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Revista Universitaria de Geografía

versión On-line ISSN 1852-4265

Rev. Univ. geogr. vol.27 no.2 Bahia Blanca dic. 2018

 

Patrimonialización del pasado francés en la pequeña ciudad pampeana de Pigüé: un recurso para la identidad y el desarrollo local

Christophe Albaladejo*
Susana M. Sassone**
Roberto Bustos Cara***

* Doctor y HDR en Geografía y Ordenación del Territorio. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (IMHICIHU). Institut National de la Recherche Agronomique (INRA), Francia. Red AGRITERRIS, Buenos Aires, Argentina. albalade@me.com
** Doctora en Geografía. Investigadora Principal. Consejo Nacional de Investigaciones Científi cas y Técnicas (CONICET). Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (IMHICIHU). Buenos Aires, Argentina. smsassone@gmail.com
*** Doctor en Geografía. Profesor Consulto. Universidad Nacional del Sur. usbustos@uns.edu.ar, usbustos@gmail.com

Resumen
Este artículo analiza los procesos de construcción de la identidad de un territorio y cómo los actores locales consiguen trasladar y aumentar un patrimonio cultural de un pasado migratorio singular desde la esfera privada de las familias o de una comunidad particular a la esfera pública local. Tomamos el caso del presente del pasado inmigratorio francés de la pequeña ciudad de Pigüé (17.000 habitantes), en el partido de Saavedra (provincia de Buenos Aires). La sociedad tomó conciencia de este pasado como recurso identitario en 1984 con los festejos del centenario de su fundación. Luego, la cooperación cultural con Francia permitió a algunos que lo habían olvidado descubrir o valorizar su pasado familiar y a varios otros, de origen francés o no, crear nuevos vínculos con Francia y con el pasado del territorio. Se realizaron quince entrevistas semidirigidas a actores clave de este proceso, movilizando el análisis temático transversal de los relatos. Concluimos que se logró impulsar una construcción de una memoria social local en el presente de aquel pasado francés como recurso territorial más allá de la comunidad de origen. Ese recurso, que se constituye en patrimonio, es susceptible hoy de ser aprovechado económicamente para el desarrollo local con menores riesgos de padecer reinterpretaciones comerciales o folclorizantes.

Palabras clave: Desarrollo local; Patrimonialización; Territorialización; Memoria social; Inmigración.

Patrimonialisation of the French heritage in Pigüé, a small Pampeana city. A resource for identity and local development

Abstract
This article analyses the processes of building the identity of a territory and the way local actors manage and increase a cultural heritage from a unique migratory past going from the private sphere of families or a particular community to the local public sphere. We take the case of the present of the French immigrant in the small town of Pigüé (17,000 inhabitants), in Saavedra district (Province of Buenos Aires). The society became aware of this past as an identity resource in 1984 with the centennial celebrations of the town foundation. Cultural cooperation with France allowed some people to find it, discover or value their family background, and for several others, of French origin or not, to create new links with France and the past of the territory. Fifteen semi-structured interviews were conducted with the key actors of this process, giving way to the transversal thematic analysis of the recorded stories. We conclude that a construction of a local social memory was achieved in the present of the French past as a territorial resource beyond the community of origin. This resource, which is constituted as patrimony, is likely to be used economically for local development with minor risks of commercial or folklorising reinterpretations.

Key words: Local development; Patrimonialisation; Territorialisation; Local memory; Immigration.

Introducción

¿Cómo las identidades y la cultura de una comunidad ya instalada en un territorio local pasan a ser parte de las identidades y de las culturas de otras comunidades llegadas posteriormente? Esa temática de la emergencia de identidades compartidas en un territorio es hoy en día de gran urgencia e importancia en el mundo entero debido a un aumento de las movilidades y la necesidad de mecanismos sociales o institucionales locales de integración. La Argentina, como país de inmigraciones antiguas y recientes, es un gran laboratorio sobre esta problemática. Por una parte, se debe a la diversidad de orígenes y, por otra parte, a que muchas de las corrientes migratorias son lo suficientemente recientes para ser consideradas portadoras de enseñanzas útiles, en vista de entender mejor las migraciones observables hoy en otras partes del mundo. Además, por su posición temporal, pueden ser analizadas no solo a través de documentos de archivo, sino vía testimonios de los hijos o nietos de los migrantes. En contraparte, cuando dos o tres generaciones se suceden, esas migraciones tienen una profundidad histórica suficiente para observar transformaciones en distintas etapas, en particular secuenciadas por olvidos y reminiscencias, por apropiaciones y reapropiaciones, etc., influidos por las representaciones sociales y sus grados de simbolismo.

Este artículo pretende analizar una de las dimensiones de los procesos de integración: la territorialización de la cultura y de las identidades y la patrimonialización local del pasado. En este sentido, el sector suroeste de la provincia de Buenos Aires es muy interesante por el gran número de localidades que han sido formadas hace poco más de un siglo por una comunidad de origen particular (franceses, mallorquines, dinamarqueses, judíos, alemanes del Volga, etc.) y que recibieron luego otras corrientes migratorias (Tulet, Albaladejo y Bustos Cara, 2001). ¿Cómo de varias comunidades surge un territorio? ¿En particular, cómo los rastros y las huellas dejadas por la llegada de una comunidad inicial son reapropiados por los otros habitantes sin quitarles su singularidad a los primeros pobladores? El caso de la "comunidad francesa" de la pequeña ciudad pampeana de Pigüé es muy interesante en este sentido, ya que ha logrado una visibilidad incluso a nivel nacional, luego de haber desarrollado una intensa cooperación cultural con el departamento francés del Aveyron, perteneciente a la región de Occitania.

En este trabajo analizamos un proceso endógeno de construcción social de un recurso patrimonial vinculado al origen francés de la colonización de una localidad agraria pampeana (Pigüé). Nos ubicamos en las líneas teóricas del sujeto (Dubet y Wieworka, 1995; Dubar, 2000) y del constructivismo social (Berger y Luckmann, 1989). O sea, consideramos que la identidad individual del sujeto es un factor imprescindible de socialización y que, a su vez, es una construcción social e individual. Nos dice Touraine (1995): "llamo sujeto […] el deseo de ser un individuo, de crear una historia personal, de dar un sentido al conjunto de las experiencias de la vida individual"1(Touraine, 1995, p. 29). Consecuentemente, analizaremos en Pigüé el "vínculo con Francia" de sus habitantes como identidad construida del sujeto, más allá del hecho de ser "de origen francés", o sea, de haber recibido una pertenencia cultural. Con este enfoque, ampliamos el concepto de "herencia" a la idea de que la identidad no se transmite únicamente por la familia o por una comunidad de origen, sino también por la pertenencia a un mismo territorio. Esa conceptualización hace de la transmisión un proceso activo, una construcción a la vez social e individual que busca encontrar un sentido compartido entre los sujetos por su inscripción territorial. Estimamos que el caso de Pigüé, ejemplo de una reconstrucción reciente y muy dinámica del pasado de una inmigración marginal (francesa) en un país de inmigración masiva (esencialmente italiana o española), se adapta particularmente para desarrollar esta visión teórica y mostrar su interés analítico. Hablamos de un enfoque cultural dinámico sobre la construcción de la identidad, como el desarrollado por Saez (1995) o el expuesto por Lenclud (1987) en un artículo en que ve la "tradición" o el "patrimonio" como un trabajo creativo de los sujetos sobre el pasado desde el presente y no como un "trabajo histórico" de redescubrimiento de un supuesto sentido objetivo y ni siquiera de un sentido subjetivo que hubiese sido conservado más o menos intacto en las memorias, las prácticas y los objetos.

El patrimonio es, entonces, el resultado de un trabajo de los actores sobre el pasado que se concretiza en la identificación, recuperación y hasta construcción (no invención) de huellas, como por ejemplo reinterpretaciones de eventos u objetos anteriores al servicio de proyectos e identidades de los sujetos sociales en el presente. Por esa razón, hemos hecho una interpretación temática de nuestras entrevistas agrupando todas las observaciones en función de esas huellas del pasado. De esta manera, pudimos constatar que esas huellas convergen en una construcción social local coherente del pasado francés. Esa construcción comporta un tejido de relatos, objetos, eventos, fiestas, escritos, etc. Esta coherencia no significa homogeneidad, ya que incluye, como lo veremos, contradicciones y controversias fuertes. Esos elementos del pasado, esas huellas, no están confinados o confiscados en los espacios privados, sino que participan todos de un mismo debate y que contribuyen a la formación de un espacio público local.

La metodología se apoya en la recolección de los discursos sobre sus acciones de los principales protagonistas del proceso de patrimonialización, en entrevistas semidirigidas. Luego, se realiza un análisis estructural de estos relatos de acción (Demazière y Dubar, 1997) para entender la lógica de cada actor y, finalmente, un análisis transversal temático de todas las entrevistas, buscando las huellas del pasado francés. Ese enfoque explica, en particular, el estilo directo del texto y las referencias a personas concretas como casos representativos. Con la finalidad de contribuir a un mejor conocimiento de la historia local, siguiendo la opción adoptada por todos los estudiosos de Pigüé, en particular, en el libro de referencia sobre esta localidad (Andreu, Bennassar y Gaignard, 1977), hemos decidido conservar los apellidos reales de las familias, con todo el respeto que debemos a los actores entrevistados. En efecto, hubiese sido imposible esconder esa identidad para los dos tercios de ellos, debido a su rol particular en la historia local que permitiría fácilmente identificarlos y, de todos modos, para todos y cada uno figurar explícitamente en la historia local es un hecho asumido. Para realizar esta investigación hemos llevado a cabo quince entrevistas ―de alrededor de dos horas cada una― a los actores locales y también a algunos actores de la cooperación con Francia que hemos entrevistado en el Aveyron (Tabla I).


Tabla I. Lista de los actores entrevistados entre marzo de 2016 y junio de 2017.
Fuente: elaborado por Albadalejo, Sassone y Bustos Cara.

Luego de ubicar las características esenciales de la colonización francesa en Argentina y de recordar muy brevemente la historia de la colonización en Pigüé, repasaremos las huellas que resultan de las dinámicas sociales locales de patrimonialización y territorialización de este pasado, agrupándolas en grandes tipos. Comenzaremos por los tres componentes para la recuperación de la identidad: el idioma, la principal "huella", tanto por ser un criterio de identificación y de pertenencia como porque ha sido el caso más llamativo de impulso de una lógica para territorializar este pasado; las familias y sus apellidos para recuperar sus ancestros en el Aveyron a través de los estudios genealógicos impulsados desde Francia; y las instituciones francesas que dan cuerpo a esa política de patrimonialización del vínculo entre Francia y la Argentina. Luego nos ocuparemos del mensaje cultural materializado tanto en los paisajes ―los monumentos, el arte y los museos en la ciudad― como en la producción escrita, de la cual dan cuenta interesantes libros. Por último, se abordarán las prácticas sociales de la patrimonialización: las fiestas y conmemoraciones, porque este tipo de eventos han sido al origen del redescubrimiento local del pasado francés, por un lado, y la gastronomía como mediación y anclaje con la cultura local francesa, por otro. Nuestras conclusiones considerarán este proceso desde el territorio y, en particular, desde el desarrollo local.

