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Cuadernos del Sur. Historia

versão On-line ISSN 2362-2997

Cuad. Sur, Hist.  no.37 Bahía Blanca  2008

 

Historia, poder e identidad. En torno de la fecha fundacional de Punta Alta*

Gustavo Chalier1

1 Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur/Archivo Histórico Municipal de Punta Alta.E-mail: gmchalier@yahoo.com.ar

Resumen
La fecha fundacional de Punta Alta y su determinación, pone de manifiesto una suerte de abanico de lecturas que determinan su importancia como hecho identitario. Saber la fecha fundacional es un modo de averiguar los orígenes y de privilegiar un modo de contar la historia y de vislumbrar el pasado.
Como tal, este saber está consagrado a escoger, justificar y perpetuar los hechos de un segmento hegemónico de la sociedad. La historia actuaría de este modo como una fuente de legitimidad de esta porción de la sociedad que puede generar un discurso y validarlo. Estas imágenes fundacionales de los orígenes son, pues, constructos retóricos, pero necesarios para erigir la imagen que una sociedad posee de sí misma y de su pasado.
En ese sentido, la fecha de fundación, pone en evidencia que el poblado nace desde un principio en contraposición a Bahía Blanca, percibida como el otro. Otorga un sostén a la idea de otredad con la cercana ciudad de Bahía Blanca y del sentimiento de identidad que se vislumbra desde los orígenes mismos de la comunidad.

Palabras clave: Identidad; Historia Regional; Discursos y Poder

Abstract
Punta Alta foundational date and its determination, gives us several readings which determine its importance as an identity fact. Knowing the foundational date allows us to find out the origins and privilege how the story is told and know the past.
This knowledge chooses, justifies and perpetuates facts from a hegemonic segment of the society. History would act as a source of legitimacy from this society portion which can generate a speech and validate it. These foundational images of the origins are rethorical constructs, but completely necessary to build an image that society has of itself and its past.
In that sense, the foundational date evidences that the town is born, from the beginning, in opposition to Bahia Blanca, like "the other". It gives a support to the idea of otherness with the neighbor city of Bahia Blanca and the identity feeling which is foreseen from the origins of community.

Keywords: Identity; Regional History; Speechs and Power

Fecha de recepción: 19 de noviembre de 2008
Aceptado para su publicación: 25 de marzo de 2009

1.Introducción

La fecha fundacional de la ciudad de Punta Alta y su determinación, pone de manifiesto una suerte de abanico de lecturas que establecen su importancia como hecho que confiera identidad. Ella conmemora el 2 de julio de 1898, día en que se hincó el primer pilote en el cofferdam de la actual Base Naval de Puerto Belgrano, y que fue elegido como el del inicio de la localidad surgida a la vera del asentamiento militar: Punta Alta. Al carecer de acta fundacional, esta localidad hubo que establecer una fecha a partir de la cual contar la historia local. Porque saber la fecha fundacional es un modo de averiguar los orígenes y de privilegiar un modo de contar la historia y de vislumbrar el pasado. Si la historia es la manera en que nuestra civilización occidental elige relatar sus orígenes (en contraposición al mito), hace tiempo que este relato fue despojado de los atributos de verdad científica que tanto persiguieron los estudiosos positivistas a la manera de von Ranke y sus epígonos. El discurso de pretendida objetividad que detenta la historia, hoy está siendo minuciosamente desenmascarado. Es presentado como un género discursivo entre otros, que expresa determinada ideología. Como tal, está consagrado a escoger, justificar y perpetuar, como la épica de la Grecia homérica, los hechos de un segmento hegemónico de la sociedad (Flores, 2000). La historia actuaría de este modo como una fuente de legitimidad de la porción de esta sociedad que puede generar este discurso, validarlo y colarlo a través de los variados intersticios capilares. Estas imágenes fundacionales de los orígenes son, pues, constructos retóricos, pero necesarios para erigir la imagen que una sociedad posee de sí misma y de su pasado. Si tomamos el concepto de Benedict Anderson de imagined communities, (Anderson, 1991) que fue aplicado al contexto de la nación y lo extrapolamos al de ciudad, veremos que estas construcciones persiguen las mismas finalidades de dotar una clara identidad al grupo social, que de este modo se aviene a un proceso de "invención de la tradición"(Hobsbawn y Ranger, 2002). Estas tradiciones (y el relato que se haga de ellas) son decisivas para la cimentación de las identidades de cualquier tipo.

