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Estudios Económicos

versión On-line ISSN 2525-1295

Estud. Econ. vol.33 no.67 Bahía Blanca jul. 2016

 

La economía y la felicidad

Leonardo A. Caravaggio*

* Lic (Mg) en Economía por la Universidad de Buenos Aires. Ayudante de primera ad-honorem de Microeconomía II en la Universidad de Buenos Aires. Analista Macroeconómico en el Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas de Nación. Maestrando en Filosofía en la Universidad de Quilmes. Correo electrónico: caravaggio@gmail.com

enviado: agosto 2016
aceptado: octubre 2016

INTRODUCCIÓN

El concepto de felicidad si bien puede parecer ajeno a la cuestión económica está en realidad en el centro de la misma y es planteado por algunos autores como el verdadero justificativo de la búsqueda del desarrollo y la riqueza de las naciones (Cf. Bruni y Porta, 2005, p. 1). En este sentido, el crecimiento económico se justifica en cuanto produzca desarrollo, y el desarrollo en cuanto produzca un mayor nivel de "felicidad" para un mayor número de personas. Esto no es menor, y tanto a nivel individual como social cabe preguntarse si nuestra mayor producción, nuestros aumentos en los niveles de consumo nos son realmente redituables en bienestar, en felicidad.

Por supuesto, parte de toda esta discusión está en definir el concepto de felicidad, lo que no es tarea sencilla. Por ejemplo, la cuestión de si bienestar es lo mismo que felicidad, o si utilidad es lo mismo que felicidad. O la cuestión de la agregación de felicidad individual hacia una felicidad colectiva.

Todo esto desde una perspectiva económica, ya que la idea de felicidad no es nueva. No lo es en el ámbito científico, ya que tiene antecedentes en psicología y sociología principalmente. Y no lo es en la historia del pensamiento, ya que se encuentran antecedentes del concepto de felicidad desde los orígenes mismos de la filosofía, en el pensamiento de Sócrates y los filósofos griegos, y también, con lo que se ha podido rescatar de los escritos de Séneca, y la filosofía Latina.

Este trabajo se propone entonces hacer una revisión crítica de la literatura sobre el concepto de Felicidad en Economía, como subrama de un espectro más amplio de desarrollo económico reciente al que puede catalogarse como economía del comportamiento, de la toma de decisiones, o de la racionalidad limitada1.

Ha pasado mucha agua bajo el puente desde que Kahneman y Tversky hicieron su aporte con la teoría de los prospectos, y Herbert Simon habló por primera vez del concepto de toma de decisiones, dando inicio a esta rama más amplia de economía del comportamiento. Se han descubierto muchas anomalías desde entonces. Incluso muchos economistas se han dedicado y se dedican todavía a "coleccionarlas". Sin embargo, a pesar de las críticas, poco logra afectar a la estructura teórica mainstream de la economía.

Entre las críticas, una de las que viene sonando con fuerza, es la que se pregunta por el fin último de todas estas cosas. Finalmente: Si el dinero no hace la felicidad, ¿Para qué obsesionarse con el crecimiento del PBI? Definitivamente el PBI es una variable mucho más sencilla de medir (con todas las dificultades de medición que implica) que la felicidad. Aún si pensáramos que la medición del PBI tendría que incluir otras cosas, al menos el PBI sabemos qué mide, parece un dato mucho más definido.

En cambio, ¿Es posible medir la felicidad? ¿Cómo hacerlo? ¿Qué es la felicidad? ¿Es un dato objetivo o subjetivo? ¿Qué factores alteran la felicidad de las personas? ¿Sirve para algo hacerse todas estas preguntas? Por esta línea están trabajando fuertemente, y cada vez más, los economistas de la felicidad. Nuevas ramas en una ciencia que busca reinventarse para no perecer. Nuevos enfoques para antiguos problemas.

El concepto de Felicidad como objeto de estudio nace hacia fines de la década del cincuenta del siglo veinte, en distintas ciencias sociales, principalmente Sociología y Psicología. Y tarda unos quince años en llegar a la Economía.

En psicología la primera incursión del término era utilizado como factor de medición de la salud mental. Esto es, buenos niveles de felicidad, como indicativos de buena salud mental. A un nivel más social este tipo de indicadores se utilizaron para describir y predecir epidemias de depresión, suicidios, etc. También en el subcampo de la gerontología se utilizó el concepto como fundamentación del "envejecimiento satisfactorio" (Successful aging), esto es: la búsqueda de acompañamiento para un correcto envejecimiento de las personas en lo tocante a los aspectos físicos, sociales y psicológicos. Y por esta vía, la felicidad también desembarcó en el campo de la medicina, como incipiente desarrollo de lo que hoy se conoce como "calidad de vida" (en un sentido médico, personal).

En sociología el uso del término "felicidad" deviene de los indicadores de "calidad de vida" (en un sentido sociológico, poblacional). Ejemplo de esto son los trabajos de Ogburn en la década del 40. Durante la década del 60, en buena medida, este tipo de indicadores se convirtieron en contestatarios desde la sociología frente al creciente volumen de indicadores económicos que comenzaron a elaborarse. Los trabajos de Andrews, Withney, y Campbell en la década del 70 recopilan y terminan de dar forma a esta línea de trabajo.

