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Revista Universitaria de Geografía

versión On-line ISSN 1852-4265

Rev. Univ. geogr. vol.20 no.1 Bahía Blanca  2011

 

Persistencias y transformaciones del sector algodonero tradicional en la provincia del Chaco en la Argentina

Cristina Valenzuela* - Oscar Mari** - Ángel Scavo***

* Investigadora Independiente. CONICET-UNNE. cvalenzu@bib.unne.edu.ar
** Investigador Independiente. CONICET-UNNE. omari@bib.unne.edu.ar
*** Becario Doctoral - CONICET.angelscavo1981@yahoo.com.ar

Resumen
El artículo indaga en las transformaciones del sector algodonero tradicional en la provincia del Chaco en la Argentina. Este examen apunta a exponer la incidencia socioeconómica y cultural de la actividad algodonera en el área de estudio y los esfuerzos de las políticas públicas para la reactivación de la misma ante su declinación a fines de la década del noventa y la expansión acelerada de otras orientaciones agrícolas. Para ello analiza la evolución de esta producción desde principios del siglo XX, hasta la profunda crisis que registró entre 1998 y 2008, año en que la suba de las cotizaciones internacionales del textil determinó su lento resurgimiento. El tipo de investigación es empírico-cualitativo; con una estrategia metodológica sustentada en entrevistas semi-estructuradas a informantes calificados1 y análisis de fuentes secundarias (estadística, documental y censal).

Palabras claves: Algodón; Agricultura familiar; Chaco (Argentina).

Persistence and Transformation of Traditional Cotton Producing Areas in Chaco Province, Argentina

Abstract
This paper studies the transformations of the traditional cotton-producing sector in Chaco Province, Argentina, and attempts to expose the socioeconomic and cultural incidence of cotton production in the area of study as well as the efforts of public policies in order to recover this activity after the decline shown by the end of the '90s and the accelerated expansion of other agricultural practices. Thus, we analyze the evolution of cotton production from the beginning of the 20th century up to the deep crisis suffered between 1998 and 2008. In 2008, the rise in international prices for this commodity determined a slow recovery for the sector. This is an empirical-qualitative research with a methodological strategy based on semi-structured interviews and qualified informants2 as well as the analysis of secondary statistical, documentary, and census sources.

Key Words: Cotton; Family agriculture; Chaco (Argentina).

Introducción

El área de estudio involucra a una jurisdicción del Nordeste de la Argentina, que podría caracterizarse en una primera instancia por su situación marginal y periférica a los principales circuitos económicos del país, y por la extrema especificidad de su especialización primaria. En este territorio, la producción agrícola algodonera de secano se difundió desde la segunda década del siglo XX en explotaciones familiares de 20 a 30 hectáreas.

En el Chaco el algodón fue el cultivo por excelencia de los pequeños y medianos3 productores desde 1920. A escala nacional, la provincia aportó históricamente entre un 70 % y un 85 % del total producido. A fines de siglo XX, la actividad transitó una serie de problemas que determinaron la crisis del modelo algodonero tradicional. A pesar de ello, ciertos estratos mantuvieron sus modalidades tradicionales de manejo, sobreviviendo merced a prácticas culturales y hábitos históricamente sustentados por una consideración estatal diferencial. (Valenzuela, 2006).

Partiendo de esa realidad, el trabajo se propone exponer sucintamente los procesos que sustentaron la consolidación de una identidad productiva asociada al cultivo de algodón, en el marco de la profunda reestructuración que afectó al sector agrícola y que puso en riesgo la permanencia productiva de pequeños y medianos agricultores familiares en esa actividad. Para ello examina el devenir de las prácticas (individuales, colectivas, políticas e institucionales) que contribuyeron a erigir y sostener la actividad, los problemas que la afectaron y las acciones de índole política que posibilitaron su resurgimiento reciente.

La metodología de investigación combinó técnicas cuantitativas y cualitativas y la utilización de fuentes primarias y secundarias. La estrategia metodológica se sustentó combinadamente en la indagación documental y estadística de archivo y en la observación en campo y el desarrollo de entrevistas semi-estructuradas a informantes clave.

Se entrevistaron en diez oportunidades a cinco familias de productores/as de las Colonias Agrícolas del Lote 33 Pampa Napenay y Lote 1 Colonia José Mármol (La Montenegrina) ambas colonias cercanas a la localidad de Sáenz Peña, segunda ciudad del Chaco y Capital Nacional del algodón y a tres familias de productores de la localidad de Charata, en el sudoeste provincial. Las entrevistas en profundidad4 a los productores fueron efectuadas en los meses de junio, julio y diciembre de 2007 y febrero, julio y diciembre de 2008, septiembre de 2009, julio de 2010, julio de 2011 y febrero de 2012. Esta reiteración combinó preguntas ya realizadas con nuevos interrogantes sobre cuestiones relativas a la producción algodonera y a las vivencias personales en torno de la misma y a la variación de las perspectivas y percepciones sobre la misma en el transcurso de esos años.

La evolución del sector agropecuario en el área de estudio

El Chaco es una provincia con una organización económica relativamente reciente en comparación con el resto del país. Su estructura económica se apoya en el sector primario y se caracteriza por una reducida diversificación de la producción. La organización económica provincial puede explicarse históricamente a partir de un esquema productivo originado por impulsos o demandas extraterritoriales que permaneció sin grandes modificaciones en el siglo XX y le permitió al territorio insertarse en el cuadro agroproductivo nacional con una originalidad necesaria en el marco de la primacía cerealera y ganadera de la pampa húmeda.

La provincia se distingue a nivel nacional por su especialización en la producción algodonera de secano, la explotación forestal de especies nativas de madera dura y la ganadería vacuna de cría, así como en los procesos industriales centrados en las primeras fases de transformación de estas materias primas de origen local.

El Chaco tuvo en el siglo XX tres ciclos productivos: un primer ciclo entre 1878 a 1930 que se basó en la explotación del quebracho colorado para la obtención de rollizos y extracto (tanino) para exportación. Un segundo ciclo desde 1930 que continua hasta la actualidad apoyado en el cultivo del algodón y un tercer ciclo a partir de 1960 que se originó con las sucesivas crisis del textil y generó una relativa diversificación de la base productiva agrícola (Bruniard, 1976). En este proceso, la ganadería vacuna extensiva se difundió como "destino secundario" del suelo.

El proceso de reparto de la tierra dio lugar a una estructura fundiaria que se distingue por el predominio de dos tamaños extremos: las explotaciones (forestales y ganaderas) de más de 2500 hectáreas (en el oriente y sur) y las explotaciones de menos de 200 hectáreas dedicadas a la agricultura (en núcleos configurados en el centro, en el noreste y suroeste). Esta concentración tuvo su origen en el proceso de reparto de la tierra pública a fines del siglo XIX y principios del siglo XX y ejerció posteriormente, efectos decisivos sobre el destino productivo del suelo chaqueño debido a que las pequeñas unidades agrícolas se fueron subdividiendo y acentuando su carácter minifundista y las grandes explotaciones permanecieron sin modificaciones importantes apoyadas en extensiones que cubrían holgadamente las necesidades de producción sin tener que recurrir a un manejo intensivo de las empresas (Valenzuela, 2006).

El algodón constituyó el elemento organizador del espacio interior en las primeras décadas de ese siglo y fue el pilar a partir del cual se construyó una orientación productiva que garantizó durante mucho tiempo la permanencia de las familias agrícolas en el medio rural. Bruniard (1976) precisa que si bien las iniciativas oficiales para propagar el cultivo de algodón en los Territorios de Chaco y Formosa comenzaron en 1904 con la distribución gratuita de semilla y folletos explicativos; la actividad no arraigaba por una serie de factores tales como la atracción de jornaleros que implicaba la explotación forestal-taninera. "Fue necesario llegar a la segunda y tercera década del siglo actual para que se dieran simultáneamente las condiciones que provocarían dos empujes iniciales sucesivos" (Bruniard, 1976: 63). El primero, puntualiza este autor, consistió en la coincidencia del aumento en los precios del algodón a partir de la Gran Guerra (1916) y el tendido de los ferrocarriles hacia el interior Chaco formoseño y el segundo, se apoyó en la disminución de la producción norteamericana del cultivo por un ataque del picudo (boll weevil) en 1922, que produjo un fuerte aumento internacional de precios y justificó el estímulo oficial a la actividad que contó para su expansión con la mano de obra intermitentemente desocupada de los obrajes, por la creciente crisis forestal. Estos factores confluyeron en la conformación de un paisaje agrario peculiar donde todo giraba en torno al algodón, cultivo que exhibía, en las pequeñas explotaciones de 15 hectáreas, una rentabilidad tres veces mayor a la del maíz, girasol o sorgo.