Así como la relación con los padres en los primeros años de vida es determinante en la construcción de la identidad grupal, las primeras vivencias y socializaciones culturales son cruciales para la construcción de identidades sociales, sean ellas étnicas, religiosas, regionales o nacionales.(Oliven, 2006: 232)

Es decir, la imagen que se tenga de los orígenes viene a condicionar la realidad presente y la concepción futura de una comunidad dada, a través de una serie de "mandatos" con los cuales se establece un diálogo con ese pasado: bien para tomarlo como modelo arquetípico a seguir, bien para rechazarlo, bien para cumplir con las variadas experiencias intermedias entre estos dos polos de aceptación-negación.

Las tradiciones se convierten en relatos a la hora de transmitirse, de hacerse cuerpo en palabras. Y estos relatos devienen relato mítico, tal como dice Roland Barthes: un discurso superador de antinomias que alisa la compleja superficie de la historia para dejarla transitable -sin dificultades ni tropiezos, "libre de ripios" como diría Horacio Quiroga- por las nuevas generaciones.

El mito no niega las cosas, su función, por el contrario, es hablar de ellas; simplemente las purifica, las vuelve inocentes, las funda como naturaleza y eternidad, les confiere una claridad que no es la de la explicación, sino de la comprobación: si compruebo la imperialidad francesa sin explicarla, estoy a un paso de encontrarla natural, que cae por su peso; me quedo tranquilo. Al pasar de la historia a la naturaleza, el mito efectúa una economía: consigue abolir la complejidad de los actos humanos, les otorga la simplicidad de las esencias, suprime la dialéctica, cualquier superación que vaya más allá de lo visible inmediato, organiza un mundo sin contradicciones puesto que no tiene profundidad, un mundo desplegado en la evidencia, funda una claridad feliz: las cosas parecen significar por sí mismas. (Barthes, 1999:129).

El mito fundacional, su construcción y su transmisión, entonces, se convierte en la piedra de toque que permite develar un entramado de poder social que, al decir de Foucault, revela una capilaridad asombrosa metiéndose por cada intersticio del cuerpo social y otorgando una suerte de "mandato" ancestral. Porque el que es depositario de esa tradición primigenia, relata. Y relata porque sabe. O porque puede enunciar un saber estrechamente ligado a un poder que lo rebasa y del que es un representante.

Es pertinente, a esta altura, aclarar que de ninguna manera se adhiere al "giro lingüístico", tal como fue enunciado por Rorty, Austin y otros autores, esto es la mediación del lenguaje para construir la realidad tanto pasada como presente. No se trata de subsumir el pasado y su historia a un mero "juego del lenguaje" sino a colocar al relato como un constructo (re)producido a través de una serie de condicionantes de orden social e ideológico.

2. Acerca de Punta Alta

En la región conocida como Punta Alta, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX se desarrollaban tareas vinculadas con el ámbito rural, hasta que el gobierno dispuso, en la década de 1890, la creación de un Puerto Militar. El sitio elegido era el que, unos años antes, había establecido el capitán Félix Dufourq en base a profundos estudios hidrográficos y estratégicos. El ingeniero que realizó el proyecto y dirigió el gigantesco conjunto de obras fue Luigi Luiggi, italiano que había tenido una activa participación en construcciones similares de Europa. A raíz de los trabajos iniciados en 1897 se radicaron en la zona un gran número de obreros que se afincaron en proximidades a Arroyo Pareja (a unos tres kilómetros del centro del actual casco urbano) y al muelle allí construido para el abastecimiento de los obrajes. Recién con la llegada del Ferrocarril Sud en septiembre de 1898 como parte de la línea que nacía en Grünbein, y terminaba (con el nombre de Ferrocarril Estratégico) en las Baterías de defensa costera, el grueso de los obreros se trasladó al actual emplazamiento de la ciudad. La estación de trenes actuó como una especie de vórtice que terminó por absorber y congregar en su centro a todos los obreros. Y como tantas otras localidades argentinas que tuvieron más o menos el mismo origen, el pueblo que, espontáneamente surgió a la vera de las vías, tomó el nombre de la estación ferroviaria, que a su vez lo tomó del paraje: Punta Alta.

Las primeras casillas que se construyeron cerca de las vías y de la estación dieron origen a un centro urbano que creció de golpe, a la manera de un hongo: de los 790 habitantes contabilizados en 1901 se pasó a 7500 en 1906, a 9626 en 1914 y a 12903 en 1930 (Bróndolo y Bazán, 2001: 101). Evidentemente no fueron todos obreros estos habitantes que se precipitaron sobre Punta Alta. Muchos eran extranjeros -italianos, españoles, centroeuropeos- que, impelidos por una intensa aura sacra fames emigraron dos veces: una, de sus respectivas tierras natales a la Argentina; y otra, una vez establecidos, hacia Punta Alta, cuyo futuro se antojaba promisorio. Las inversiones privadas eran de tal importancia que equiparaban al capital estatal colocado en la Base Naval: la compañía británica Ferrocarril Sud unía a Punta Alta con su vasta red desde fines de 1898; el Ferrocarril Rosario Puerto Belgrano, de capital francés, la unía con el puerto santafesino desde 1910 y, a partir de 1922, extendió un ramal hacia Bahía Blanca. Finalmente, estaba el Puerto Comercial sito en Arroyo Pareja, también de capitales galos que, si bien lejos de cumplir el proyecto original de constituirse en el puerto cerealero más grande de América del Sur, contaba en la década de 1920 con una gran actividad.