Colonización francesa en la Argentina: algunas pinceladas sobre el pasado

La historia de las migraciones internacionales hacia la Argentina durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX reconoce la presencia de franceses, tanto de intelectuales y elites como de la llegada más silenciosa de familias que se distribuyeron por las regiones de la Argentina, aunque la mayoría se instaló en la región pampeana. Algunos de ellos son los protagonistas de la fundación de colonias agrícolas como Pigüé. Si bien este artículo aborda las formas de las huellas de la herencia francesa en la geografía local, es necesario mostrar que este grupo fue, después de los españoles e italianos, el que también marcó la identidad de la compleja sociedad argentina de nuestros días. Las investigaciones, que provienen en general desde los intereses de la historiografía, dan cuenta de los aportes a la conformación de este país. Rey Balmaceda (1994), en su exhaustiva bibliografía sobre inmigración, colonización y comunidades extranjeras en el país, ofrece más de una centena de referencias entre libros, artículos de revista, notas periodísticas y trabajos inéditos referidos a los migrantes franceses en la Argentina. En una rápida lectura de los títulos de esas fuentes se destaca la mención a la colonización francesa que incursionó en busca de las fértiles tierras de la Pampa y dejó sus marcas en la expansión agropecuaria que llevó al país a convertirse en el llamado granero del mundo. Por su parte, Otero (2012) escribió la primera historia de los franceses en la Argentina, contribución destacable, en la que trabajó con las fuentes documentales de Francia y con las de la Argentina, de allí el valor de su obra; nuevamente entre sus aportes emerge la presencia de la colonización, unida a otras de las contribuciones de este grupo migrante como el de sus estrategias de inserción tendientes a reconocer la cultura francesa a través de las asociaciones, las escuelas o la enseñanza de la lengua francesa. Los mundos urbanos aparecen bien retratados, no así los mundos de las sociedades agrícolas, tal el caso de Pigüé y algunos otros pueblos del sudoeste de la provincia de Buenos Aires, donde se asentaron familias francesas y en los que hoy están sus descendientes argentinos, que ―junto a argentinos de otras ascendencias― contribuyen a poner en valor la cultura de Francia. Pigüé es una pequeña ciudad pampeana de 17.000 habitantes, en el partido de Saavedra, donde se localizan otras pequeñas localidades de menos de 3000 habitantes; está situada al sudoeste de la ciudad de Buenos Aires y próxima a la ciudad de Bahía Blanca (Fig. 1). Esta localidad es conocida por ser la única que se reconoce como de fundación francesa, en particular por familias provenientes de pueblos del departamento del Aveyron, en la actual región de Occitania.


Figura 1. Pigüé: la colonia francesa emblemática de ese pasado migratorio.
Fuente: Elaborado por Albadalejo, Sassone y Bustos Cara.

La política del Estado argentino de promover la inmigración comenzó a trazarse en 1853 con la Constitución de la Nación. Las acciones fueron diversas: se formaron agencias de inmigración, en particular, en España, Italia y Francia; se otorgaron pasajes subsidiados y se avanzó en las políticas de creación de colonias, fuesen estas públicas o privadas (Devoto, 2003). Tal es el caso de Pigüé, que se formó a partir del arribo de familias aveyronesas en diciembre de 1884. Aquellos primeros inmigrantes llegaron en barcos provenientes del puerto de Burdeos y eran, en su mayoría, del sur de Francia, especialmente de Haute Garonne, Corrèze, Gironde, Dordogne, Landes, Gers, Lot et Garonne, Tarn et Garonne, Aveyron, Hautes Pyrénées y Pyrénées Atlantiques. Los más influyentes de la colectividad francesa en la Argentina fueron los vascos, luego los bearneses, los gascones y, por último, aveyroneses.

El primer censo de población de 1869 registró 32.326 franceses, cifra que subió a 94.098 en el segundo censo de 1895. Otero (2012) indica que casi tres de cada cien habitantes del país habían nacido en Francia para ese año. Si comparamos con la llegada de españoles en 1869, la cifra era similar, pero en el segundo censo, estos habían llegado a 198.685, más del doble de los franceses. La tendencia no siguió igual en los censos siguientes: en 1914, año del mayor porcentaje de extranjeros en el país, como nunca en la historia (30%), el número de franceses bajó a 80.570. Se dice que fue un grupo atípico y, pese a la poca cuantía, su influencia fue considerable desde su aporte cultural, más que en el caso de los alemanes. En 1911 se registraban unos 100.000, cifra que no se modificó, por el contrario, disminuyó. Pese a esas escasas cuantías, cabe consignarse que la Argentina tenía el mayor número de franceses, en comparación con otros países de América Latina.

La presencia francesa en la historia de la colonización agrícola de la Argentina también se reconoce en varias provincias argentinas. Existen ciudades y pueblos que tienen su origen en el impulso fundacional de las colonias de franceses, por lo general, anteriores al caso de Pigüé. En la provincia de Entre Ríos, se fundaron la colonia San Juan en el puerto de Santa Ana (1855) y dos años después la colonia San José; otros ejemplos son los de la colonia agrícola Esperanza en la provincia de Santa Fe (1856) y, once años después, la Colonia Francesa, próxima a San Javier (1867). Años después se sucedieron varias más como colonia Cayastá, colonia Larriviére y otras como Casilda, Cruz Alta y Laboulaye que hoy siguen reconociendo la herencia francesa, aún cuando por su número fueron quedando en minoría.

El 4 de diciembre de 1884 (Andreu et al., 1977; Gaignard, 1989), un contingente de 40 familias ―en total, 162 personas― llegó a la estación de tren llamada Pigüé (PiHué en mapuche significa "lugar de encuentro"), a 550 km al sur-oeste de Buenos Aires, directamente desde sus pueblos del norte del Aveyron (Francia). Salieron en tren desde la ciudad de Rodez y se embarcaron en la ciudad de Bordeaux hacia Buenos Aires. François Issaly los reclutaba en sus pueblos natales de Francia y los acompañaba en esta aventura. Vita Pérez Issaly, su nieta, nos explicó que, según el diario de su abuelo, llegaron el 3 de diciembre, pero no pudieron subir al tren con todos sus efectos personales, en particular, con las herramientas. Cuando llegaron, solo estaba el edificio de la estación del ferrocarril y el galpón en el cual tuvieron que alojarse en forma precaria, ya que, según nuevamente la versión de Vita, el empresario organizador de la colonización, otro aveyronés, llamado Clemente Cabanettes, no había cumplido con su obligación de construir las casas. Recién al día siguiente, Issaly les trajo todas sus pertenencias, dándoles un poco de ánimo para quedarse, razón por la cual esos colonos decidieron hacer del 4 de diciembre la fecha aniversario de la fundación del pueblo. Varios de nuestros entrevistados valoran mucho esa llegada del primer contingente, afirmando incluso que en la Argentina esta sería la única experiencia de creación de una localidad por la llegada coordinada el mismo día de un importante número de colonos.

En realidad, ni la región ni las 27.000 ha de la concesión comprada por Clemente Cabanettes al inversor Eduardo Casey eran un desierto. Luego de la guerra total contra los indígenas librada por el general Juan A. Roca en 1879, los enviados de Casey descubrieron "intrusos" de origen europeo que vivían desde hacía tiempo en paz con los indígenas y criaban de 1000 a 12.000 cabezas de vacunos cada uno. En particular, en las tierras de Pigüé, vascos franceses, los Zungunegui, criaban caballos (Andreu, Bataillon, Bennassar, Gaignard y Tulet, 1993) sin tener ningún título de propiedad. Pero los que dejaron las primeras huellas hoy perceptibles y celebradas en la historia local son esos aveyroneses. Por otra parte, contrariamente a lo que dice la historia oficial, la paz con los indígenas no se logró durante una generación más, ya que el gobierno, según Andreu et al. (1993), no actuó frente a los grupos indígenas que en bandas se apropiaban del ganado con sus características boleadoras, siendo un peligro para los colonos y las estancias.

Casey había comprado 275.000 ha y logró que el ferrocarril modifique su trayecto para pasar por sus tierras, pero con la condición de crear tres colonias para las cuales se construyeron estaciones, siendo Pigüé una de ellas. Luego, Casey firmó un contrato con Cabanettes para que organice la colonización en lotes de 100 ha o múltiples de 100 y fue así que este último contactó a su amigo François Issaly para que, desde el Aveyron, reclutara a los primeros colonos y viajara con ellos. La crisis de la filoxera en las vides de los campesinos de esta ruda región del centro-sur de las montañas de Francia empujó a muchas familias a intentar la aventura.

Otros franceses, algunos aveyroneses, pero también vascos, etc., que estaban ya en la Argentina integraron luego esa colonia. También a partir de 1888 llegó otro grupo de aveyroneses, del orden de unas 120 familias más y en un poco más de un mes, en 1888, llegaron otras 40 familias. Rápidamente arribaron también españoles, italianos y alemanes del Volga. Hoy Pigüé es una ciudad de 17.000 habitantes, cabecera de un partido (Saavedra) de casi 20.000 habitantes y 3500 km2 de extensión.

Recuperando las raíces: la búsqueda de la identidad

El idioma, como matriz del pasado francés

El idioma francés2 es la huella más grande que ha dejado la inmigración venida de Francia a Pigüé y es la que más ha sido retrabajada y ha sido objeto de decisiones institucionales, luego de iniciadas las relaciones de cooperación en 1984. Es de lejos el marcador de identidad más fuerte: hoy en día el vínculo con Francia se mide y se reivindica esencialmente por el conocimiento del idioma; antes (o sea mientras vivía la generación de migrantes) se podía medir por los lazos de familia. Sin embargo, se añade otro elemento que da complejidad al tema: los inmigrantes aveyroneses llegados hablaban el occitano (el "patois" según la denominación de nuestros interlocutores) y así fue el idioma más hablado, en particular en el pueblo de Pigüé y en la intimidad de la familia. Según nuestras entrevistas, era el idioma aún más consolidado en el primer contingente de aveyroneses. Hay que tomar en cuenta que muchos de ellos ―la mayoría, campesinos― no sabían leer ni escribir. Algunos años más tarde, los migrantes llegaron ya más familiarizados con el francés; además, eran de condición económica más acomodada y de mayor nivel educativo, lo que se relacione probablemente con un mejor conocimiento y uso del idioma francés. Sin embargo, todos los aveyroneses que arribaron a Pigüé, según pudimos evaluar, hablaban occitano. Hasta el pigüense que se considera hoy en la Sociedad Francesa que mejor habla francés (Miguel Marcenac) nos contó que se acuerda muy bien que sus abuelos y tíos abuelos hablaban corrientemente occitano entre ellos. También sus padres hablaban occitano entre ellos, pero nunca con sus hijos. Incluso nos dijo que su propia madre mezclaba corrientemente occitano y francés. A él y a sus hermanos les quedan solo palabras y expresiones sueltas, y no de las más educadas, a tal punto que les parecía que la forma de hablar en occitano solía ser la grosera. Esta opinión refleja el papel declinante que tuvo el occitano en la cultura y en la valoración de los migrantes y de sus descendientes.

