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Cuadernos del Sur. Historia

versión On-line ISSN 2362-2997

Cuad. Sur, Hist.  no.35-36 Bahía Blanca  2007

 

Los usos del pasado en la perspectiva intelectual de Tito Livio1

Rodolfo Lamboglia*

* Universidad Nacional de Rosario E-mail: fito@cablenet.com.ar

Resumen
Se intenta plantear la idea de que el historiador romano de época augustal, Tito Livio, inaugura una nueva forma de escribir la historia, lo que podríamos definir como una historia-patria, que sería el resultado de la acción colectiva de los distintos grupos y clases sociales que habían actuado en el pasado, de sus conflictos y sus acuerdos. Esta interpretación se presenta como un aporte de Tito Livio, en contraposición a las historias tradicionales que solo se proponían poner de relieve el rol histórico cumplido por los linajes aristocráticos. La ecuación pasado-presente mantenía en Livio un fin moralizante, pero adquiere un sentido diferente, destinado a demostrar que si bien desde los propios comienzos de la etapa republicana podían registrarse serios enfrentamientos que respondían a razones de todo tipo (económicos, políticos etc.), ellos habían sido superados de manera costosa y gradual, debido a que finalmente habría logrado imponerse la voluntad de aquellos hombres que representaban de manera más equilibrada los intereses colectivos, promoviendo la cohesión social, la concordia entre las distintas clases y grupos, la concreción de objetivos comunes y promocionado el respecto por las leyes y las tradiciones.

Palabras clave: Pasado-presente; Cohesión; Concordia.

Abstract
It is attempted to state the fact that the roman historian from the August age, Tito Livio, introduces a new way to make history, what could be defined as a history-motherland, something similar to the result of a collective action of the different groups and social classes, which have acted in the past, of their conflicts and their agreements. This interpretation is presented as a Tito Livio's valuable contribution, in contrast with the traditional histories that only intended to demostrate the historical role perfomed by the aristocratic lineage. The past-present equation will be useful for Livio to continue accomplishing the moralizing purpose, but a different meaning is assigned to it, aimed at showing that from the beginnings of the republican age great controversies caused by all types of reasons (economic, political, etc.) could be registered. Those problems heve been overcome, though in a gradual and difficult way, since finally they could impose the will of those men who represented the collective interests, promoting social cohesion, concord between the different social classes and groups, and encouraging respect for the laws and the traditions.

Key words: Past-present; Cohesion; Concord.

Recibido 13/04/06
Aceptado para su publicación 28/12/06

En el último tercio del siglo I a. C., el historiador romano Tito Livio comenzó a escribir una monumental obra de 142 libros que abarcaba la historia de Roma desde la fundación, Ab urbe condita, hasta su propia época, algo así como ochocientos años de historia. De todos ellos solo han sobrevivido hasta la actualidad unos 35 libros que se refieren a la etapa más antigua de la historia tratada, llegando con los últimos, pero de manera muy mutilada, a las primeras décadas del siglo II a. C. De los libros posteriores se tienen noticias a través de numerosos fragmentos de epítomes tardíos.

Tito Livio parece no haber participado activamente en los acontecimientos políticos de su época, entre otras razones, por el tiempo que le demandaría la concreción de la enorme tarea que se propuso. Pero era un individuo ilustrado, y como tal estaba atento a los dramáticos acontecimientos que por entonces le tocó presenciar, y en este sentido no se dirige al pasado con una vocación romántica o con intereses básicamente literarios, sino que muy por el contrario, estimulado por un fuerte presentismo. Es debido a esto que quizás lo más interesante en su obra radica en el hecho de que inaugura una nueva forma de referirse al pasado.

Tito Livio representa una ruptura con respecto a las formas tradicionales de escribir la historia en Roma. Hasta entonces esta tarea había estado en manos de los llamados anticuaristas, o de los historiadores analistas, que en base a la utilización de los archivos oficiales y sacerdotales, y los registros escritos y las tradiciones orales en poder de las familias patricias, solían poner su escaso talento, según se quejaba Cicerón, al servicio de una historia oficial, básicamente dirigida a destacar el papel histórico relevante desempeñado por los ancestros de los linajes ilustres: "Creo que la historia fue alterada en los elogios fúnebres y en las falsas inscripciones de los retratos, al inclinar a su favor las familias la fama de las hazañas y los cargos con mentiras que inducen a error". (Tito Livio, 2001: VIII, 40)1.

Tito Livio sigue a Cicerón en algunos preceptos que daban forma a un nuevo uso del pasado y que este había establecido poco tiempo antes: la historia debía estar al servicio de la reflexión moral, y ser una cantera de ejemplos que guiaran la acción política del presente (Cicerón,1991:109/111)2. Pero si bien Cicerón reconocía la inadecuación de las historias tradicionales, lo hacía manteniendo obstinadamente su perspectiva política extremadamente conservadora.

