de mujeres bolivianas hacia Argentina, existe una multiplicidad de experiencias migratorias entre estas mujeres relacionada con la heterogeneidad del fenómeno. Los diferentes contextos migratorios, los distintos orígenes, las identidades étnicas, las pertenencias de clase influyen en la propia experiencia migratoria, en el papel que desempeñan las mujeres en este proceso, y en los cambios, rupturas y continuidades en los roles de género.

Los estudios referidos a las mujeres en los procesos migratorios comienzan a ser fomentados a partir de 1960, aunque el alcance de estos ensayos fue limitado. Los primeros trabajos sobre la migración consideraban a la mujer en el contexto de la familia, por lo general ausente de la primera fase del movimiento migratorio que aparecía dominado por el hombre. En la década del ochenta, un trabajo sobre migrantes yugoslavas en Alemania, Francia y Suiza cuestionó algunas de estas presuposiciones. En primer lugar, se descubrió que la mujer estaba presente en la primera ola de inmigración y que incluso era la iniciadora de la misma. Los motivos que ésta tenía para migrar no se reducían a cuestiones de matrimonio o vínculos familiares sino que podían también ser resultado de la propia decisión de la mujer de movilizarse, intentando modificar el contexto en el que vivían o luchar por lograr una vida mejor (Morokvasic, 1988). En este marco, en 1984 la revista International Migration Review publica una edición dedicada especialmente al rol de la mujer en los movimientos migratorios internacionales en un momento en que no se estudiaba en profundidad esta problemática desde la perspectiva de género. Entre los artículos más significativos divulgados en esa edición se encontraron los dos de Mirjana Morokvasic: "Birds of Passage are also Women" y "Why do Women Migrate? Towards an Understanding of the Sex-selectivity in the Migratory Movement of Labor" (Morokvasic, 1984), los cuales han sido referentes en los análisis sobre la migración femenina internacional.

Las investigaciones locales dedicadas a esta temática comienzan a desarrollarse especialmente a partir de los ochenta. Algunos de estos primeros estudios son los de Wainerman y Recchini de Lattes (1980), Rechini de Lattes (1989) y Balan (1990). Durante los noventa se intensifican los trabajos sobre esta cuestión, reconociéndose la importancia del enfoque de género en los procesos migratorios. Entre otros, se destacan las publicaciones de Dandler y Medeiros (1991) que examinaron la migración desde las áreas de origen, en este caso la migración temporal desde Cochabamba hacia Buenos Aires, considerando también el rol de la mujer en este proceso; de Benencia y Karasik (1995) que estudiaron la migración boliviana desde la perspectiva de género; y de Cacopardo y López (1997) que exploraron este fenómeno migratorio desde la unidad familiar, teniendo en cuenta como el proceso migratorio repercute en las familias de migrantes, en sus roles y en sus actividades laborales. Otros trabajos más recientes de Cacopardo (2002, 2004) profundizaron sobre la problemática de las mujeres migrantes provenientes de los países limítrofes, enfatizando las diferencias y similitudes de los determinantes que conducen a hombres y mujeres a migrar, centrando el estudio principalmente en el área Metropolitana de Buenos Aires.

Las teorías clásicas para el estudio de la migración internacional generaron estereotipos sobre la mujer en los procesos migratorios, de tal forma que el uso tradicional de la palabra migración ha significado hombre migrante y cuando las mujeres se hicieron visibles fue bajo la condición de dependientes, enfatizando su rol de esposas o madres, pero sin analizar su papel en el proceso migratorio (Boyd y Grieco, 1998). Desde los enfoques de género se modificó esta imagen, reconociendo a las mujeres migrantes como trabajadoras y no como simples acompañantes, aunque se movilicen en contextos familiares o por reunificación familiar.

La invisibilidad de las mujeres en los estudios de migración se reflejó también en la redacción y promulgación de las legislaciones migratorias. En Argentina, si bien el país posee una larga tradición en políticas migratorias fue recién en los últimos años cuando comenzó a considerarse a la perspectiva de género como una variable importante a la hora de redactar y establecer políticas que descarten una imagen estereotipada de los roles que hombres y mujeres desempeñan en este proceso. Esto puede observarse en la nueva ley de migración del año 2003 que presenta algunas consideraciones frente a la dimensión de género, ausentes en las anteriores legislaciones, en especial la identificación de la situación de vulnerabilidad y fragilidad de miles de migrantes por su condición de mujeres, de migrantes, por su posición económica y por su origen étnico.

