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Cuadernos del Sur. Historia

versión On-line ISSN 2362-2997

Cuad. Sur, Hist.  no.35-36 Bahía Blanca  2007

 

Un acercamiento crítico al Grupo de Estudios Subalternos

Facundo Picabea*

* UNLu E- mail: fpicabea@hotmail.com

Resumen
Producto de los cambios expresados por el pensamiento postmoderno, la crítica anti-objetiva y la hermenéutica se abrieron camino como los principales motores de las Ciencias Sociales en la segunda mitad del siglo pasado. A partir de la renovación de los estudios sobre movimientos campesinos, y en el marco de las teorías poscoloniales de la década de 1980, se inscribe la propuesta del Grupo de Estudios Subalternos. Esta se expresa como una reformulación crítica de los marcos teóricos nacionalistas y marxistas, a través de unamélangede las obras de autores como Foucault, Derridá y Gramsci entre otros.
En nuestro trabajo repasaremos las ideas de los principales portavoces de esta corriente, teniendo en cuenta su señalada necesidad de superar los marcos teóricos euro-centristas y repensar la historia desde un enfoque centrado en los grupos subalternos. Nuestros objetivos aquí serán, por un lado analizar críticamente los supuestos teórico-metodológicos del Grupo de Estudios Subalternos, en relación a sus alcances y sus limitaciones historiográficos; por otro lado, discutiremos la instrumentalización de los Apuntes sobre la historia de las clases subalternas de Gramsci, señalando algunas inconsistencias y contradicciones del Grupo con la obra de dicho autor, y la teoría marxista en general.

Palabras Clave: Subalternidad; Estudios Subalternos; Posmodernidad; Critica Historiográfica.

Abstract
As a result of changes introduced by post-modern thought, 'anti'-objective criticism and hermeneutics emerged as the leading forces in the field of social science in the latter part of the 20th Century. The Subordinate Studies Group's proposal dates back to the 1980's review of the peasants' movement within the framework of post-colonial theories. This proposal is a critical reformulation of national and Marxist theories that draws on a mélange of works by Foucault, Derridá, Gramsci and other writers.
In this paper we shall refer to ideas put forward by the leading representatives of this movement, leaving aside euro-centric theoretical frameworks and trying to reassess history from the perspective of the subordinate groups. To that effect, we propose a critical examination of the Group's theoretical and methodological assumptions in terms of its scope and historiographic limitations; likewise, we shall focus on Gramsci's Apuntes sobre la historia de las clases subalternas and point out a number of inconsistencies and contradictions between the Group and both the writer's work and Marxist theory in general.

Keywords: Subordinate Status; Subordinate Studies; Post-Modernism; Historiographic Analysis.

Recibido 20/07/05
Aceptado para su publicación 30/07/05

Foucault proporciona aquello que necesitaban: una síntesis ecléctica en la que Robbe-Grillet, el estructuralismo, la ling üística, Lacan, Tel Quel son utilizados sucesivamente para demostrar la imposibilidad de una reflexión histórica. Desde luego, tras la historia es el marxismo hacia lo que se apunta. Se trata de constituir una nueva ideología, la última barrera que la burguesía aun puede alzar contra Marx. (Sartre-1966)
El que tantos fantoches nietszcheans revelados verbalmente contra todo lo existente, contra los convencionalismos, etc., hayan terminado por causar repugnancia y quitar seriedad a ciertas actitudes, puede ser admitido; pero cuando se trata de formar juicios es preciso no dejarse guiar por los fantoches. Contra el tiranismo en las actitudes, el amor a las veleidades, el abstractismo, es preciso señalar la necesidad de ser sobrios (...) precisamente porque hay más fuerza en el carácter y la voluntad concreta.

La filosofía postmoderna

El primer dilema a la hora de encarar este trabajo fue desde donde comenzar a buscar la particularidad del enfoque propuesto por el Grupo de Estudios Subalternos (en adelante GES). Si bien podemos situar su nacimiento en un momento y un lugar específico (India, década de 1980), creemos que sus supuestos se inscriben en un marco más amplio que es el que se abre a partir de la postmodernidad.1 En este sentido, comentaremos las obras de algunos autores (por otra parte disímiles entre sí), cuyos productos fueron utilizados por el GES al conformarse como corriente de pensamiento.

Nuestra intención con el primer epígrafe es la de señalar uno de los planteos más fuertes del pensamiento postmoderno,2 como fue la crítica a la posibilidad de acceder a todo conocimiento objetivo de los procesos históricos del pasado. Como bien señala Sartre, tras la historia es al marxismo lo que se ataca, desde dos lugares principalmente. En primer lugar, la postmodernidad va a sustentar una historia no-dialéctica, un pensamiento en el que coexisten (sin alcanzar una síntesis) el ser y el no ser, lo mismo y lo otro, y que se expresará como un forma dual de escribir la historia, como una nueva narrativa histórica (Decombes-1979: 153-154). El otro punto de apoyo de la filosofía francesa fue, siguiendo a Nietzsche y a través de Foucault, la impugnación de la idea positivista de un pensamiento objetivo, a través de la negación de un "principio absoluto que interpretar, pues en el fondo todo es ya interpretación".3 "No hay hechos, solo interpretaciones" es la sentencia en la que abrevarán los pensadores postmodernos como una nueva fuente, que les permitirá tomar la idea en la que reduce cada cosa a no ser sino el objeto de una representación, para sustituirlo por un pensamiento de la diferencia.