Tito Livio asume la tarea de "recrear" lo que podríamos definir con un concepto quizás anacrónico, una historia "nacional". Es consciente de las enormes diferencias existentes en términos de organización económica, política y social, entre aquella Roma arcaica de rudos campesinos y lo que era la sede desde la que se gobernaba el imperio territorial de su propio tiempo. Los historiadores tradicionales no lograban explicar el cambio, ni recrear un pasado que pudiera representar las expectativas de los distintos grupos y clases que en la época de Tito Livio intervenían activamente en la escena social y política. Uno de los objetivos de Livio será precisamente encontrar una conexión, un hilo conductor, entre ese lejano pasado y su propio presente completamente transformado. En este sentido podemos decir que Tito Livio garantizaba la continuidad con respecto a la función legitimadora cumplida por los historiadores, pero ya no al servicio de un restringido grupo de poder, como hacían los historiadores analistas, sino de un conjunto social y económicamente diverso de ciudadanos romanos e itálicos que administraban los beneficios que les proporcionaban sus conquistas territoriales. Pasado y presente serán articulados por Tito Livio para promover la cohesión social, teniendo como precedente algo más de un siglo de sangrientos enfrentamientos políticos. Como sostiene Hobsbawm, es precisamente en un momento de extremada fragmentación social y política cuándo más oportuno puede resultar reorganizar o reinventar la tradición, con lo cuál se persigue básicamente el objetivo de "promover la cohesión social".

La historia será para Tito Livio el resultado de la dinámica impuesta por la dialéctica interna, y se distancia de Cicerón en el rol que le asigna a la participación de los personajes ilustres; para Tito Livio estos actuarán como los representantes de los distintos grupos de interés, al mismo tiempo que intenta demostrar que su comportamiento estaba orientado por específicos valores y una definida ética civico-política. Todos estos aspectos no estaban incluidos en las anteriores historias excluyentemente patricias.

Intentaremos verificar esto siguiendo algunas propuestas metodológicas sugeridas por Mosses Finley, con relación a que es posible detectar las intenciones y objetivos de un autor a partir de analizar las razones por las cuáles selecciona un momento determinado del pasado, qué extensión le dedica y la importancia que le asigna al mismo (Finley, 1984: 29).

Para ello veremos la manera en la que Tito Livio "reconstruye" algunos acontecimientos relacionados con los graves problemas de carácter económico y político que habrían tenido lugar en los orígenes de la República, y que creemos son utilizados por Livio para manifestar algunas ideas y opiniones acerca de su propio presente, pero prudentemente hechas sobre acontecimientos del pasado.

1.- La historia y el historiador en la antig üedad

Finley y Momigliano coincidían en señalar que la tarea de indagar sobre el pasado no siempre estuvo reservada, en el contexto del mundo griego y romano antiguo, para los llamados "historiadores" (Finley, 1984; Momigliano, 1984).

Durante mucho tiempo fue el relato mítico, expresado por el discurso poético, el instrumento adecuado para referirse al pasado, lo que permitía también dejar de lado la ardua tarea de organizarlo en una secuencia cronológica coherente. En particular estaban desarrolladas unas variantes poéticas como la épica, la lírica o la elegía, a las que habría que sumar las canciones simposiales y los himnos de los antepasados, que satisfacían adecuadamente ciertas demandas sociales; estas eran "creaciones que retrataban las grandes figuras y los grandes acontecimientos del pasado" (Finley,1984:14).

La poesía y los poetas cumplieron una función esencial en el contexto de una oralidad generalizada, entre otros motivos, debido a las facilidades que ofrecía el género para la memorización y con ello también para su difusión espacial y temporal por medio de su constante repetición, además de su utilidad pedagógica en el marco de la instrucción escolar (Marrou,1988; Jaeger,1993; Havelock,1994 y 1996 entre otros). Los mitos fundacionales y el recuerdo de hechos e individuos memorables, permitía construir la representación de un pasado glorioso en el que habían actuado de manera destacada algunos hombres eminentes. Los mitos daban coherencia a esos hechos lejanos y borrosos, a esas "brumas del pasado" como dice Hobsbawm (Hobsbawm y Ranger, 2002).

El efecto complementario de esta modalidad de referenciar el pasado había sido que los dioses y los héroes habían desbordado el relato poético y se habían integrado en la vida comunitaria transformándose en objeto de veneración en el marco de las numerosas festividades celebradas por las distintas comunidades en sus magníficos templos, teatros y santuarios; monumentos y escenarios que también eran producto del esfuerzo colectivo (Finley,1984:32/34). Esta actividad cívica y cultual estaba destinada a realzar las jerarquías sociales y dotar de sentido de integración y pertenencia a sus miembros, especialmente a los sectores subalternos, con lo cuál tenía lugar "una manipulación consciente de los símbolos"(Halbwachs, 2004: 213). La función cívica y didáctica ejercida por el mito entre los miembros de una comunidad, son señalados por Finley en los siguientes términos, "aprendían la moralidad y las reglas de la conducta, las virtudes de la nobleza, el criterio del justo medio y la amenaza de la hybris; de él sacaban información sobre la raza y la cultura e incluso la política" (Finley,1984:16).

La memoria oral y las tradiciones conservadas por ella no eran necesariamente inmutables, el antropólogo J. Goody ha explicado la manera en la que "los nuevos componentes se ajustan a los viejos a través del proceso de interpretación que se llama racionalización o esfuerzo por el significado" (Goody y Watt,1996).

Puede resultar arriesgado generalizar una explicación en torno a la cuestión del porque, y en que momento, las tradiciones basadas en el mito comienzan a resultar insuficientes para una sociedad, o para algunos miembros de ella (Goody y Watt, 1996:44/5; Halbwachs, 2004:215/6).

Finley sostiene que las tradiciones orales debían atribuirse básicamente al interés de las familias nobles, incluyendo las familias reales y a los grupos sacerdotales, y que estas se alteraron o fueron cuestionadas, como resultado precisamente de las rivalidades familiares, por los conflictos con otras comunidades, o cuándo se modificaban sustancialmente las relaciones de poder. Pero el contexto que favoreció el cambio fue básicamente el de la conformación de una comunidad política (polis), "El nuevo impulso surgió de la polis clásica, y en particular de la polis ateniense, la cuál introdujo, por primera vez al menos en la historia de Occidente, la política en el campo de las actividades humanas para elevarla después a la más fundamental actividad social"(Finley,1984:40/1).