En cambio, el francés ha sido tempranamente en Pigüé un marcador de nivel social y de capital cultural. Miguel Marcenac nos contó con orgullo y muchos detalles cómo su madre y sus tíos se constituyeron un sólido capital cultural, en particular, a través de los estudios. Cuando el abuelo materno se murió a la edad de 33 años, le hizo prometer a la abuela que iba a volver a Francia con sus cinco hijos, gracias al dinero de la renta de su campo de 600 ha, para que estudien allá. Es lo que hizo: se volvió a Saint-Geniez-d'Olt, un pueblo hoy de 1800 habitantes, cerca de Rodez y escolarizó a sus hijos. Un tío se graduó en la escuela jesuita de ingeniería agropecuaria de Purpan en Toulouse (luego de hacer el liceo agropecuario de La Roque cerca de Rodez), otro hizo medicina en Montpellier y su madre se graduó en letras en Montpellier. Regresaron todos en 1939 a Pigüé por causa de la guerra. Su madre enseñó francés en el liceo francés de Buenos Aires donde conoció a su marido, un pigüense de origen del Aveyron que estudiaba ingeniería civil en Buenos Aires y daba cursos para pagar sus estudios. También Miguel mencionó con orgullo a su tío, nacido en 1918, que se recibió de químico en Buenos Aires y fue becado por el Instituto Pasteur para una estadía de dos años en París. Miguel nos declaró con algo de orgullo que cuando él y sus hermanos tuvieron que iniciar el secundario en Pigüé, no hablaban castellano.

La Alianza Francesa de Pigüé se funda el 27 de noviembre de 1946, "gracias a la iniciativa de un grupo de pioneros, quienes deseaban que no se perdiera la lengua francesa en nuestra comunidad, y que la misma llegase a todos aquellos que desearan aprender este hermoso idioma"3. Como nos hicieron observar varios de nuestros interlocutores, la Alianza se crea en el momento en que la generación de los pioneros estaba desapareciendo. Sin embargo, parecería que nunca pasó de tener más de 30 a 50 estudiantes, en su mayoría adultos. No pudimos acceder a los registros de inscriptos de los primeros 40 años de funcionamiento para constatarlo. Hasta 1984 y, en particular, hasta el arranque de los proyectos de cooperación, la Alianza respondía a deseos personales de mantener una relación con la historia familiar. Eso explica seguramente que su sede estuviese albergada en el edificio de la Sociedad Francesa y que mantuviese vínculos fuertes con esta institución. Desde hace 20 años pasó a ser, además, un instrumento para postular a becas y programas de intercambio y eso ayudó a frenar y hasta a revertir la caída de las inscripciones. La directora nos dijo, al entrevistarla en 2016, que en efecto hace 30 años había 25 a 30 alumnos, que 20 años atrás no eran más que 15 y que hoy cuenta con 48 alumnos.

Cuando la cooperación descentralizada entre el departamento del Aveyron y Pigüé se puso en marcha, se formó una nueva organización, la Amicale de Intercambios, que inmediatamente se preocupó por desarrollar el idioma francés, pero esta vez en "forma masiva". Sin este mayor impulso en el manejo del idioma, podría haberse limitado la cooperación. Pero también la idea de la Amicale es de hacer de la relación con Francia, a través en particular de la cooperación, el (o un) proyecto de todo el pueblo e incluso de todo el partido. Con esa visión, sus autoridades consiguieron implementar un proyecto muy novedoso en la Argentina de enseñanza obligatoria del francés como segundo idioma extranjero para todos los alumnos de las cinco escuelas primarias, públicas o privadas, del partido4. O sea que son 300 jóvenes de 9 a 11 años de todo el partido que tienen hoy dos horas obligatorias de francés por semana. Sin la cooperación con Francia, este logro no hubiese sido posible ya que el Consejo General del Aveyron financió la capacitación de los docentes y luego pagó los salarios de los docentes durante los cuatro años en que el proyecto se consideró como una "experiencia piloto". Luego de esa experiencia la Dirección de Escuelas de la provincia aprobó definitivamente el proyecto, apoyándose según nuestros interlocutores sobre una disposición de la Ley de Educación que autorizaría la enseñanza de segundos idiomas extranjeros en localidades que tengan una marca muy fuerte de una corriente migratoria. La intención era familiarizar a los niños en el nivel primario con el francés para que luego se anotaran en la Alianza Francesa. Ese fenómeno no se dio, sin embargo, ya que hubo estos últimos años solo 7 a 8 alumnos adolescentes inscriptos cada año en la Alianza. Aun así, se observa realmente un interés por un aprendizaje profundo del idioma cuando la persona consigue una beca para hacer estudios superiores, en general un doctorado, con efectos muy fuertes a nivel de cada miembro de la familia y no solo del becario.

El idioma es la herencia del pasado francés considerada como la más apta para el mantenimiento del vínculo con el lugar de origen. Por otra parte, desde siempre, frente al occitano y luego frente al español, ha sido un factor de distinción social y desde hace veinte años es casi un requisito para acceder al beneficio de los programas de cooperación. Todas las acciones de intercambio se proponen favorecer la francofonía, uno de los tres objetivos de la Cofradía de la Omelette, junto a la amistad y las fiestas. Así se pueden explicar los esfuerzos para enseñar y perfeccionar este idioma fuera del marco familiar desde hace más de 70 años, con un resultado notable, y desde 2006 de enseñanza masiva en el primario del distrito. Sin embargo, los efectos no han estado totalmente a la altura de las expectativas de los iniciadores y de los promotores del idioma francés. Hay varios factores explicativos posibles. El idioma español ha sido el de la integración y ha arrasado con casi todos los otros idiomas de los inmigrantes, a tal punto que se puede decir que la Argentina es fundamentalmente un país monolingüe. Por otra parte, la inmigración francesa, si bien ha sido la de la fundación, no fue masiva y el peso demográfico de las otras comunidades la supera. En cuanto recurso para participar en los programas de cooperación, estos no han sido tan importantes como para generar expectativas en los jóvenes para hacer un viaje a Francia. Pese a estos limitantes, y gracias a los renovados esfuerzos desde 1984, sin duda alguna, el idioma francés es actualmente la herencia más fuerte de la inmigración como parte del presente.

Familias, apellidos y genealogía

Durante nuestras entrevistas, pudimos constatar que el "index des familles" es la parte más consultada por los pigüenses y los aveyronenses del libro de los universitarios franceses (Andreu et al., 1993), y hasta casi la única parte consultada, tanto de la versión original en francés como de su traducción al castellano. La única otra manifestación material, bajo la forma de un inventario sistemático de los apellidos y de la pertenencia al pasado francés son las lápidas del cementerio…, pero con el sesgo del nivel económico de las familias, un sesgo que no tuvo la constitución del "index" del libro. El apellido y algunos datos sobre su historia son el primer elemento de presentación que nos exhibieron nuestros interlocutores, con énfasis y mucho orgullo. Inmediatamente con exhibir el apellido no solo se sabe si uno es o no oriundo del Aveyron, sino que además se puede determinar de qué pueblo. También con el apellido se sabe si la persona ha venido con el primer contingente de colonizadores y con François Issaly, o si ha venido después. Se sabe incluso la ortografía de los apellidos y se pueden distinguir los "Favre", suizos, de los "Fabre" (con b larga), aveyroneses. Ese interés por los apellidos y por las historias familiares se despertó después de los eventos del centenario, juntamente con los estudios genealógicos realizados en el Aveyron y dados a conocer en Pigüé. La etapa en que se encontraban las familias ―de uno y otro lado del Atlántico― ha permitido además una revinculación con el pasado familiar para encontrar testimonios de los que migraron: esencialmente son los nietos de los hermanos de los que emigraron, quienes residen aún en muchos casos en las casas de familia de la época. Esa dimensión emotiva es esencial para la cultura argentina. De hecho, muchos de esos "testigos" fallecieron entretanto, lo que hace pensar que ese despertar de los lazos se produjo justo en el momento adecuado.

Podemos ilustrar esta reconstrucción del vínculo con el pasado familiar a través de dos casos opuestos que nos permiten delimitar el campo de las prácticas sociales y personales vinculadas con "el pasado del apellido".

Miguel Marcenac, expresidente de la Sociedad Francesa presenta él mismo su familia como "un caso totalmente excepcional" en el sentido de que no habría habido nunca ningún corte con la familia del Aveyron y con Francia. En páginas anteriores, hemos relatado parte de la historia de sus abuelos y señalamos que la abuela vuelve a Francia con sus cinco hijos tras la muerte de su abuelo. La madre y los tíos de Miguel crecieron e hicieron estudios superiores en Francia y volvieron todos antes de la Segunda Guerra Mundial. Además de estos itinerarios familiares, continuamente cruzados entre Francia y Argentina durante tres generaciones, Miguel y su familia tuvieron el nivel económico suficiente para realizar numerosos viajes de visita. De hecho, Miguel viajó 17 veces a Francia. También nos dijo con orgullo que todos los miembros de su familia han mantenido la ciudadanía, hasta sus hijos y nietos.