La migración boliviana hacia Argentina

La migración desde los países vecinos hacia Argentina ha sido constante a través del tiempo y se la puede rastrear desde mediados del siglo XIX, representando históricamente entre el 2 y el 3 por ciento de la población total del país. Si bien la migración desde Europa encarnó hasta la posguerra de la Segunda Guerra Mundial el origen mayoritario de las corrientes que arribaron a la Argentina, hacia fines del siglo pasado esta situación se modificó y el 50 por ciento de los inmigrantes que ingresaron a nuestro país provenían de los países limítrofes y Perú.

La migración desde Bolivia hacia Argentina, que se viene desarrollando desde el siglo XIX, se ha caracterizado por ser fundamentalmente laboral, fomentada por las posibilidades que se presentaron en el mercado de trabajo argentino y también por las reiteradas crisis socio-económicas que se han sucedido en el país vecino. Esta corriente migratoria si bien empezó siendo pequeña en comparación con las corrientes que llegaban desde Europa, fue alcanzando cada vez más importancia no sólo por su aumento dentro del porcentaje de la población extranjera, sino además por su mayor visibilidad dentro de la sociedad argentina. Hasta mediados del siglo XX este movimiento migratorio constituyó una respuesta frente a la escasez de mano de obra en el sector primario de las economías fronterizas, eligiendo como áreas de destino aquellos lugares más cercanos a Bolivia, dedicándose especialmente a tareas rurales, trabajos zafrales y estacionales. Sin embargo, las crisis de las economías regionales que comienzan a experimentar las provincias en la década del sesenta (crisis de la superproducción de azúcar y cierre de ingenios en Tucumán, crisis tabacalera en Corrientes, crack algodonero en Chaco, etc.), conjuntamente con el proceso de urbanización que se venía desarrollando en Argentina, provocaron el desplazamiento de grandes contingentes migratorios de carácter rural-urbano de población nativa y de población migrante, fundamentalmente de países vecinos, hacia las áreas urbanas del país (Benencia, 1997: 63). A partir de ese momento, el destino principal del flujo migratorio boliviano en particular -pero también de las corrientes procedentes de los otros países de la región- fueron los centros urbanos, en especial Buenos Aires. La concentración en las principales ciudades fue un elemento importante en la visibilización de esta población, aunque no puede considerarse el único factor. En este sentido, Grimson (2006) sostiene que la mayor visibilidad que adquiere la inmigración limítrofe en la década de los noventa no se relaciona exclusivamente a cambios socio-demográficos sino también a transformaciones socio-culturales profundas que experimentó el país.

El flujo migratorio boliviano ha sufrido cambios durante la segunda mitad del siglo pasado, cambios relacionados con sus características, su composición, las formas en que se origina la migración y la orientación de esta población en Argentina. Las transformaciones sociales, económicas y políticas que acontecieron tanto en Bolivia como en Argentina impactaron en esta corriente migratoria y en la dirección de la misma.

El marco de inestabilidad económica y crisis políticas y sociales en Bolivia durante prácticamente todo el siglo XX resultan elementos claves para el análisis de este proceso migratorio. La profundización de las recesiones y crisis socio-económicas reforzaron este fenómeno, especialmente en los ochenta y noventa, coincidentemente con el impacto que tuvo en la población de casi toda América Latina la instrumentación de las políticas neoliberales. Estos factores, sin embargo, no pueden considerarse únicos condicionantes para determinar el desarrollo de esta corriente migratoria, sino que también han intervenido factores sociales, culturales, históricos y políticos que influyen en la decisión de migrar (Sassen, 2004) y en la elección del nuevo lugar de residencia.

Las transformaciones ocurridas en Bolivia en la segunda mitad del siglo XX impactaron en la población femenina boliviana, tanto rural como urbana, que se incorporó en mayores cantidades al mercado laboral intentando adaptarse a las nuevas realidades por las que atravesaba el país, fundamentalmente como mano de obra barata, ocupando los espacios laborales menos protegidos y más vulnerables a sus derechos. De este modo, la migración interna rural-urbana y la migración hacia el exterior se convirtieron en alternativas para escapar de las situaciones de aguda precariedad.