Es decir, que el cambio en las formas de referirse al pasado, en este caso del discurso mítico-poético al discurso histórico, estuvo asociado con un proceso de cambio social, especialmente cuándo dentro de la relativa estabilidad de las sociedades antiguas, tenían lugar rápidas transformaciones que provocaban la irrupción en la esfera social y política de nuevos grupos o clases sociales. Refiriéndose a los momentos en que la tradición es revisada y reformulada, sin detenerse en los instrumentos utilizados para ello, Hobsbawm reafirmar lo sostenido por Finley:

"Hay que esperar que sea más frecuente cuándo una rápida transformación de la sociedad debilita o destruye los modelos sociales para los que se habían diseñado las viejas tradiciones, produciendo otros nuevos en los que esas tradiciones no pueden aplicarse, o cuándo esas viejas tradiciones y sus portadores y promulgadores institucionales se convierten en insuficientemente adaptables y flexibles, o son de algún modo eliminados: en resumen, cuando se producen cambios lo bastante amplios y rápidos en la oferta y la demanda"(Hobsbawm y Ranger, 2002).

En el caso de Roma, el interés específicamente histórico sobre el pasado fue relativamente tardío. Aquí, la hegemonía social y política que ejerció la oligarquía, a pesar de las transformaciones operadas a partir del siglo III a. C., provocaron que la historia permaneciera atada a formulaciones arcaicas. Incluso los propios historiadores, al menos hasta Tito Livio, eran miembros conspicuos de la clase dominante (Momigliano,1984:114 y ss).

Pero esta historia tradicional, esta forma particular de referencia al pasado que representaban los historiadores llamados analistas, ya no soportó las "demandas" sociales y políticas del último siglo de la República. El primero que en Roma tomo conciencia de esta necesidad fue Cicerón, quién no solo se quejaba de la aspereza de la prosa de los analistas, sino que también dudaba de la información que estos proveían sobre el pasado remoto, "Después de la muerte de Cicerón, la historia se convierte en Roma en un género literario. Antes de él, Roma no había conocido más que la historia poética (las epopeyas de Nevio y Ennio, en particular), la analística o el comentario" (Andre y Hus,1975; Cornell,1999).

Con Cicerón la historia se transforma en el conocimiento de los hechos destacados (políticos, diplomáticos y militares) de los pueblos conquistadores y el de sus hombres ilustres, y establece las bases ideológicas acerca la necesidad de apropiarse del pasado por parte de los hombres que intervienen en la política (Cicerón,1991:114/5).

En definitiva Cicerón sistematizo una nueva forma de hacer historia y ella será la base a partir de la cuál emprenderá su propio trabajo Tito Livio, aunque es importante adelantar que este alcanzará una gran autonomía del pensamiento ciceroniano con relación a su concepción de la historia y los objetivos perseguidos, aspectos que resultaron cruciales para dar lugar a una concepción del pasado más autónoma e independiente de los intereses específicamente oligárquicos.

2.- El contexto intelectual de Tito Livio

Es lamentable no poder reconstruir la biografía intelectual de Tito Livio, como ocurre con la mayoría de los autores de la antig üedad, pero a pesar de ello creemos que sería un interesante ejercicio metodológico articular el contexto de producción de la obra con algunos datos formales vinculados a la misma, en muchos casos fragmentarios, tales como su extensión, las modalidades de difusión y el público que participaba de las primeras sesiones de lecturas y de cuya respuesta dependía en buena medida su suerte futura. Creemos que si todos ellos fueran debidamente relacionados, se podrían esclarecer algunas cuestiones importantes acerca de los objetivos que se propuso con ella el autor.

Tito Livio nació entre el 64/59 a. C., en la pujante Patavium, la "ciudad de los quinientos caballeros", de la región del Véneto, probablemente en el seno de una familia ecuestre bien acomodada, tanto como para garantizarle al joven Livio una buena educación, que para algunos autores tuvo a la propia ciudad Roma como sede principal, con alguna casi segura visita a Grecia. Es importante tener en cuenta que para el momento de la batalla de Actium, en el 31 a. C., Livio contaba con aproximadamente 20 años, es decir, con la edad suficiente como para analizar con madurez toda la acumulación de tensiones previas, como así también las consecuencias posteriores.

Por entonces el ambiente político estaba realmente convulsionado: la conquista de un imperio territorial y las transformaciones sociales y políticas que se derivaron de ello, provocaron que en el transcurso de las dos últimas centurias se alteraran completamente las formas de actuación política tradicional.

En la etapa final de la República, todos aquellos hombres que actuaban en las más altas esferas del poder, habían aprendido que cualquier proyecto político solo podría llevarse a cabo ya no a través de la confrontación política, es decir, en el marco del funcionamiento de las instituciones y de las leyes, organizando alianzas y sumando consensos, sino simplemente con la derrota militar de los oponentes. El asesinato político se había convertido en un recurso frecuente. Sila había instalado una dictadura feroz, con proscripciones masivas, persecuciones y asesinatos, todo ello en nombre de la restauración de la República. Los líderes populares solían manipular las magistraturas y a la explosiva plebe urbana para consolidar sus carreras personales más que para impulsar reformas estructurales; en este sentido Clodio y Catilina solo pudieron ser considerados líderes revolucionarios por los peores exponentes de la historiografía estalinista (Kovaliov, 1979). Esta situación parecía a contrapelo de la larga historia del pueblo romano; dar cuenta de este profundo y controvertido proceso de transformación, para sacar de el las lecciones políticas necesarias, parece haber sido uno de los objetivos fundamentales de Livio, entre otros motivos, debido a que los historiadores anteriores no habían querido ni podido hacerlo por permanecer demasiado fieles a sus patrones y a concepciones muy arcaicas con respecto a la actividad del historiador. En este sentido, el dictatorial y prolongado gobierno de Augusto, que operaba tras la fachada de la restauración del funcionamiento de la República, creaba un entorno peligroso, pero al mismo tiempo estimulante para la reflexión política.