Esta propuesta de Derridá significo otro avance de las ideas anti-objetivistas de la filosofía francesa, al impugnar el pretendido carácter unívoco y absoluto de la filosofía, que frente a la duplicidad del lenguaje se esfuerza en mantener solo uno de los sentidos, el que sentencia que lo verdadero es completamente verdadero. Ante lo absoluto-objetivo, Derrida nos dice que es imposible hablar contra la razón sin apelar a ella, y por lo tanto afirmarla. La única salida que queda es operar en el interior de la razón, desconstruir el discurso absoluto que ya se ha realizado, desarmarlo y encontrar la otra verdad. De esta forma toda verdad todo texto, es un texto doble, y puede volver a leerse, a interpretarse (Decombes-1979: 197).

Un precursor de estos cambios en la década de 1940 había sido Merleau-Ponty, al sostener en la Fenomenología de la percepción, que el origen de la verdad era relativo, particular, humano; el fenómeno no era sino una apariencia, una opinión del yo, situado siempre en el presente. La realidad, dependiente de una percepción particular, dejaba de pensarse y explicarse como un absoluto (acabado y con un fin), para transformarse en una interpretación fenomenológica.

En este marco postmoderno otra de las obras destacadas de la década de 1960 es la del mencionado Michel Foucault. Primero estructuralista y luego post, supo tomar y desarrollar ciertos aspectos de estas ideas, para proponer un análisis crítico a través de una Arqueología y una Genealogía del saber. El otro y fundamental aporte de Foucault en su fuga del estructuralismo es la posibilidad de transgredir las estructuras transhistóricas, que rigen tanto el saber como el actuar. Todo sistema subyacente de dominación, al mostrar los márgenes que no deben cruzarse, deja a la vista intersticios desde los cuales puede ser resignificada la verdad/acción de los sujetos.

En la postmodernidad, la impugnación al conocimiento objetivo estaba dirigida principalmente contra su clásico pensamiento antagonista. Para Foucault, la identidad se construye en torno a una serie de exclusiones, de ausencias, de la demarcación de un adentro y un afuera, que en el caso de la cultura occidental, la exclusión del Oriente viene a actuar como agente estructurador de una identidad. Estas ideas serán luego ampliamente desarrolladas a partir de la obra de Edward Said (1990), cercano a las ideas del GES, en una crítica a la construcción intelectual del orientalismo (para el caso también el mundo Latinoamericano) como un bloque de análisis concebido como "el otro", desde una racionalidad cuyo patrón es la sociedad moderna europea, y de la que los modelos explicativos marxistas no habrían escapado. El segundo Foucault abrió la puerta para la consideración de una historia propia de los sectores subalternos en su intento por escapar a las formas de subjetivación vigentes, que en sí mismas, en sus límites, suponen la posibilidad de la libertad. La destrucción absoluta del sujeto no fue posible, las estructuras determinantes y borramientos de los sujetos darán lugar en el post-estructuralismo, a nuevas subjetividades; intersticiales, subalternas, etc.

Por último nos interesa señalar algunas observaciones de Cornelius Castoriadis, que considerando obstaculizada la praxis revolucionaria, rompió en la década de 1960 con lo que denominó el marxismo clásico. A partir de una serie de ideas que tuvieron un importante efecto en el pensamiento académico, este autor aportó al enfoque de la subalternidad (aunque de manera ciertamente tangencial) herramientas para discutir los principales postulados del marxismo. En su artículo Reemprender la revolución, Castoriadis va a considerar que los cambios en la sociedad son tan profundos que el marxismo ya no puede explicarlos y por lo tanto se deben producir nuevos análisis (Castoriadis-1979: 227-285). En este sentido, sostuvo que el movimiento obrero, como conjunto capaz de impugnar la dominación capitalista, ha desaparecido, y son necesarios otros recursos teórico-prácticos para producir la revolución.

La crítica de este autor se va a centrar principalmente en la visión funcionalista del marxismo, en la que se tienen en cuenta las cuestiones objetivas de las relaciones de clase. La forma siempre esta al servicio del fondo, y el fondo es lo "real-racional"; de ahí una posición esquiva al análisis de lo simbólico, como la religión, ya que "la tratan siempre como si fuese, desde el punto de vista sociológico, una pseudoestructura, un epifenómeno de los epifenómenos." (Castoriadis-1993: 205) De esta forma propone que la relación entre lo simbólico y lo funcional requiere de un análisis complejo, que no puede reducirse subsumiendo lo primero a lo segundo: "Las clases no están ya (reducidas) en las relaciones de producción", sino que lo real y simbólico se conforman una misma red significativa (Castoriadis-1993:216). Se abre así la puerta para una resignificación de lo religioso y lo institucional, que permitiría a los movimientos campesinos de la India o Latinoamérica como objetos científicos y sujetos políticos, superar el análisis marxista que los identificaba como la expresión de una conciencia de clase inacabada.