El apogeo del cultivo ocurrido entre la segunda mitad de la década de 1920 y la totalidad de la siguiente, generó un paisaje agrario muy peculiar donde todo giraba en torno al algodón. De este modo y en pocos años, el llamado "oro blanco" convirtió al Chaco en una de las jurisdicciones más prósperas de la Argentina y el principal productor a nivel nacional, identidad distintiva que preservaría a lo largo de varias décadas.

Entre 1920 y 1934 la población territoriana, se fue asentando progresivamente en las colonias agrícolas que se crearon a partir de 1921 en el centro y sudoeste de Chaco. El poblamiento masivo asociado a la expansión del ferrocarril llevó al Chaco a registrar el crecimiento poblacional más alto de todas las jurisdicciones argentinas entre 1920 y 1934, período en que la población pasó de 60.500 en 1920 a 314.000.

Mari (2008) analiza las iniciativas del poder público en la década de 1930 y resalta el empeño del gobernador del territorio del Chaco, José Castells por promover el "oro blanco" en el país. Su preocupación por mejorar los rendimientos y la calidad del algodón lo impulsó a acelerar la creación de la Junta Nacional del Algodón que tendría por objeto fomentar y controlar la actividad, lo cual se concretó en buena medida como resultado de sus diligencias.

Decía Castells en 1935:

"Según los resultados del último censo hay en el Chaco 12.559 agricultores de los cuales 8.454 ocupan campos fiscales con título provisorio; 729 con título definitivo, y sólo 2.100 son propietarios. Estos hombres proporcionan trabajo aproximadamente a 70.000 personas de aquí y de fuera del Territorio, solamente en las tareas de la cosecha y transporte del algodón...
Es indispensable hacer conocer este esfuerzo al resto de la República. Hay que evidenciar el trabajo realizado; hay que meter en la cabeza de todos los argentinos que el Chaco es tierra de progreso y civilización...

La tarea no es sencilla puesto que hasta ahora somos productores de materia prima solamente. Nuestro algodón es devorado por las hilanderías o se va al extranjero...

Por eso digo siempre que necesitamos que se subdivida y entregue expeditivamente la tierra pública para que se la trabaje. Necesitamos el fomento de la cooperación, y dinero para el mejoramiento de las semillas; queremos una atención permanente de la producción algodonera, y por eso hemos sugerido la creación de una Junta Algodonera Nacional...
Estas exposiciones, que debieran ser más frecuentes, son la oportunidad para mostrar nuestras cosas; Inculquemos el esfuerzo... Hay que sembrar más algodón; nos estamos durmiendo en los laureles. Este año la superficie sembrada aumentó aquí el 23,3%; en Santiago el 26%, y en Corrientes, un 53,1%, y allí no es como aquí. Aquí la tierra es toda fiscal..." (La Voz del Chaco. 20 de abril de 1935).

El amplio espectro de agentes que incluía el sector agrícola de este espacio, pudo mantenerse merced a una política de sostén indirecto ejercida por los gobiernos municipales, territorianos, y posteriormente provinciales, que sostuvieron al cultivo de algodón como el distintivo identitario generador de trabajo. En ese contexto, la pequeña propiedad caracterizó la ocupación del espacio fiscal del interior del Chaco, ya que se asignaron parcelas que promediaron entre 30 y 50 hectáreas, tamaño por entonces suficiente para explotaciones de tipo familiar.

En un medio natural difícil, la gran mayoría de los colonos tomó el pedazo de tierra que podía trabajar y en ese proceso quedó establecido el perfil del sector agrícola chaqueño, por la combinación de la escasez de tierra y la reducida capacidad económica de los ocupantes agrícolas, la cual limitó el área de instalación a la potencialidad del trabajo familiar. A mediados de la década del treinta como señala Mari:

"El período de cosecha algodonera implicaba para el Chaco, especialmente en las áreas ligadas a esta producción, una efervescencia económica y social difícilmente observable -al menos en esta época- en otras regiones del país. La frenética actividad, la circulación de dinero y el trajín humano otorgaban a pueblos y colonias la imagen de bulliciosas colmenas en las que transacciones, regateos y disputas, formaban parte de la postal" Mari (2007: 9-10).

Mari rescata la descripción de Guido Miranda (1955) de la situación en la localidad de Sáenz Peña:

"En tiempos de cosecha, la estación del ferrocarril se hacina de "cosecheros" santiagueños y correntinos, que acampan en la "playa" convertida en una bolsa de colocaciones, a cargo de colonos que tratan de obtener el concurso de los braceros y de llevarlos de inmediato a la chacra. Es pintoresca la disputa cuando escasea la mano de obra, entre los tratantes de parla tan difícil..." Mari (2007: 9-10).

Ello requería periódicamente la incorporación de fuertes contingentes de braceros para ser destinados a estas tareas, que por ejemplo para la campaña 1935-36, involucró a 129.639 personas5. La modalidad de captación de cosecheros consistía en la contratación de los mismos por parte de los colonos en la estación del ferrocarril a la cual arribaban los trabajadores. Dice un informe del año 1942:

"Una gran mayoría de "cosecheros" no tiene destino fijo, pero al trasladarse al Chaco, en todas las estaciones de ferrocarril -que es el medio más común para salir de su lugar de origen-, encuentran numerosos colonos que van en su busca", (García Mata y Franchelli, 1942: 13).

Una vez contratados, los cosecheros se desplazaban hacia el campo del "patrón" donde residirían con sus familias por el tiempo que durara la cosecha. En la explotación los cosecheros adquirían los alimentos que eran despachados por el productor y su familia. La "provista" o despacho de alimentos es uno de los recuerdos más vívidos de los productores.

La orientación de la actividad algodonera hacia un mercado interno en crecimiento caracterizó la fase expansiva de esta producción tan específica a mediados del siglo XX y su articulación como área proveedora de materia prima para la agroindustria. Colonos, braceros, comisionistas, acopiadores, desmotadores, industrializadores primarios, y proveedores de servicios, conformaron desde la década del treinta el conjunto de actores que generaron y sustentaron esta trama y consolidaron la tradición que generó este cultivo que se practica en la zona desde hace más de 100 años. En el discurso de las familias de productores algodoneros entrevistados se advierte la reiterada referencia a una identidad asociada al cultivo. "Somos algodoneros", "Hemos visto a nuestros abuelos arrodillados frente al cultivo", "En mi familia hace 60 años que somos algodoneros"6 son algunas de las múltiples y reiteradas respuestas a la pregunta de por qué cultiva algodón.

La expansión del algodón en el área de estudio

La superficie sembrada con algodón se fue incrementando con la incorporación de nuevas tierras en las décadas del treinta y cuarenta. Para 1935, señala Oscar Mari (1999), el algodón en el Chaco ocupaba a 12.559 agricultores y a otras 70.000 personas solamente en las tareas de la cosecha y transporte7.

Hacia la década del cincuenta comenzaron a advertirse los primeros síntomas de deterioro del proceso expansivo nacional, el cual se manifestó en la década del sesenta por la conjunción de una serie de factores desfavorables, entre los que Bruniard (1976) destaca la competencia de las fibras sintéticas y la saturación del mercado interno combinada con un sobredimensionado stock de arrastre. Al promediar esa década existían en la provincia del Chaco más de 100 desmotadoras y 13 fábricas de aceite. La producción nacional alcanzó los niveles del consumo de fibra de la industria textil -estabilizado en 110.000 toneladas anuales- y los consecuentes desequilibrios entre oferta y demanda redujeron considerablemente los precios. La caída casi vertical de la superficie cultivada, el cierre del 50 % de las desmotadoras y del 70 % de las aceiterías marcaron el comienzo de la etapa de emigración rural y de descenso de la actividad industrial asociada. Hacia 1960 la producción algodonera entró en una profunda crisis por la sobreoferta y disminución de los rendimientos medios. En esa década fueron primero el maíz y luego el sorgo granífero, las especies reemplazantes.

Entre 1976 y 1979/80, se registró una nueva expansión de la superficie sembrada con algodón. En ese período se comenzaron a sentir en el sector los efectos de la política económica nacional implementada que tuvo consecuencias negativas sobre la economía chaqueña. La retracción de la industria textil nacional ocasionó la caída de la demanda de la materia prima interna y aceleró el endeudamiento y la descapitalización del sector agropecuario, generando un mayor acaparamiento de tierras y un crecimiento desequilibrado en detrimento de los pequeños y medianos productores.

En los siete años siguientes ocurrió la segunda crisis algodonera por la caída de los precios internacionales y el aumento de los costos de los insumos. Aquí fue primeramente el girasol el reemplazante y luego el sorgo (que llegó a ocupar un 44 % de la superficie sembrada en 1982/83) y ambos combinados, cuando en 1986 la superficie sembrada con algodón registró la mínima histórica. El estancamiento se extendió a toda la década del ochenta, con una caída general de la producción agropecuaria.