3. Identidad y autonomía comunal

Si la fecha fundacional marca de por sí el establecimiento de un hecho de identidad, la demarcación de una frontera temporal que separa un nosotros de los otros, la idea se refuerza al vincularla con la de autonomía comunal, que empieza a perfilarse apenas se consolidó la trama urbana de la ciudad. En efecto, el territorio donde se halla Punta Alta fue, hasta 1945, parte del partido de Bahía Blanca, de cuya ciudad cabecera dista unos 27 kilómetros.

En un suelto publicado a principios de 1899, cuando aún estaba construyéndose la Base y las primeras casas puntaltenses aparecían en el horizonte, se lee una curiosa crónica:

Cosas de Punta Alta. Un estado aparte

Algo extraño es lo que pasa con la organización política, podemos decir, de la zona de Punta Alta.

Todos los moradores de aquí, grandes y chicos, ricos y pobres, se creen con derecho a mirar como á intrusos á todos los que tienen necesidad de llegar por cualquier causa, á la zona de Punta Alta.

El comercio establecido allí se niega á pagar derechos é impuestos municipales; los abastecedores, á abonar derechos de tablada, etc.

Y como si esto fuera poco, hasta se niega la entrada á delegados del gobierno municipal, por creérselas que no tienen velas en ese entierro.

Y hay más todavía. Se prohibe el acceso á la estación de carruajes y carros que no sean de una determinada empresa que ha monopolizado el comercio de transportes, no sabemos con qué derecho.

De suerte que el pasajero que llegue allí con carga tiene que salir con ésta al hombro hasta unos 300 metros y recién usar de sus propios elementos, carros ó carruajes para transportar su carga y su propia humanidad al término del viaje.

Y para colmo de todos estos males, hasta se han comenzado a dictar órdenes de destierro.

Hace varios días se presentó en Punta Alta un vendedor de diarios, revistas, billetes de lotería, lápices, etc., y un particular-que no sabemos qué pito de diplomático tocará en esa republiqueta tomó preso al honrado vendedor.

Después de unas horas de capacha ó secuestro, no sabemos cuál de los dos nombres será más oportuno, se lo puso en libertad como condición de "que no debía pisar más Punta Alta".

Pero el hombre en cuestión, el vendedor, que cree que la libertad civil, política, económica, etc. no son un mito tuvo la ocurrencia de volver á los tres días posteriores.

Más bien no lo hubiera hecho...

En cuanto puso el pié en el andén de la estación se dio con el personaje de sus aventuras y zás! Lo metió preso otra vez.

Y lo tuvo 24 horas!

Ahora preguntamos nosotros, con qué razón se ha procedido á tal prisión y en un terreno público como es la estación?

Aceptamos que se prohiba la entrada á la zona donde se practican las obras del Puerto Militar, que se establezca vijilancia y se haga salir á los intrusos que vayan á meterse dentro de esa zona, pero no que se mortifique á los transeúntes, comerciantes y viajeros en la forma que dejamos expuestos [sic]. (La Nueva Provincia, 10 de febrero de 1899: 1)

"Intrusos", "estado aparte", "republiqueta", desacato a las autoridades municipales; son todos elementos que denotan un sentimiento temprano de diferenciación (desde lo semántico y desde la acción) de Bahía Blanca. Tenemos, pues, que muy temprano en su historia, la comunidad puntaltense desarrolló lo que algunos psicólogos sociales llaman un self propio y particular, con una conciencia clara de constituir un endogrupo (Valera y Pol, 1994) que actúa y se reafirma por oposición a un exogrupo (los bahienses) con los cuales no se sienten identificados.

Esta idea de alteridad se va consolidando con el correr de los años y en fecha tan temprana como 1908, cuando se constituyó en la ciudad la primera comisión pro autonomía, aunque anteriormente ya hubo un movimiento vecinal para tal fin, en 1905. Tras varias entidades que van cambiando su nombre e integrantes, en 1925 la sociedad de Fomento designó una comisión que haría ante las autoridades pertinentes, la tramitación de la independencia puntaltense.

