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Cuadernos del Sur. Historia

versão On-line ISSN 2362-2997

Cuad. Sur, Hist.  no.37 Bahía Blanca  2008

 

De "indios bandoleros" y "paisanos fugitivos": destribalización, subalternización y "resistencia" en el territorio nacional de la pampa central (1890-1948)

Claudia Salomón Tarquini1

1 Universidad Nacional de La Pampa E-mail: claudias@fchst.unlpam.edu.ar

Resumen
Este artículo constituye una primera aproximación hacia la reconstrucción de los procesos históricos de desintegración de los grupos indígenas de Pampa y Nordpatagonia a raíz de -no sólo pero principalmente- las campañas militares de fines del XIX (lo que hemos denominado "destribalización"); y se refiere en particular a sus condiciones materiales de subsistencia durante fines de dicho siglo y la primera mitad del XX (subalternización). Se inicia además un breve examen acerca del grado de presencia del estado nacional a través de sus instituciones y sus políticas hacia éstos, y en especial, la percepción que de las mismas pudieron haber tenido los "paisanos". Para tal objetivo, se utilizan testimonios orales, memorias de viajeros, de sacerdotes salesianos, y de policías, entre otras fuentes.

Palabras clave: Indígenas; Estudios subalternos; Resistencia

Abstract
This paper is a preliminary approach towards the study of historical processes of disintegration of indigenous groups in Pampa and Northern Patagonia due to military campaigns by the late 19th century ("destribalización") and refers especially to their material conditions of subsistence during the late decades of such century and the first half of the 20th Century ("subalternización"). A brief preliminary exploration is also made regarding the presence of the national state through its institutions, and their policies towards them, and especially, the perception that these "paisanos" could have had about these. For such a purpose, this study includes the analysis of oral testimonies, memories of voyagers, priests, ex-policemen, among other sources.

Keywords: Indigenous peoples; Subaltern studies; Resistance

Fecha de recepción: 04 de agosto de 2005
Aceptado para su publicación: 20 de noviembre de 2008

1.

Entre fines de 1995 y principios de 1996, el diario santarroseño La Arena publicó, en su suplemento dominical, una serie de tramos de las memorias, aún inéditas2, de Calixto Aberásturi, quien fuera policía en el Territorio Nacional de La Pampa entre 1935 y 1953, y cuyo primer destino fue el área de Limay Mahuida. En una de ellas, el autor recordaba una anécdota a propósito de Félix "el indio" Ainó, cuya figura "era conocida por su actividad de gaucho matrero amigo de lo ajeno" (La Arena, 7 de febrero de 1997, p. 4 [en Archivo Histórico Provincial, en adelante AHP]).

Días más tarde, un estudioso local, Rubén Evangelista, publicó en el mismo suplemento (La Arena, 21 de febrero de 1997) un documento que reunía una serie de testimonios respecto de la forma en que se sorprendió y se dio muerte al famoso "bandolero". A juzgar por los términos que acompañan la nota, Evangelista parece adherir a la imagen negativa de "bandido" que deja ver el documento.

Poco después, una tercera nota pretendía matizar la imagen negativa del indio Ainó: José Carlos Depetris, explicaba respecto de Ainó que Su familia, sus padres, pertenecían a aquella inmensa legión de indígenas que una vez terminada la batida final de 1879 y descabezadas las tribus, comienzan su peregrinaje por lugares donde se conservaran restos de población paisana, /.../ Sus correrías -una vez traspuesta por alguna causa esa sutil frontera entre hombre 'capaz' y paisano matrero- se reducían al atraco de mercachifles o a alzarse con algún capón ajeno compartiendo el dividiendo con los puesteros de la travesía a cambio de hospitalidad y algún caballo /.../ No llegaron sus mentas al picadero circense de moreirescos personajes ni mucho menos recogió el radioteatro su tumultuosa vida, pero su recuerdo quedó en barbecho en los puestos saladinos" (La Arena, 11 de febrero de 1996, p. 6-7 AHP).

El "principio de polémica" no pasó a mayores: pocos tramos más se transcribieron de las memorias de Aberásturi (relacionadas ya con otros temas), y Evangelista publicó, el 17 de marzo de ese año, la milonga campera que recogió en sus trabajos de campo, de autor anónimo, que narra la forma en que mataron a Ainó, titulada "Murió el gaucho de La Pampa" (La Arena, 17 de marzo de 1996, p. 9 AHP), y se publicó el siguiente poema de Juan Carlos Bustriazo Ortiz.

Indio Ainó!...
Aucache3
huarulún...
penacho peleador
cuatrero, malhechor,
herido...
Tu corazón
era un malón,
un viejo tinajón
de gritos!...4

Además de estos "indios bandoleros", el trabajo de Harald Prins5 señala que a principios del siglo XX, unos cuantos "paisanos" (tal el término que utilizan aún los descendientes de indígenas para identificarse entre sí6)

se establecieron en un lugar llamado El Refugio en los montes (tierras de matorral y bosques) y médanos (montañas arenosas) al sur de Carro Quemado. Los 'milicos' (la policía), sin embargo, los obligó a abandonar el área tarde en la década de 1920. No tuvieron otra alternativa mas que trabajar como peones en las estancias regionales y establecerse en los pueblos. Muchos paisanos se vieron obligados a vivir en Carro Quemado como resultado de la acción policíaca en contra de los indios de El Refugio" (Prins, 1987:28).