En 1986 la superficie sembrada con algodón registró la mínima histórica, hasta ese entonces. A partir de allí se inició una recuperación tal que significó 10 años después (1996) la siembra récord del país, con más de 600.000 hectáreas, pero en el marco de la apertura externa, que desde 1991 cambió el eje y las modalidades de la producción y el modelo de determinación de precios

A partir de 1991, la apertura externa, la acelerada inserción de la economía en el flujo comercial y financiero internacional y la ausencia de regulación estatal implicó, en muchos casos, que el sector externo se convirtiera en el principal destino de la producción. En los casos en que la demanda interna siguió siendo el principal destino, el proceso de determinación de los precios de comercialización de todos los bienes quedó supeditado a la cotización de los mercados internacionales. El Estado dejó de intervenir en la fijación de precios mínimos o en su determinación indirecta, además de abstenerse de precisar pautas de comercialización. Las nuevas políticas y los aumentos de producción logrados no alcanzaron a todos los integrantes del sector agropecuario, favoreciendo, en términos generales, la concentración de la producción en unidades de mayor tamaño, mejor preparadas para obtener financiamiento y para incorporar tecnología.

Hasta ese entonces estos estratos de pequeños productores se habían "aferrado" al algodón como principal práctica agrícola, porque siempre las "rachas" de éxito disiparon los efectos de las crisis precedentes. El algodón siempre se impuso hasta fines de los noventa, por ser una especie altamente adaptable a condiciones naturales rigurosas y garantizar una mayor seguridad comparativa en la cosecha, en relación con otras especies potenciales y porque permitía obtener mayores niveles comparativos de ingreso por hectárea, aún cultivándolo en pequeñas extensiones (Valenzuela, 2006). Pero la conjunción del descenso marcado de los precios internacionales, la inundación extraordinaria de fines de 1998 y la posterior devaluación del real en Brasil, -hasta entonces principal destino de las exportaciones chaqueñas- generó una crisis muy grave del sector, entre fines de la década del noventa y mediados de la década siguiente. La gravedad de la situación obedeció a la magnitud del endeudamiento de pequeños y medianos productores y las deudas de las cooperativas; y las cosechas algodoneras -a partir de 1999-, fueron las peores en la historia del país. En ese contexto, los menores costos de implantación y la difusión de la siembra directa fueron los factores dominantes para la expansión de distintas variedades de soja en la provincia.

El mayor impacto de este proceso de crisis de la producción algodonera y difusión acelerada de la soja lo sintió el sector agrícola de pequeños (25 a 100 hectáreas) y medianos productores (de 101 a 200 hectáreas) que quedó altamente endeudado a fines de los noventa. El endeudamiento correspondiente a los créditos tomados con el Banco de la Nación Argentina, con acreedores privados, proveedores de insumos, acopiadores, obedeció a los buenos pronósticos que se habían trazado para el algodón a fines de la campaña 1996/97 (Valenzuela y Scavo, 2009).

Tabla I
Hectáreas sembradas con los principales
cultivos en la Provincia del Chaco


Fuentes:
1) República Argentina. Provincia del Chaco. Ministerio de Economía Obras y Servicios Públicos. Dirección de Estadística y Censos. El Chaco en Cifras. Números de 1970, 1978, 1983 y 84 y 1992, 1993, 1994, 1995, 1998, 2001, 2004, 2006 , 2007 y 2010. Resistencia
2) Estimaciones agrícolas.: http://siiap.sagyp.mecon.ar
3) Villalba, Bernardo Omar. (2009). Estadísticas Algodoneras. Provincia del Chaco. Ministerio de la Producción y Ambiente. Subsecretaría de Agricultura. Dirección de Algodón.

La reestructuración del cultivo algodonero en el Chaco

Desde 1998 en adelante se inició un proceso de reestructuración calificado por Aparicio como "...el ejemplo más dramático de las reestructuración de la agricultura argentina" (Aparicio, 2005: 210)8, que implicó primero un descenso muy marcado pasando de 712.000 hectáreas sembradas en la campaña 1997-98 a 85.000 en 2003/04 y luego un repunte moderado a 336.300 en la campaña 2009/10 en el marco de una crisis que profundizó el endeudamiento del sector de pequeños y medianos productores y el quiebre de las cooperativas (Valenzuela y Scavo, 2009).

El descenso de la producción algodonera chaqueña ocasionó la paralización y el desmantelamiento de un alto porcentaje de la infraestructura asociada al boom productivo de mediados de los noventa y obligó al país a importar fibra en 2003. La crisis dio lugar a iniciativas de reactivación del sector, las que implicaron tanto propuestas de refinanciación de deudas como la creación del Fondo compensador y la instauración de mecanismos provinciales para sostener el precio. Mientras tanto, la expansión de los nuevos modelos y estrategias diferenciadas de apropiación y uso del suelo asociados a eventos transgénicos (Soja RR y Algodón BT) y su paquete tecnológico de insumos y procesos, avanzaba con una lógica especulativa que imponía ciertos parámetros para mantenerse en el circuito productivo.

La evolución de la superficie sembrada con los dos principales cultivos del Chaco, se observa en la figura 1, donde se manifiesta la importancia creciente de la soja. Entre 2003 y 2010 la superficie provincial sembrada se mantuvo por encima de 1,2 millones de hectáreas de las cuales el promedio del 50 % lo representó la soja, con una media de 700.000 hectáreas sembradas en el Chaco. Es necesario señalar además que las cifras de las últimas ocho campañas evidencian la recuperación paulatina del algodón en el espacio provincial, con un aumento de 251.300 hectáreas.

Figura 1
Importancia porcentual de los cultivos
(en hectáreas sembradas) CHACO. 1960-2010


Fuentes:
1) República Argentina. Provincia del Chaco. Ministerio de Economía Obras y Servicios Públicos. Dirección de Estadística y Censos. El Chaco en Cifras. Números de 1970, 1978, 1983 y 84 y 1992, 1993, 1994, 1995, 1998, 2001, 2004, 2006 , 2007 y 2010. Resistencia
2) Estimaciones agrícolas.: http://siiap.sagyp.mecon.ar
3) Villalba, Bernardo Omar. (2009). Estadísticas Algodoneras. Provincia del Chaco. Ministerio de la Producción y Ambiente. Subsecretaría de Agricultura. Dirección de Algodón.

Es preciso señalar que el reemplazo de superficies otrora ocupadas con algodón por el predominio espacial y productivo de la oleaginosa implica consecuencias diferenciales a escala provincial. Mientras la soja derrama poco y nada a esta escala, debido a que la misma una vez cosechada "sale" del territorio sin ninguna transformación local en una dinámica distinta, asociada a agentes que se incorporan temporariamente a esta producción; las ganancias que genera el algodón se multiplican entre productores, comerciantes, acopiadores y desmotadores en la misma área de cultivo. El algodón nuclea un amplio conjunto de actores que sustentan su trama productiva: familias de productores agrícolas, trabajadores rurales, acopiadores, proveedores de servicios y tecnología, contratistas de mano de obra y servicios, desmotadores, transportistas, asesores técnicos y representantes de organismos públicos y privados vinculados con el sector conforman el complejo universo de agentes vinculados por su interés en esta opción de gran arraigo territorial generadora de mayores opciones de trabajo9.

Figura 2
Evolución de la superficie sembrada con algodón y soja en Chaco. 1989-2009

Fuente: Elaboración propia en base a: Estimaciones agrícolas del: http://siiap.sagyp.mecon.ar

Incluso considerando tanto a la soja como al algodón genéticamente modificados y cultivados a gran escala (más de 300 hectáreas), con nuevas lógicas de manejo productivo -que se difundieron aceleradamente en el área desde mediados de los noventa e implicaron la difusión de paquetes tecnológicos cerrados provistos por centros de servicios-, el algodón genera un mayor movimiento industrial dado que el sector desmotador tiene una muy importante presencia en el Chaco, donde actualmente están radicadas 52 de las 65 desmotadoras en funcionamiento en el país. De lo expresado se desprende que los efectos de la dinámica expansiva de la soja han afectado de manera diferencial a los agricultores, según sus posibilidades de manejo, estrechamente ligadas a la disponibilidad de tierra.

Figura 3
Evolución de la superficie sembrada con algodón y soja en Chaco. 1989-2009

Fuentes: Elaboración propia en base a: Censo Nacional Agropecuario, 1960 y Censo Nacional Agropecuario, 1988. INDEC. REPUBLICA ARGENTINA.

Estratos productivos, diferencias de escala y de posibilidades de manejo por segmento

Los estratos productivos de la principal jurisdicción proveedora de algodón a nivel nacional pueden dividirse en tres segmentos bien diferenciados en sus prácticas: los productores "pequeños" (menos de 100 hectáreas) "medianos" (de 100 a 300 hectáreas) y "grandes" (más de 300 hectáreas). Cada estrato incluye una importante gama de situaciones, ya que dentro de los considerados "pequeños" agricultores es preciso diferenciar a los productores minifundistas (de menos de 25 hectáreas) de los productores familiares de 25 a 50 hectáreas (gravemente descapitalizados) y los productores familiares de 50 a 100 hectáreas que han podido conservar un capital básico a partir del arrendamiento de parte de su tierra.