4. De cómo se construye una fecha

Fue en este contexto en que la designación de la fecha de fundación de la ciudad adquirió su verdadera dimensión.

Si bien antes habían existido algunas iniciativas referidas al tema, sobre todo a partir de la inquietud del periodismo local (como el semanario La Semana, de 1922), un hecho puntual gravitó decididamente en el accionar de los miembros de la Sociedad de Fomento en 1928 y fue la conmemoración, el 11 de abril, del primer centenario de la fundación de la ciudad de Bahía Blanca.

Juan Migone, presidente de la Sociedad de Fomento, expresó en la reunión del 6 de abril de ese año: "...que la Comisión Pro Fiestas [del Centenario de Bahía Blanca] se va à gastar 100.000 pesos, de los que Punta Alta debe también abonar y sin ningún recuerdo que conmemorar en dicha fecha. Que por esas razones y ante las circunstancias del caso, insiste en que el pueblo debe protestar." 2

La referida suma representaba poco menos que la totalidad de la recaudación municipal anual de la Delegación local y se era consciente, además, del aporte tributario del pueblo en la reunión de aquel monto y de las eternas deficiencias edilicias padecidas por el vecindario y los reclamos no escuchados. Además, Migone dejó en claro que nada tenía que ver Punta Alta con el 11 de abril, que era un festejo que se sentía ajeno y que sería pagado, en definitiva, por quienes no tenían ninguna cosa por celebrar.

Pocos días después, a raíz de un artículo publicado por Pedro Varela en la Revista Punta Alta3 referido a la fundación de la localidad, el secretario de la Sociedad de Fomento Juan Yulita, "cree haber llegado la oportunidad de encarar una encuesta para poder determinar la fecha exacta o más exacta"4 de fundación de la ciudad.

Por tanto, se empezó a recabar datos mediante el envío de sendas notas a los organismos pertinentes: se solicitaron datos sobre la fecha de fundación del Puerto Militar y se demandó al Ferrocarril Sud la fecha de habilitación de la línea o llegada del primer convoy. Estos datos ilustran el hecho que aún no había opinión unánime con respecto al origen de Punta Alta como atado al de la Base Naval y se permitía pensar en un pasado ligado a, por ejemplo, el ferrocarril, con toda la ideología de progreso al que aún estaba asociado.

En la reunión del 8 de junio, el secretario de la Sociedad de Fomento, José M. Rodríguez, propuso la formación de una comisión ad hoc para que reúna todos los datos de fundación de Punta Alta y puedan estar listos para la Asamblea Popular que se iba a reunir para dar apoyo a la tarea de la Sociedad de Fomento y para dar a conocer las gestiones a favor de la autonomía municipal. Esta comisión quedó integrada por Juan Yulita, Ángel Prieto y el mismo Rodríguez. Colaboró también en ella José P. Varela, por entonces concejal. Finalmente el 22 de julio de 1928 tuvo lugar la Asamblea Popular, a la que asistieron alrededor de 280 personas, y se procedió a tratar el tema. Luego de considerar varias fechas, pidieron su opinión a Varela. Él hizo una presentación casi histriónica, según consta en el Libro de Actas de la Sociedad de Fomento, único testimonio que nos ha quedado de los detalles de la reunión.

El señor Varela, leyó una serie de apuntes ye historió sucintamente los primeros albores de este pueblo, dando nombres de los primeros pobladores y haciendo [conocer (?)] distintas fechas las que figuran en los archivos oficiales. Y manifestó que a su modo de ver e interpretar las cosas la fecha de nacimiento es aquella el primer jalón en aras del progreso dando forma definitiva a la Consagración de la constitución del puerto militar, el primero en Sud América y así hacía indicación que se tome como fecha el 2 de julio del año 1898, por ser en este día cuando se clavó el primer pilote en la Construcción del Puerto Militar.5.

Seguidamente Migone sometió a votación la propuesta de Varela y ésta fue aceptada por unanimidad. En los meses siguientes el mismo Varela, como ya se dijo, concejal del bloque del Partido Demócrata Nacional, se encargó de oficializarla, presentando a tal efecto un proyecto de ordenanza que fue aprobada sin modificaciones. La misma fue concebida en los siguientes términos:

Bahía Blanca, octubre 15 de 1928._El Honorable Concejo Deliberante, en uso de sus facultades, resuelve:

Art. 1°- Reconócese como fecha oficial de la fundación del pueblo de Punta Alta, el 2 de Julio de 1898.

Art. 2°- Desígnase con el nombre de 2 de Julio a la calle cortada que existe en el pueblo de Punta Alta, entre las de Irigoyen y Urquiza6.