Una primera lectura podría preguntarse hasta qué punto puede decirse que estos "indios bandoleros" y "paisanos fugitivos" encarnaran una resistencia a las nuevas condiciones a que se enfrentaban luego de los procesos de destribalización y subalternización a que fueron sometidos. Me parece sin embargo que, previo a ello, el estado de las investigaciones requiere, por un lado, la reconstrucción de los procesos históricos de desintegración de los grupos indígenas de Pampa y Nordpatagonia a raíz de -no sólo pero principalmente- las campañas militares de fines del XIX (lo que hemos denominado "destribalización"); además del análisis de los mecanismos de expropiación de estos sujetos y sus condiciones materiales de subsistencia durante fines del siglo XIX y la primera mitad del XX (subalternización). Por otro lado, resulta necesario un análisis al menos preliminar, del grado de presencia del estado a través de sus instituciones y la percepción que de éstas pudieron haber tenido los "paisanos".

En este trabajo presentaremos el resultado de un estudio preliminar acerca de estas dos cuestiones. Hemos recurrido para ello a la combinación de memorias de viajeros, sacerdotes salesianos, y policías de territorios nacionales, que habitaron o recorrieron la región en el período abordado, una serie de testimonios orales reservados en el Archivo Histórico Provincial, recogidos entre "paisanos" en las décadas de 1970 y 1990; y fichas electorales, que permiten un seguimiento de diferentes personas a través de todo su ciclo vital.

El recorte temporal elegido encuentra justificación en los procesos de movilidad espacial que señalaremos más adelante: 1890 representa a grandes trazos el momento en que es factible comenzar a notar que estos "paisanos" ya no se encuentran concentrados en las principales localidades del Territorio (Victorica y General Acha), sino que se hallan instalados en asentamientos situados hacia el Oeste del mismo. Por otra parte, cuando a partir de 1947 se acelera la desertización de este espacio (véase nota 15 más adelante), el año 1948 constituye el inicio de un proceso de despoblamiento importante de la región y la migración de sus habitantes hacia áreas rurales ubicadas más hacia el Este del Territorio, o bien hacia zonas urbanas. Se trata ciertamente de una periodización provisoria, que podrá confirmarse o modificarse con ulteriores estudios similares al que aquí presentamos como una primera aproximación, y en la medida en que se avance en la reconstrucción de los itinerarios migratorios de los "paisanos" entre fines del siglo XIX y las últimas décadas del siglo siguiente.

2.

Los procesos de desmembramiento de los grupos indígenas de Pampa y Nordpatagonia son escasamente conocidos pese a la abundante literatura sobre la mal llamada "Conquista del Desierto". En efecto, la mayoría de los trabajos se han concentrado en detallar las formas de organización de las tropas nacionales y su avance sobre el territorio. Sólo recientemente han comenzado a conocerse estudios generales sobre las discusiones en torno a los destinos que debía darse a los prisioneros de guerra y algunos estudios parciales sobre los mecanismos de expropiación y su incorporación subordinada al estado nacional7.

Es bien conocido que -pese a las discusiones sobre la situación de los indígenas luego de las campañas militares-, se impusieron una serie de imposiciones deculturadoras tales como la prohibición de hablar la propia lengua, y la obligación de hablar castellano. El destino inmediato de la mayor cantidad de los capturados fue, en el caso de los varones adultos, su reclusión en la isla de Martín García, su remisión como mano de obra a las zafras tucumanas, yerbatales misioneros y algodonares chaqueños, o su incorporación en la policía, el ejército y la marina; y para los niños y mujeres adultas, el servicio doméstico en ciudades como Buenos Aires. Existió sin embargo en el ahora Territorio Nacional de La Pampa Central, una modalidad de incorporación como mano de obra en ciertos establecimientos rurales y en las fuerzas del ejército y la policía al momento de la fundación de los primeros núcleos urbanos, con "paisanos" provenientes de diversos orígenes. En 1882, primero a Victorica y luego a General Acha, fueron trasladados contingentes enteros de familias de aquellos que habían auxiliado a las tropas militares en las campañas de 1879, en calidad de "indios amigos". Éstos provenían de dos áreas. Una, del sur de San Luis y Córdoba, correspondía a los que habían integrado las reducciones franciscanas de Villa Mercedes y Sarmiento respectivamente o que habían sido militarizados en la misma zona (los grupos de los caciques Linconao Cabral -hermano del cacique Ramón Cabral, quien también en 1877 aceptó instalarse en territorio bajo control del estado nacional- y Juan Villarreal, en Sarmiento)8. Otros grupos, mucho más heterogéneos en cuanto a su origen, cantidad de tiempo que llevaban asentados en territorio bajo control hispanocriollo, y calidad de su relación con éstos (más o menos conflictivas según las circunstancias), provenía de la provincia de Buenos Aires (General Viamonte y Los Toldos, "descendientes de las agrupaciones de Raninqueo, Rinqué, Yanquelén, Painequeo. Asimismo entre los de Melinao en Bragado, y los Rondeau en el Partido de 25 de Mayo. En las cercanías de Azul y Olavarría se encuentran algunas familias dispersas compuestas por descendientes de los Catriel" (Depetris & Vigne, 2000:48)

Aunque restan realizarse estudios detallados sobre los procesos de movilidad espacial de estos "paisanos", las primeras aproximaciones para el área que nos ocupa, constituidas por los estudios de Depetris, dan cuenta de los siguientes procesos: para fines del siglo XIX (mediados de la década de 1880 en adelante), además de estos indígenas que integraron los poblamientos iniciales de General Acha y Victorica, también encontramos que algunos de los que habían logrado escapar de las acciones militares, o que habían sido dados de baja en el ejército o la marina, o habían huido de los destinos asignados, procuraron volver a los lugares de origen (véase por ejemplo Mases, 2002:104), instalándose en áreas con escaso control estatal (principalmente los montes del centro y norte de la Pampa y hacia el oeste del Territorio). Así, -en los inicios del siglo XX- formaron parte de las poblaciones iniciales de otras localidades como Anguil, Bernasconi, Caleufú, La Reforma, Luan Toro, Quemú Quemú, Remecó, Rolón, y Rucanelo entre otras (Alvarez, 1999).