Los productores minifundistas poseedores de unidades con extensiones inferiores a las 25 hectáreas han subsistido, apoyados por programas de los gobiernos nacionales, provinciales y municipales que les proveen gasoil, servicios de labranza, semilla para siembra e insecticidas. El costo de producción para este segmento es bajo: la provincia provee las semillas y el gasoil; en tanto los trabajos de carpida, siembra y cosecha son familiares y las fumigaciones son mínimas.

Los productores familiares con explotaciones de más de 25 a 100 hectáreas han podido continuar sembrando mediante anticipos y préstamos de comerciantes y acopiadores locales. Ante la falta de financiación y de previsibilidad en cuanto a costos y precios, en los últimos años, este sector pudo sobrevivir mediante mecanismos de canje, cesión temporal al proveedor, de un lote del campo o de un porcentaje de lo obtenido en la cosecha10.

Figura 4
Superficies implantadas con soja en los departamentos del sudoeste chaqueño.

Fuente: Elaboración propia en base a estimaciones agrícolas. Disponoble en internet en: http//www.siiap.sagyp.mecon.ar. REPUBLICA ARGENTINA. Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación. Sistema integrado de información Agropecuaria y Pesquera.

Figura 5
Hectáreas sembradas con soja. Censo Nacional Agropecuario. 2002

Fuente: Elaboración propia en base a datos estadísticos del Censo Nacional Agropecuario 2002. INDEC. REPUBLICA ARGENTINA

Los productores medianos, con un mayor margen de opciones por poseer explotaciones que van de 100,1 a 300 hectáreas, han resistido mediante una suma de esfuerzos para sembrar mayor superficie, principalmente de granos, aplicando siembra directa, e incorporando algo de ganadería pero en un contexto de endeudamiento estructural que los obligó a canjear sus futuras cosechas por los insumos necesarios para realizarlas. En este sentido los grandes productores y el sector desmotador se han convertido en virtuales proveedores de agroquímicos, insumos fraccionados y servicios de maquinaria sustentando circuitos informales de manejo para el pago de los mismos. Los grandes productores siembran desde 300 a 3000 hectáreas de algodón, poseen equipos completos de maquinaria y tractores con tecnología de avanzada. Dentro de este sistema de producción resaltan algunas empresas -de reciente incorporación a la actividad algodonera- que presentan una integración vertical, al menos con la industria de primera transformación (sector de desmote11), siendo proveedores de fibra al mercado nacional o exportadores directos de la misma. En lo que hace a la provisión de insumos agroquímicos, dado el volumen que utilizan, algunas empresas lo adquieren directamente en fábrica.

Para mediados de 2010 residían en la zona rural del Chaco 13.000 familias de pequeños y medianos productores descapitalizados "...que tienen mayores ingresos extra prediales que prediales, en planes, son changarines, etcétera"12. Con ellos coexistían los grandes productores que incorporaron los paquetes tecnológicos para la producción a gran escala de cultivos industriales (tanto algodón como oleaginosas, según los niveles de precios) y se apoyan en los centros de servicios y los contratistas de tecnología. Desde el Estado Provincial se señalaba que

"Hoy el que se decide por el algodón tiene que hacer un cambio tecnológico importante, porque, si no es eficiente, pierde claramente la competencia con los otros commodities. Actualmente, en la provincia conviven dos sistemas: el que aplican las grandes empresas con más de 300 ha, siembra directa, biotecnología y más rindes por hectárea, y el tradicional, que hacen los productores pequeños con baja tecnología, labranza convencional, baja rentabilidad y que, a precios de hoy, se les hace difícil sostenerse" (Diario Ámbito Financiero. 21/09/07)13.

Las nuevas tecnologías de insumos y procesos necesarias para la producción de algodón en surco estrecho y de soja transgénica exigen una disponibilidad financiera inaccesible para la pequeña y mediana producción que "vive al día". Los mecanismos de financiación exigen un blanqueo de la situación fiscal que no es posible en estos casos y que determina que los pequeños y medianos productores no tengan acceso al mercado del crédito, ya sea por parte de las empresas proveedoras o las entidades bancarias oficiales ó privadas porque para ello se les exige un blanqueo de su situación fiscal y financiera, que en muchos casos continua siendo critica desde la gran crisis del algodón de 1998.

A su vez, la imposibilidad de acceder al crédito los obliga a manejarse en circuitos informales de manejo para el pago por los servicios de maquinaria o los insumos provistos por los productores más grandes, mediante mecanismos de canje, cesión temporal al proveedor de un lote del campo o de un porcentaje de lo obtenido en la cosecha. Estos circuitos implican tanto esfuerzos, como perjuicios adicionales, ya que al no tener acceso a las últimas semillas híbridas que ofrece el mercado para mejorar el rendimiento por hectárea, utilizan un semillero propio que es el resultado del desmote del algodón que venden principalmente a los acopiadores o a las cooperativas. Estas semillas adquiridas a los acopiadores no siempre poseen un buen rinde, ya que son producto de semillas híbridas de primera calidad que van perdiendo efectividad con el tiempo (se degeneran según los términos de estos productores). Los agroquímicos son adquiridos de modo fraccionado a otros productores más grandes que tienen acceso al mercado formal o a los acopiadores, ya que estos productos se venden en bidones cerrados en las grandes empresas de la zona y su precio está fijado generalmente en dólares estadounidenses.

Otro sector que financia los insumos es el de las desmotadoras privadas y cooperativas. Al ser muy pocos los productores que pueden financiarse por sí mismos para hacer su propia fibra, el resto queda "cautivo" de estas industrias, sembrando algodón porque los desmotadores les facilitan los insumos (CONES, 2006).

Pero las diferencias de escala se manifiestan fundamentalmente en el laboreo. La siembra de algodón admite dos diferencias básicas: la siembra en surcos estrechos (a 52 cm) y la siembra convencional (de 70 cm a 1 metro de distancia). Ambos sistemas suponen manejos distintos en el caso de emplear cosecha mecánica. La modalidad de siembra con surco estrecho precisa de cosechadoras stripper14 que operan a 80 cm partiendo de un algodón que tiene que estar bien desfoliado. Con este sistema los rindes en fibra son más bajos y la fibra sale más sucia, por lo que vale menos. El sistema convencional de cosecha del algodón opera con máquinas picker15 que toman al algodón con hojas como si fuera una mano.

La mecanización de la cosecha de algodón, que era incipiente en los últimos años de la década del ochenta, (si bien los ensayos en la Argentina datan de principios de la década de 1940) se intensificó de manera significativa con la difusión masiva de las cosechadoras mecánicas a mediados de los noventa. La cosecha mecánica implica bajo costo por hectárea, facilidad en el manejo (menores riesgos laborales y problemas de manejo de personal) y rapidez en la recolección. Sin embargo, requiere una gran inversión inicial que luego implicará costos de mantenimiento, quedando ligada a la disponibilidad de insumos y repuestos; precisando además de seguimiento técnico especializado. Puede provocar pérdidas en la explotación (por no recolectar el 100 %) y también mayores costos de desmote, por impurezas en la recolección (especialmente en stripper sin limpiadores) (CONES, 2008).

Como una instancia tecnológica intermedia, es preciso señalar a la cosechadora de arrastre Javiyú, desarrollo tecnológico del INTA cuya fabricación se licenció a una empresa de Reconquista, permite abaratar los costos de la cosecha a los pequeños productores.

La cosecha manual, como sistema prácticamente artesanal, con uso intensivo de mano de obra16, se presenta como única opción en las pequeñas explotaciones familiares donde el colono "chico" precisa la ayuda de cosecheros para una recolección exhaustiva y adaptable a un algodón "desparejo". Como señalan los mismos productores, "a mano se recolecta todo y la máquina deja". Esto hacía más rentable pagar -en 2008- a un cosechero $400 por tonelada y no los $300 que implicaba la utilización de la máquina. Las diferencias en la recolección inciden más profundamente en el margen de ganancias del colono "chico", para quien unos 200 kilos que se pueden perder en una cosecha realizada ligeramente representan una pérdida importante, (Valenzuela y Scavo; 2008: 101). "Con gente cosechás mil kilos por día, o mil quinientos...y una máquina te hace diez toneladas o doce", (José, 50 hectáreas, Charata, 2008).

La cosecha manual requiere una baja inversión inicial y de mantenimiento y la recolección "capullo por capullo" garantiza tanto que las pérdidas sean prácticamente nulas en campo como un menor porcentaje de impurezas en el algodón en bruto, bajando los costos y el tiempo de desmote; pudiendo además utilizarse en cualquier tamaño de explotación y tipo de suelo. No obstante, hay que considerar el tiempo de cosecha es mayor por hectárea y que solo puede implementarse en cultivos realizados en surcos de 52 cm. como mínimo. Si bien no requiere excesivo seguimiento técnico, es mayor la dificultad en cuanto al manejo del personal y mayores las contingencias laborales. En este caso también, a pesar de que existe relativamente mayor disponibilidad y "previsibilidad" de la mano de obra, hay pocos cosecheros y el costo de contratación por tonelada es mayor, (CONES, 2008).