Tal vez sea interesante señalar el silencio de la prensa bahiense sobre el mitin y la iniciativa de la Sociedad de Fomento. Y significativo el apoyo que desde La Nueva Comuna se hizo de la fecha. Este medio de prensa, cuyo nombre era una petición de principios sobre el ideario que sustentaba, era dirigido por Estanislao L. Boffi, un conspicuo miembro del partido conservador local y socio de Varela. Además, era miembro de varias instituciones que lo tuvieron, ya como presidente, ya como miembro de comisión.

5. La voz autorizada o la apropiación del relato de los orígenes

¿Quién era este Varela que con tanta autoridad escribió sobre los primeros años de Punta Alta? ¿Por qué su palabra obró como una suerte de oráculo en la reunión del 22 de julio de 1928?

Martillero, concejal conservador, había nacido en Montevideo en 1875, pero desde niño se trasladó a Buenos Aires. Desde su adolescencia fue telegrafista en el Correo y a principios de 1896 fue designado por el Estado Mayor de la Armada para tender la línea telegráfica militar que comunicaría Arroyo Pareja, a unos tres kilómetros de Punta Alta, con Buenos Aires. A mediados de mayo de ese año fue nombrado encargado de la oficina que se erigía en la llamada Isla Cantarelli, en la margen sur del arroyo. Esta llegada tan temprana a la región (antes incluso que se celebraran los primeros trabajos en el Puerto Militar), lo hizo testigo presencial del nacimiento y de buena parte del desarrollo de la ciudad. Era fama que en esos días liminares el mismo Luiggi lo había proclamado "Primer poblador efectivo de Puerto Belgrano". Facta aut licta? No se sabe porque no se hallaron, hasta donde se sabe, pruebas documentales que avalen tal aserto que Varela esgrimía con orgullo. Esta proclamación bien pudo haber sido un exabrupto del ingeniero italiano, que parecía poseer un carácter propenso a ese tipo de expresiones exaltadas. Véase sino, este fragmento de una carta escrita a su esposa por el Capitán Félix Dufourq:
La primera entrevista con Luiggi ha sido afectuosa y entusiasta, porque a cada rato me apretaba las manos, me abrazaba, me decía que yo era su hombre 'precioso' [...] A medida que yo le hablaba, el hombre no salía se su azoramiento; me decía que nos íbamos a entender, que yo era el 'apóstol' de Bahía Blanca [...] Loquito el pobre gringo. (Oyarzábal, 1999: 39 y 40)

Luego de cumplir funciones de jefatura de telégrafos en Punta Alta, en 1903 solicitó la baja del estado militar. A partir de allí se desempeñó como ecónomo del Hospital Naval, hasta su jubilación en 1927. Pronto llegó a escalar posiciones en el ámbito social. Desarrolló una intensa actividad tanto comercial como social. Fue uno de los primeros rematadores de la localidad, en sociedad con Estanislao L. Boffi. También integró y presidió varias asociaciones. Masón, fue miembro de la Logia Bernardo Monteagudo y ayudó a fundar la Logia Zola-Dreyfus. Militante del Partido Conservador, fue concejal a fines de los años '20.7

Toda esta actividad lo convirtió en una figura destacada y (re)conocida dentro del panorama social de la pequeña población. A todo esto se le debe sumar el hecho de haber llegado a Punta Alta antes de la urbanización, para convertirlo en un referente insoslayable a la hora de aportar datos sobre el pasado.

Esta circunstancia lo tornó en la figura rectora que toda publicación convocaba cuando era menester realizar una reseña de los años iniciales de la población.

Así, el relato de Varela se torna fundante (lo que fue llamado por Dominique Mainguenau y Frédéric Cossutta: discours constituents8) y él mismo se erige voz autorizada en lo atinente al pasado puntaltense, es decir en un "enunciador consagrado", según la terminología de ambos investigadores franceses.

La ligazón entre poder y memoria es evidente: el que recuerda, tiene poder y el poder mismo se basa en esta capacidad de recordar. Como bien dice Juan Sisinio Pérez Garzón:
Si el proceso de elaboración de memoria en una sociedad se basa en un mecanismo de reconstrucción, resultaba inevitable que la historia concitase el interés de los poderes existentes en la sociedad. Es comprobable, en efecto, el interés de todo poder por controlar la creación de su propia memoria, se trate de un Estado, de una institución o de un equipo de fútbol. Quien tiene el poder del relato y del discurso, y en las sociedades con escritura el poder del alfabeto, es quien monopoliza la voz que crea memoria. Se trata de un poder relacionado con el poder político, o que incluso es parte del mismo poder político. (Pérez Garzón, 2005: 698)

La consagración, su lugar en tanto productor de discurso que le asignó parte de la sociedad puntaltense, entonces, estaba mediada en el prestigio social y en la misma condición de ser uno de los primeros pobladores del paraje.