A principios del siglo XX, a varios de los indígenas de las inmediaciones de General Acha se les asignaron lotes de apenas 625 has9 en Puelches, y en 1901, se asignaron tierras a diversos caciques en Colonia Emilio Mitre, sin otorgárseles recursos suficientes para la subsistencia en tierras tan poco feraces.

El resultado es conocido: con tierras tan improductivas, a orillas del Chadileuvú, un río con agua salada10, ni tierras susceptibles de ser labradas, los pobladores de los puestos así formados obtuvieron sus recursos a través de la combinación de una serie de estrategias11 tales como: la cría de animales (especialmente chivas y ovejas, y el cuidado de caballos como animales de trabajo y para cacería), la recolección de frutos12 y huevos de ñandú o patos, y la caza de avestruces, vizcachas, piches, zorros, "y cualquier carne que viniera"13. La mayoría de los "paisanos" recuerda que las comidas consistían en el producto de la caza, la recolección, y el consumo de lanares; que debían comprar el resto de las provisiones (alimentos como fideos, arroz, harina, sal, azúcar -ya que las verduras y frutas eran sumamente escasas en las dietas de los habitantes de la zona-, además de algunas prendas de vestir y calzado), y para la obtención de dinero vendían la lana obtenida de sus propias majadas, los cueros de zorros y vizcachas y las plumas de los avestruces cazados, y productos textiles14, todo lo cual era cambiado por mercaderías en "boliches" (almacenes de ramos generales) o a los vendedores ambulantes que recorrían la zona periódicamente.

Otra opción para la obtención de dinero era la formación de "comparsas" de esquiladores: grupos enteros de mujeres, hombres y niños (los más pequeños quedaban al cuidado de sus abuelos en los puestos) recorrían los establecimientos rurales, que operaban a la vez como ámbitos de sociabilidad para el encuentro periódico de parientes que integraban diferentes comparsas.

Ahora bien, excepto por los casos más conocidos de las familias de Baigorrita, Yancamil y Cabral, entre otros, la gran mayoría de los pobladores de los puestos oesteños lo eran en calidad de "intrusos": levantaron sus casas15 en tierras que conocían como "fiscales", por lo que eran obligados en varias oportunidades a dejar el lugar.

Es que el concepto de propiedad privada de la tierra parece haber sido poco conocido entre los "paisanos": los sobrevivientes a las campañas militares habían vivido hasta fines de la década de 1870 en territorios que -si bien no eran de libre circulación puesto que determinados grupos podían concentrar el control de los recursos de determinadas áreas- este control no impedía a ninguno de los miembros pertenecientes al grupo el acceso a los recursos estratégicos para asegurar la subsistencia. Si bien no contamos con estudios sobre este problema, no es arriesgado suponer que la pervivencia de esta concepción de usufructo comunitario contrastara fuertemente con el concepto de propiedad privada que se pretendía se impusiera. De esta forma, en aquellos casos en que los "paisanos" conocieran la existencia de documentación como escrituras, su importancia era minimizada, por considerar que no era necesaria.

Ahora bien, al control cada vez más preciso de estas tierras por sus propietarios legales (impidiéndoles no sólo la permanencia en el lugar sino el acceso a un recurso estratégico como la leña), se le sumó la creciente desertización de las áreas cercanas al Chadileuvú16.

Cercenadas algunas de las fuentes de obtención de dinero, como la caza de animales para la venta de plumas y pieles, el acceso a la tierra, la leña y el agua17, la norma pasó a ser el empleo temporario en diferentes tareas, todas ellas de la más baja remuneración: como hacheros, en los obrajes madereros del centro del territorio; como jornaleros en los establecimientos rurales, como albañiles en las áreas urbanas; y como empleadas por temporadas en el servicio doméstico en el caso de las mujeres, abandonando los puestos en que habían habitado18.

En este sentido, los testimonios que coinciden en destacar este empeoramiento de las condiciones se condicen con los resultados de un relevamiento preliminar que hemos efectuado en registros electorales19, que nos ha permitido seguir el itinerario de alrededor de 1000 "paisanos", y que muestra claramente la progresiva migración hacia localidades cercanas (Santa Isabel, Telén, Luan Toro, Loventuel desde las áreas del oeste -principalmente los habitantes del departamento Chalileo-) y luego hacia ciudades intermedias como Santa Rosa, General Acha y Victorica.

Al trabajar sobre fuentes complementarias en sentido temporal inverso -es decir, desde la actualidad hacia décadas anteriores, mediante seguimientos nominales- se obtienen similares resultados. Se han analizado los padrones electorales para la Provincia de La Pampa del año 2003, en particular para los circuitos electorales 9 y 10, correspondientes a la localidad de Santa Rosa, actual capital de la provincia, lo cual ha permitido asociar a los barrios santarroseños de personas de menores recursos con descendientes de indígenas, a través de un patrón espacial bien definido (Salomón Tarquini, 2004). Al analizar sus fichas electorales y las de sus padres y abuelos, ha podido establecerse que una gran parte de éstos provienen, en efecto, de las áreas rurales de los departamentos de Chalileo, Chicalcó, Limay Mahuida, Loventué, Utracán, y Lihuel Calel20, es decir, de localidades situadas al Oeste fundamentalmente, y también al sur, del entonces Territorio y luego Provincia.

3.

El segundo de los ítems que mencionábamos al inicio de nuestro trabajo tiene que ver con dos aspectos íntimamente relacionados: la capacidad del aparato estatal para controlar efectivamente el espacio "conquistado" a través de sus instituciones, y la percepción que de éstas tenían los "paisanos".