La relación de costos de jornales de los cosecheros, en un marco de poca transparencia en los sistemas de formación de precios del cultivo, sumado a la escasa rentabilidad que se dio en los últimos años fue deteriorando la capacidad de contratación de trabajadores para la cosecha manual y determinaron el surgimiento -en los últimos años y en los segmentos medianos que no utilizan cosechadoras- de la figura del "contratista" de mano de obra que se instaló como intermediario entre el productor y los trabajadores de la recolección manual del algodón. Este intermediario recorre los campos de los colonos que por diversas razones no utilizan la cosechadora mecánica ofreciendo mano de obra que él se encarga de trasladar hacia las explotaciones. Pactan un precio por el laboreo y el contratista "retiene" un porcentaje (de entre un 10 a un 12 %) del jornal que el colono paga por trabajador y por tonelada cosechada. Esta intermediación no está regulada y se construye verbalmente en el momento de la cosecha. El poder de negociación del colono disminuye en la medida en que el algodón queda mucho tiempo en el capullo, de modo que los acuerdos son rápidos para evitar este inconveniente.

Los cosecheros no están incluidos en el mercado laboral formal, careciendo de opciones de seguridad social y previsional. La situación es compleja e involucra intereses por parte del jornalero que recibe algún beneficio social y no quiere perderlo, por lo que prefiere el cobro de éste por sobre la posibilidad de un blanqueo temporario. A su vez, el pequeño productor algodonero, ante la falta de transparencia en el precio final de su producción y la imposibilidad de introducir cosecha mecánica, pacta con el cosechero directamente o a través de los autodenominados "contratistas de mano de obra" jornales iguales o menores de los pautados por ley. Ante la ausencia de opciones, se ven obligados a negociar en circuitos informales de intercambio en términos de canjes desiguales (tanto de insumos como de una parte de las futuras cosechas), que les permiten seguir produciendo, pero no les brindan posibilidades de mejorar su situación y la de sus familias. El problema de la cosecha manual "en negro" admite una doble lectura: por una lado revela la imposibilidad del productor de costear el blanqueo del personal temporario y por otro, la reticencia de los trabajadores rurales a perder los beneficios de los subsidios estatales de ayuda social y al problema fitosanitario asociado a la demora en la cosecha y los perjuicios de la plaga del picudo17 para toda la cadena, entre los principales inconvenientes de urgente consideración en las políticas públicas de promoción sectorial a escala nacional, provincial y municipal.

Las razones subyacentes a estos intercambios desiguales radican en la persistencia del monocultivo y la dependencia estructural que este genera. En años "buenos" todo cierra y en años "malos" se cae la estructura de sustento de las colonias algodoneras, y los productores endeudados no tienen cómo afrontar la nueva campaña. Estas fluctuaciones, tan típicas del sector algodonero provincial implican oscilaciones 300.000 hectáreas o más, entre picos de más de 700.000 hectáreas sembradas, a descensos a un tercio o menos de esa cifra en el lapso de unos meses.

Los discursos de los actores. Discursos periodísticos y los testimonios de los productores. Ejemplos

En el examen de los discursos periodísticos del principal periódico local, -con más de 50 años de trayectoria en la provincia-, particularmente en las ediciones de los años 2002 y 2003, en los que el algodón descendió a niveles históricamente nunca vistos, siendo prácticamente reemplazado por la soja y el girasol, se advierte claramente la percepción colectiva del proceso de desterritorialización. Se habla de:

"...la amplificada invasión de productores extraprovinciales, que ocuparon todos los espacios disponibles y volcaron más de 600.000 hectáreas a la soja excluyendo en muchos casos a los propios dueños de la tierra a resignarse a la renta anual" (Suplemento Norte Rural del miércoles 15 de mayo de 2002: 2).

Se refiere al endeudamiento generado por la crisis resaltando que: "...dejaba como amargo corolario la pérdida de la titularidad y el trabajo de la tierra chaqueña, hoy en manos de empresas extrachaco (sic)" (Suplemento Norte Rural, 31 de diciembre de 2003: 2).

La prensa local sintetizaba la realidad provincial señalando dos procesos simultáneos: "la desprovincialización" (sic) del área agrícola tradicionalmente algodonera y su concentración en pocas manos, "que no son chaqueñas"18. Llama la atención la referencia a "los de afuera" ("invasión de productores extraprovinciales"..."empresas extrachaco"). Esta categorización no se reduce al discurso periodístico, sino que puede observarse en el discurso de los productores locales:

"Son los grandes los que vienen. Levantan la producción y se van. Muy pocos son los que invierten acá. Vendés el campito y qué hacés?, qué vas a comprar?...poner un kiosco, únicamente. Es preferible alquilarlo." (José, 51 años, Charata).

No obstante la aparente disociación, es preciso señalar que ambas lógicas interactúan: muchos agricultores residentes en la provincia, poseedores de pequeñas y medianas explotaciones han encontrado una solución intermedia a la opción de dejar de ser algodoneros: ceden en alquiler parte de su predio para que los arrendatarios, en la mayoría de los casos oriundos de otras provincias, cultiven soja, pero permanecen residiendo en su predio y relativizan el "abandono" de la actividad agrícola con la reserva de una pequeña porción "no negociable" (unas 20 ó 25 hectáreas) donde continúan sembrando algodón. Esta interacción no es la ideal, en la medida en que privilegia, por cuestiones de escala, a la mayor disponibilidad financiera.

"La libertad es para todos. Si consiguen campo y pagan buenos arrendamientos... Y pagan bien... ¿cómo hacen?... no sé. Y cosechan bien también. ¿Qué virtud tienen?. No sé." (Kurth, 340 hectáreas, Charata, refiriéndose a los nuevos arrendatarios que vienen a sembrar soja).

Los productores, por su parte, revelan en sus testimonios la voluntad de seguir cultivando porque es lo que han hecho en los últimos 30 a 50 años que llevan viviendo y produciendo en el campo.

A continuación se incluye una selección de ejemplos de estos testimonios que deben ser reconocidos tanto por su valor ilustrativo como por la dificultad que implicó obtenerlos, luego de un lento y progresivo proceso que permitió ganarse la confianza de los entrevistados, para que comparta sus impresiones y vivencias:

"Hace más o menos 30 años que hacemos algodón en esta chacra." (Daniel, 17 hectáreas, 2009).

"En mi familia hace 60 años que somos algodoneros ( el entrevistado comenzó con el algodón en el año 1962 , hace 45 años . En esta chacra hace alrededor de 20 años que planto algodón." (Juan, 142 hectáreas, 2009). "El algodón a mi siempre me gustó porque es una planta que si se quiere a un colono chico más esperanza te dá que otro grano porque a lo mejor viene una seca y voltea toda la carga, y viene la lluvia, se compone y te dá de vuelta, y sin embargo el grano no, el grano viene una seca termina y ya se terminó, por eso a mí siempre me gustaba el algodón. (...)Y toda la vida. Tengo 67. Desde el 55 yo laburé y sembramos algodón todos los años 25 hectáreas. Lo demás sembrábamos maíz, sorgo, zapallo..." (Vicente, 29 hectáreas, 2007).

"Con mi padre, del año '46-'47 ya sembraba algodón, hasta el 2002. (...)Yo pienso, en el Chaco, como todos dicen, el algodón es Chaqueño." (Andrés, 98 hectáreas, 2007).

Las posturas son coincidentes en cuanto a la importancia del algodón como el cultivo que los acompañó desde la infancia, en que volvían de la escuela para ayudar a la familia en el campo. Y del sistema de "provista" por el cual los agricultores "despachaban" comida y enseres a los cosecheros que residían temporariamente en el lote.

"Yo me acuerdo, mi tío tenía muchos cosecheros. Llegaba a tener hasta 200. Como si fuera que teníamos un supermercado. Y eran todos santiagueños. Los santiagueños adonde llegaba uno, llegaban todos. Medio kilo de pan, medio kilo de chorizo. Yo tengo ese recuerdo." (Andrés, 98 hectáreas, 2007)

La estrecha relación entre el agricultor y los cosecheros se fue tornando difícil: El deterioro de las condiciones de trabajo y desplazamiento de los cosecheros, la aparición de la figura del "contratista de mano de obra" como intermediario no regulado fueron resquebrajando la otrora estrecha relación entre cosecheros y agricultores.