Si bien desde la década del 70 ya existían trabajos de felicidad en economía, puede pensarse que todos estos aportes desde otras disciplinas, sumados a estos aportes previos, confluyeron en la década del 90 en un nuevo tópico de estudio, con una forma más robusta, dentro del ámbito académico económico (Cf. Veenhoven, Ruut, 2007).

I. FELICIDAD RELACIONADA

I. 1. Felicidad e Ingreso

Una de las preguntas más interesantes, tal vez la primera que surge al plantear la problemática de felicidad en economía, es la correlación entre felicidad y el nivel de ingresos. Esta temática, por supuesto, tiene muchas aristas y fue abordada desde muchos puntos de vista.

La discusión moderna académica de felicidad en economía se inicia, con el paper de Easterling (1974) donde se plantea la paradoja de la incorrelación entre crecimiento económico y la felicidad percibida por los agentes. Este fenómeno se conoce como "Paradoja de la Felicidad", o "Paradoja de Easterling". La paradoja radica en que contrario a lo que indicaría la intuición, Easterling mostró que no siempre "el dinero hace a la felicidad". Si bien dentro de un mismo país las personas con mayores ingresos reportan mayores niveles de felicidad, en la comparativa con otros países se observó que los niveles medios de felicidad no dependen de los ingresos del país (siempre y cuando estén cubiertas las necesidades básicas). Por otro lado, también puede observarse como en una serie de tiempo, al aumentar el ingreso de un país, no necesariamente aumentan los niveles de felicidad.

Esta discusión sigue en pie desde entonces, y no termina de tener una respuesta inequívoca. Sack, Stevenson y Wolfers (2010) demuestran, utilizando otros datos, que la felicidad está positivamente correlacionada con los ingresos y el crecimiento. Ada Ferrer-i-Carbonell (2005) discute la influencia del ingreso del grupo de pertenencia del sujeto en su autoreporte de felicidad y propone pensar al mismo en función de ingresos relativos en forma similar a la presentada originalmente por Duesenberry (1949). Este punto de vista tiene basamento desde una perspectiva más psicológica en la teoría de los prospectos y el punto de referencia (Cf. Kahneman y Tversky, 1979).

Deaton (2011) presenta una investigación con datos de Estados Unidos y el efecto de la crisis de 2008 en la felicidad día a día2. Al resultado al que arribó fue que el autoreporte de felicidad subjetiva, SWB (por sus siglas en inglés: "Subjetive Well-Being"), se redujo fuertemente con el inicio de la crisis, pero que luego (presumiblemente por un proceso de adaptación) la felicidad comenzó a subir a pesar de que los índices de desempleo seguían altos. Hay en esto una pregunta en cuanto a la capacidad de adaptación de la felicidad frente a cambios en el ingreso.

I.2. Felicidad y otros factores

Pero si bien el ingreso parece ser el primer factor a considerar, ciertamente no es el único. También han sido ampliamente discutidos, por ejemplo, los efectos de ingreso relativo (comparación social, Hipótesis del Ingreso relativo de Duesenberry, 1949) y de retorno a la media de felicidad (acostumbramiento, o adaptación). Ya sea por adaptación hedónica completa o incompleta, donde por lo general se entiende que la adaptación depende del bien en cuestión (entre otras fuentes estos efectos pueden verse en Clark, Frijters y Shields, 2007). Por ejemplo los trabajos que se preguntan por un lado si la felicidad es relativa en cuanto a ganadores de la lotería, y personas que tienen que ser amputadas (como ejemplos supuestos de cosas, muy buenas, y muy malas), o la capacidad de adaptación frente a este tipo de hechos, por ejemplo Brickman et. al (1978).

El andamiaje teórico que sostiene la hipótesis de que el ingreso no es el único factor a tener en cuenta como generador de felicidad o utilidad es muy antiguo y ha sido ampliamente discutido. Entre los autores ineludibles en este sentido se encuentran Daniel Kahneman, por la implementación de muchas categorías psicológicas al campo de la economía y Amartya Sen, por haber incluido el estudio de las capacidades como un factor fundamental en el análisis del bienestar de las personas. Entre los otros autores que han intentado desarrollar las vinculaciones entre la felicidad y sus factores originantes, es importante resaltar los desarrollos de Bruno Frey cómo así también los de Ruut Veenhoven. Como así, también, aunque de menor renombre a: Andrew Clark, Alois Stutzer, y Luigino Bruni, y tantos otros.