Como vemos, la denuncia de Sartre no es banal, los postulados de los que habla en 1966 van a ir ganando terreno dentro del campo académico de forma exponencial, para proclamar en la actualidad a la hermenéutica, el eclecticismo metodológico y la revisión anti-historicista como paradigmas.4 La denuncia de Sartre advierte sobre el peligro que implica negar todo tipo de objetividad, tornando imposible toda reconstrucción racional de nuestro pasado. Como señala José Sazbón "...la carencia de todo control objetivo de los juicios permite que impere la aleatoriedad: del devenir, de la acción o de la interpretación." (Sazbón-2001: 86)

Crítica historiográfica y recuperación del sujeto

Dentro de la discusión en torno a la postmodernidad y las teorías postcoloniales, así como a las propuestas de una teorización no-occidentalista, las nuevas corrientes se han visto obligadas a abrir el debate en torno a la construcción de hegemonías, tanto políticas, como del campo historiográfico (si es que existe tal división), y a las consecuentes dinámicas de subalternización, particularmente relevantes en formaciones sociales que sufrieron en los últimos siglos de su historia, las marcas de la colonización, la dependencia y la expoliación nor-occidental.

Los Estudios de la Subalternidad tienen su origen en India, en el marco de la crítica poscolonial de los años 80's, y que se reflejó en un nuevo enfoque adoptado por diversas disciplinas como la historia, la antropología, la literatura, etc. (Prakash-1994: 296) Esta nueva corriente se inscribía como una complejización en los estudios sobre movimientos campesinos de la primera escuela de Annales o a la historiografía marxista de las décadas del sesenta y setenta. El enfoque, en este sentido no era novedoso, ya en los trabajos de autores como Marc Bloch, Barrington Moore, James Scott o Eric Wolf, se aprecia la importancia del estudio de los conflictos agrarios para observar movimientos sociales cargados de una impronta específica del proceso histórico5.

Por otro lado, en el espacio latinoamericano, el pionero en la década de 1980 en criticar las explicaciones simplistas (tanto a nivel de reacciones espasmódicas, como de respuesta a políticas globales), de las acciones campesinas fue Steve Stern6, al sostener en su intenso debate con Immanuel Wallerstein, que los móviles de los movimientos rurales trascendían el marco de los modelos teóricos estructuralistas y sistémicos, resaltando la necesidad de un análisis que contemplase los aspectos culturales locales. Igualmente creemos que la propuesta de Stern se inscribe en un marco diferente que el de los estudios subalternos ya que su propuesta no apunta a una reformulación de las teorías marxistas, sino que ataca el corazón de la sociología histórica de matriz estructuralista, al poner el énfasis en las particularidades del capitalismo en América Latina.

La necesidad de un estudio de las clases subalternas a partir de la década de 1980 expresa una dualidad (para algunos contradictoria, para nosotros complementaria), entre las investigaciones que se ocupan de los movimientos revolucionarios y obreros típicos de Europa occidental; y aquellos que se dedican a los movimientos de liberación nacional y social en los países subdesarrollados (Hobsbawm-1983).

En este sentido, la novedad en la crítica del GES es que ésta se orientó hacia el supuesto perfil eurocentrista de los argumentos tanto nacionalistas como marxistas. De esta forma se rechazó a la historiografía nacionalista por haber desarrollado sus demandas en el plano del Orden y el Progreso, lo que implicaba una continuidad de los postulados propios del colonialismo. En cuanto al marxismo, lo que se argumentaba era que sus estudios coloniales partían de un esquema histórico que proyecta sobre el resto del mundo el modelo de la experiencia occidental, es decir la necesidad de desarrollar una conciencia de clase siguiendo el modelo de la clase obrera inglesa.

La nueva posición planteada por el GES fue un intento de reversión del análisis eurocentrista y por lo tanto una reapropiación del otro como historia (Prakash-1994). Nacida en el escenario post-estructuralista, esta corriente notablemente interdisciplinaria se consideró como revelada desde los intersticios de los campos disciplinares de poder/conocimiento a los que se propuso criticar, lo que en términos de Spivak se planteó como "...la dislocación y apropiación del aparato de la codificación del valor" (Spivak-1990: 228). Si bien el origen de esta escuela se halló en India, paulatinamente la historiografía africana, latinoamericana y hasta en la europea comenzaron a utilizar en sus investigaciones el término subalterno y/o subalternidad.

Durante la década de 1970 la represión estatal de los numerosos movimientos populares puso en evidencia los límites representativos del estado post-colonial, y por lo tanto afectó por elevación a la historiografía nacionalista, que sería acusada de no ser más que una crónica de la competencia entre las élites, incapaz de reflejar el rol de de los grupos subalternos7.

La crítica al marxismo era más compleja y se basaba en que el análisis histórico y la liberación de las clases oprimidas, tenían su asiento en la superación de la sociedad industrial moderna, y por lo tanto evidenciaba dificultades para abordar el estudio de grupos sociales ordenados institucionalmente en sistemas de castas y con un fuerte apego religioso, cuya ideología era considerada como inmadura. De esta forma, los trabajos marxistas sobre las rebeliones campesinas en India, subestimaron los signos religiosos de dichos movimientos, al verlos como una fase a superar en la conciencia hindú, y no como atributos de valor, propios de su experiencia histórica. En las palabras de Guha "Enceguecidos por el fulgor de una conciencia perfecta e inmaculada, a los historiadores de todas las persuasiones políticas, aun les faltaba investigar la política subalterna en toda su complejidad contradictoria"8.

Los estudios post-coloniales se presentaron como la vanguardia intelectual postmoderna, críticos de la crítica, que asume el compromiso, en un esfuerzo analítico por superar los marcos teóricos euro-centristas y repensar la historia desde un enfoque centrado en los grupos subalternos.