"Y ahora ya no es lo mismo. Viste que ahora la gente no quiere trabajar. Antes la gente venía sola. Decía "-patrón: vengo a buscar trabajo, si hay carpida o cosecha". ¿De dónde son?. De Santiago. Y se venían todos. Y ahora es al revés: vos tenés que ir a buscarlos y tenés que rogarles para que vengan a trabajar.. Yo los defiendo porque nosotros dependemos de esa gente. (...). Hay que andar detrás de ellos y exigirles que cosechen "limpio" y cosechan como a ellos les parece nomás, cosechan con gajos, con bocha y hasta tierra meten. Tenés que ir a buscarlos..." (Andrés, 98 hectáreas, 2007).

"Tomamos algunos cosecheros, ya no hay más cosecheros prácticamente, se les está pagando $500 la tonelada. UATRE anduvo por la colonia, pidiendo que lo se blanquee al cosechero pero ellos no quieren, no son los mismos que vinieron la campaña pasada cada vez es más difícil conseguir gente, prácticamente nadie más quiere cosechar porque cobran el sueldo que le dan ahora, se conforman con eso y nadie más quiere hacer unos pesos más. Los cosecheros vienen de acá cerca de Campo Largo ya no es más como antes que venían de Santiago o de Corrientes, pero desde los años 80's mas o menos que se fue perdiendo el tema del cosechero cuando se terminaron los trenes." (Daniel, 17 hectáreas, 2010).

Y también se advierte el deterioro de la relación con las cooperativas. El desgaste de la institucionalidad cooperativa se advierte en el caso de estudio en el alejamiento de los hijos de productores algodoneros, que no se encuentran asociados y cuyos padres fueron en muchos casos socios activos (y algunos fundadores) de las cooperativas. Esto es particularmente notable en el caso de los pequeños productores que en algunos casos estuvieron asociados a la Cooperativa pero dejaron de pertenecer por una serie de causas, tales como la ausencia de parámetros previsibles sobre el precio del algodón cuando el productor entregaba la cosecha (Valenzuela y Scavo, 2009).

"Le vendíamos el algodón a la cooperativa, llevaba siempre en volanta de madrugada a las tres de la mañana. Mi papá y mi tío Eran socios de la cooperativa La Unión. Después se desafiliaron. Cuando había un buen gerente lo que era tuyo era tuyo y lo que era de la cooperativa, era de la cooperativa y después....siempre quedaban en deuda los agricultores. Que le sacaban de acá, que le sacaban de allá y llevaba uno el algodón, me acuerdo un año en que se cosechó, valía 600 pesos el algodón pagaban así "afuera", mejor dicho el comercio y dijimos la cooperativa va a pagar más...ni 400 no salió. Quedamos en deuda, deuda. Lo que se pudo pagar se pagó y no sé si quedó a deber o no quedó a deber, no sé nada. De todo se hacía cargo mi papá..." (Andrés, 98 hectáreas, 2008).

"Soy socio desde el año '65. Pero ya hace dos años que no entrego nada. La cooperativa se fundió. Yo no sé quién va a levantar eso. A menos que le condonen la deuda". (Pablo, 370 hectáreas, 2008).
"Cayó todo, los socios se retiraron, son muy poquitos los que hay y vos no podés vender ahí si después demoran en los pagos. La cooperativa fue hecha para el algodón en su tiempo. Después se perdió la relación cooperativa. Me acuerdo que los viejos iban dos días en la semana cada uno para pegar ladrillos, otro día para otra cosa, así la hicieron, con sudor propio. Nosotros ya la teníamos armada. Y bueno después vino la inflación grande. Y había que aumentar 30% el sueldo y eran 30 empleados. Se empezó a indemnizar pero no se pudo pagar deuda". (Pablo, 2008, 370 hectáreas).

"A los acopiadores yo les vendo porque la cooperativa anduvo muy mal. Pero siempre a la cooperativa hasta hoy, algo le llevo." (Kurth, 2008, 340 hectáreas).

Las iniciativas políticas para la recuperación de los segmentos más vulnerables

A lo largo de la historia del complejo algodonero y hasta hace pocos años, las políticas públicas atendieron al sostén del sector ante situaciones extremadamente críticas tales como las frecuentes sequías o inundaciones o las bruscas fluctuaciones del mercado. En el último quinquenio se comenzaron a implementar una serie de iniciativas que abren un panorama de construcción de una política algodonera nacional.

Las acciones realizadas involucran decisiones políticas a escala nacional y provincial. Entre las medidas desarrolladas por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca vinculadas con el desarrollo de la cadena algodonera, se destaca la ley 26.06019, mediante la cual se creó en 2005 el Plan de Desarrollo Sustentable y Fomento de la Producción Algodonera. El Plan apunta a atender tanto problemáticas coyunturales como cuestiones estratégicas de tratamiento a mediano plazo que atañen a la producción algodonera nacional. Está conformado por un Fondo Compensatorio de ingresos a los productores, cuyo objetivo es garantizar la sostenibilidad del cultivo a través de mecanismos que permitan atenuar los efectos de las oscilaciones bruscas y negativas de los precios y promuevan certidumbre de largo plazo para cada productor algodonero. A ello se suma la formulación de un proyecto de Seguro Agrícola algodonero que les permita a los productores contar con garantías ante adversidades climáticas y plagas que puedan afectar al cultivo (MAGyP, 2010).

En el Chaco la implementación del Fondo Algodonero se orientó a los objetivos de generar mecanismos de financiamiento que permitan defender el precio del cultivo y minimizar los riesgos de esta opción productiva para los segmentos medianos y la instauración de dos programas de ayuda de subsidios segmentados20 para recuperar al algodón como principal cultivo de la provincia. Para los productores de menos de 10 hectáreas21 se instrumentó el Subsidio Algodonero de Subsistencia. El monto del mismo fue igual al valor de 2,5 toneladas de algodón, tomando como parámetro el precio de un algodón tipo C 1/2 con 33 % de rinde cuyo valor lo determina la Cámara Algodonera Argentina. El otro programa se destinó al grueso de los algodoneros que configuran el estrato de 10 y 100 hectáreas, que recibieron entre 250 y 300 pesos por hectárea de siembra22.

Dentro del conjunto de iniciativas que comenzó a implementar recientemente el gobierno de la provincia, se destaca una línea de crédito del banco provincial que tiene por propósitos el saneamiento de las cooperativas, la concentración de desmote en las mismas y el financiamiento del capital de trabajo.

Para el sector de medianos y grandes productores se lanzó una línea de crédito. Pero quizás la iniciativa más favorable para el fortalecimiento de los pequeños productores chaqueños ha sido la creación de los Consorcios Productivos de Servicios Rurales que constituye una innovadora propuesta que apunta al gran desafío de cambiar una política asistencialista por una política de desarrollo.

Por ley provincial N° 6547 se crearon en 2008 los Consorcios Productivos de Servicios Rurales (en adelante CPSR), concebidos como entidades de bien público de servicios a la comunidad, sin fines de lucro, integrados por vecinos de una zona determinada, con el objeto de aunar esfuerzos y aportes económicos de distinta naturaleza para la ejecución de trabajos en predios rurales tendientes a posibilitar el laboreo de tierras para una más óptima producción rural.

Los consorcios son estructuras asociativas limitadas a un territorio determinado, cuyos integrantes conforman una comisión que brinda servicios (de labranza, de insumos y de comercialización) a los pequeños productores rurales. La ley especifica que uno de los objetivos fundamentales es la planificación de la producción de manera que sea previsible en volumen y calidad y que garantice una comercialización en condiciones de competitividad. Establece con obligatoriedad una cantidad de quince (15) productores para conformar la Comisión de Fomento Productivo, que deberá asociar a veinticinco (25) socios mínimo y establecer la zona de influencia (entendida como la cantidad de hectáreas mínimas de laboreo, comprendiendo las áreas agrícolas, forestales y silvo pastoriles) .

Estas estructuras asociativas van a producir de acuerdo a su zona ecológica y su matriz productiva, apuntando siempre a una producción diversificada. Para ello es fundamental la capacitación técnica y la transferencia de conocimientos que se hará mediante la selección de "idóneos por colonias" es decir, personas con experiencia en sistemas productivos de producción caprina, producción hortícola, producción apícola, etcétera, que sean capaces de transferir esos conocimientos. También se busca capacitar a los productores, en la administración y gestión del consorcio apuntando a la formación de dirigentes, cuestión esencial en un contexto de escasa capacitación y bajos niveles de instrucción del conjunto de productores.