Existen también muchos trabajos y discusiones en torno a la vinculación entre felicidad y otras variables de la vida económica (distintos de Felicidad e Ingreso): Felicidad y desempleo (Krause (2011), Kruger y Mueller (2008), Othake (2012)); Felicidad y consumo de televisión (Bruni y Stanca (2006), Frey, Benesch y Stutzer(2005)); Felicidad y uso del tiempo (Galay (2001)); Felicidad y Salud (Blanchflower y Oswald (2007)); Felicidad y Religión (Clark y Lelkes(2009), Van Praag, Romanov y Ferrer-i-Carbonell (2010)); Felicidad y edad (Blanchflower (2006)), y tantos otros, todos los cuales están, como es evidente, fuertemente vinculados entre sí. Se puede a su vez, siguiendo la clasificación económica habitual, pensar estos aportes en dos grandes campos: Felicidad y Macroeconomía (por ejemplo, Di Tella, MacCulloch y Oswald (2001)), y Felicidad y Microeconomía (por ejemplo, Meier y Stutzer (2004)).

Varios estudios se plantean la cuestión de la felicidad desde una mirada en la que las posibilidades de las sociedades son distintas a las de los países en desarrollo. Por esta línea avanza, por el ejemplo, el planteo de Robert Frank (2005) donde se pregunta ¿Por qué las sociedades se dirigen a sub-consumir bienes inconspicuos (esto es: tiempo con la familia y amigos, tiempo para hacer ejercicio, mejor clima laboral) siendo que parece claro que estos bienes aumentan la felicidad? Este planteo cabe cuando la sociedad ha alcanzado un estadio del desarrollo en el cual las necesidades básicas están mayormente cubiertas. La cuestión aquí es no confundir que sociedad se tiene en mente a la hora de hacer el planteo.

II. MEDICIÓN DE LA FELICIDAD

II.1. ¿Cómo medir felicidad?

La forma que se utiliza en la mayoría de las investigaciones para medir felicidad, es el auto reporte subjetivo de felicidad (SWB), que como su nombre lo indica, no es una medida objetiva, sino subjetiva. Esto le valió a la teoría muchas críticas. Esta forma de medir felicidad deriva de los estudios de psicología, que es una ciencia que en buena medida tuvo que acostumbrarse al uso de variables subjetivas. Sin embargo al querer importar estas herramientas a la economía, una ciencia mucho más dura en ese sentido, no fueron pocos los inconvenientes.

Y aún si se aceptara el uso del SWB, quedan cosas por resolver. Un problema que queda pendiente, y que Deaton (2011) lo presenta, y que también es ampliamente discutido por Kahneman (2011) es el de la influencia que tiene el orden en que son presentadas las preguntas sobre el SWB. Es decir, aun suponiendo que la respuesta a preguntas del tipo ¿Qué tan feliz es usted? realmente funciona como un indicador de felicidad, se puede probar que este indicador se ve alterado por factores externos, como por ejemplo las preguntas previas realizadas en el cuestionario. Si la respuesta a la pregunta es realmente un indicador de felicidad, esto no debería ser así.

Entre otros, Frey y Stutzer (2003) discuten y aceptan el uso de una medida subjetiva de felicidad como una aproximación empírica a la utilidad individual. Lo que hace que la medición pueda ser tenida en cuenta como una aproximación al concepto de utilidad individual, puede resumirse en dos características: su confiabilidad y su validez. Siendo requisito la confiabilidad para aceptar la validez. Por confiabilidad se entiende que bajo distintas modalidades de realizar la pregunta, o frente a eventos que transitorios la felicidad (satisfacción general con la vida) no se debería ver alterada. Esto no es del todo así, es decir que las encuestas de felicidad no cumplen perfectamente el requisito de confiabilidad. Una mayor eficacia en ese sentido se logra poniendo a la pregunta por felicidad al principio del cuestionario, o evitando realizar la encuesta en días de algún fuerte cambio emocional (salvo que lo que se esté buscando sea justamente determinar los efectos del mismo) ya sea positivo (un aumento de sueldo, la obtención de un título por parte del equipo de fútbol del que se es hincha, etc) o negativo (la muerte de alguien cercano, la pérdida del trabajo, etc.). El concepto de validez se refiere al nivel de cercanía entre la respuesta y el verdadero valor de felicidad del individuo. Por lo tanto, si la respuesta no es confiable, no puede decirse que sea válida. La validez puede comprobarse comparando las respuestas entre distintos métodos de medición.

Otros autores, en cambio, rechazan la igualación de utilidad y felicidad, por ejemplo, Zamagni (2005). Estas diferencias de posturas radican más en una cuestión de la interpretación filosófica del término felicidad, que en una cuestión metodológica de la forma en que se obtienen los datos. En este sentido la visión de Zamagni es crítica frente a la concepción individualista de felicidad, tal como se verá más adelante.

Existen experimentos que intentan correlacionar las respuestas subjetivas con valores más objetivos, como las respuestas en actividad cerebral (en la corteza prefrontal izquierda), o cruzando los valores con las respuestas que otros dan de esa persona (Cf. Rangel, Wibral y Falk, 2008). También se ha demostrado que las personas que reportan mayores niveles de felicidad subjetiva suelen sonreír más, o enfermarse menos (Cf. Beytía y Calvo, 2011). De esta forma se intenta eludir las críticas que vienen del lado de la falta de objetividad científica en las respuestas sobre felicidad. Estos desarrollos son muy incipientes y se vinculan con los también incipientes desarrollos de las neurociencias, en especial la neuroeconomía.