Es sabido que el siglo de Augusto coincidió cronológicamente con el siglo de oro de las letras latinas: Virgilio, Horacio, Propercio, Ovidio y el historiador Tito Livio suenan como los nombres más rutilantes y ejemplificadores de este fenómeno. ¿Sirvieron estos sumisamente al régimen? ¿Fueron estimulados por este? Estas son solo algunas de las preguntas que podrían formularse. Grimal considera la importante independencia que todos ellos mantuvieron, o en todo caso, el desacuerdo sostenido firmemente con respecto a los aspectos que individualmente podían considerar como más negativos del régimen augustal. Definitivamente ninguno de ellos operó como intelectual orgánico. Pero existe un aspecto de la cuestión que al menos Grimal no toma en cuenta; tanto los poetas como Livio ponen en evidencia en sus obras destacadas, un espíritu arcaizante, una mirada nostálgica y moralizante del pasado y de la historia más remota de Roma, y todo ello independientemente de la fuerza de este precepto literario en los usos y costumbres de la época. El pasado lejano es evocado como una etapa histórica emblemática, significativa y ejemplar, la cuál puede operar como modelo para la crítica o en su defecto, para la construcción superadora de la sangrienta historia reciente. Por otra parte, referirse de manera demasiado comprometida a una etapa histórica demasiado cercana podía suscitar algunos problemas que Tito Livio parece haber querido evitar. El régimen mantuvo un control bastante estricto sobre la opinión expresada por los referentes intelectuales, basta tener en cuenta lo sucedido, entre otros, con Ovidio y el historiador Timágenes: "Una consecuencia era que en Roma un historiador era más fácilmente y más ásperamente perseguido si criticaba a quienes se esperaba que apoyase. En Grecia se convertía alguien en historiador porque era un exiliado; en Roma se podía ser exiliado fácilmente, o peor, porque se era historiador. El régimen monárquico introducido por Augusto llegó prontamente a desconfiar de aquellos historiadores que no se alineaban y a castigarlos...En tiempos de Augusto el historiador Timágenes perdió el favor imperial a causa de lo que había dicho más que por lo que había escrito" (Momigliano,1984:116).

La obra histórica de Tito Livio se inscribe por lo tanto en una tendencia general de la época. Sus intereses trascienden la de los anticuaristas o la de los historiadores previos, que podían incluso escribir en griego, como Fabio Pictor, guiados por la sola razón de instalar su versión de la historia de Roma en el contexto cultural y político dominado por la cultura helenística y el control político ejercido por la restringida nobilitas (Pina Polo,1999).

Tito Livio pretendía que su obra fuera básicamente didáctica, con lo cuál debió recurrir a reiteradas historias/ejemplos y con ello provocó que fuera ineludible y exageradamente extensa. Esta fue una cuestión que necesariamente atentaría contra la posibilidad de que despertara interés en algún editor. ¿Es posible que este tema no fuera motivo de preocupación para Livio, teniendo en cuenta su desahogo económico? Pero si por el contrario, como evidentemente ocurrió, alguien asumió el riesgo de editarla ¿esto sería un buen motivo para pensar en la aceptación que la misma había recibido en los círculos literarios en las que era previamente dada a conocer y en los que sabemos que entre otros participaron figuras como Séneca?

Teniendo en cuenta los procedimientos editoriales del período (Cavallo,1995), la manera más habitual de promocionar una obra era a través de las lecturas publicas del manuscrito, en ocasiones por parte del mismo autor (Momigliano,1984:109).

Si bien en el caso de Livio las lecturas pudieron no ser públicas por precaución, debieron tener lugar al menos en el contexto de tertulias simposiales más restringidas y selectas. Es de esperar que a ellas concurrieran individuos altamente instruidos, hombres de paideia, que no solo estarían atentos para criticar el estilo literario del autor, sino que también poseerían ciertos conocimientos históricos y hasta quizás estarían involucrados con precauciones en los acontecimientos políticos, con lo cuál seguramente no podrían dejar de suscitarse polémicas en torno a ciertas construcciones de Livio. Es sabido que Tito Livio se encuadró dentro de un grupo de opinión que mantenían una independencia crítica con respecto al régimen augustal.

3.- Las lecciones del pasado

Como ya fuera adelantado, y por razones vinculadas a la extensión del trabajo, vamos a intentar verificar la manera en la que el pasado era utilizado por Tito Livio, entre otras cosas, para expresar también algunas opiniones e ideas acerca de su propio presente, y para ello seleccionamos algunos episodios de su reconstrucción acerca del problema de las deudas y las luchas políticas entre los tribunos y los cónsules en el contexto de la Roma arcaica.