Integran los consorcios los "pequeñísimos" productores (que poseen hasta 10 hectáreas de laboreo), los pequeños productores (hasta 25 hectáreas) y los medianos productores descapitalizados (con explotaciones de 25 a 50 hectáreas), que elegirán a sus representantes. Los consorcios van a producir de acuerdo a su zona ecológica y su matriz productiva, pero siempre apuntando a una producción diversificada y se financiarán fundamentalmente en base a un alto porcentaje del impuesto inmobiliario rural y con el 20 % del Fondo algodonero. Cada consorcio podrá recibir hasta $20 millones. Los CPSR contarán con una cooperativa integrada por un representante de cada uno de los consorcios, donde se va a centralizar la comercialización Hay 12 ferias francas en la provincia del Chaco que vienen a llenar el vacío dejado por las cooperativas, que fueron perdiendo su participación en el acopio y comercialización dentro del circuito algodonero. La cooperativa será el elemento de comercialización y el consorcio el elemento de nucleamiento con la personería jurídica que necesitan los productores. La comercialización se canalizará a través de un galpón de acopio y dos puestos en el Mercado Frutihortícola de la ciudad de Resistencia (capital de la provincia) y de un puesto en el Mercado Central de Buenos Aires.

Los Consorcios se agruparan en una asociación que se denominará Asociación de Consorcios Productivos de Servicios Rurales de la Provincia del Chaco, cuya finalidad será la de representar a los mismos en forma conjunta o separadamente ante el Ministerio de Producción y Ambiente y cualquier otro organismo oficial o privado en casos donde exista interés o resulte afectado el patrimonio de los mismos. Esta Asociación estará integrada por un miembro titular y un miembro suplente por cada Consorcio constituido, garantizando la participación de los Consorcios de todas las zonas de la Provincia. La duración del mandato será igual al de los miembros de los Consorcios, renovándose la mitad de sus miembros anualmente.

Esta iniciativa representa una estrategia de desarrollo que combina los objetivos de maximizar las opciones de asociación, al mismo tiempo que apunta a la recomposición de la estructura productiva tradicional con la promoción de sistemas de financiación, apoyo a la incorporación de tecnologías apropiadas que modifiquen el atraso y marginación de los pequeños productores y prestación de servicios claves para competir en los mercados. Permite además potenciar producciones alternativas que pueden actuar como recursos para el progreso a partir del aprovechamiento sustentable de los recursos naturales existentes.

Uno de los principales aportes de este tipo de organizaciones es la planificación que abarca una multiplicidad de aspectos a contemplar tales como una correcta rotación y diversificación de producciones que cuiden la fertilidad del suelo; un correcto encadenamiento productivo que contemple las distintas estaciones del año; una fuerte inserción en las cadenas de valor, maximizando las ventajas comparativas de los sistemas productivos con adecuadas estrategias de mercado, de manera que se concrete el desarrollo productivo y de las familias y medidas concretas de inserción comercial, circunstancia esta última que apunta a solucionar la ausencia de tramas comerciales eficientes.

Por último, entre las más recientes acciones del gobierno provincial, restan destacar las medidas tendientes a la reducción de los riesgos y problemas fitosanitarios, enmarcadas en un plan de prevención y combate al picudo, cuya base será la definición de un protocolo productivo en el que se contemplen las fechas de siembra para la nueva campaña (entre el 1° de octubre y el 15 de diciembre, según las regiones) y los límites para la destrucción de rastrojos23, además de las infracciones, dado el vencimiento de los plazos previstos para cumplir con la práctica.

La suma de medidas reseñadas persigue la recomposición de la estructura productiva tradicional con la promoción de sistemas de acceso al crédito, regularización de la situación financiera, apoyo tecnológico y fortalecimiento de las estructuras asociativas, tales como las cooperativas y los CPSR. Este rescate de la pequeña y mediana agricultura tradicional significa un avance para garantizar la permanencia productiva de una importante proporción de familias rurales y la expansión de oportunidades de trabajo y crecimiento con equidad.

La antigua trama territorial del algodón se ha reestructurado progresivamente luego de la crisis más grave que sufriera el sector en todo el siglo XX. La nueva trama involucra a una agricultura de tipo familiar que sólo podrá sobrevivir en ciertos espacios a partir de estrategias diferenciadas de inclusión, sostén y promoción de estos segmentos productivos como parte de una política algodonera nacional que posibilite el aprovechamiento sostenible de las potencialidades de cada territorio y la mejora en la calidad de vida de los actores que lo construyen y transitan.

Para la construcción de una política algodonera nacional deben considerarse cuestiones de diversa índole y escala, tales como el problema fitosanitario y los perjuicios de la plaga del picudo para toda la cadena. Es preciso además lograr un mercado algodonero regulado a través del establecimiento de precios testigo que ofrezcan a los productores un escenario previsible al momento de la cosecha. Esto permitirá prevenir canjes desiguales en circuitos informales de intercambio que perjudican a los segmentos más vulnerables. A ello debe sumarse una política de exenciones o beneficios impositivos segmentados, orientada especialmente al estrato de agricultores poseedores de explotaciones de menos de 100 hectáreas, que emplea trabajadores rurales en la cosecha manual; de modo de facilitar a estos productores el blanqueo de los trabajadores rurales contratados para la misma.

En síntesis, la construcción de un horizonte productivo pautado entre los principales protagonistas de la cadena algodonera, con controles de calidad y precio, que garantice niveles de abastecimiento previsibles al mercado interno, en el marco de proyecciones confiables previas a cada campaña, posibilitando beneficios para todos los integrantes del complejo.

Consideraciones Finales

En jurisdicciones como la provincia del Chaco donde la persistencia de ciertas tradiciones productivas, asociadas en este caso al cultivo del algodón, constituyen un factor muy importante de arraigo territorial, el sostén de los segmentos más vulnerables de esta producción tradicional garantiza la permanencia productiva de miles de familias rurales y la expansión de oportunidades de trabajo y crecimiento con inclusión y equidad.

Los testimonios de los agricultores evidencian que el cultivo del algodón ha sido el eje estructurador de sus vidas en el campo por más de dos décadas. La persistencia de los productores fue acompañada por el poder público a través de medidas de diversa índole, coyunturales en su mayoría, pero que posibilitaron el constante resurgimiento del cultivo del textil, hecho que es advertible en las oscilaciones de la superficie sembrada en los últimos 50 años.

La crisis de fines de la década del noventa, que supuso una reestructuración del sector agrícola chaqueño llevó a suponer hacia 2003, cuando la superficie sembrada con algodón fue la más baja en toda la historia del textil, que los sistemas agrícolas tradicionales no podrían sostenerse en el marco de la tendencia expansiva del paquete tecnológico de la soja genéticamente modificada. Cinco años después y mediando un conjunto de medidas de sostén el algodón ha recuperado parcialmente su presencia en el contexto productivo provincial.

El examen de las acciones desarrolladas a nivel provincial y nacional para sostener a la producción algodonera admite dos lecturas. Por una parte revela la elogiable intención de promover estrategias compensatorias de enorme valor político en términos del corto plazo, a partir del reconocimiento de problemáticas que no habían sido hasta el momento suficientemente explicitadas ni atendidas de modo sostenido a nivel de decisiones estatales. Por otra parte, en las políticas -tanto propuestas como en ejecución- subyace una división que ha sido denominada en los análisis más recientes de estrategias de política para el desarrollo rural, como la "dualidad perversa" entre las políticas para los "viables" y las otras, para los "inviables"24. La intervención del poder político institucional para subsanar temporalmente procesos de subordinación estructural entre productores de bajo poder e intermediarios, no es sino la confirmación -más implícita que explícita- de que la ayuda es entendida más como una estrategia compensatoria destinada a paliar coyunturalmente las desigualdades, que a generar posibilidades reales de inserción y desarrollo económico de los segmentos más desfavorecidos.

No obstante este sesgo, es apreciable la intención de mejorar la calidad del gasto público destinado a las estrategias de política para el desarrollo rural. Para ello entendemos que cualquier modelo innovador de gestión pública tendiente a generar nuevas y mejores oportunidades de inclusión económica y progreso, debe fijarse como eje prioritario la agricultura familiar y sus condiciones territoriales de inserción. La cuestión a resolver es la de ofrecer a los segmentos que la sustentan, la posibilidad de diferenciarse de la agricultura comercial, a partir de producciones no estandarizables, pero que reflejen un aprovechamiento inteligente de factores no repetibles y potencialidades capitalizables en un territorio determinado, en este caso el Chaqueño.