Volviendo al plano de la subjetividad, las formas en que se ha intentado mensurar la misma, son muy amplias. Se han ensayado, por ejemplo, distintos tipos de opciones de respuesta a cada una de las preguntas por felicidad. Solo haciendo referencia a las opciones de respuesta (ya se abordará más adelante las opciones de pregunta), pueden distinguirse, en general, dos grupos de esquemas de respuesta posible. Un primer tipo es el de opciones numéricas: por ejemplo entre el 0 y el 10, donde cero es nada satisfecho, y 10 es muy satisfecho. O de rangos menores, por ejemplo entre el 1 y el 7. El otro tipo es el de las opciones verbales, donde generalmente se ensayan cuatro opciones posibles: muy satisfecho, algo satisfecho, no muy satisfecho, para nada satisfecho. Este tipo es más antiguo, y en general su uso se fue descontinuando con el tiempo por los problemas de comparabilidad entre encuestados (Cf.Veenhoven, 2008). Tanto por cuestiones idiomáticas, como por diferentes interpretaciones debidas a otras causas se entiende en general que la respuesta numérica es más uniformemente interpretada.

II.2. Implicancias del concepto de Felicidad en Economía

La influencia de todos estos autores y la aceptación de sus argumentos, más allá de las controversias todavía existentes ha colocado (¿vuelto a colocar?) a la felicidad en el campo de la disciplina económica. Si el aumento del PBI no conlleva un aumento de la felicidad no tiene sentido esforzarse tanto tras la búsqueda del crecimiento económico. Con esto en mente en la década del cincuenta comenzó el desarrollo de la economía del desarrollo (Nurkse, Hirschman, Rostow, Lewis). Y fuertemente vinculado con esto, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) elabora desde 1990 un Índice de Desarrollo Humano (IDH) fuertemente influenciado por las ideas de Mahbub ul Haq y Amartya Sen.

No del todo conforme con estos desarrollos y contrario a la opinión que ubicaba a su país entre los peores del mundo (basado en una escala de PBI) cuando Jigme Singye Wangchuck fue coronado en 1974 como cuarto Rey Dragón del reinado de Bután propuso un indicador diferente al que llamó "Felicidad Nacional Bruta (GNH)" (Cf. Thinley, 2005). Esta idea más holística de medir el desarrollo de la sociedad fue en un primer momento de carácter subjetivo y luego en 2008 se construyó por primera vez un indicador basado en una encuesta de 180 preguntas en torno a 9 dimensiones, tanto subjetivas como objetivas: 1. Bienestar psicológico. 2. Uso del tiempo. 3. Vitalidad de la comunidad. 4. Cultura. 5. Salud. 6. Educación. 7. Diversidad medioambiental. 8. Nivel de vida. 9. Gobierno.

Por esa misma época, pero del otro lado del planeta Daniel Kahneman y Amos Tversky trabajaban en la búsqueda de una teoría capaz de dar explicación a distintas anomalías que observaban en el comportamiento de las personas. Kahneman y Tversky (1979) introdujeron en la economía la teoría de los prospectos (ya mencionada), que con aportes de la psicología del comportamiento da un fuerte impulso (en la línea de lo anteriormente trabajado por Simon, 1978) para toda una literatura que busca apartarse del homoeconomicus puramente Bayesiano, a la que puede denominarse Economía del Comportamiento (Behavioral Economics), o de Racionalidad Limitada (Bounded Rationality), la cual presenta el marco teórico de la Economía de la Felicidad.

También en la década del 70, Ronald Inglehart comenzó un desarrollo muy importante en este mismo sentido y llamó al cambio cultural que observaba como "postmaterialismo". Hoy en día muchos de los trabajos sobre economía de la felicidad (Por ejemplo Bruni y Stanca, 2005) se basan en datos de las encuestas del World Values Survey (WVS) que es la ampliación del European Values Study (EVS) lograda en buena parte gracias al trabajo de Inglehart. El WVS ha producido hasta la actualidad más de 400 publicaciones en más de 20 idiomas3.

Otro gran hito que marcó el ingreso definitivo de la felicidad como categoría económica fue la publicación en 2012 del "Reporte Mundial de la Felicidad" (Helliwey, Layard y Sachs, 2012) que cuenta con el apoyo de la Universidad de Columbia y de los muchos economistas de renombre que trabajaron en la elaboración del mismo.

Si la Felicidad es el indicador social a maximizar, y no el Producto, las decisiones políticas a adoptar claramente serán otras. Y será también de suma importancia la determinación de los factores que influyen en el aumento de la Felicidad de manera de poder orientar las políticas en ese sentido. Esto puede llevarse a cabo por medio de un marco más amplio como el propuesto para el Índice de Desarrollo Humano, o enfocándose simplemente en la Felicidad, previa selección de la modalidad por la cual decida medirse la misma.