Respecto del primero, cabe señalar que los estudios sobre instituciones de diverso tipo (estatales y no estatales) se encuentran, para el Territorio Nacional de La Pampa, en un estado muy incipiente, aunque comienzan a señalarse las dificultades con que se encontraron diversos actores para llevar a cabo las diferentes tareas encomendadas, en un territorio escasamente conocido, ya sea en el ámbito de la medicina, la educación, la religión, y -esto es fundamental- la represión21. La capacidad represiva de los territorios nacionales parece haber estado muy limitada debido a la carencia de recursos22, situación que encontramos reflejada hasta bien entrada la década de 1930, en los documentos consultados para este estudio23.

A la carencia de recursos materiales se sumaba el desconocimiento del área por parte de estos agentes. En 1939, se presentó en Limay Mahuida una comisión destinada a perseguir al Indio Ainó. Este se enteró de la presencia de los policías por otro "paisano"24, alertándole con suficiente tiempo para escapar. Aberásturi se lamentaba: "La Comisión no pudo alcanzarlo, ni seguirlo porque se cansaron los caballos. Además no conocían el terreno, les hubiera hecho falta un baquiano" (Aberásturi, 1998:167), y por otra parte, los "baquianos" eran precisamente los "paisanos", que le indicaban a los policías cómo llegar a determinados lugares (Aberásturi, 1998:101).

Dispersos en un área escasamente controlada, como puede observarse, los puestos de los "paisanos", y en particular de aquellos que lograron acumular alguna cantidad de ganado, llegaron a convertirse en ámbitos de conservación de prácticas culturales por varios años. Si bien Cazenave ubica la celebración de los últimos camarucos25 en la primera década del siglo XX (Cazenave, 1996), el padre Lúzkar, salesiano que misionó en Telén entre 1912 y 1916, recordaba que para mediados de febrero se reunían todos los indígenas "para celebrar el Kamalicún por varios días" (Valla, 2000d). Según las referencias del misionero Pedro Martinengo, también para 1907 "Con la tribu de Catriel vivía [en el área de 25 de Mayo] la machi Bibiana [García] que concurría con varios indios a Colonia Mitre para el Camarujo para impetrar las bendiciones del cielo, y alejar todo maleficio" (Valla, 1998).

Estas celebraciones se convertían además, en ámbitos de sociabilidad importantes, donde se tejían relaciones con otros habitantes del área no indígenas. Y ciertamente deben haberse prolongado hasta fechas más tardías que las señaladas por Cazenave, pues Daniel Zárate, nacido en 1912, las recordaba en 1997 con toda claridad26.

En este contexto, y pese a las restricciones económicas que de manera progresiva fueron obligando a los paisanos a frecuentar estancias, obrajes y diversas localidades, no debe haber resultado fácil para las instituciones estatales lograr que los "paisanos" incorporaran como propias las "obligaciones" ante las instituciones estatales, que pretendían lograr un control más ajustado de esta población, por otro lado con un altísimo grado de movilidad espacial. Los resultados se caracterizaron por la omisión reiterada de inscribir a los recién nacidos (Aberásturi, 1998:174), la omisión -mucho más reiterada aún pese a la insistencia de los misioneros salesianos- de celebrar matrimonios legales27, y la inscripción de niños -por temor a represalias por parte de las instituciones estatales- con apellidos que no se correspondían con los de sus verdaderos progenitores28.

No sería recomendable, sin embargo, idealizar esta falta de relación con las instituciones estatales, pues la falta de instrucción29 hizo que en varios casos aquellos "paisanos" a los que se les habían otorgado tierras las entregaran por valores irrisorios:

"De Emilio Mitre venían y así, todo se lo llevaban, quedaron la pobreza. Los campos, por dos kilos de azúcar se cambiaban, firmaban y no sabíamos nada y firmá acá, firmaban. Se hacían dueños de los campos. Eso año, la ignorancia. También, el buitre lo come al otro. Por eso dicen que lo extranjero son como el buitre" (Adolfo Rosas, cinta T81, Lado A, Fondo Ranquel, AHP, testimonio recogido en 1997).

Tras esta primera aproximación podemos entonces señalar que las instituciones estatales tuvieron escasa y esporádica presencia en el área oeste del Territorio Nacional de La Pampa en las primeras cinco décadas del siglo XX. Los paisanos que habitaron los puestos oesteños percibieron ciertas prácticas como importantes sólo en la medida en que su incumplimiento les representara alguna represalia.

Desconocemos aún cuál habrá sido la percepción y actitudes de estos paisanos respecto de otras instituciones y sus prácticas como la policía, la justicia, el sistema médico-legal, las prácticas electorales, entre otras. Pero una primera incursión en el análisis de sus percepciones respecto de su lógica (a través de una lectura en reversa) puede ilustrar más acerca de su funcionamiento que la aplicación de una etiqueta positiva o negativa respecto de sus actitudes30.

4.

No podemos detallar aquí las controversias que ha suscitado en el ámbito académico el concepto de "resistencia" como dimensión de análisis, pues se trata de una discusión compleja que excede el marco de este trabajo. No obstante, una de las líneas para ingresar en este tipo de estudio lo brinda el debate en torno a los detractores y los defensores de los "bandidos rurales". Esta falsa dicotomía entre quienes caracterizaron al indio Ainó como delincuente común (la visión de Aberásturi, como policía, y en parte de Evangelista, leyendo de manera ingenua estas fuentes) o como representante de una "raza sometida", que como "aucá" logra temporariamente sustraerse a tal situación (como en el poema de Bustriazo Ortiz, citado al inicio de este trabajo), recuerda a la disputa ya en el plano académico, entre los defensores de los "rebeldes primitivos" (los trabajos ya clásicos de Hobsbawm) y quienes cuestionaron esta visión -conocidos como revisionistas31. Para superar esta falsa dicotomía, Joseph (1990, 1991) argumentó que esta tendencia de los revisionistas tiene su origen en la excesiva confianza que éstos depositan en los términos vertidos en documentos oficiales. Por lo tanto, sostiene, han contribuido a una historiografía que mira al bandidaje latinoamericano desde punto de vista de las elites. Por ello, propuso incluir esta temática en el ámbito de los estudios rurales y de la resistencia campesina, recurriendo para ello a metodologías tales como el análisis de la resistencia cotidiana (siguiendo a Scott 1997) y la lectura propuesta por los subalternistas como Ranajit Guha y Gayatri Chakravorty Spivak entre otros32, e invitando a comprender las formas de resistencia campesina en términos históricos y no esencialistas, y "aprender más acerca de la distribución del poder, la naturaleza del estado, y el rol de la ley y las cortes en el pasado reciente de América Latina" (Joseph, 1990:35, mi traducción).