El estudio de los flujos migratorios contemporáneos en Argentina requiere la consideración de los cambios que se sucedieron en los ámbitos social, económico, político y cultural como consecuencia de la instrumentación de las políticas neoliberales en América Latina en los últimos decenios. La ejecución, mantenimiento y profundización de este modelo, que en los noventa se había extendido prácticamente por toda la región, supuso la aplicación de políticas regresivas para la gran mayoría de la población, situación que se tradujo en un significativo aumento de los niveles de desempleo, un crecimiento de los índices de pobreza, una precarización del trabajo asalariado y una marcada desigualdad en la distribución del ingreso, agudizándose las diferencias sociales en la gran mayoría de los países latinoamericanos. La acentuación de estas desigualdades, el aumento de la marginación de muchos sectores de la población en América Latina convirtieron a la migración en una opción para miles de personas hacia países que podían ofrecer una solución a estos problemas. Si bien Argentina resultó desde siempre un país atractivo para la gran mayoría de los migrantes bolivianos, a partir de la década del noventa esta tendencia se intensificó, especialmente producto de la desregulación económica, el aumento de inversiones extranjeras, la paridad con el dólar, el aumento de los empleos en los sectores de la construcción y servicios, y las crisis socio-económicas y políticas padecidas por este país limítrofe. Estas circunstancias sumadas al desarrollo y fortalecimiento de redes sociales entre las comunidades de origen y destino de la población migrante fueron factores que deben considerarse a la hora de analizar las características y orientación de este flujo en los últimos decenios.

Población limítrofe en Argentina, por lugar de nacimiento y sexo, 1970-2001

1970

1980

1991

2001

Fuente: Indec, Censos 1970, 1980, 1991, 2001.
*Si bien no es un país limítrofe, este flujo migratorio presenta características similares a la de los países vecinos.

Tasa de crecimiento de la población limítrofe, 1970-2001

Tasa de crecimiento de las mujeres migrantes limítrofes, 1980-2001

Tasa de crecimiento de los varones migrantes limítrofes, 1980-2001

Fuente: Indec, Censos 1970, 1980, 1991, 2001.

Estos cambios se hicieron sentir con fuerza en la realidad de miles de mujeres. Las transformaciones en el mundo del trabajo a partir de la década de los setenta y especialmente luego de las medidas adoptadas en el marco del Consenso de Washington que impulsaban un ajuste estructural, impactaron de manera significativa en el trabajo femenino, aumentando las formas de explotación de las mujeres en los mercados de trabajo. Este contexto ha generado un aumento del número de mujeres que debieron emigrar en busca de mejores oportunidades, situación que puede observarse en los datos anteriormente citados, cifras que no incluyen la inmigración indocumentada. El incremento de la participación de la mujer en las corrientes migratorias no ha significado necesariamente una mejora en su calidad de vida sino que, por el contrario, se tradujo en muchos casos en una precarización de la situación de las trabajadoras migrantes. Este escenario se denominó feminización de la pobreza y significó la incorporación de la mujer a empleos cada vez más precarios y a subempleos de diverso tipo para complementar la caída de ingresos (Lipszyc, 2004). En este sentido, como afirma Cacopardo (2004), el hecho de ser mujer condiciona las modalidades de inserción y de acceso a determinadas ocupaciones de acuerdo a lo que la sociedad visualiza como correspondiente a los roles femeninos. Asimismo, asegura esta autora, a esto se agrega la condición de migrante que puede funcionar o no como profundizador de un sistema social donde la mujer se encuentra, por lo general, subordinada. Las mujeres en los procesos migratorios enfrentan problemas diferentes a los de los hombres no sólo en los ámbitos del trabajo sino también debido a su rol reproductivo y a su condición de mujer (Benecia y Karasik, 1995: 32).

La mayor visibilidad de la mujer en las corrientes migratorias y el desarrollo de las investigaciones desde los enfoques de género han permitido estudiar las migraciones internacionales desde la propia experiencia de la mujer, revelando el papel fundamental que desempeñan en este proceso ya sea que se movilicen en contextos familiares o solas. En el caso de la migración boliviana hacia Argentina, la participación de la mujer ha sido constante a través del tiempo aunque su rol ha sido históricamente ignorado. La mujer boliviana en líneas generales se ha movilizado tradicionalmente hacia Argentina en contextos familiares o por reunificación familiar. La familia aparece como un ámbito propicio para analizar aspectos centrales de este flujo migratorio y del papel de la mujer boliviana en este proceso. La concepción de familia no debe ser entendida como un espacio exento de conflictos de poder, por el contrario, es importante tener en cuenta que cuando se hace referencia al concepto de familia se debe rechazar cualquier concepción que la defina como un todo unificado y uniforme donde se invisibilizan las relaciones de poder existentes en su interior (Herrera, 2004). Como afirma Stolcke (1999: 24), los estudios de género pusieron en evidencia como las doctrinas biologistas de la desigualdad han contribuido a consolidar la noción genérica de familia como unidad natural y por lo tanto universal básica de la sociedad. Esta migración en contextos familiares no significa que las mujeres migrantes siguen simplemente a sus maridos o a sus familias; afirmar esto es ignorar las implicaciones sociales, culturales y económicas que comporta la migración femenina y los aportes que éstas realizan para la subsistencia del grupo familiar.