Griselda Meunier, que trabaja como docente en la Alianza Francesa desde hace 24 años, empezó a estudiar francés a los 40 años. Su marido, del cual está divorciada, tiene orígenes españoles e italianos. Griselda sabe que del lado de su madre son aragoneses, pero no investigó este pasado porque es su apellido francés el que le llamó la atención. Su bisabuelo Meunier, oriundo de Charente, que tenía un café en París con su bisabuela, vino a la Argentina en 1883 y luego de varios años compró 1000 ha en las proximidades de Pigüé. Griselda tiene una sola foto de él que regaló al Museo del Parque. Del lado Meunier tiene solo una tía en Pigüé, pero que lamentablemente no se acuerda de la historia. Resulta que su abuela paterna, que viajó a la edad de 7 años con sus padres, al final de su vida no pudo salir de la cama durante seis años por enfermedad y aprovechó ese tiempo para escribir un diario que heredó Griselda. A partir del momento en que Griselda recibe ese cuaderno, estudia francés en la Alianza y viaja por lo menos cada tres años a Francia. Le permitió reencontrar a sus familiares, con quienes mantiene una relación fluida vía mail y Facebook. Luego de seis años de estudiar francés, le propusieron enseñar en la Alianza Francesa y aceptó. Era maestra de formación, pero nunca había trabajado, ya que tenía que atender a sus cinco hijos. Griselda confesó que le cuesta también compartir esa pasión por Francia con sus hijos, aunque consiguió que cuatro de ellos estudien el idioma. Ella quiere conocer a todos los franceses que viajan a Pigüé. Es así como tiene ahora muchos amigos en Francia. En Conques, en particular, un pueblo del Aveyron, es amiga desde hace 30 años de una pareja que viene sistemáticamente cada año a la Argentina. Siempre empiezan sus viajes con una estadía de 4 a 5 días en la casa de Griselda, luego van a recorrer América Latina y nunca vuelven a Francia sin pasar nuevamente a saludarla al final de su viaje. Es interesante que esa pasión por el otro país sea compartida del otro lado del Atlántico, y no es un caso único. El caso de Griselda es representativo de varias otras personas de origen francés que reconstruyeron un vínculo con Francia y una identidad personal a partir de las huellas de su pasado familiar. Es posible mencionar dos casos más: el de dos presidentes de la Amicale de Intercambios Pigüé-Aveyron. Los dos, de origen aveyronés por la madre, hablan francés hoy porque lo estudiaron de grandes, pasados los 30 años. En sus dos casos, el "apellido" existe, pero lo tienen que aclarar porque es el de sus madres.

Luego de casi 20 años de cooperación, en particular de la cooperación descentralizada a partir del 2000, no es más obligatorio tener un apellido y antepasados franceses para tener un vínculo personal fuerte con Francia. Aparecieron casos llamativos de personas o familias enteras que, a raíz de una beca en Francia de diversa índole y duración, han creado una relación muy profunda y han colaborado para hacer que se redescubran, activen y hasta se construyan huellas importantes del pasado francés en Pigüé, como es el caso del idioma o de una comida típica. Marcelo Sili es de origen siciliano y alemán del Volga, pero como pigüense se ha beneficiado de becas para realizar estudios de posgrado en geografía en la Universidad de Toulouse. Su esposa, que no hablaba francés antes de esta experiencia, es hoy una de las dos docentes de la Alianza Francesa. Marcelo es un activo animador de las relaciones académicas y culturales con Francia y nunca ha cortado su relación personal y profesional con este país. María Amalia Rodríguez pertenece a la comunidad mallorquín del pueblo de Goyena, a pocos kilómetros de Pigüé y es docente de la escuela agropecuaria. No tenía ningún contacto con Francia hasta conseguir en abril de 2009 una beca de un mes para trabajar en la escuela agropecuaria de La Roque en Rodez. Ha sido la oportunidad de hacer firmar un convenio entre los dos establecimientos y más que todo importar, con la ayuda de un maestro quesero de Pigüé, la receta de la tome que permitió producir una comida muy típica del Aveyron: el aligot. Hoy esa comida está en el centro de los festejos de la partida del primer contingente de colonos, el 25 de octubre. María Amalia aprendió francés y es hoy una activa participante de la Amicale de Intercambios.

En el centro de la relación con Francia se ubica la posibilidad de construir un vínculo personal con ese país. En una primera larga etapa esa posibilidad estaba completamente vinculada con tener orígenes franceses y un capital económico y cultural importante para poder sostener esta relación. Desde 1984 muchos habitantes de Pigüé han podido reconstruir una relación con el país de sus antepasados, a la vez que otros sin ese vínculo de familia también han podido "hacer historia" con Francia.

Las instituciones francesas

Las huellas de la inmigración quedan asentadas también en las instituciones. La más antigua es la Société Française de Secours Mutuels, creada en 1891 para atender los problemas de salud y en general cualquier tipo de dificultad que se pudiera presentar en la colectividad francesa. En 1909 la provincia de Buenos Aires exigió una modificación de los estatutos conforme a la normativa: primero, para ser miembro no se puede exigir ser francés o hijo de francés y, segundo, los estatutos deben ser redactados en castellano. Hechas estas modificaciones, la asociación pasó a llamarse Sociedad Francesa de Socorros Mutuos La Fraternelle. Hoy tiene 120 socios, pero solo 15 son realmente activos y muy pocos son francófonos. Organiza eventos internamente, como la celebración del 14 de julio5, principal fiesta patria de Francia, o participa en otros eventos protocolares. Es de señalar la creación en 1898 de la Cooperativa de Seguro contra el granizo y un año después la primera cooperativa agropecuaria de la Argentina: la cooperativa El Progreso Agrícola, ambas parte de una cultura de la organización solidaria propia de Pigüé. En 1946 se crea la Alianza Francesa de Pigüé y no hay más dinámica institucional hasta el año del centenario de la creación del pueblo.

Luego del evento de 1984, se crearon dos asociaciones para fomentar los intercambios. Una tiene su sede en el Aveyron, la Association Rouergue-Pigüé, creada por el intendente de la comuna de Saint-Côme-d'Olt, Jean-Raymond Palous. Su par argentino era la Asociación Pigüé-Rouergue que funcionaba en la sede de la Sociedad Francesa, pero al cabo de unos años, en 1992, terminó disolviéndose. En 2001 un grupo de gente más joven decide fomentar los intercambios creando la asociación La Amicale de Intercambios (como se mencionó), cuya fundadora es Gabriela Champredonde, de origen aveyronés. Cuenta con unos 15 miembros activos, pocos hablan francés y algunos no tienen orígenes franceses, pero todos buscan vincular el pueblo de Pigüé en su conjunto con el pasado francés del pueblo y crear nuevos vínculos activos mediante una intensa cooperación con Francia en general y con el Aveyron en particular.

Entre los paisajes y las representaciones sociales

La producción escrita: sobre los libros

La producción escrita sobre la inmigración francesa es importante y antigua. No se confinó en círculos eruditos, sino que es conocida por muchos y de hecho se puede consultar en gran parte en el Museo del Parque. Constituye una referencia en la construcción de la identidad de los habitantes, especialmente los de origen francés. No significa que los pigüenses que hacen alusión a la literatura francesa han leído necesariamente los libros a los cuales se refieren, pero los comentan y les sirve para legitimar su discurso. A tal punto existe un interés por los libros que se generó un áspero campo de lucha simbólica por la interpretación de la historia, con repercusiones en la producción y revisión del relato histórico oficial y la exhibición de marcadores sociales de la historia como lo son los monumentos o las fechas de conmemoración colectivas. Nuestros interlocutores mencionaron, en particular, la historia de Pigüé escrita por Ernesto Monferrán Monferrán (1955). Varios de ellos recordaron también el libro escrito para el cincuentenario de la fundación de Pigüé por Octavio Federico Ducos (1934), un importante ganadero del lugar cuya familia es oriunda de Pau (Francia). En el mismo año se publicó el libro autobiográfico de Anaïs Viala (1938), una mujer rural del Aveyron en Pigüé más moderna que su tiempo y que la sociedad de Pigüé, que da una valiosísima información sobre la vida cotidiana y la difícil condición de la mujer en la época. Recordamos que el libro autobiográfico de Anaïs Viala ha sido descubierto por María Herminia Di Liscia y Ana Lasalle, que lo reeditaron en la Argentina con análisis y comentarios (Di Liscia y Lassalle, 2002).

A principio de los años setenta, tres profesores de la Universidad de Toulouse (Francia) (que enseñaban literatura, geografía e historia) y cuatro de sus estudiantes descubren casualmente la existencia de esa inmigración francesa en Pigüé y deciden llevar adelante una investigación que recién se publicó en Francia en 1977 (Andreu et al., 1977) y se actualizó dieciséis años después (Andreu et al., 1993), luego de reiniciarse oficialmente las relaciones entre Pigüé y el Aveyron. La primera edición del libro ha sido traducida al castellano años después por la nieta de Numa Ayrinhac (Litre Valentin, 2009). Inspirado por la primera edición de ese libro, se publica en Francia, en Rodez, un libro sobre la historia de los aveyroneses de Pigüé (Cabanettes y Gombert, 1988), por un familiar del fundador Clemente Cabanettes que había ya publicado anteriormente un libro sobre su antepasado (Cabanettes, 1973). Aquella investigación y el libro, elaborados por los universitarios de Toulouse, han tenido repercusiones importantes y múltiples. Primero han ayudado a hacer conocer mejor, hasta para los estudiosos argentinos, aspectos importantes del proceso de colonización y de la vida de la época. Muchos de los descendientes franceses comenzaron a interesarse por su historia familiar y desearon conocer más sobre sus antepasados. El libro y la autoridad intelectual de sus autores y de la universidad en Francia legitimaron y dieron un carácter público a esos relatos privados.

El hecho de que haya sido publicado en francés ―y, entonces, para casi todos de lectura inaccesible― no le quitó nada a ese proceso de legitimación, todo lo contrario. Este trabajo académico ha sido un aporte probablemente esencial a la hora de invitar autoridades del departamento francés del Aveyron a los festejos del centenario de la fundación del pueblo, el 4 de diciembre de 1984, el primer año de la vuelta de la democracia. Uno de los autores de ese trabajo, Romain Gaignard, fue además el artesano de la visita a Pigüé en octubre del 1987 del presidente François Mitterrand, acompañado por el entonces presidente de la Argentina, Raúl Alfonsín. Sin duda, su sólido conocimiento acerca de la colonización en Pigüé y de los interlocutores (autoridades y familias) fue un factor de peso para establecer los vínculos. Ese libro encabezado por Jean Andreu ha evidenciado un hecho casi único en la Argentina, enfatizado fuertemente por casi todos nuestros interlocutores: la fundación de un pueblo por un contingente de familias que llegaron todas juntas, el mismo día, acompañadas por un guía que se había ido a Francia a contratarlos: François Issaly.

Ahora dedicaremos unos párrafos a hablar del nacimiento de Pigüé y los laberintos de su historia. François Issaly es el autor del documento más impresionante de la historia de Pigüé y probablemente de toda la historia de la inmigración transatlántica hacia la Argentina: un diario detallado que redactó con perfecta regularidad desde el día en que encontró a Clemente Cabanettes en 1882 en Francia, fecha en que decidió participar en la organización de esta inmigración, hasta el día de su muerte en Pigüé en 1934. Son 5500 páginas redactadas en francés en posesión hoy de su nieta Vita quien, desde hace años, está analizando el manuscrito agrupando las páginas del diario en función de grandes temas con la finalidad de poder publicar un análisis del enorme documento. Ya clasificó y analizó 2000 páginas. Asimismo, se conservaron las cartas que intercambiaron Cabanettes e Issaly. El valor histórico de esta documentación es considerable. Curiosamente, había sido un objeto privado hasta que la madre de Vita falleció y Vita asumió el compromiso que genera semejante herencia. Su formación de socióloga formada en la Universidad Nacional de La Plata le ayudó a entender la importancia del objeto y a interpretarlo, así como a evidenciar de qué manera la historia oficial del pueblo había sido manipulada por un grupo de notables de origen francés. Aunque fue muchas veces mencionado por nuestros interlocutores y considerado como un gran testigo del pasado, este enorme manuscrito no ha sido patrimonializado ya que sigue conservado en forma privada.