Con este objetivo es que hemos presentado una primera aproximación al estudio de los procesos históricos de subalternización y proletarización de los indígenas en el Territorio Nacional de La Pampa. Puede decirse que entre 1878 y las primeras décadas del siglo XX, la sociedad estatal nacional procuró incorporar a los sobrevivientes de las campañas militares bajo diversas maneras, pero siempre en términos de subordinación. Entre el repertorio que muchos de estos actores ensayaron frente a un estado con una incipiente penetración en el territorio, se encuentra la acción de procurar una subsistencia autónoma en las márgenes del área. Esta actitud tuvo relativo éxito entre 1890-1948, con la combinación de una serie de estrategias como la cría de animales, la caza, la recolección de frutos de plantas del área, y el trabajo asalariado temporal (como esquiladores, peones rurales, empleados en madereros, y en el servicio doméstico básicamente), todo lo cual permitía incorporar recursos provenientes de diferentes miembros del grupo familiar extenso.

Con la creciente desertización del área oesteña, la penetración de las instituciones estatales y el control cada vez más preciso de los propietarios legales de las tierras que se encontraban ocupando, los "paisanos" vieron privado cada vez más el acceso a recursos fundamentales.

Entonces, si el robo de ganado -en enormes extensiones de campo la más de las veces sin alambrados- pudo constituir: a) una práctica de resistencia destinada a demostrar una disconformidad con estas nuevas condiciones, b) una práctica que demuestra que la idea de reciprocidad diferida seguía operando como continuidad luego de las campañas militares y el hecho de tomar hacienda ajena no era percibida como "robo" por los paisanos, c) una de las tantas estrategias de supervivencia que ensayaron, o d) una combinación de alguna de o todas estas opciones, es algo que podremos conocer progresivamente en la medida en que se avance en estudios como los que menciona Joseph. Aunque por cierto debo admitir que me agrada el poema de Bustriazo Ortiz, llevar esta visión a un estudio histórico para caracterizar de manera positiva o negativa las acciones de Ainó no nos ayudará a comprender la complejidad de los procesos de subalternización, proletarización y "resistencia" entre los indígenas y paisanos del Territorio Nacional de La Pampa. Nuestra contribución espera ser un examen inicial en este sentido.