Otra de las fuentes de inspiración del GES fue la obra de Antonio Gramsci. El término subalterno, inspirado en su "Apunte sobre la historia de las clases subalternas" (Gramsci-1980), es utilizado por Guha en 1981 para definir la subalternidad como "subordinación en términos de clase, así como de casta, edad, género y oficio, o de cualquier otro modo" y su objeto fue proyectar sobre dicha categoría, la totalidad de las formas en la relación entre dominadores y dominados.

Lo novedoso de la propuesta historiográfica del GES, fue que sus estudios de los movimientos campesinos se apoyaron en la idea de que las élites ejercieron la dominación sobre los subalternos, pero no alcanzaron la hegemonía ideológica.9 Según Guha, los grupos subalternos habrían actuado históricamente de forma independiente de la acción política de la élite, sin contaminarse con sus discursos legitimadores. Esa idea partió de la forma en que Gramsci definió la "revolución pasiva" italiana conocida como el Risorgimento. En ella, la construcción del Estado se dio sin una revolución burguesa verdadera como la francesa, que no estableció el consenso y control hacia abajo, y por lo tanto construyó una nación débil: "...tienen la función de dominación sin la del liderazgo, dictadura sin hegemonía" (Gramsci-1997: 344). Es la presencia de una necesaria coacción, la que protege al Estado de las consecuencias de su fragilidad intrínseca.

La recuperación del subalterno como "un sujeto que emerge en los intersticios de las disciplinas académicas",10 silenciado históricamente por los marcos teóricos de las historiografías tradicionales, se inscribió como el principal objetivo del Grupo. Pero esta tarea implicaba la dificultad de la reinterpretación de los documentos utilizados por estas, y conducía necesariamente hacia una parada metodológica en la semiótica y la critica literaria (Mallon-1995: 95).

Esta búsqueda los llevó a una utilización de las ideas y métodos del estructuralismo ling üístico de Sassure, y la antropología de Lévi-Strauss; así como la deconstrucción derridiana y el revisionismo documentario de corte interpretativo, como herramientas fundamentales. Como lo definió Ghua: un tour de force metodológico imprescindible para superar los marcos tradicionales. Su argumento se centró en la recuperación de las voces silenciadas, y en que leyendo los documentos a contrapelo se podían recuperar los móviles míticos, religiosos o ideológicos apropiados por las élites nacionalistas, y velados para la historiografía convencional.11 Puede leerse aquí la idea de Foucault en Historia de la locura en la que el psiquiatra habla del loco, pero el loco no habla: No he pretendido hacer la historia de este lenguaje, sino la arqueología de este silencio (Decombes-1979: 149). Esta forma de trabajo, arqueológica y deconstructiva, permitiría una recuperación más fiel de la conciencia de los sujetos, a partir de una mirada que no buscaba encorsetarlos en las categorías nacionales o clasistas, sino analizar sus prácticas políticas en el contexto de su propia cultura.

Si miramos hacia el grupo de intelectuales que estudian la subalternidad para Latinoamérica, los disparadores de tales estudios son un tanto diferentes que los de los asiáticos. Nucleados en Estados Unidos, presentaron una visión pesimista de la praxis marxista, a la luz del fracaso de los movimientos revolucionarios de las décadas del sesenta y setenta, como una erosión interna de los logros sociales de dicho período. Al respecto señaló Mallon los problemas de Cuba y sandinismo, la traición de sendero luminoso y el afianzamiento de la derecha en Chile: "... en los últimos cinco años, se han deshecho muchas de nuestras más importantes e inspiradas narrativas históricas (...) ya no podemos servirnos simplemente de nuestros diversos modelos interpretativos marxistas." (Mallon-1995: 87-88) Podemos ver aquí, aunque un tanto deformada, una apropiación de las reflexiones de Castoriadis sobre los supuestos límites de la teoría marxista para el mundo postmoderno.

Sin intenciones de reproducir la muy buena reseña historiográfica de Florencia Mallon en "Promesa y dilema...", nos interesa destacar algunos aspectos críticos señalados por ella, a raíz del arribo del GES en Latinoamérica. El primero en trabajar sobre la obra de Guha, fue Gilbert Joseph quién adhirió a su proyecto y métodos para reformular algunas ideas de Hobsbawn, en sus estudios sobre el bandidaje rural. Muy rápidamente le salió al cruce Richard Slatta, investigador de temas similares.

El aporte crítico de Slatta, se basó en la ambig üedad y complejidad de algunos términos teóricos fundamentales utilizados por el GES hindú como son el "dispositivo" para Foucault y la noción de "hegemonía" para Gramsci. Su ataque apuntaba certeramente a señalar el deterioro postmoderno/post-estructuralista y una cierta vaguedad, o grado de abstracción que dificultaba su instrumentalización empírica por los historiadores (Mallon-1995: 97-100).

Sumada a estas objeciones, Mallon criticó posiciones como la de Patricia Seed, señalando una simplificación metodológica que halló en el post-estructuralismo, el Giro ling üístico, y los análisis del discurso GES, la visión de un único enfoque apto para estudiar la resistencia. En su lugar, Mallon propone una mirada recuperadora y crítica sobre autores como Flores Galindo o Daniel James, que desde el marxismo trataron de explicar la naturaleza estratificada y contradictoria de las luchas subalternas, pero expresada en términos de lucha de clases.