En la obra titoliviana la secuencia queda organizada de la siguiente manera: con posterioridad a la expulsión del último de los reyes dio comienzo un proceso por el cuál algunos jefes de familias (patres) fueron consolidando los privilegios políticos de los que ya se habían beneficiado durante el período monárquico. Parece ser incluso que por entonces asociaron su condición con el exclusivo acceso a las magistraturas más altas y al Senado, y con ello fueron desplazando y obstruyendo el acceso a los jefes de otras familias que comenzaron a identificarse como plebeyas. Es también el momento en el que se inicia el expansionismo territorial que permitirá que las familias patricias puedan descomprimir la presión social y acompañen sus privilegios políticos con una consolidación de sus riquezas, producto del control sobre la distribución de las tierras.

Esta primer etapa de continua transformación social, política y económica producirá el surgimiento de conflictos sin precedentes, y llevará a los sectores campesinos más pobres, recientemente incorporados de manera masiva a la estructura militar, a plantear tempranamente reclamos económicos con una gran determinación. Ellos giraban básicamente en torno al problema de las deudas, de los impuestos y la distribución de la tierra.

En el Libro II Tito Livio comienza a tratar esta cuestión, y podemos sospechar que su reconstrucción de los acontecimientos adoptará una forma muy distinta de la que tendría dentro de la tradición histórica eminentemente aristocrática, si es que en ella se había hecho referencia a estos sucesos en algún momento. Estos serán una fuente de reflexión política muy importante para el autor.

Los acontecimientos son ubicados cronológicamente a comienzos del siglo V a. C., en el contexto de sucesivas campañas contra los vecinos Volscos. Livio sostiene que a las guerras reiteradas contra los pueblos vecinos ahora se había venido a sumar un nuevo problema debido a que "la ciudad estaba enfrentada consigo misma por el odio intestino entre senadores y plebeyos" (T. L., II.23). Relata a continuación la conmoción que había producido entre los ocasionales espectadores que se encontraban en el foro, cuándo un individuo de edad avanzada, de aspecto deplorable, desnutrido y lleno de cicatrices "llevando sobre sí las señales de todos sus sufrimientos", reveló que en su momento había sido centurión y que como producto de haber servido a Roma en sus legiones: "sus tierras habían sido devastadas y no solo se había quedado sin cosecha, sino que su granja había sido incendiada, sus bienes todos saqueados, su ganado robado; en esa racha tan desafortunada para él, se le habían reclamado los impuestos y había contraído una deuda; ésta, incrementada por los intereses, le había hecho quedarse, primero, sin la tierra de su padre y de su abuelo, después sin los demás bienes y, finalmente, como si fuera una enfermedad contagiosa, había alcanzado su cuerpo, y su acreedor lo había arrojado no a la esclavitud, sino a una mazmorra y a una cámara de tortura" (T. L., II.23.5-7).

Con esta imagen cruda, fuertemente conmovedora, especialmente ejemplificadora y que no deja lugar para las dudas acerca de la gravedad de la situación, Tito Livio comienza a tratar el problema de las deudas.

Por un lado los campesinos pobres y endeudados que no reconocen ningún tipo de representación ni mediación política, se lanzan a actuar de manera autónoma; y por otro lado las distintas respuestas política por parte de los grupos de poder representadas por la conducta de la pareja de cónsules de turno; en una primera instancia por la del ultraconservador Apio Claudio y las del moderado Publio Servilio, "Apio, hombre de natural vehemente, opinaba que había que tratar el problema haciendo uso de la autoridad consular: deteniendo a uno o dos, los demás se estarían quietos; Servilio, más dado a soluciones moderadas, estimaba que era más seguro y más fácil doblegar la revuelta que quebrarla" (T. L., II, 23.15).

Aquí Tito Livio aprovecha para introducir una lección histórica que ya tenía una larga tradición incluso dentro de la historiografía griega; cuándo los conflictos no se solucionan a tiempo y se radicalizan las posiciones, las soluciones moderadas aparecen como soluciones de compromiso y no generan adhesión entre ninguna de las clases en conflicto. Es lo que sucede con Servilio, como antaño con Solón. Esto condujo a que "la plebe cobrara confianza" y no esperara por ayuda o solución por parte del "Senado ni de los cónsules", y entonces ocurrió lo peor para cualquier grupo de poder; que los miembros de las clases subalternas comiencen a actuar por su cuenta propia, "cada vez que veía que un deudor era entregado a la justicia, llegaba corriendo de todas direcciones; no se podía oír la sentencia del cónsul a causa del ruido y de los gritos, y una vez dictada, nadie obedecía" (T. L., II, 27.8).

Tito Livio sigue sumando detalles que apuntan a demostrar que la situación se agravaba día a día; los cónsules cesan en su mandato; Apio con el reconocimiento del Senado, y el tibio Servilio repudiado por todos. Livio agrega dramatismo a la situación con expresiones tales como "en la plebe había prendido la anarquía", o lo que era mucho más grave, tenían lugar "movimientos sediciosos y conciliábulos secretos". Continúa con la imagen de un progresivo desmembramiento político de la comunidad ya que agrega que la plebe profundiza su autonomía política, pues empieza a celebrar asambleas propias al margen de las oficiales, "el Estado se encuentra disgregado y fragmentado en mil senados y asambleas del pueblo".

La solución que se plantean los desconcertados cónsules y senadores es la de hacer una leva para una campaña militar a fin de descomprimir la tensión interna. Aquí nos encontramos con un argumento interesante dado por Tito Livio para explicar el imperialismo romano; este servía para mantener ocupados a los campesinos ciudadanos durante los momentos en los que las tareas agrícolas reducían la demanda de trabajo sobre las parcelas y contaban con más tiempo para participar de las asambleas y respaldar las propuestas de sus líderes. Con ello las clases dominantes lograban trasladar la potencialidad de los conflictos internos hacia las poblaciones vecinas, al mismo tiempo que se adquirían tierras que ayudaban a ello, y a su propio enriquecimiento.