El rol de las mujeres bolivianas en el proceso migratorio hacia Argentina

Un aporte relevante de los estudios de género en el campo de investigación de las migraciones internacionales ha sido el reconocimiento del papel central que desempeñan las mujeres en los procesos migratorios. Para el análisis del rol de la mujer boliviana en el fenómeno migratorio hacia Argentina es necesario tener en cuenta, en primer lugar, la labor que cumplen la gran mayoría de las mujeres bolivianas en sus comunidades de origen.

En este sentido, Dandler y Medeiros (1991: 19) afirman que la mayor parte de las mujeres bolivianas han desarrollado actividades que generaron ingresos para el mantenimiento cotidiano de sus familias desde edades muy tempranas, especialmente en actividades domésticas y agrícolas tanto en las zonas rurales como urbanas en Bolivia. En esta misma línea, Balan (1990: 279) sostiene que entre las familias campesinas en el país vecino, hombres y mujeres de toda edad participan en uno u otro momento de su vida en labores agropecuarias, adquiriendo la mujer un valor económico significativo desde muy temprana edad.

La gran mayoría de las mujeres en Bolivia ejercen una función relevante en la economía familiar y en la reproducción social y cultural, características que se desplazan con ellas al nuevo país de llegada. En el caso de las migrantes bolivianas en Córdoba, los testimonios dan cuenta de esta situación: "...La mujer cuando sale del país y emigra hacia otros lugares, se pone a la par de su hombre, trabajando con él, haciendo no sólo los quehaceres de la casa sino trabajando a la par del marido en la agricultura, en la fabricación de ladrillos, en la venta ambulante, y si, por ejemplo, tiene que ayudar a levantar una construcción, ella lo hace junto con él. Desde este aspecto tenemos mucho carácter para salir adelante..." (Emma)

"...Si bien en última instancia las decisiones las toma el marido, la mujer no cumple un rol pasivo. Si uno va al campo, la mujer está tirando las semillas o está viendo los surcos de la tierra mientras el esposo está en otro sector trabajando, ella está continuamente aportando a la economía del hogar, a la vez que se encarga de sus hijos..." (Roberto)

"...Todas trabajamos, la mayoría si, algunas de mis compatriotas están en el mercado, otras de mis compatriotas ponen un puestito en su casa y bueno tratamos de ayudar en la economía. Creo que es genético en nosotras ayudar a la economía del hogar y encargarnos de la educación de los hijos..." (Malena).

Sin embargo, aunque los aportes económicos que realizan son casi imprescindibles para la supervivencia de la unidad familiar, han ocupado históricamente los espacios laborales menos protegidos intensificando la desigualdad y exclusión social. Uno de los mayores problemas que ha padecido la mujer procedente de los países de la región es la falta de reconocimiento por el trabajo que realiza, especialmente debido a que se ubican casi con exclusividad en el mercado de trabajo informal.2La participación de las migrantes bolivianas en el mercado de trabajo argentino se concentró principalmente en el mercado informal, lo que ha significado una mayor precariedad y vulnerabilidad debido a la propensión a la explotación que sufren, profundizando la desigualdad salarial, de derechos y condiciones entre mujeres y hombres, y entre las propias mujeres.

La migración internacional puede comportar significativos cambios para los hombres y mujeres migrantes. La mujer que migra sufre transformaciones como consecuencia de este proceso, lo que no significa que estas modificaciones necesariamente estén relacionadas con una mejora en su calidad de vida y con su mayor autonomía. En el caso específico de la migración boliviana, Balan (1990: 292) considera que la migración no reporta a la mujer procedente de Bolivia un cambio sustancial en el ámbito económico sino que, por el contrario, se manifiesta una pérdida de la autonomía económica, lo que repercute en su propio status. De esta manera afirma que "resulta notorio que las mujeres pierden status al venir a Buenos Aires, en tanto y en cuanto el grado de autonomía de que disfrutan en su patria en la esfera económica es mucho mayor que el que poseen después de migrar". Esta concepción hace referencia al rol destacado que poseen las mujeres bolivianas en sus propias comunidades de origen, donde desde pequeñas realizan tareas concretas que permiten la subsistencia de la unidad familiar. Pero si bien es cierto que la mujer boliviana juega en su país natal un papel significativo en los ámbitos económico, social y cultural, y pese a que la migración supone cambios en los roles y experiencias de los actores involucrados en el proceso, la mayoría de las mujeres bolivianas migrantes continúa cumpliendo, en el país de destino, un rol destacado en estos ámbitos, contribuyendo a la manutención de la familia y promoviendo la reproducción de las prácticas sociales y culturales de sus comunidades de origen.