Por último nos interesa destacar dos inconvenientes con los que el GES se debió enfrentar en su tarea interpretativa y que Mallon aborda críticamente. En primer lugar, la autora plantea la dificultad metodológica, propia de la experiencia post-estructuralista, sobre cuál es la estructura narrativa que se debe utilizar para configurar una explicación que recupere las voces subalternas (Mallon-1995). Al partir de una propuesta muy abierta, tanto disciplinaria como metodológicamente, las producciones del GES comenzaron a mostrar diversas formas de entender la subalternidad. Esto se vio reflejado al encontrarse en una doble tarea crítica, histórica e historiográfica, que fue llevando de investigaciones empíricas tendientes a recuperar la acción de los sujetos subalternos, a trabajos interesados en mostrar la subalternidad como un efecto discursivo de las élites.

El segundo problema que es aún más profundo, y que Mallon no alcanza a resolver, está relacionado con la revolución documentaria propuesta por el GES. Si bien es posible reinterpretar los documentos utilizados por la historiografía o encarar la búsqueda de otros nuevos, en muchas ocasiones (sino en la mayoría), la recuperación de las voces de los sujetos subalternos es imposible porque no han dejado ningún tipo de testimonio escrito u oral. De esta forma, la denuncia sobre la necesidad de recuperar voces ausentes en la historiografía se torna, al menos en ese aspecto, insustancial, al corroborar su concreta inexistencia material, y marca los límites del conocimiento histórico.

De la praxis gramsciana a la teoría del Grupo de Estudios Subalternos

Si bien el GES estuvo influenciado por varias corrientes del pensamiento postmoderno, la obra de Antonio Gramsci creemos que es la más importante como disparador para la conformación, sino de un marco teórico (las notables diferencias en la producción evidencian la ausencia de rasgos unificadores absolutos), al menos de un enfoque específico que los identifique como grupo.

Como señalamos más arriba, una de las críticas de Richard Slatta al GES fue la confusión que se da entre el uso del término hegemonía recuperado por el GES y la forma en que fue desarrollado por Gramsci:
"La realización de un aparato hegemónico, en cuanto crea un nuevo terreno ideológico, determina una reforma de las conciencias y de los métodos de conocimientos, es un hecho de conciencia, un hecho filosófico (...) cuando se logra introducir una nueva moral conforme a una nueva concepción del mundo se concluye por introducir también tal concepción, es decir, se determina una completa reforma filosófica" (Gramsci-1997: 46).

La noción de hegemonía, como conformación de consenso a través de la proyección de un terreno ideológico diseñado por la élite en los sectores subalternos, es retomada por el GES para manifestar una iniciativa histórica popular, instalando la idea de una lucha contra-hegemónica por un proyecto alternativo al de las élites.

Al analizar los productos científicos del GES, encontramos que han demostrado graves dificultades para contrastar empíricamente esta hipótesis, considerada más arriba central para su trabajo.12 Como señala Halperin en su crítica a Mallon (Halperin-1997), las realidades mesoamericanas y andinas discrepan con las ideas de Gramsci en torno a esta idea de lucha contra-hegemónica. Otro aspecto en el que coincidimos con dicho trabajo, es en que las nociones teóricas desarrolladas por Antonio Gramsci, si bien pueden utilizarse en un marco estrictamente teórico, fueron construidas para definir una estrategia política específica, la revolución social en Italia. En un contexto marcadamente político, la universalidad de los proyectos contra-hegemónicos, están más bien vinculados con una praxis teórico/política que con una utilización meramente académica de los conceptos.

Consideramos oportuno acercarnos ahora a los Apuntes de Gramsci para el estudio de los sectores subalternos, a fin ver de que modo su obra se refleja, o no, en los trabajos de los últimos veinte años del GES. Uno de los principales aportes de los "Criterios de método" desarrollados por Gramsci y practicados por el GES, es el que señala que "La historia de los grupos sociales subalternos es necesariamente disgregada y episódica". Ello es argumentado debido a que la acción de los grupos dominantes fragmenta constantemente la posibilidad de unificar las luchas de los sectores subalternos, ahogando su iniciativa. De acuerdo con esta idea, la adopción del GES de una metodología que pondere un acercamiento histórico a partir de estudios de caso, y no de modelos estructurales universales, es coherente con la propuesta de un trabajo monográfico propuesto por Gramsci.

En cuanto al plan de seis puntos, coincidimos con Mallon al señalar que solamente el primero se refiere a la "formación objetiva" de los grupos subalternos, por el "desarrollo y transformaciones que se producen en el mundo de la producción económica", mientras que los cinco puntos restantes se abocan al estudio de la acción política. Donde encontramos diferencias (o contradicciones en la propuesta amplia del GES) es en que si bien no está planteado explícitamente de este modo (aunque luego si), creemos que Gramsci apunta al análisis de fases progresivas de acuerdo al grado de conciencia autónoma de los subalternos.

En los puntos dos a seis, se destacan el estudio de la adhesión de los subalternos a las formaciones políticas dominantes y sus intentos de influenciarlas; los partidos de los grupos dominantes para obtener consenso de los subalternos; las formaciones propias de alcances reducidos; las formaciones propias, que afirmen su autonomía pero dentro de los viejos marcos; y por último las que afirmen su autonomía integral.