Según su nieta, los apuntes de François Issaly dejan en claro la existencia de dos grupos de aveyroneses. Por una parte, el primer contingente de 162 personas (40 familias) que llegaron con él y que tuvieron que enfrentar la difícil situación de no tener nada de lo prometido por Cabanettes a su llegada: solamente una estación de tren, pero ninguna herramienta y ninguna casa u otro refugio que el galpón construido por la compañía inglesa de ferrocarril, y en el cual tuvieron que amontonarse durante meses (Pérez Issaly, 1992). Eso creó un gran sentimiento de pertenencia a un grupo, reforzado por el hecho de que los aveyroneses que llegaron luego en forma individual, 4 o 5 años después, primero, eran más adinerados, segundo, llegaron a un pueblo ya medianamente organizado con almacenes y servicios, y, tercero, recibieron mejores tierras que el primer contingente. Respecto de esto último, en efecto, Casey se apuró, gracias a la connivencia o la incompetencia de Cabanettes, a otorgarle al primer grupo las peores partes del lote de 27.000 ha que constituía el espacio de la colonia.

De hecho, esos dos grupos de franceses que llegaron no tienen los mismos apellidos y hoy no ocupan las mismas posiciones sociales siendo la segunda tanda parte de los notables agrarios locales más fuertes. Los apuntes de Issaly y sus cartas con Cabanettes relatan la estafa que sufrió Cabanettes, quien pensaba poder recibir del Estado 30.000 ha gratis en el área de la actual localidad de Puan, y que al final tuvo que comprar las tierras a Casey en la región de Pigüé. Cabanettes debió explicar esa situación mediante cartas a Issaly, mientras este último reclutaba los colonos en el Aveyron, y le solicitó reclamar de entrada a cada colono un pago de 3000 francos para la tierra. Casey había además ocultado que estas tierras estaban hipotecadas, por lo que debía sí o sí juntar dinero, lo que le condujo a expulsar familias del primer contingente que no podían pagar. Para aumentar aún más las divisiones entre los dos grupos de franceses, Casey, luego de deshacerse de Cabanettes, nombró administradores a algunas familias dentro de las mejores dotadas del segundo grupo de la inmigración francesa. Los apuntes de Issaly comentarían incluso cómo se les habrían incendiado intencionalmente las casas a los compatriotas que no querían pagar. De hecho, muchas familias del contingente inicial tuvieron que volver a Francia. Esta documentación, aunque todavía no ha sido estudiada en su totalidad, es esencial en el sentido de que muestra que no hubo "una" inmigración francesa, sino varias, signadas por controversias y tensiones, que no han sido resueltas de manera tan simple como muestra la historia oficial.

En espera del ingreso completo del diario de Issaly en el espacio público, otro escrito del mismo personaje ha tenido gran repercusión pública y ha sido la base de estudios que dieron lugar a una revisión histórica, por la cual en 2014 por el Concejo Deliberante del Partido de Saavedra (Pigüé)6 se expidió, rehabilitando la figura de Francisco Issaly como único cofundador del pueblo, junto con Clementes Cabanettes y apartando definitivamente a Eduardo Casey de ese rol. En el proceso de argumentación se solicitó la pericia del Dr. Horacio Agustín Walter, profesor en la Universidad Nacional de La Plata y experto en la inmigración de los alemanes del Volga. Ese manuscrito de Issaly ha sido integralmente digitalizado por su nieta y regalado al Concejo General del Aveyron que lo archivó y luego lo publicó en 2014 con una versión adaptada. Se trata de una crónica que planeaba publicar Issaly en 1924 para denunciar las estafas del proceso de colonización y las persecuciones contra los colonos que no podían pagar. En este libro, que fue escrito en castellano y en francés, se hace un relato de la instalación del primer contingente de aveyroneses (Issaly, 2014).

Más allá de estos primeros libros de relato histórico y de la documentación original de Issaly, han sido publicados recientemente diversos libros que exaltan el carácter épico de la colonización francesa en Pigüé. Son novelas inspiradas por hechos reales, como la vida de Anaïs Viala (Jany, 2016). Es la primera vez que aparecen ficciones tanto en la Argentina como en Francia, y es llamativo este trabajo desde lo imaginario, luego de dos décadas de esfuerzos de las familias para la reconstrucción de la verdad y de estricto realismo histórico mediante la reconstrucción de los árboles genealógicos, los viajes para conocer los familiares, las controversias sobre la historia oficial, etc. Probablemente es parte de un proceso de apropiación colectiva del pasado migratorio, desde lo imaginario y para un público más amplio que los concernidos por hechos concretos de familia. O sea que estaríamos en otra etapa de la patrimonialización y la publicización del pasado francés, lo cual probablemente se hizo posible gracias a estas dos décadas de reconstitución colectiva y personal de los hechos.

La producción escrita sobre Pigüé, sus habitantes y su historia, aumentó mucho desde 2007 o sea desde que ha sido valorada públicamente como capital cultural local ―es decir, la relación con Francia ha trascendido lo personal ― y también desde que han sido ejecutados varios proyectos de cooperación entre Francia, en especial entre la Región Midi-Pyrénées, el Consejo General del Departamento del Aveyron y el partido de Saavedra (Pigüé) o la provincia de Buenos Aires. Varios libros y artículos en revistas sobre la sociabilidad en Pigüé han sido publicados (Albaladejo, Bustos Cara, Fontorbes, Granié y Lorda, 2016). También se filmaron varios documentales o películas de investigación (Fontorbes, Granié, Lorda, Bustos Cara y Albaladejo, 2013), no todos centrados exclusivamente sobre la inmigración francesa (algo que no ha sido entendido o apreciado por todos los actores locales en el momento de la proyección pública…), constituyendo testimonios importantes de la vida cotidiana en una pequeña ciudad pampeana. En 2009, con la ayuda del Consejo General del Aveyron, la Municipalidad de Pigüé y la Asociación La Amicale, se publicó un libro en francés y en castellano sobre un gran artista pigüense y aveyronés: Numa Ayrinhac, lo que produjo el redescubrimiento de esta personalidad y su relación estrecha con Francia. En 2013 se publicó en Francia un hermoso libro de fotos y retratos de actores y familias dedicado a las huellas del Aveyron en Pigüé y de Francia en general (Samson y Bécouez, 2013). Ese libro, que personifica a través de fotos el vínculo con Francia, incluso de actores de la cooperación que no son de origen francés, contribuyó a vincular lo personal con lo público, a tender puentes entre los itinerarios de las personas y de las familias para la construcción de un patrimonio común.

Es así como en la historia de la inmigración francesa en Pigüé los libros han tenido un papel de primer plano, no solo para recordar los hechos, sino también para hacer ingresar este pasado inmigratorio en el espacio público. Cuando se habla con los actores locales, los libros son las primeras referencias mencionadas dado que se les otorga mucha autoridad. Recientemente incluso los escritos han participado de un debate en cuanto a la interpretación del pasado y han alimentado versiones contradictorias, haciendo vivir la democracia en el espacio público local a través de interpretaciones, investigaciones y controversias llevadas a cabo por los propios actores locales. Los escritos están dentro de las principales huellas, que suponen reinterpretaciones constantes y activas de las huellas anteriores y, a su vez, constituyen nuevas huellas de la relación con Francia, ya que en gran parte son el resultado de vínculos activos y de una cooperación que implica movilidades y la promoción de nuevos vínculos.

Los monumentos, el arte y los museos

Los monumentos son el reflejo de las voluntades de interpretación oficial de la historia del pueblo y, más aún, son la sedimentación de las distintas interpretaciones oficiales que se han sucedido en el tiempo. Estudiantes del cuarto año del bachiller nocturno de la Escuela Técnica de Pigüé colgaron en la web7 la presentación de su proyecto de fin de año con un inventario exhaustivo de los monumentos de la ciudad de Pigüé indicando el lugar, la fecha de inauguración y el autor cuando era conocido por ellos. Dentro de todos estos monumentos encontramos algunos que celebran los próceres de la colonización francesa.

El primer monumento, en plena avenida céntrica Eduardo Casey, está dedicado a Clemente Cabanettes. Constituye una imponente estatua de cuerpo entero realizada por Numa Ayrinhac en marzo de 1925. En la base se colocó un cofre con una puerta cerrada que contiene, según se dice, tierra del Aveyron. Cabanettes es un personaje no controvertido y de hecho su monumento ocupa un lugar central en la ciudad. El segundo monumento en orden de construcción es el de Eduardo Casey. Está ubicado en la plaza Sarmiento (a un costado en la avenida Casey) y fue inaugurado en la fecha del cincuenta aniversario de la fundación del pueblo, el 4 de diciembre de 1934. Según su nieta, Francisco Issaly murió en la cárcel en septiembre de 1934, luego de una huelga de hambre de tres meses. Había sido acusado de brujería por un amigo de una familia de estancieros locales, franceses del segundo grupo, que tenía buenas conexiones sociales en Buenos Aires, las suficientes para lograr la detención inmediata de Issaly. El monumento a Casey fue anunciado e inaugurado luego de la muerte de Issaly, que ocurrió dos meses antes de su inauguración. Llama la atención a su nieta que la estatua, encargada al artista local aveyronés Numa Ayrinhac, requería un trabajo muy superior a los dos meses; por esa razón, sospecha que la sociedad pudiente de Pigüé, muchos franceses del segundo grupo de colonización, esperó que Issaly muriera para revelar el homenaje a Casey, evitando que Issaly pudiera deslegitimar, por sus escritos o sus declaraciones, el rol de Casey en el desarrollo del pueblo y la colonia en particular. Hubo que esperar los 102 años de la fundación del pueblo, el 4 de diciembre de 1986, para que se inaugurara un monumento en homenaje a Issaly (realizado por un artista desconocido). La inscripción de los monumentos en el tiempo y en el espacio no requiere, entonces, mucho más datos o comentarios para permitir detectar controversias en la historia y el hecho de que no hubo "una" única y tranquila colonización francesa en Pigüé. Recién desde hace muy pocos años el espacio público local admite esas controversias en un debate democráticamente documentado por las interpretaciones de las huellas de ese pasado.