Notas
1 Se trata de entrevistas desarrolladas de manera sistemática, a mediados y a fines de los años 2009 y 2010 a 5 familias de productores.
2 Se trata de entrevistas desarrolladas de manera sistemática, a mediados y a fines de los años 2009 y 2010 a 5 familias de productores.
3 Cabe señalar que la calificación de "pequeños" y de "medianos" debe contextualizarse de acuerdo con las características ecológicas y los procesos de ocupación del espacio en el área de estudio. Las extensiones asociadas a esas categorías serán explicadas más adelante.
4 Se trata de entrevistas abiertas en profundidad, individuales donde el entrevistador plantea temas o pregunta de la forma más abierta posible dejando que el entrevistado interprete lo preguntado a su manera y su ritmo, sin fijar tiempos ni modos de responder. Esta técnica permite ir más allá de las opiniones superficiales para descubrir convicciones, experiencias y percepciones que afloran sólo cuando el entrevistado lleva la iniciativa y se explaya, formulando las cuestiones en sus propios términos, entendiendo que una formulación demasiado directa podría hacer que se retraiga e incomode. Camarero, Luis et al. (2006).
5 Datos tomados del Censo Algodonero de la República Argentina, 1935-1936. Ministerio de Agricultura. Junta Nacional del Algodón. Bs. As, 1936, pag.88.
6 Expresiones tomadas de las entrevistas a productores detalladas en la sección Bibliografía y Fuentes.
7 Mari señala también que la preocupación del Gobernador del Territorio J.J. Castells "por mejorar la producción y calidad de la fibra lo impulsó además a gestionar la creación de una Junta Nacional Algodonera que tendría por objeto fomentar y controlar la actividad, lo cual se concertó como resultado de estas diligencias en este mismo año". En: El Territorio Nacional del Chaco durante la etapa conservadora (1930-1943). Mari, Oscar Ernesto. En: Cuadernos de Geohistoria Regional N° 37. Resistencia. Instituto de Investigaciones Geohistóricas, CONICET, 1999: 138.
8 Era la actividad con mayor incidencia de explotaciones familiares, las que llegaron a proveer cerca del 40 % de la producción. En la campaña 2002-2003, la superficie total con algodón del país era la décima parte de la que se cultivaba hace 10 años. Subsistieron los productores que pudieron incorporar las nuevas variedades y la cosecha mecánica...". (Aparicio 2005: 210).
9 Considerando al Chaco como la principal provincia algodonera, la producción desde el momento de la siembra y hasta la cosecha demandó 56.271 puestos de trabajo en la pasada campaña, (Ruiz ,Hipólito; DIARIO NORTE, abril de 2011).
10 "El año pasado se gastó alrededor de $320 por hectárea de algodón sembrado. La semilla cuesta alrededor de $40 por hectárea: Dos litros de glifosato salieron $55; Dos litros de sipermetrina $60 ( $30 por litro); 30 litros de gasoil se ocupan para todos los trabajos que requieren maquinaria. Se sacó 2000 Kg. de algodón por hectárea y tuvo un precio de $1.300 a $1.400 depende del acopiador y de la calidad de la fibra. Para este año se habla de $800 la tonelada y el cosechero quiere $600 o sino no va a trabajar por menos...". (Pablo, 50 hectáreas, Pampa Napenay).
11 El desmote es la etapa de transformación agroindustrial a través de la cual el algodón en bruto cosechado es procesado para separar la fibra de la semilla. La fibra es prensada en fardos de 180 a 250 kg para su comercialización en el mercado interno e internacional. La semilla se maneja a granel y sus destinos básicos son la industria aceitera, el uso y la simiente para siembra en el país..
12 Estimación tomada de la entrevista a Osvaldo Chiaramonte, Gerente de la Secretaría de Desarrollo Rural del Chaco, en el mes de julio de 2010.
13 En: "Qué futuro tiene el algodón?. Diario ámbito Financiero del 21/09/07. Disponible en: http://www.fundacionprotejer.com/prensa-noticia.php?id=8766.
14 "Las cosechadoras mecánicas tipo stripper con arrancadores poseen una plataforma que "peina" las plantas mediante puntones colocados lado a lado, guardando entre sí espacios o ranuras por las cuales pasan las plantas despojándolos de los capullos junto a otras partes o elementos que no pasan por las ranuras (carpelos, trocitos de ramas, frutos verdes, etc.). Los cultivos en surcos estrechos prácticamente exigen este sistema." (CONES, 2008:26).
15 Las cosechadoras mecánicas con sistemas "picker" con "husillos" o púas son aptas para surcos distanciados entre 1 y 0,70 mts.
16 Díaz Rönner (2001) señala que en 1981, año de siembra excepcional, el levantamiento de la cosecha ocupó alrededor de 85.000 trabajadores temporarios y para la campaña 1994/ 1995 cuando la superficie cosechada superó las 500.000 hectáreas en la provincia, la cantidad efectiva de braceros que trabajaron en la misma fue de 50.000, número similar al de la campaña anterior donde la superficie cosechada fue menor, advirtiendo por tanto una reducción de la superficie destinada a la cosecha manual en el marco de una ampliación del área cultivada.
17 El Picudo del algodonero (Anthonomus grandis Bh.) es la plaga insectil más perjudicial de los algodonales de América. Su enorme potencial de destrucción se debe a la alta capacidad reproductiva y a las numerosas generaciones que se producen en un ciclo agrícola. En: http://www.agr.unne.edu.ar/Extension/Resumen/SanidadVegetal/saveg-013.doc . Consultado el 30 de noviembre de 2008.
18 "Se estima que menos de un millar de empresas agrarias cubren el 78 % de la gran producción del Chaco (los triunfadores del Chaco transgénico, los nuevos ricos de la soja). De aquél millar, casi el 80 % es de capitales de Córdoba y otras provincias, que invirtieron con buena puntería, sacando partido de nuestras flaquezas. Se codean con ellos unos 220 productores chaqueños que hoy conforman una minoría privilegiada: aguantaron lo peor, retuvieron sus campos y arriesgaron para mostrarse manejando sus 4x4, reestablecidos, potentes, envidiables (sic) .Quedan poco menos de 14.000 productores chaqueños con explotaciones no mayores de 300 hectáreas; y entre éstos, los minifundistas de hasta 50 hectáreas están fuera del campeonato de los grandes cultivos. Solamente la apicultura, la horticultura y otros rubros diversificadores pueden darles la chance de salir de perdedores" (Diario NORTE, 23/11/03).
19 Sancionada el 28 de septiembre y promulgada el 20 de octubre de 2005. http://www.formosa.gov.ar/media/documentos/documento_57.pdf
20 "La Cámara de Diputados de la Provincia convirtió en ley la creación del Subsidio Algodonero de Subsistencia, cuyos beneficiarios serán los productores de algodón de hasta 10 hectáreas de cultivo. Los beneficiarios deberán surgir de un censo que efectivizará el Poder Ejecutivo, confrontando además con los datos que solicitará a las entidades y organizaciones de base representativas del sector algodonero provincial". La ley 6225 tendrá una vigencia de dos años a partir de su publicación en el Boletín Oficial.
http://aristotelizar.com/pymes/2008/09/25/crearon-el-fondo-para-el-subsidio-algodonero/ http://www.chacoonline.com.ar/nota.php?nro_nota=7275 http://www.nordestealdia.com/noticias/chaco_/notix/noticia.php?i=08751.
21 http://www.chacoonline.com.ar/nota.php?nro_nota=7275. Consultada el 2 de diciembre de 2008.
22 Aquí se incluyen entre 8.000 y 12.000 productores, dependiendo el número del ajuste de padrones. La novedad en este esquema es que el productor firma una operación similar a la de una venta anticipada al gobierno, como un plan canje. El beneficiario recibe el combustible necesario para la siembra y, fundamentalmente, productos contra el picudo, la plaga más temida". http://www.diarionorte.com/noticia.php?numero=25621. 25 de octubre de 2008 y http://noticias.ar.msn.com/articulo_telam.aspx?cp-.
23 En dicho protocolo (en elaboración por un equipo de ingenieros agrónomos del Senasa, INTA, Ministerio de la Producción, Consejo Profesional de Ingenieros Agrónomos del Chaco, Fundación de Lucha contra el Picudo algodonero y la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid)) se establecen acciones previas a la siembra y recomendaciones para el monitoreo con trampas de feromonas, y funcionará como una guía de monitoreo, manejo y estrategia de  control del picudo algodonero.
24 Para ampliar ver: Echeverri Perico y Otros. (2009). "Identidad y Territorio en Brasil". Instituto Interamericano de Agricultura, IICA y Secretaría de Desarrollo Territorial del Ministerio de Desarrollo Agrario de Brasil: 21. Disponible en: http://www.proterritorios.net/catalogo/tags.php?num=1&tag=EXT

Entrevistas
Entrevista realizada en la localidad de Sáenz Peña. Chaco, 10/09/2010 a Juan Miguel, KISIEL, Gerente de la Cooperativa Agrícola Presidencia Roque Sáenz Peña Limitada.
Entrevista realizada en Resistencia, Chaco, el 10 de julio de 2010 a Osvaldo Chiaramonte, Gerente de la Secretaría de Desarrollo Rural del Chaco.
Entrevistas en profundidad con respuestas abiertas a los productores: Vicente V., Juan L., Pablo D., Kurt R., Daniel D., Juan C. y Pablo C. en forma reiterada en los meses de Junio, Julio, Diciembre de 2007, Febrero, julio y noviembre de 2008, julio y septiembre de 2010, julio de 2011 y febrero de 2012 en las colonias del Lote 33 de Pampa Napenay y en las cercanías de la localidad de Charata, Chaco.

Bibliografía
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Fecha de recepción: 12 de septiembre de 2011
Fecha de aceptación: 13 de marzo de 2012