Pero volviendo a lo anterior, sucede que cuándo se produce la convocatoria a las levas, la plebe responde que, "no tendrán jamás ni un solo soldado si no se cumplen los compromisos formalmente contraídos: que hay que devolverle a cada individuo la libertad antes de entregarle armas, para que luche por la patria y por sus compatriotas, no por sus amos" (T. L., II, 28.7).

Sigue aumentando la tensión, junto con la progresiva concientización de las clases involucradas, hasta que Tito Livio hace intervenir a los más ancianos del senado, quiénes encuentran una solución transitoria, nombran dictador al miembro de una familia reconocida por su "reformismo", al que se le encomienda llevar adelante la guerra contra Volscos y Ecuos y solucionar los problemas internos. Este, fiel a su tradición familiar cumple con lo primero pero renuncia a lo segundo, puesto que no acepta utilizar esa magistratura de por sí violenta contra sus compatriotas, "No soy persona grata (entre la aristocracia) al ser partidario de la concordia. No tardando mucho desearéis, a fe mía, que la plebe romana tenga unos defensores como yo" (T. L., II, 31.9).

Es interesante que hagamos un esfuerzo por imaginarnos al mismo Tito Livio leyendo entre un auditorio muy aristocrático e ilustrado esta sección de su obra, y los efectos que el relato podría provocar teniendo en cuenta solo el recuerdo reciente de Clodio y Catilina, a quiénes los miembros de la aristocracia debían comenzar a considerar como los efectos políticos de la imposibilidad de lograr la "concordia", lo que también garantizaba que el control político permaneciera en poder de aquellos más capacitados para ejercerlo.

Finalmente un hombre moderado, elocuente, y prudente según Livio, Menenio Agripa, será quién logre convencer a los campesinos sobre la necesidad de lograr un acuerdo, y cuya acción Livio sintetiza y recrea en lo que sin dudas es el primer discurso organicista que se conozca en la literatura occidental: "En el tiempo en que, en el cuerpo humano, no marchaban todas sus parte formando una unidad armónica como ahora, sino que cada miembro tenía sus propias ideas y su propio lenguaje, todas las partes restantes se indignaron de tener que proveer de todo al estómago a costa de sus propios cuidados, su esfuerzo y su función, mientras que el estómago, tan tranquilo allí en medio, no tenía otra cosa que hacer más que disfrutar de los placeres que se le proporcionaban; entonces se confabularon, de forma que la mano no llevase los alimentos a la boca, la boca los rechazase y los dientes no los masticasen. En su resentimiento, al pretender dominar al estómago por el hambre, los propios miembros y el cuerpo entero cayeron en un estado de extrema postración. Entonces comprendieron que tampoco la función del vientre era tan ociosa, que era alimentado tanto como él alimentaba, remitiendo a todas las parte del cuerpo esta sangre que nos da la vida y la fuerza, repartida por igual entre todas las venas después de elaborarla al digerir los alimentos" (T. L., II, 32.9-12).

El discurso de Menenio "recuperado" por Tito Livio estaba otra vez a disposición para prestar su invalorable servicio a los grupos de poder. Parece que la secuencia tiene lugar nuevamente; llegado a un punto de extrema conflictividad, solo la concordia y la recuperación de la memoria ancestral en la que la grandeza "nacional" había sido fruto de un compromiso y sacrifico compartido actúa eficazmente como discurso hegemónico.

De esta manera, Tito Livio, a partir de introducir en el relato el protagonismo de personajes que funcionan como opuestos, parecería que intenta señalar que la solución a los conflictos de esta índole, siempre la proveen los individuos moderados pero que no son débiles y que poseen una clara vocación para prestar servicios desinteresados a la comunidad.

Pocos años después muere Menenio y Livio encuentra otra oportunidad para referirse a los beneficios de la concordia y la importancia que encierran para ello, los hombres que actúan políticamente guiados por una conducta moral determinada, "Este mediador y negociador de la reconciliación ciudadana, este representante del senado ante la plebe, que hizo volver a la plebe romana a Roma, no dejó con que pagar sus funerales: la plebe se hizo cargo de su entierro, contribuyendo con un sexto de as por cabeza" (T. L., II,33.11).

Otro acontecimiento histórico que Livio recrea con el fin de que sirva como ejemplo para la reconciliación y la concordia en su propio presente, tiene que ver con un conflicto de tono básicamente político, y es el que se refiere a la acción emprendida por un tribuno, llamado Gayo Terentilio Harsa. Según Livio este propuso una ley, conocida como "Ley Terentilia", con la cuál se proponía formar una comisión de cinco personas encargada de regular y moderar el poder consular (T. L., III,9.5).

La propuesta provoca que los patricios cierren inmediatamente fila detrás de la oposición más rotunda, y que uno de ellos le recuerde a los tribunos y a las clases subalternas que esa magistratura había sido creada "para la protección del individuo, no para la ruina de la colectividad" (T. L., III,9.11). Nuevamente se establece la idea de que la radicalización de las demandas sectoriales conducen necesariamente a la desintegración social.

La propuesta queda paralizada hasta que poco tiempo después, todos los tribunos la presentan colegiadamente. La respuesta aristocrática es reiterada; manipulan los augurios y la interpretación en torno a ciertos prodigios y ponen en el centro otra vez la posible amenaza militar de un pueblo vecino.(T. L., III,10.11-12).