El cementerio de Pigüé es un lugar excepcional, dadas las inversiones importantes que hicieron las familias pudientes del lugar, la mayoría francesas, en lápidas, estatuas y muchas de las veces verdaderos mausoleos. En la entrada se impone, en particular, un impresionante ángel de bronce, de autoría de Numa Ayrinhac, en homenaje al fundador de la familia Frayssinet. Es un lugar sistemáticamente recorrido por los visitantes franceses y la Amicale tiene hecho un estudio del lugar para ayudarlos a ubicar más rápidamente las tumbas relacionadas con sus antepasados.

La construcción de la memoria a través del arte no está solo representada en Pigüé por la escultura. El artista Numa Ayrinhac, quien es el autor de cinco monumentos en Pigüé, incluyendo el del cementerio, es ante todo un pintor conocido internacionalmente. Nació en un pueblo del Aveyron y migró con su familia a Pigüé en 1886, cuando tenía cinco años. Durante el gobierno de Juan Perón fue elegido por Eva Perón para que la retratara y es el autor de la pintura, destruida por los militares luego del golpe de 1955, que ha sido usada para la tapa del libro La razón de mi vida. Su cuadro más famoso es el retrato de la pareja de Juan y Eva Perón, hoy en el Museo del Bicentenario en Buenos Aires. La familia radical de Ayrinhac le reprochó esos cuadros durante años, pero le hicieron aún más famoso a nivel nacional. Ayrinhac ha sido muy prolífico y aún no se cuenta con un repertorio completo de su numerosa obra. Viajaba constantemente entre Francia y la Argentina y dejó una importante serie de paisajes del Aveyron y de Pigüé. Curiosamente hubo que esperar el arranque de la cooperación para que, con la ayuda del Consejo General del Aveyron, se publicase un libro (en los dos idiomas) sobre su vida y su obra (Litre Valentín, 2009).

Hoy la casa de Ayrinhac, donde vivía su nieta hasta hace poco, se transformó en un museo privado. La casa misma, construida por el artista, es el primer objeto del museo y hasta el mobiliario de la época ha sido conservado intacto, así como su taller, con todos los artefactos originales. Pero aun así el museo es una iniciativa privada de su nieta y no recibe ninguna ayuda consistente de alguna institución. La Secretaría de Cultura nos dijo estar preocupada por el posible costo del mantenimiento y funcionamiento del museo, dándole toda su importancia a la obra y al edificio, pero parecería que las perspectivas de visitas no permiten esperar un aporte significativo en relación con el costo.

Existe otro museo en Pigüé que pertenece a la municipalidad y está ubicado en una casa histórica del parque municipal, el antiguo casco de la estancia del tesorero de Eduardo Casey. Este es el Museo y Archivo de Pigüé, creado en 1959, que ha aumentado mucho la presencia de objetos y documentos provenientes de la colonia francesa a partir del evento de 1984 y, posteriormente, durante la preparación de la venida de los presidentes de Francia y la Argentina en 1987.

Cuando el pasado es presente: patrimonialización para el desarrollo local

Fiestas y conmemoraciones

En el proceso de patrimonialización del pasado francés de Pigüé, las conmemoraciones y los eventos colectivos ocupan un rol fundamental. El primero de esos eventos, que actuó como disparador de una revalorización colectiva de este pasado, fue el festejo del centenario de la fundación del pueblo el 4 de diciembre de 1984. Sin que fuera voluntario, resulta que ese evento de hecho surgió como consecuencia de la investigación de los profesores de la Universidad de Toulouse realizada en Pigüé a principio de los setenta (Andreu et al., 1977). Para sus encuestas, los investigadores contactaron a muchas familias de origen francés y despertaron en ellas un renovado interés por descubrir sus pasados. Luego de una década de inquietudes en las familias de origen francés por vincularse con sus primos del otro lado del Atlántico, pareció atinada la iniciativa del intendente de la época ―Rolando Maurel, también de origen aveyronés― por viajar al Aveyron para invitar a autoridades locales de Francia. Además, la oportunidad coincidía con el primer año del regreso de la democracia y la reconexión de la Argentina con el mundo. Fue tal el éxito de este contacto con Francia que vinieron unos 140 franceses especialmente para conmemorar el centenario. También fue notable la presencia en el festejo del presidente de la Argentina, Raúl Alfonsín, que había asumido recién un año antes.

Nos dijeron varios de nuestros interlocutores que ese evento de 1984 ha sido fundamental para establecer un nuevo vínculo activo con el Aveyron, esta vez no únicamente desde el interés puramente familiar. En efecto, la llegada de 140 franceses que tuvieron que ser alojados en casas de familia desbordó la capacidad de acogida de las familias de origen aveyronés y permitió abrir el vínculo con Francia a otras personas y colectividades. La acogida del grupo de los franceses y la visibilización colectiva del pasado francés presentado como un pasado común han contribuido al ingreso del pasado francés en el presente del espacio público. Uno de nuestros entrevistados recordó la alta participación cuando enseñaron la bourrée8 en los colegios, cuando se preparaban los festejos. La celebración del centenario fue el inicio de la cooperación entre Pigüé y el Aveyron y permitió la financiación de viajes de intercambio y de becas de estudio para cualquier habitante del partido de Saavedra. Esta cooperación cultural ha sido el principal instrumento de integración más allá de las familias de origen francés.

En octubre de 1987, en la oportunidad del viaje del presidente de la República francesa François Mitterrand, Raúl Alfonsín invita a su homólogo francés a visitar Pigüé. Más de 10.000 personas participaron en el evento que consolidó la cooperación e hizo muy visible el pasado francés de Pigüé a nivel nacional, tanto en la Argentina como en Francia. Mitterrand aprovechó la oportunidad para distinguir con la medalla de la Légion d'Honneur a algunos notables locales de origen francés, reforzando el vínculo con Francia. La formalidad del evento legitimó a Pigüé, desde esa relación histórica con Francia, con unas acciones renovadas y activas. De hecho, visto desde el resto de la Argentina, se identifica a Pigüé con Francia y no con el Aveyron en particular.

Contribuye a esa imagen, sin querer, la fiesta de la cofradía de la Omelette Géante que se realiza cada año el primer domingo de diciembre desde 1999. Esa cofradía nació en 1973 en el pueblo de Bessières (3000 habitantes), próximo a la ciudad de Toulouse en Francia; el objetivo era compartir, pública y gratuitamente, un omelette gigante. La cofradía es un círculo selecto de personalidades y notables, que mantiene un clima de fraternidad y diversión y que crece por cooptación de personas influyentes, políticos, altos funcionarios o empresarios. En 1984 se internacionalizó, creando un evento en Nueva Caledonia (Nouméa) y luego en Estados Unidos (Luisiana). Dado que un miembro de la cofradía de Bessières es del Aveyron y sabiendo del pasado de Pigüé gracias a los intercambios realizados desde 1984, se relacionó con uno de los que habían sido destacados por la Légion d'Honneur en 1987. Esas redes tejidas por los intercambios habían facilitado el conocimiento mutuo y el miembro oficial sabía que la madre del pigüense era oriunda del Saint-Geniez-d'Olt, su mismo pueblo, así que le propuso ser miembro de la cofradía. En agosto de 1999 viajaron los franceses de Bessières a Pigüé para armar la cofradía en la Argentina. Pero la idea no era únicamente relacionarse con la comunidad francesa y menos aveyronesa. De hecho, el presidente de la Sociedad Española, que era cocinero, fue el Premier Grand Maître del Omelette, y el presidente de la Sociedad Italiana fue también Grand Maître. Por razones obvias de influencia, la cofradía propuso al intendente ser "Caballero de Honor" y, a su vez, el empresario de Tres Arroyos que construyó y regaló la sartén, de 4,20 metros de diámetro y una tonelada de peso, también fue distinguido. Hay unos 40 miembros de la cofradía en la Argentina, esencialmente en Pigüé.

En 2015, el omelette trajo 20.000 personas a Pigüé. Empresas locales regalan los huevos, el aceite y la harina para hacer el pan, otras empresas anunciantes contribuyen y la Municipalidad ayuda con personal y con un camión para el traslado de los ingredientes. Nos dijo un interlocutor: "Sin querer, el omelette pasó a ser el acontecimiento más importante y más visible de la fiesta anual del pueblo del 4 de diciembre [el primer domingo de diciembre, en realidad]". Si el omelette es gratis, los comerciantes del pueblo aprovechan esas visitas y hacen buenas ventas con sus stands (de comida, en particular, asado y chorizos, etc., ya que en la Argentina el omelette es considerado una preparación de acompañamiento). El común de la sociedad piensa que el omelette es el plato nacional francés, con lo cual casualmente el evento encajó en el proceso de apropiación colectiva del pasado francés que vive la ciudad desde 1984. Tal asociación se refuerza pues la sede de la cofradía está en el edificio de la Sociedad Francesa (en rigor, llegó de la mano del entonces presidente de la Sociedad Francesa). Es claramente una iniciativa de la élite, aunque no tiene la particularidad de cerrarse en la población de origen francés sino al contrario dan participación fuerte a miembros influyentes de otras comunidades. Es una acción de "publicización" de la relación con la cultura francesa y de su ingreso en el espacio público, aunque inicialmente no se pensó así, por lo menos oficialmente. A partir de la introducción del Omelette Géante en la fiesta de la fundación del pueblo, comenzó a tener una imagen fuertemente vinculada con la cultura francesa, tanto para el interior como para el exterior del pueblo.

Otra fiesta que oficia hoy como un verdadero marcador del pasado, o sea, como una huella del pasado francés redescubierta hace poco, es la fiesta del aligot. Se trata de una comida típica del Aveyron preparada sobre la base de puré de papas y mucho queso, la tome, que los habitantes de Pigüé y hasta los propios descendientes de franceses descubrieron cuando se iniciaron los viajes a Francia. En un principio, dependían de los viajes a Francia para consumir esta comida, ya que ningún queso fabricado en la Argentina podía sustituir satisfactoriamente a la tome. Luego de esta incorporación en las prácticas de consumo de los descendientes de franceses y de los intentos de reproducir la comida en casa (con queso traído de Francia en la oportunidad de un viaje o con el alimento comprado liofilizado allá), el aligot comenzó a tomar entidad en Pigüé con la producción de la tome en el tambo de la escuela agropecuaria del pueblo de Goyena, una colonia mallorquí de 500 habitantes ubicada a 25 kilómetros de Pigüé en el mismo partido de Saavedra. Esa posibilidad de producción local se debe a los intensos intercambios, a partir de 2008 de alumnos y profesores de esta escuela con el liceo agropecuario La Roque, próximo a Rodez. En 2009 una docente (de origen mallorquí casada con un pigüense de origen aveyronés), con la ayuda de un maestro quesero de Pigüé, aprendió en Francia en la cooperativa Jeune Montagne a reproducir la receta de la tome y luego del aligot.