En los Apuntes de Gramsci, comenzamos a encontrar algunas contradicciones dentro de la crítica de los intelectuales del GES. Como señalamos más arriba, la principal impugnación a la teoría marxista era que esta mostraba una visión degradada de las prácticas políticas de las sociedades periféricas, diferenciadas de las de la clase obrera del mundo occidental. Veamos que dice Gramsci:
"El historiador debe observar y justificar la línea de desarrollo hacia la autonomía integral desde las fases más primitivas..." "El grado de conciencia histórico-política al que habían llegado progresivamente esas fuerzas innovadores en las distintas fases se mide precisamente con esos dos parámetros (autonomía respecto de los enemigos y adhesión de los grupos que las hayan ayudado), y no solo con el que refleja su separación respecto de las fuerzas anteriormente dominantes." (Gramsci-1980: 360) 13

Creemos que esta mirada no difiere con aquella que ve en ciertas acciones de los grupos subalternos de India o Latinoamérica, un sincretismo político, religioso y cultural, que expresa un atraso de la conciencia de clase. Lo que queremos decir es que Gramsci esta señalando justamente la necesidad de estudiar procesos de aprendizaje y por lo tanto esta reforzando la idea de una formación de la conciencia. Si la conciencia de clase se conforma, tiene necesariamente, alguna instancia en la que no esta formada, y por lo tanto hablar de una falta de conciencia de clase no carece de sentido.

Una idea gramsciana recuperada por Hobsbawn en sus "Notas" es que las aspiraciones revolucionarias de las clases subalternas antes del capitalismo (o en sociedades subdesarrolladas en las que aún no se han constituido las organizaciones surgidas a partir del desarrollo de un proletariado industrial), eran hipotéticas, en un sentido de que no tendían al derribamiento total de las organizaciones sociales existentes (Hobsbawm 1983: 47). Más bien consideraban un mejoramiento, antes que una desaparición, de las condiciones de opresión a las cuales se oponían, y por lo general eran reabsorbidas en la tradición no revolucionaria: "(Las clases subalternas son un) perpetuo fermento (...) como una masa incapaz de llegar a una expresión centralizada de las propias necesidades y de las propias aspiraciones"14. Cerrando este argumento puede leerse en los Apuntes de Gramsci, que las clases subalternas solo podrán unificarse si se convierten en Estado, y esto solo es posible a través de las ideas socialistas de asalto al poder como acción de carácter estratégico para acabar con la dominación de clases.

Ante la propuesta de estudiar las relaciones entre dominadores y dominados en todas sus dimensiones, expresadas a través de la lucha de clases, no podemos dejar de observar como precarias15 (aunque lógicas de un proceso histórico de formación de la conciencia), protestas en que se afirmen símbolos religiosos o un sistema de castas, que son en sí mismos instrumentos de dominación. Si esto es así, no encontramos coherente criticar los análisis marxistas que refieren algunas acciones como atrasadas o contradictorias, aunque los términos no nos gusten, y recuperar los apuntes de Gramsci que hacen hincapié en la misma idea.

Si la crítica se expresa en una mala instrumentalizad política, que apunta hacia una miopía del marxismo ortodoxo que intentó avanzar conceptualmente de las inherentes contradicciones objetivas de clase, a una conciencia y acción política producto de la acción del partido de vanguardia sin más (a la que por otra parte adherimos), creemos que la política radical (¿?) promovida por la investigación del GES, a veinte años de su fundación, no ha tenido más éxito que los primeros en producir la revolución social (Mallon-1995: 96).

Podemos coincidir en que el enfoque del GES puede brindar interpretaciones alternativas útiles de las voces subalternas a través de buenos productos empíricos, en las críticas a una visión estructuralista que niega la acción de los sujetos en la historia, o sobre la importancia de nuevas herramientas teóricas; pero no con la impugnación generalizada al materialismo histórico como método, justamente desde la obra de uno de sus mayores exponentes teóricos y políticos.

Creemos que el amarre académico del GES pudo haberse realizado sin un ataque frontal y general contra el marxismo, propio de toda vanguardia, ya que sin duda tomó de allí gran parte de su andamiaje teórico. El análisis historiográfico nos muestra claramente que es el marxismo el que desarrolló durante todo el XX, el estudio de la acción social y política de lo que ellos denominan grupos subalternos, y es sin duda el criterio unificador de la idea superadora del capitalismo a una sociedad sin clases.

Igualmente, más allá del hecho de no coincidir con sus críticas al marxismo, nos interesa indicar como un aspecto positivo del GES, la tarea de recuperar y reconstruir las prácticas políticas de los sectores subalternos, ya que sin duda, esto implica un incremento de nuestro conocimiento sobre la lucha política y la formación de las clases sociales en el proceso histórico. Este es el aporte del GES a la historiografía, que sin duda no se agota en este enfoque, en el que se sigue fielmente los preceptos de Gramsci "... todo indicio de iniciativa autónoma de los grupos subalternos tiene que ser de inestimable valor para el historiador integral" (Gramsci-1980: 361).