Los cónsules comienzan el alistamiento para la guerra y los tribunos se resisten de manera violenta. Como es usual en el relato de Livio va aumentando la tensión y el tono dramático del relato, "Nadie se mantenía dentro de los límites de sus derechos, sino que se confiaba únicamente en la fuerza; había que tomar por la violencia lo que se pretendía" (T. L., III,11.2).

Tito Livio comenta que otra vez los ancianos, caracterizados como los más moderados, se mantenían al margen de la contienda, la que estaba a merced de la "irreflexión y la audacia" (T. L., III.11.5).

En este contexto aparece un joven de la aristocracia, Cesón Quincio, miembro de una familia patricia e hijo nada menos que del famoso Cincinato. Cesón era de una gran estatura y fuerza, "regalo de los dioses" según Livio; a pesar de su juventud había participado en "muchos brillantes hechos de guerra" y además tenía una "gran facilidad de palabra en el foro" (T. L., III.11.6-7).

Sin dudas con esta descripción de Cesón, Tito Livio recrea los valores e ideales estéticos y morales caracterizadores de la aristocracia. Este era un personaje que por su naturaleza estaba destinado para ejercer las más altas magistraturas, una vez que la madurez moderara su comportamiento.

El joven Cesón encabeza la resistencia aristocrática a la ley, pero lo hace a través de la intimidación de los tribunos y la violencia contra la plebe, con lo que Livio quiere indicar, desde fuera de la ley y el funcionamiento de las instituciones. Con este "programa" no provoca otra cosa que la oposición se reagrupe y se organice detrás del único tribuno que no se deja intimidar, sino que por el contrario, logra neutralizar a Cesón acusándolo de un crimen cometido en su juventud y que había sido convenientemente ocultado hasta entonces.

Si se tiene en cuenta que es sabido que Tito Livio era un crítico de Cesar, es posible que en la descripción que hace del comportamiento político de Cesón se encuentre haciendo una especie de caracterización histórico-ejemplificadora con la que pretendería que su público reflexionara en torno a la idea de que no era suficiente con que se contara con las condiciones naturales para ejercer el liderazgo político, sino que este, por sobre todo, debía ser acompañado de un respeto irrestricto por las normas y la ley. El comportamiento de Cesón, al margen del funcionamiento institucional, estaría rozando los bordes de la tiranía, y así lo expresa en el discurso que pone en boca del tribuno: "¿Es que no os dais cuenta ya, ciudadanos de Roma, de que no podéis tener a la vez a Cesón por conciudadano y la ley que deseáis? Y eso que ¿qué digo ley? A la libertad, es a lo que hace obstrucción; gana en soberbia a todos los Tarquinios. ¡Esperad a que sea cónsul o dictador éste que, siendo un simple ciudadano, veis que muestra las fuerzas y la audacia de un rey!" (T. L., III,11.12-13).

Los senatoriales reivindican al joven Cesón tanto por sus orígenes familiares como por los actos de valentía demostrados reiteradamente en defensa de Roma y argumentaban que era preferible que Cesón fuera "ciudadano de Roma a que lo fuera de un país extranjero", y que "sus defectos iban a menos, y a más sus cualidades" (T. L., III,12.6-7).

Finalmente, será justamente el padre de Cesón, el conocido Cincinato, el que le permita a Tito Livio introducir el modelo opuesto y positivo con el que cierra esta cuestión.

Cincinato, que era un hombre muy rico, se empobreció a raíz de que debió pagar la fianza correspondiente al juicio de su hijo, y para ello debió vender todas sus propiedades. En adelante Cincinato solo será poseedor de una pequeña parcela de algunas iugadas que labraba por sí mismo, al otro lado del Tíber (T. L., III,13.8-10).

Sin embargo, a pesar de esta situación en la que fue puesto como resultado de los conflictos sociales suscitados en la propia Roma, y como producto de una dudosa acusación contra su hijo, Cincinato será convocado dos veces consecutivas para prestar importantes servicios para Roma.

En primer lugar, nombrado cónsul, tuvo que actuar como conciliador entre los patricios y plebeyos luego de que la tensión entre estos se hubiera elevado como consecuencia de un hecho que paradigmáticamente Tito Livio reconstruye como una especie de conjuración de Catilina en menor escala. Exiliados y esclavos conducidos por el sabino Apio Herdonio ocuparon el Capitolio y este autoproclamado líder de los esclavos los había convocado a luchar por su libertad (T. L., III,15.4). Las conclusiones que los patricios sacaban de este hecho sin precedentes, una vez resuelto, era que la fragmentación interna abría incluso la posibilidad de que se revelaran hasta los propios esclavos.

Cincinato restablecerá primero el respeto por los dioses, lo que le permite a Tito Livio comentar que ello había sido posible debido a que "aun no había hecho su aparición esta indiferencia hacia los dioses que domina nuestra época" (T. L.,III,20.5). En segundo término arremete contra el comportamiento demagógico de los tribunos y restituye el respeto por las leyes, lo que le permite nuevamente a Tito Livio poner en boca de Cincinato una lección para su época; "¡Como si tener más poder en un Estado consistiese en mostrar mayor ligereza y falta de respeto a la norma" (T. L., III,21.5).

Más tarde será convocado para convertirse en dictador y sacar a la ciudad de una grave amenaza externa en momentos en que se encontraba trabajando con sus propias manos sobre la pequeña parcela que poseía (T. L., III,26.6).