Sin embargo, más allá del desarrollo teórico, en la práctica no se está haciendo una aplicación intensiva de las implicaciones que de esta derivan. Para Argentina la propuesta podría resultar políticamente interesante ya que, por ejemplo, de acuerdo con datos del Fondo Monetario Internacional, en 2012 Argentina se ubicaba en el puesto 25° del ranking de países con mayor PBI nominal4, y de acuerdo con el Índice Planeta Feliz (2012), publicado por la New Economics Foundation (2012), Argentina se ubica como el 17° país más feliz del mundo (Estados Unidos se encuentra en la posición 105°). Sin embargo, la temática está todavía claramente lejos de la agenda política Argentina, tal vez acosada por problemas más urgentes (¿Qué es más urgente que la felicidad?). En el último año se han publicado algunas notas periodísticas de la candidata a diputada por la Ciudad de Buenos Aires en 2011, Cristina Calvo, quien es doctora en Economía e interesada en el tema de la Felicidad.

II.3. El método subjetivo

Las encuestas que incluyen preguntas sobre felicidad incorporan una concepción subjetiva, ya sea que pregunten directamente por felicidad o por la satisfacción en general con la vida. Existen encuestas de largos períodos de tiempo, de variados países bien representados. Sin embargos, estas encuestas varían entre sí e incluso entre los distintos años en que se realiza una misma encuesta. Cómo ya se mencionó, una de las encuestas más importantes en este campo es la World Values Survey (WVS), e incluso para esta encuesta tan difundida existen diferencias en la traducción, o interpretación de los conceptos para los distintos países en los que se realiza la entrevista. Esto podría hacer que los niveles de felicidad no sean comparables entre países, o culturas, lo que fue ampliamente discutido en distintos papers, por ejemplo Veenhoven (2008). Otra de las encuestas importantes, pero en este caso más enfocada a Latinoamérica, es el Latinobarómetro.

Para el caso del Latinobarómetro la pregunta que se plantea es la siguiente: "En términos generales, ¿diría Ud. Que está satisfecho con su vida? ¿Diría Ud. que está...? Muy Satisfecho, Bastante Satisfecho, No muy Satisfecho, Para nada satisfecho". Este tipo de preguntas se conoce como "Tipo Gallup"5. El WVS, en cambio, pregunta por un nivel de satisfacción con la vida en una escala del uno al diez, lo que se conoce como "Tipo Cantril"6, e incluye una pregunta sobre el pasado (satisfacción con la vida hace cinco años) y una de previsión sobre el futuro (satisfacción con la vida dentro de cinco años), las cuales surgen de hipótesis planteadas, y que fueron también testeadas en distintos trabajos (Cf. Straudinger, Bluck y Herzberg, 2003).

Existen lamentablemente muchos cambios en la metodología utilizada a lo largo de los años en las diferentes olas de ambas encuestas. Por este motivo no siempre las preguntas son formuladas de la misma forma, o están presentes en cada ola. Esto claramente dificulta la tarea de identificar factores que influyen en la SWB a lo largo de un determinado período de tiempo.

Kahneman desarrolla y utiliza un método al que denomina "Método de Reconstrucción del día" (DRM, por sus siglas en inglés "Day Reconstruction Method"), que consiste en solicitarle al entrevistado que para un determinado día reconstruya las experiencias vividas el día anterior (Cf. Kahneman, Krueger et.al, 2004), a diferencia del "Método de sampleo de experiencias" (ESM, por sus siglas en inglés "Experience Sampling Method") que plantea hacer la recolección de experiencias en el mismo momento que suceden (Hektner, Schmidt y Csikszentmihalyi, 2007). Es una forma de recolectar información subjetiva especialmente sobre el estado de ánimo de las personas basado en los desarrollos de la psicología conductual. La ventaja que tiene este método respecto del simple cuestionario es que permite tener un mayor nivel de desagregación de los estados de ánimo durante el día y de este modo poder identificar los altibajos y las causas de la felicidad. Las respuestas a preguntas del tipo: ¿Cuán satisfecho está Ud. con su vida en su conjunto? Suelen ser fuertemente sesgadas por efectos de marco de referencia (freaming) y de esa forma factibles de ser criticadas por su vinculación con condiciones objetivas de la realidad. Sin embargo, los datos de este tipo de encuestas DRM y ESM son más costosos de elaborar y difíciles de conseguir disponibles para su uso.

También es posible aproximar el concepto de utilidad mediante medidas de satisfacción con el ingreso. Existen, en este sentido, dos maneras alternativas de aproximar la felicidad mediante preguntas relacionadas con el ingreso. La primera se conoce como pregunta de evaluación de ingreso, IEQ (por sus siglas en inglés "Income Evaluation Question"). La otra manera, la pregunta de satisfacción financiera, se conoce como FSQ (por sus siglas en inglés "Financial Satisfaction Question"), en lo referente a la satisfacción financiera de los agentes. Esto es, incluir en los cuestionarios una pregunta por cuán satisfechos están subjetivamente los agentes con su ingreso o su situación financiera. En buena medida la literatura mainstream ha ignorado la postura que considera a los ingresos como solo uno de los factores que determinan el nivel de felicidad y en contrario ha igualado ingresos y bienestar, como si fueran una sola cosa (Cf. Bruni y Porta, 2005. P.206). Esta discusión está vinculada con la que intentaba especificar si felicidad y utilidad son lo mismo o no. En líneas generales se observa que la pregunta tipo FEQ es más fácil de responder por los agentes que la pregunta tipo IEQ. Las dos son buenas aproximaciones a los niveles de satisfacción con la vida, manteniendo la línea de aproximación subjetiva, ya que no se tiene en cuenta el nivel nominal de ingresos, sino la satisfacción subjetiva.