Repensando la crítica metodológica

Hacia el final de nuestro trabajo, nos interesa destacar el aspecto crítico que toda actividad intelectual y política comprende. No nos oponemos a repensar las teorías y métodos desarrolladas por el marxismo, nuestra discusión con el GES, se basa principalmente en algunas incoherencias que encontramos en unos postulados que buscan recuperar la acción de las clases subalternas, pero les niegan la posibilidad de pensarse históricamente de manera objetiva; de la impugnación de la única praxis que unificó históricamente su lucha contra la dominación, sin aportar nuevas herramientas, y por lo tanto, dejándolas desguarnecidas.

Mallon destacó en "Promesa y dilema" un aspecto que aumenta la carga de la prueba sobre cierta insustancialidad del enfoque de la Subalternidad, y refuerza los supuestos de una devaluación formalista en el estudio de la historia.16 Tanto Spivak como Mallon rechazan toda contrastación empírica sobre la recuperación de la voz y la identidad de los subalternos "...ya que las fuentes y archivos se niegan a entregarnos imágenes claras" (Mallon-1995: 106-107).

Ante tal falta de claridad, imponen que no existe una voz "real" para ser encontrada, como si los hechos sociales (como todo objeto científico), lo fueran sin conceptos y métodos apropiados. Nos parece que aquí el problema no es heurístico, sino hermenéutico, y expresa inconsistencias teórico-metodológicas en un enfoque ecléctico, que a fuerza de distanciarse del marxismo, no supo construir los propios.

Allí reside su problemática contradicción de recuperar un pasado que se les presenta incognoscible, esquivo. En su lugar, ensayan la vaga idea de encontrar "pistas extraordinarias sobre las relaciones de poder y los dilemas humanos (...) enfrentando las sorpresas, ambivalencias y elecciones injustas de la vida cotidiana, tanto las nuestras como las de nuestros sujetos" (Mallon-1995: 107).

La impronta anti-objetivista de la postmodernidad en el enfoque de los estudios sobre los sectores subalternos se hace notablemente visible. La deconstrucción expresada en la crítica historiográfica y la revolución documental, así como el corte interpretativo en su concepción de la historia como una narrativa, se hallan presentes en todos los portavoces de este grupo de intelectuales.

Volvemos a los problemas planteados en la introducción, para destacar la mayor contradicción del GES que, al pretender recuperar unas voces silenciadas para devolverles su acción en la historia, pero a través de un enfoque relativista, pone en peligro toda significación de un pasado objetivo. Este tipo de planteos nos llevan indefectiblemente a una devaluación de la conciencia histórica que obtura los vínculos racionales entre el conocimiento de lo social y la acción política (Sazbón-2001: 84).

La construcción de la historia en tanto producto científico explicativo de los hechos sociales (donde coincidimos en que la narrativa establece una continuidad que no se expresa en la discontinuidad del los acontecimientos, White-1992: 38-39),17 puede perfectamente separarse de la idea de una historia ficticia (no real), construida a la medida del narrador. La conciencia histórica dota de sentido nuestras acciones sociales, culturales y sobre todo políticas; a la manera de Ricoeur cuando sostiene que es historiar nuestra experiencia como seres humanos la que nos permite la posibilidad de la "recuperación de nuestras potencialidades más básicas heredadas de nuestro pasado en la forma del destino personal y el destino colectivo" (Ricoeur-1995: 184). A pesar de los deseos del GES, algunos de sus postulados conducen irremediablemente hacia una posición anti-objetiva de la historia, una devaluación formalista que atenta contra la reflexión y la emergencia de acciones colectivas tendientes al cambio social.

Para finalizar, y a modo de propuesta crítica sobre la tarea del historiador, consideramos que es fundamental la renovación y reformulación teórica, inscripta en sí misma en la dinámica del método dialéctico, ya que son las nuevas preguntas y sus modos de responderlas la que dan movimiento a la disciplina. Por otro lado no podemos dejar de mencionar la necesidad de que esta tarea se inscriba como una praxis, un compromiso por comprender los complejos procesos sociales que tuvieron lugar en la historia, y su significación en la acción y lucha cotidianas.

"Debería hacerse la historia de este problema (entre historia y anti-historia) en todas sus manifestaciones concretas y significativas y se encontraría que esto es siempre actual, porque en todos los tiempos ha habido conservadores y jacobinos, progresistas y retrógrados. Pero el significado "teórico" de esta discusión me parece que consiste en lo siguiente: ella indica el punto de transito "lógico" de toda concepción del mundo a la moral que le es conforme, de toda "contemplación" a la "acción", de toda filosofía a la acción política que de ella depende. Es el punto en que la concepción del mundo, la contemplación, la filosofía, se tornan "reales" porque tienden a modificar el mundo, a subvertir la praxis. Se puede decir por consiguiente que en ello consiste el nexo central de la filosofía de la praxis, el punto en que se actualiza y vive históricamente, esto es, socialmente; y no solo en los cerebros individuales; cesa de ser arbitraria y se convierte en necesaria-racional-real." Antonio Gramsci (1997)