Varela historiza la (su) memoria y como tal la vuelve patrimonio colectivo. Nos brinda así una mirada sesgada del pasado, su mirada que deviene objetiva al constituirse en historia, esto es, en relato verídico de los hechos pasados, tal como se la pensaba en ese entonces. Y desde éste, su relato, también legitima su condición de primer poblador, al hacer de su llegada anterior a la fundación de la ciudad.

6. Si hay fundación, debe haber fundador

Una vez establecida la fecha del 2 de julio como la de la fundación de la ciudad, es menester buscar al autor de la magna empresa. En este caso, no fue necesario una búsqueda demasiado concienzuda, porque el nombre del fundador estaba prácticamente a la mano: el ingeniero Luiggi, responsable de la construcción de la Base Naval como ya quedó dicho.

Es interesante ver el proceso de construcción del fundador, a través de La Nueva Comuna. En septiembre de 1928 y luego de una ausencia de más de veinte años, el ingeniero Luiggi llegó al país en visita privada. Obviamente, pasó por Bahía Blanca y Punta Alta, teatro de su acción en el país.

Con tal motivo, La Nueva Comuna publicó una serie de artículos recordando a los desprevenidos la personalidad y el accionar del italiano. De tono laudatorio, se habla de los lazos de amistad que unen al ingeniero con antiguos vecinos y operarios de Punta Alta y la Base Naval (La Nueva Comuna, 14 de septiembre de 1928:1). Lo interesante es que ninguno de estos artículos, todos posteriores en pocos días a la asamblea que declaró el 2 de julio como fecha liminar de la ciudad, lo mencionaba como fundador de Punta Alta.

Tenemos que esperar un par de años para encontrar una mención a Luiggi como el fundador de la ciudad. En el Álbum-Revista Punta Alta, Ayer y Hoy de 1931 "editado con motivo del 33 aniversario de la fundación de Punta Alta", según se explicita en la portada, aparece un retrato de Luiggi con la leyenda: "Homenaje al fundador Ingeniero don Luis Luiggi". Y dentro del mismo recuadro, una justificación del aserto de más arriba: "Proyectó, cimentó y la historia lo puede declarar con justicia y honor, fundador de un nuevo pueblo que no estaba escrito, pero sí latente en la realización de las obras realizadas." (Álbum-Revista Punta Alta, Ayer y Hoy, 1931:2)9.

Una década después se editó el Gran Álbum de Punta Alta, que, más allá de las publicidades comerciales que posee como todas las publicaciones de este tipo, constituye la mejor y más completa labor de rastreo historiográfico realizado hasta entonces. Pese a que la obra estuvo dirigida por Boffi, se advierte allí la mano de Antonio Crespi Valls, director de la editorial y aficionado a los estudios históricos10. Allí distingue de entrada entre el "precursor" (el capitán Dufourq) y el "ejecutor" (el ingeniero Luiggi). Y seguidamente expresa: "Cabe pues, al ingeniero Luis Luiggi la prioridad en la ejecución del puerto. En consecuencia a él le corresponde en justicia el título de fundador real de Punta Alta, que nació al conjuro de las obras de la base".

Empero seguidamente, atempera la afirmación, al decir (noblesse obligue): "Sin embargo, el ingeniero Luiggi no creía en la formación de una población civil importante cerca del puerto militar y así lo confesó a algunos antiguos pobladores."

Uno de los mayores interrogantes que plantean estos temas es la figura de Dufourq dentro del imaginario social de la época. ¿Por qué no se pensó en él a la hora de pensar en un fundador? Pergaminos no le faltaban: argentino, marino, hombre de mundo. Pero su nombre estuvo rodeado de ominoso silencio por parte de la Armada sobre todo hasta mediados del siglo XX. Tal vez no se le haya perdonado que, en su categoría de oficial joven, haya sido escuchado por las autoridades a la hora de marcar el sitio de construcción de la Base Naval, contrariando la idea de sus superiores. En todo caso, parecen reveladoras las palabras amargas que le escribió a su esposa, con motivo de una demostración organizada en su honor por varios vecinos de Bahía Blanca: "¿No te parece que esto llena de satisfacción, mucho más en momentos en que todos quieren olvidarme para apropiarse de ideas que no han tenido? (...) Pocos, muy pocos son mis amigos en Bahía Blanca..." (Oryazábal, 1999: 243)

7. Otras voces

La voz de Varela se oyó clara en el salón de La Marina ese julio de 1928, y los aplausos coronaron la alocución del hombre que había visto nacer a la ciudad. ¿Pero era él el único con derecho a pronunciarse? ¿Era el único que había estado en el lugar antes de la creación de la Base Naval?