Notas
2 Agradezco las sugerencias del evaluador/a anónimo de este trabajo, y a Roberto D. Aberásturi, hijo de don Calixto, que me facilitara el acceso al voluminoso original, de más de 400 páginas, que se encuentra fechado como finalizado el 09 de agosto de 1998. De aquí en más, si bien sus memorias se refieren al período 1935-1953, será citado como "Aberásturi 1998", seguido del número de página que le corresponde a la versión consultada, mecanografiada por el propio autor.
3 "Aucache" significa en mapudungum "gente rebelde".
4 Juan Carlos Bustriazo Ortiz, del libro "Ultimas Zambas del Piedra Juan", reproducido en Caldenia, suplemento cultural del diario La Arena, Santa Rosa, La Pampa,(La Arena, 17 de marzo de 1996 AHP).
5 En 1973, este antropólogo norteamericano realizó trabajos de observación participante, continuando dicha tarea siete años más tarde -de junio de 1980 a marzo de 1981, viajando por la región, trabajando como "peón de a caballo" en varias estancias de la región, y en particular de Carro Quemado. Allí recogió testimonios de varios "paisanos" de cuyas grabaciones lamentablemente no se conservan copias en nuestro país.
6 Dadas las dificultades que implica la elección de uno u otro término como "indígenas" (para aquellos que se reconocen como tales) o "descendientes" de tales (para quienes no lo hacen), de aquí en adelante hemos de preferir el término de autorreferencia, como es el de "paisanos" para referirnos a ambos (tanto a los sobrevivientes directos de las campañas militares como a sus descendientes). Las connotaciones negativas de la palabra "indio" (utilizada en La Pampa y otros ambientes como insulto, y como equivalente a "borrachos", "haraganes", "ladrones") han hecho progresivamente que estos actores raramente utilicen tal término para identificarse a sí mismos, prefiriendo en cambio el término "paisano" (Prins, 1987:7-9). No obstante, utilizaremos comillas con esta palabra, conscientes de las limitaciones de un término que abarca también a aquellos pobladores criollos pobres, que, provenientes del sur de las provincias de San Luis y Córdoba, oeste de la provincia de Buenos Aires, se instalaron en áreas compartidas con aquéllos.
7 Para un estudio de tipo general véase Mases (2002) y Quijada (2004), respecto de la discusión en el ámbito del Congreso sobre la situación de los indígenas, Lenton (1997), sobre las políticas oficiales en Chile hacia los indígenas, Boccara & Seguel-Boccara (1999); para un análisis de la subalternización en Neuquen, Sanchez (2003), en Río Negro, Argeri (2001), en Nordpatagonia Delrio (2002). Para el Chaco, donde se observan situaciones similares para el mismo período, Lagos (1998), y para el área de lo que es actualmente la provincia de La Pampa, Villar (1993), Depetris & Cazenave (1998), Depetris & Vigne (2000), Lluch 2002 y Depetris (2003).
8 Aquí cabe resaltar que estas separaciones de los grupos ranquelinos tenían como marco un frágil equilibrio interno y un debilitamiento progresivo de la capacidad de negociación de los principales caciques (es decir Mariano Rosas y Baigorrita) con diversos sectores de la sociedad nacional (franciscanos, militares, funcionarios, entre otros), observable ya a principios de la década de 1870 (Tamagnini, 1999; Tamagnini & Perez Zavala, 2002).
9 Cuando la unidad económica calculada para la zona es de 5000 has.
10 El agua era obtenida en jagüeles (pozos) cavados y levantada hasta la superficie por bolsas hechas con cueros de animales, tarea encomendada a los niños en gran parte. "El agua la sacábamos de un pozo, hacían un pozo chiquito de un metro y la sacaban con un tarrito, pero eso para, para tomar y así había otro pozo más grande que sacaban para darle agua a los animales que le decían, sacaban con una pelota, que le decían, se hacía de cuero cosido alrededor con alambre la boca y la tiraban con un caballo, a veces de a pie también tiraban" (testimonio de Virginia Cabral, referido a las décadas de 1940-1950, recogido en 1997, cinta T84, Fondo Ranquel, AHP). Aberásturi, que fuera policía de Territorios Nacionales, recordaba en sus memorias las disputas entre indígenas en torno al uso de jagüeles para bebidas de animales, que llegaron a las heridas con arma blanca, en el caso del enfrentamiento entre el "Indio Paez" y Peralta, ocurrido en 1937 (Aberásturi, 1998:124-125).
11 Las afirmaciones de este párrafo y el siguiente se basan en el análisis de más de 30 testimonios orales reservados en el Fondo Ranquel, AHP, parte de los cuales han sido transcriptos en Poduje (2001). Los mismos fueron recogidos en 1997 entre personas de entre 54 y 87 años, es decir, nacidos entre 1910 y 1943, y sus memorias se refieren a su infancia y edad adulta. La mayoría de ellos habían sido o eran al momento de las entrevistas, habitantes de los Departamentos Loventué, Chalileo y Limay Mahuida, por lo que desconocemos hasta ahora cuáles habrán sido las condiciones en Colonia Puelches, cuyos pobladores y ex-pobladores rara vez han sido entrevistados. Aquellos testimonios que en adelante se citen como pertenecientes al Fondo Testimonios, del mismo Archivo, fueron recogidos en la década de 1970, entre personas que tenían entre 40 y 90 años, y se refieren en términos generales al período abordado en nuestro trabajo: 1890-1948.
12 Especialmente los frutos del piquillín (Condalia microphylla) y del chañar (Geoffrea decorticans)
13 Daniel Zárate, testimonio recogido en 1997, cinta T80, Lado A, Fondo Ranquel, AHP.
14 Los textiles eran elaborados por las mujeres, a través de un complejo proceso que implicaba las siguientes etapas: esquila, lavado de la lana, hilado, tintura (normalmente utilizando como colorantes extractos de plantas de la zona) y tejido.
15 El ámbito doméstico estaba constituido por la casa, los corrales para los animales, los jagüeles, un horno de barro y la "ramada" (construcción de palos y ramas al borde de la casa). Las casas eran "de monte, de chorizo, embarrado, con pichana. De chorizo la hacían los viejos, padre de nosotros, la casa y arriba le ponía barro y ya está. Ni lata, no salían las chapas como ahora que si no tienen con chapas no hay casa" (Eusebia Martínez, T-118 LA, Fondo Ranquel, AHP, testimonio recogido en 1997).
16 "A partir de 1920 con el desecamiento del sistema fluvial y la consiguiente salinización aumentaron los niveles de desertización de estas tierras. Esto se agravó aún más, cuando en 1947 la construcción del dique El Nihuil (Mendoza) trajo aparejado la merma violenta del escurrimiento del Atuel, acentuando este proceso hasta la actualidad" (Lluch, 2002:57, nota 47)