Notas
1 Si bien el término postmodernidad es polisémico, caracterizamos a dicha corriente de pensamiento como aquella que expresa un cambio en las relaciones sociales, las modalidades del saber y la cultura propia de las sociedades post-industriales. Señala Fançois Lyotard (1984) como rasgos característicos de la postmodernidad el "...agotamiento de los grandes relatos (...) el ocaso definitivo de las filosofías de la historia de la ilustración", expresado como una crisis de los sistemas totalizadores. En la base de la postmodernidad esta el pluralismo y por ello mismo, ésta no tiene un significado unívoco. Como lo expresará este trabajo, guardamos una actitud sumamente crítica sobre tales supuestos.
2 Consideraremos aquí solamente a algunos exponentes de la filosofía francesa que es, además de Gramsci, de donde abrevarán los académicos de la subalternidad para construir su andamiaje teórico.
3 Nietzsche, F. (Decombes-1979: 155).
4 Como sostiene Federico Schuster de acuerdo a una idea de Mary Hesse: si en la primera mitad del siglo XX, el empirismo representaba la unidad de la ciencia, en la segunda mitad es la hermenéutica la nueva unidad (Schuster-2002: 51).
5 Para la historiografía francesa se puede ver el clásico de Bloch, La historia rural francesa: caracteres generales, 1978. Para el caso inglés: Moore, Orígenes sociales de la dictadura y la democracia: señores y campesinos en los comienzos del mundo moderno, 1966; Para Estados Unidos: Wolf, Guerras campesinas del siglo veinte, 1969; Scott, La economía moral del campesinado, 1979.
6 Este enfoque puede observarse en trabajos como Stern, Steve. "Feudalismo, capitalismo y el sistema mundial en la perspectiva de América Latina y el Caribe." En Revista Mexicana de sociología, Año XLIX, N° 3.
7 Crítica realizada principalmente por la "Escuela de Cambridge", principalmente en: Anil Seal, The Emergente of Indian Nacionalism: Competición and Colaboration in the Later Nineteens Century. Cambridge, 1968.
8 Guha, R., "La Prosa de la Contra-Insurgencia" (Mallon, 1995: 93).
9 En otra sección no encargaremos especialmente sobre la utilización del GES del término Hegemonía acuñado por Gramsci.
10 Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos, Manifiesto Inaugural.
11 La cursiva en este fragmento es para señalar que esta denominación es la empleada por los propios académicos subalternos y no por nosotros.
12 En otro trabajo que estamos preparando, trataremos específicamente los problemas de la contrastación empírica de las hipótesis de alternativas contra-hegemónicas de las clases subalternas realizadas por el GES.
13 El subrayado es nuestro.
14 Gramsci, Antonio: (Hobsbawm-1983: 51). El subrayado es nuestro.
15 Cuando decimos precarias nos referimos a su efectividad en tanto luchas emancipatorias, y no en cuanto a la posibilidad de inscribir estas luchas como indispensables para la conformación de una verdadera conciencia de clase, o lo que Gramsci denomina alcanzar una autonomía integral de las clases subalternas.
16 El término corresponde al artículo de José Sazbón, que lleva este nombre.
17 Si bien guardamos una posición crítica con respecto a la consideración de Hayden White de la historia como una narración, consideramos que la labor del historiador, al igual que un científico natural, al encontrarse ante una realidad que no se brinda de manera ordenada, construye teorías explicativas y métodos que lo orientan en la selección y contrastación de los datos de un conjunto caótico. Solo desde esta perspectiva, el producto del historiador es una construcción que se expresa de manera narrativa.

Referencias bibliográficas
1. Adamovsky, Ezequiel, (editor) Historia y sentido. Exploraciones en teoría historiográfica, Buenos Aires, El cielo por asalto, 2001.
2. Castoriadis, Cornelius. "La institución y lo imaginario" en La Institución Imaginaria de la sociedad, Buenos Aires, Tusquets, 1993.
3. Decombes, Vincent, Lo mismo y lo otro. Cuarenta y cinco años de filosofía francesa (1933-1978), Madrid, Cátedra, 1979.
4. Gramsci, Antonio, "Apuntes sobre la historia de las clases subalternas. Criterios de método" en Escritos Políticos III (Cuadernos de la cárcel), México, Juan Pablos, 1980.
5. Gramsci, Antonio, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Buenos Aires, Nueva Visión, 1997.
6. Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos, Manifiesto Inaugural.
7. Halperin Donghi, Tulio, "Campesinado y Nación. A propósito de Peasant and Nation, de Florencia Mallon", Entrepasados N° 12, año VI, 1997.
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9. Lyotard, Jean-François, La condición postmoderna, Madrid, Cátedra, 1984.
10. Mallon, Florencia, "Promesa y dilema de los estudios subalternos: perspectivas a partir de la historia latinoamericana" en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", Tercera serie, Número 12, II semestre de 1995.
11. Prakash, G., "Los estudios de la subalternidad como crítica post-colonial." En The American Historical Review, vol. 99, N° 5, December 1994. Traducción de Raquel Gutiérrez y Alison Spedding.
12. Ricoeur, Paul, Tiempo y narración, México, Siglo XXI, 1995.
13. Said, Edward, El Orientalismo, Madrid, Libertarias, 1990.
14. Sazbón, José, "La devaluación formalista de la historia" en Adamovsky, Ezequiel. (editor) Historia y sentido. Exploraciones en teoría historiográfica. Buenos Aires, El cielo por asalto, 2001.
15. Schuster, Federico, "Del naturalismo al escenario postempirista". En Filosofía y métodos en las Ciencias Sociales, Buenos Aires, Ediciones Manantial, 2002.
16. Spivak, G., "Poststructuralism, Marginality, Postcoloniaity and Value", en Live Today. Londres, Peter Colier and Helga Geyer-Ryan, Editores, 1990.
17. White, Hayden, El contenido de la forma, Barcelona, Paidós, 1992.