El desierto que la historiografía tradicional nos muestra insistentemente, no era tal. Era, antes que nada, un desierto en el sentido que se le daba en el siglo XIX al término, esto es un sitio libre de la influencia de la civilización (que en ese entonces era, por antonomasia, la europea) (Gaggiotti, 1998).

Las llamadas "tribus amigas" de la Fortaleza Protectora Argentina (hoy Bahía Blanca) hacia 1870 se asentaron en terrenos fiscales linderos a lo que habría de ser luego Punta Alta otorgadas en recompensa por los sevicios prestados en la defensa del asentamiento militar. Los Ancalao tomaron posesión de las 5000 hectáreas en lo que es hoy ciudad Atlántida y Arroyo Pareja, mientras que los Linares se asentaron en las tierras que luego ocuparon las Baterías de costa de la Base Naval. Allí permanecieron hasta que comenzaron las obras del Puerto Militar, cuando fueron desalojados sin reparos. No obstante, un miembro de los Ancalao siguió permaneciendo en las tierras que consideraba suyas. Se trataba de Fermín González Ancalao, luego conocido simplemente como "el indio Fermín".

Hacia el año 1900 se instaló en las tierras que hoy conforman la llamada isla Cantarelli, hasta que en 1916 comenzó a trabajar en la Base Naval como obrero de la División Talleres. Se mudó al pueblo y dejó como encargado a un tal Viola, desalojado por la fuerza pública y por orden judicial en 1938 ya que las tierras fueron entregadas a Marcio Cantarelli, quien dijo haberlas adquirido hacia 1926. Comenzaba un largo litigio por las tierras. Desde entonces Fermín trató de reconquistar por todos los medios sus propiedades dirigiéndose por carta al presidente Edelmiro J. Farrell. A pesar de los testimonios y documentos presentados, Fermín no logró recuperar sus posesiones. Vivió su vida trabajando en los talleres de la Base Naval, hasta que en 1941 se retiró. "Soy el primer indio jubilado de la Base" decía orgulloso Fermín, cuyo único privilegio había sido poder ingresar a caballo al complejo naval. Ya ciego y anciano, falleció el 18 de mayo de 1959. Nadie, que se sepa, consultó a Fermín Ancalao sobre el hecho fundacional ni por los años previos, del que guardaba sin duda recuerdos personales y relatos familiares.

Tampoco se consultó a los muchos obreros que ayudaron a construir la Base Naval, y que aún eran memoria viva de los sucesos que vieron nacer al pueblo. Faltan estudios sobre la situación del proletariado puntaltense en el siglo XX, pero el sentido común indica que su conformación no escapaba a los lineamientos generales del país: extranjeros y profundamente ideologizados, estaban agrupados en seccionales locales de gremios históricamente combativos: La Fraternidad o la Sociedad de Obreros Navales. Algunos hechos dan la pauta del número, la capacidad organizativa y las ideologías del movimiento obrero de Punta Alta: en 1909, cuatrocientos vecinos solicitaron al Concejo Deliberante de Bahía Blanca el cambio de nombre de la Avenida Colón por el de Francisco Ferrer y Guardia, famoso pedagogo libertario catalán, fusilado en esos días en España; en la década de 1920, se editaba un periódico socialista, El Yunque, y además en el Colegio Sarmiento, vinculado a ese partido, ejerció la docencia el vasco Ricardo Zabalza Elorga, quien posteriormente fuera un destacado dirigente republicano español y fusilado en 1940.

Las voces que no se escuchan, las que pertenecen a los "mudos protagonistas de la historia", son por demás significativas: los que carecen de poder (los indígenas, los obreros), no tienen voz o esta voz no es oída ni tenida en cuenta. En definitiva, en la tribuna, solamente habla quien detenta el derecho de hablar y de ser escuchado.

A modo de conclusiones

Nacida en el seno del partido de Bahía Blanca en los años finales del siglo XIX, Punta Alta manifestó prontamente las ansias de autogobierno, que iba a lograr recién en 1945. En ese sentido, la fecha de fundación, pone en evidencia que el poblado nace desde un principio en contraposición a Bahía Blanca, percibida como el otro: se afirma, pues, la diferencia con el otro desde el nosotros. Otorga un cierto sostén a la idea de otredad con la cercana ciudad de Bahía Blanca y del sentimiento de alteridad que se vislumbra desde los orígenes mismos de la comunidad. Punta Alta, parece decirnos el relato, no es alumbrada por el ferrocarril ni por el Puerto (la tan mentada segunda fundación bahiense), ni es hija del capital inglés; Punta Alta es originada por la Base Naval, por el capital del Estado y por las necesidades de Defensa Nacional11.