III.CONCEPTOS RELACIONADOS

III.1. Hedonismo y Eudaimonia

Toda la discusión sobre felicidad en economía se nutre desde distintos ángulos de los aportes de la psicología. No logra sin embargo escapar nunca de la discusión filosófica subyacente. Antes de medir felicidad, o de indagar respecto de la utilidad que tendría una medición sobre felicidad, es muy importante haber definido en forma muy precisa que se entiende por felicidad. En este sentido se suelen utilizar en las distintas investigaciones dos corrientes filosóficas bastante marcadas, que sin ser formalmente presentadas ya han sido delineadas en los puntos anteriores de este trabajo. La primera, más bien subjetiva, es la línea hedónica, donde el bienestar depende exclusivamente de lo sensible, de la felicidad percibida, del placer. De esta línea deriva la utilidad como comúnmente se la entiende en economía, y puede asociarse al pensamiento del filósofo Inglés Jeremy Bentham (1781,200) (que en buena medida se apoya en la filosofía griega de la Escuela Cirenaica). Se entiende que es más subjetiva en el sentido que lo que interesa es la sensación, la auto-percepción de felicidad. Aquí felicidad y utilidad se emparentan. La segunda línea, más bien objetiva, es la línea eudaimónica. Bajo esta concepción el bienestar debe entenderse como un concepto más amplio. Muchos de los filósofos y pensadores de esta línea incluso desprecian la idea de una felicidad más sensible, inclinándose por una concepción más abarcativa. Puede pensarse a Aristóteles como el padre de esta línea filosófica, con una mirada más política, más social, donde el bienestar personal también depende del de la polis, del de la comunidad (Cf. Aristóteles 350AC,2007). O a Sócrates incluso, para quien no hay felicidad sin virtud.

En este sentido, por ejemplo, los economistas preocupados por la "paradoja de la felicidad", están siguiendo una línea de pensamiento Benthamiana. Si el dinero permite comprar sensaciones de felicidad, y esto es siempre posible hasta el infinito, mayores ingresos deben implicar mayores niveles de felicidad, lo que es lo mismo que niveles de bienestar. Así, la cuestión social es o bien simplemente ignorada, o solo tenida en cuenta en términos relativos, como punto de comparación personal. Una visión más Aristotélica del fenómeno debería incluir otros factores explicativos a los cambios en la percepción de bienestar. En ese sentido, no le sorprenderían los resultados de Easterlin. Uno de los más comunes en este sentido es el de la inclusión de factores de socialización, de relación con los demás. Así nace el concepto de bienes relacionales (tema central del siguiente punto). Esto es: El bienestar (no meramente utilitarista, sino más bien eudaimónico) que se desprende de las vinculaciones con los otros. Puede pensarse como resumen de ambas líneas de pensamiento entonces: la primera Benthamiana-Subjetiva-Hedónica-Individualista y la segunda Aristotélica-Objetiva-Eudaimónica-Relacional.

Estas dos líneas de pensamiento filosófico tienen implicancias en la forma en que se mide la felicidad, como así también en las consecuentes políticas a adoptar en pos de maximizar la felicidad. Una concepción más benthamiana conducirá a políticas pro consumo, mientras que una línea más aristotélica se fijará más en condiciones, tanto de producción como de consumo. En buena medida también, la concepción que se adopte de felicidad y moralidad tendrá implicancias en la forma en que se piense a la justicia, puesto que los primeros son conceptos subyacentes y generadores de la idea de justicia (Cf. Matravers, 2005). Y por esta línea, todos conceptos rectores de la organización social.

III.2. Bienes Relacionales

Un tema muy vinculado con la economía de la felicidad, pero que requiere todo un tratamiento aparte, es la cuestión de lo bienes relacionales. La necesidad de clasificar cierto tipo de bienes como "relacionales" surge frente a descubrir que las vinculaciones entre las personas son valoradas, y que incluso que destinan recursos a la obtención de los mismos, de igual forma que con otros bienes. Por ejemplo cuando una persona decide comprar un producto en un almacén de barrio en vez de en un gran supermercado, por la confianza y el vínculo generado con el almacenero, aunque esta decisión le implique abonar los mayores costos de este lugar.

Esta categoría tiene en la literatura de la economía de la felicidad un fuerte componente explicativo de la felicidad de las personas. Muchos estudios intentan correlacionar las vinculaciones, la cantidad y calidad de las amistades (Cf. Demir y Weitekamp, 2007), el tiempo utilizado en actividades sociales (Cf. Meier y Stutzer, 2004), con el auto-reporte de felicidad. En la mayoría de los casos está correlación es positiva, y tanto estadística como empíricamente relevante.