17 Agustín Blanco recuerda que "Asi ibamos como, como 80 esquilador ¡con todos los crio! ¡Ja, ja! Sabés que cada, todos los años tenían crío la mujer así que ¡se iban aumentando la comparsa del viejo Blanco! /.../ Sabíamos hacer nomás que eso, nomás. El trabajo ese que teníamos pasar la campaña de esquila. No había otra cosa que hacer. Cazar no se podía cazar porque era prohibida la caza tanto como lo zorro como lo gato overo. Todo era prohibido, no se podía cazar. El único que era, había libertad para cazar el puma ¡quién iba a agarrar al puma? /.../ Solamente los grande cazador. ¡Con trampa lo agarraban! Asi que no podíamos hacere caza porque era prohibido. Estábamos obligados vivir en changa" (Agustín Blanco, cinta T111, Lado A, mis resaltados, Fondo Ranquel, AHP, testimonio recogido en 1997).
18 Muchos de los hijos menores de varones y mujeres en edad productiva, quedaron en los puestos al cuidado de sus abuelos, a un nivel mínimo de subsistencia, como recuerdan varios pobladores.
19 Los registros electorales a que nos referimos están conformados, más que por padrones, por fichas individuales (llamadas Formularios 33) que permiten efectuar un seguimiento de cada ciudadano sin necesidad de rastrearlo en los distintos padrones. Esta ficha se elaboraba (en la actualidad se utiliza el Formulario 05, similar a aquél) cuando cada persona se enrola, llegada la mayoría de edad. Se toman sus datos personales (nombre, número de libreta, nombres de padre y madre, fecha y lugar de nacimiento), se requiere la firma del inscripto y su huella digital, y se deja constancia del lugar y fecha de la confección de la ficha. El primer domicilio asentado es aquel que posee cada ciudadano al momento del enrolamiento, y cada vez que deja constancia de un cambio de domicilio, además de anotarse en el DNI/Libreta Cívica/de Enrolamiento, esta circunstancia se comunica a la Dirección de Registro Civil de cada provincia, y a la Secretaría Electoral de cada provincia, datos que se vuelcan en las fichas individuales (es decir, las que hemos consultado para este trabajo). Aunque la persona haya fallecido en otra jurisdicción, la ficha queda resguardada en el archivo de Fallecidos de la Secretaría Electoral correspondiente al área del último domicilio asentado en el documento (por ejemplo, si la persona tenía registrado en su documento como último domicilio el de Santa Rosa, o General Pico, su ficha queda en la Secretaría Electoral de La Pampa, y si su último domicilio registrado es en Córdoba, si ficha queda en la Secretaría Electoral de la Provincia de Córdoba, cualquiera sea el lugar donde haya fallecido). Este procedimiento se ha seguido desde 1927 en el Territorio Nacional de La Pampa y por ello hemos tenido la oportunidad de consultar las fichas electorales de personajes tan conocidos como Gregorio Yancamil, y reconstruir el itinerario aproximado de indígenas nacidos a mediados del siglo XIX. La confección de los padrones se hacía y se hace en la actualidad precisamente a partir de los datos obrantes en estas fichas, y para los fines de los seguimientos nominales, resultan mucho más prácticas que el cotejo de múltiples padrones. Dos son las dificultades que presenta esta fuente: en primer lugar, que no todos los cambios de domicilio eran denunciados ante los registros civiles, y en segundo lugar, las mujeres no fueron registradas en estas fichas sino hasta 1948 por lo que carecemos de la información correspondiente a ellas para fines de siglo XIX y principios del XX. No obstante estas limitaciones, ofrece una cantidad importante de datos, que hemos cargado en una base tipo Access. La reconstrucción de los itinerarios individuales es posible a través del cruce de datos mediante la confección de formularios de datos filiatorios con sub-formularios de cambios de domicilio.
20 Este análisis preliminar en particular, forma parte de la elaboración de mi tesis doctoral, para la cual estamos cotejando los datos existentes en estas fichas con las de los registros dejados por los misioneros salesianos a fines de siglo XIX y principios del XX, y datos obrantes en el archivo de la Dirección General de Registro Civil y Capacidad de las Personas de la Provincia de La Pampa, con miras a establecer las diferentes etapas, características e itinerarios de estos procesos migratorios con mayor detalle.
21 El único trabajo que aborda específicamente la cuestión para el Territorio que nos ocupa es el de Lluch & Flores (2005).
22 En Neuquén, "La falta de útiles para las tareas elementales e incluso de armas o uniformes, el retraso o la inexistencia de retribución alguna y la peligrosidad de la tarea desempeñada jugaron en contra de la permanencia en la institución policial o penitenciaria. /.../ La ausencia de estructuras estatales jerarquizadas y con capacidad efectiva de control sobre sus miembros y sobre sus funciones, permitía que los agentes tuvieran un manejo individual muy alto, otorgándoseles de facto un grado de arbitrariedad importante en lo que se refiere a la interpretación de la ley, las propiedades y vidas de los pobladores" (Bohoslavsky & Casullo, 2003:39-40)
23 Un viajero que atravesó el Territorio a principios de la década de 1890 relataba que "El personal de la Policía se compone de un Jefe, catorce comisarios y setenta y dos gendarmes para atender el servicio de tres pueblos: General Acha, Victorica y Toay, y una extensión de tierra de 142.615 kilómetros cuadrados" (Ambrosetti, 1893:22). De igual manera, cuando el policía Calixto Aberásturi llegó en 1937 (resalto lo tardío de la fecha) a la comisaría de Limay Mahuida a cumplir sus funciones, se encontró con que el único medio de movilidad existente para cubrir todo el área "era un burro viejo propiedad del Estado Nacional, que para el servicio no servía porque tenía una 'matadura' (lesión) en la cruz, que no permitía ponerle el recado (la montura oficial no es aplicable en la región). Esa lastimadura no cicatrizaba. En conclusión, si el personal tenía necesidad de salir por un hecho de cualquier naturaleza, no tenía otra alternativa que recurrir a un vecino de buena voluntad para salir del paso." (Aberásturi, 1998:101).