Para Tito Livio Cincinato era mucho más que el representante más conspicuo de la rusticitas aristocrática, como será considerado posteriormente. Tito Livio lo construye como una síntesis emblemática de uno de los objetivos que perseguía con su obra histórica. Cincinato había sido capaz de restituir el funcionamiento institucional y de las leyes, aun cuándo por el respeto a ellas habría sido perjudicado personalmente. En todo caso las instituciones y las leyes habían sido las creaciones más importantes a lo largo de la historia de la comunidad, y lo que siempre había garantizado la posibilidad de alcanzar el acuerdo entre las clases. El objetivo final de Tito Livio estaba dirigido sin dudas a orientar la reflexión sobre estos mensajes que proveía el pasado.

Conclusión

En el prefacioTito Livio exponía claramente cuáles eran los objetivos que se planteaba con su obra: "Estos son, para mí, los que deben ser centro de atención con todo empeño: cuál fue la vida, cuáles las costumbres, por medio de qué hombres, con qué política en lo civil y en lo militar fue creado y engrandecido el imperio; después al debilitarse gradualmente la disciplina, sígase mentalmente la trayectoria de las costumbres: primero una especie de relajación, después cómo perdieron base cada vez más y, luego, comenzaron a derrumbarse hasta que se llegó a estos tiempos en que no somos capaces de soportar nuestros vicios ni su remedio. Lo que el conocimiento de la historia tiene de particularmente sano y provechoso es el captar las lecciones de toda clase de ejemplos que aparecen a la luz de la obra; de ahí se ha de asumir lo imitable para el individuo y para la nación, de ahí lo que se debe evitar, vergonzoso por sus orígenes o por sus resultados" (T. L., I, VIII: 1-3).

Siguiendo los preceptos de Cicerón, asume que la historia tiene un valor básicamente didáctico, algo así como las lecciones del pasado. Los problemas de su propio contexto histórico lo estimularon a indagar sobre cuáles habían sido los factores que habían intervenido en la construcción del glorioso pasado de Roma. Tito Livio se inclina por una historia en clave "social", o en todo caso colectiva, puesto que para él, el proceso histórico ha sido producto de la acción de distintos grupos sociales, de sus conflictos, de sus procesos de integración y de las formas de resolución de aquellos a través de la negociación guiada por la búsqueda de la concordia.

Para Tito Livio el factor que en última instancia había garantizado la supervivencia y la progresiva grandeza de Roma había sido, como producto social, la creación y continua adaptación del aparato jurídico-constitucional y político-institucional desarrollado para ello. Con lo cuál parece sugerir que parte de los problemas que tienen lugar en su época, "en la que la fuerza del pueblo largamente hegemónico sé autodestruye", tienen que ver con que esos dispositivos no habían acompañado el proceso de transformación social que había tenido lugar en el transcurso del último siglo y medio de historia, o en todo caso, con el hecho de que sus adaptaciones habían sido reguladas por una oligarquía que paradójicamente pretendía ser cada vez más exclusivista, de manera tal que, entre otras cosas, las renovadas demandas de los distintos grupos y clases sociales no lograban ser canalizadas, pero en todo caso tampoco neutralizadas, por los dispositivos tradicionales.

Creemos que Tito Livio busca reemplazar a la historiografía oligárquica previa por un relato histórico que no solo cumpliera con los objetivos morales tradicionales, sino también que pudiera explicar el cambio y operar en la conciencia de su público aristocrático con relación a los beneficios que históricamente había proporcionado a la sociedad romana su permanente y renovada capacidad de integración social.

Si bien coincidimos con Fontana en que el pasado ha sido utilizado con fines legitimadores, Tito Livio presenta la originalidad de haberse propuesto hacer un uso distinto del pasado con relación a los planteos hechos por los poetas, o sus predecesores de la tradición analistica. No persigue fines básicamente legitimadores, sino recuperar, y también recrear, un prolongado trayecto histórico que contenía las lecciones necesarias para una oligarquía gobernante que solía proponer soluciones que solo se ajustaban a sus estrechos y mezquinos intereses.

Livio no puede ser encuadrado como un "intelectual orgánico" del régimen augustal ya que mantiene una prudente distancia con respecto al mismo, a pesar de que el propio princeps reconocía y admiraba sus cualidades literarias. En realidad demasiadas circunstancias contribuyeron a que por aquellos turbulentos años de finales de la República, los intelectuales buscaran conservar una cierta independencia de pensamiento y una prudente y preventiva distancia con respecto a cualquier compromiso definitivo con una causa o con algún líder a quién por entonces ningún factor parecía garantizarle la victoria definitiva. De ahí que sus ideas y comportamientos resulten difíciles de encuadrar en definiciones políticas e ideológicas precisas.

Notas
1 Esta es una versión modificada de la ponencia presentada en las X Jornadas Inter Escuelas/Departamentos de Historia, Rosario, setiembre de 2005.
2 Las traducciones de las citas de Tito Livio, son las que corresponden a la edición de obra hecha por Ed. Gredos; Madrid, 2000. Trad. y notas, José Antonio Villar Vidal. También se ha utilizado para control de la traducción de los conceptos más importantes la versión Biling üe Tite-Live, Histoire Romaine. Ed. Société d'édition "Les Belles Lettres", Paris, 1947. Trad. par Gaston Baillet.
3 Para la obra de Cicerón se ha seguido la edición en lengua castellana de Ed. Gredos, 1991 con introducción, traducción y notas de Alvaro D'Ors.

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