Además de los aportes económicos, las mujeres bolivianas han desempeñado una importante función en la reproducción de sus identidades culturales. Los roles que le caben a las mujeres y las responsabilidades sociales que hombres y mujeres poseen tanto en la unidad familiar como en la comunidad parecen estar bien definidos entre estos migrantes. La familia como eje de la vida de estas mujeres y las mujeres como eje de la familia les confiere un rol central en ciertas tareas. El manejo del ámbito doméstico y de la dieta, la enseñanza de la lengua materna, la inserción en cierto tipo de actividades étnicamente características y el manejo de su vestimenta, entre otros aspectos, otorgan a las mujeres bolivianas un papel fundamental en la reproducción cultural (Benencia y Karasik, 1995: 38).

Los migrantes tienden a reproducir aquellos patrones culturales que les permiten preservar la identidad cultural de sus comunidades de origen. No obstante, la migración supone una resignificación de las propias experiencias importadas desde los lugares de origen y una revisión de las experiencias de las propias mujeres migrantes. Estos cambios se traducen, entre otros elementos, en nuevas prácticas culturales lo que no implica un abandono de las costumbres y tradiciones importadas desde sus comunidades natales. Pero al reproducir estas prácticas en contextos socio-culturales diferentes, redefinen en muchos casos su propia identidad. Grimson y Godoy-Anativia (2003: 512) afirman que la gente transforma sus cuerpos, su vestimenta, sus formas de hablar, sus ideologías y sus prácticas en el proceso de migrar. Si es en el nuevo contexto de residencia donde a veces emerge con potencia el deseo de mantener la tradición, es porque en esa situación se ve necesariamente trastocada y, por ello mismo, hipervalorada.

La dimensión nacional adquiere una gran relevancia en los procesos de identificación social entre los migrantes procedentes de Bolivia (Caggiano, 2005). Grimson (1999) considera que este proceso de redefinición de la identidad genera una nueva bolivianidad en el lugar de destino que subordina las identificaciones y distinciones que existían en Bolivia a una etnicidad que se define en términos nacionales y que reúne elementos de diversos momentos históricos. Benencia y Karasik (1995: 40), por su parte, consideran que la producción y reproducción de procesos de identificación en el nivel nacional como "bolivianos" tiene su origen en la presencia de una fuerte estigmatización social en las relaciones con la sociedad receptora. Esta identificación como bolivianos en el nuevo contexto de residencia no elimina, sin embargo, las diferencias de clase3.

A pesar del papel destacado que han desempeñado las mujeres bolivianas en el proceso migratorio, ya sea en relación a las contribuciones que realizan para la subsistencia de la familia como en la preservación de sus identidades culturales en el nuevo contexto de residencia, han sido víctimas de mecanismos que han intensificado la desigualdad social como consecuencia de su condición de mujeres y de migrantes, su origen étnico y su pertenencia de clase. No obstante, esto no debe ser un motivo para ignorar la función que cumplen en el proceso migratorio. En este sentido, es necesario abandonar cualquier explicación que intente invisibilizarlas o concebirlas como actores pasivos. Por el contrario, han cumplido históricamente roles centrales en este fenómeno, adquiriendo un protagonismo fundamental no sólo como sustento económico del hogar sino también como principales promotoras de las prácticas y costumbres que permiten la reproducción de la identidad cultural de su comunidad de nacimiento, y como impulsoras del asentamiento permanente en el lugar de llegada.

Conclusiones

El fenómeno de las migraciones internacionales se ha convertido en una problemática central en nuestros días que se manifiesta en la intensificación del debate sobre esta cuestión en todas las sociedades del mundo. La visibilidad que han adquirido los inmigrantes en los diferentes países y el aumento de los flujos migratorios en los últimos decenios, colocan a este fenómeno en el centro de la discusión mundial con muchos interrogantes aún sin resolver, lo que lo convierte en un campo de estudio trascendente. El abordaje de la problemática de las migraciones internacionales es múltiple. Sin embargo, muchas investigaciones sobre esta cuestión han trabajado desde una perspectiva en que el género aparecía como algo neutral o poco importante lo que ha llevado a invisibilizar la participación de la mujer en los procesos migratorios.