La historia problematiza el presente y el futuro. Los vuelve problema pero, a la vez, los soluciona y los resuelve, pues aporta las herramientas para pensarlos desde ese mismo pasado. Y si la memoria alude al pasado, hace pie en la realidad pretérita, la historia necesariamente alude al presente y al futuro, está íntimamente relacionada con los interrogantes del hoy y del mañana. En ese sentido, se parece a una flecha que construye el blanco al que se dirige.

El relato fundacional de Punta Alta impone asimismo una visión de la historia que era común a comienzos del siglo XX y funcional a ciertos grupos hegemónicos.

Por el otro, encubre una vasta disputa ideológica, de largos alcances. Se refuerza la imagen del desierto primigenio (el desierto sarmientino, como oposición a civilización). A la vez, se afianza la concepción de la Armada como elemento que contribuyó al poblamiento, esto es, al Progreso y la Civilización. Asimismo vigoriza el vínculo entre la población civil de Punta Alta y la Base Naval de Puerto Belgrano, al hacer la historia de aquella tributaria de la primera. La fecha fundacional viene a confirmar y ratificar ese pasado.

Notas
* La presente comunicación se ha realizado en el marco del proyecto "Bahía Blanca: poder, representaciones y proceso de construcción de la identidad urbana", dirigido por la Mg. Fabiana Tolcachier y co-dirigido por la Lic. Mirian Cinquegrani, desarrollado en el Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca, Argentina). Un resumen, con el título "2 de julio: la fecha fundacional de Punta Alta o el pasado prefigurado desde el poder", fue presentado en el XI Congreso SOLAR que organizó la Universidad Nacional Autónoma de México y la U.N.S y que fue desarrollado en Bahía Blanca en noviembre de 2008.
2 Sociedad de Fomento de Punta Alta, Libro de Actas, acta N° 13, 6 de abril de 1928, folio 141 (el subrayado es mío)
3 Cfr.: "Apuntes del natural: Cómo surgió el pueblo que le llamamos Punta Alta", en la Revista Punta Alta, número único, 11 de abril de 1928. El artículo, pese a ser firmado por "Uno de los primeros obreros", era vox populi de la autoría de Varela.
4 Sociedad de Fomento de Punta Alta, Libro de Actas, acta N° 15, 20 de abril de 1928, folio 145
5 Sociedad de Fomento de Punta Alta, Libro de Actas, acta N° 27, 22 de julio de 1928, folio 166
6 Una vez obtenida la autonomía de Punta Alta y creado el Partido de Coronel de Marina Leonardo Rosales, el Concejo Deliberante rosaleño ratificó la fecha fundacional mediante la ordenanza N° 252: "Coronel Rosales, 24 de junio de 1955. El Honorable Concejo Deliberante en uso de sus facultades resuelve: Art. 1°- Declárase fecha de la fundación de la ciudad de Punta Alta, el día 2 de julio. Art. 2°- Solicitar al Poder Ejecutivo ante el P. Legislativo Provincial, la sanción de una Ley que establezca el feriado conmemorativo a dicha fecha en el Partido de Coronel de Marina Leonardo Rosales. Art. 3°- De forma."
7 Existen varios esbozos biográficos de Varela que aparecieron en los diferentes álbumes conmemorativos que se editaron en Punta Alta en las primeras décadas del siglo y algunos de los cuales se nombran en la bibliografía.
8 "Les discours constituents mettent en ceuvre une même fonction dans la production symbolique d'une société, une function que nous porrions dire d'archéion (...) L'archéion associé ainsi intimementle travail de fondationdans et par le discours, la déterminationde un lieu associé à un corpsd'enonciateurs consacrés et une élaboration de la mémoire (Mainguenau y Cossuta, 1995: 112-113)
9 Subrayado mío.
10 Crespi Valls, mallorquín residente en Bahía Blanca, fue periodista, coleccionista e primer director del Museo y Archivo Histórico Municipal de Bahía Blanca entre 1951 y su muerte en 1959. (Pupio,2005)
11 ¿Es baladí anotar que, durante la década de 1990, se celebró en Punta Alta la llamada "Fiesta de la Soberanía Nacional" (FISNA)? Hecha a imagen y semejanza de otras ferias que celebran la producción en ciudades y pueblos argentinos (Fiesta del Trigo, Fiesta del Ajo, Fiesta del Mar, Fiesta del Ternero, etc.), incluía recitales de música, stands comerciales y elección de la Reina)

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