A partir de entonces la asociación a la que pertenece esa docente, la Amicale de Intercambios con el Aveyron, decide realizar cada año la fiesta del aligot. El inconveniente técnico del aligot es que debe ser servido con el punto exacto de cocción y a la temperatura justa. Es difícil, entonces, servir el plato para gran cantidad de comensales, por lo cual en la Amicale fijaron que se podría hacer para unas 300 personas. La primera fiesta del aligot se organizó el 25 de octubre de 2009, fecha simbólica por el día de la partida del primer contingente de aveyroneses de la estación de tren de Rodez. Para esa primera ocasión, se contrató a Jean-Paul Bondoux, chef francés que había vivido un tiempo en el Aveyron y tiene su restaurante en calle Alvear en Buenos Aires. Se invitaron a todos los alumnos y docentes de los colegios que tenían clases de francés. Se decidió alternar año por medio con una fiesta abierta al público en general (pero limitando la venta de tarjetas a 300) e invitando personalmente a representantes de las tres otras principales comunidades de Pigüé: la española, la italiana y la alemana. Nos dijeron los representantes de la Amicale: "Hacemos integración, integramos mucho, no debemos descuidar la comunidad pigüense en general y no solo los descendientes de franceses". En el salón de la fiesta, al celebrarse el aniversario de un evento muy aveyronés, la decoración principal era una gran reproducción de la Torre Eiffel, un símbolo bien francés e incluso parisino, que servía de marco en este evento basado en una comida que, al contrario del omelette, es estrictamente identificada con el Aveyron. En 2015 se invitaron al Embajador de Francia, al Cónsul General de Francia y al delegado de la Alianza en Buenos Aires; como parte de los rituales para degustar el aligot, se realizó en forma solemne el gesto de "hilar" esta preparación (o sea, estirar la comida con un cucharón grande ―incluso a veces subiendo sobre una silla― para mostrar que se puede hacer hilos largos y que entonces la comida está a punto de ser servida). En estas celebraciones queda en claro que están muy entrelazadas las referencias a la descendencia aveyronesa y una reconstrucción de las huellas del pasado que se abren a la cultura y la identidad francesa en forma más genérica.

En el relato de nuestros interlocutores el evento de máxima importancia en la reconstrucción de una relación con el pasado francés ha sido el centenario de la ciudad. A partir de ese momento los festejos de la relación con Francia dejaron de ser privados para concernir a todo el pueblo. Igualmente, la Sociedad Francesa sigue organizando un evento privado para festejar el 14 de julio. Esa celebración no cambia de naturaleza: es destinada a las familias de origen francés y más precisamente las que han tenido el capital económico y cultural para poder mantener un vínculo personal activo con Francia, sin necesidad de que medie ninguna institución de cooperación. En cambio, los nuevos eventos descriptos pretenden abrirse y consiguen vincular el territorio mismo de Pigüé y su población con Francia. Es a tal punto así que algunos de ellos que no habían sido concebidos con la idea de exaltar el pasado francés, como lo es el caso del omelette, han terminado siendo reinterpretados en este sentido.

La gastronomía como mediación cultural

Hemos identificado varias comidas de origen francés que perduraron en las familias de origen francés. Nos citaron la trufada, una comida con papas cortadas finas, en muy poco aceite, cocidas hasta desarmarse parcialmente con ajo, perejil y queso (en Francia se prepara con queso Cantal y se gratina). En algunas familias también se preparan el civet de liebre y diversos chacinados (cochonnailles), en particular el fricando que es un paté presentado en bolitas envueltas en una tela. Algunos interlocutores crían gansos y preparan cogote de ganso rellenos. También algunos todavía crían patos.

Todas estas comidas se preparan y se consumen en un círculo exclusivamente familiar, en forma privada. Hasta nos dimos cuenta de que se hablaba poco sobre estas preparaciones entre familias. Sin embargo, dos comidas típicamente aveyronesas han logrado ser identificadas colectivamente como una huella del pasado común: el estofinadoy el aligot (que ya abordamos como parte de las festividades abiertas a la sociedad local).

El estofinado es una comida a base de bacalao, aceite de nueces y puré de papas. Muchos de nuestros entrevistados nos dijeron que lo preparan aún en la casa, aunque con cazón y aceite común, y que es consumido en particular en el Viernes Santo. El actual director de la Amicale nos confesó que esa comida que se prepara desde siempre en su familia es lo que le "hizo hacer el clic con la cultura francesa". Luego de los festejos del centenario de Pigüé, cuando vio esa comida que era para él tan íntima, de repente exhibida orgullosamente como un patrimonio de Pigüé, sintió el impulso de saber más sobre su propio pasado. El estofinado (o bacalao a la francesa) es una curiosidad del norte del Aveyron. En realidad, es una deformación local de la palabra inglesa stockfish, o sea bacalao. Ese pescado llegaba por el valle del Lot durante la Edad Media a cambio de productos locales y sirvió para preparar el estofi ―deformación de la palabra inglesa y pronto llamado de manera aún más occitanizada estofinade―. Es la comida aveyronesa más conservada en el seno de las familias y la que generó más emoción y sentimiento de identidad al descubrir que esa intimidad familiar era típica de una región y era parte de un pasado común.

En cambio, el aligot es una "huella reinventada", que tiene su propia fiesta cada 25 de octubre sobre la que ya se habló. Esta comida es un marcador genuino de la relación reciente con el Aveyron (y, en particular, de la cooperación), y no tanto (o únicamente) del pasado de la inmigración. La directora de la Alianza Francesa nos advirtió: el aligot no es la comida del norte y el oeste del Aveyron de donde vinieron los inmigrantes pigüenses, es estrictamente del este (l'Aubrac). Sin embargo, ella como casi todas las personas vinculadas con Francia, lo consideran una manifestación legítima del vínculo de Pigüé con el Aveyron. Es que los pigüenses que viajaron a Francia lo descubrieron y la cooperación entre las dos escuelas agropecuarias, con la ayuda de la cooperativa Jeune Montagne que está en Francia en el centro del proceso de solicitación de una Indicación Geográfica Protegida (IGP) para el aligot, ha permitido, con mucho esfuerzo y generosidad, reproducir la tome en la Argentina para la fabricación del aligot, con leche obtenida de razas locales y no con la raza Aubrac.

Existió el proyecto de importar embriones de la raza Aubrac, con cuya leche se fabrica la tome; se intentó con ayuda de la Amicale pero no prosperó. Probablemente ha sido muy ambicioso. La idea era de marcar aún más la herencia francesa, hasta visualmente con un animal físicamente muy diferente de las otras razas vacunas conocidas en la Argentina, con la especificidad de la tome, del aligot y entonces de Pigüé. Hubiese sido otra huella reinventada, fuerte y bien visible en un país de cultura vacuna y en coherencia con las demás (la tome, el aligot). El proyecto había sido criticado por algunos especialistas locales en producción animal, a quienes no les gustó la idea de importar un sistema alimentario de Francia (aunque esos especialistas tienen también orígenes aveyroneses): "Vos reforzás una visión colonialista y no defendés que nuestra carne es buena". El desafío para Pigüé era el de construir su propia identidad y de hacerla valer, primero dentro de la comunidad local y luego a nivel provincial y nacional. Algunos de los mismos interlocutores fueron aún más críticos con respecto a la reconstrucción de huellas a partir de elementos importados: "Se idolatra la cultura francesa, para parecer culto hay que relacionarse con los franceses […] se concibe el intercambio en un solo sentido, o sea traer, la cultura francesa acá y no exportar la nuestra". Es de imaginar que puedan haber aflorado en esta cooperación actitudes de un lado o del otro que hayan herido la susceptibilidad nacional. Pero nuevamente el interés de los pigüenses en el proceso de patrimonialización de la relación con Francia no es el de exportar Pigüé en el Aveyron, sino de construirse una identidad colectiva visible y consensuada en la Argentina, reinventando su pasado (eventualmente con elementos importados). Probablemente, importar Pigüé y la Argentina allá en Francia no les cabe a los pigüenses, sino que sería el trabajo, la obra en realidad, de los aveyronenses que viven allá y se han interesado por sus primos americanos. Cada elemento importado va junto con una reinterpretación, hasta un reinvento local. El aligot de Pigüé no puede dejar de ser del lugar, aunque para legitimarse en esta etapa tenga que mostrar que es idéntico al de Francia y que se consume mediante la cultura alimenticia de acá. De hecho, el 25 de octubre, ¡se sirven chorizos y asado a las brasas junto con el aligot! Es obvio que los pocos que tienen el capital económico, o social, para viajar con frecuencia al Aveyron pueden afirmar lo mismo que algunos de nuestros entrevistados: "Para mí el aligot es el que como allá, incluso de tal restaurante que más me gusta, y de hecho ni probé el de acá. Es que es típico de allá… ¡y no de acá!". Pero justamente el desafío de la Amicale es mostrar las huellas de la cultura francesa para salir de una relación únicamente íntima, personal, con el Aveyron y con Francia, y si es necesario construir nuevas huellas, para que se las apropié la comunidad pigüense en su conjunto.

En ese sentido, se está logrando una apropiación local de esas huellas reinventadas, como es el caso del aligot. En 2014, en la Fiesta de las colectividades, la municipalidad invitó a la Amicale a distribuir gratuitamente el aligot y se repartieron 300 porciones. En 2015 invitaron a la Escuela de Educación Especial a participar a la fiesta del aligot, porque es la única que no entró en el proyecto de francés obligatorio. Nos dijeron que hoy en día en las familias de origen mallorquí de Goyena se suele preparar el aligot. En septiembre de 2015, para las jornadas de Francia de la Embajada en Buenos Aires, invitaron la Amicale a hacer una degustación de aligot para la presentación de las empresas francesas. Lo sirvieron con unos chorizos argentinos.

Lo que no funcionó aún es la etapa comercial. Ninguno de los platos mencionados, así como ninguna otra comida francesa, se ha instalado en forma estable en las cartas de los restaurantes de Pigüé. La Amicale se acercó a los restaurantes locales para analizar cómo agregar esta comida al menú. Se hizo un concurso en 2014 en gastronomía francesa, y se convocó a un chef francés de fama ―Frédéric Rubio― para que diera un curso especial para chefs locales. En diciembre de 2016 se mandaron cuatro chefs locales al Aveyron para capacitarse en cocina aveyronesa en el Grand restaurant d'application de la Chambre des Métiers, junto con Frédéric Rubio. El aligot tiene una gran ventaja ya que se pueden congelar fácilmente las porciones sin alterar el sabor. A pesar de todas las acciones, el proyecto no ha tenido éxito: hoy en día un local o un turista no pueden encontrar ninguna comida francesa en los restaurantes de Pigüé.