En el trabajo de Bruni y Stanca (2006) la hipótesis que testean es que un sobreconsumo de televisión lleva a sub-consumir bienes relacionales y que esto afecta negativamente a la felicidad de las personas. Según los autores, la televisión representaría una falsa sustitución de bienes relacionales a un costo mucho menor, llevando a las personas a mirar más televisión en vez de invertir en el desarrollo de vinculaciones interpersonales. Pero a la larga, los niveles de felicidad son menores para quienes sub-consumen bienes relacionales. Esto implica un problema de decisión, ya que lo que está sucediendo es que las personas no logran determinar cuáles serán los efectos de las decisiones de consumo que toman. Algunos autores buscan la explicación a este fenómeno por la vía de la falta de control personal, una suerte de "adicción a la televisión" (p.e., Benesch, Frey y Stutzer, 2006).

También Bruni ensaya la explicación de que el consumo de televisión induce a las personas a intentar alcanzar los niveles de consumo que en ella se proponen. De esta manera dedican más tiempo a actividades que les reporten ganancias económicas, y menos tiempo al consumo de bienes relacionales.

En este sentido, también se puede utilizar el concepto de bienes relacionales para explicar el comportamiento observado de caída en los niveles de felicidad ante la pérdida del empleo aun controlando por los niveles de ingreso. Esto es: frente a la pérdida del empleo una persona disminuye su felicidad a causa de su caída en el ingreso, pero también por cuanto esta situación le implica la pérdida de contacto con compañeros de trabajo, y otros con quienes mantenía relaciones interpersonales. Es decir que disminuye sensiblemente su consumo de bienes relacionales, y por tanto caen sus niveles de felicidad.

Esta línea de pensamiento impulsa la construcción de una teoría que incluya a la "socialidad genuina" como un factor importante en el desarrollo de las naciones, factor ignorado por la economía mainstream. El interés por el trato interpersonal tiene implicaciones en la gestión microeconómica de la empresa, las vinculaciones con y entre los empleados, el cliente, los proovedores, etc. Pero también en la macroeconomía, en la búsqueda de la felicidad del país, y también en lo que respecta a la calidad institucional (confianza, credibilidad, etc.) y por esta vía en términos de crecimiento económico.

III.3. Bienes comunes y bien común

Stefano Zamagni7 utiliza una clasificación de bienes que puede ayudar en la comprensión de la problemática por la felicidad. En primer lugar, clasifica los bienes en tres: bienes privados, bienes públicos y bienes comunes. Los primeros dos tienen definiciones más conocidas. Bienes privados son aquellos que son rivales en el consumo, y excluibles. Bienes públicos son aquellos no rivales o no excluibles. Los bienes comunes, en cambio, son aquellos que no aplican exactamente a ninguna de las dos categorías anteriores y que tienen una finalidad que satisface necesidades de la comunidad en su conjunto. En este sentido, una prenda de vestir, por ejemplo, es un bien privado, si una persona la está usando, no la puede usar otra, y se puede comprar y vender de forma que el "dueño" sea quien la compró. Una calle es un bien público, todos los ciudadanos se benefician de su uso, pero no se puede impedir el uso a quienes no hayan colaborado en la producción de la misma. El agua, aunque se suele confundir con un bien público, según Zamagni, entra en la categoría de los bienes comunes. Esto se debe a que si bien es rival en el consumo, y se puede excluir, el agua potable es necesaria para la vida, y genera muchas externalidades positivas para la comunidad. De esta forma la solución al problema de la producción y distribución de agua potable no debe recaer ni sobre una empresa privada, dice Zamagni, porque la misma tomaría un carácter monopólico, dadas las características del bien en cuestión. Ni tampoco sobre las manos del estado, porque el monopolio surge igual, y el problema está en la conformación del monopolio, no en si el mismo está en manos públicas o privadas. La felicidad, de acuerdo con esta categorización, es también uno de los bienes comunes.

Siguiendo esta línea es posible definir tres tipos de bienes generales: el bien colectivo, el bien total, y el bien común. El bien colectivo tuvo su proceso histórico de prueba en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, o en la Alemania Nazi. Para esta concepción no importa el bien individual de las personas, sino solamente el bien de la totalidad. Por ejemplo cuando Stalin decidió llevar el tendido eléctrico a la Siberia esto implicó costos que hicieron morir de hambre a más de un millón de personas, sin embargo el proyecto se justificó porque más allá de las personas que murieron implicaba un bien para el total de la Unión Soviética. El bien total es la concepción que aún prevalece en la mayoría de los países desarrollados. Se basa en la filosofía Benthamiana del utilitarismo, el bien total es la suma de los bienes individuales. Es importante cada individuo, pero es válido sacrificar el bienestar de un grupo si este sacrificio compensa en mayor bienestar para otro grupo. Bajo esta concepción no tiene sentido hacer una inversión, por ejemplo en educación sobre un grupo de personas con dificultades de aprendizaje si fuera posible destinar esos recursos a un grupo que pueda sacarle un provecho más productivo a los mismos. Finalmente Zamagni usa la metáfora de la multiplicación para explicar el bien común. El bien común es la multiplicación de los bienes individuales. Esto quiere decir que si alguno de los individuos tiene un bienestar que tiende a cero, el bienestar común tenderá a cero. Primero es necesario cubrir las necesidades de todas las personas. Esta concepción se plantea como crítica a las grandes desigualdades en la que vive y se desarrolla el sistema económico actual. No tiene todavía desarrollada una governance que le sea propia. Ni siquiera Elinor Ostrom quien trabajó y obtuvo el premio nobel por su desarrollo en organización de la cooperación pudo definir precisamente esta idea.