En los estudios tradicionales la migración de hombres era considerada autónoma, mientras que la mujer era definida como un actor pasivo, en tanto migraba en contextos familiares o por reunificación familiar. Pero los cambios que se establecieron al interior de las Ciencias Sociales permitieron el desarrollo de nuevas temáticas de investigación y el interés por actores sociales que anteriormente habían sido escasamente estudiados. En este marco, surgieron con fuerza los estudios de género que incidieron en la manera de concebir los procesos históricos. Los análisis de la migración internacional desde la perspectiva de género permitieron dilucidar cuestiones relacionadas con las causas y con las consecuencias de la migración, a la vez que posibilitaron un examen de los roles de las mujeres en los procesos migratorios y de las propias experiencias de estas mujeres. Además, estos trabajos demostraron no sólo que la mujer siempre ha estado presente en los flujos migratorios sino que en muchos casos era la iniciadora del proceso.

Argentina ha sido definida tradicionalmente como un país de inmigración, haciendo referencia especialmente a la población de origen europeo. Desde el Estado-nacional en su etapa constitutiva se fomentó y privilegió a la migración europea por sobre las demás corrientes que ingresaban al país. No obstante, y pese a que el Estado ha intentado invisibilizar la presencia de otros contingentes de migrantes, desde el siglo XIX se vienen desarrollando flujos migratorios provenientes de otros orígenes como el caso de las corrientes que arriban desde los países limítrofes. En este sentido, la migración boliviana hacia Argentina no representa un fenómeno reciente sino que posee una larga tradición migratoria hacia nuestro país. A partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando la inmigración europea se redujo hasta casi desaparecer, Bolivia y los demás países de la región se transformaron en los principales orígenes de la población inmigrante en Argentina.

Si hasta la década del cincuenta del siglo pasado la mayoría de los migrantes bolivianos se asentaban en las provincias del norte, a partir de ese momento y como consecuencia de las crisis en las economías regionales por un lado, y el incremento de la demanda en los mercados de trabajo urbanos por otro, el grueso de esta corriente migratoria comenzó a dirigirse hacia las ciudades más importantes del país, adquiriendo mayor visibilidad en la sociedad argentina. Los cambios en las características, composición y dirección del flujo migratorio boliviano hacia Argentina en la segunda mitad del siglo XX fueron resultado de los cambios operados tanto en Bolivia como en Argentina. Las transformaciones sociales, económicas y políticas en los dos extremos del proceso migratorio impactaron en este flujo migratorio y en la orientación del mismo. Estos cambios también afectaron la realidad de miles de mujeres bolivianas que debieron incorporarse a mercados de trabajo informales para asegurar su propia subsistencia y la de su familia. Este escenario generó un creciente número de mujeres que tuvieron que emigrar al exterior en busca de mejores posibilidades, mayoritariamente en contextos familiares, escenario que se denominó feminización de las migraciones.

Si bien las mujeres bolivianas siempre formaron parte de los flujos migratorios que arribaron a la Argentina desde el siglo XIX, fueron históricamente invisibilizadas ignorando el papel esencial que han desempeñado en los ámbitos sociales, culturales y económicos en este fenómeno. Sin embargo, independientemente que se movilicen en contextos familiares o por su cuenta, resulta imposible ignorar el rol que han tenido y aún tienen en el proceso migratorio.

Notas
1 Stolcke (1999) agrega que la condición de mujer así como el origen étnico son marcas principales de la desigualdad social y que el rasgo esencial de la sociedad de clases ha sido la tendencia a la naturalización de esa desigualdad social.
2 En este punto es necesario subrayar que esta situación no se reduce exclusivamente a las mujeres que se movilizan desde Bolivia sino que afecta también a importantes sectores de la población nativa, quienes también son víctimas de relaciones de explotación y subordinación de género tanto en el ámbito familiar como laboral.
3 El testimonio de una migrante así lo expresa: "...No mantenemos las diferencias regionales, acá somos todos bolivianos, pero sí se mantienen las clases sociales, el boliviano que tiene otro status no lo ves en este barrio (refiriéndose a Villa El Libertador, barrio donde reside un porcentaje importante de la comunidad boliviana en la ciudad de Córdoba)..." (Malena).

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