Un aspecto positivo es que la gastronomía ha logrado promocionar la imagen de un Pigüé típico con su relación con Francia tanto al interior de la sociedad del partido (como lo hizo el aligot y en menor medida la estofinade) como a nivel de todo el país (como lo hizo el omelette gigante). El caso del omelette es interesante ya que no se trata de una comida del Aveyron, ni es el plato nacional francés, es un evento eminentemente privado desde su organización, impulsado por una cofradía cerrada y elitista, y, sin embargo, hizo mucho para promocionar Pigüé en esta imagen de heredera de la inmigración francesa.

Reflexiones finales

Nuestra investigación en Pigüé muestra la abundancia y la fuerza de las huellas, la herencia cultural o el patrimonio cultural del pasado francés en el presente y eso, antes que en el paisaje, se reconoce en los escritos, los edificios o los museos, etc., en las representaciones y las actividades de la colectividad local. No habría hoy muchas huellas sin este trabajo considerable de la colectividad de origen francés ―y en general de toda la colectividad de Pigüé y alrededores (como el pueblo de Goyena) ― que permite hacer visibles esas herencias, transformarlas y usarlas para relacionarse o presentarse en el espacio privado o en espacio público, para darles también un sentido actual, hasta controvertido a veces a nivel local (como es el caso del rol de Casey y de Issaly en la historia), etc. Por supuesto, la memoria social (el pasado en el presente expresado por esas huellas) para especialistas como el historiador o el arqueólogo necesita quedar intacta. Pero esas huellas, también para la ciencia arqueológica, no representan nada si no son interpretadas como tales, o sea sin un trabajo constante del grupo humano para el cual tienen que cobrar un sentido. Por esa misma razón, la memoria social, para existir y perdurar en un grupo humano y más aún en una sociedad local, requiere un constante trabajo de reinvención y hasta de creación de nuevas huellas, para que puedan encontrar un lugar coherente en este conjunto. Es el caso del aligot, que no fue una comida importada por los colonos, o del francés, que para la mayoría de los inmigrantes no era más que un segundo idioma, ni hablar del omelette que no tiene nada que ver con la historia de la inmigración y que sin embargo cualquier argentino logra vincular con ese pasado sin cuestionamientos. Por suerte, estas nuevas huellas no son el resultado de una voluntad de construcción del valor turístico del lugar, no se trató de adicionar señales reconocibles por visitantes externos o susceptibles de ser objeto de una actividad de venta. Ni siquiera el omelette pertenece a esta dinámica de turistización de Pigüé (pese a su efecto económico en el día de la fiesta del pueblo), sino que son parte de procesos de construcción territorial de la identidad a nivel local, un proceso que puede ser más o menos colectivo o centrado sobre grupos y hasta reducidas élites, pero que nunca hasta ahora parece haber dejado de ser genuinamente una construcción social de la identidad.

La figura 2 muestra en efecto dos ciclos muy distintos de valorización local de la herencia del pasado. Uno pasa por un proceso de transformación de la herencia en un patrimonio en sentido estricto. La patrimonialización es justamente el proceso observado de transformación de la herencia francesa en Pigüé desde los preparativos del centenario. Es el proceso que permite que cada pigüense se sienta concernido y hasta identificado con el pasado francés. Lo mismo pasó a nivel nacional. Para usar una imagen: ¿a partir de qué momento en efecto un argentino de origen italiano o ruso se siente identificado por un personaje tehuelche como Patoruzú? El rol complementario de la Amicale en relación con la Sociedad Francesa ha sido muy importante, pero nada hubiese ocurrido sin la cooperación y, en particular, la cooperación descentralizada con Francia. Mientras la Sociedad Francesa mantiene su rol en las familias que conservan un vínculo singular con Francia y en la comunidad francesa en su conjunto, la Amicale completa ese rol acompañando una nueva función de la cultura francesa desde 1984: ser un recurso común a toda la población de Pigüé e incluso del partido. Pero ese recurso tenía que materializarse en la etapa segunda, luego de los festejos del centenario, con posibilidades concretas de viajes o de conexión con visitantes extranjeros. La Sociedad Francesa no había necesitado ese recurso público porque pudo movilizar recursos privados. En este sentido, las instituciones y las redes de la Amicale y de la Sociedad Francesa se complementan. Lo mismo ocurre con el francés obligatorio en todas las escuelas primarias que, más allá de bases en el idioma para toda la población, debe haber transmitido un interés y una apertura mínima hacia la cultura francesa y hacia un aspecto de la historia de Pigüé que ya dejó de ser privado. En cambio, seguir los cursos de la Alianza supone una demanda personal o una trayectoria particular. Los dos se complementan.


Figura 2. Cronología de la patrimonialización y de la institucionalización del pasado francés en Pigüé.
Fuente: Albadalejo, Sassone y Bustos Cara.

La figura 3 muestra la formación de nuevos tipos de sujetos concernidos por la relación con la cultura francesa. El primero es el tradicional que ha podido desarrollar una relación privada. En general, por su capital cultural y económico, han sido más bien familias procedentes del segundo contingente llegado desde el Aveyron en 1888 o más tarde. Muchas familias no solo no tenían el capital económico, pero su historia familiar se perdió habiendo debido pasar por etapas muy sacrificadas que no facilitaron la conservación de la memoria. El proceso simbólico iniciado luego del centenario abrió un interés que, con recursos privados, ha permitido reanudar vínculos abandonados desde hace dos o tres generaciones. Eso ha sido por el porte más bien de familias vinculadas al primer contingente o a familias de origen francés, pero no aveyronés. Finalmente, luego del inicio de la cooperación descentralizada, habitantes de Pigüé sin pasado francés y hasta a veces muy activos en otras colectividades, han recibido becas de más o menos larga duración y han creado su propio pasado con Francia, sus propias huellas, profundas, a veces modificando definitivamente el destino de toda la familia. Son tres tipos que se relacionan, con lo cual muchas de las familias del partido de Saavedra se ubican en el medio del triángulo, más cerca de tal o cual vértice según su historia particular.


Figura 3. Tipología de actores vinculados con la cultura francesa de hoy en Pigüé.
Fuente: Albadalejo, Sassone y Bustos Cara.

La figura 4 resume muy esquemáticamente el proceso de apropiación colectiva de la memoria social en Pigüé a través de la construcción y valorización de huellas de la cultura francesa. El contexto social e institucional francés ha tenido mucha influencia sobre la formación de estas huellas. Cuando se funda la colonia en Pigüé, Francia está en una etapa de refuerzo de la identidad nacional por encima de las identidades regionales y eso se reflejó en las tensiones entre los dos idiomas que importaron de hecho los migrantes: el occitano y el francés. Al revés, cuando se inician relaciones de cooperación entre Francia y Pigüé luego de 1984, el contexto es el de la descentralización y de la regionalización, una tendencia impulsada a partir del 1982 por el propio presidente François Mitterrand y que se refleja en la nueva posibilidad, para Francia, de desarrollar proyectos de cooperación descentralizada.


Figura 4. Proceso de apropiación colectiva de la memoria en Pigüé.
Fuente: Albadalejo, Sassone y Bustos Cara.

Editar libros, realizar museos como el de Numa Ayrinhac, hacer fiestas abiertas, proponer comidas típicas en eventos públicos, pedir un nuevo análisis de la historia local por el Concejo Deliberante participan de una actividad de "publicización", o sea, hacer público el pasado francés, a nivel del pueblo. Esa actividad es básica en la patrimonialización, que consiste en hacer ingresar un recurso en el dominio público, sin despojar por supuesto las familias de origen francés de la privacidad y de las identidades que han construido. Los recursos de la cooperación con Francia han permitido evitar que sea la turistización de Pigüé que aporte los incentivos y los recursos para revalorizar el pasado francés, y ha sido vital para no saltar la etapa de la patrimonialización. Por esa razón, era necesario que emergiera otra institución diferente de la Sociedad Francesa, en este caso la Amicale para acompañar esta etapa de patrimonialización a un nivel territorial local (el partido, el pueblo). Recién cuando esta etapa esté suficientemente consolidada, estimamos que podrá iniciarse otra etapa de valorización local que permita un aprovechamiento económico del vínculo cultural. De hecho, Pigüé no entró en esta etapa, por cierto peligrosa (por los riesgos de folclorización, de desposeimiento de la identidad, de rigidificación y simplificación de la cultura local, de mercantilización, etc.), pero va a ser difícil evitarla, en particular una vez que los recursos de la cooperación hayan disminuido.

Notas
1Traducción de los autores.
2No se plantea aquí una discusión entre lengua e idioma. Debemos entender por lengua el sistema lingüístico organizado en estructura comunicativa y peculiar y empleado por una comunidad sociolingüística. El concepto de idioma es la lengua ofi cial de una nación o país. En este artículo, hablamos de idioma pues el Estado francés promueve la preservación de esta lengua, más allá de su territorio, a través de sus instituciones como la Alliance française.
3Semanario Refl ejos del 21/11/2011, página web consultada el 10/5/2017, http://www.semreflejos. com.ar/inf-general-sec/2210-120-anos-de-la-sociedad-francesa-65-de-la-allianza-y-10-de-laamicale.html
4De acuerdo con la Ley de Educación Nacional 26206, la LXVII Asamblea del Consejo Federal de Educación resolvió aprobar en diciembre de 2012, por Resolución n.º 188/12, el Plan Nacional de Educación Obligatoria y Formación Docente 2012-2016, entre cuyos objetivos figura la incorporación de otras lenguas en el nivel primario. La provincia de Buenos Aires la incorporó a la prestación del servicio educativo, de allí que el Consejo Escolar del Distrito Educativo Pigüé pudo gestionar el proyecto piloto. En el presente, el gobierno local es el que continúa con la prestación de la enseñanza del francés para niños de 9 a 11 años en las escuelas primarias de la ciudad.
5Es la fi esta nacional más importante para los franceses y en ese día se conmemora la llamada Toma de la Bastilla, que en 1789 dio inicio a la Revolución francesa. El 14 de julio es feriado nacional pues representa la liberación del pueblo francés y el nacimiento de los tres ideales que representan la República: libertad, igualdad y fraternidad.
6El proceso de revisión histórica para establecer quienes fueron los fundadores de la ciudad de Pigüé se resolvió a través de la acción del Honorable Concejo Deliberante, Partido de Saavedra, el que, en la sesión del 3 de diciembre de 2014, por resolución 50, "se reconoce como únicos fundadores de la colonia aveyronesa en la Argentina, actual ciudad de Pigüé, a los señores Clemente Cabanettes y Francisco Issaly".
7El proyecto realizado por alumnos del Bachiller Nocturno 2013 EEST n.º 1 en 2013 figura en dos sitios: https://prezi.com/hcrhbniql8ml/monumentos-de-pigue y https://prezi.com/gielhfhi6mim/monumentos-de-pigue
8Antigua danza popular de Auvernia, con predominio en algunas áreas de la Occitania

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Fecha de Recepción: 26 de marzo de 2018
Fecha de Aceptación: 14 de junio de 2018

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