La felicidad en un nivel macroeconómico debe entonces dar respuesta (nuevamente siguiendo a Zamagni), a la búsqueda del bien común, tal como fue definido. Si bien muchas veces los políticos usan el término "bien común" no siempre se refieren a lo que aquí se definió como tal. De esta manera, no se debería confundir felicidad con utilidad, puesto que la agregación de las utilidades lleva a una concepción de bien total, mientras que felicidad estaría más emparentada con el bien común.

CONCLUSIONES

En buena medida parece todavía que la cuestión del concepto de felicidad en economía es una cuestión de Fe. Algunos muy creyentes le dedican tiempo, papers, estudios. Otros descreídos acusan a los primeros de acientíficos majaretas. Es indudable, sin embargo, que el primer grupo va sumando adeptos. Y no solo entre la comunidad científica, sino que el tema llama la atención de la comunidad política y la sociedad en general. Sin ir más lejos, el día 20 de Marzo de 2013 se festejó por primera vez, bajo iniciativa de la ONU, el día internacional de la felicidad. Esta proclamación busca principalmente, dice el comunicado de la ONU, acentuar el hecho de la felicidad como un "objetivo humano fundamental". Es decir, no olvidar que más allá de tantos otros objetivos del desarrollo de la sociedad, la búsqueda de la felicidad debe tener un papel primordial. Parte de esta búsqueda es la que le toca a los científicos sociales en lo referente a intentar descubrir la mejor manera de medir la felicidad, conocer los niveles de felicidad de las sociedades, e identificar los factores que es necesario desarrollar para aumentar nuestra felicidad. Luego los estados tendrán que ocuparse de aplicar las políticas públicas que de acuerdo a lo que se haya aprendido sobre la felicidad logren aumentar el bienestar de la población. También las personas teniendo un mayor conocimiento de que factores son los que realmente contribuyen a la felicidad podrían orientar sus acciones en esa línea.

En definitiva este "objetivo humano fundamental", debe ser también un "objetivo científico fundamental". Aún con lo imposible que pueda parecer, la comunidad científica tiene como objetivo los objetivos de la humanidad. Ha habido avances, y aunque todavía falte mucho, precisar el objetivo es requisito antes de conseguirlo. La mayor dedicación de científicos a la investigación sobre este objetivo colaborará a la consecución del mismo.

Los alcances que puede tener esta problemática no son fáciles de definir. Algunos hablan simplemente de incorporar una categoría de análisis, un factor a tener en cuenta, o a lo sumo habiendo modificado el objetivo de la sociedad, poder considerar al crecimiento económico cómo solo un factor más. Por otro lado, están quienes ya hablan de un nuevo paradigma en economía, con las consecuencias que esto tendría tanto a nivel académico como a nivel político. Hasta llevar al desarrollo de una nueva sociedad. Esta es la línea por la que avanzan en Bután, ignorando el PBI, y centrándose en la FNB.

Los caminos todavía no son claros, incluso el destino parece difuso. Pero la promesa es demasiado atrayente como para ser ignorada: una sociedad mejor para todos. Requerirá creatividad y esfuerzo, pero no es imposible. O cómo dijo el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, con motivo del primer día Internacional de la Felicidad: "...fortalezcamos nuestro compromiso con el desarrollo humano inclusivo y sostenible y reafirmemos nuestra promesa de ayudar a los demás. Obrar por el bien común también nos enriquece. La compasión fomenta la felicidad y nos ayudará a construir el futuro que queremos".

Notas
1 No todos estos conceptos refieren exactamente a lo mismo.
2 Este tipo de información se obtiene con un tipo de encuesta especial en el que se pide a los mismos agentes que brinden su reporte de felicidad diariamente por un período relativamente largo de tiempo. Son datos más caros y difíciles de conseguir.
3 www.worldvaluessurvey.org
4 http://www.imf.org
5 En honor a George Gallup, quién en la década del treinta comenzó a aplicar a la política los muestreos de las investigaciones de mercado.
6 En honor a Hadley Cantril, un analista de opinión pública que llevó los desarrollos de Gallup al ámbito de la psicología social.
7 Esta sección fue escrita en base a la conferencia de Stefano Zamagni el día 06 de Marzo de 2013 en el Rectorado de la Universidad de Buenos Aires, pero también puede seguirse las ideas en su libro "Por una Economía del Bien Común", Editorial Ciudad Nueva. O también Zamagni, Stefano y Zamagni, Vera (2010). "Cooperative Enterprise Facing the Challenge of Globalization". Edward Elgar

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