24 El aviso a Ainó por parte del paisano fue posible también por la falta de experiencia de los"milicos". Aberásturi relata que Lavand -propietario de un "boliche" de la zona- dijo: " Yo le había ofrecido al Inspector una pieza con puerta de acceso al negocio a fin de que se ocultaran, porque se sabía que en esos días Ainó llegaría a buscar vicios -artículos comestibles- al andar por la zona. Les preparé camas y comían en la habitación con la mayor reserva. Esa mañana medio temprano llegó a comprar tabaco un paisano de aquí cerca y cuando salió coincidió con la llegada de Ainó al palenque y entre los que hablaron -según le dijo Icassatti que lo detuvo en averiguación- le contó que sintió olor a tabaco rubio. Ainó le dijo 'entonces están los milicos escondidos'. Volvió a montar y se fue a todo galope. La Comisión no pudo alcanzarlo, ni seguirlo porque se cansaron los caballos. /.../ Pensé en aquel momento y sigo con el mismo criterio, que es muy difícil el éxito de una pesquisa, cuando quienes tienen a su cargo proyectarla y cumplirla, no se han ilustrado convenientemente de las costumbres del ambiente que -como en este caso- les es desconocido. Como por ejemplo: el paisano en esa zona arma el cigarrillo sacando de su tabaquera de género de flores bordadas o de cogote de avestruz, el tabaco hebra negra gruesa que envuelve en un papel extraído del librillo. La fragancia del humo del cigarrillo rubio en esta comisión policial fue el indicio determinante que permitió escaparse a Ainó" (Aberásturi, 1998:167-168).
25 El camaruco es una celebración similar a la del nguillatún en Neuquén.
26 Citamos aquí un tramo de sus memorias sobre la fiesta, luego de "correr el gualicho": "Bueno, hacían la promesa, una...como rezar. Después que hacía la promesa y todo lo que iban a cumplir, agarraban y traían las chicas, traían tres o cuatro chicas, elegida. Bueno y una era como una virgen, una de ellas, era Marcelina, ese siempre la traían, de siempre. Y le daban un látigo, un látigo para que le pegue al toro, para que se enoje el toro y el toro se enoja ¡no ve que está atado, no sé cuántos días, era atado! Y bueno, le pegaba, Marcelina le pega al toro con el látigo. Pero despacito, ¡bah, le pega! Despacito ¿no? ¡Y toro se enoja y bala! ¡qué se yo cuanto! ¡toro...! Y la gente así, los gallegos, estos, unos tal Poroto, sabían estar. Habían, porque el señor Ulpiano Alvarez iba a la fiesta. ¡Y no se perdía fiesta nunca, el gallego ese!" (Daniel Zárate, T80, LA, Fondo Ranquel, AHP, mi resaltado, testimonio recogido en 1997). En similar sentido, Mariano Lobos, un poblador de la zona de El Odre recuerda que "iba mucha gente a las fiestas, ellos hacían fiestas los indios. Iba muchisima gente a las fiestas de ellos. Cuando quedaron esos indios, como ser Baigorrita...se mezclaban los indios con los cristiano. Había una familia por ahí que ahora está cundida por ahi, los Tobio. Toda esa gente iba a la fiesta de los indios. Quedaba cerca y iban. Los indios eran buenos amigos" (Mariano Lobos, cinta 25-26, Fondo Testimonios, AHP, mis resaltados, testimonio recogido a mediados de la década de 1970, referido a su juventud, es decir, a un período aproximado al que abordamos en este trabajo)
27 "Viven en concubinato, raras veces unidos civilmente y en algunos casos en poligamia, antes solamente entre los caciques y ahora sin distinción" (transcripción del informe del Padre A. Lúzkar, quien misionó en La Pampa entre 1912 y 1916, citado en Massa, (1967:Tomo 2, pp. 349-350). Otras referencias en Valla & Tavella (1974:130).
28 Véase testimonio de Eusebia Martinez, cinta 12, Lado A, Fondo Testimonios, AHP, recogido en la década de 1970.
29 Esta falta de instrucción tiene su origen en el hecho de que, a partir de los 5 ó 6 años de vida, los niños se encontraban en condiciones de colaborar con las tareas de obtención de recursos, y por otra parte, a la falta de intenciones por parte del estado en contribuir a su instrucción (materializada en la carencia de escuelas, maestros, y el cierre de las existentes). En las primeras décadas del siglo, quienes lograron acceder a un grado elemental de instrucción lo hicieron en virtud de las gestiones de los misioneros salesianos, que solían elegir a algunos menores y los llevaban a los colegios como internos en la localidad de General Acha (Valla, 2000e).
30 Los salesianos por ejemplo, nunca dejaron de asombrarse respecto de la "docilidad" con que los paisanos aceptaban bautizar a sus hijos y la reticencia a adoptar la práctica del matrimonio legal. Como resultado, caracterizaron su actitud en términos negativos, reiterando sus referencias una y otra vez acerca de su "promiscuidad". Lejos estaban de conjeturar que el matrimonio entre los grupos indígenas era una práctica totalmente distinta de la cristiana (entre otras cosas, pero no solamente, por la posibilidad de la práctica poligínica), pero que el bautismo tenía una ceremonia particularmente similar: la imposición del nombre. En efecto, entre los indígenas de pampa-nordpatagonia y hasta los mapuches del centro-sur de Chile, en períodos previos a las campañas militares de fines de la década de 1870 y principios de la de 1880, existía una práctica conocida como el lakutun: el abuelo paterno donaba su nombre al primogénito varón a través de una ceremonia de imposición de nombre, y ambos pasaban a ser laku (de ahí que algunos autores lo transcriban como "tocayo"), lo cual significaba un lazo indisoluble que les generaba derechos y obligaciones recíprocos. La adaptación de esta práctica a contextos en los que resultaba necesaria la incorporación de alógenos a los diezmados grupos indígenas hizo que muchos cautivos y refugiados recién llegados a las tolderías recibieran nombres de "abuelos paternos", o que refugiados se convirtieran en laku de hijos de caciques (el unitario Manuel Baigorria, por ejemplo, con el cacique Baigorrita). La práctica llegó a extenderse hasta incorporar a Lucio V. Mansilla como laku de hijas de Mariano Rosas, práctica que Mansilla interpretó como padrinazgo, pero Mariano Rosas, como generación de una serie de obligaciones por parte del nuevo "padrino" para con sus "ahijados" (más referencias al tema en Salomón Tarquini, 2002).
31 Véase por ejemplo Slatta (1991).
32 Ante esta propuesta, la respuesta de Slatta demostró, más que argumentos convincentes, un claro desconocimiento de la propuesta de los estudios subalternos, al colocar en un mismo plano la recuperación de Foucault, los estudios poscoloniales, los estudios subalternos, el postestructuralismo y el giro lingüístico! (Slatta, 1991:150). Si bien es cierto que los estudios subalternos han pasado por diferentes teorizaciones, que en algunos casos mas bien ofrecen más blanco a sus detractores (como es el caso del Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos), una recuperación cuidadosa de las principales premisas del grupo original tendría como resultado para el análisis de los grupos subalternos en América Latina, una combinación "de los aspectos de Derrida y Foucault de la crítica posmoderna y los utilizaría al servicio de un proyecto gramsciano" (Mallon, 1995:116).

Fuentes
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2. 1.1.Fondo Testimonios: testimonios de Eusebia Martínez y Mariano Lobos
3. 1.2.Fondo Rankel: testimonios varios (existe una transcripción de 31 testimonios)
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